Chandler, Raymond

Nombre Raymond Chandler
Actividad Guionista
Lugar de nacimiento Chicago
Fecha de Nacimiento 23 de julio de 1888
Lugar de fallecimiento La Jolla California
Fecha de fallecimiento 26 de marzo de 1959
Filmografia

tomado de wikipedia

Biografía

Su padre, un ingeniero civil estadounidense alcohólico y maltratador, abandonó a su familia y se divorció de su mujer, que vivía con sus tíos maternos, y ella llevó a su hijo a Inglaterra para que recibiese una sólida formación literaria. Ayudado por un próspero abogado cuáquero irlandés que era también tío de su madre, estudió en el Dulwich College de Londres (1900-1905) a clásicos y modernos; en una escuela privada donde se habían formado también escritores como P. G. Wodehouse y C. S. Forester. Después viajó a Francia y Alemania (1905-1907) y se nacionalizó británico en 1907. Tras un breve trabajo en el Almirantazgo, que abandonó a causa de no simpatizar con la conducta militar, trabajó como reportero para el London Daily Express y para la Bristol Western Gazette (1908-12). Publicó 27 poemas y su primer relato The Rose Leaf Romance antes de regresar a los Estados Unidos en 1912 con dinero prestado por su tío. Visitó a su madre y sus otros tíos y se instaló en San Francisco, donde aprendió contabilidad por correspondencia, y luego en Los Ángeles, con su madre, en 1913. Participó en la Primera Guerra Mundial como soldado de los Gordon Highlander de Canadá en las trincheras del frente francés y estaba preparándose como piloto de guerra de la RAF cuando la guerra terminó y regresó a California, donde viviría ya el resto de su vida, trabajando como empleado de banca. Al morir su madre en 1924, se casó con Pearl Cecily Bowen (Cissy Pascal), dieciocho años mayor que él, una mujer con la que ya había entablado relaciones -no aprobadas por su madre-, cuando estaba casada, y una vez divorciada y celebrado el matrimonio, este duró casi treinta años, hasta el fallecimiento de ella en 1954, aunque no tuvo hijos. En 1932, Chandler había logrado ser nombrado vicepresidente del Dabney Oil Syndicate en Signal Hill (California), pero perdió este lucrativo trabajo a causa de su alcoholismo, su absentismo y sus numerosas aventuras con las secretarias. En 1933, a los 45 años y en medio de la Gran Depresión, se dedicó por entero a escribir en pulps, populares revistas de ficción criminal impresas en papel barato.

Su prosa no carece de cualidades estéticas: su estilo supera el impresionismo de Hammet y es característicamente irónico y frecuente en rasgos de ingenio cáustico, sobre todo, en los diálogos. Gracias a él, la novela negra ganó una dignidad literaria desconocida hasta entonces. Su primer cuento fue Blackmailers Don’t Shoot, para la revista Black Mask, un pulp dedicado a los relatos de acción; desde entonces no abandonó el género.

Chandler reconoce que empezó a escribir imitando a Dashiell Hammett,1​ pero su estilo es muy diferente: Hammett es seco e impresionista, y Chandler irónico y cínico. Entre 1933 y 1939, produjo 19 relatos, en los que empezó a definir su propio estilo y donde sus personajes empezaron a mostrar algunos de los rasgos que después definirían a Marlowe: ingenio, mordacidad, idealismo y honradez.

De Hammett toma la denuncia de la sociedad americana de la época, donde el dinero y la búsqueda del poder son los motores verdaderos de las relaciones humanas, con sus consecuentes secuelas de crímenes, marginación e injusticia. Reflexionó sobre el arte de la novela policiaca en su ensayo El simple arte de matar (1950).

A los 51 años aparece su primera novela, El sueño eterno (1939), donde Marlowe aparece por primera vez. El detective se mueve por los bajos fondos de la ciudad de Los Ángeles, en principio para evitar el infarto de un millonario, rescatando a su hija menor de un chantaje; se considera, sin embargo, que su mejor novela es El largo adiós (1953), una obra en la que reflexiona sobre la lealtad, la amistad y el amor en el contexto de varios crímenes en la alta sociedad californiana. En 1943 se le propuso trabajar en Hollywood adaptando el guion de Double Indemnity (Perdición), sobre la novela de James Cain, dirigida por Billy Wilder. Tras la muerte de su esposa en 1954, el escritor sufrió fuertes depresiones, aumentó su alcoholismo e intentó suicidarse en dos ocasiones.

El Noir In Festival, que se celebra cada diciembre en el municipio italiano de Courmayeur, otorga desde 1991 un premio Raymond Chandler de novela negra en su honor.2

Referencias

  1. Volver arriba http://www.salon.com/2002/07/31/chandler/
  2. Volver arriba Página del Courmayeur Noir Infestival en italiano y en inglés

tomado de ElPais

Raymond Chandler fue despedido, en 1932, de la compañía petrolífera donde trabajaba por su alcoholismo y porque había desatendido por completo el trabajo. Tenía 44 años y quería ser escritor. Lo quiso siempre. Cuando sus padres se divorciaron, la madre se lo llevó a Inglaterra, donde lo matriculó en el privado Dulwich College. Aprendió latín y griego, le gustaron los clásicos. A los 19 años escribió su primer poema y publicó 26 en la Westminster Gazette. Más adelante colaboró en The Academy con artículos y críticas. El regreso a Estados Unidos interrumpió el camino iniciado. Durante más de 15 años trabajó en negocios relacionados con el petróleo, hasta que lo echaron.

