Retorno al pasado

Título en castellano Retorno al pasado
Titulo original Out of the past
Año de filmación 1947
Duración 97 minutos
Pais Estados Unidos
Director Jacques Tourneur
Guion Daniel Mainwaring (novela de Daniel Mainwaring)
Música Roy Webb
Dirección de fotografia Nicholas Musuraca (B&N)
Reparto
Productora RKO Radio Pictures
Sinopsis Jeff Bailey, un antiguo detective, posee una gasolinera en un pequeño pueblo, donde lleva una vida tranquila y sencilla. Sus amores son la pesca y una joven con la que quiere casarse. Inesperadamente, recibe la visita de un viejo conocido que le anuncia que el jefe quiere verlo. Bailey se ve entonces obligado a contarle a su novia su turbio pasado. 
Premios  
Subgénero/Temática
Crimen, Detectives, Gasolinera

tomado de filmaffinity

  • «Una de las cimas incontestables del cine negro de los cuarenta. El realizador crea unos personajes rotundos y ambivalentes, entre los que destaca un impactante retrato de femme fatale (…) Una historia alambicada, de innumerables lecturas. Imprescindible»
    Miguel Ángel Palomo: Diario El País 
  • Un clásico imprescindible del cine negro. Una obra magistral.
    FILMAFFINITY 
  • «Estuvimos con ella, hasta cierto punto, disfrutando las asperezas y el romance con bastante deleite y atención (…) Quizás si entendiéramos lo que sucede en la última mitad de la película…» 
    Bosley Crowther: The New York Times 
  • «Una de las mejores películas de cine negro (…) Puntuación: ★★★★ (sobre 4)» 
    Roger Ebert: rogerebert.com 
  • «Un ejemplo perfecto del género negro lleno de imágenes estilísticamente sombrías y personajes despreciables pero carismáticos (…) Puntuación: ★★★★★ (sobre 5)» 
    Kim Newman: Empire 
  • «Una de las películas más desconcertantes y hermosas jamás hechas (…) Una vez vista, es inolvidable» 
    Time Out 
  • «Cada cambio de ángulo y entrada de luz evoca una perturbación interna; parece que los actores se desplazan entre la densa sombra como a través del agua» 
    Richard Brody: The New Yorker 
     

Efectivamente, reúne todos los ingredientes necesarios; pero va más allá gracias a una fotografía estupenda (apenas se nota la diferencia entre los magníficos exteriores y los oscuros interiores) y a uno de los mejores diálogos que se han escrito para el género. Guión y dirección tampoco están nada mal.
Veo a todos los actores adecuados, con la excepción de Douglas, al que físicamente no le va el papel. 
De la boca de esta mujer fatal no sale ni una sola verdad en toda la película; ¡pero ni una!

Un gran clásico del cine negro que se presta sin problemas a múltiples revisiones.

Algunas frases (para comprenderlas completamente y advertir toda su ironía sería aconsejable haber visto antes la película); aunque sólo son simples muestras, porque para mí todos los diálogos serían dignos de mención, incluso los monosílabos si tenemos en cuenta la situación y el tono con que se pronuncian:

«Ojalá me alegrara de verte.»

«El jefe de esa banda no fue a vernos porque se creía muy importante; por eso y porque una chica le había herido disparándole cuatro tiros con su propia pistola.»

«En Tasco hacía un calor insoportable; tanto como nunca había sentido. Y sin embargo, en Acapulco aún hacía más.»

– ¿Puede escucharme?
– Puedo oírle.

– No quiero morir.
– Ni yo, pero me gustaría ser el último en hacerlo si llegara el caso.

– Guarde usted esa pistola.
– Si la guardo, no me sirve para nada.


Basada en la novela de Daniel Mainwaring «Build My Gallows High», está considerada por muchos como la obra cumbre del cine azabache por excelencia…

Lo cierto es que argumentos no le faltan…más bien le sobran…

El propio Mainwaring adaptó al cine su propia novela, con una fotografía en blanco y negro realmente magistral a cargo de Nicholas Musuraca y con una excelente banda sonora a cargo de Roy Webb…

No hay voces en off… tan sólo la voz del detective privado Jeff Markham (estupendo Robert Mitchum) relatando a su actual pareja Ann Miller (Virginia Huston), la verdadera historia de su negro pasado, tan azabache como la historia de la película…

Así, metido en un coche camino del lago Tahoe, donde Jeff ha quedado «con su pasado», éste relata a su novia la verdadera historia de su vida, marcada por una de las femme fatales más pérfidas en la historia del cine, la malísima y retorcidísima Kathie Moffat (genial Jane Greer)…

Como siempre en el cine azabache, «la suerte es como un huracán que puede portar a algunos malos augurios…»…

…En las playas de Acapulco, el detective Jeff Markham besa «un encargo» del gangster mafioso Whit Sterling (Kirk Douglas), entre las redes de los barcos varados en la arena y bajo la languideciente luz crepuscular de un ocaso, jurando que no le importaba si le había o no robado a Whit 40000 dólares…

…Uno de los actores con mayor presencia en pantalla de toda la historia (y de un parecido y magnetismo asombrosamente similar al de Liam Neeson)…

…definitivamente la mujer fatal por excelencia del cine negro…

…Un ritmo narrativo deslizante aunque no del todo deslumbrante y unas situaciones de lo más sugerente y enigmáticas, aderezadas con unos diálogos y una puesta en escena sencillamente brutales…

Jaques Tourneur lleva a la gran pantalla uno de llos títulos azabaches más poderosos en la historia del cine, aunque a distancia según mi opinión de cintas como «La jungla del asfalto», «Chinatown» y sobre todo «Atraco Perfecto»…


Obra culminante de Jacques Tourneur y uno de los mejores films del cine negro clásico. Escrito por Daniel Mainwaring y los no acreditados Frank Fenton y James M. Cain, adapta la novela «Build My Gallows High» (1946), del propio Mainwaring. Se rueda en exteriores de California (Lago Tahoe, Sierra Nevada…), Nevada (Alta Sierra, Reno…), Méjico (Acapulco) y RKO Encino Ranch (CA) y en los platós de RKO Studios (L.A.), con un presupuesto escaso. Producido por Warren Duff para la RKO, se estrena el 13-XI-1947 (EEUU).

La acción dramática tiene lugar en Bridgeport, pequeña población californiana, y alrededores, Acapulco (Méjico) y San Francisco, en 1947, durante unos pocos días. Mediante flashbacks el protagonista cuenta a su novia hechos ocurridos dutante los tres últimos años. Jeff Bailey/Jeff Markham (Mitchum), antiguo detective privado, que trabajó en NY y San Francisco, vive retirado en Bridgeport, donde regenta una gasolinera. Tiene relaciones con una muchacha de buena familia, Ann Miller (Huston), y dedica el tiempo libre a la pesca en el lago. Inesperadamente recibe la visita de Joe Stephanos (Valentine), esbirro del gángster Whit Sterling (Douglas), para el que había trabajado en el pasado. Le encuentra acompañado de Kathie Moffat (Greer), una de sus antiguas amantes. Jeff, de 30 y pocos años, es reservado, taciturno, lúcido, se deja llevar por sus pasiones y oculta un pasado turbulento del que intenta huir. Kathie, de unos 25 años, es mentirosa, fría, pérfida y depredadora, aunque luce una cara angelical y aparenta inocencia y candor.

