Tourneur nació en París (Francia); era hijo del director Maurice Tourneur. Todavía joven, se mudó a vivir a Nueva York y más tarde se trasladó a Hollywood, junto con su padre. Se nacionalizó estadounidense en 1919. Conoció a sus esposa, la actriz Christiane Virideau, mientras asistía a su padre en la producción del filme alemán de 1929Das Schiff der verlorenen Menschen.
En 1964, Tourneur dirigió un episodio de la serie Dimensión desconocida, «Night Call». Otros trabajos televisivos suyos fueron episodios de Adventures in Paradise («A Bride for the Captain», 1962), Bonanza («Denver McKee», 1962) y T.H.E. Cat. Tourneur se retiró de la dirección a finales de los años 1960.
Jacques Tourneur fue un director que siempre trabajó en los márgenes del cine de serie B: películas de bajo presupuesto y días de rodaje contados. Si bien pocas de sus películas entrarían de lleno en esa categoría, es cierto que las más costosas están muy lejos de ser consideradas grandes producciones. Hijo del prestigioso director de cine francés Maurice Tourneur, viaja con él de niño a Hollywood cuando su padre es reclamado por los estudios que buscan, en la época del cine mudo, a directores europeos que den prestigio a sus producciones. Jacques aprenderá el oficio viendo cómo su padre rueda con algunas de las actrices más famosas del momento (Bessie Love y Mary Pickford) o realiza primitivas versiones de novelas de autores clásicos como Robert Louis Stevenson, James Fenimore Cooper y Jules Verne en La isla del tesoro (Treasure Island, 1920), El último mohicano (The Last of the Mohicans, 1920) o La isla misteriosa (The Mysterious Island, 1926), atreviéndose incluso con una adaptación imposible como es la de la novela de Joseph Conrad Victoria (Victory, 1915) tan solo cuatro años después de la publicación de la misma, en 1919, protagonizada por Wallace Beery y un magnífico Lon Chaney todavía ejerciendo de actor secundario pero bordando uno de esos papeles de malvado sin igual que lo harían eterno en nuestro recuerdo. Victory, la película, pese a sus evidentes carencias argumentales pues en apenas una hora no da tiempo más que a contar un resumen algo atropellado de lo que es la magistral obra del escritor polaco, no deja de resultar apasionante, narrada a muy buen ritmo y brillando, valga la contraposición, en los fragmentos más oscuros y siniestros, que por descontado son aquellos dominados por el excelso Chaney. Maurice retornaría a Francia y con él Jacques, el cual seguiría trabajando tanto con su padre como con otros directores en tareas de ayudante de dirección, director de segunda unidad y montador.
A principios de los años 30 Jacques Tourneur rodaría cuatro largometrajes, pero en el año 1935 estaría de vuelta en Estados Unidos. Su destacada presencia dirigiendo la segunda unidad en las escenas revolucionarias de la toma de la Bastilla en la excelente película Historia de dos ciudades (A Tale of Two Cities, Jack Conway y Robert Z. Leonard, 1935), que lo lleva a que su nombre figure destacado de manera especial en los títulos de crédito, constituirá el primer paso que lo llevará a convertirse en director de largometrajes en los USA y a comenzar una carrera donde la infinita modestia de su carácter solo es equiparable a la grandeza de su cine. En este rodaje también conoció a Val Lewton, el escritor y productor con quien escribió el guion de este segmento y con el que realizaría tres míticos filmes de terror para la productora RKO. Destacaremos aquí diez de sus películas (y uno de sus trabajos televisivos), pero Tourneur supo dejar su impronta en todas las que dirigió, por lo que esto debéis interpretarlo como una guía para entrar en su obra si no la conocéis, como un bonito recordatorio si las habéis visto o como un cariñoso empujón para que volváis a verlas y os aventuréis con todas aquellas que no están incluidas aquí. Tourneur siempre trabajó por encargo, siempre realizó cine de género, pero pocos directores encontraréis con una manera tan personal de contarnos una historia. Su cine está hecho de susurros y pasajes en sombras, de aventureros perdidos y desubicados, de hombres comunes enfrentados a fuerzas que los superan, de mujeres extraordinarias que se debaten en un mundo de hombres que no las merecen y de un hálito sobrecogedor en el que lo épico se funde con lo cotidiano, lo sobrenatural con lo terrenal.
LA MUJER PANTERA
Cat People, 1942.
