Nombre | Alan Ladd |
Actividad | Actor |
Lugar de nacimiento | Hot Springs Arkansas |
Fecha de Nacimiento | 3 de septiembre de 1913 |
Lugar de fallecimiento | Palm Springs California |
Fecha de fallecimiento | 29 de enero de 1964 |
Filmografia |
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Alan Ladd (Alan Walbridge Ladd: Hot Springs, de Arkansas, 3 de septiembre de 1913 – Palm Springs, de California, 29 de enero de 1964) fue un actor estadounidense de cine negro, cine bélico y western.
Se hizo célebre por su talante poco expresivo en escena y por su corta estatura (alrededor de 1,65 m.). En la mayor parte de las películas que protagonizó incorporó o bien al típico héroe norteamericano o a algún malvado no exento de principios. En ocasiones aparecía en los créditos como «Allan Ladd».
Biografía y carrera artística
Ladd nació en Hot Springs, Arkansas, hijo de inmigrantes ingleses. Al principio de su carrera hacía pequeños papeles en el cine, como el de periodista en Ciudadano Kane, de Orson Welles (1941). Al año siguiente adquirió gran notoriedad por su papel de asesino con sentimientos en This Gun for Hire (en España, Contratado para matar) o El cuervo, 1942), junto a Veronica Lake. Al ser dicha actriz también menuda, los estudios reunieron a la pareja en otras producciones muy populares, como The Glass Key, The Blue Dahlia y Saigon. Es de señalar que el destino de ambos actores sería trágico.
A Ladd le llegó el estrellato por su papel de pistolero también entrañable en el western clásico Shane (en España, Raíces profundas, 1953), con Jean Arthur y Van Heflin. Ladd fue elegido 3 veces en la lista Quigley 10 de estrellas del año (años 1947, 1953 y 1954). En 1954 protagonizó, junto a Peter Cushing, Patrick Troughton y otros veteranos actores británicos, la película El caballero negro (The Black Knight), también británica, donde representó, cosa rara en él, a un bravucón caballero medieval. Desgraciadamente este trabajo fue oscurecido por el gran éxito cosechado con Raíces profundas.
Ladd trabajó también en la radio, señaladamente en la serie Box 13, que se presentó de 1948 a 1949 y fue producida por la propia compañía del actor, Mayfair Productions.
Alan Ladd estuvo casado con su agente, la ex actriz de cine mudo Sue Carol. La actriz Jordan Ladd es su nieta. Con su primera esposa, Midge Harrold, tuvo un hijo, Alan Ladd, Jr., quien se hizo ejecutivo y productor cinematográfico, y fundó la Ladd Company. Otro hijo del actor, David Ladd, se casó con la actriz protagonista de la serie Los Ángeles de Charlie, Cheryl Ladd.
Alan Ladd murió en Palm Springs (California), de una sobredosis de alcohol y barbitúricos, en 1964, a los 50 años, en lo que se ha considerado un probable suicidio. Fue inhumado en el Forest Lawn Memorial Park Cemetery, de Glendale, California.
tomado de elladooscurodehollywood
En estos días que se cumple el 50 aniversario de la muerte de uno de los vaqueros más emblemáticos del séptimo arte Alan Ladd.
Un actor de pequeña estatura de apenas 1.65 metros, pero a pesar de su estatura encarno como pocos al héroe trágico clásico refugiado en aquel western memorable conocido como “Raíces profundas” de George Stevens. Un actor que tenía una gran voz y una sonrisa luminosa.
Alan Ladd es uno de esos grandes actores que no ha gozado del prestigio que realmente se merecía, le llovieron durante su carrera numerosas críticas tales como: que si era inexpresivo, que tenia nula capacidad interpretativa, que si era bajito, pero lo cierto es que en su amplia filmografía abundaron los grandes títulos de películas.
Se presentaba a castings, pero los ejecutivos de la Universal le encontraban demasiado rubio y demasiado pequeño de estatura para mejores papeles. Se casó con Marjorie Jane en el año 36, tuvieron un hijo al año siguiente nació Alan Ladd Jr. que ha sido productor de cine y creador de la productora “The Ladd Company”, y poco más tarde se separaron aunque no se divorciarían hasta 1.941.
