Título en castellano | El idolo de barro |
Titulo original | Champion |
Año de filmación | 1949 |
Duración | 99′ |
Pais | Estados Unidos |
Director | Mark Robson |
Guion | Carl Foreman (Historia: Ring Lardner) |
Música | Dimitri Tiomkin |
Dirección de fotografia | Franz Planer (B&W) |
Reparto | |
Productora | Screen Plays / Stanley Kramer Productions. Distribuida por United Artists |
Sinopsis | Midge Kelly y su hermano se dirigen a California. En la carretera, los recoge el boxeador Johnny Dunne que va a pelear en Kansas acompañado de su novia Grace, que les invita a presenciar el combate. Allí Midge llama la atención del mánager Tommy Haley, que presiente que tiene talento y le hace una oferta, pero Midge la rechaza. Los dos hermanos encuentran trabajo en un café regentado por Lew Bryce y su hija Emma. Cuando Midge y la chica se hacen novios, el padre de ella los obliga a casarse. Después de la boda, Midge recurre a Haley y llega a ser un aceptable boxeador, aunque excesivamente violento. Finalmente, decide abandonar a su mánager y empieza a pelear para unos gánsters |
Premios |
1949: Oscar: Mejor montaje. 6 nominaciones
1949: Globos de Oro: Mejor fotografía (B/N). 2 nominaciones
1949: Sindicato de Directores (DGA): Nominada a Mejor director
1949: Sindicato de Guionistas (WGA): Nominada a Mejor guión drama
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Subgénero/Temática | Boxeo, Deporte, Drama |
Producida por Stanley Kramer, fue dirigida por Max Robson, al que consagró como director de éxito. Se basa en un antiguo relato breve de Ring Lardner. Nominada a 6 Oscar, ganó uno (montaje). También ganó un Globo de oro (fotografía). Se estrenó el 9-IV-1949.
La acción tiene lugar en diversas ciudades de EEUU (Kansas City, LA, NYC, Chicago, etc.) en 1947/48. Narra la historia de Midge Kelly (Kirk Douglas) y de su hermano Connie (Arthur Kennedy), de ascendencia irlandesa, que se dirigen a California a pie. En la carretera les recoge el boxeador Johnny Dunne (John Dahein), que viaja en coche acompañado de su novia, Grace Diamond (Marilyn Maxwell). Dada su precariedad de medios, Johnny aconseja a Midge que se dedique al boxeo. Con la ayuda del entrenador Tommy Haley (Paul Stewart) aprende la técnica del deporte e inicia una carrera de victorias. Éstos desencadenan en él una furia de pasiones, que le convierten en un ídolo de barro.
La película trata de la ambición sin límites, ciega y sin escrúpulos, dispuesta a destruir a todos los que dificultan sus aspiraciones o suponen una amenaza para su culminación. El protagonista abandona a su esposa Emma (Ruth Roman) el mismo día de la boda, despide al entrenador que le sacó del arroyo, prescinde del hermano que le ha acompañado y servido siempre, por dinero y fama se pone al servicios de los círculos mafiosos, deja de visitar a la madre, se relaciona con mujeres adineradas rubias, las maneja a su capricho, las extorsiona con crueldad y las olvida cuando le conviene. Al servicio del dinero, la fama, el éxito y los aplausos, sacrifica honestidad, lealtad e integridad. Su ambición insaciable y obsesiva le aboca a un proceso vertiginoso de degradación ética, que le sumerge en un infierno de iniquidad, angustia y rabia. Metido en un camino de autodestrucción, la cámara muestra en su rostro el vacío espiritual y la crueldad que anidan en él.
La música, de Dimitri Tiomkin, combina la solemnidad de composiciones orquestales con emotivos solos de piano y de cuerdas (guitarras). La fotografia, de Franz Planer («Vacaciones en Roma», 1953), describe con habilidad los ambientes lóbregos del submundo del boxeo y acentúa con sus combinaciones de luces y sombras intensas el alcance extremo de las ambiciones de Midge. Los combates se visualizan mediante planos cortos que incrementan la percepción de su dureza inhumana. El guión, del gran Carl Foreman («Solo ante el peligro», 1952), narra la historia en flashback y la dota de un crescendo dramático magistral, que culmina en una escena larga y de suma tensión. La interpretación sobresaliente de Douglas le consagró como estrella. La dirección crea una obra excelente, de singular intensidad humana.