El film suma cine negro, drama, intriga y thriller. Presenta una trama que se torna progresivamente compleja, en la que se dan cita los principales características del cine negro. Las atmósferas son opresivas, sombrías e inquietantes. En ellas palpitan la traición, la deslealtad, el chantaje, la venganza, el fraude, la mentira y la fatalidad. Los personajes, cada uno a su manera, encarnan manifestaciones del mal: el gángster elegante y de trato afable es un asesino implacable, la bellísima mujer fatal es codiciosa, destructiva y mata sin piedad, los esbirros del gángster matan por dinero. Son figuras oscuras, ambíguas, ambivalentes y retorcidas. Viven permanentemente angustiados y dominados por el peso de amenzas difusas, inconcretas e intangibles, pero insolubles e hirientes. El pasado siempre regresa para proyectar su sombra implacable de fatalidad y destrucción.

Los personajes se presentan construidos con vigor y rotundidad. Destaca el protagonista, hombre fuerte, activo, seguro e impasible, pero dominado por la percepción de estar atrapado y ser inevitable su perdición. Los diálogos son concisos y cortantes. La interpretación de Mitchum es sobresaliente, seductora la de Greer y estimable la de Rhonda Fleming. Mitchum, actor poco conocido hasta entonces, consigue notoriedad y prestigio. La puesta en escena es soberbia.


tomado de cinestonia

Jacques Tourneur, notable director francés, especializado en filmes oscuros, de atmósfera tenebrosa y personajes igualmente lúgubres, se hizo reconocido internacionalmente por La mujer pantera (1942) y Yo caminé con un zombie (1943), dos de sus obras más logradas, y supo incluir en su filmografía diversidad de filmes, pero siempre manteniendo esa tendencia oscura. En esta oportunidad dirige este ejercicio de film noir, siempre acorde a sus directrices, en la que nos presenta la historia de un sujeto del hampa, que tiene un pasado en actividades clandestinas y peligrosas, ahora desea dejar atrás todo eso, sin embargo las figuras más representativas de ese pasado volverán, no lo dejarán avanzar, en la forma de un antiguo asociado suyo en las actividades delictivas, y una mujer, fatal fémina a la que amó, y que también volverá repetidamente, complicando el panorama de un sujeto que desea avanzar. La cinta tiene un tratamiento visual muy característico del director, que además reclutó a un por entonces joven Robert Mitchum, pero que ya poseía esa habitual dureza suya, Jane Greer como la mujer siempre metida en situaciones de muerte, y al gran Kirk Douglas como el personaje que está detrás de todas las peripecias que le suceden a Mitchum. Correcto ejercicio de cine negro, una cinta que se ajusta a los estándares yanquis, en la que Tourneur no deja de imprimirle a una cinta característica de esas tierras, su distintivo sello.

 

          

En un tranquilo pueblo, un sujeto, Jeff (Mitchum), pasea por una playa con Ann (Virginia Huston), una mujer con la que no se conoce mucho, pero ella está enamorada de él. Poco después Jeff es abordado por un personaje, con el que trabajó antes, le dice que en el negocio se extraña a un sujeto que trabaje como él, y Jeff termina accediendo a una reunión. Jeff narra entonces a Ann lo sucedido en dicha reunión, el jefe, Whit (Kirk Douglas), cuenta que una mujer ha atacado a un hombre llamado Jack Fisher, lo hirió y se llevó una gran cantidad de dinero, y a Jeff se le pide que la traiga, y aceptó el trabajo, pues se le pagaría bien. Comenzó a investigar, ubicó a la chica, llamada Kathie (Greer), la encuentra en ciudad de México, después se moviliza hasta Acapulco, se le acerca y le habla, van a jugar póquer, a caminar y terminan besándose, Jeff le habla de lo sucedido, pero ella niega que haya robado el dinero. Jeff vuelve a reunirse con Whit, pero no le informa de todo lo que ha pasado, afirma no haberla encontrado, y sigue viéndose con Kathie secretamente, de noche. Sin embargo después el propio Whit va hasta donde está Jeff, en el hotel donde se hospeda se ven, un nervioso Jeff teme que aparezca Kathie en cualquier momento, lo evitan, pero finalmente, Kathie es seguida por un secuaz de Whit, los clandestinos amantes son encontrados.

Discuten los tres, el secuaz de Whit pretende sobornarlos para no informar a su jefe, pelea con Jeff, pero termina siendo eliminado por Kathie, ellos se separan. Es el fin de los recuerdos de Jeff, ahora Kathie ha vuelto, está trabajando de nuevo para Whit, y él deberá ir a San Francisco. Ya allí, encuentra a Kathie, y rechaza su actitud de arrepentimiento. Allá conoce a otra mujer, Meta Carson (Rhonda Fleming), una mujer que no le termina de dar confianza, presiente que está metida en algo oculto, y así es, pues hay un cadáver en su departamento. Nuevamente está involucrada en todo Kathie, que, como siempre afirma que se involucró pues no tuvo otra opción, convence a Jeff de que todavía lo ama, le dice que lo intenten de nuevo, y lo persuade, se mueven engañando a la gente de Whit. Continúan huyendo, mientras Ann comienza a ser cortejada por otro individuo, ella está preocupada, pues los medios de comunicación han publicado los hechos, y Jeff es sindicado como autor de los asesinatos. Whit encuentra a Kathie, está harto de ella, y ésta, repentinamente, mata al temible jefe de los delincuentes. Sigue empecinada en huir, con Jeff, pero ante la negativa de éste, que quiere recuperar a Ann, también lo asesina, y finalmente ella es eliminada a su vez por hombres de Whit.