La primera vez que lo vimos en pantalla en una película grande fue un papel sin acreditar en “Ciudadano Kane”, pero siempre será recordado por los menos por cuatro impresionantes películas, que se puede decir que hoy en día son grandes clásicos de la historia del cine. Tres de ellas representan el mejor cine negro del cine norteamericano de los años 40: “El cuervo” (1942) de Frank Tuttle, “La llave de cristal” (1942) de Stuart Heisler y “La dalia azul” (1946) de George Marshall.
Llamado por su físico «el ángel del cine negro», Alan Ladd supo crear personajes a la vez duros y vulnerables, y se lució en filmes como los citados o “Calcuta” (1947) de John Farrow, “Rebelión en el fuerte (1954)” de Raoul Walsh, “El rebelde orgulloso” (1958) de Michael Curtiz, “Los insaciables” (1964) Edward Dmytryk y “La sirena y el delfín” (1957) de Jean Negulesco, un gran éxito de taquilla, que cuenta la leyenda que se necesitó de un taburete para rodar sus escenas de amor con una de las actrices más altas de Italia Sofía Loren.
Sus últimas apariciones en la pantalla fueron en “13 Calle Oeste” (1962) de Philip Leacock, donde mostró aptitudes para el drama, y “Los insaciables” (1963) de Edward Dmytryk, gran película póstuma. Alguien podría pensar que tras el éxito de “Raíces profundas” su protagonista se encontraría con cientos de propuestas para protagonizar grandes películas pero no fue así, porque el bueno de Alan Ladd tuvo que volver a sus películas de guerra, westerns de bajo presupuesto y películas de aventuras verdaderamente curiosas como “El caballero negro”, rodada en Inglaterra o “La espada del vencedor” péplum rodado en Italia. Trabajó con grandes directores como: Raoul Walsh, Gordon Douglas, Michael Curtiz, Frank Tuttle, Edward Dmytryk y Delmer Daves.
En contra de lo que suele suceder, Alan Ladd comenzó a revelarse como actor dramático muy aceptable cuando ya no le quedaba tiempo. En el año 55 se enamoró de su compañera de rodaje, June Allyson, y la ruptura posterior al intenso idilio le sumió en una depresión que no le abandonaría hasta su muerte, parece que intentó suicidarse en 1.962 disparándose en el pecho con una escopeta. El actor falleció prematuramente a los cincuenta años, víctima de una sobredosis de calmantes. Tenía 51 años y dejaba viuda a su compañera Sue Carroll. Recientemente he leído que se suicido, porque le habían diagnosticado un cáncer, y no quería seguir sufriendo, amargado por su incapacidad física, hombre de acción y sin resignarse a languidecer entre sufrimientos y compasión, tomó la fatal determinación de suicidarse sin comunicárselo a nadie.
Y por último recordar esa obra cumbre del western «Shane» (1953) de George Stevens, donde interpretaba a héroe errante, que se cruzaba en su deambular con unos humildes granjeros en su guerra con los poderosos ganaderos, un interpretación memorable, sus miradas con Jean Arthur y ese espectacular duelo final contra Jack Palance, donde el héroe tiene que enfrentarse una vez más a un destino del que era imposible huir, son historia del mejor western. Y con aquellos gritos del niño pidiendo a Shane que no se vaya, y este desapareciendo una vez más huyendo del destino al que va unido inexorablemente.
Alan Walbridge Ladd nacio en Hot Springs (Arkansas), el 3 de septiembre de 1913 y fallecido en Palm Springs (California), el 29 de enero de 1964. Criado en California, donde despuntó en la universidad como un atleta nato (campeón de natación y corredor de fondo), ejerció toda clase de oficios (salvavidas, gasolinero, vendedor de perritos calientes) antes de llegar a Hollywood. Allí debutó, como simple figurante y extra, en la Universal, donde intervino en multitud de filmes, y fue radiofonista, uno de los mejores en la edad de oro de la radio (llegó a tener hasta 20 emisiones diferentes semanales).
