Cuerpo y alma

Título en castellano Cuerpo y alma
Titulo original Body and soul
Año de filmación 1947
Duración 104 minutos
Pais Estados Unidos
Director Robert Rossen
Guion Abraham Polonsky
Música Hugo Friedhofer
Dirección de fotografia James Wong Howe (B&N)
Reparto
Productora Enterprise. Distribuida por United Artists
Sinopsis Charlie Davis es un chico de familia humilde que aspira a conseguir la fama en el mundo del boxeo. Aunque su madre y su novia desaprueban su decisión, Charlie se asocia con Robert, un promotor de combates de boxeo, y va perdiendo los escrúpulos poco a poco, llegando a dejarse vencer en un combate amañado. 
Premios
1947: Oscar: Mejor montaje. 3 nominaciones
1947: Círculo de críticos de Nueva York: Nominada a Mejor Actor (John Garfield
Subgénero/Temática
Melodrama, Deporte/Boxeo

tomado de filmaffinity

«Obra asfixiante, desoladora y brutal que retrata una sociedad corrompida que convierte en dioses al poder y el dinero por medio de unas sombras llamadas boxeadores.»
Miguel Ángel Palomo: Diario El País 

Desde la primera secuencia, en la que una cámara colgada de una grúa enfoca un saco de arena mecido por el viento para después girar, atravesar las ramas desnudas de un árbol y descendiendo, mostrar a través de una ventana al protagonista despertando de sus agitados sueños, nos damos cuenta de que nos encontramos ante una película especial, brillante. Pocas veces he visto un comienzo tan espléndido, y menos aún una justificación simbólica tan pertinente para el mismo como la que en este filme se nos muestra.

El mundo del boxeo profesional, con su sordidez, amaños y demás miserias, ha sido llevado en múltiples ocasiones a la gran pantalla; ciertamente, esta película no es la primera que aborda el tema, pero sí podemos afirmar que es el clásico a partir del cual todas las posteriores se han rodado y concebido. Se trata de una de las mejores obras de Rossen, tan sólo superada por «El Buscavidas» y mejor que «El Político», con las que comparte el argumento o tema principal: la búsqueda y obtención del éxito a toda costa por parte del protagonista, seguido de su posterior fracaso, especialmente en el plano ético y moral. 

En «Cuerpo y Alma» se conjugan felizmente la eficacia narrativa, de la mano de un espléndido guión de Polonsky, y la brillantez formal, tanto en la elegante realización, como en la hermosa fotografía y veraz ambientación, que recrea garitos, clubes, casas y barrios muy creíbles. Los personajes están bien concebidos, desde Davis (buen Garfield) a Peg (magnífica interpretación de Lilli Palmer), pasando por Ben Chaplin (Canada Lee), que encarna el arquetipo del boxeador derrotado y de destino trágico, así como los demás secundarios, tal vez con la única excepción de Alice (Hazel Brooks), vampiresa demasiado evidente y plana para mi gusto. La música, en la que predominan solos de trompeta y saxo alto en tono de jazz, acompaña discreta y amablemente la narración, que se estructura en tres partes bien diferenciadas; un prólogo y un epílogo en presente inician y concluyen el nudo argumental, presentado por medio de un largo flashback, recurso éste muy propio del cine negro, que nos muestra al protagonista en decadencia para luego retroceder y explicar su ascenso y auge, volviendo al final a retomar su ocaso.

En conjunto, «Cuerpo y alma» se ve como una cinta de boxeo y cine negro que, gracias a su pulso narrativo, a sus personajes bien definidos y a la elegante realización formal, goza merecidamente del prestigio de un clásico, siendo como tal un referente que merece la pena disfrutar. ¡Segundos fuera!


Los films de boxeo a menudo han formado un subgénero de cine negro. “Body and soul” también lo es. Cine negro, quizá porque ofrece el marco perfecto para describir un entorno sociológico podrido, en el que el dinero lo es todo y la corrupción extiende sus tentáculos a todos los ámbitos. Los códigos éticos se hacen añicos (el campeón no duda en recoger el dinero del suelo que Ben ha rechazado).