Interesante cinta de cine negro la que presenta Tourneur, es una corriente cinematográfica que se siente idónea, lógica, coherente con el estilo del francés, siempre oscuro, siempre entre sombras, siempre involucrando sórdidos personajes, situaciones bizarras, es como si el cine negro y el realizador francés hubiesen estado destinados a confluir. De esta forma presenta la historia, en la que un personaje ligado al hampa intenta dejar todo eso atrás e iniciar una nueva vida, pero esto le será imposible, pues su pasado lo persigue, y forma una bizarra pareja con una mujer fatal, donde no faltarán asesinatos, mentiras, manipulaciones. Es un impredecible y peligroso mundo en el que ella finalmente termina poniendo fin a la existencia del que completa la singular pareja, una pareja sórdida que se mueve entre escoria, entre asesinos, mentiras, implacables persecuciones, y en medio de todo, desarrollaron mutuo querer, sin embargo, ellos no podían terminar juntos, no con todo lo que sucedía a su alrededor. Ella es fatal fémina que está metida en todo, mujer que no duda en asesinar, de armas tomar, literalmente, para después simplemente afirmar que no tenía otra opción, es intrigante, siempre contando la verdad a medias, está en el medio de todo. Imposible dejar de mencionar, la expresión visual del filme, que es uno de los puntos en los que más se siente el sello de Tourneur, lo identifica, lo distingue y estiliza, pues, aunque se trata de film noir, y la atmósfera oscura es una característica vital de esta corriente, el francés dota a su filme de una especialidad suya, su gran dominio de luces y sombras, contrastes poderosos, figuras formadas por sombras, acciones que son realizadas por esas sombras, son elementos que llegan a cobrar vida, a ser independientes en el cine de Tourneur, sello patente en toda su obra, parte de su arte, y los protagonistas se mueven entre eso contrastes, entre ese entramado y sombrío tejido, una apariencia que incrementa ese ambiente lóbrego, tenebroso, donde ocurren a menudo asesinatos, donde la muerte siempre acecha. Tourneur recluta con acierto al siempre duro Robert Mitchum como protagonista, joven, imponente, recio, aprovecha el director su fuerte presencia, es el encargado de hacer el trabajo sucio de su jefe, el desgraciado que en vano intenta dejar atrás su destino, pues termina finalmente sumergiéndose completamente en él, siendo abrumado y asfixiado. Un perfil de personaje que Mitchum repetiría muchas veces en posteriores trabajos, siempre con éxito, y consolidando esa imagen suya característica de hombre duro, muchas veces relacionado al hampa, a la clandestinidad y al underground. Tourneur configura una película interesante, acorde siempre a su estilo, a sus directrices, cine norteamericano al que imprime su sello, personajes sórdidos, una búsqueda de dejar atrás un pasado, imposible misión, y una pareja de la misma calaña, que no tiene el mejor final. Buen cine negro el que realiza Tourneur.




tomado de lasmejorespeliculasdelahistoriadelcine
El genio de Tourneur roza casi la perfección en la construcción de esta película, tanto desde el punto de vista técnico, sabiendo enlazar elegantemente todos los recursos narrativos, formales y estilísticos de este estilo Noir, con un contenido, donde deja claramente establecidos dos personajes icónicos: El antihéroe y la mujer fatal, los cuales siempre estarán guiados por su destino. Su base narrativa parte de la novela «Eleven mi horca«, un relato de Geoffrey Homes, firmada con el pseudónimo de Daniel Mainwaring, escritor y guionista cinematográfico estadounidense que publicó su novela en 1946. Sus obras más Noir suelen acercarse a lo que se denomina el lado duro del realismo. En este caso, la novela «Eleven mi horca» trata de la lucha de un hombre con buenos principìos, Jeff Markam (Robert Mitchum) que se oculta de su pasado trabajando en la gasolinera de un pueblo olvidado (Bridgeport) en las montañas californianas. Vive en un ambiente rural y apacible, totalmente opuesto a su vida pasada en la cual tuvo relación con los ambientes de la delincuencia. Ahora intenta redimirse regentando una gasolinera, aficionándose a la pesca y a la vida campestre, gozando del amor incondicional de una joven del lugar, Ann Miller (Virginia Huston). Inevitablemente, el destino aparecerá para que nuestro protagonista se enfrente con las deudas pendientes de ese pasado que tanto se esfuerza por enterrar. Tanto en la novela como en la película, quedan perfectamente reflejados el enfrentamiento entre los modos de vida y de pensar del campo y de la ciudad. 

retorno al pasado

Entre la sofisticación de la mujer por la que quedó fascinado en su vida pasada trabajando como detective para un mafioso y la pureza de la chica de la que ahora está enamorado, siempre con ese trasfondo que lo atormenta, un neblinoso pasado, que no parece desaparecer por las buenas intenciones ni por el deseo de empezar una nueva vida. El guión para la gran pantalla fue adaptado por el propio autor de la novela, que por aquella época era guionista para la productora de la película, la RKO. Parece que este film, manejando paradigmas del estilo Noir, toma en común de «Forajidos (1946)» un personaje que se oculta de su pasado, «El sueco», e intenta rehacer su vida al encontrar el amor verdadero. Sin embargo, el pasado siempre vuelve, y esta vez lo hará mediante la figura del gánster, Whit Sterling (Kirk Douglas) para pedirle cuentas por haberlo traicionado años atrás.  A partir de este arranque tan potente que consigue atraer al espectador, Tourneur hará gala de un manejo del tiempo fílmico magistral. En una primera parte, el mismo Jeff, con su voz en off, relatará en forma de flashback sus actos pasados durante su trayecto en coche hacia el punto de encuentro con su antiguo jefe. La fusión perfecta de un desplazamiento temporal y espacial en coche, mientras le relata a su joven amada los sucesos que oscurecen su pasado. 

retorno al pasado

Es un magnífico flashback que ocupa casi un tercio del metraje y que permite que visualicemos lugares como Mexico, sus playas, sus barrios, sus garitos, así como la ciudad de San Francisco. Todo ello bajo la excelente iluminación y mano maestra del director de fotografía Nicholas Musuraca.  Pero su pasado no se limita a trabajos con un gánster, también vivió una verdadera historia de pasión por una belleza de mujer, Katherine (Jane Greer). El momento final de este poderoso flashback termina cuando Jeff se baja del coche, se despide de su actual amor y se dispone enfrentarse con estos dos personajes de su pasado que lo atraparán de nuevo en un triángulo de pasiones, ambiciones, rencores, envidias y egoísmos perfectamente caracterizados en las colosales actuaciones de los tres protagonistas. Desde ese encuentro, Tourneur, mantiene la trama en tiempo presente con un ritmo y suspense narrativo intensos, sin conseguir decaer en ningún momento. Una espiral de trampas, traiciones, chantajes y asesinatos, perfectamente hilvanados donde nuestro protagonista intentará escapar con su ingenio, por muy difícil o enrevesada que se presente la situación, sin llegar a traspasar nítidamente los límites de la ilegalidad y teniendo que sobrevivir a una serie de sucesos mal encaminados. Al igual que Roy Earle de «El último refugio (1941)» o El sueco de «Forajidos (1946)«, el destino trágico de Jeff figura también trazado de antemano, siguiendo un itinerario de huida hacia la fatalidad. Un mundo sin salida y en el cual no parecen existir apenas lugares donde ocultarse porque la corrupción extiende sus redes por todas partes. Esas mismas redes de pescadores en las que, como expresión metafórica, Katherine parece envolver a Jeff durante el inicio de su relación amorosa en Acapulco. 