La RKO fue una de las más modestas entre las grandes productoras del Hollywood clásico. A principios de los años 40 se había visto superada por el genio creativo de Orson Welles, que rodó en su seno Ciudadano Kane (Citizen Kane, 1941) y El cuarto mandamiento (The Magnificent Ambersons, 1942), la segunda de ellas remontada de manera brutal en aras de que resultara más sencilla y asimilable para el espectador común, objetivos finales de cualquier productora pero más aún para una cuyo empeño artístico consistía en realizar películas comerciales y rentables. En este entorno familiar y eficiente el carácter excesivo de Welles chocaba con tan cotidianas pretensiones. La RKO rompe con él y se aplica a lo que sabía hacer bien. No deja de resultar curioso que en semejante estado de cosas se colara un productor tan genial como lo era el propio Welles: Val Lewton. Pero este se adecuaba mejor a semejante entorno: Lewton sabía moverse con presupuestos pequeños y su cine no precisaba de grandes equipos. Dio inicio así a una serie de películas de temática fantástica que marcaron una forma de hacer única en el género, trabajando con directores que venían del mundo del montaje o del trabajo en segundas unidades como Robert Wise, Mark Robson o Jacques Tourneur. Este último siempre confesó sentirse muy cómodo trabajando en su seno. Junto a Lewton realizaría tres películas que son tres maravillas del cine. La mujer pantera fue la primera de ellas y supuso en su estreno un éxito que sorprendió a todos. La dramática historia de Irena (Simone Simon), una joven que está convencida de que al ser besada se transformará en una pantera y asesinará a quien la estreche entre sus brazos, se mueve de forma deslumbrante entre la contención de lo sugerido y una salvaje compulsión sexual subterránea que estremece en su puesta en imágenes. Siguiendo las directrices de Lewton en lo referente a cómo debía desarrollarse una historia de terror, sembrando siempre la duda en el espectador de si lo que se sugiere es real o fruto de la mente desquiciada de sus protagonistas, La mujer pantera muestra con una perfección mareante cómo lo que nuestros ojos ven puede alterar lo que nuestra mente, guiada por la razón, nos obliga a no creer. Con una fotografía admirable de Nicholas Musuraca en la cual las sombras y lo oculto gozan de la misma presencia que aquello que nos es mostrado, asistiremos absortos al acoso de una bañista en una piscina por la que suponemos es Irena transformada en la voraz pantera, una persecución entre las luces intermitentes de las farolas de una solitaria calle o esa escena subyugante de Irena agazapada como un felino tras su sofá, dejando al acariciarlo desgarrado su respaldo como si sus manos fueran las garras temibles del enorme gato. Tourneur se cuida de colocar en todo momento imágenes de felinos para que jamás perdamos de vista la obsesión interna de la joven: los vemos en un cuadro tras ella, en el biombo que domina el salón de su casa, en una figurita que representa la leyenda de la que nace su convicción increíble (que el mismo Lewton narrara en su excelente relato La bagheeta, The Bagheeta, 1930), en el zoo en un dibujo que Irena tira al suelo, en el sueño de la joven donde se funden sus temores más profundos… Un clásico imperecedero que tuvo una continuación en La venganza de la mujer pantera (The Curse of the Cat People, Gunther von Fritsch y Robert Wise, 1944), fruto del triunfo en cartelera de su predecesora. Pero Lewton no podía limitarse a realizar una segunda parte al uso: se desmarcó de lo que cualquiera podría esperar y produjo la que quizá sea la mejor película que se ha rodado jamás sobre los miedos, las fantasías y los mundos irreales infantiles. Tuvo a su vez un interesante remake firmado por Paul Schrader, El beso de la pantera (Cat People, 1982), en el cual lo explícito devoraba cualquier otra concepción posible de lo fantástico.
USA, 1942. Productora: RKO Radio Pictures. Productor: Val Lewton. Estreno: 25 de diciembre de 1942. Director: Jacques Tourneur. Guión: DeWitt Bodeen, basado en un argumento de DeWitt Bodeen y Val Lewton. Fotografía: Nicholas Musuraca. Música: Roy Webb. Dirección musical: Constantin Bakaleinikoff. Montaje: Mark Robson. Dirección artística: Albert S. D’Agostino y Walter E. Keller. Decorados: A. Roland Fields y Darrell Silvera. Efectos especiales: Vernon L. Walker. Intérpretes: Simone Simon, Kent Smith, Tom Conway, Jane Randolph, Jack Holt, Henrietta Burnside, Alan Napier, Elizabeth Russell.
YO ANDUVE CON UN ZOMBIE
I Walked with a Zombie, 1943.
No sabríamos decir si es la mejor, pero al menos sí que la más hipnótica y envolvente película de Jacques Tourneur es Yo anduve con un zombie. Fotografiada por un J. Roy Hunt que nos impide añorar al gran Nicholas Musuraca, su ambiente de ensoñación y su espíritu onírico nos trasladan a un estado alucinatorio constante en el cual los sueños toman la forma de sombras que deambulan desde la soledad de un torreón ancestral a la oscuridad salvaje de la jungla, de la fusión imposible de lo gótico con el moderno relato de vudú. Con ecos de la novela Jane Eyre (1847) de Charlotte Brontë, una sugerencia de Tourneur, Yo anduve con un zombie mantiene los preceptos de Lewton: su concepto del cine en todas las películas que produjo el frente del departamento de filmes de horror de la RKO fue siempre el de narrar una historia a la cual si elimináramos el componente fantástico de las mismas aún se mantuviera en pie el guion. Aquí más que nunca la razón parece imponerse a lo increíble, si bien con las suficientes acotaciones que nos inducen a pensar que lo más real de todo es la fuerza del vudú. Cuando creemos que el viejo rito está orquestado en el fondo por la vieja doctora de la isla donde transcurre la acción, la única manera que ha encontrado de que los nativos hagan caso de sus prescripciones médicas, observamos vencidos por lo irreal cómo el drama y el horror se desencadenan ante los ojos zombificados del temible Carrefour, un gigante de paso arrastrado que busca a su víctima, la zombie blanca, impertérrito ante los gritos de terror de la hermosa Frances Dee. La intensidad de ese paseo nocturno de la joven enfermera guiando a la esposa muerta en vida del dueño de la plantación camino del candombe resulta inolvidable: el murmullo del viento entre las cañas, el silencio de sus movimientos solo acompañados por el leve crepitar de sus vestidos, el gran Carrefour dominando el camino que deben atravesar, el acto desesperado que lleva a una mujer a luchar contra toda lógica y abrazar las creencias más primitivas para salvar a aquella otra que supone un obstáculo para su propia felicidad… Todo en esta película es compulsión febril, como si los espectros de lo más salvaje oculto en lo profundo ascendieran y obnubilaran nuestro sentido común, ahogando cualquier atisbo de racionalidad y dejando libres nuestros temores y deseos más escondidos.
