Trompetista, El

Título en castellano El trompetista
Titulo original Young Man with a Horn
Año de filmación 1950
Duración 112′
Pais Estados Unidos
Director Michael Curtiz
Guion Carl Foreman (Novela: Dorothy Baker)
Música Max Steiner, Ray Heindorf
Dirección de fotografia Ted D. McCord (B&W)
Reparto
  • Kirk Douglas
  • Lauren Bacall
  • Doris Day
  • Mary Beth Hughes
  • Nestor Paiva
  • Hoagy Carmichael
  • uano Hernandez
  • Jerome Cowan
Productora Warner Bros. Pictures
Sinopsis Con una trompeta de segunda mano, y siguiendo los pasos de un brillante músico de blues, un chaval se convierte en un músico excelente cuyo talento le lleva de los más lúgubre tugurios a los clubs con más clase de la ciudad. Pero su desesperada búsqueda por la melodía atrapada en su mente (pero que le es imposible tocar) le lleva al tortuoso mundo de la bebida
Premios  
Subgénero/Temática Alcoholismo, Biografia, Jazz

El trompetista

tomado de filmaffinity

Dirigida por Michael Curtiz («Casablanca»), escrita por Carl Foreman, se basa en la novela homónima de Dorothy Baker, de 1938, inspirada según la autora en la vida de Bix Beiderbecke. El doblaje de la trompeta de Douglas corre a cargo de Harry James. Fue producida por Jerry Wald («La senda tenebrosa», «Belinda»).

Ambientada en los primeros años de la Postguerra, la acción se desarrolla en varias ciudades de EEUU y finaliza en Nueva York. Narra la historia de un muchacho huérfano, acogido por su hermana, con grandes aptitudes para la música. Encuentra en el trompetista Art Hazzard (Juano Hernandez) al maestro y protector que necesitaba para triunfar en el mundo del jazz. La pasión de Rick Martin (Kirk Douglas) por la música y su dependencia de la trompeta son tan grandes que sobrepasan los límites de la normalidad. Toca compulsivamente todas las horas del día y nunca deja la bolsa con la trompeta, que le da seguridad y fuerza. Conoce a muchas personas, pero tiene muy pocos amigos. La relación de Rick con la trompeta pone de manifiesto, posiblemente, una personalidad débil y adictiva. Por otro lado, su relación con una bellísima mujer, Amy North (Lauren Bacall), permite que la película presente el amor de ésta con una pintora, en una de las primeras ocasiones que el cine se hace eco, con naturalidad, de la realidad homosexual femenina. Es la primera película de Hollywood que dedica a la música de jazz una atención a gran escala, en un recital extenso y muy brillante. Las sucesivas interpretaciones orquestales y algunas canciones de Doris Day («I May Be Wrong», «With A Song In My Hearth», «The Very Thought Of You») prestigian el jazz y hacen que la obra sea imprescindible para los amantes del mismo.

La música tiene un papel protagonista. La participación de Rick en diversas orquestas, las 9 canciones que interpreta Doris Day con su propia voz y las sesiones de grabación, hacen que la película, sin ser un musical clásico, sea una obra de mucha y muy buena música. La fotografía, a cargo de Ted McCord («El tesoro de Sierra Madre», «Al Este del Edén»), ofrece una vistosa y elegante combinación de negros intensos, enmarcados en fondos grises, acompañados de blancos suaves y brillos muy acertados (collares, pulseras, colgantes, pendientes, broches). La cámara se mueve con agilidad en magníficos travellings, encuadres de abajo arriba y zooms emocionantes (la despedida de Smoke). Las interpretaciones de Douglas y Bacall son notables y Doris Day supera la prueba y demuestra que también tiene madera de actriz. La dirección del mítico Michael Curtiz (de amplísima filmografía) demuestra su maestría y, también, su afición por las sombras y los ambientes cargados de humo, como ya hiciera en «Casablanca».

Música, problemas psicológicos, alcoholismo, homosexualidad y amistad (la de Rick con Jo, Hazzard y Smoke) son los ingredientes de este drama lleno de humanismo y sinceridad.


