Fred Zinnemann

Nombre Fred Zinnemann
Actividad Director
Lugar de nacimiento Viena
Fecha de Nacimiento 29 de abril de 1907
Lugar de fallecimiento Londres
Fecha de fallecimiento 14 de marzo de 1997
Filmografia

Tomado de wikipedia

Biografía

Zinnemann nació en el seno de una familia judía en VienaAustria. Durante su infancia en Austria quería convertirse en músico, aunque luego estudió Derecho. Mientras estudiaba en la Universidad de Viena trabajó como operador de cámara. Trabajó después en Alemania junto a Billy Wilder y Robert Siodmak, también principiantes; los tres intervinieron en Los hombres del domingo (1929). Posteriormente emigró a los Estados Unidos para estudiar cine.

Inicios de la etapa estadounidense

Uno de sus primeros trabajos en Hollywood sería como extra en Sin novedad en el frente (1930), aunque sería despedido de la producción por criticar al director del film, Lewis Milestone. Zinnemann se basó en el realismo para realizar su primer corto de ficción Redes (1935), rodado en México e interpretado por actores no profesionales. Este sería uno de los primeros ejemplos del realismo que triunfaría en Italia después de la guerra.

Después de un cierto éxito con diferentes cortometrajes, se graduaría en 1942, dirigiendo dos películas de terror de serie B Eyes in the Night y Kid Glove Killer antes de darse a conocer con su primer éxito La séptima cruz (1944), protagonizado por Spencer Tracy. La película mostraba un mensaje antinazi, desarrollando la historia de siete hombres intentado escapar de un campo de concentración alemán y siendo acosados por la Gestapo.

Tras ser despedido del rodaje de El Reloj (1945) por diferencias con la actriz Judy Garland —la película la terminaría Vincente Minnelli—, realizó el melodrama Little Mister Jim (1946) y la comedia My brother talk to horses (1947), que fueron el preludio del título que lo convirtió en director de primera fila, Los ángeles perdidos (1948), drama bélico con tono casi de documental que sirvió para descubrir a Montgomery Clift. El director volvió a escoger auténticas localizaciones y extras del Berlín de la inmediata posguerra, en lugar de decorados de Hollywood.

En Hombres (1950), el director coincidió por primera vez con el guionista Carl Foreman y el productor Stanley Kramer, siempre interesados en conceder a sus trabajos una perspectiva y reflexión social. La película dio a conocer a uno de los mejores actores de su generación, Marlon Brando, quien encarnaba a un héroe parapléjico de la Segunda Guerra Mundial. Con este título, por el cual Foreman fue nominado al Óscar, Zinnemann exhibía su excelente tacto para definir sentimientos y psicologías. Fiel a su costumbre, filmaría muchas escenas en un hospital de California, junto a pacientes reales como extras.

En 1951, rodó Teresa (1951), un drama con Pier Angeli y John Ericson, el director ganaría su primer Óscar con el documental Benjy (1951), un corto narrado por Henry Fonda sobre un niño con graves problemas físicos desde su nacimiento.

La época dorada

Pero en 1952, realizaría quizás su trabajo más conocido Solo ante el peligro (1952). Con un examen psicológico y moral de un hombre de la ley, protagonizado por Gary Cooper, la alegoría política recuerda a la caza de brujas del macartismo. También destaca su innovadora cronología en la que el filme dura 80 minutos, exactamente lo que dura la cuenta hacia atrás antes del duelo final.

Al año siguiente, Zinnemann volvería a estar en boca de todos con De aquí a la eternidad (1953), situada en los días anteriores al ataque de la aviación japonesa a Pearl Harbor. Sería uno de los primeros papeles principales del, hasta entonces, crooner Frank Sinatra, además de contar con un excelente reparto con Montgomery Clift, Burt LancasterErnest Borgnine y Deborah KerrDe aquí a la eternidad sería un éxito de taquilla, de crítica y también en la ceremonia de los Óscar, siendo la película la gran triunfadora de la noche, logrando Fred Zinnemann su primera estatuilla como mejor director.