Segunda película de Robert Rossen tras “Johny O´clock” y algunos guiones como “Los violentos años 20”. Aquí se muestra la trayectoria biográfica y profesional de Charlie Davis, un campeón de boxeo. Era la segunda vez que John Garfield interpretaba a un boxeador. La primera fue en 1939 en “Me convirtieron en un criminal”, dirigida por Busby Berkeley y fotografiada también por James Wong Howe.

La cinta es magnífica, las secuencias de boxeo están muy logradas y, en cierto modo, son un precedente de “Toro Salvaje”.
Desde la primera secuencia en que la cámara desciende hasta John Garfield, se crea una lograda atmósfera de desasosiego apoyada en una variada gama de matices y apuntalada desde una puesta en escena preocupada por fijar la situación de los personajes en cada momento.

La noche del gran combate, Charlie no puede dormir. Busca el consuelo de su madre y de su novia. No tiene la conciencia tranquila. Desde unos orígenes humildes ha llegado a la cima pero ahora está en juego su dignidad. Poco a poco, sobre a sobre, va perdiendo su integridad hasta llegar a comprarse a sí mismo.
A través de un extenso flash-back en la mejor tradición del film noir, conocemos el tormentoso pasado en el que se va alejando uno a uno de las personas de su entorno más querido.

Es una película de marcado carácter político, pues tanto Rossen como Polonsky fueron llamados a declarar ante el Comité de Actividades Antiamericanas. A raíz de la declaración de Dmytryk, Rossen admitió haber pertenecido al Partido Comunista desde 1937 a 1947 y delató a varios compañeros. De esta forma, siguió rodando, aunque se negó en Hollywood. En España hizo “Alejandro Magno” hasta llegar ya en los 60 a “El buscavidas”.
Polonsky se negó a hablar. Tras dirigir “Force of evil”, pasó un calvario y no volvió a dirigir hasta 1968.
Garfield murió en 1952 a los 39 años de un ataque al corazón cuando se dirigía al tribunal.


 
Nunca está el alma en venta si antes no se ha puesto el cuerpo en rebajas. Es como una especie de escudo que, si cae, hace caer todo el interior que nos hace hombres, nos modela y nos hace crecer como personas. Todo esto puede que no sean más que palabras si nunca hemos encajado un directo en la mandíbula, o un gancho en el estómago. Sólo los que enrollan los brazos en las cuerdas para no caer saben lo que es el cuerpo y el alma heridos pero lo más importante de todo es que no estamos ante un cuento de guantes y lona, sino ante una historia de verdadero interés humano, un sólido e inolvidable drama que a más de uno puede dejar fuera de combate. Los tintes negros del relato se desparraman por el suelo hasta la cuenta de diez y la victoria del buen cine es proclamada por evidente superioridad. Para ello, todo el universo en el que se mueve el protagonista (extraordinario John Garfield) está rodeado de amigos, familia, jugadores de ventaja, criminales y mujeres que intentan la rendición incondicional de un hombre que pega fuerte pero sin perder ese rincón de honestidad que le hace recordar que aún hay algo dentro de él que merece la pena.
Por supuesto, habrá tentaciones que tendrá que evitar con un hábil movimiento de cintura por mucho que el poder y el dinero luchen por inmovilizarle. En la banqueta de su descanso habrá algunos toques de dulzura, una madre fascinante de caras variadas y el siniestro rostro de la turbiedad de gángsters sin escrúpulos que sólo pretenden llenar las manos de dinero mientras, poco a poco, le van quitando los guantes del éxito al púgil del combate de fondo.
Todo ello, estará bañado por una extraña y maravillosa luz que acentúa los blancos y tilda los negros debido a uno de esos directores míticos del cine como James Wong Howe que sabía manejar esos colores como el lienzo donde trazar el estilo de la corrupción y el camino a la gloria. Al final, habrá un terrible y violento enfrentamiento en el que la moral será el verdadero campeonato que se ponga en juego. Ahora bien, no nos equivoquemos: Cuerpo y alma es el origen y la referencia obligada para otras películas mucho más cercanas como Rocky o Toro salvaje y ahí reside gran parte de su mérito. Es inicio y reunión de un grupo de cineastas que todos fueron despojados de gran parte de sus derechos por la “caza de brujas” y dentro de ella están los nombres, no sólo de Garfield, uno de los casos más tristes de tan deleznable episodio; sino también de Robert Rossen o de Abraham Polonsky. En pocas ocasiones se puede ver cómo unos cuantos servidores del arte demostraron tanta coherencia con lo que contaban. Ésta es una buena oportunidad para saberlo.
Así que, después del siguiente derechazo, es hora de echar una mirada a nuestra moral, de cerrar esas cejas reventadas y coser de urgencia alguna brecha en la que se nos escapó la definición de lo justo. No nos gustarán algunas cosas pero tal vez haya algo de cuerpo y algo de alma en todo lo que hacemos. Ustedes son los jueces.