Para quienes nos encanta aquel Jazz de los pioneros, en aquellos viejos tugurios de New Orleans, “El trompetista” es un magnífico exponente de este género musical representativo por excelencia del alma negra (expresión tan gráfica como desafortunada, lo reconozco). Y lo más curioso es que recoge aspectos biográficos de un músico de raza blanca: Bix Beiderbecke, uno de esos genios “malditos” al que destrozó la bebida.

Para más curiosidades, la impagable presencia de Hoagy Carmichael, actor (recordemos su presencia en Tierra generosa de Jacques Tourneur), músico y compositor además de amigo personal de Beiderbecke, para quien compuso temas como “Riverboat Shuffle”. Hoagy lleva el hilo conductor de la película desde su posición de amigo y camarada de sesiones jazzísticas.

Y por si todo ello no fuese suficiente, la presencia de un actor y dos actrices de primerísima línea como Kirk Douglas, Lauren Bacall y Doris Day. Esta última cantando por ella misma temas como With a song in my heart. Si le añaden un director de los buenos como Michael Curtiz de quien se han dicho y repetido tantas cosas, pues tendrán al joven con la trompeta bajo el brazo, película digna e interesante que, sin llegar a la categoría de obra maestra, se ve bien y en la que podemos apreciar la profesionalidad de sus actores, especialmente Douglas, quien se preparó a conciencia para este papel, aunque en cuanto a la música fuese doblado por un profesional de la trompeta como Harry James.

Y en la misma coctelera, un evidente chorrito de lesbianismo tan “inapropiado” para los guardianes de la decencia de aquellos tiempos que incluso limitó la explotación comercial. Hoy, superados suficientemente este tipo de cosas la película queda como una obra mas que notable, especialmente si, como es mi caso, se es aficionado al jazz de los Ellington, Armstromg, Gillespie ó Coleman Hawkins y a la que tal vez le falte algo más de osadía en su tramo final.

La bebida como remedio a las penas. ¿Pero cuales eran las penas? ¿La búsqueda de una nota inexistente ó los ojos de una mujer fatal?. La respuesta no está en el viento. La tienen delante de ustedes.


tomado de 39escalones

El trompetista_39

Aquí tenemos a un joven Kirk Douglas mostrándole su aparato (la trompeta en este caso, aunque intentó por todos los medios enseñarle mucho más, como tenía por costumbre, por otra parte, hacer con casi todas sus compañeras de reparto y, en general, con toda fémina de buen ver que se pusiera a tiro) a la pavisosa de Doris Day, que ya por entonces hacía méritos para encasillarse en el papel de mojigata cursi con tendencia a los gorgoritos y a la sonrisa ‘profident’ que la consagró para los restos, en una fotografía promocional de El trompetista (Young man with a horn, Michael Curtiz, 1950), drama interesante pero fallido que tiene como protagonista central a un muchacho que pasa de una infancia desgraciada y solitaria a tocar la trompeta en algunos de los locales con más clase de Nueva York.

El principal defecto de construcción del film reside, no obstante, en la música, y a dos niveles diferentes. En primer lugar, porque la cuestión musical queda reducida a un mero pretexto argumental; el jazz, lejos de adquirir un papel esencial en el desarrollo de la trama, no es más que un elemento más de la puesta en escena, un aditivo decorativo que reviste el arquetípico objeto de la acción: Rick Martin, un joven pobre, con una infancia triste (sus padres fallecen prematuramente y él se cría en el desestructurado y caótico hogar de su hermana) encuentra en la música, en particular en la trompeta, la vía para huir de su presente y aspirar a una vida con la que sólo puede soñar; convertido, ya talludito (Kirk Douglas) en un virtuoso del instrumento (seguimos hablando de la trompeta) gracias a las enseñanzas de un maestro negro, Art Hazzard (Juano Hernandez), echará a perder su carrera y su futuro cuando se enamora de la mujer equivocada, Amy North (Lauren Bacall), e intenta paliar los sinsabores que le produce con la ingestión masiva de alcohol. La amistad de Jo Jordan (Doris Day), en realidad enamorada de él, no le sirve para reconducir la situación, y el sueño de su vida, encontrar la nota que nadie ha logrado hacer sonar antes, la melodía añorada que sólo existe en el dibujo difuso e inaprensible de su mente, se le escapa para siempre… Es decir, nos encontramos con una historia típica de ambición, ascenso, desengaño, traición, frustración y redención, con la música como simple escenario. Por otro lado, los números musicales que el director regala a Doris Day para el lucimiento de sus cualidades vocales no hacen sino interrumpir el desarrollo dramático de la acción, entrecortando sin necesidad una historia en la que los músicos y el jazz deberían contar con la mayor cuota de protagonismo.