USA, 1943. Productora: RKO Radio Pictures. Productor: Val Lewton. Estreno: 30 de abril de 1943. Director: Jacques Tourneur. Guión: Curt Siodmak y Ardel Wray, basado en el relato de Inez Wallace e inspirado en la novela “Jane Eyre” de Charlotte Brontë. Fotografía: J. Roy Hunt. Música: Roy Webb. Dirección musical: Constantin Bakaleinikoff. Montaje: Mark Robson. Dirección artística: Albert S. D’Agostino y Walter E. Keller. Decorados: A. Roland Fields y Darrell Silvera. Intérpretes: Frances Dee, James Ellison, Tom Conway, Edith Barrett, James Bell, Christine Gordon, Theresa Harris, Sir Lancelot, Darby Jones, Jeni Le Gon.
RETORNO AL PASADO
Out of the Past, 1947.
En Retorno al pasado nos encontramos con el habitual protagonista desubicado de las películas de Tourneur. Jeff (un sobrio y excelente Robert Mitchum) trata de rehacer su vida en un apartado pueblo en el cual su pasado no importa. Pero este lo acosará y dará con él volviendo a liarle en una trama de amor, traición, dinero y una mujer fatal de libro (Jane Greer). El mal acecha a quien flirteó con él para no abandonarlo nunca. Con un guion soberbio de Frank Fenton, el novelista James M. Cain y Daniel Mainwaring, autor de la novela original y también guionista de La invasión de los ladrones de cuerpos (Invasion of the Body Snatchers, Don Siegel, 1956), Tourneur puso en imágenes esta historia desesperada de perdición e imposible redención muy afín al espíritu de la época. El fin de la Segunda Guerra Mundial había sumido al país en un estado de oscuridad y falta de ilusiones: los soldados volvían de la lucha y lo que encontraban era que no había trabajo ni futuro para ellos. Algo que, si bien insuflando algo de esperanza en el mensaje final, quedaba explícito y explicado a la perfección en ese filme modélico que es Los mejores años de nuestra vida (The Best Years of Our Lives, William Wyler, 1946). En el de Tourneur, sin embargo, no hay salida ni escape. Nuestros actos pasados extienden sus garras y nos atrapan para hacernos pagar sin atender a que hayamos cumplido con el precio de una dolorosa ordalía. El espíritu de Nathaniel Hawthorne y su La casa de los siete tejados (The House of the Seven Gables, 1851) alcanza el corazón del relato negro. El trabajo a la fotografía de Nicholas Musuraca es, como siempre, magistral: los juegos de luces y sombras sobre los personajes lo dice todo sobre sus respectivos destinos y las relaciones que se establecen y mantienen entre sí. Tourneur nunca dejaba de estar pendiente de las fuentes naturales de luz de cada espacio y era insistente hasta la extenuación con que se respetara este principio. Una obra maestra que no renuncia, pese a su mensaje nada optimista, a momentos de hermosa ensoñación romántica (la breve estadía de Jeff y Kathie en México) y felicidad (aunque sea con cierto aire de renuncia: Jeff y su relación con Ann, Virginia Huston, su posibilidad de escape perdida).
USA, 1947. Productora: RKO Radio Pictures. Productor: Warren Duff. Estreno: 13 de noviembre de 1947. Director: Jacques Tourneur. Guión: Daniel Mainwaring, James M. Cain y Frank Fenton, basado en la novela de Daniel Mainwaring. Fotografía: Nicholas Musuraca. Música: Roy Webb. Dirección musical: Constantin Bakaleinikoff. Montaje: Samuel E. Beetley. Dirección artística: Albert S. D’Agostino y Jack Okey. Decorados: Darrell Silvera. Efectos especiales: Russell A. Cully. Intérpretes: Robert Mitchum, Jane Greer, Kirk Douglas, Rhonda Fleming, Richard Webb, Steve Brodie, Virginia Hudson, Paul Valentine, Dickie Moore, Ken Niles, Oliver Blake.
BERLÍN EXPRÉS
Berlin Express, 1948.
Lucien Ballard presta una fotografía de grandes contrastes, como los de los personajes, y sombras, como las que envuelven sus motivaciones y verdaderas identidades, en Berlín Exprés. Una película que deviene todo un baile de máscaras donde casi nadie es quien parece o dice ser. Tourneur y su equipo aprovecharon a fondo la oportunidad de poder rodar en los escenarios naturales de unas arrasadas Frankfurt y Berlín, inflamando el metraje de ese estado de descomposición y caos justo posterior al fin de la Segunda Guerra Mundial. De nuevo encontramos un protagonista perdido en esa babel idiomática que suponen esos escenarios europeos para un norteamericano, que si bien actúa en algunos momentos, en general pasa sin enterarse de qué va la cosa casi todo el metraje. Hay referencias diáfanas a Los espías (Spione, 1928) de Fritz Lang, donde además de la trama de enloquecido espionaje, persecuciones nocturnas y explosiones en trenes aparece la temática del payaso criminal, como también sucedería en La noche del demonio (Night of the Demon, 1957) del mismo Tourneur. El Dr. Bernhardt, interpretado de manera admirable por Paul Lukas, es un trasunto del escritor Thomas Mann. Enfrentándose a un grupo de nazis residuales que aún pretenden hacer retornar el Reich, Bernhardt representa la mirada intelectual que lucha con argumentos y sabiduría por una Europa que debería crecer en paz. Eran los tiempos en que aún desde Hollywood se lanzaba el mensaje de concordia con las otras potencias, en especial con los rusos, sueño que la realidad pronto se encargaría de destruir.
