Trumbo, Dalton

Nombre Dalton Trumbo
Actividad Guionista
Lugar de nacimiento Montrosse Colorado
Fecha de Nacimiento 9 de diciembre de 1905
Lugar de fallecimiento Los Angeles
Fecha de fallecimiento 10 de septiembre de 1976
Filmografia
  • Road Gang (1936)
  • Love Begins at 20 (1936)
  • Devil’s Playground (1937)
  • Fugitives for a Night (1938)
  • A Man to Remember (1938)
  • Five Came Back (1939) (escrita con Nathanael West y J. Cody)
  • Curtain Call (1940)
  • A Bill of Divorcement, (1940)
  • Kitty Foyle (1940)
  • The Lone Wolf Strikes (1940)
  • You Belong to Me (1941)
  • The Remarkable Andrew (1942)
  • Tender Comrade (1944)
  • A Guy Named Joe (1944)
  • Thirty Seconds Over Tokyo (1944)
  • Our Vines Have Tender Grapes (1945)
  • Gun Crazy (1950) (co-escrita bajo el pseudónimo Millard Kaufman)
  • He Ran All the Way (1951) (co-escrita bajo el pseudónimo Guy Endore)
  • The Prowler (1951)
  • Roman Holiday (1953) (bajo el pseudónimo Ian McLellan Hunter)
  • They Were So Young (1954) (bajo el pseudónimo Felix Lutzkendorf)
  • The Boss (1956) (bajo el pseudónimo Ben L. Perry)
  • The Brave One (1956) (bajo el pseudónimo Robert Rich)
  • The Green-Eyed Blonde (1957) (bajo el pseudónimo Sally Stubblefield)
  • From the Earth to the Moon (1958) (co-escrita bajo el pseudónimo James Leicester)
  • Cowboy (1958) (bajo el pseudónimo Edmund H. North)
  • Spartacus (1960) dirigida por Stanley Kubrick (basada en la novela homónima de 1951 de Howard Fast)
  • Exodus (1960) dirigida por Otto Preminger (basada en la novela homónima de 1958 de Leon Uris)
  • The Last Sunset (1961)
  • Town Without Pity (1961)
  • Lonely are the Brave (1962)
  • The Sandpiper (1965)
  • Hawaii (1966) (basada en la novela homónima de 1959 de James Michener)
  • The Fixer (1968)
  • Johnny Got His Gun (1971) (también director)
  • The Horsemen (1971)
  • F.T.A. (1972)
  • Executive Action (1973)
  • Papillon (1973) (basada en la novela homónima de Henri Charrière, 1969)

tomado de wikipedia

Dalton Trumbo (Montrose, Colorado9 de diciembre de 1905 – Los Ángeles10 de septiembre de 1976) fue un novelista, guionista y director de cine estadounidense perseguido por el macarthismo (fue uno de los Diez de Hollywood). Se vio obligado a testificar ante del Comité de Actividades Antiestadounidenses en 1947, dentro de la búsqueda de elementos comunistas en la industria del cine. Debido a esto, tuvo que usar seudónimos en sus trabajos. Entre las películas cuyos guiones escribió destacan Johnny cogió su fusilPapillonEspartacoÉxodo y dos que recibieron el premio Óscar por su labor: Vacaciones en Roma y El bravo.

Carrera

Nacido en la localidad de Montrose (Colorado), Trumbo se graduó en el Grand Junction High School. Asistió durante dos años a la Universidad de Colorado, donde actualmente la fuente central lleva su nombre.

Comenzó a trabajar para la revista Vogue. En 1937 se inició en el mundo del cine y en la década siguiente se convirtió en uno de los guionistas mejor pagados de Hollywood gracias a películas como Treinta Segundos sobre Tokio (1944), Our Vines Have Tender Grapes (1945) o Kitty Foyle (1940), en la que fue nominado al Óscar al mejor guion adaptado.

En el campo de la novela, en 1939 consiguió el National Book Award por Johnny Got His Gun, novela de inspiración pacifista que surgió a raíz de la impresión que le transmitió la imagen de un soldado desfigurado en la Primera Guerra Mundial.

En los años 50, el futuro autor de los guiones de EspartacoJohnny Got His Gun (basada en su propia novela) o Roman Holiday (en español Vacaciones en Roma), fue víctima de la caza de brujas contra el comunismo emprendida por el senador McCarthy en Estados Unidos. El guionista fue acusado por el Comité de Actividades Antiestadounidenses (arma política encargada de vigilar la «peligrosa influencia comunista» en Hollywood durante la Guerra Fría). Él prefirió seguir fiel a sus principios y fue encarcelado durante 11 meses y se exilió posteriormente en México.

Desde allí, continuó escribiendo con extraordinario talento para defender la libertad de expresión y siempre bajo diferentes pseudónimos.1​ Kirk Douglas fue el primero en devolver su nombre a las pantallas con el estreno de Espartaco, lo que le valió enfrentarse a los partidarios de la lista negra de Hollywood.

Su propio hijo, Christopher Trumbo – siguiendo las huellas de su padre como guionista – y el director Peter Askin (Lío en la Habana, Company Man) han querido rendir homenaje a su figura, dedicándole el conmovedor documental Trumbo y la lista negra.1​ En el documental, actuales estrellas de Hollywood como Michael DouglasDustin HoffmanDonald SutherlandLiam NeesonPaul Giamatti o Josh Lucas ponen voz a las cartas y fragmentos escritos por el propio Dalton, aclamado en la actualidad por muchos, como el mejor guionista de aquel momento. Además de la intervención de estos testimonios, el documental combina sus extraordinarias cartas con imágenes de archivo, clips de sus películas y entrevistas a testigos del entorno de Trumbo, uno de los escritores favoritos de Hollywood.1

Dalton Trumbo fue miembro de los llamados Diez de Hollywood, grupo rebelde que rechazó la investigación autoritaria y se negó a testificar en 1947 en los famosos juicios del macarthismo (o caza de brujas).

Al criticar los métodos utilizados por McCarthy y sus seguidores para limitar la libertad de expresión, Trumbo sufrió represalias laborales y fue perjudicado en todo sentido.1

Ganador de dos Óscar

Durante su exilio, Dalton Trumbo disminuyó su producción, pero se mantuvo activo dentro de lo posible, a menudo sin crédito.

Ganó dos Óscar por trabajos muy distintos: Vacaciones en Roma (1953) y El bravo (1956) y en secreto, gracias a colegas y seudónimos. En este segundo caso, la Academia de Hollywood lo reconoció como legítimo ganador de la estatuilla en 1975, un año antes de su muerte, mientras que en el primero, su victoria se oficializó póstumamente en 1993.

En Vacaciones en Roma (1953), una preciosa película de William Wyler que lanzó al estrellato a Audrey Hepburn como una solitaria princesa ávida de vivir nuevas experiencias, lo cubrió Ian McLellan Hunter, y en El bravo (1956), cinta de Irving Rapper sobre la íntima relación de un niño mexicano y su toro de lidia, firmó como Robert Rich.

En 1971, Dalton Trumbo dirigió la adaptación de su Johnny Got His Gun, interpretada por Timothy BottomsDiane Varsi y Jason Robards.