Después de este, llegarían otros éxitos como el musical Oklahoma (1955), con Gloria GrahameGordon MacRae y Shirley Jones en su debut en el cine, Un sombrero lleno de lluvia (1957), estupendo drama sobre un adicto a las drogas encarnado por Don Murray, e Historia de una monja (1959), adaptación de la novela de Kathryn C. Hulme protagonizada por Audrey Hepburn.

En 1966, tuvo un resonante éxito con A Man for All Seasons, película histórica escrita por Robert Bolt y protagonizada por Paul Scofield en el papel de Tomás Moro. La película consiguió alzarse con el Óscar a la mejor película del año y Zinnemann alcanzaría su segundo Óscar al mejor director.

Zinnemann se pasa a la producción

En la década de 1960, se incorporó a la producción cinematográfica. Su primer largometraje como productor fue Tres vidas errantes un drama ambientado en Australia protagonizado por Deborah KerrRobert Mitchum y Peter Ustinov y, posteriormente, Y llegó el día de la venganza (1964), con Gregory Peck y Anthony Quinn, donde se narra la vida de los maquis exiliados en Francia tras la guerra civil española.

Últimos trabajos

En la década de 1970 estrenaría el thriller político Chacal (1973), basado en la novela de Frederick Forsyth y protagonizado por Edward Fox, que centraba su trama en un complot para acabar con la vida de Charles de Gaulle; y Julia (1977), en el contexto de la Segunda Guerra Mundial, narraba las vivencias de la escritora Lillian Hellman con su amiga Julia, excelentemente interpretadas por Jane Fonda y Vanessa Redgrave, quien lograría el Óscar como mejor actriz secundaria, al igual que Jason Robards en la categoría masculina. El director austríaco sería nominado en la categoría de mejor director, aunque el galardón se lo llevaría Woody Allen por Annie Hall.

El director se despediría del cine con Cinco días, un verano (1982), una de sus películas menos destacadas, aposentada en un triángulo amoroso ambientado en los Alpes en la década de 1930. El film estaba interpretado por Sean Connery, Betsy Brantley y Lambert Wilson. Alejado de la pantalla grande, fallecería a la edad de 89 años el 14 de marzo de 1997 de un ataque al corazón en LondresGran Bretaña.


Tomado de Aholacriticon

El director y productor Fred Zinnemann (Alfred Zinnemann) nació el 29 de abril de 1907 en Viena (Austria). Su primer deseo fue dedicarse a la música, destacando como intérprete de violín. Tras acabar sus estudios secundarios comenzó la carrera de Derecho pero abandonó para estudiar Cinematografía.
A finales de los años 20 se trasladó a los Estados Unidos con el objetivo de trabajar en Hollywood, colaborando como asistente de dirección de Berthold Viertel, Busby Berkeley y el experto en documentales Robert Flaherty, a quien Zinnemann consideró siempre su principal maestro.

Su primer largometraje como director lo filmó en Alemania, el título, de tendencias neorrealistas se titula “Los Hombres Del Domingo” (1930), un film en el cual convergen grandes nombres del cine europeo que posteriormente lograron triunfar en mayor o menor medida en los Estados Unidos. Además de Zinneman en la película trabajaron Robert Siodmak, Billy Wilder o Edgar G. Ulmer.

“Redes” (1936) fue su debut en solitario como director, una película estrenada el mismo año en que el director contrajo matrimonio con Renee Bartlett, con quien tuvo un hijo en 1941 al que llamaron Tim. El film, de nacionalidad mexicana y desarrollado en base a una idea del guionista y fotógrafo Paul Strand, mostró de manera casi documental la historia de varios pescadores del país azteca.

fred-zinnemann-fotosDurante toda la última parte de la década de los 30 y comienzos del siguiente decenio, Zinnemann rodó cortometrajes de ficción y documentales para la Metro Goldwyn Mayer, muchos de ellos haciendo equipo con el guionista Herman Boxer.