USA, 1948. Productora: RKO Radio Pictures. Productores: Bert Granet y Dore Schary. Estreno: 1 de mayo de 1948. Director: Jacques Tourneur. Guión: Harold Medford, basado en un argumento de Curt Siodmak. Fotografía: Lucien Ballard. Música: Friedrich Hollaender. Dirección musical: Constantin Bakaleinikoff. Montaje: Sherman Todd. Dirección artística: Albert S. D’Agostino y Alfred Herman. Decorados: Darrell Silvera y William Stevens. Efectos especiales: Russell A. Cully, Harry Perry y Harold E. Stine. Intérpretes: Merle Oberon, Robert Ryan, Charles Korvin, Paul Lukas, Robert Coote, Reinhold Schünzel, Roman Toporow, Peter von Zerneck, Otto Waldis, Fritz Kortner, Michael Harvey, Tom Keene, Charles McGraw, Richard Powers (George Duryea), Merle Hayden.
ESTRELLAS EN MI CORONA
Stars in My Crown, 1950.
Quizá no nos equivocaríamos demasiado si definiéramos Estrellas en mi corona como una antecesora de Matar a un ruiseñor (To Kill a Mockingbird, Robert Mulligan, 1962) en formato de serie B. Donde en una asistimos al devenir cotidiano de un pastor en un sencillo pueblo en la otra será un abogado quien nos acompañará en nuestro verano rural. Quizá sea la película más personal de su director si tenemos en cuenta que fue el propio Tourneur quien solicitó rodarla tras leer el guion. Incluso cobró menos para poder rodarla, decisión que le creó problemas con los emolumentos de sus siguientes trabajos pero de la que nunca se arrepintió. El pastor Josiah Grey, un entregado Joel McCrea, será el protagonista de esta película narrada desde los ojos de un niño, un Dean Stockwell muchos años antes de su participación en Terciopelo azul (Blue Velvet, David Lynch, 1986), y que se desarrolla de manera coral contándonos en breves episodios lo que en el fondo podría ser la historia misma de cualquier pequeño pueblo de cualquier lugar del mundo si añadiéramos las peculiaridades de cada uno de ellos. Lo sencillo y particular transformándose en universal por la mirada cargada de humanidad de Tourneur. No deja de ser un producto de ese cine familiar tan del gusto y afín a la productora Metro-Goldwyn-Mayer, pero trascendido por el buen hacer de un equipo convencido de lo que desea contar y creyendo en su historia sin mostrar una sola fisura. Joe David Brown, el autor de la novela original en la que se basó el guion, felicitó en persona a Tourneur diciéndole que la película era mejor que el libro. Y en nuestro recuerdo permanecerá para siempre inolvidable la secuencia con el pastor enfrentándose a una jauría furiosa de miembros del Ku-Klux-Klan con las únicas armas de su inteligencia y una hoja de papel en blanco entre sus manos.
USA, 1950. Productora: Metro-Goldwyn-Mayer (MGM). Productor: William H. Wright. Estreno: 11 de mayo de 1950. Director: Jacques Tourneur. Guión: Margaret Fitts, según una adaptación de Joe David Brown de su propia novela. Fotografía: Charles Edgar Schoenbaum. Música: Adolph Deutsch. Dirección musical: Adolph Deutsch. Montaje: Gene Ruggiero. Dirección artística: Cedric Gibbons y Eddie Imazu. Decorados: Alfred E. Spencer y Edwin B. Willis. Efectos especiales: Warren Newcombe. Intérpretes: Joel McCrea, Ellen Drew, Dean Stockwell, Alan Hale, Lewis Stone, James Mitchell, Amanda Blake, Juano Hernández, Charles Kemper, Connie Gilchrist, Ed Begley, Arthur Hunnicutt, James Arness.
EL HALCÓN Y LA FLECHA
The Flame and the Arrow, 1950.
El halcón y la flecha es un canto a la libertad y a la rebelión contra los tiranos escrito por un guionista, Waldo Salt, que al año siguiente sería incluido en la lista negra de Hollywood víctima de la caza de brujas. Robert Douglas interpreta al malvado pero más que simpático Marqués Alessandro de Granazia, en realidad una marioneta ante los encantos irresistibles de Virginia Mayo (¿quién no se convertiría en un traidor como el Marqués por ella?), componiendo el personaje más complejo y atractivo de la historia. De siempre su destino fatal nos ha sumido en una insoportable sensación de injusticia, pues su maldad era más que excusable. Protagoniza una de las secuencias más bonitas, divertidas y de diálogos más ocurrentes de la película, cuando Anne de Hesse (Virginia Mayo) intenta conquistarlo valiéndose de pérfidas artes, o el enfrentamiento a espada con Dardo (un fantástico Burt Lancaster), donde la oscuridad y la resolución en off de la trepidante escena supone uno de los momentos visualmente más impactantes y conseguidos de esta película dirigida con mano maestra por Tourneur. Todo brilla en ella: sus maravillosos personajes, su trama absorbente, los poderosos colores del bosque contrastando con la oscuridad de los pasillos del castillo del tirano Conde Ulrich, el sentido de la aventura mostrado en todo su esplendor. Tourneur, en su modestia, confesaba que fue fácil de rodar pues Cravat (interpretando a Piccolo, el amigo mudo y compañero inseparable de Dardo) y Lancaster ensayaban todas las acrobacias y cuando llegaban al rodaje solo había que colocar la cámara y rodar. Afirmando que todo era tan sencillo, resulta más prodigioso aún comprobar la sorprendente e imaginativa resolución de algunas escenas: desde la ya comentada del duelo entre Dardo y el Marqués como todas aquellas protagonizadas por Virginia Mayo en los bosques, donde irradia una sensualidad y una inteligencia para comprender ese entorno nuevo en el que debe defenderse maravillosas. Las flechas y los lanzazos restallan con inhabitual fiereza en un relato siempre dominado por la diversión y una exultante defensa de la libertad y de la necesidad de actuar en colaboración y armonía con quienes nos rodean. Si los más débiles se unen no habrá poderoso que los doblegue. La película de aventuras más luminosa y divertida que podáis imaginar esconde en su corazón el más revolucionario de los mensajes.