La película se convirtió en referente de las películas posteriores de boxeo, desde «Más dura será la caída» (1950), del mismo Max Robson, hasta «Million Dollar Baby» (2004), de Eastwood, sin dejar «Rocky» (1976) y otras.
Cada vez que Midge Kelly se castiga el cuerpo en miles de horas de entrenamiento hasta el límite, ve el rostro de su padre.
Cada vez que lanza golpes como trallazos contra el cuerpo de sus contrincantes en el ring, evoca el instante en que, cuando tenía cuatro años, su padre se marchó de casa para no regresar.
Cada vez que machaca con el derechazo definitivo, cada vez que el árbitro declara derrotado al oponente, cada vez que le llueve el dinero a espuertas por cada combate ganado, cada vez que asciende de puesto en el ránking mundial de los pesos medios, no puede pensar en otra cosa que en el orfanato al que su madre se vio obligada a enviarlos a su hermano discapacitado y a él, porque la pobreza se los comía.
Cada vez que oye el rugido de la multitud aclamándole, imagina con malsana fiereza los laureles de un éxito vestido de oro, pero sin percibir que el éxito está fabricado de barro y de polvo; que coloca a sus pies una alfombra roja tan embriagadora como el opio.
Cada vez que destroza sin piedad y siente el crujido de los huesos, oye la voz de su madre agradecida por haberla sacado de su sórdida miseria.
Cuando Midge Kelly boxea, no solamente pelea contra unos simples hombres de carne y hueso. Pelea contra los fantasmas y los demonios que le han hecho desgraciado en su perra vida.
Cuando abandona a la inocente y enamorada chica con la que un padre severo y guardián de las apariencias le ha obligado a casarse, huye de todas las cadenas y de los lastres que se interponen en su camino hacia el estrellato.
Cuando posa sus ojos en mujeres codiciosas o prohibidas, no es el amor lo que le impulsa, porque tal vez su corazón esté muerto para casi todo lo que no sea perseguir su sueño infernal. Cuando flirtea con esas mujeres, está aspirando a jugar y a poseer los corazones de femmes fatales que seguramente nunca se habrían fijado en el anónimo pobretón muerto de hambre que él era antes. Mujeres trepas que, al igual que él, se mueven por el olor del dinero, dignos iconos de esa faceta de cine negro que salpica esta película.
Mark Robson adaptó un cuento corto de Ring Lardner y llevó al cine toda una alegoría acerca de las ambiciones alimentadas por los traumas de la infancia, y el paralelismo entre el boxeo y el desahogo de todos los fracasos y frustraciones personales. Como en «Million Dollar Baby», el boxeo probablemente sea lo de menos.
Pero también representa un ascenso vertiginoso en el que el alma y los escrúpulos se van vendiendo dólar a dólar al vacío de un trono de humo.
El director: Mark Robson fue un director y productor de cine canadiense afincado en Hollywood. Nació en Montreal, Québec, un 4 de diciembre de 1913, pero se trasladó en su juventud a los Estados Unidos, para estudiar en la Universidad de California y en la Pacific Coast University.
Entró en el mundo de cine trabajando en el departamento de propiedad de la 20th Century Fox. Al final de los años 30, trabajó para la RKO Pictures como montador y asistió a Robert Wise en el montaje de los filmes ‘Ciudadano Kane’, y ‘El cuarto mandamiento’ de Orson Welles. En 1943, realizó sus primeros films, como director en películas de terror de serie B producidas por Val Lewton: ‘ La séptima víctima’ (1943) y ‘La isla de los muertos’ (1945), la primera obra en la que apareció en los créditos, y la primera en la que participó también como guionista.