Su debut como largometraje en Hollywood fue “Kid Glove Killer” (1942), un título detectivesco protagonizado por Van Heflin y Marsha Hunt que aunque no es de lo mejor de su carrera sí expone su habilidad para la dirección de intérpretes, la narración directa y la penetración psicológica en los personajes que protagonizaban sus tramas. El mismo año rodó la estimable “Ojos En La Noche” (1942), un thriller con el protagonismo de Edward Arnold, Ann Harding y Donna Reed.

“La Séptima Cruz” (1944), un drama bélico protagonizado por Spencer Tracy y Signe Hasso, se convirtió en su mejor título hasta la fecha y el primero en recibir una nominación a la estatuilla de Hollywood en la persona de Hume Cronyn, candidato al Oscar como mejor actor secundario. La película muestra un mensaje antinazi desarrollando la historia de siete hombres intentado escapar de un campo de concentración alemán y siendo acosados por la Gestapo.

Tras ser despedido del rodaje de “El Reloj” (1945), película que terminó Vincente Minnelli, Fred Zinnemann filmó el melodrama “Little Mister Jim” (1946) y la comedia “My Brother Talk To Horses” (1947), ambas protagonizadas por el actor infantil Jackie “Butch” Jenkins, cintas que fueron el preludio del título que le convirtió en director de primera fila, ”Los Ángeles Perdidos” (1948), drama bélico con tono casi de documental que sirvió para descubrir a Montgomery Clift, quien ese año también apareció, a pesar de grabarse unos años antes, en “Río Rojo”, el fenomenal western de Howard Hawks.
“Los Ángeles Perdidos” ganó el Oscar al mejor guión y obtuvo varias nominaciones, entre ellas al mejor actor principal y al mejor director. Zinnemann tuvo que conformarse con la candidatura, ya que el Oscar fue a parar a manos de John Huston por “El Tesoro De Sierra Madre”.

“Acto De Violencia” (1948), un estupendo ejemplo de cine negro protagonizado por Robert Ryan, Van Heflin, Janet Leigh y Mary Astor, fue su última película en la década de los 40.

En “Hombres” (1950) coincidió por primera vez con el guionista Carl Foreman y el productor Stanley Kramer, siempre interesados en conceder a sus trabajos una perspectiva y reflexión social. “Hombres” también, como así hizo anteriormente con Montgomery Clift, dio a conocer a uno de los mejores actores de su generación, Marlon Brando, quien encarna en el film a un héroe parapléjico de la Segunda Guerra Mundial. Con este título, por el que Foreman fue nominado al Oscar, Zinnemann exhibe su excelente tacto para definir sentimientos y psicologías.

El mismo año que rodó “Teresa” (1951), un drama con Pier Angeli y John Ericsson, el director de origen austriaco ganó su primer Oscar con el documental “Benjy” (1951), un corto narrado por Henry Fonda sobre un niño con graves problemas físicos desde su nacimiento.

En 1952 Zinnemann rodó uno de sus grandes obras maestras, el western psicológico “Solo Ante El Peligro” (1952). Producida por Kramer y escrita por Foreman, la película, narrada en tiempo real, fue nominada como mejor film del año, mejor director y mejor guión, consiguiendo Gary Cooper el Oscar al mejor actor, Elmo Williams y Harry Gerstad el premio al mejor montaje y Dimitri Tiomkin los Oscar a la mejor banda sonora y canción, compartido este último con el letrista Ned Washington. En el año 1952 también estrenó “Frankie y La Boda” (1952), un drama familiar protagonizado por Julie Harris, Ethel Waters y Brandon de Wilde. Harris obtuvo una nominación al Oscar.