USA, 1950. Productoras: Norma-F.R. Productions y Warner Bros. Productores: Harold Hecht y Frank Ross. Estreno: 7 de julio de 1950. Director: Jacques Tourneur. Guión: Waldo Salt. Fotografía: Ernest Haller. Música: Max Steiner. Dirección musical: Max Steiner. Montaje: Alan Crosland Jr. Dirección artística: Edward Carrere. Intérpretes: Burt Lancaster, Virginia Mayo, Robert Douglas, Aline MacMahon, Frank Allenby, Nick Cravat, Lynn Baggett, Gordon Gebert, Norman Lloyd, Victor Kilian, Francis Pierlot, Robin Hughes.
CÍRCULO PELIGROSO
Circle of Danger, 1951.
Ya hemos apuntado que los protagonistas en las películas de Tourneur suelen andar perdidos por ellas, sin enterarse del todo de qué demonios acontece a su alrededor e incapaces de empatizar con su entorno. El norteamericano Clay Douglas (un gran Ray Milland) se lleva el premio gordo en Círculo peligroso, donde todo se confabula contra él cuando no es su propio carácter el que le lleva a no dar una a derechas. Desde su incapacidad para entender el sistema monetario inglés hasta sus continuos retrasos y faltas a la hora de quedar con la que se presenta como su conquista amorosa, Elspeth (Patricia Roc), una joven independiente que conoce el límite de su aguante cuando se encuentra con este hombre incapaz de conseguir ser puntual a sus citas una sola vez. Tourneur entremezcla a la perfección estos toques divertidos propios de la mejor comedia romántica con una trama oscura y retorcida de crimen: Clay investiga el posible asesinato de su hermano en una incursión durante la Segunda Guerra Mundial a manos de sus propios compañeros de escuadrón. En el transcurso de su investigación en busca de la verdad Clay deberá ir aceptando poco a poco que quizá no todo sea como él cree que es, concluyendo en un desenlace en el cual no solo Clay deberá readaptar su forma de pensar, sino que el propio espectador se verá impelido a redefinir todo lo que ha ido viendo y conociendo de los personajes para llegar a una conclusión en la que lo menos importante es si la intuimos o no, sino en cómo no debemos prejuzgar ni dar por sentado nada pues la realidad puede ser justo lo contrario que aquello que damos por inamovible y cierto. Círculo peligroso es una película perfecta para conocer el cine de Tourneur: pocos medios, una sencillez desarmante, una puesta en escena medida y plena de significación, un elenco acertado y más que eficaz y una capacidad para aprovechar los entornos naturales sencillamente insuperable. El encuentro final en los páramos escoceses es otra de esas secuencias en las que Tourneur brilla hasta el arrebato: mientras el espectador asiste a revelaciones que le harán cambiar, como a Clay, todas las ideas y conclusiones a las que ha llegado, veremos también a tres hombres comportándose con una nobleza admirable. Tourneur llega aquí tras mantenernos sin respiración durante todo un paseo entre la niebla y el silencio en el que, pura declaración de principios, sobre el deseo de revancha se impone la voz de la razón. Con la misma naturalidad que Tourneur dirigiendo, los tres hombres aceptarán la verdad con una falta de énfasis y falso melodrama que consigue llegar al corazón con la fuerza y la intensidad de una confesión verídica.
Inglaterra, 1951. Productora: Coronado Productions. Productores: Joan Harrison, David E. Rose y John R. Sloan. Estreno: 21 de mayo de 1951. Director: Jacques Tourneur. Guión: Philip MacDonald, basado en su propia novela. Fotografía: Oswald Morris y Gilbert Taylor. Música: Robert Farnon. Montaje: Alan Osbiston. Decorados: Duncan Sutherland. Intérpretes: Ray Milland, Patricia Roc, Marius Goring, Hugh Sinclair, Naunton Wayne, Edward Rigby, Marjorie Fielding, John Bailey, Colin Gordon, Dora Bryan, David Hutchenson.
LA MUJER PIRATA
Anne of the Indies, 1951.
No andaremos muy desacertados si afirmamos que esta quizá sea una de las películas de aventuras más amargas y desesperadas jamás rodadas. Hasta lo seguiría siendo si elimináramos su adscripción genérica. Y, desde luego, en el Hollywood clásico única por su final suicida. Bien puede uno pasar media vida enamorado de su protagonista, Jean Peters, soñando con que alguna vez alguna chica nos abrace como ella abraza por primera vez a ese infame traidor de Louis Jourdan, si bien al final no pensaremos así de él, o al menos no lo odiaremos tanto, pues como siempre en las películas de Tourneur la verdad es relativa y los buenos y los malos típicos dejan de ser tales en cuanto los conocemos en profundidad, sabemos de sus motivaciones y del por qué de sus acciones. Estas pequeñas cosas, estas imágenes que perduran en nuestra mente y nos marcan, son en verdad la esencia misma del cine: todo en él es imagen, y la fuerza de las mejores de ellas son las que jamás olvidamos. Unos dedos engarfiados con pasión en una espalda, un beso desesperado, una mirada como pocas veces se verá otra y un afán de venganza y autodestrucción digno de la misma obra de Emily Brontë. Todo esto y mil cosas más se pueden encontrar con tan solo ver esta película prodigiosa y apasionada, oscura y vital a un tiempo: otra obra maestra arrebatadora del gran Jacques Tourneur. Crítica
USA, 1951. Título original: Anne of the Indies. Director: Jacques Tourneur. Guión: Philip Dunne y Arthur Caesar, según una historia de Herbert Ravenel Sass; colaboración en los diálogos de Cyril Hume. Productora: Twentieth Century Fox Film Corporation. Productor: George Jessel. Estreno: 18 de octubre de 1951. Fotografía: Harry Jackson. Música: Franz Waxman. Montaje: Robert Fritch. Dirección artística: Albert Hogsett y Lyle R. Wheeler. Efectos visuales: Fred Sersen. Intérpretes: Jean Peters, Louis Jourdan, Debra Paget, Herbert Marshall, Thomas Gomez, James Robertson Justice, Francis Pierlot, Sean McCloy.