No todo son errores, desde luego. El planteamiento, la narración en flashback de toda la historia por parte del personaje de Willie ‘Smoke’ Willoughby (Hoagy Carmichael), pianista al que Rick conoce en su primer trabajo como trompetista para una orquesta (en el ball-room ‘Aragon’, por cierto), que queda  limitado a abrir y cerrar el film, evitando la reiteración del recurso a la voz en off, resulta un acierto, y las interpretaciones, tanto de Douglas como de Bacall, son voluntariosas e intensas. A pesar de ello, y de su gran amistad de años (ambos estudiaron en la misma escuela neoyorquina, y Bacall, ya instalada en Hollywood, hizo mucho por conseguir que Douglas pudiera dar el salto de Broadway al cine), en pantalla carecen de química, de sintonía, y no resulta creíble en ningún modo su arrebatada atracción inicial ni tampoco el desarrollo dramático de su relación, que va de la exaltación inicial al odio mutuo, y que es el detonante del fracaso vital de Rick: a partir de ahí no sólo da la espalda a Jo y a Willie, sino que se enfrenta a Art hasta el punto de renegar de él y de las enseñanzas que recibió de su parte. El alcohol constituye su único horizonte vital, hasta que, por exigencias del Código Hays, el guionista Carl Foreman (adaptador de la novela de Dorothy Parker) debió introducir con calzador un apresurado final feliz -relatado por Willie pero no mostrado ni bien engranado con el desarrollo de la película- en el que Rick encuentra de nuevo el camino, grabando discos con una orquesta, acompañado de la voz de Jo y el piano de su amigo.

Melodrama sentimental con interludios musicales más que musical en sí, historia ceñida a los cánones de superación, auge, caída y redención, la pericia de Curtiz en la dirección consigue dotar a un film esquemático y previsible de brío y buen pulso, y esto lo consigue, más que nada, el papel residual que le concede a la música (la partitura de la película es de Max Steiner, con apuntes jazzísticos de Ray Heindorf), en especial a las sesiones que los músicos improvisan en los distintos locales nocturnos y tugurios de la ciudad (con gran interpretación de Douglas en su simulación del toque de trompeta, instrumento que intentó aprender por sí mismo para representar su personaje de manera realista), así como a la inclusión de algunos de los más célebres clásicos de la época, todos ellos reconocibles, que hacen más ágil e inteligible para el espectador no iniciado en el jazz la comprensión que el significado de esa música tiene para Rick, sus ansias de saltarse las partituras y dejar volar la melodía de su trompeta hacia la búsqueda de esa nota, de esa secuencia de notas, escrita sólo en su imaginación.

Película para disfrutar más con detalles puntuales que por la solidez del conjunto, permanece no obstante en la memoria cinéfila como uno de los escalones que posibilitaron el ascenso al estrellato de Kirk Douglas, un actor carismático, temperamental y muy independiente, que llegó a Hollywood por la puerta grande y que, en el momento de escribir estás líneas, es el último actor masculino vivo del Hollywood dorado.


tomado de hildyjohnson

Como siempre os digo sorpresas depara el cine. Si ayer hablaba de una película que unía cine y jazz, hoy os hablo de otra que me ha sorprendido gratamente y con el mismo tema de fondo.