La película Papillon (1973), con guion coescrito por Trumbo en uno de sus últimos trabajos, muestra la persistencia por alcanzar la libertad de un condenado a cadena perpetua por un crimen que afirma no haber cometido; el preso y su compañero, (Steve McQueen y Dustin Hoffman), son enviados al exilio en las colonias penitenciarias de Guayana Francesa y la Isla del Diablo.

Una de sus últimas películas, Executive Action, se basó en diversas teorías conspiratorias sobre el asesinato de Kennedy.

Murió de un ataque al corazón a la edad de 70 años.

Película biográfica

Las peripecias vividas por Dalton Trumbo durante la caza de brujas fueron narradas en el filme Trumbo (2015), dirigido por Jay Roach, donde su personaje fue interpretado por Bryan Cranston. Participan en este filme figuras tan relevantes como Diane Lane como Cleo Beth Fincher, Helen Mirren como Hedda Hopper y John Goodman como Frank King.


tomado de elmundo

Bryan Cranston, el protagonista de ‘Breaking bad’, se pone en la piel del legendario guionista, uno de los grandes perjudicados por la Caza de Brujas.

Cuenta Dalton Trumbo que en una ocasión recibió una oferta para adaptar su célebre novela Johnny cogió su fusil. La propuesta venía de México. «Me preguntaron si querría trabajar para Luis Buñuel. Mi respuesta fue que estaba dispuesto a hacer lo que me pidieran. Si querían que escribiera, perfecto. Pero, en realidad, también habría dicho que sí a hacer de su secretaria o lavarle la ropa«. La anécdota da una medida, quizá lejana, del tamaño de la figura de probablemente el más célebre de los personajes que compusieron el grupo tristemente famoso por el título de los 10 de Hollywood.

La declaración tuvo lugar durante una de las últimas entrevistas que concedió el guionista antes de su muerte en septiembre de 1976. Y, a su modo, define al autor. Lejos de él cualquier amago de resentimiento. «Lo más destacable de su personalidad era su teatralidad. Hablaba como si labrara las palabras en mármol y siempre, incluso en las peores circunstancias, haciendo gala de un espíritu de superación y un humor fuera completamente de lugar», dice Bryan Cranston. La declaración del actor más conocido por su trabajo en Breaking bad viene a cuento de, precisamente, Trumbo, la película recién presentada en el festival de Toronto y que no sólo repasa uno de los capítulos más vergonzosos de la historia de Hollywod, sino que lo hace con el único formato posible que acepta la inteligencia: con humor. No es una comedia, pero casi.

«Es, sin duda, el único género que un tipo como Trumbo habría aceptado para contar su vida», sentencia el director Jay Roach. No en balde en su currículo aparecen títulos tan poco graves como Los padres de ella o Austin Powers. Miembro de oro. «Me siento humorado de haber podido dirigir esta película», comentó en la presentación en un intraducible juego de palabras donde la palabra honored (honrado) fue sustituida por un neologismo (humored) que da una idea del sentido de todo esto.

La historia es conocida. En 1947, en marzo para más precisión, la historia del cine vivió su más traumática amputación. La Comisión de Actividades Antiamericanas (HUAC) inició su celebérrima Caza de Brujas en perfecta sintonía con el furor anticomunista desarrollado por el FBI de Hoover. La HUAC acababa de un plumazo con la generación más iluminada de Hollywood. Nombres como Robert Rossen, Edward Dmytryk, John Huston, Jules Dassin, Elia Kazan (el gran arrepentido) o el mentado Dalton Trumbo vieron como su intento de dotar de, digamos, conciencia social a la mayor fábrica de entretenimiento de la historia de la humanidad se quedaba en fallido.

Una maquinaria tan alocadamente inquisitorial como demente arrasó con todo. Fue un disparate que habría resultado hasta divertido sino fuera la crueldad de la estupidez. En sesiones esperpénticas en la que el actor Adolphe Menjou definía a los comunistas como a personas «con ideas no americanas» o donde la madre de Ginger Rogers era saludada como «una autoridad en comunismo en Estados Unidos», se llegó a la determinación de perseguir, por ejemplo, a los responsables de películas en las que se criticase a los ricos o que mostrasen soldados desengañados de su experiencia bélica.

Sólo 10 (Dmytryk y Trumbo entre ellos) se negaron a responder a la citada comisión cuando fueron interrogados sobre sus ideas y su filiación política, acogiéndose a la primera enmienda de la Constitución redactada en 1791. Una circunstancia que les valió una condena por desacato, un año de cárcel y el despido. De otro modo, lo más parecido a la muerte.

De nada sirvieron actos como la marcha a Washington del Comité por la Primera Enmienda el 27 de octubre de 1947, con Bogart a la cabeza. Los que no huyeron (Dassin, Rossen o Chaplin) optaron por el arrepentimiento (Dmytryk) o, peor, la denuncia (Sterling Hayden, Elia Kazan, Budd Schulberg o Martin Berkeley, que delató a 162 compañeros).

La historia de Trumbo es, como la de tantos entonces, la de un comunista. En la película, un inocente cartel no ajeno al complejo de culpa, razona que la crisis de los años 30 «empujó» a muchos hacia ideas socialistas. Aún hoy, parece, es necesaria una explicación. El sábado, cuando se presentó oficialmente la película en el barroco y desaforado Egin Theatre, entre los asistentes se encontrabaMichael Moore. Probablemente, otro comunista ‘empujado’ también por otras circunstancias.

Trumbo recorre la historia de un hombre excéntrico, combativo y siempre pendiente de su origen. «Nací en un pueblo de Colorado y aún recuerdo el primer coche que pasó por mi calle. Hoy acabo de volar en un 747. Para una sola vida, no está mal«. Éste era el tipo de frases que se escuchan en la cinta y que, en efecto, definen al personaje. La cinta se comporta como un biopic al uso hasta el momento en el que su protagonista empieza a cambiar frases con John Goodman, en el papel de productor, o el cómico Louis C.K. como su amigo Arlen Hird. También se pueden ver a Diane Lane (su mujer Cleo) o un reparto peculiar de imitadores que reproducen no sin gracia el Hollywood de la época. Michael Stuhlbarg es Edward G. Robinson, Christian Berkel interpreta al imperial director Otto Preminger, David James Elliott presta su cuerpo imponente al ‘buen americano’ John Wayne y Dean O’Gorman reproduce la energía hiperactiva de Kirk Douglas.

En lo que dura la película, vemos a Craston-Trumbo aceptar su destino con la misma fatal resignación con la que Heisenberg sella su destino de profesor de química a la vez que enemigo público número uno en Breaking bad. Trumbo, que empezó como panadero a razón de 75 dólares a la semana antes de convertirse el guionista mejor pagado con un sueldo de 4.000 dólares a la semana, siempre tuvo claro su origen y su compromiso. Y nunca evitó significarse por ello.