LA NOCHE DEL DEMONIO
Night of the Demon, 1957.
Para todos aquellos que amamos al escritor de cuentos de fantasmas Montague Rhodes James, es una alegría infinita y difícil de comunicar lo que supone poder contar con esta absoluta obra maestra del cine que adapta uno de sus magníficos relatos, La maldición de las runas (Casting the Runes, 1911). Tourneur aplica con maestría arrolladora todo lo aprendido con Val Lewton casi dos décadas antes y construye un relato en el que a cada momento nos movemos entre lo real y lo fantástico sacudiendo sus cimientos. Sin duda, una de las mejores películas jamás rodadas de temática satánica, incluso sin problemas repetiríamos esa misma afirmación eliminando su pertenencia al género. Un filme que se construye en diversos niveles y que se dirige a todos nuestros sentidos, involucrando por igual nuestros instintos más primarios con la inteligencia. Todo se activa ante las prodigiosas imágenes de esta película realizada con una precisión tal que ni las imposiciones de la productora, que llevaron a que se incluyeran algunos planos en los que se viera al Diablo encarnado cuando no era necesario, consiguen privarla de su impacto. Es más: su perfección formal consigue que esas escenas impostadas resulten potentes y terroríficas, como si hubieran sido concebidas para ella desde el principio. Crítica.
Inglaterra, 1957. Título original: Night of the Demon. Director: Jacques Tourneur. Guión: Charles Bennett, Hal E. Chester y Cy Enfield, basado en un relato de M. R. James. Productoras: Sabre Film Production y Columbia Pictures Corporation. Productor: Frank Bevis. Productor ejecutivo: Hal E. Chester. Estreno: 17 de diciembre de 1957. Fotografía: Ted (Edward) Scaife. Música: Clifton Parker. Dirección musical: Muir Mathieson. Montaje: Michael Gordon. Diseño de producción: Ken Adam. Intérpretes: Dana Andrews, Peggy Cummins, Niall MacGinnis, Maurice Denham, Athene Seyler, Liam Redmond, Reginald Beckwith, Ewan Roberts, Peter Elliott, Rosamund Greenwood, Brian Wilde.
LA COMEDIA DE LOS TERRORES
The Comedy of Terrors, 1963.
En plena fiebre de adaptaciones por parte de Roger Corman de los relatos de Edgar Allan Poe, la productora American International Pictures rescata a Jacques Tourneur y le permite rodar las que serían sus dos últimas películas: La comedia de los terroresy La ciudad sumergida (The City Under the Sea, 1965). Para ambas contará con el gran Vincent Price, el actor que estaba poniendo rostro a casi todas estas fantásticas traslaciones a la pantalla del universo único del genial escritor. Si bien nuestra favorita de entre todas ellas es La obsesión (Premature Burial, 1962), protagonizada por Ray Milland, no diremos nada nuevo al afirmar que Vincent Price impuso todo un estilo y una forma de interpretar que le ha supuesto un lugar eterno en el corazón de todos los aficionados al cine fantástico. En La comedia de los terrores Tourneur no solo tuvo en su elenco al hoy ya mítico actor, sino a otro puñado de magníficas viejas glorias que aún a día de hoy brillan con un fulgor arrebatador: Peter Lorre, que había visto nacer su fama con la magnífica M, el vampiro de Düsseldorf (M, Fritz Lang, 1931) y que en los años 40 se había convertido en uno de los rostros más reconocibles de Hollywood; Basil Rathbone, inolvidable tanto en su interpretación de Sherlock Holmes como en todo un plantel colosal de malvados; y Boris Karloff, el insuperable monstruo de Frankenstein de la Universal y auténtico corredor de fondo del cine fantástico más irreductible. Enamorado del guion original de Richard Matheson, excelente escritor que ya había legado algunas obras maestras literarias en diversos géneros (Soy leyenda, I Am Legend, 1954 o también El increíble hombre menguante, The Shrinking Man, 1956) y que había escrito para la AIP algunas de sus adaptaciones de Poe, junto a multitud de relatos o guiones para diversas películas y series como The Twilight Zone, Tourneur emprende el rodaje con un entusiasmo adolescente. Y eso que entre la primera versión del guion que le dan para leer y el que al final se acaba rodando, según palabras del director, había por desgracia una gran diferencia. El tono de comedia satírica y negra se había rebajado, pero todavía quedaba algo de la historia original. Aunque en conjunto resulta una película un poco descompensada, con grandes momentos intercalados en medio de otros más rutinarios o de humor menos retorcido, es imposible verla y no enamorarse de sus intérpretes, de su tono desenfadado y jovial, de su envidiable capacidad de reírse de ella misma y de los roles que sus protagonistas llevaban interpretando durante décadas en el cine y del habitual modo de hacer de Tourneur, que logra poner en pie con dignidad y buen gusto una historia a la que le falta algo de fuerza. Hay secuencias geniales: no siempre podemos contemplar asombrados a un loco con un hacha haciendo añicos una puerta, como años después nos haría contemplar Stanley Kubrick en El resplandor (The Shining, 1980), y al mismo tiempo recitando un fragmento de Macbeth. Una película del todo entrañable y de la que nunca olvidaremos las estupendas interpretaciones de todo su reparto, las maravillosas fotografías de rodaje que nos permiten verlos a todos juntos y a Vincent Price exclamando feliz el lema de su empresa de pompas fúnebres:
“Cuando sus seres queridos duerman en el lecho mortuorio, deje a Hinchley & Trumbull ocuparse de su envoltorio.”