Gracias a su trabajo en “De Aquí a La Eternidad” (1953), brillante adaptación de la novela de James Jones, un drama bélico coral de gran intensidad emocional que narra los momentos previos al ataque japonés de Pearl Harbor, Fred Zinnemann logró el Oscar a la mejor película y su primera estatuilla como mejor director. Los demás candidatos eran William Wyler por “Vacaciones En Roma”, Charles Walters por “Lily”, George Stevens por “Raíces Profundas” y Billy Wilder por “Traidor En El Infierno”. El film, con un reparto multiestelar en el que casi todas sus estrellas fueron nominadas al Oscar, logró asentar la carrera interpretativa del cantante Frank Sinatra, quien ganó el Oscar como mejor actor secundario, al igual que Donna Reed, quien obtuvo la estatuilla en la categoría de mejor intérprete secundaria.

El western musical “Oklahoma” (1955), con Gloria Grahame, Gordon MacRae, Shirley Jones y Gene Nelson, “Un Sombrero Lleno De Lluvia” (1957), estupendo drama sobre un adicto a las drogas encarnado por Don Murray, e “Historia De Una Monja” (1959), adaptación de una novela de Kathryn C. Hulme protagonizada por Audrey Hepburn, fueron otros títulos dirigidos por Zinnemann en los años 50. Por esta última película volvió a ser nominado al Oscar como mejor director, logrando la estatuilla William Wyler por “Ben-Hur”. Audrey y la propia película también fueron candidatos a los premios de la Academia.

Su primer largometraje como productor (con anterioridad había producido el corto “Benjy”) fue “Tres Vidas Errantes” (1960), un drama ambientado en Australia y protagonizado por Deborah KerrRobert Mitchum y Peter Ustinov. El film obtuvo nominaciones a los Oscar como mejor película, mejor director, mejor actriz, mejor actriz secundaria (Glynis Johns) y mejor guión. Los triunfadores de esa edición fueron Billy Wilder y “El Apartamento”.

“Y Llegó El Día De La Venganza” (1964), con Gregory Peck y Anthony Quinn, era una película basada en la novela “Killing a Mouse On Sunday” de Emeric Pressburger, en la que Peck daba vida a un maquis exiliado en Francia tras la Guerra Civil Española.

Los años 60 se cerraron a nivel profesional para Fred Zinnemann con “Un Hombre Para La Eternidad” (1966), película histórica escrita por Robert Bolt y protagonizada por Paul Scofield en el papel de Tomás Moro. El film consiguió alzarse con el galardón a la mejor película del año en los premios de la Academia de Hollywood y Fred Zinnemann logró su segundo Oscar como mejor director. Los otros candidatos eran Michelangelo Antonioni por “Blow-Up”Richard Brooks por “Los Profesionales”, Mike Nichols por “¿Quién Teme a Virginia Woolf?” y Claude Lelouch por “Un Hombre y Una Mujer”.

En la década de los 70 estrenó el thriller político “Chacal” (1973) basado en la novela de Frederick Forsyth y protagonizado por Edward Fox, el film centra su trama en un complot para acabar con la vida de Charles de Gaulle; y “Julia” (1977), con el contexto de la Segunda Guerra Mundial narra las vivencias de la escritora Lillian Hellman con su amiga Julia, excelentemente interpretadas por Jane Fonda y Vanessa Redgrave, quien logró el Oscar como mejor actriz secundaria, al igual que Jason Robards en la categoría masculina. La película fue candidata como mejor película y Fred Zinnemann fue de nuevo nominado al Oscar como mejor director. El galardón fue en esta ocasión para Woody Allen por “Annie Hall”.