Entre 1943 y 1948 formó parte del Partido Comunista. En el 46, ‘empujado’ o no por las circunstancias, imaginó y así escribió un artículo titulado ‘La amenaza rusa’. Allí ponía voz al temor de un soviético a ser masacrado por la primera potencia mundial. Por primera vez, y quizá última, alguien imaginaba la paranoia del revés. Esta fue una de las piedras de toque que le condujo a 11 meses de prisión y su posterior exilio en México. De la figura más reconocida al más odiado en lo que dura una comparecencia ante los micrófonos de la Huac.

Pero su carrera, lejos de acabarse se multiplicó por mil. Pasó a ser una de las figuras más destacadas de la lista negra al más célebre negro de Hollywood. Su actividad se multiplicó hasta el agotamiento. Y siempre dentro de una bañera de agua caliente (a él se debe ese cliché mil veces parodiado) con la máquina de escribir humeando. Y no sólo por el vapor del agua. Entre 1947 y 1960, fecha en la que volvió para firmar con su nombre el guión de Exodus de Otto Preminger, sus trabajos de doble crecieron. Y cómo. Hollywood se había quedado sin quien le escribiera.

Y en esa prolífica carrera en silencio, obtuvo dos Oscar. El primero por la imprescindible Vacaciones en Roma, de William Wyler, en 1953. Él era el hombre detrás del también guionista y amigo Ian McLellan Hunter. De él y de cada uno de los guiños entre la princesa Audrey Hepburn y el periodista Gregory Peck. El segundo llegaría tres años después con El bravo, de Irving Rapper. En este caso, la firma corría a cargo de Robert Rich, que no era sino uno de los pseudónimos más célebres y celebrados de la historia del cine.

Pero eso es sólo lo más destacado de un tiempo en que literalmente no salía de la bañera. A man to remember‘ fue escrito en dos semanas para Garson Kanin y el citado Exodus le exigió leer el libro en dos días y escribir escena a escena sin parar a medida que se desarrollaba la producción.

Todo ello se ve y, sobre todo, se escucha en una película planteada como una comedia. Cada escena tiene la estructura de un gag siempre pendiente del golpe de gracia de un hombre fundamentalmente charlatán, ruidosamente hablador. Nada que ver con el documental de 2007 de Peter Askin sobre su vida. O sí. En éste se reivindicaba la vida de uno de los héroes escondidos de Hollywood a la vez que se señalaba la absurda maquinaria de fanatismo y odio que un día recorrió América entera. Ahora no se trata de eso. O sí, pero al revés. «Lo realmente admirable es que él nunca se rindió. Pese al acoso, pese a ver que algunos de sus compañeros se suicidaban, él siguió confiando en sus posibilidades y en las de su país. Creía en su derecho a ser comunista en un país libre. Y lo llevó hasta el extremo. Con humor incluso», concluye el director. Y, a juzgar por la película, le creemos.

¿Y qué pasó con la adaptación de Buñuel de Johnny cogió su fusil? «Al final el productor se quedó sin dinero y Buñuel volvió a España. Eso sí, tuve el honor de comer un día durante cuatro horas con el Luis. Sólo por eso vale la pena haber escrito un libro». Habla Trumbo. Pues eso.


tomado de eldiario

Dalton Trumbo: Hollywood lo puso en la lista negra y ahora en las pantallas

La hija del mítico guionista repasa los años más intensos en la vida de su padre: los de la lista negra de Mc Carthy y la clandestinidad, y los del reconocimiento de la industria del cine

Mitzi Trumbo habla de la película sobre su padre, con el protagonista de Breaking Bad, Bryan Cranston, en el papel principal.

Cuando Mitzi Trumbo tenía 15 años, abrió la puerta de su casa y se encontró ahí fuera a uno de los actores más famosos de Hollywood. Era Kirk Douglas. Unos días más tarde, se presentó Laurence Olivier. «Extendió su mano para dármela y entonces el perro se puso en medio y tropezó».

Cincuenta y cinco años después, aún recuerda lo deslumbrada que se sintió. Más allá de la emoción, lo que Mitzi mejor recuerda de esos encuentros es un sentimiento de frustración por no poder fardar con sus compañeros del instituto. Su padre, Dalton Trumbo, era uno de los guionistas más famosos de su generación, tanto por su trabajo –escribió la oscarizada  Roman Holiday, protagonizada por Audrey Hepburn y Gregory Peck, y varias novelas– como por sus posiciones políticas de izquierdas.

En 1947, cuando el miedo anticomunista se afianzó en Estados Unidos, Trumbo fue llamado a testificar ante el Comité de Actividades Antiestadounidenses. Rechazó dar nombres de compañeros con supuestas afinidades comunistas y fue encarcelado durante 11 meses. Cuando recuperó la libertad ya estaba en la lista negra y no podía trabajar con su propio nombre. Siguió produciendo guiones que no firmaba y a sus tres hijos –Nikola, Mitzi y Christopher– les decían que no hablaran sobre nada de lo que pasara en casa.

Dalton Trumbo.

Cuando Mitzi abrió la puerta a Douglas y a Olivier, su padre estaba escribiendo el guión de  Espartaco, que luego se convertiría en uno de los mayores taquillazos de todos los tiempos. La autoría de Trumbo se dio a conocer públicamente en el estreno de la película en 1960, un acto que lo sacó de facto de la lista negra.

La extraordinaria historia de la resistencia de Trumbo a la adversidad por motivos políticos se ha convertido ahora en una película, con el protagonista de Breaking Bad, Bryan Cranston, en el papel principal y la participación de Helen Mirren y John Goodman en el elenco. «Es una historia importante que debe salir a la luz», defiende Mitzi, que habla a sus 70 años desde su casa en el Área de la Bahía de San Francisco. «Jay Roach (el director) y Bryan Cranston han hecho un trabajo excelente, realmente se implican», se entusiasma.

Ver a su padre, que murió en 1976, retratado en pantalla fue una experiencia surrealista. Cranston se parecía sorprendentemente a Trumbo, «especialmente cuando sale mayor; en algunos momentos, estaba en el rodaje y decía: ‘Madre mía, ¡se parece tanto!».

Otros aspectos no le parecen tan verdaderos. «Hay una escena en la que él nos lleva a mi hermana y a mí a tomar un helado. Me reí luego con ella diciendo: ‘¡Eso no podría haber pasado nunca!'», relata Mitzi. «Mi padre se pasaba todo el tiempo trabajando y si teníamos problemas íbamos a nuestra madre. Pero él era tremendamente divertido. Aprendimos de él sobre la lengua, sobre la política y sobre cómo pensar. Eso fue maravilloso», recuerda.

Dalton Trumbo.
Un fotograma de la película.

La paranoia desatada por el senador republicano Joseph McCarthy en los años 50 tuvo un impacto devastador en muchos estadounidenses acusados injustamente de subversivos. En Hollywood, más de 300 artistas sufrieron un boicot por parte de los estudios. Algunos, como Charlie Chaplin, Orson Welles y Paul Robeson, emigraron o pasaron a la clandestinidad.