Sus participaciones en los filmes cada vez eran más continuas y de mayor duración, pero su físico impedía que los productores le dieran oportunidades. Éstas llegaron, a regañadientes, pero llegaron. Fue un aventurero en títulos del estilo de Almas en el mar (1937), de Henry Hathaway, Señores del mar (1939), de Frank Lloyd, o El capitán Cautela (1940), de Richard Wallace, y un periodista de fulgurante aparición en Ciudadano Kane (1941), de Orson Welles.
En 1942, se casó con la ex-actriz Sue Carol, que también era su agente, la cual consiguió que Ladd fuera elegido el asesino a sueldo de El cuervo (1942), de Frank Tuttle. Este filme marcó el verdadero inicio de su carrera, su identificación con el género negro, el favor del público y la primera de una serie de películas junto a Verónica Lake (la actriz de cabello rubio platino que le tapaba el ojo, creando el peinado “peek a boo bang”). Ladd estaba espléndido en su papel de asesino a sueldo, nervioso, amable y amante de los gatos. La pareja fue amada por los fans que llenaban los cines para verlos. No fue, pues, producto de la casualidad que, cuando la Paramount abordó, en el mismo año, la segunda adaptación de la novela de Dashiell Hammett La llave de cristal, ambos resultasen insustituibles. El filme fue encargado a Stuart Heisler, que sublimó la célebre paliza que recibía Alan Ladd hasta extremos insospechados para la época.
El dúo Ladd-Lake fue reunido de nuevo en 1946, con motivo de una magistral muestra de género negro, La dalia azul, de George Marshall, donde Ladd es un piloto que, al volver, se encuentra con la infidelidad de su mujer. Ella es asesinada, Ladd es sospechoso, la Lake, guapísima, se enamora del piloto. En definitiva, todos los ingredientes necesarios, perfectamente ensamblados por el guión de Raymond Chandler.
Hasta 1953, Ladd fue héroe de westerns (Smith, el silencioso; Marcado por el fuego), viajó a China (1943), con Loretta Young, y a Calcuta (1947) con Gail Russel; acompañó a Deborah Kerr, en Tempestad en Oriente (1953), y a Virgina Mayo, en La novia de acero; fue un legionario francés, en La legión del desierto (1953), pero en ese año 1953 llegaría la mítica Raíces Profundas, de George Stevens. Ladd era el Shane del título original en este western de leyenda, la cima de su carrera, donde es el pistolero arrepentido que intenta olvidar su pasado, sin conseguirlo, en la granja de unos pacíficos colonos (Jean Arthur y Van Heflin). El duelo en la cantina, donde da cuenta de un malísimo Jack Palance, con el niño (desaparecido prematuramente en la adolescencia) Brandon de Wilde avisándole del peligro que viene de arriba ha quedado en los anales cinematográficos para siempre.
El propio Stevens le ofreció interpretar el Jett Rink de Gigante (1956), que luego hizo de James Dean una estrella, pero lo rechazó, aceptando otros que, salvo excepciones (Rebelión en el fuerte -1954-, El rebelde orgulloso -1958-) no pasaron de mediocres.
El actor que hubo de subirse a una banqueta para besar a Sofía Loren (La sirena y el delfín, 1957) murió dejando pendiente de estreno Los insaciables (1963), en la que había encarnado a un actor en decadencia, como quizá fuera él. Una sobredosis de sedantes, ingeridos durante una de sus habituales borracheras, fue la causa oficial de su muerte. En Hollywood nadie creyó que fuera accidental.
Su físico no le impidió ser una de las estrellas de Hollywood. Sobre todo cuando de cine negro se habla. Con su gabardina raída, su aspecto de duro angelical (fue llamado “el ángel del cine negro”), con sus ojos azules y rubia cabellera, y la preciosa Verónica Lake en sus brazos escaló no sólo la fama, sino la leyenda.