Su éxito con la RKO le llevó a proyectos de mayor envergadura y en 1949 fue candidato al premio otorgado por el Gremio de directores de Estados Unidos por su trabajo en el drama ‘El ídolo de barro’. Ese año fue el más prolífico, ya que también dirigió el drama romántico ‘Mi loco corazón’, el drama bélico ‘Home of the Brave’ y el western ‘Sin contemplaciones’. En los años 50 llegó su época dorada con películas como ‘Nube de sangre’, un título de cine negro protagonizado por Dana Andrews y Farley Granger; ‘Nuevo amanecer’ (1951), con Arthur Kennedy y Peggy Dow; ‘Los puentes de Toko-Ri’ (1955) protagonizado por William Holden y Grace Kelly; ‘Más dura será la caída’ (1956), otro film crítico en torno al mundo del boxeo que fue el último trabajo de Humphrey Bogart antes de su muerte; por ‘Vidas borrascosas’ (1957) y ‘El albergue de la sexta felicidad’ (1958), fue candidato al Premio Oscar en la categoría de mejor dirección.
Del resto de su obra destacan ‘Desde la terraza’ (1960), ‘El premio’ (1963), ‘Von Ryan’s Express’ (1965) y ‘Terremoto’ (1974). El 20 de junio de 1978, falleció en Londres mientras rodaba ‘El tren de los espías’.
La película: Con el ingenioso y apropiado título de ‘El ídolo de barro’, tenemos la oportunidad de disfrutar de uno de los trabajos dedicados al mundo del boxeo que mejor escenifica la forma en la que funcionaba, el floreciente negocio con alma de salvaje deporte que era para algunos y la increíble oportunidad de dejar atrás una vida de carencias que suponía para otros. Un trabajo que tiene al boxeo como uno de sus protagonistas, pero no es ni muchísimo menos el único. Estamos ante mucho mas que una película de deportes al uso, en la que se realiza un brillante retrato de la condición humana que, en mi modesta opinión, es el que da a este trabajo gran parte de su grandeza.
La película comienza con un boxeador dirigiéndose hacia el ring en un recinto totalmente abarrotado y nos cuenta mediante un enorme flashback la historia del camino que recorrió hasta llegar allí, desde el momento en que se dirige a California junto a su hermano para trabajar de camareros, varios años antes. Dos almas de apariencia similar, pero que son en realidad totalmente opuestas, como el magnífico guión de Carl Foreman nos demostrará. El libreto nace de una historia de Ring Lardner, que adapta para conseguir plasmar en el uno de los mayores males de la humanidad, la desmesurada codicia que todo lo mueve y corrompe.
En el llama la atención la magnífica forma en la que son desmenuzados los personajes, no ya solo el de nuestro principal protagonista, sino también a los que lo rodean, con especial atención en su hermano y su manager. También posee una característica muy poco común en los tiempos en los que fue filmada la película, que no es otra que la poca previsibilidad de la historia en cuestión, algo realmente digno de elogio incluso a día de hoy. Y lo que es mas importante, sin necesidad de giros bruscos, ni de perder un ápice de credibilidad con ello.
Es este un trabajo filmado con garra, en el que se notan claramente los inicios del director en el cine negro y el de terror en la RKO Pictures. Destaca en el el uso de la cámara, teniendo especial relevancia durante los combates, en los que se utilizan primeros planos para hacer que las emociones que llegan al espectador sean lo mas reales posibles. También merece especial mención la fotografía en blanco y negro de Franz Planer, que juega constantemente con las luces y sombras, además del montaje de Harry W. Gerstad, con claras influencias del director y que supondría el único Oscar que conseguiría la cinta de seis nominaciones en total.
En cuanto a su reparto, decir que el nivel general es magnífico. Tenemos a la cabeza a un brillante Kirk Douglas que interpreta de forma colosal el papel de Midge Kelly, que le valió su primera nominación a un Oscar de forma totalmente merecida, al igual que le ocurrió a Arthur Kennedy que da vida al hermano minusválido de Midge con un excelente resultado. Paul Stewart interpreta al mánager que lo descubre y le enseña todos los secretos del oficio, Ruth Roman a su desafortunada esposa y Marilyn Maxwell a la femme fatale que no puede faltar en el género.