retorno al pasado

Aquí se nos dibuja el personaje de un detective con principios, que en su pasado traspasó la frontera entre el bien y el mal, traicionó su propio código de conducta y a su cliente debido a la pasión que sintió por una mujer tan poderosa como atractiva y cruel. La característica femme fatal, cuya maldad se eleva hasta límites insospechados por el espectador, ya que nuestro director se encarga, mediante una esplendorosa puesta en escena de presentarla por primera vez en pantalla casi como una ninfa de ensueño, vestida de blanco, con una dulzura e indefensión a la que ningún hombre pueda resistirse. Curiosamente, conforme avanza la trama, Kathy, siempre elegante, irá oscureciendo progresivamente su vestimenta, hasta ese vestido casi negro de la escena final, provisto de un velo que la cubre completamente. Jeff y Kathy son protagonistas de una historia romántica, basada en lo que ambos desearían ser más que en lo que son realmente. El aterrizaje sobre la cruel realidad, desmonta la fantasía y torna en destino trágico esta relación. De forma paralela, la historia de amor, sincero y auténtico que Jeff mantiene con la joven Ann, también está destinada a carecer de futuro. Pero esta vez, por motivos honestos, los únicos que hacen de nuestro protagonista un antihéroe capaz de sacrificarse por hacer lo correcto. «Retorno al pasado» añade, al virtuosismo de su argumento y de su construcción formal, unos diálogos brillantes y poderosos, unas imágenes dotadas de una fuerza poética gracias al excelente trabajo fotográfico desarrollado por Nicholas Musuraca, responsable también de la atmósfera onírica y amenazadora que baña todo el filme, rodado en interiores y exteriores naturales. Todo ello aderezado por el tema musical que figura asociado ya para siempre a la historia de amor entre Jeff y Katherine «The First TimelSawYou«. Tal vez el mensaje más claro y contundente de este relato es que no existen las vidas nuevas, que las personas no cambian, tan solo se hacen más viejas.

retorno al pasado


tomado de cinemaesencial

Retorno al pasado

Detesto las angulaciones extrañas, los objetivos deformantes. Así es muy fácil despistar al espectador. Mientras que permanecer muy cerca de los actores, no utilizar nunca trucos y, sin embargo, crear una atmósfera extraña, es mucho más difícil
Jacques Tourneur
 
Cuando emprende la realización de Retorno al pasado, Jacques Tourneur es ya un director célebre por su capacidad de crear “atmósferas extrañas” con los únicos recursos de la iluminación, una puesta en escena con un ejemplar uso del fuera de campo y un eficaz uso del sonido como elemento dramático. Con esta manera de proceder, que dio a lugar a dos auténticos clásicos del fantástico como La mujer pantera (1942) y Yo anduve con un zombie(1943), Tourneur nos ofrece en 1947 uno de los títulos más singulares del cine negro norteamericano (probablemente junto con la mucho menos conocida Detour, de Edgar G. Ulmer, no por casualidad otro director que había destacado en el terreno del fantástico).
 
En efecto, si alguna cualidad destaca especialmente en Retorno al pasado es la extraña atmósfera onírica que el director imprime a sus imágenes. Una atmósfera que envuelve al protagonista para atraerlo al abismo de un pasado que impregna de sombras todas las imágenes. Pero además, la película es una obra cumbre del género por su concisa y directa puesta en escena (apoyada en la magnífica fotografía en blanco y negro de Nicholas Musuraca), la excelente interpretación de Robert Mitchum, y unos extraordinarios diálogos llenos de ironía y dobles sentidos (“Me preguntaba qué se había hecho de él, y pasando por aquí vi su nombre en el letrero”. “El mundo es muy pequeño”. “Sí, o algunos letreros muy grandes” – fotograma 1).
 

1. “El mundo es muy pequeño”. “Sí, o algunos letreros muy grandes”

Tal como el título de la película indica, Jeff Markham (Robert Mitchum) es un personaje perseguido por el pasado. Así lo advertimos desde el primer momento en la amenaza que le hace el matón Joe (Paul Valentine) al indicarle el lugar donde debe reencontrase con el villano Whit (Kirk Douglas, en una decisión de casting que supone probablemente el único elemento discutible de la película): “Una casa en la colina. No puedes perderte… No debes”. De hecho, el retorno al pasado del título no se refiere tanto (o al menos no únicamente) al magnífico flashback que ocupa el primer tercio del film (en el que el protagonista narra a su prometida, Ann – Virginia Huston – su primer encuentro con White, en su etapa como detective privado, y el encargo que aquél le hizo de encontrar a su amante, Kathie – Jane Greer -, después de que ésta le disparara y huyera con 40.000 dólares) sino al posterior reencuentro de Jeff con White, tras ser localizado en su nueva vida como simple encargado de la gasolinera del pequeño pueblo de Bridgeport.
 
Desde la primera secuencia en el lago, vemos reflejado en el rostro de Jeff el signo de la fatalidad, como si fuera consciente de que más tarde o más temprano tendrá que enfrentarse a un pasado que acecha esperando el momento oportuno para reaparecer e impedir que pueda llevar una vida “normal”. No en vano, y tal como vemos en el mencionado flahsback (un flashback, no lo olvidemos, narrado desde el punto de vista del protagonista), Jeff es un personaje que intenta desesperadamente enterrar el recuerdo de su relación con Kathie, quintaesencia de la femme fatale, bajo el influjo de la cual el detective cae irremediablemente desde el primer momento que la encuentra (“Entonces la vi, y entendí por qué a White no le importaban los 40.000 pavos”). Poseído por este influjo, Tourneur imprime a este larguísimo episodio una aureola romántica (en el sentido más etimológico del término, referido a lo inefable, aquello que no se puede expresar con palabras) que confiere a sus imágenes esa atmósfera onírica antes referida. Sirva como ejemplo la extraordinaria secuencia nocturna de Jeff y Kathie en la  playa, en la que los personajes manifiestan su pasión bajo la luz nocturna de la luna, entre amenazantes redes de pesca que parecen sugerir la fatalidad que el destino les depara (secuencia que contrasta con la anterior de Jeff y Ann en el lago, de una luminosidad radiante y formalmente mucho más apacible).
 
De nuevo en el tiempo presente, y tras haberle narrado su historia a Ann, Jeff atraviesa las puertas que le conducen de regreso al pasado (literalmente, en el espléndido plano del protagonista cerrando tras de sí la verja de entrada a la vivienda de Whit – fotograma 2) para enfrentarse definitivamente a su destino. Y, así como en su primer encuentro el protagonista era víctima inconsciente de las intrigas de la malvada Kathie, advertimos ahora en el comportamiento de Jeff una actitud decididamente autoinmolatoria, como única manera de afrontar el pasado dejando indemne a Ann de sus consecuencias.

 

2. Jeff atraviesa las puertas que le conducen de regreso al pasado

A partir de este momento (y al contrario de lo que sucedía en el pasado), Jeff toma las riendas de los acontecimientos y actúa de forma consciente y decidida, pasando de manipulado a manipulador, como vemos en la secuencia en la que hace creer a Kathie que vuelve a ser víctima de su influjo (Tourneur rueda esta vez un plano de la pareja con Jeff siempre de espaldas, la silueta totalmente en la sombra – fotograma 3).
 

3. Jeff hace creer a Kathie que vuelve a ser víctima de su influjo

Pero, como hemos visto, la actitud decidida del protagonista lo es desde la consciencia de la inexorabilidad del destino y así, a medida que Jeff se enreda en la compleja trama de la que es víctima, la oscuridad del pasado inunda las imágenes del presente, tal como vemos en la última secuencia entre Jeff y Ann, en la que las sombras de los árboles bañan fatídicamente los rostros de la pareja (fotograma 4). Jeff es ya un personaje condenado, y lo único que le resta es arrojarse junto a Kathie al abismo de un pasado que, ahora sí, quedará definitivamente sellado.
 

4. Las sombras de los árboles bañan fatídicamente los rostros de la pareja
 

 
Un hombre se enfrenta a su destino y a su pasado
Out of the Past, Jacques Tourneur, 1947, EEUU, Robert Mitchum, Jane Greer, Kirk Douglas.
 