Zinnemann se despidió del cine con “Cinco días, Un Verano” (1982), una de sus películas menos destacadas fundamentada en un triángulo amoroso ambientado en los Alpes en los años 30. El film está interpretado por Sean Connery, Betsy Brantley y Lambert Wilson.
Alejado de la pantalla grande, Fred Zinnemann falleció en Londres a la edad de 90 años el 14 de marzo de 1997 a causa de un ataque al corazón. Tenía 89 años.


Tomado de cadenaser

Los turistas que visitan el archipiélago de Hawaii tienen una parada obligada en una pequeña playa cercana a Cabeza de Diamante. Allí se rodó en el año 1953 el revolcón acuático más famoso de la historia del cine. Deborah Kerr y Burt Lancaster se besaban apasionadamente entre olas y arena en la película “De aquí a la eternidad”. Todo el mundo les recuerda a ellos, pero detrás de aquella escena y de aquella película había un hombre: el director Fred Zinnemann.

 lo largo de su carrera Fred Zinnemann ganó cuatro oscar, dos como director y dos como cortometrajista. Dirigió una veintena de películas, con títulos tan significativos como “De aquí a la eternidad”, “Oklahoma”, “Chacal”, “Julia” o “Solo ante el peligro”. En ésta última Gary Cooper logró la mejor interpretación de su carrera. Y es que la dirección de actores era una de las grandes especialidades de Zinnemann. Con él ganarían su Oscar de interpretación estrellas como el propio Cooper, Frank Sinatra, Paul Scofield, Jason Robards, Vanessa Redgrave o Donna Reed. Y con él también debutaron en la pantalla actores como Montgomery Clift, Shirley Jones o Marlon Brando, al que dirigió en su primera película: “Hombres”.

Fred Zinnemann, el director tranquilo
Marlon Brando en «Hombres»

El truco que solía utilizar el director para obtener buenas interpretaciones era adjudicar los papeles a estrellas que parecían la antítesis de sus personajes, sacando de ellos facetas que los propios actores desconocían. Un ejemplo claro lo encontramos con Deborah Kerr en De aquí a la eternidad. Zinneman utilizó su belleza de hielo para despertar el morbo y el interés de los espectadores. “Hasta entonces Deborah Kerr había interpretado a señoras muy distinguidas y muy frías” – explicaba el director– “y yo pretendía que hiciese de ninfómana. Era algo que chocaba con su personalidad cinematográfica, pero yo pensaba que si los espectadores la veían y luego oían a los soldados diciendo que se acostaba con todos los del cuartel no se lo creerían, se crearía suspense y sentirían curiosidad”.

odos los actores que trabajaron con él destacaban su paciencia y su sensibilidad hacia ellos. Nunca nadie le oyó alzar la voz en un rodaje y era un hombre muy amable y discreto. Eso sí, cuando había que enfrentarse a los ejecutivos de los estudios, no lo dudaba. Harry Cohn, el jefe de la Columbia, tenía fama de ser el hombre más tiránico e irascible de la industria hollywoodiense. Nadie se atrevía a contradecirle. Cohn había decidido que Aldo Ray haría el papel de soldado boxeador en “De aquí a la eternidad”, pero Zinnemann quería a Montgomery Clift para el personaje. Después de una larga discusión el director le lanzó un ultimátum: “Le dije: Creo que es un gran guión, creo que podría hacer una buena película si tuviese a los actores adecuados, pero es tu historia, si quieres a ese actor tendrás que buscarte a otro director. Me fui y se enfadó mucho pero acabó enviándole el guión a Cliff.”