Fue un periodo de división, en el que las lealtades se cuestionaban y las amistades se hacían añicos. Trumbo, que en 1943 había estado afiliado al Partido Comunista durante cinco años, formó parte de los Diez de Hollywood, un grupo de guionistas y directores que rechazaron testificar y a los que se declaró culpables de obstruir el trabajo del Congreso. Otros testigos convocados por el Comité –incluido el director de La ley del silencio, Elia Kazan– dieron nombres y se les permitió seguir trabajando. El dramaturgo Arthur Miller, amigo de toda la vida de Kazan, nunca volvió a dirigirle la palabra. Cuando Kazan recibió un Oscar honorífico en 1999, buena parte del público se negó a aplaudir.

Regreso con gloria

Mitzi recuerda que su padre se mostraba «bastante estoico» sobre su pertenencia a la lista negra. «Sabía que tenía que decidir qué hacer. Honestamente, he de decir que el comunismo no era muy importante para él… Odiaba las reuniones. Era un verdadero pensador independiente y las actividades en grupo no eran lo suyo. Él luchaba por el principio de democracia, por la justicia, los derechos civiles y todas esas cosas. Tener todo eso a tu alrededor es una buena manera de criarte», reflexiona.

Después de salir de la cárcel, la familia Trumbo eludió el cada vez más incómodo clima político estadounidense al mudarse a Ciudad de México durante dos años. Mitzi tenía seis años y tuvo que aprender un idioma nuevo: «Fue un giro radical», explica, y elogia a su madre, Cleo, por «mantenernos a todos unidos»: «ella era el pilar de nuestra familia», relata.

Cuando Mitzi tenía ocho años, los Trumbo volvieron al barrio de Highland Park, en Los Ángeles. «Sabías que eras diferente a todas las demás personas del barrio. Había muchas cosas de las que no podías hablar nunca. Jamás podíamos hablar de lo que estaba escribiendo nuestro padre, a pesar de que tanto él como nuestra madre eran muy abiertos con nosotros», rememora.

En esa época, Trumbo escribió  The Brave One (1956), que se llevó un Oscar al mejor guión, el cual estaba atribuido a «Robert Rich» –un nombre prestado por un sobrino de los productores. Sus ingresos se redujeron: en dos años, Trumbo escribió 18 guiones a un precio medio de 1.750 dólares.

En el colegio, Mitzi se sentía como una extraña. «En un momento dado, empezaron a convocar reuniones secretas de la asociación de madres y padres de las que excluían a mi madre», relata. «Después, los niños empezaron a evitarme. Fueron unos meses duros hasta que finalmente hablé con mis padres y les dije: ‘No puedo volver’. Los niños me torturaron el resto del año y luego me cambié de colegio», cuenta.

A menudo se subestiman las consecuencias de estar en la lista negra para las familias. En la mayoría de los casos, implicaba que el sustentador principal de la familia se enfrentaba, en el mejor de los casos, a una reducción sustancial del salario y, en el peor, a la imposibilidad total de trabajar. Además estaba la presión añadida de llevar en la mochila un apellido con mala reputación y vinculado con afinidades comunistas en tiempos de una intensa inquietud popular por la amenaza de Rusia.

«Cuando decías tu nombre en los años 50, era prácticamente un desafío», asegura Mitzi. «Eso cambió con los años. Ahora me dicen: ‘Oh, ¿eres familia de Dalton Trumbo?'», añade.

Cuenta que, a raíz de aquello, tiene un vínculo especial con los otros hijos de artistas de la lista negra, en particular con la familia de Ring Lardner junior, que también formaba parte de los Diez de Hollywood y que escribió M.A.S.H. «Hay una comunidad», explica, «hay siempre un sentimiento, incluso aunque no nos veamos a menudo o no nos conozcamos bien, de que sabemos por lo que hemos pasado».

Mitzi recuerda su alegría cuando McCarthy murió en 1957, «porque él representaba todo aquello». Pero no fue hasta el estreno en 1960 de  Espartaco, dirigida por Stanley Kubrick, y de  Éxodo, de Otto Preminger, cuando se dio crédito públicamente a Trumbo por su trabajo en ambas películas. La lista negra perdió credibilidad rápidamente.

Mitzi recuerda que sus padres las llevaron a ella y a una amiga a un «elegante cine de Hollywood» el día en que se estrenó  Espartaco. «Fue la primera vez que vi su nombre en pantalla», cuenta. «Fue increíble, fantástico».

¿Se emocionó su padre? «No, él no mostraba mucho sus emociones. Estaba enfadado por la lista negra y cuando por fin salió de ella, no salieron sus amigos. No había un sentimiento de ‘Oh, se acabó’ porque aún no se había acabado para mucha gente».

La carrera de Trumbo sobrevivió y prosperó. Lo readmitieron en el Gremio de Escritores de Estados Unidos y firmó todos los guiones siguientes. En 1975, un año antes de su muerte, fue reconocido oficialmente como el ganador real del Oscar a The Brave One y le otorgaron una estatuilla.

Mitzi se acabó convirtiendo en fotógrafa profesional. Ella y su marido, Richard, tienen dos hijas y dos nietos. ¿Y qué hay de la lista negra? Es pasado. «¿Guardar rencor tantos años después? Mis padres nos enseñaron a no hacer eso».


tomado de jotdown

Dalton Trumbo, ese rojo pacifista que escribió Espartaco

Hay un par de escenas de la película Espartaco (Stanley Kubrick, 1960) que se han repetido hasta la saciedad y sobre las cuales se han elucubrado todo tipo de teorías: la de las «ostras y caracoles» y «yo soy Espartaco». La primera, prohibida durante el franquismo por su alusión a la homosexualidad, y la segunda, por ser una metáfora de la solidaridad revolucionaria en tiempos en los que en EE. UU. el comunismo estaba peor visto que en su día lo fuera Sadam Hussein o ahora Bashar Al Assad.

Sin embargo, el rodaje de aquella película, de la que Stanley Kubrik nunca se sintió muy satisfecho —lo cierto es que la cogió a mitad de metraje después de que Anthony Mann fuera despedido—, supuso mucho más que aquellas dos escenas. Principalmente porque su guion partía de Dalton Trumbo, que estaba en las listas negras del macartismo, y porque solo el hecho de que figurara en los créditos significó un puñetazo en la mesa de Hollywood frente a los temerosos de Marx. Eso sí, más de una década después de que el universo cinematográfico hubiera sucumbido con todo tipo de delaciones. Como dijo Orson Welles: «Lo malo de la izquierda americana es que traicionó para salvar sus piscinas. Somos pocos quienes no hemos traicionado nuestra postura, los que no hemos dado nombres de otras personas».

Kirk Douglas, el actor del hoyuelo que a estas alturas ya nos parece eterno, ha decidido contar ahora qué pasó exactamente en aquel rodaje en el libro Yo soy Espartaco (Capitán Swing), que cuenta con un prólogo entusiasta de George Clooney —por eso de que el clan Obama de Hollywood sabe apoyarse bien entre ellos—. Y lo hace porque, según él, ahora EE. UU. está incluso más dividido que en los cincuenta y sesenta, con el estallido de la caza de brujas. Douglas pretende contarnos un relato sobre la solidaridad y sobre el poder del diálogo para cuadrar nuestras diferencias. Y, además, no se corta un pelo (a los noventa y cinco años no hay ninguna necesidad de ello) en señalar el desastre que supuso el macartismo: «Hombres, mujeres y niños inocentes vieron arruinada su vida debido a esta catástrofe nacional», escribe. No obstante, algo se echa en falta: ¿por qué el señor Douglas no nos ha contado algo más sobre Dalton Trumbo, el verdadero héroe de esta historia? ¿Por qué al final parece más una historia sobre el carácter heroico de este actor y productor? ¿Por qué queda la sensación de que fue Douglas, él solito, quien acabó con aquella censura? Al fin y al cabo también lo ha escrito él y cada uno cuenta las cosas como le apetece, que para algo es el autor.