Ayer, os confieso, que eché unas lagrimillas, sobre todo porque me enterneció hasta decir basta el personaje Art Hazzard interpretado con sensibilidad y maestría por el actor puertorriqueño (y de vida muy interesante) Juano Hernandez.

La película es una adaptación de una novela y está inspirada en la historia de un músico de jazz real, Bix Beiderbecke, que murió a los 28 años aquejado por su dependencia al alcoholismo.

El trompetista es una película donde se unen cinco personajes que escenifican la amistad, la pasión por la música, la dependencia al alcohol… y es un drama que atrapa totalmente.

La película empieza con otro personaje enternecedor que nos cuenta en primera persona la historia del trompetista Rick Martin. El personaje se llama Smoke, es pianista, ama la música y es el gran amigo y apoyo de Rick. El personaje tiene el rostro de un músico de jazz real que hizo también varios papeles para el cine: Hoagy Carmichael (además trabajó en la vida real con Bix Beiderbecke).

Nos cuenta, de manera preciosa, a mí me llegó, la infancia solitaria de Rick, huerfano, que encuentra en la música su pasión y tabla de salvación. El niño se queda ensinismado con la forma que tiene de tocar el músico negro Art Hazzard. Siempre que puede le espía, entusiasmado, en el local donde toca. Hasta que un día Hazzard le hace pasar y se convierte en el mentor y maestro del niño que está totalmente dotado para la música. Hazzard le transmite toda su sabiduría. Cuando Rick (magnífico Kirk Douglas en primeros papeles protagonistas) ya es un joven, siempre introvertido, Hazzard se despide de él porque le han contratado en Nueva York y le aconseja que no se encierre en sí mismo, que viva, que busque si lo que realmente quiere es ser músico, le advierte que es una profesión dura, le habla de su experiencia y vida…

Pero Rick se siente seguro con su trompeta, siente la música, y con ella se siente completo y comienza su andadura profesional. Ahí es cuando conoce a tres personas fundamentales: el pianista Smoke, la cantante Jo y a Amy.

Las dos mujeres son claves fundamentales para este drama. Jo es una artista sencilla y encantadora con muy buena voz que entiende la personalidad de Rick y su pasión. Y la respeta profundamente. Cree en él y nunca le abandona. Ella es una Doris Day perfecta cuando todavía no era la reina de la comedia ni la virgen de américa. La otra, Amy, es quien desvía a Rick de su camino, le hace vulnerable, le separa de su pasión y descubre su personalidad dependiente, con ella cae en el alcohol, ella destapa su débil carácter carente de afecto. Amy tiene el rostro de la bella Lauren Bacall e interpreta a un personaje antipático y desagradable. Sinceramente, Amy, niñata consentida y confundida, me sacó de quicio totalmente.

Su carrera profesional cada vez mejor —aunque no exenta de dificultades y rebeldías— le llevan a Nueva York. Donde además de reencontrarse con Jo y conocer a Amy, vuelve a toparse cara a cara con su ya anciano maestro Hazzard que toca en un club. Hazzard es un músico enfermo y ya vencido, el joven Rick toca con él por las noches, le devuelve alegría y vitalidad, y hace que mantenga su trabajo en el club.

Sin embargo, la insoportable Amy se cruza en su camino y Rick se va autodestruyendo, cae en el alcohol, se aleja de la música, de Hazzard, de Jo, de Smoke…, su matrimonio fracasa y es un duro golpe para Rick que pierde el rumbo totalmente. En este momento, se desarrolla una de las escenas más emotivas y dramáticas con su maestro Hazzard (que no desvelo). Otra tragedia vuelve a golpear a Rick.

A pesar de los esfuerzos de Jo y Smoke —que nunca le abandonan—, Rick termina por las calles, totalmente alcoholizado y cae gravemente enfermo con una neumonía…, sin embargo, como le dice un triste y cariñoso Hazzard, no te preocupes muchacho todo va a salir bien.