Fred Zinnemann, el director tranquilo
Fred Zinnemann

Fred Zinnemann nació el 29 de abril de 1907 en Viena. Era hijo de un abogado y él también se graduó en derecho aunque pronto se dio cuenta de que lo que le gustaba de verdad era el cine. Trabajó como ayudante de operador en algunas películas en Alemania pero, como les ocurrió a Robert Siodmack y a Billy Wilder, también vieneses y judíos como él, el avance del nazismo le hizo escapar a los Estados Unidos. Al principio encontró trabajo en Hollywood como operador y también haciendo de extra en algunas películas. Un día, trabajando en Méjico como ayudante de cámara del documental “Redes” el director cayó enfermo y él se ofreció a dirigirlo. A su vuelta a los Estados Unidos se integró en el departamento de cortometrajes de la Metro, y allí ganaría dos Oscar con sus trabajos. Debutó en el largo con la película “Ojos en la noche”en el año 1942. Su época dorada la vivió en los años 50, sobre todo gracias al éxito de “Solo ante el peligro” y “De aquí a la eternidad”, por la que ganó su primer Oscar como director de largometrajes. Pero también a dramas como “Historia de una monja”,protagonizada por Audrey Hepburn, o a musicales como “Oklahoma”.

Fred Zinnemann, el director tranquilo
Oklahoma

A Zinnemann le gustaban las películas con claros y oscuros y en las que el conflicto ocurría en el interior de los personajes. Un buen ejemplo de ello es “Solo ante el peligro”. Zinnemann inventó con ella el western psicológico que chocaba con la tradición del género, haciendo que el protagonista, Gary Cooper, no fuera un héroe típico, sino un hombre que sentía miedo.

En sus cuarenta años de carrera Zinnemann dirigió pocas películas, apenas una veintena de títulos. Tenía por norma solo dirigir aquellos proyectos que le interesaban y en los que se sentía cómodo. En 1966 consiguió su segundo Oscar como director gracias a “Un hombre para la eternidad”, una película histórica que narraba el enfrentamiento entre Tomás Moro y el rey Enrique octavo de Inglaterra.

Fred Zinnemann, el director tranquilo
Fred Zinneman y Paul Scofield

En los años 70 rodó títulos comerciales como “Chacal”o de calidad como “Julia”. Su última película, en 1983, fue “Cinco días, un verano”, un melodrama romántico ambientado en los Alpes que protagonizó Sean Connery. El poco éxito del film, sumado a las reticencias de las compañías de seguros que, como ocurrió con Billy Wilder o David Lean, se negaban a asegurar sus nuevos proyectos dada su avanzada edad, le llevaron a tomar la decisión de retirarse. A partir de entonces encabezó dentro del sindicato de directores americanos la lucha contra la manipulación tecnológica de la obra cinematográfica, que combatía el coloreado de películas en blanco y negro o las interrupciones publicitarias en las emisiones televisivas de las películas.

Fred Zinnemann, el director tranquilo
Rodaje de Solo ante el peligro

Fred Zinnemann falleció el Londres el 14 de marzo de 1997 a la edad de 89 años. Una vida que, como él mismo explicaba, dedicó a contar en imágenes su verdad: “Solo tengo en cuenta una cosa” –decía– “lo que trato de ver es si he llegado a contar la verdad tal y como yo la veo. Si es bueno o malo, no lo sé. Puede ser verdadero o falso pero si puedo contar la verdad tal y como yo la veo, entonces he logrado mi objetivo. Y que la belleza se ocupe de sí misma.”


Tomado de elcorreodeandalucia

Fred Zinnemann era un verdadero ‘hombre de cine’, como su mismo apellido parece indicar, porque su pasión por el medio era tan grande, que no dudaba en dedicar años de su vida a cada proyecto e involucrarse en todas las facetas del proceso creativo. En este artículo comentamos algunos de los rasgos característicos del real

Fred Zinnemann aportó dosis de realismo inéditas en el cine norteamericano de postguerra. Tengamos en cuenta que mientras el neorrealismo italiano triunfaba en Europa, Hollywood seguía proporcionando ante todo entretenimiento. El hecho es que el realizador de origen austriaco trataba siempre de transmitir algo que percibiéramos como verdadero y por ello era capaz de estar implicado en un proyecto durante años para investigar el trasfondo histórico de la trama y lograr que lo narrado resultara auténtico. Decidió incluso adoptar un formato casi de documental al aproximarse a temas como el drama de los niños supervivientes de los campos de concentración nazis en Los ángeles perdidos o el retorno de los veteranos discapacitados en la segunda guerra en Hombres. En ambas películas, rodó en localizaciones auténticas y recurrió a actores caracterizados por la aparente naturalidad de sus interpretaciones, como Montgomery Clift o Marlon Brando.