Retorno al Pasado es el arquetipo del género negro por antonomasia, cuando oigo preguntar por una recomendación con la que acercarse al universo que retratan este tipo de ficciones, es esta película la que, de manera inmediata, me aparece en la mente. Casi todos los afluentes del río negro desembocan en esta obra firmada por Jacques Tourneur que así queda convertida en máxima expresión del Ciclo Negro de la RKO, que es tanto como decir del cine negro norteamericano, o lo que es lo mismo, se consagra como epitome de un género que nuevamente ha vuelto a regurgitar como suele suceder en coyunturas socio-económicas parecidas a la actual. Unos relatos que, bajo cualquier medio artístico de expresión, siempre han mantenido su nutrido grupo de adeptos, de entre los cuales de modo constante han surgido voces que homenajean al género cuando no intentan ofrecer una renovación o un acompasamiento a su propia época, en lanzar otra mirada, en definitiva, realizada desde distintas ópticas. Un género, el negro, hoy vivo y con espléndida salud para delectación de muchos y que en las fechas de realización de Retorno al Pasado se encontraba ya en pleno apogeo de su período clásico. La crítica a la sociedad norteamericana traducida en la ambigüedad moral que caracteriza a los personajes, el realismo en la transposición a la pantalla de la violencia moral y física presente en la vida cotidiana, la construcción de unos personajes con cada vez mayor complejidad psicológica y que resultan arquetípicos (la perversa, bella y calculadora mujer fatal o el antihéroe vulnerable y desencantado) pasan a formar parte del diccionario del cine negro y su rastro en la película que nos ocupa es palmario. Amén de que en toda la narración sobrevuela de manera asfixiante un ingrediente primordial del relato criminal: el determinismo tan propio y característico del género. Un peso, el del destino, que ya se marca en el inicio de la acción con ese plano desde el interior del coche que muestra una carretera a oscuras, apenas iluminada por los faros del vehículo y acaso símbolo de una huida imposible. Un comienzo que, por otra parte, guarda evidentes similitudes con otra pieza esencial del género. Y si hablamos de principios y de parecidos razonables, deberemos referirnos a finales y convergencias aunque se trate de propuestas de cine negro tamizado. En fin, ¿ven como Retorno al Pasado es exponente máximo del cine negro clásico?.

 

Pero ahí no acaba la cosa, este compendio de género pergeñado con maestría por la RKOahonda en la contraposición acostumbrada entre la gran ciudad y las pequeñas comunidades, entre el cobijo que proporcionan las tinieblas de la noche y la diáfana actividad que transcurre con la claridad del día. En este sentido, Retorno al Pasado es una película de antinomias representadas de manera meridiana en los personajes femeninos, por un lado, la atractiva, inteligente y seductora mujer fatal Kathie Moffat cuya presencia domina las escenas nocturnas y urbanas y, por el otro, la serena y abnegada por amor Ann Miller, casi siempre acompañada de la radiante luz del sol en un ambiente más familiar. Es la urbe el refugio natural de la mentira y el asesinato, su atmósfera turbia y ennegrecida la convierte en el lugar de la traición y el chantaje y es en su mundo podrido y corrupto en el que anidan seres dispuestos a llegar al final para colmar su sed de avaricia. Asimismo, es la noche el escenario consustancial en el que se desatan las pasiones y las vilezas, donde se descubre la verdadera identidad -como en el viaje que realizan Jeff y Ann hacia la nueva guarida del gánster cuya llamada desde el pasado debe ser atendida- o en el que se siguen sin poder de negación los instintos y pulsiones escondidos bajo la piel, la verdadera naturaleza humana se vislumbra mejor con las sombras nocturnas. Si alguien albergara alguna duda la irrupción breve pero contundente de una tercera mujer en la narración en un momento de la misma que transcurre en el nido de sentimientos codiciosos que es la gran ciudad, las despeja de todas todas. Esta otra mujer fatal del relato, a la manera de aquella Agnes envuelta en la búsqueda del pájaro, que está compuesta por la célebre pelirroja Rhonda Fleming, corrobora el espíritu de la noche y la ciudad. Sólo cabe para el protagonista, como es habitual en el mundo negro, la escapatoria a un lugar exótico, si bien aquí ha quedado corrompido para siempre y convertido en paraíso perdido con el que ya no es posible siquiera soñar, mucho menos aspirar y, desde luego, muy peligroso desear. Para él, rodeado de codicia y corrupción, la vida ha pasado a ser una cuestión de supervivencia, es un ser sin salida hasta que comprende que el Bien y el Mal caminan de la mano y que la única redención posible pasa por el sacrificio, discernimiento al que muchos héroes han tenido que llegar pero que pocas veces se ha plasmado por el imperioso «Happy End».

La letal Kathie Moffat se introduce en la existencia de Jeff

Como se pone de manifiesto estamos ante la definición de cine negro desde el punto de vista narrativo-dramático pero también desde el prisma formal y estético. Una sobria puesta en escena firmada por Jacques Tourneur apoya un relato que, no podía ser de otra manera, se desarrolla  en una trama convulsa escindida en múltiples episodios narrados en tiempo pasado y presente, un relato denso y complejo en el que quizás para desvelar la corruptela del alma humana lo importante vuelva a ser la creación de atmósferas y ambientes. La RKO rodea a ese gran realizador que fue Tourneur, hijo, del habitual director artístico de la casa Albert D’ Agostino y del reputado -en la actualidad- director de fotografía Nicholas Musuraca, creador del tono negro y que desarrolló un trabajo sombrío siempre en el seno del estudio y, para llevar a término la adaptación cinematográfica de la novela de Daniel Mainwaring (Eleven mi Horca) puso a trabajar al propio novelista, autor reconocido para los aficionados a la Ciencia Ficción y al género negro y que firma con el seudónimo de Geoffrey Homes, cuyo libreto fue rematado con la inestimable ayuda no acreditada que el célebre James M. Cain prestó en su elaboración.

Estupenda desde la vertiente formal, Retorno al Pasado desarrolla una interesante labor en la iluminación y se afila con acerados diálogos pero, además, cuenta con el indudable acierto que supone el uso de localizaciones naturales para enmarcar el curso de los acontecimientos, otorgándose una clave realista al tono del film que amplifica los ecos de la historia. Una narración sobre la que planea siempre constante la muerte y que está protagonizada por un héroe desilusionado al que sólo la aceptación de su destino podrá liberar una vez ha sucumbido a la corrupción moral que lo envuelve. La traición que comete para con su recto y honesto código de conducta supone su particular descenso al abismo y le sitúa en una trampa mortal de la que es incapaz de librarse. No hay lugar en el que esconderse, el fatalismo del cine negro aflora en plenitud. No hay salida en el camino de autodestrucción emprendido, el ser humano, obligado a conducirse en la más absoluta ambigüedad moral desde el instante en que se traiciona a sí mismo para culminar sus deseos y pasiones, camina hacia la perdición. Un mensaje pesimista que el cine negro enarbola y que alcanza toda su  intensidad en el final de esta muestra definitoria del género. La sociedad retratada en los cuadros negros tiene miedo y ha perdido la inocencia, la ansiedad del período posterior a la II Guerra Mundial se traduce en relatos criminales violentos protagonizados por antihéroes y seres marcados que se mueven en una difusa moralidad en la que parecen no existir los conceptos del Bien ni del Mal. La indeterminación ética es el caldo de cultivo para un ambiente sórdido plagado de asesinatos y traiciones, se da la bienvenida a la sociedad amoral en la que hasta el héroe, víctima de una pasión febril y urgente, es capaz de violar sus ideales. No hay redención posible.