El trompetista está perfectamente dirigida por Curtiz (director a reivindicar con una carrera plagada de obras interesantes, no sólo Casablanca), cuenta con un buen guión (Carl Foreman) e intérpretes excelentes. Tampoco olvidar el apartado musical y la excelente voz de Doris Day. Otra anecdota es que muchos espectadores y críticos ven en la relación que establece Amy, cuando ya se está terminando su matrimonio con Rick, con una joven pintora, una relación lesbiana, siendo Amy uno de los primeros personajes bisexuales de la pantalla cinematográfica (durante el funcionamiento del código de censura uno de los temas que no podía reflejarse en pantalla era la homosexualidad). Pero vamos yo la veo demasiado oculta. Quizá no hubiera comentado nada de ese aspecto si no hubiera leído información.

El trompetista merece ser revisita. Y, de verdad, descubrir a Juano Hernandez un placer, me encanta su personaje.



tomado de extravaganciasblog

La creación artística, el genio enfrentado a un medio social hostil, la obsesión por alcanzar la perfección, lo desconocido, la blue note . Una vida que sólo se realiza mediante la música.

En El Trompetista, Michel Curtiz demuestra una vez más ser un magnífico profesional como dejó ver en su dirección de Casablanca o Robín de los bosques, un director que sabe mover la cámara con precisión y que sabe dar el tono justo a sus películas. El trompetista es una excelente película sobre el artista en el medio social y cultural que le ha tocado moverse. Basada en la vida del cornetista  y pionero del jazz Bix Beiderbecke, unos de los mejores solistas blancos de aquellos años veinte y uno de los interpretes favoritos de Scott Fitzgerald , cuenta, en tono de drama, la vida de Rick Martin ( Kirk Douglas ) y su obsesión por la música y por encontrar ese elemento, esa nota que vaya más allá de lo convencional. Espléndida actuación de Douglas dando vida a ese trompetista obsesionado con la música, con ese deseo de tocar su música. En su camino se va a encontrar con  la cantante Jo Johnson ( Doris Day) y a esa extraña mujer insatisfecha Amy ( Lauren Bacall ). 

 

Pero El trompetista va más allá de las peripecia vital del protagonista, plantea dos temas interesantes en la creación artística, la neurosis del artista y el encorsetamiento de este en estructuras culturales. Rick es un ser obsesionado con la música, huérfano desde pequeño, descubre en la trompeta su manera de expresarse en el mundo, la trompeta es su “ alter ego “, su manera de estar en el mundo, la música es toda su vida y su obsesión encontrar esa nota especial, única, que nadie ha sido capaz de tocar. Por otro lado la personalidad del músico se ve coartada por la imposibilidad de la libertad. Encorsetado en la grandes orquestas, en las grabaciones donde Rick tiene que atenerse a un estilo predeterminado para poder subsistir. Es en los bares, en los antros del viejo jazz donde sólo puede expresar esa música que llena su vida. Ese carácter neurótico y su fracasado matrimonio con la peculiar Amy le llevan a la destrucción.

Curtiz realiza un estupendo trabajo, como ya mostrase en Casablanca, la cámara se desliza entre los actores mostrándonos toda su fuerza dramática. Excelente fotografía en ese claro oscuro en que se mueve toda la película. Pero sin duda el gran acierto de la película son sus intérpretes. Magnífico Kirk Douglas dando vida a ese trompetista obsesionado con la música, magnífica Doris Day en el papel de chica buena y estupenda interpretación de sus canciones, y como no Lauren Bacall, esa mirada y esa manera de fumar son únicas, interpretando a esa Amy permanentemente insatisfecha, coleccionando experiencias pero siempre con esa sensación de vacío interior.

Magníficos también la descripción de ambientes. La película se mueve en dos, llamémoslos así, escenarios, los clubes de baile donde las grandes orquestas sirven como acompañamiento y en las que el protagonista se ve atado y condenado a ganarse la vida y esos bares y antros de jazz donde la libertad, con el espeso humo flotando en el ambiente, impera y la música fluye en toda su profunda expresión.

Excelente película con el jazz como componente esencial. Curtiz demuestra, una vez más, en esta película ser un eficiente director de cine.


 

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