Esa búsqueda de la verdad, sumada a la dolorosa experiencia personal del cineasta –su familia murió víctima del Holocausto- le llevaron a elegir el drama como el tono adecuado para casi todos sus largometrajes. Sin embargo, la única vez que abordó un musical, hizo todo lo posible para alegrarnos la vida. Llevó a la gran pantalla uno de los mayores éxitos de Broadway, Ocklahoma, compuesto por Rodgers y Hammerstein. Rodó maravillosas canciones realzadas por las magníficas voces de los protagonistas y animadas por algunos divertidos números de baile. Sacó tanto partido a la química entre la pareja principal, que su seductora interpretación de People will say we are in love constituye uno de los momentos más románticos del género.

Su filmografía destaca por su belleza visual, pero cada plano tenía siempre una función más allá de lo puramente estético, ya fuera hacer avanzar la trama, proporcionarnos información contextual o revelarnos algo sobre los personajes. Así, en Historia de una monja, protagonizada por Audrey Hepburn, las bellas imágenes de los lugares en que vive la protagonista pretenden sobre todo reflejar la evolución de su estado de ánimo. Zinnemann nos hizo partícipes de cómo los solemnes ritos conventuales de Bélgica ahogan a la joven religiosa, para luego mostrarnos cómo la exuberancia vital de la Misión del Congo le proporciona cierta regeneración espiritual.

Uno de sus lemas era El diálogo es un mal necesario, por lo que intentaba transmitir lo máximo posible con la imagen, antes que con la palabra. Por ejemplo, en Sólo ante el peligro, una vez Gary Cooper toma conciencia de que no cuenta con ningún apoyo para enfrentarse a la banda de forajidos, hay una serie de escenas mudas en las que, a través de sus gestos y movimientos le vemos experimentar primero cierta resignación ante la muerte, que se torna en miedo y finalmente en duda. ¿Debe huir? Pero además de lo que se puede apreciar a simple vista en sus fotogramas, los mismos a veces contenían un simbolismo que los espectadores debíamos desentrañar. En la mencionada película, los elementos que aparecen en pantalla están, muchas veces, cargados de especial significado: el pueblo es reseco y polvoriento como el alma de sus habitantes, la bandera y la balanza de Justicia son guardados en una maleta porque el juez que les juró lealtad ha perdido la fe, los insertos de raíles del tren son advertencias de que se avecina el mediodía en el que se decidirá el destino de los personajes…

Hablando de trenes, estos eran para el cineasta un recurso narrativo que utilizó en numerosas ocasiones para acentuar el suspense. En Sólo ante el peligro, tememos que la locomotora llegue a la estación porque trae consigo la posible muerte del sheriff, en Los ángeles perdidos no deseamos que el tren parta porque puede alejar definitivamente a una madre de su hijo, en Chacal nos debatimos entre nuestro anhelo de que el policía de la estación reconozca al asesino y el deseo inconsciente de que éste huya y en Julia nos removemos en la butaca ante la posibilidad de que los nazis descubran lo que contiene el equipaje de la protagonista. Es evidente que el autor sabía cómo sacar el máximo partido dramático posible a este medio de transporte. En esto, coincidía con otro de los grandes, David Lean, con el que compartió además algunos buenos colaboradores, una misma férrea ética del trabajo y una sólida amistad, basada en el respeto y la admiración que se profesaban.