Pero en Retorno al Pasado el proceso de aniquilación de la voluntad que sufre el protagonista, mecido en las redes de un arco argumental laberíntico, se inserta en una estupenda y poderosa historia romántica que reviste al conjunto de la película con una extraña sensibilidad trágica. El trabajo de Tourneur y compañía queda al servicio de un capítulo de «amour fou» sensible y emotivo recubierto de dureza y violencia inclementes. Para encarnarlo nadie mejor que un actor, Robert Mitchum, que se consagraba como icono del género en el pescuezo de un tipo estoico y quizá decepcionado y una actriz, Jane Greer, que ejecuta el gran papel de su carrera como la devoradora, fría y tentadora mujer fatal. Para completar el triángulo un siniestro Kirk Douglas que en uno de sus primeros trabajos compone un singular villano que no parece serlo, educado, sonriente, amenazador y que utiliza como matón a un elegante maníaco homicida incorporado con sorprendente solvencia por el debutante Paul Valentine. La nueva historia inmersa en el género negro de un hombre enfrentado a su destino y marcado por sus decisiones pretéritas, víctima de una atracción u obsesión irracional que lo arroja hacia una espiral de devastación de su propia existencia, demuestra que nadie puede borrar las huellas del pasado y se erige como máximo exponente de las películas de su condición. Cine Negro en su máxima expresión.

Para quienes vivimos sumergidos en la Serie B, los que preferimos la cara B del single, el lado oscuro de la Luna y cruzar al otro lado del espejo, Jacques Tourneur ha sido siempre poco menos que un dios. Un auténtico mito del Cinéma Bis, como dicen los franceses. Tanto que, a veces, llegamos a cansarnos de su nombre, como si fuera un mantra ya poco eficaz, de tan clásico y referencial. Pero lo cierto es que basta salir un poco de nuestro ghetto, para darnos cuenta de que, todavía hoy, las enciclopedias de cine apenas le dedican unas líneas. Que sus películas, con la obvia excepción de los grandes clásicos reconocidos, siguen estando olvidadas. Que se le da más espacio en la historia del cine a su digno padre, el cineasta Maurice Tourneur, que a él, hijo pródigo abducido por Hollywood… En definitiva, que a pesar de La mujer pantera (Cat People, 1942), Yo anduve con un zombie (I Walked with a Zombie, 1943) o Retorno al pasado(Out of the Past, 1947), Jacques Tourneur sigue siendo un “maldito”, un “marginado”. Gracias sean dadas a los dioses. Porque nada podría ser peor que la total asimilación de Jacques Tourneur por la academia, por la corriente general, por los popes del cine… Afortunadamente, Tourneur sigue siendo un enigma. Casi todos sus filmes para Val Lewton son alabados… Pero se menosprecia injustamente El hombre leopardo (The Leopard Man, 1943), una exótica pieza de terror psicológico, que anticipa el giallo y el psychothriller modernos. 

Un grande del film noir
Es uno de los grandes del film noir gracias a Retorno al pasado, pero se olvidan piezas tan curiosas como Berlín-Express (1948), igualmente virtuosa en su blanco y negro… Se admira sin paliativos La noche del demonio (Night of the Demon, 1956), pero se ignoran La comedia de los terrores (The Comedy of Terrors, 1963) o La ciudad sumergida (The City Under the Sea, 1965). Se recuerda siempre El halcón y la flecha (The Flame and the Arrow, 1950), pero se olvida un fastuoso western como Tierra generosa (Canyon Passage, 1946) o un peplum como La batalla de Maratón (La bataglia di Maratona, 1959). Es decir, no se sabe si hay un Tourneur bueno y otro malo, si la filmografía de Tourneur es tourneriana, si hay un estilo Tourneur o si, en definitiva, como dijera alguien, Jacques Tourneur existió realmente.

Es precisamente la naturaleza mercurial, inaprehensible, de Tourneur y su cine, del serial a la eurotrash, del blanco y negro al technicolor, de la sobriedad al exceso, la que marca la diferencia y nos devuelve a lo que representa: el auténtico encanto de la Serie B. Un encanto que no se ajusta a cánones, que no responde al clasicismo de Hollywood o, lo que es mejor, que puede pasar de ese clasicismo a momentos e imágenes, incluso a películas, que lo eluden y rompen en pedazos. Westerns, thrillers, filmes de terror, comedias, pelis de romanos, fantasías absurdas… Todos los géneros B adquieren en manos de Tourneur un brillo inusual, que evade tópicos y clasificaciones. ¿A veces un filme de Tourneur no parece de Tourneur? Puede. Pero, ¿cómo es un film de Tourneur? Es romántico como La mujer pantera y Retorno al pasado… ¿o espectacular y ágil como Tierra generosa y El halcón y la flecha? Es elíptico, sutil y elegante, como Yo anduve con un zombie… ¿o grotesco y paródico como La comedia de los terrores? Es Serie B. Cine contextualizado por su presupuesto, su producción, sus guionistas, el público al que se dirige… Pero en el que, de forma subterránea, esotérica, se hace presente siempre el ojo del autor, su sentido de la estética, de la luz, sus manías. En definitiva, su cine.

Universos fascinantes
Existe un cine de Jacques Tourneur, lo ha descubierto Chris Fujiwara, autor de la mejor monografía sobre el director. Pero existe en la sombra, en la misma elipsis que tanto utilizó en sus filmes de misterio. Puede que la verdadera unidad esencial de su obra estribe no tanto en su narrativa cinematográfica específica, que a veces varía significativamente, como en el empleo de imágenes y símbolos fascinantes, conscientes e inconscientes. En la creación de atmósferas visuales tan inolvidables como las de sus filmes para Val Lewton o el onírico universo pulp de Retorno al pasado, en los colores encendidos y soñadores de películas absurdas como La ciudad sumergida o La batalla de Maratón (donde, por cierto, parte de la fotografía corrió a cargo de Mario Bava)… En cierta ocasión, le preguntaron a Tourneur qué lugar creía que ocuparían sus películas en la historia del cine: “Ninguno”, contestó. Y así es. Porque forman parte no de la historia del cine, sino de su contrahistoria. De su lado oscuro, de esa historia paralela que conforma la Serie B de Bizarre, para la que puede tener más importancia que Tourneur padre fuera ayudante de Rodin y Puvis de Chavannes, los grandes artistas simbolistas franceses, que el dinero que costó El halcón y la flecha

 


Hay películas que las ves una y otra vez y como si tuvieran algún resorte mágico siempre tienen algo nuevo que mostrarte. Así nunca te cansas de visitarlas. Así pasa con muchas de cine negro y entre ellas Retorno al pasado. Se podría escribir sobre ella una y otra vez y siempre crear un texto diferente porque es rica en matices y miradas. Así ahora de este teclear surgirán unas palabras que quizá otro día sean totalmente diferentes.