Este péplum que tenemos en la cabeza comenzó su producción en 1957. Diez años antes, el Comité de Actividades Antiestadounidenses había condenado a diez guionistas y directores de cine a la cárcel y a no trabajar más en Hollywood por sus ideas comunistas. En aquel tribunal se encontraba, por otra parte, un jovenRichard Nixon. Y enfrente, entre los acusados, Dalton Trumbo, conocido entonces por novelas como Johnny cogió su fusil.

Si se mira una foto de Trumbo en aquella época se ve a un hombre de rostro delgado, fino, con gafas de pasta y ese bigote tan años cuarenta. No parece haber demasiada peligrosidad, aunque sí determinación. De hecho, en aquel tribunal él no delató a otros compañeros y, por supuesto, no se declaró culpable de sus ideas. Poco nos cuenta Douglas, no obstante, de lo que sucedió después del juicio. Trumbo fue a parar a prisión y ahí acaba la pista (no resurgirá hasta años después con Espartaco).

El presidente del Comité de Actividades Antiestadounidenses, Martin Dies Jr., rodeado de periodistas en 1955. Fotografía: Harris & Ewing / Library of Congress (DP).

Pero sí podemos ahondar en su vida a través de otros archivos como el documental que se filmó en 2007, Trumbo y la lista negra, en el que aparecen todo tipo de imágenes, cartas, obras escritas que reflejan quién fue este personaje que ganó dos Óscar —por Vacaciones en Roma y El Bravo— aunque sin figurar en los créditos, y que también firmó otro filme de denuncia de la violencia como fue Papillon, en 1973.

Trumbo nació en Montrose, Colorado, en 1905, hijo de emigrantes francosuizos y en su adolescencia se pasó noches trabajando en una panadería y viendo películas. Antes de cumplir los treinta ya escribía reportajes y pequeñas historias para Vanity Fair y Hollywood Spectator. De hecho, en 1934 se convirtió en editor de esta revista, que le llevó directamente a los estudios Warner.

Fue en esa época cuando comenzaron sus simpatías hacia el Partido Comunista. Él se definía como pacifista y por ello se mostraba contrario a que Estados Unidos participara en la II Guerra Mundial de la mano del Reino Unido. En 1939 escribiría la novela Johnny cogió su fusil, completamente antibelicista, aunque no pudo dirigir su adaptación al cine hasta 1971. Del libro se pueden escoger algunas de las frases que destrozan cualquier lema de la Legión Extranjera.

No existe nada noble al morir. Ni siquiera cuando mueres por honor. Ni siquiera cuando mueres como el mayor héroe que el mundo haya visto. Ni siquiera cuando eres tan grande que tu nombre nunca será olvidado y, ¿quién es así de grande? Lo más importante es su vida muchachos. Ustedes no son nada muertos, excepto para los discursos. No los dejen burlarse más. No pongan atención cuando les den palmadas en los hombros y les digan, ven con nosotros tenemos que pelear por la libertad o cualquier palabra que usen, porque siempre hay una palabra.

Ustedes no son nada muertos, excepto para los discursos. Algo así también se puede encontrar en los libros deArturo Barea, quien participó como soldado en la famosa guerra del Rif y posterior desastre de Annual, y a quien aún se le deben bastantes homenajes en España.

Pero volvamos a Trumbo. En 1943 se afilia al Partido Comunista donde permanece hasta 1948. Un año antes fue condenado a once meses de prisión y a no volver jamás a Hollywood. De hecho, cuando sale de la cárcel se marcha con su familia a México, donde seguirá escribiendo guiones. Y ahí es cuando, en 1953, surge esa maravillosa película llamada Vacaciones en Roma, un cuento de hadas que aborda, no obstante, un tema que ahora borbotea por todos los periódicos: el derecho a nuestra privacidad. Trumbo, que tuvo que firmar como Ian McLellan Hunter, escribió una historia casi de espías y chantajistas que se aprovechan de la información que saben del otro. Casi como lo que a él le ocurrió cuando fueron investigadas sus propias actividades. La película se recuerda hoy por sus imágenes de Roma, por la química entre Audrey Hepburn y Gregory Peck, pero sin ser una obra maestra, también tiene un trasfondo político: hay información que no debe hacerse pública porque permanece en el ámbito de la intimidad, aunque te puedan decir aquello de «No está vedado cazar princesas». Trumbo obtuvo el Óscar por este guion, pero no pudo subir al escenario para recibirlo.

A finales de los años cincuenta, la caza de brujas ya estaba renqueante. Es entonces cuando entra en escena Kirk Douglas y todo lo que relata en el libro Yo soy Espartaco. En realidad, la aparición de Trumbo en su vida fue casi por casualidad, ya que en un primer momento no iba a ser el guionista, sino que este trabajo había recaído en el autor de la novela EspartacoHoward Fast. Pero todo salió mal. El guion no gustó a nadie, y mucho menos a Universal, el estudio encargado de poner la mayor parte del dinero para la producción. Fue aEddie Lewis a quien se le ocurrió que podrían llamar a Sam Jackson, otro nombre ficticio de Trumbo para trabajar. Y aceptó.

Caracoles, ostras, Yo soy Espartaco… Muchas frases han quedado para la historia de este extraordinario guion que, de alguna manera, se venga de lo que Trumbo pasó en los años cuarenta con el macartismo. ¿No quieres comunismo? Toma dos tazas: «Solo un hombre que se sabe libre es capaz de liberarse de la esclavitud», «Volveremos y seremos millones». ¿No quieres conductas inmorales? Toma caracoles o esa otra sentencia que Douglas le suelta a Jean Simmons, que interpreta a Lavinia: «Nunca he estado con ninguna mujer». Una frase que, por otra parte, el actor temía que el público se tomara a risa dada su faceta de gigoló durante años.

No es improbable pensar que Trumbo estuviera pensando en personas muy determinadas cuando escribió este texto. Quizá en el propio Nixon, sin saber que una década después sería el presidente de los EE. UU.: «Si castigáramos a todos los jefes de milicia que se han puesto en ridículo, no quedaría nadie con grado superior al de centurión», suelta Graco, interpretado por Charles Laughton. O lo que es lo mismo: bofetada a la mediocridad de los líderes. El conocido «quien llega arriba es porque es un mediocre y fácil de manejar», que hoy todavía resuena con fuerza, escrito con mucha más clase y elegancia.