Otro de los fuertes de Zinnemann era su montaje, siempre claro y preciso. Era uno de los cineastas de su tiempo capaces de «montar con la cámara», es decir, de rodar estrictamente lo necesario para ensamblar la historia sin perder metros de celuloide. No lo hacía tanto por eficiencia de tiempo y costes, como por asegurar su autonomía creativa. Al fin y al cabo, este método era la mejor manera de prevenir interferencias de los productores y garantizar que lo que llegara a las pantallas fuera la obra que el autor había concebido. Sólo era factible trabajar de esta manera si el realizador tenía desde antes de iniciar el rodaje una clara visión de conjunto de la historia y de cómo enfocar cada escena. Uno de los montajes más brillantes del director es el de Chacal, que nos permite seguir en paralelo el proceso de preparación del magnicidio de Charles de Gaulle por el flemático asesino y la actuación del Gobierno francés para evitarlo. También nos relata de forma intercalada cómo delincuente y perseguidores improvisan constantemente para enfrentarse a las dificultades que van surgiendo en el camino. Pese a ser una película extensa, el ritmo con el que se suceden las escenas supone que estamos en tensión en todo momento. Y entretenidísimos.

Zinnemann tenía convicciones profundas y un punto de vista claro sobre lo que nos contaba, pero era demasiado respetuoso con los espectadores para manipularnos e imponernos su perspectiva a través de los recursos que proporciona el medio. Por eso, a veces su opinión es tan sutil, que no es fácil detectarla. En la mencionada Chacal, aunque el punto de vista narrativo nos lleva a identificarnos con el elegante e imperturbable asesino contratado por la OAS, el director nos dejó entrever dónde se encontraban sus simpatías. Desde luego no con el presidente de la república y su gobierno, caracterizados por su arrogancia y amoralidad. Quien le merecía respeto era el desaliñado y oscuro policía responsable del caso, cuya profesionalidad, rigor y principios le elevan por encima de sus superiores.

Este cineasta fue ante todo un magnífico director de actores. No es casual que los trabajos de algunas grandes estrellas en sus películas fueran muy superiores a los desempeñados en manos de otros realizadores. Observemos el caso concreto de Deborah Kerr. Se dejó moldear por él mostrándose carnal y cercana, tanto en su papel de esposa leal en Tres vidas errantes como en el de adúltera en De aquí a la eternidad. En esta última, Kerr se enfrentó por primera vez al personaje de una mujer de vida promiscua, abandonando la inaccesibilidad de gran señora que siempre le había caracterizado. Zinnemann dedicó infinidad de horas a hablar con la actriz sobre el personaje, Karen Holmes, desentrañando sus motivaciones. Así, entre ambos humanizaron y aportaron complejidad a quien sobre el papel parecía una mujer cuyas acciones son dictadas por su pulsión erótica. Con sutileza, hicieron aflorar la tristeza y desesperanza de un ser que siente que todo en su vida grita «nada». Lo que vemos en pantalla es una mujer sensual pero sobre todo rota de soledad, que trata de llenar el vacío de su existencia con su inesperada relación amorosa con el sargento Warden. Por eso, no podemos olvidar el respeto con el que el cineasta ofreció los planos del rostro de Kerr, mirando a su amante con toda la pasión de quien se aferra a su última oportunidad.

Ésta es solo una muestra de un conjunto de brillantes interpretaciones dirigidas por un hombre lleno de talento, que consiguió que nada más y nada menos que veinte actores fueran nominados a los Oscars cuando trabajaron con él. Sí, tomen nota. ¡Veinte! Zinnemann merece volver a ocupar en la historia del séptimo arte el puesto de honor que se le reconoció en los años cincuenta y sesenta y que nunca debió perder. Nos regaló muchas horas de extraordinario celuloide con las que emocionarnos y ayudarnos a entender un poco mejor ese gran misterio que sigue siendo la condición humana. Por ello, hemos querido rendir un sentido homenaje a nuestro admirado «Hombre de Cine».

 
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