«Cuerpo y alma» es una gran peli, recuerdo que en su día me pareció un fallo muy grande que cuando Garfield recuerda sus primeros tiempos de amateur se notara mucho que la edad del actor no se correspondía con época juvenil del boxeador. Esos pequeños y simples detalles que de niños nos parecen importantes. Recuerdo que era una película algo amarga pero con cierto sentido redentor, pero debo revisarla para comentarla mejor.
De todas formas la ocasión la pintan calva y hace mucho que no había transversal que echarme a la cara, así que…Además de las comentadas por ti “Rocky” y “Toro salvaje” podemos encontrar más cosas.
El boxeo es uno de los deportes más cinematográficos de la historia. En general hay muchos deportes y deportistas que han sido llevados al cine (baseball, baloncesto, futbol americano, etc ). Pero el boxeo casi supone un género en si mismo. La virilidad, la fuerza, la violencia de los contendientes los convertía en verdaderos machos que durante una época del siglo pasado suponía un fuerte atractivo, algo que gustaba a los hombres y erotizaba a no pocas mujeres. Supongo que la lucha sigue siendo algo atrayente para muchas personas, pero el boxeo ha perdido un poco el halo de romanticismo que llegó a tener en el pasado, porque no nos engañemos el boxeador es la viva imagen del perdedor, y los perdedores son el alimento perfecto de no pocas ficciones cinematográficas. Además, el boxeo daba ocasión no sólo de contar la historia más o menos deportiva del protagonista sino para denunciar corrupciones, mafias, amaños, ambiciones y otros ejemplos de poca deportividad cuando no para contar pasiones humanas utilizando la lona como escenario.
Película maravillosa que nos muestra la falta de escrúpulos de los que manejan este deporte es “Más dura será la caída” donde el púgil, un pobre e ingenuo Toro Moreno es utilizado por todos para ganar dinero sin tenerle ninguna consideración, el cínico y desgastado es aquí Humphrey Bogart (¿en su última peli?) como agente de prensa del púgil y la representación del perdedor.
Otra que aprovecha para contarnos algo sobre la condición humana utilizando el boxeo es “El ídolo de barro” aunque en esta ocasión retrate a Kirk Douglas víctima de una ambición sin limites. El boxeo es el vehículo para contarnos lo fácil que es sucumbir al dinero y al poder.
Para contar historias de perdedores nadie mejor que John Huston y era evidente que el boxeo era su deporte preferido, así que unamos ambos y nos encontramos con una película demoledora, porque aquí la derrota no tiene un poco de belleza romántica sino el callo de la amargura cotidiana, la vida sin adornos, la miseria de la realidad, era “Fat City, ciudad dorada”.
La redención a través del boxeo y la dicotomía entre el deporte que tiene sus reglas y la violencia real que no respeta ninguna se reflejan en “The Boxer”, los perdedores son los sectarios, los intolerantes, los incapaces de mirar a los demás bajo un prisma distinto a su propio prejuicio.