USA, 1963. Productora: American International Pictures (AIP). Productor: Samuel Z. Arkoff y James H. Nicholson. Coproductor: Anthony Carras. Productor asociado: Richard Matheson. Estreno: 22 de enero de 1964. Director: Jacques Tourneur. Guión: Richard Matheson, basado en la novela de Richard Matheson y Elsie Lee. Fotografía: Floyd Crosby. Música: Les Baxter. Montaje: Anthony Carras. Dirección artística y diseño de producción: Daniel Haller. Intérpretes: Vincent Price, Peter Lorre, Boris Karloff, Joyce Jameson, Joe E. Brown, Beverly Powers, Basil Rathbone, Alan DeWitt, Buddy Mason, Douglas Williams, Linda Rogers, Luree Holmes.
LLAMADA NOCTURNA
Night Call, 1964 | The Twilight Zone, episodio 19, temporada 5
The Twilight Zone fue una exitosa serie de televisión que visitó los hogares norteamericanos durante cinco años: de 1959 a 1964, lapso temporal en que se mantuvo en antena durante cinco temporadas. Jacques Tourneur, que renegaba de la televisión debido a la rapidez de sus rodajes que impedían realizar una labor cuidadosa y respetuosa con el espectador, opinó siempre que este trabajo para la serie de temática fantástica creada y presentada, a la manera de Hitchcock con su serie Alfred Hitchcock presenta (1955-1965), por el gran Rod Serling era su favorito de cuantos realizó para este medio. Tourneur nunca dejó de afirmar que deseaba dirigir una película en la cual el terror fuera sugerido, que jamás apareciera nada sobrenatural ni monstruoso, sino que tales cosas se alojaran en la mente de su protagonista. Su oportunidad surgió quizá de donde menos lo esperaba. Esta historia de una anciana señora que recibe una llamada de teléfono en plena noche a la que acompaña solo el silencio en un principio, y un sonido agonizante en sucesivas ocasiones posteriores, se prestaba en gran medida a cumplir su deseo diferido. Gran parte de la efectividad y del valor de este pequeño relato se debe al excelente guion de Richard Matheson (basado en un cuento que escribiera en el año 1953, Sorry, Right Number, reescrito por él mismo en 1961 bajo el título Long Distance Call), el cual sabe dosificar la tensión de la trama hasta la revelación final (quién demonios está llamando sin cesar a la anciana protagonista) y la sorpresa subsiguiente que remata el episodio con unas dosis de cinismo y humor negro más que notables. La actuación de Gladys Cooper, una actriz inglesa que se había iniciado en el cine mudo y que había realizado numerosos papeles secundarios en películas de directores de prestigio como Alfred Hitchcock, Alexander Korda, Henry King, Sam Wood, Clarence Brown, Mervyn LeRoy o Vincente Minnelli, con una carrera de éxito en el teatro y que había recalado en los 60 en la televisión, ayuda a que ese desenlace amargo e irónico sea absolutamente creíble gracias a que en todo momento mantiene una clara actitud entre dictatorial e intransigente en cada gesto y mirada, apoyado el conjunto por la dirección perfecta y medida de Tourneur, que sabe pasar del tono tenebroso y terrorífico del inicio al obsesivo del grueso del relato y cerrar con concisión desarmante en las revelaciones finales.
USA, 1964. Productoras: Cayuga Productions y Columbia Broadcasting System (CBS). Productor: Bert Granet. Serie creada por: Rod Serling. Estreno: 7 de febrero de 1964. Director: Jacques Tourneur. Guión: Richard Matheson, basado en su relato Sorry, Right Number / Long Distance Call. Fotografía: Robert Pittack. Montaje: Richard V. Heermance. Dirección artística: George W. Davis y Walter Holscher. Decorados: Robert R. Benton y Henry Grace. Ayudante de dirección: Charles Bonniwell. Intérpretes: Gladys Cooper, Nora Marlowe, Martine Bartlett, Rod Serling.
«Jacques Tourneur es uno de los más apasionantes, enigmáticos y desconocidos directores americanos», así comenzaba Miguel Marías su espléndido Acercamiento al cine fantástico de Jacques Tourneur. En efecto, en el desconocimiento, el olvido y el silencio ha muerto una de las más acusadas personalidades del cine americano, un maestro indiscutible.En su residencia habitual de Bergerac (Suiza) falleció el pasado 20 de diciembre. La televisión no dio la noticia. Sólo un diario barcelonés publicó una nota al respecto.
Hijo del realizador Maurice Tourneur clásico y pionero del cine americano que comenzó su carrera en Estados Unidos en 1914 y la finalizó en Francia en 1948, Jacques Tourneur nació en París en 1904. En 1913 marcha a Estados Unidos con su familia, debutando en el cine en 1924 como ayudante de su padre. Marcha luego a Francia, donde en 1931 dirige su primera película, Tout ça ne vaut pas l’amour. Realizará cuatro filmes en su país natal antes de regresar a Estados Unidos, donde, tras realizar una veintena de cortometrajes, comenzará con They all come out una prolífica carrera. En ella coexisten filmes negros y policíacos como Retorno al pasado, su obra maestra; westerns como Una pistola al amanecer,y Furia Salvaje, y filmes de aventuras como El halcón y la flecha y La mujer pirata. Pero donde la esotérica personalidad de Tourneur halla su mejor vehículo es, sin lugar a dudas, en el género fantástico.