Conclusión: ‘El ídolo de barro’ es una magnífica oportunidad de disfrutar de un trabajo de lo mas completo, con un excelente guión, unos apartados técnicos brillantes y unas interpretaciones de gran nivel, con el inolvidable Kirk Douglas al frente. El sórdido mundo del boxeo y la inagotable avaricia humana son los principales temas tratados en una película que no debéis dejar escapar. No tendrá la espectacularidad en los combates de títulos mas recientes, pero posee otras cualidades que mas quisieran para si muchos de ellos, además de al mejor Kirk Douglas. Casi nada oiga.
El ídolo de barro’ (‘Champion’, mark Robson, 1949) es una película que tranquilamente podríamos haber incluido en el ciclo de cine negro (Film Noir), no porque pertenezca a dicho género, sino porque adopta en un drama pugilístico las formas y elementos del mismo. Al fin y al cabo, su director, Mark Robson —director de films tan excelentes como ‘Más dura será la caída’ (‘The Harder They Fall, 1956), una visión crepuscular del boxeo, ‘Desde la terraza’ (‘From the Terrace’, 1960) o la hitchcockiana ‘El premio’ (‘The Prize’, 1963)— provenía de ser montador de la RKO —uno de los estudios que más producción hizo sobre cine negro— y participar en producciones de terror auspiciadas por el famoso Val Lewton. Y ‘El ídolo de barro’ parece en sus instantes más intensos un film de terror.
Pero el film de Robson es además una de las cintas más famosas que existen sobre boxeo, al lado de films como ‘Toro salvaje’ (‘Raging Bull’, Martin Scorsese, 1980) o incluso ‘Rocky‘ (id, John G. Avildsen, 1976). Continuaba la senda iniciada por largometrajes como ‘Kid Galahad’ (id, Michael Curtiz, 1937) o ‘Ciudad de conquista’ (‘City of Conquest’, Anatole Litvak, 1940), en su vertiente más amable por así decirlo, o ‘Nadie puede vencerme’ (‘The Set-Up’, Robert Wise, 1949) o ‘Cuerpo y alma’ (‘Body and Soul’, Robert Rossen, 1947), en una vertiente mucho más dura. ‘El ídolo de barro’ podría considerarse una mezcla de ambos estilos, por un lado un mero espectáculo cinematográfico, lo cual ya es bastante, y por otro, una incisiva visión sobre el éxito y la caída, a mayor gloria eso sí, de sus estrella principal, Kirk Douglas.
(From here to the end, Spoilers) El inicio del film ya parece sacado de una cinta de cine negro. El oscuro pasillo que lleva al boxeador (Douglas) al ring al combate más decisivo de su vida nos señala el estado anímico del personaje, y Robson, mediante el uso del flashback —elemento muy usado en el Film Noir— nos explica todo lo que ha acontecido hasta llerar a ese punto. Así vemos como Midge y Connie —Kirk Douglas y Arthur Kennedy, precisamente en un rol parecido al que desempeñó en la citada ‘Ciudad de conquista’— son dos hermanos sin un centavo en el bolsillo que viajan para hacerse cargo con un negocio que han comprado a un desconocido. En el periplo se encontrarán con un boxeadoer profesional que invita a Midge a ganrse un dinero boxeando, llamado la atención de un veterano mánager al que le encanta, como él mismo dice, «ver a los chicos en acción».
Dicho tramo sirve para enfrentar los distintos caracteres de ambos hermanos, uno leal y bondadoso, y el otro que se deja llevar por el egoísmo aún a riesgo de dañar a quien más le quiere sólo por conseguir dinero. Tras comprobar que el negocio que les habían vendido era un timol, se dignan a trabajar en el restaurante fregando platos y sirviendo a los clientes. Pero el interés de Midge en toda cuanta mujer se le cruza por delante le hace tener una historia de amor con la hija del dueño por la cual es obligado a casarse con ella. Dicho punto en la trama no está bien insertado en la misma, y exagera un poco el carácter de desconfianza de Midge —además de provocar un previsible triángulo amoroso—, quien no duda en huir de allí y abrirse camino a través del boxeo, mundillo en el que logrará hacerse un nombre y de paso pisotear a todo cuantos le rodean, incluido su hermano y un manager que era algo así como un padre. Ese será el inicio de la caída del Golem creado por el propio Midge.