Raoul Walsh también se acercó a este deporte para filmar la magnifica e inolvidable “Gentleman Jim”, en realidad un biopic del primer campeón del mundo de los pesados ( con las normas Queensberry), pero Walsh y Flynn nos regalan una película que va mucho más allá que la biografía cinematográfica de un deportista.
Otro director que también nos ha regalado un buen número de perdedores y que los coloca en situaciones que suponen un dilema moral es Clint Eastwood y se sirve del boxeo para abordar muchos temas, las segundas oportunidades, el amor que ayuda a morir, la eutanasia, la vida como un combate, es “Million Dollar Baby”, a veces hay que tirar la toalla si ves que si tu pupilo sigue combatiendo va a sufrir innecesariamente.
También ha habido humor en el boxeo, desde Charlot con “El campeón” aunque el trasfondo sea bastante negro, hasta el cine patrio que utilizó este deporte para contar una comedia casi costumbrista muy de la época “El tigre de Chamberí”. Por no mencionar lo de Roque III que es casi de vergüenza ajena.
Habrá bastantes más…en todo caso, un placer.


 

Antes de afrontar el combate por la defensa de su título de campeón del mundo, Charley Davis (John Garfield), que debe decidir acerca de una importante cuestión que le atormenta, recuerda cómo pasó de ser un don nadie a convertirse en un afamado y exitoso boxeador.

Inolvidable cinta del no lo suficientemente valorado Robert Rossen, quien logra con esta imponente y soberbia obra maestra, uno de los retratos más lúcidos y amargos jamás realizados sobre el casi siempre sórdido submundo del boxeo; un espacio habitado por sanguijuelas, ratas y alimañas de la más baja condición, que no dudan en corromper el alma y la dignidad humanas con tal de satisfacer sus ansias de dinero y poder.

El arranque del filme constituye un brillante ejemplo de lo que un director debe conseguir durante los primeros minutos de una película: atraer el interés y la curiosidad del espectador. ¿Quién es Ben, cuyo nombre exclama Charley mientras despierta de una sudorosa y terrible pesadilla? ¿Por qué la madre (Anne Revere) y la que parece haber sido novia (Lilli Palmer) del protagonista, se muestran disgustadas con él cuando va a visitarlas a su humilde apartamento? ¿De qué conoce Charley a la sensual joven (Hazel Brooks) que ejerce como cantante en un local nocturno, y de la que requiere sus favores sexuales? ¿De dónde ha salido ese tipo siniestro y sin escrúpulos (Lloyd Gough) que recuerda al púgil que debe dejarse perder tal y como han convenido? La respuesta a todas estas preguntas planteadas al comienzo de la obra, se encontrará en el extenso (abarca casi todo el metraje) y ejemplar flashback que el personaje principal rememora mientras permanece tumbado en la camilla del vestuario, en los momentos previos al inicio de la pelea.

La narración es magnífica, dada la habilidad con la que se utilizan un buen número de recursos cinematográficos: el prodigioso montaje, las sobreimpresiones y fundidos encadenados con los que se condensa la progresión temporal en determinados momentos de la trama, o el empleo de patines por parte de los operadores de cámara con el fin de dotar de una  mayor sensación de veracidad e inmediatez, al portentoso combate final que, a buen seguro, debió inspirar a Scorsese para su Toro salvaje.

Contribuyen a redondear el trabajo, la excelente y asfixiante fotografía plagada de claroscuros de James Wong Howe, además de la notable labor desempeñada por todo el reparto. Con mención especial para John Garfield, un espléndido actor cuya carrera fue bruscamente frenada por los caprichos del macarthismo.