Pero, ¿por qué logra Trumbo salir del abismo del exilio? ¿Por qué llega a figurar en los créditos de Espartaco? No es, desde luego, solo la mano ejecutora de Douglas, aunque también lo impulsara y estuviera de acuerdo. En 1960, con la película a punto de estrenarse, ya había un nuevo presidente en la Casa Blanca: el carismáticoJohn Kennedy. Poco quedaba de la época anterior y el Technicolor comenzaba a tomar fuerza desde los televisores: «A new life has come». Un murmullo burbujeante se oía ya en las calles que poco después estallaría en la forma de las manifestaciones por los derechos civiles, contra la Guerra de Vietnam, etc. Colocar a Trumbo en los créditos era subirse a la nueva ola. Era molar. Y, además, estaba muy bien.

Eso también lo pilló Otto Preminger, el director de Éxodo, que había contado en el guion con Trumbo, y que decidió que este apareciera por primera vez con su nombre real en los créditos. Así, entre uno y otro, hicieron que en 1960 todo cambiara porque, en realidad, todo había cambiado ya. De repente, hasta había un presidente que iba al cine a ver Espartaco.

Quien nunca se movió un ápice de su sitio fue el singular guionista. Al menos, así lo dicen sus trabajos posteriores. Ya con la gloria sobre sus hombros, no permitió que su pluma temblara y se plegara al poder (que ahora estaba de su parte), por lo que en 1973 escribió uno de sus guiones más memorables y con el que volvió a ajustar cuentas con su pasado: Papillon. La película, dirigida por Franklin J. Schaffner e interpretada porSteve McQueen y Dustin Hoffmann es una denuncia brutal de las condiciones en las que pueden llegar a estar los presos, siendo estos además inocentes. Posiblemente sea uno de los filmes más duros sobre la temática, con escenas de tortura en las que arrancar uñas de cuajo quizá sea de lo más flojo. La atrocidad hecha carne humana y un desbordado anhelo de libertad.

Fue por lo que Trumbo luchó toda su vida y lo hizo mediante las palabras, que eran el arma que él tenía. Hay que aplaudir hoy a Kirk Douglas que nos recuerde, aunque sea desde su atalaya, quién fue este hombrecito y qué supuso para la historia del cine y de los que fueron a ver sus películas. Murió en 1976 de un ataque al corazón dejando incompleta su novela —publicada de manera póstuma— La noche del uro, que ha sido reeditada recientemente por Plataforma. A través del personaje de un oficial nazi, en ella el escritor sondeó los mismos entresijos humanos que le habían obsesionado siempre: «Esa oscura ansia de poder que acecha en todos nosotros, esa perversión del amor que es secuela inevitable del poder, el perverso, exquisito placer del poder absoluto». Él sabía muy bien de lo que hablaba.

Woody Strode, Stanley Kubrick y Kirk Douglas durante el rodaje de Espartaco. Imagen: Bryna Productions / Universal Pictures.

tomado de abcguionistas

Dalton Trumbo, guionista en el recuerdo

Trumbo
Trumbo

Pepe Gutiérrez-Álvarez ha publicado este interesante artículo sobre Dalton Trumbo (9 de diciembre de 1905 – 10 de septiembre de 1976), el mítico guionista de Hollywood castigado por sus ideas progresistas, coincidiendo con el estreno en EEUU del documental «Trumbo» de Peter Askin:

Creo que vale la pena recordar ese escritor y director, hombre de conciencia, y autor de algunos trabajos inolvidables, aunque en su larga carrera hubieron muchos que no lo fueron tanto, y algunos de ellos como Éxodo, cuesta perdonar aunque habrá que tratar de comprender…Dalton Trumbo (Montrose, Colorado, 1905-Los Ángeles, California, 1976), hijo de un sheriff (cabe recordar algunos tan peculiares como el que encarnaba Walter Mattheu en Los valientes andan solos), abandona la universidad, luego, ulteriores dificultades económicas le fuerzan a un trabajo nocturno en una panadería. Permanece en la “Davis Perfection Bakery” por espacio de casi nueve años, hasta 1933. Durante este período, inicia colaboraciones esporádicas en diversas revistas, trabajos que él mismo recordará con cierta ironía….Por aquel tiempo, un artículo propuesto a “Hollywood Spectator”, “Boot legging for Junior” le facilita el ingreso en la misma, pero un año después la revista quiebra.

Nuevamente sin trabajo es contratado por la Warner como lector. En 1937 trabaja para la Columbia. Warner lo despide por no haber querido dimitir de la “Screen Writer’s Gulid”. De este período data la edición, en Gran Bretaña, de su primera novela The Eclipse. Gracias a su prestigiado como novelista, es llamado por la RKO, la más pequeña de las “majors”, para escribir guiones. Las razones de su contratación evidencian la concepción literaria del lenguaje cinematográfico que tenían los productores norteamericanos. A pesar de ser la causa de su despido continúa colaborando en la “Screen Writer’s Guild” y se integra en diversos comités cuya acción era tan sugestiva y evidente como sus propias siglas: “AntiNazi League”, “Joint anti-fascist Refugee Committee”, “Hollywood Writers Mobilization”, “Committee for the Defense of Harry Budges”, etc. Trumbo participa activamente también en los diversos comités de ayuda a los republicanos españoles.

En 1938 escribe la novela…Y Johnny cogió su fúsil, uno de los mayores alegatos antimilitaristas que se recuerden (y que aquí editó Bruguera al calor de la versón fílmica), y también su primer escenario importante “A man to remember”. Film catalogado de serie B, escrito en dos semanas y rodado en quince días. En este guion y en el de Espejismo de amor (Kitty Foyle), Dalton Trumbo logra un oportuno y remarcable empleo del flash-back. “Kitty Foyle” (1940) es dirigida por Sam Wood, un interesante cineasta conservador que más tarde se convertirá en un destacado anticomunista y contra el cual Trumbo publicará un famoso panfleto. Entre 1940 y 1942 redacta numerosos guiones para la RKO, Columbia, Paramount, Universal, MGM, etc., que no añaden nada nuevo a su carrera.

Esto coincide con su integración plena en el engranaje industrial de Hollywood. Engranaje que obliga a tan ridículos manejos como los acontecidos con el film “The remarkable Andrew” que dirigió Stuar Heisler (1942). Trumbo propone para esta película un escenario y la productora (Paramount) condiciona su rodaje a que previamente se publique una versión literaria del mismo. Aparece el libro y quedan abiertas las posibilidades de filmación. Disensiones en el rodaje provocan un ofrecimiento para que sea el propio Trumbo quien dirija el film. Rechaza la oferta. Luego llega la muy famosa, y un tanto ñoña Compañeros de mi vida (Tender Cofrade), que sería dirigida por Dmytrik con un reparto que reúne a Gingers Rogers y Robert Ryan, y que fue cribada por contener una escena en la que se dice que ser “camaradas” significa “compartir”, algo tan general que hasta la Falange lo habría aceptado. Trabaja con Victor Fleming en Dos en el cielo (A guy Namet Joe, 1943), con Spencer Tracy, título sobre el cual Steven Spielberg realizó un “remake” que figura sin duda como lo peor de su filmografía; vuelve a hacerlo con Spencer Tracy pero esta vez con Mervin Le Roy en Treinta segundos sobre Tokio (1944), ambas por lo demás, apologías del ejército norteamericano al que retrata cmo mandan los cánones, tan noble como invencible. En 1944, con ocasión de la campaña presidencial, se convierte en el “National Chairman of Writers for Roosevelt”. Al año siguiente es corresponsal de guerra en el Pacífico y consejero en la Organización y Fundación de las Naciones Unidas. Es igualmente redactor-jefe de “The Screenwriter” fundada por la “Screen Writer’s Guild”.