La secuencias de boxeo, y también las de entrenamiento, muestran a un Kirk Douglas en plena forma. Las escenas de boxeo están realizadas con contundencia, y en una se produce algo inaudito para la época, la repetición a cámara lenta de uno de los combates, y que sin duda sirvieron de inspiración a Scorsese para su mítico film en blanco y negro. Además, Robson deja para el último combate toda la violencia que el deporte en sí es capaz de mostrar; toda una set piece donde las sombras van avalanzándose sobre Midge, quien a esas alturas se convierte en un monstruo físico por culpa de los golpes recibidos en el combate. Llama la atención del trabajo fotográfico de Franz Planer, de quien hace poco hablamos por su trabajo para Robert Siodmak.
El final no es nada complaciente y es en cierto sentido una parábola sobre los peligros de la ambición. Una crónica sobre el ascenso al éxito y la fama, y el descenso hasta la mismísima locura y muerte. En definitiva, todo lo que sube tiene que bajar, y en esa caída, destruye todo cuanto una vez se ha querido o necesitado. Un melodrama por todo lo alto, que salvando ese tramo medio, que flojea por forzado, se alza como una de las mejores muestras sobre el boxeo, y mostrando la falta de escrúpulos que hay a ciertos niveles sociales. Douglas ya había irrumpido con fuerza en el séptimo arte, y aquí nos dejó una entregada interpretación, quizá demasiado intensa, de un pobre desgraciado que llegó a lo más alto y perdió lo más importante.
El mundo del boxeo, ha tentado numerosas veces a los directores de cine. Hace poco, por ejemplo, tuvimos ocasión de ver en televisión la espléndida Fat City, de John Huston, en la que las vivencias de los perdedores adquirían adjetivos de gran significación al situarse alrededor del ring. Robert Wise también se ha acercado al marco pugilístico con Tongo y Marcado por el odio, película que se anuncia de nuevo en las pantallas españolas. Mark Robson, de quien podemos ver hoy El ídolo de barro tuvo más tarde un nuevo encuentro con el ambiente de los campeonatos de boxeo en Más dura será la caída…El ídolo de barro refleja con, honestidad ciertas realidades de ese deporte «el único», según se dice en la propia película «en el que dan dinero por hacer algo que está fuera de la ley». Narra la historia de un muchacho, que por azar se convierte en boxeador y alcanza el título de campeón del mundo: «Es algo, más que un hombre. Es una historia que sólo ha podido vivirse en el mundo del pugilismo. La historia de un muchacho que se elevó desde las profundidades de la miseria hasta los laureles del triunfo»: este breve texto, que recita un locutor al principio de El ídolo de barro sólo indica parte de lo que sus imágenes ofrecerán desde entonces comenzando por una ingeniosa vuelta atrás que no parte, como manda el tópico, desde la infancia del protagonista sino de su edad adulta: la primera secuencia de. este flash back es, posiblemente, de las mejores de la película.
Las demas se encuentran también en la primera parte del filme. Antes dé que El ídolo de barro desemboque en un vulgar melodrama, el mundo del boxeo va abriéndose ante los ojos del espectador al mismo tiempo que lo hace ante los de su protagonista, en términos crudos, en ocasiones impresionantes. Basta citar, en este sentido, la pelea que el ganador debe sostener contra un grupo de matones en pleno ring pero sin público.
Kirk Douglas encarna a este muchacho que se siente tentado por el triunfo hasta llegar a despreciar a cuantos le quieren. La soledad del poder no es en este caso más que la de la ambición. Ese es el retrato que Mark Robson quiso ofrecemos en esta película y no dudó para conseguirlo en remarcarlo con obvios parlamentos que se concretan en la mayoría de las ocasiones en la voz del Arthur Kenned, el hermano cojo del ganador» De haber confiado más en la fuerza de la imagen, Robson hubiera logrado una mejor película.