Leyó muchas revistas literarias, pero durante sus frecuentes viajes con Cissy, su esposa, se decidió por los pulp, revistas de narrativa popular hechas con pulpa de madera, muy baratas. Las leía y las tiraba. Se fijó especialmente en Black Mask, considerada la mejor en la ficción dura detectivesca. Colaboraban en ella Erle Stanley Gardner, Raoul Whitfield y Dashiell Hammett, que fue su modelo. Chandler (Chicago, 1888-La Jolla, California, 1959) se lo tomó muy en serio. Tardó cinco meses en escribir y reescribir su primer relato, Los chantajistas no matan, y lo envió a Black Mask, donde apareció en 1933. Le pagaron 180 dólares, un centavo por palabra. Durante cinco años, Chandler publicó en Blak Mask, en Dime Detective Magazin y algunas otras publicaciones baratas.

Este y otros 24 relatos aparecen reunidos en Todos los cuentos (RBA), con prólogo de Lorenzo Silva. Son imprescindibles para quienes gustan del género negro y en especial para los lectores de Chandler. Adoptó el género negro pensando en literatura con mayúsculas y, desde luego, no tenía la intención de pasarse la vida escribiendo en pulps. Se marcó varios objetivos. Manejaba muy bien el inglés británico pero aprendió el norteamericano como si se tratara de un idioma extranjero, según cuenta su biógrafo Frank MacShane (La vida de Raymond Chandler); sería como Hammett o mejor. «Pensaba que tal vez podría ir algo más lejos, ser un poco más humano, estar más interesado en la gente que en la muerte violenta» (La vida de Raymond Chandler). Y, sobre todo, tuvo claro que los relatos le servirían de aprendizaje para escribir novelas.

Años después, calificó de «puro pastiche» Los chantajistas no matan. «Había suficiente acción para cinco relatos (La vida de Raymond Chandler). El primero con el que se sintió satisfecho es el tercero que publicó, El chivato (1934), en el que aparece ya el investigador privado Philip Marlowe. Politicastros corruptos, policías, juego y una pelirroja que quita el hipo. El tipo que contrata a Marlowe es asesinado y los de arriba quieren cargarle el muerto al detective.

Por estos relatos desfilan varios detectives privados, además de Marlowe, Mallory, John Dalmas, Ted Carmady, Pete Anglich o Sam Delaguerra. Todos son duros e independientes y tienen un código individual del honor, que no excluye la violencia. No les gusta la sociedad en que viven, ni la hipocresía, ni la corrupción. Sus clientes son a menudo víctimas de chantajistas, damas en apuros, hombres que quieren que busquen a sus esposas. También les contratan como guardaespaldas y con cierta frecuencia les tienden trampas para que carguen con el muerto. Se mueven por un complicado mundo de matones y de quienes los contratan, de policías, malos y buenos, y de corruptos politiqueros. Casi todos viven en hoteles, todos beben mucho y algunos de ellos son amigos de periodistas con quienes intercambian información. De la mezcla de todos ellos surgió el Philip Marlowe de sus novelas.

En los relatos hay mucha violencia y muchos muertos, los personajes no están del todo construidos ni tienen la complejidad que muestran luego en las novelas. Pero aparecen ya las características que hicieron grande a Chandler: sus excelentes diálogos, sus maravillosas descripciones, su cinismo y su ironía.

Los relatos fueron como un campo de pruebas para sus novelas. En Un asesino en la lluvia y en Telón vemos el esquema de El sueño eterno (1939), su primera novela, la que nos atrapó para siempre. En Un asesino… vemos a un Anton Dravec preocupado por su hija, Carmen, gran jugadora, que recuerdan mucho al general Sternwood y a su hija Carmen de El sueño eterno. En Telón, el general Winslow y su invernadero lleno de orquídeas nos remiten también a El sueño eternoPrueba con la chica y El jade del mandarín son el origen de Adiós, muñeca. Lo mismo sucede con Los blues de Bay City y La dama del lago, cuyo título conservó para esta novela. Julia Melton, por ejemplo, tiene mucho de la Crystal de novela La dama del lago. Hay otros personajes, como el policía Violetas McGee o el ayudante de fiscal Bernie Ohls que aparecen en diferentes relatos y también en algunas novelas.

Todos los cuentos, su extraordinario aprendizaje, son relatos o nouvelles, como ráfagas de metralleta que no dejan indiferente a nadie y lo mejor de ellos es que anticipan las grandes novelas de Chandler.


tomado de ElPais

Para decir que Raymond Chandler (Chicago 1888, La Jolla 1959) fue un grande de la literatura del siglo XX no hacen falta sesudas reflexiones o detalladas biografías. Sin embargo, para conocer de cerca la forja de ese escritor fundacional en la novela negra, para ver sus denodados esfuerzos por trascender el género, su lucha contra la miseria literaria, las dificultades creativas que atravesó durante toda su vida, sus dudas, su amor por la grandeza de lo que de verdad está bien escrito, para eso sí hace falta una biografía, para eso sí merece la pena leer La vida de Raymond Chandler (Alrevés, traducción de Pilar Giralt).