En octubre de 1947, Dalton comparece ante el “Comité de actividades anti-norteamericanas” de la Cámara de Representantes. Preside el siniestro J. Parnell Thomas de New Jersey, y por el lugar manda también el no menos siniestro Richard Nixon de California. Ya en marzo de aquel mismo año, la Comisión había anunciado su intención de realizar una encuesta secreta sobre el comunismo en el cine. El principal motivo de sospecha que regía contra Trumbo se basaba en una antigua defensa del líder sindicalista de portuarios de San Francisco, Harry Bridges. En efecto, Trumbo había redactado el panfleto que lanzado por la “Liga Americana de Guionistas” se opuso a la expulsión del australiano Bridges. Con todo, la razón legal de su encarcelamiento fue su mantenida negativa a responder a la preguntas del Comité: ¿es o ha sido miembro, del partido comunista?, así como: ¿pertenece a la “Screen Writer’s Guild”. 

Los posteriormente llamados “Diez de Hollywood” argumentaron en favor de su silencio el derecho fijado en la enmienda primera a la Constitución: “El Congreso no podrá aprobar ninguna ley conducente al establecimiento de religión alguna, ni a prohibir el libre ejercicio de ninguna de ellas. Tampoco aprobará ley alguna que coarte la libertad de palabra y de prensa,…”
Trumbo además de su obligada participación en los interrogatorios, envió una carta a Parnell J. Thomas en la que, dentro de unos moderados argumentos liberales, criticaba la actuación del Comité por atentar a la libertad individual y a la libre iniciativa de la empresa privada, transgrediendo derechos fundamentales constitucionalmente reconocidos. De 1946 a 1960, Trumbo escribe cerca de treinta y cinco guiones, en condiciones económicas de las más variadas. Alvah Bessie, brigadista en España, lo cita como uno de los que lograron mantener con mayor continuidad su labor.

Tres años más tarde el Tribunal se negaba a revisar su caso. Trumbo con John Howartd Lawson fueron los más duramente penados. El primero lo estuvo a doce meses de prisión que por buena conducta se redujeron a diez. Es a partir de 1950 cuando inicia su trabajo como guionista clandestino.

A raíz de su ingreso en la “Federal Correctional Institution” de Ashland en el estado de Kentucky, la Metro rescinde su contrato. Su último guion de esta época será “The prowler” (1950), película aquí vista por TV y dirigida por Joseph Losey con Van Heflin y Evelyn Keyes, que puede considerarse como una de las primeras (sino la primera) película norteamericana que aborda sin titubeo la historia de un policía corrupto y fascista, y con Huston como productor. Hugo Butler y Don Weiss concluyeron el trabajo iniciado por él. Trumbo tiene que marchar por pies a Méjico con Albert Maltz. La ausencia de Hollywood se prolongará por espacio de cinco años durante los cuales su nombre resulta casi borrado del mapa.

El hecho de que varios de los encartados pudieran continuar trabajando en el propio Hollywood patentiza una actitud contradictoria y muy poco consecuente por parte de los industriales y políticos del cine. ¿Razones? Quizás lo fuera el intento de asegurar políticamente el mercado occidental para sus productos. En plena guerra fría, la actitud del gobierno norteamericano para con sus trabajadores del cine garantizaba un rigor ideológico acorde con las necesidades del momento. Mientras se mantuviera esta “imagen de marca” poco importaba que secretamente volvieran a colaborar los comprometidos en la persecución del Comité. Trumbo fue uno de ellos. Un remake de Me perteneces (“You belong to me”, 1941), realizado en 1950, cita a Trumbo en los genéricos. No obstante, él no interviene en esta nueva versión del exitoso film de Wesely Ruggles que en su día interpretaron Bárbara Stamwyck y Herny Fonda.

En 1956 se concede el Oscar al mejor guion a un tal Robert Rich. Alguien que cuando se le nombra a la hora de los premios no comparece en la entrega. Una serie de litigios por plagio en contra de los productores del film, los hermanos King, obligan a descubrir la identidad del guionista: Dalton Trumbo. Otros “blacklisted” que ganaron Oscars fueron Michael Wilson y el actor Ned Young que firmó, bajo seudónimo, el guion de Fugitivos (“The Defiant Ones”), la notable metáfora antirracista de Stanley Kramer con Sidney Poitier y Tony Curtis. Durante esta etapa clandestina trabaja con Michael Wilson, el guionista de la mítica La sal de la tierra (“Salt of the Earth”, 1952). El seudónimo Richard Bosley esconde a Wilson como Richard y a Dalton Trumbo como Bosley. Otros seudónimos establecidos fueron Robert Rich (“The Brave One”, aquí estrenada en TVE como El bravo, y resulta una entrañable e ingenua apología “animalista” dirigida por el anodino Irving Rapper), Sam Jackson (Espartaco), hasta que se destapó. De hecho, Espartaco le proveerá de su mayor prestigio. Desde entonces, se le reconocerá plenamente.

Como literato, Trumbo alcanza reconocimiento público al aparecer “McCall’s” bajo la firma de C.F. Demaine, C.F. eran las iniciales de su esposa.
De este período data una carta enviada a varios intelectuales, gran parte de ellos literatos, en demanda de solidaridad con los afectados por la lista negra. Entre los destinatarios figuraron William Faulkner, Ernest Hemingway, William Saroyan, John Steinbeck y Tennesse W. Williams. Al primero le escribió en enero de 1957 las siguientes líneas: Durante el otoño de 1947, después de una serie de audiencias tenidas por la Comisión de Actividades Anti-norteamericanas se ha establecido una lista negra, en el seno de la industria cinematográfica. En los nueve años que han seguido, más de trescientos escritores, directores, actores, músicos y técnicos han sido alejados de su oficio y desposeídos de su pasaporte que les habría permitido trabajar en el extranjero (…) Aquellos que permanecen en la profesión trabajan bajo vigilancia de grupos privados, un representante permanente de la Comisión en Hollywood y una organización administrativa que certifica el patriotismo del artista. La lista negra, que se creyó por un momento producto eventual de un período borrascoso, se ha institucionalizado. El cine, vigilado y censurado por las autoridades federales, se ha convertido en un arte oficial. ¿Puede usted, como escritor con obras adaptadas a la pantalla, quizás por las mismas personas en nombre de las cuales formulo esta solicitud, dirigirme una declaración condenando la lista negra de Hollywood? Y autorizándome a publicarla en la prensa, pues esto será una tentativa suplementaria para destruir esta condenable empresa antes de que ella nos aplaste a todos”.