En 1942 y 1943 dirigió dos películas para el productor Val Lewton -Cat Peopley I walked with a Zombie-, en las que podemos apreciar lo mejor del estilo Tourneur: su elegancia expresiva, una puesta en escena con clase, su acercamiento realista a temas oscuros, su forma de introducir lógicamente lo fantástico en lo cotidiano y una capacidad sin límites para inquietar al espectador.
El agudo crítico Andrew Sarris definió su obra diciendo que representaba «el triunfo del gusto sobre la fuerza». En estos días la Filmoteca Nacional le rinde un pequeño homenaje con la proyección de sus tres mejores películas: Retorno al pasado, La mujer pantera y I walked with a Zombie. Una muerte ignorada para una obra desconocida.
Para quienes vivimos sumergidos en la Serie B, los que preferimos la cara B del single, el lado oscuro de la Luna y cruzar al otro lado del espejo, Jacques Tourneur ha sido siempre poco menos que un dios. Un auténtico mito del Cinéma Bis, como dicen los franceses. Tanto que, a veces, llegamos a cansarnos de su nombre, como si fuera un mantra ya poco eficaz, de tan clásico y referencial. Pero lo cierto es que basta salir un poco de nuestro ghetto, para darnos cuenta de que, todavía hoy, las enciclopedias de cine apenas le dedican unas líneas. Que sus películas, con la obvia excepción de los grandes clásicos reconocidos, siguen estando olvidadas. Que se le da más espacio en la historia del cine a su digno padre, el cineasta Maurice Tourneur, que a él, hijo pródigo abducido por Hollywood… En definitiva, que a pesar de La mujer pantera (Cat People, 1942), Yo anduve con un zombie (I Walked with a Zombie, 1943) o Retorno al pasado(Out of the Past, 1947), Jacques Tourneur sigue siendo un “maldito”, un “marginado”. Gracias sean dadas a los dioses. Porque nada podría ser peor que la total asimilación de Jacques Tourneur por la academia, por la corriente general, por los popes del cine… Afortunadamente, Tourneur sigue siendo un enigma. Casi todos sus filmes para Val Lewton son alabados… Pero se menosprecia injustamente El hombre leopardo (The Leopard Man, 1943), una exótica pieza de terror psicológico, que anticipa el giallo y el psychothriller modernos.
Un grande del film noir
Es uno de los grandes del film noir gracias a Retorno al pasado, pero se olvidan piezas tan curiosas como Berlín-Express (1948), igualmente virtuosa en su blanco y negro… Se admira sin paliativos La noche del demonio (Night of the Demon, 1956), pero se ignoran La comedia de los terrores (The Comedy of Terrors, 1963) o La ciudad sumergida (The City Under the Sea, 1965). Se recuerda siempre El halcón y la flecha (The Flame and the Arrow, 1950), pero se olvida un fastuoso western como Tierra generosa (Canyon Passage, 1946) o un peplum como La batalla de Maratón (La bataglia di Maratona, 1959). Es decir, no se sabe si hay un Tourneur bueno y otro malo, si la filmografía de Tourneur es tourneriana, si hay un estilo Tourneur o si, en definitiva, como dijera alguien, Jacques Tourneur existió realmente.
Es precisamente la naturaleza mercurial, inaprehensible, de Tourneur y su cine, del serial a la eurotrash, del blanco y negro al technicolor, de la sobriedad al exceso, la que marca la diferencia y nos devuelve a lo que representa: el auténtico encanto de la Serie B. Un encanto que no se ajusta a cánones, que no responde al clasicismo de Hollywood o, lo que es mejor, que puede pasar de ese clasicismo a momentos e imágenes, incluso a películas, que lo eluden y rompen en pedazos. Westerns, thrillers, filmes de terror, comedias, pelis de romanos, fantasías absurdas… Todos los géneros B adquieren en manos de Tourneur un brillo inusual, que evade tópicos y clasificaciones. ¿A veces un filme de Tourneur no parece de Tourneur? Puede. Pero, ¿cómo es un film de Tourneur? Es romántico como La mujer pantera y Retorno al pasado… ¿o espectacular y ágil como Tierra generosa y El halcón y la flecha? Es elíptico, sutil y elegante, como Yo anduve con un zombie… ¿o grotesco y paródico como La comedia de los terrores? Es Serie B. Cine contextualizado por su presupuesto, su producción, sus guionistas, el público al que se dirige… Pero en el que, de forma subterránea, esotérica, se hace presente siempre el ojo del autor, su sentido de la estética, de la luz, sus manías. En definitiva, su cine.
Universos fascinantes
Existe un cine de Jacques Tourneur, lo ha descubierto Chris Fujiwara, autor de la mejor monografía sobre el director. Pero existe en la sombra, en la misma elipsis que tanto utilizó en sus filmes de misterio. Puede que la verdadera unidad esencial de su obra estribe no tanto en su narrativa cinematográfica específica, que a veces varía significativamente, como en el empleo de imágenes y símbolos fascinantes, conscientes e inconscientes. En la creación de atmósferas visuales tan inolvidables como las de sus filmes para Val Lewton o el onírico universo pulp de Retorno al pasado, en los colores encendidos y soñadores de películas absurdas como La ciudad sumergida o La batalla de Maratón (donde, por cierto, parte de la fotografía corrió a cargo de Mario Bava)… En cierta ocasión, le preguntaron a Tourneur qué lugar creía que ocuparían sus películas en la historia del cine: “Ninguno”, contestó. Y así es. Porque forman parte no de la historia del cine, sino de su contrahistoria. De su lado oscuro, de esa historia paralela que conforma la Serie B de Bizarre, para la que puede tener más importancia que Tourneur padre fuera ayudante de Rodin y Puvis de Chavannes, los grandes artistas simbolistas franceses, que el dinero que costó El halcón y la flecha.