En este extraordinario libro, publicado en España por primera vez en 1977 y ahora rescatado en un loable esfuerzo editorial, Frank MacShane se centra en los aspectos literarios la vida de Chandler y solo aborda de pasada los aconteceres personales cuando influyen en la labor creativa. Solo un pero: la traducción de 1977 es mejorable y si tiene deslices irrisorios como traducir “bank holiday” por “vacaciones bancarias” no sé qué habrá hecho con otras expresiones más complejas de este profesor de Oxford.

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Se trata pues de una biografía literaria en toda regla que retrata a ese hombre que vivió parte de su vida “al borde de la nada”. Solo las primeras páginas tratan un poco más la deriva personal: del joven estadounidense perdido por Europa que deja el puesto de funcionario en el gobierno inglés para trabajar como periodista, debutar como poeta y dejarse llevar por la llamada de América, a ese todavía joven e inseguro hombre que se casa con una mujer 20 años mayor, de buena posición y se convierte en hombre de negocios en la industria petrolera. Durante años ejercerá ese trabajo de manera tiránica y llevará una vida de desparrame, borracheras y mujeres. Un joven, en definitiva, que ha ganado mucho dinero pero que está amargado, alcoholizado y sin publicar nada.

De 1933 a 1938 la llamada de la literatura es demasiado fuerte, lo deja todo y apoyado por su mujer Cissy, vive al borde de la indigencia pero con una enorme fe en lo que hace. En esa época estudia a Hammett, lo copia, lo venera; lee todo lo que se publica en Black Mask y se da cuenta de que pueda hacerlo, de que puede superarlo. Todo esto explica por qué Chandler tarda tanto en publicar, pero también por qué sus editores en la revista pulp por excelencia encontraron ya a un escritor maduro desde el inicio, un hombre de 40 años que sabía hacia dónde se dirigía.

“El problema de todos estos relatos de situación o misterio es que al final te sientes de improviso como si hubieras estado bebiendo agua del grifo en lugar de un Borgoña espumoso»

RAYMOND CHANDLER

En estas páginas se ve la construcción del escritor que reacciona ante Agatha Christie y otros ejemplos que él consideraba “deshonestos”. Una frase de su correspondencia con el experto James Sandoe resumen sus posiciones respecto a la novela enigma: “El problema de todos estos relatos de situación o misterio es que al final te sientes de improviso como si hubieras estado bebiendo agua del grifo en lugar de un Borgoña espumoso”. Para quien no lo haya leído, recomiendo su ensayo The Simply Art of Murder, publicado en el Atlantic Monthly.

Su proceso creativo es un camino infernal sembrado de alcohol y angustia. En muchas ocasiones, canibaliza trabajos ya hechos, pequeños relatos pulp, mezcla varios de ellos para construir el cuerpo de una novela y poder centrarse en los personajes, en los diálogos. Duda mucho, cambia de parecer sobre casi todo, escribe dos novelas y un relato la vez sin que esto sea síntoma de una producción prolífica, sino más bien de todo lo contrario. Porque lo cierto es que Chandler no escribió mucho a lo largo de su vida, llevado siempre por la obsesión de crear grandes novelas mucho más allá del puro género policíaco, de la novela negra, del hard boiled que sin embargo contribuyó a fundar. “Cuanto mejor se escribe una novela de misterio, es cuando más rotundamente se demuestra que en realidad no vale la pena escribirla” resumía el padre de Marlowe.

Dinero y gloria

Hay dos aspectos que recorren la vida de Chandler. Por un lado, su obsesión con el dinero, con no volver a pasarlo mal, lo que le convierte en un tipo algo renegado y le empuja a hacer adaptaciones Marlowe para la radio y otros experimentos que no funcionaron necesariamente bien. Pero también le empuja al cine, donde vive una segunda juventud durante la gran época de los estudios de Hollywood. De ese tiempo son los guiones de Perdición y Extraños en un tren, hechos con mucho esfuerzo, disgustos creativos y frustración por no poder plasmar toda la grandeza de los textos de James M. Cain y Patricia Highsmith. También las inevitables peleas con dos gigantes de la talla y el carácter de Billy Wilder y Alfred Hitchcock.

Por otro, está el deseo de ser algo más que un escritor de policiales. El esfuerzo literario y vital por hacer de El largo adiós una gran obra y el resultado posterior justificarían por sí solos toda una carrera. McShane narra esta búsqueda con pulso y sentido. El final de su vida en su ocaso creativo y sin una guía tras la muerte de su mujer es triste, muy triste. Su muerte en soledad, también. En su epílogo, Lorenzo Silva recuerda lo que dijo el propio Chandler: “Todo depende de quien escribe y que tiene dentro para escribir”. Amén.


 

 

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