Luego, su historia es mucha más conocida. En 1958 Kirk Douglas contrata a Trumbo para que escriba el escenario de “Spartacus”. La “Universal” se opone a que su nombre aparezca en los títulos de crédito, pero el posterior anuncio de que Preminger había llamado a Trumbo para redactar el guion de “Exodus” y su estreno sin problemas animó a la “Universal” a reconocer la titularidad del guion. Ya anteriormente los actores británicos de la película de Kubrick-Douglas, Laurence Olivier, Charles Laughton y Peter Ustinov habían hecho afirmaciones en este sentido. Está claro que Espartaco no fue uno de los mejores guiones de Trumbo, aunque no está claro hasta que punto influyó en la historia Douglas como productor, y el director, que, por ejemplo, con la crucifixión viva final, hace de “Spartacus” un mártir cuando el guion inicial pretendía dar la imagen del líder. La película resulta sobre todo por algo que ya contenía la novela, y que al parecer reclamaba el ambiente creado por el movimiento de los Derechos civiles. A saber: el inteligente aprovechamiento de unos elementos pensados como gran espectáculo y aparentemente “inofensivo” pero que permitían una intencionalidad mucho más profunda que, además, llegó a calar entre los espectadores, sobre todo entre los más jóvenes.

Su trabajo en Éxodo tiene empero, una significación casi opuesta. Apresurado por Preminger terminó el escenario en cuarenta y cuatro días, condicionado siempre por el antecedente novelístico del muy reaccionario León Uris, que no duda en glosar y “comprender” las fracciones más terroristas. Auténtica apología sionista que escamotea toda las complicidades de las “democracias occidentales” con la “Shoah” y que, aunque escapar al maniqueísmo habitual, lo cierto es que el trato fílmico dado a los árabes (el único bueno es un colaboracionista interpretado por John Derek que había sido Josué en Los diez mandamientos, acaba siendo colgado por los suyos), no deja de poner en evidencia el gran horror de la película: que los árabes estaban en sus tierras y que no habían tenido nada que ver con el judeocidio. El error de Trumbo lo fue también de la mayor parte de las izquierdas norteamericanas, sobre todo entre los elementos de procedencia hebrea. 

En 1962 trabaja en un singular y torvo western para Robert Aldrich, El último atardecer (“The Last Sunset”, 1962), que aunque los resultados no convencieron al propio guionista, lo cierto es que se trata de una gran película, injustamente subestimada, con notables interpretaciones de Rock Hucson, Kirk Douglas, Dorothy Malone, Corl Linney y Joseph Cotten.

En Los valientes andan solos (“Lonely are the brave”, 1962) Trumbo adapta la novela de un conocido escritor anarquista que desarrolla toda una metáfora “primitivista” a través de un cow-boy, Jack Burns (Kirk Douglas) es el típico cow-boy individualista y frenético de su libertad que opone a las instituciones del naciente industrialismo su lucha y su huída. Antes Trumbo también escrito el guion de otra gran película sobre los vaqueros, Cow-boy (1958), seguramente el mejor “western” de Delmer Daves que sobresalió especialmente en este género. El lector recordará el juego entre los dos protagonistas, el veterano y el novato, magníficamente representados por Glenn Ford y Jack Lemmon.

Luego llegaron Castillo de arena (The Sandpipers” (1965) crea nuevos conflictos a la labor de Trumbo con Vincente Minnelli y de éste con las exigencias de la “diva” Elizabeth Taylor, un tanto molesta por el tipo de papel adjudicado y de otra un Minnelli con ideas muy personales sobre el problema a tratar. En este film vuelve a reunirse con Michael Wilson. Sus últimos trabajos fueron sumamente interesantes aunque de aplicación irregular como son los casos de de El hombre de Kiev (The Fixer, 1968), adaptación de la novela de Bernard Malumud sobre un caso muy similar al de Dreyfus sobre el que el marxismo ruso desarrolló una gran labor (Lenin escribió bastante sobre la historia), y Orgullo de estirpe (The Horseman, 1970), adaptación de la novela de Joseph Kessel, y ambos dirigidos por John Frankenheimeir, lejos de sus registros más próximos. Cabe citar además Hawai, de George Roy Hill que sufre de problemas de montaje, y finalmente de Papillon, otra adaptación literaria ilustre que fue dirigida por Franklin Schaffner, y que cuenta con sus partidarios.

Independientemente de su actividad estrictamente política, Trumbo se nos aparece como un guionista cómodo para el sistema de producción de Hollywood. Cómodo por su concepción de la obra cinematográfica como un trabajo parcelario. Finalizada su tarea como guionista se desentiende de las posteriores manipulaciones del guion. Manipulaciones que sólo empiezan a darse en sus últimos trabajos con directores conscientes de la necesaria originalidad de su labor. Dentro de su larga carrera, su tarea ha consistido en adaptar a las necesidades del cine obras de autores tan opuestas en su momento como León Uris y Howard Fast, aunque al final de la obra de éste, las diferencias no eran tantas: ambos eran sionistas.

Al final de su vida cinematográfica, Trumbo adapta su propia novela novela “Johnqy got his gun” que se había editado tres días antes de la declaración de la II Guerra Mundial. No es hasta 1964 que acepta una de las repetidas propuestas para ceder los derechos a una productora, concretamente a del mexicano Alatriste, productor de los films de Buñuel. Trumbo trabaja con Buñuel durante dos semanas en Méjico. Regresa a su país para concluir el guion, pero durante este intervalo, surgen dificultades entre Alatriste y Buñuel durante el rodaje de Simón del Desierto, y el proyecto se queda en el escritorio. Finalmente será su amigo S. Lazarus, uno de los productores de La sal de la tierra, quien con ayuda de varios amigos comunes logra el capital necesario para la filmación. La sociedad productora es bautizada “Robert Rich Production” recordando el seudónimo con el que ganó el Oscar en 1956.

Johnny es un soldado mutilado de la Iª Guerra Mundial. Sin piernas, sin brazos, mudo, sordo, ciego con las sensacionales tácticas como único sentido, además de su cerebro. A través de ellos recuerda, sufre, imagina e intenta comunicarse. Los médicos que lo atienden lo conservan artificialmente para estudiar su cuerpo como materia ajena a toda posible consciencia de sufrimiento. Como rata de laboratorio, aislada de todo contacto. Sólo la enfermera conseguirá relacionarse con él.

La trama no deja lugar para el sentimentalismo ni la hipocresía. Johnny recuerda, imagina y percibe su presente. Recuerda su primer amor y la relación con su padre, que Trumbo reconoce en muchos aspectos autobiográfica. En el cuerpo descubre el horror de la guerra y sueña su exhibición de feria en feria como testimonio de la misma y de sus consecuencias. Como enfermo desea la muerte. Trumbo se vale de los flash-back para explicar los sueños y recuerdos de Johnny. Flash-back que son rodados en color a diferencia del blanco y negro de las secuencias del hospital. Si bien algunos son inoportunos, la necesidad de otros es evidente. El director procura huir del horror visual para poder elevar el nivel de su crítica a planteamientos más elaborados. No sólo hay afecto para el personaje sino también consciencia de un absurdo (la guerra) y crítica a unos interesados responsables, o sea a los amos del mundo.

Por lo cual, se puede afirmar que Dalton Trumbo combatió por la libertad y la igualdad hasta el final aunque a veces se equivocó de barricada

 

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