Ayer por la noche no tenía sueño y mirando todas las películas posibles, Retorno al pasado fue la elegida y lo primero que me ocurrió fue que me vino a la cabeza una de mis películas favoritas del género, Forajidos de Robert Siodmak (rodada un año antes). Por su estructura, su ambigüedad moral, el destino, el héroe trágico y la femme fatale… pero sobre todo porque tanto al El Sueco (adorado Burt Lancaster) como a Jeff Bailey (impresionante Robert Mitchum) les viene a visitar el pasado cuando tratan de reconstruir su vida alejados de lo urbano como hombres misteriosos y silenciosos encargados de una gasolinera en una pequeña localidad perdida.

Uno es un muerto en vida (El Sueco), el otro se está aferrando a poder alcanzar la felicidad con una chica del pueblo, Ann (Virginia Huston). A uno el pasado le atrapa para eliminarle de golpe, sin ofrecer resistencia y Forajidos está construida a base de flashbacks de distintos personajes para tratar de entender por qué El Sueco se dejó matar. Al otro el pasado se le presenta y no le deja construir una nueva vida y es un héroe activo que trata de poner remedio y labrarse un futuro pero el destino no se lo permite. Un único flashback ocupa toda la segunda parte de la película y es la narración del propio protagonista (un antiguo detective) a su novia actual de por qué es un hombre misterioso que huye…

Retorno al pasado irremediablemente atrapa al espectador en un ambiente de ensueño y pesadilla. Todos sus personajes muestran la ambigüedad moral habitual en el cine negro pero además encierra un romanticismo trágico. Realizada para la RKO y dirigida por el artesano-artista Jacques Tourneur los años han ido forjando un halo mítico alrededor de esta obra oscura que en un principio no fue muy entendida.

Jacques Tourneur no sólo muestra su habilidad en contar con imágenes sino que se rodea de un acertado reparto y de un guion perfectamente construido por el novelista y guionista Daniel Mainwaring (aunque como era habitual en el sistema de estudios hubo más manos en dicho guion). Como novelista firmaba con el pseudónimo Geoffrey Homes y precisamente fue el autor de Build My Gallows High que es el texto de fondo de Retorno al pasado que él mismo adaptó para el cine. Como guionista sería también el artífice de La invasión de los ladrones de cuerpos de Don Siegel. De su hueco en la literatura poco puedo añadir pues nada he leído pero de su labor como guionista se denota que sabía construir sólidas estructuras.

En Retorno al pasado está cuidado hasta el último detalle y todo personaje tiene su función bien designada: El matón Joe Stefanos, el chico sordomudo, el detective desencantado y misterioso, el guía mexicano, los padres de Ann, Ann la buena novia, el otro enamorado de Ann, el mafioso Whit (Kirk Douglas abriéndose camino en Hollywood), el abogado Eels, la secretaria oscura (la pelirroja Rhonda Fleming en uno de sus papeles turbios)… pero si hay un personaje que siempre es recordado al rememorar esta película es el de la femme fatale, Kathie Moffat. Desde su aparición hasta su desaparición la película, ese retorno al pasado, gira alrededor de ella. Porque ella es la que altera la vida de todos los personajes protagonistas. Y Kathie tiene el rostro de Jane Greer. Y por este papel alcanzaría el recuerdo imperecedero en las mentes cinéfilas.

Alrededor de Kathie pululan el mafioso, el detective, el matón y sus vidas se ven alteradas por sus tejemanejes, mentiras y por su falta de escrúpulos a la hora de con su rostro angelical empuñar una pistola. Y desde su primera aparición el protagonista, el detective, sabe que caerá en sus redes. La encuentra en Acapulco y la persigue porque ha disparado al mafioso cuatro tiros (uno le ha herido) y ha robado cuarenta mil dólares. Y la sigue para devolverla de nuevo al mafioso que no quiere acabar con ella, la quiere a su lado. Pero cuando Jeff encuentra a Kathie toda vestida de blanco con la luz del sol en su rostro entrará en un estado de hipnosis. Así vemos cómo se va enamorando de la joven que le enreda con lamentos de lo que odia al mafioso y asegurando que ella no robó ese dinero. Con su dulzura y sensualidad Jeff queda atrapado entre las redes de los pescadores de Acapulco y el ensueño de encontrarse en los brazos de una hermosa mujer que surge siempre como una aparición en la playa cuando anochece. Y ambos se convierten en fugitivos para poder vivir su amor. Y es increíble como la dulce Kathie se va transformando ante nuestros ojos y los de Jeff en una peligrosa mantis religiosa. Kathie no dejará escapar a Jeff, condenados los dos a un fatal destino. En las últimas escenas ella vestirá de oscuro.

Y es esa maravillosa transformación del personaje (más que transformación ese retiro continuo de máscaras) uno de los elementos que atrapa para siempre al espectador. Y a pesar de que Jeff sabe que es dañina (y traicionera) y que descubre continuamente su rostro oscuro, todos sabemos que está unida a ella con un nudo que le resulta imposible de desatar. Un nudo que le arrastrará a un destino fatal junto a ella y le negará todo atisbo de felicidad… Pero a mí siempre me gusta dar una vuelta de tuerca a esas femme fatales y señalar que no hacen más que ser supervivientes en un mundo de hombres que se devora. Y no hacen más que usar las mismas armas que los mafiosos o los detectives de los que se enamoran. También quieren dinero, poder y son ambiguas pero igual que sus antagonistas. Son igual de corrompibles. Y también pueden llegar a enamorarse pero si no les es útil para su carrera hacia al poder no tiemblan (como han hecho durante siglos muchos hombres…). Nos son más fatales que los hombres a los que enamoran. La mujer fatal establece relaciones de igualdad con los hombres, relaciones horizontales. No son sumisas ni quieren ser aplastadas. Y luchan hasta al final para conseguir sus metas… con todas sus armas. Como sus enamorados.

Y, por último, si por algo enamora este cine negro es por cómo maestros como en este caso Tourneaur con todo un equipo técnico detrás contaban estas historias y las plasmaban en imágenes. Retorno al pasado cuenta con tugurios, casas diversas y mortíferas, rostros en sombras, violencia y sensualidad por partes iguales, diálogos para no olvidar, persecuciones, escenas con dosis elevadas de sensualidad, una música especial que acompaña a los amantes malditos, fuera de campos excepcionales… Y es tanto lo que cuenta como lo que no cuenta y se intuye… el subtexto de la película, lo simbólico. Así como señala Antonio Santamaría en su estupendo libro sobre cine negro (El cine negro en 100 películas. Cine y comunicación. Alianza editorial, 2006) es una película que no deja cabo suelto y donde recobra una importancia en la narración cinematográfica el número tres: los triángulos entre los personajes, los tres asesinatos que comete Kathie, las tres partes diferenciadas para estructurar la película… Así como es maravilloso el empleo del vestuario de Kathie para definir su personalidad o cómo se narra de diferente manera el enamoramiento casi de ensoñación con Kathie (y esas secuencias en Acapulco… no olvidemos que se encuentran en un garito que está al lado de un cine) y el amor rodeado de misterio y tragedia y de futuro incierto entre Jeff y Ann.