 
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El magnífico inicio de ‘Cuerpo y alma’ (1947), de Robert Rossen, nos presenta a un personaje debatido en las agitaciones de un dilema vital. Un hermoso travelling, con grua, nos muestra un ring, en un jardín, con sombras que parece que pesan, desplazándose la cámara hasta un primer plano de Charlie (John Garfield), quien sufre unas inquietantes pesadillas que nublan su sueño, y su conciencia, como veremos, en esta noche previa a un importante combate. En el cuadrilatero de su mente tiene lugar un desesperado combate. El desarrollo de la mayor parte de la película tendrá lugar a través del extenso flashback que nos narrará su proceso de ascensión desde la pobreza. Charlie no tiene la soberbia de Midge (Kirk Douglas) en ‘El idólo de barro’ (1949), que también narra el ascenso al éxíto de un pugil; es más simple y llano, y su orgullo es más infantil, menos acerado, y el ring, sí, lo ve como la posibilidad de superar su pobreza, pero ya no sólo por sí mismo, sino por su madre también, sobre todo, después de que su padre haya muerto en su tienda debido a una explosión provocada por una de las mafias de la zona. Si los contrapuntos sentimentales de Midge, las mujeres de su vida, para él no tenían mayor influencia más allá del interés puntual, o viéndolas incluso como posibles ‘rivales’ que se quieren aprovechar de él, incapaz en su ceguera de ver lo que sienten por él, en ‘Cuerpo y alma’ Charlie tiene un importante contrapunto en la mujer que ama, Peg (Lili Palmer), intelectual y artista, de mirada lúcida, aguda y serena (un gran personaje que borda la actriz, y que es antecedente del que interpreta Piper Laurie en ‘El buscavidas’ (1961); aunque Peg es más equilibrada, sin la frágil vulnerabilidad del personaje de Laurie). 
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Charlie perderá el rumbo cuando se deja llevar por las tentaciones del éxito, lo que implica disponer de todo lo que desea, incluidas otras mujeres, y, claro, hacer concesiones a los intereses de la mafia que domina el boxeo, supeditarse a sus intereses, lo que conlleva sacrificar a quienes ama, ya sea su mejor amigo y asistente Shorty (Joseph Pevney), que tanto hizo por él, o Peg, cuya perspicaz sensatez no es muy ‘conveniente’ para los intereses sin escrupulos que pueden llevar al éxito, y sobre todo, el detonante de ese dilema en el que está sumido al principio de la película, el sentirse responsable de la muerte de su ayudante Ben (Canada Lee), otro ex boxeador a quienes los golpes habían afectado cronicamente a su cerebro, y que, al enfrentarse al mafioso, Roberts (Lloyd Gough), por intentar convencer a Charlie de que no se pliegue a sus imposiciones y opte por la honestidad, sufre un ataque que le lleva a la muerte. 
Charlie reacciona, recupera su autoestima, y su conciencia, o consciencia, casi se puede decir, afirmándose en lo que de verdad es más importante para él, su honestidad, y su amor por Peg y su madre, que se habían alejado de él por haber perdido el rumbo ‘moral’.Decidirá no plegarse a lo que el mafioso le exige, que pierda el combate para enriquecerse con ls apuestas ya que la mayoria de la gente apostará por Charlie, y gana el combate. Junto a Peg, despreciará incluso las amenazas de Roberts, afirmado en su honestidad. 
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Rossen hubiera preferido terminar con otro final, que también se filmó, en el que Charlie recibía una paliza que determinaba su muerte, y acababa con su cabeza dentro de un cubo de basura. Quizás más realista, en la línea del final de ‘Nadie puede vencerme’ (1949), de Robert Wise, (en donde Stoker es apalizado por también no plegarse al tongo, y ganar el combate, aunque tampoco acabe muerto), pero se prefirió este final más voluntarioso y positivo, donde el afán de superación logra, sin perder la honestidad ni la nobleza, dar sus frutos. Dos opciones de conclusión, dos perspectivas distintas.‎’Cuerpo y alma’ (Body and soul, 1947), es la primera gran obra de Robert Rossen, que cuenta con un brillante guión de Abraham Polonsky,que sufriría poco después la persecución del comité de actividades antinorteamericanas, no pudiendo dirigir en veinte años. La película es también una de las tres obras que reflejan, a finales de los años 40, con el universo del boxeo como decorado, a unos hombres enfrentados, con diversas actitudes, a su circunstancias ( que son las de las agitaciones de la época, entre la corrupción y la persecución inquisitorial que dominaba el país), y que, además, se constituyen en algunas de las mejores obras de este subgénero. Las otrs son ‘El idolo de barro’ (1949), de Mark Robson, y ‘Nadie puede vencerme'(1949), de Robert Wise. La dirección fotográfica de James Wong Howe es estraordinario (los combates los rodaron los operadores con patines, logrando dar esa inmediatez y urgencia a las secuencias, de las que tomaría buena nota Scorsese)

 
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