Retorno al pasado está esperando a ser otra vez mirada y en otra parte suena el tecleo de una máquina que  está creando un texto totalmente distinto. Es lo que tienen estas películas, que tienen vida propia cada vez que son miradas por unos ojos diferentes…


 

Bueno, señores y señoras, después del despiporre que ha caracterizado este blog en los últimos días, creo muy saludable volver a citar a los clásicos, y le toca en esta ocasión a un título básico del cine negro que no voy a venir yo a descubrir ahora a los aficionados al tema pero sin duda suscitará interés en quienes no lo conozcan y por otra parte a quienes ya han tenido la oportunidad de verlo una o varias veces les va a despertar el puntito nostálgico por el cine que fue y que se fue.

La película es un ejemplo del cine negro incluso desde su título, porque el retorno del pasado es característica básica del mismo. El pasado regresa para capturar a los antihéroes que quieren huir de él pero nunca lo consiguen y acaban en la misma piscina de mierda en que estaban al principio. En esta película el pasado se encarna además en un personaje de matón vestido de negro, Joe (Paul Valentine), con un plano que vemos también al principio de otro clásico del género, Forajidos (The Killers, Robert Siodmak, 1946). El matón dentro del coche acercándose al lugar donde está viviendo el tipo al que busca para llevarle de vuelta a su vida anterior. Curioso que tanto el Sueco interpretado por Burt Lancaster en Forajidos, la película que le llevó a la fama, como el Bailey encarnado por Robert Mitchum en Retorno al pasado trabajen en una gasolinera.

Joe, el matón, llega al lugar para obligar a Bailey a volver a sus orígenes y desde el principio este urbanita maleante tiene serios problemas para entenderse con los lugareños, con el muchacho mudo, luego con la mujer de la cafetería.

El tema del pasado se manifiesta obsesivamente en los diálogos de la pareja formada por Bailey y su ligue del mundo rural de la historia (en esto de la mujer el cine negro gusta de ofrecer dos posibilidades, la chica sana, hogareña, sin pintar, futura madre de familia y adorno para la vida del macho proveedor y la chica de ciudad, urbanita, peligrosa y precisamente por ello excitante, capaz de manejar a los hombres como marionetas, a su antojo, sirviéndose no sólo de su belleza sino también de su cerebro: la mujer fatal). Ella no para de decirle a él cosas como “¿Has estado en muchos sitios?” “No se de dónde has venido ni lo que has hecho”, “Eres el hombre de los secretos”…

Finalmente él tendrá que contarle lo que ha hecho en uno de los flahsback más conseguidos y eficaces del cine negro, que nos traslada al pasado de Bailey como el detective Jeff Markham, a la ciudad de Nueva York, al momento en que es contratado pro un mafioso interpretado por Kirk Douglas, para que localice a una pájara que le ha robado 40.000 dólares: la mujer fatal de la historia. La iluminación, las sombras, la composición de cada escena y la localización en la misma de los personajes (que inevitablemente dibuja una estructura de poder entre los mismos), las convenciones y elipsis en el tema sexual (el mar y las olas de Acapulco como cópula, tal y como era cópula el oleaje en la playa de De aquí a la eternidad, o la puerta que se abre en la casa de la mujer fatal y perseguida después de que la pareja empiece a magrearse, formas de sugerir sin mostrar para que el espectador rellene con su propia imaginación la línea de puntos…), hacen que perdonemos el punto melodramático que se hace notar en exceso en la primera parte de la trama, hasta que el cine negro se impone realmente tras el primer asesinato. Superado el falsete romántico que preside la primera parte de la trama, y que es necesario en cierto modo para que entremos en lo que ocurre posteriormente (las historias de amor del cine negro siempre son historias de amores fatales, locos, desesperados, llamados a ser presa del destino y caer por un precipicio trágico al final del relato), la película crece en sus dos últimas partes, nos lleva de paseo por distintas ciudades, acumula momentos clásicos de cine negro como Mitchum saliendo de las sombras de un edificio, la iluminación extrema de las caras, el juego de las luces y las sombras que anuncia las traiciones entre los personajes… y Rhonda Fleming en un papel secundario, y los diálogos. Jugosas frases. “Al verla comprendí por qué a Whit no le importaban los 40.000”, “Si no hablo pienso, y a mi edad no creo que merezca la pena pensar”, “Joe no encontraría ni una oración en la Biblia”, “¿Le digo de donde vengo? Sólo me interesa a dónde vamos”, “No la veía nunca de día. Sólo salíamos de noche”, “Eres como una hoja que el viento lleva de una alcantarilla a otra”…

En este clásico queda también patente el protagonismo de la ciudad como laberinto urbano en el que se desarrolla una aventura en paisaje urbanita, ese laberinto del que hablaba G.K. Chesterton, creador de las novelas policíacas del Padre Brown, cuando afirmaba que era la manera de llevar el género de aventuras propio de los paisajes exóticos a las grandes ciudades, al paisaje conocido. En esta película como en ninguna otra el duelo entre paisaje natural y paisaje urbano, y la contaminación que lleva a cabo el paisaje urbano en el paisaje rural, queda aclarada ya desde la primera escena. No importa a dónde vayan los personajes. Llevan con ellos la maldición de un destino urbanita que les persigue, son lobos y chacales que no cambian su verdadera naturaleza por mucho que quieran disfrazarse de ovejas. Están condenados.

Además toda la primera parte de la trama, el viaje a Acapulco, el encuentro de los amantes, la traición, es el molde sobre el que se creará muchos años más tarde Fuego en el cuerpo (Body Heat, Lawrence Kasdan, 1981), uno de los dos mejores homenajes al cine negro clásico por parte del cine moderno (el otro es Chinatown, dirigido por Roman Polanski en 1974). Incluso el físico de Jane Greer será casi replicado por el de una jovencísima Kathleen Turner, que se convertirá así en la penúltima mujer fatal del cine, sólo igualada en el celuloide reciente por el clon de Verónica Lake, otra musa del cine negro clásico, interpretado por Kim Basinger en L.A. Confidential (L.A. Confidential, Curtis Hanson, 1997).

En 1984, Taylor Hackford se fabricó una nueva versión de esta maravilla del cine titulada Contra todo riesgo (Again All Odds), y protagonizada por Jeff Bridges, Rachel Ward, James Woods y Richard Widmark. Jane Greer hizo un cameo interpretando a la madre del personaje que había encarnado en el original, pero había poco más a lo que agarrarse. Basurilla de los 80 para pasar el rato. Bridges no conseguiría su propio clásico del cine policíaco hasta que protagonizara dos años más tarde 8 millones de maneras de morir (8 Million Ways to Die) obra maestra póstuma de Hal Ashby, con una frase que le dice a uno de sus matones el gángster interpretado por Andy García (en su primer papel relevante) que ha pasado a mi lista en las favoritas del género: “¡King Kong, saca la metra!”

Pero esa es ya otra historia.

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