Brigada suicida, La

Título en castellano La brigada suicida
Titulo original T-Men
Año de filmación 1947
Duración 92′
Pais Estados Unidos
Director Anthony Mann
Guion John C. Higgins (Historia: Virginia Kellogg)
Música Paul Sawtell
Dirección de fotografia John Alton (B&W)
Reparto
Productora Reliance Pictures
Sinopsis Dos agentes del Departamento del Tesoro de Estados Unidos se infiltran en una red de falsificadores que han conseguido fabricar un papel excelente. En una situación de peligro constante, intentan encontrar una muestra del famoso papel y descubrir a los culpables del «caso del papel de Shanghai». El principal problema será encontrar la forma de salir de la red.
Premios 1947: Nominada al Oscar: Mejor sonido
Subgénero/Temática Falsificadores

tomado de filmaffinity

Inusual película de cine negro en tono documental sobre un suceso real que asombró a los Estados Unidos y que se conoció como el caso del papel de Shanghai y en el que el Departamento del Tesoro puso todos los medios a su alcance para desmantelar la peligrosa banda con la infiltración de dos agentes dentro de la organización mafiosa.

Una de las grandes preocupaciones del gobierno federal fue de siempre el tema de la evasión de impuestos, delitos fiscales y falsificación de moneda, por estos temas fue Al Capone a la cárcel y para concienciar de ello y promocionar a los policías que trabajaban en dichos asuntos, durante los años cuarenta hubo un popular cómic que se titulaba como la película T-Men.

Este tipo de subgénero siempre ha gozado de la estima del público norteamericano y para que se hagan una idea sería una especie de aquella protagonizada por James Stewart titulada “El FBI contra el imperio del crimen”, aunque menos propagandística y más oscura y opresiva.

Protagonizada casi en su totalidad por actores casi desconocidos que hacen más real el aire semidocumental, destaca muy especialmente la fotografía y encuadres de John Alton con el que recorreremos los bajos fondos de ciudades como Detroit o Los Ángeles, aunque será en interiores donde encontraremos las mejores imágenes. Aunque no fue la fotografía sino el sonido el que fue nominado al Oscar.

Es la primera buena película de Anthony Mann tras unos titubeantes inicios –junto con “El Gran Flamarión”- que se confirmará en los años 50 sobre todo en otro género mayor, el western.

Recomendable para amantes de los film noir.


Y en este título condenso el juicio que me merece esta obra del clásico Anthony Mann; en efecto, la película, que visualmente es deslumbrante, que cuenta con buenas interpretaciones, ásperos y creíbles diálogos, así como una maravillosa puesta en escena y ambientación, no alcanza la categoría de perfecta a causa de los vicios característicos de los filmes propagandísticos con afán de veracidad documental. Dicho afán se traduce aquí en el empleo abusivo e innecesario de la voz en off, que subraya y reitera lo que Mann nos muestra ya perfectamente en imágenes.

Hecha esta salvedad, la cinta me parece magnífica, con una estética y unos valores formales muy dignos de tener en cuenta. La fotografía, en primer lugar, a cargo de John Alton, es de una nocturnidad impresionante, aportando una iluminación de corte tenebrista, con rostros que parecen surgir de la más profunda oscuridad. Mann aprovecha esto como pocos, componiendo unos planos de enorme dramatismo en los que el entorno y la ambientación tienen un peso fundamental, influyendo así directamente en la percepción del espectador. Esta será una característica propia del realizador, que aplicará también a sus más famosos Westerns, que serían mucho menos valiosos sin el marco en el que desarrollan sus argumentos.

Ciertamente, la historia desarrollada en el filme es una clara puesta en valor de la lucha del gobierno federal (aquí representado por el Departamento del Tesoro) contra las múltiples ilegalidades y negocios fraudulentos que florecieron en EEUU a partir de los años veinte. El cine había convertido en héroes a muchos Gángsters durante la década siguiente, y es por ello que la reacción de parte de la industria fue realizar películas como la presente, que trataban de encomiar la labor de las fuerzas del orden (dos precedentes claros y tempranos son «G-Men», de William Keighley, y «The great guy» de Blystone).

De entre todos los momentos brillantes del filme, yo destacaría: el comienzo, en el que la unión de atmósfera, ambientación, fotografía y puesta en escena alcanzan cotas virtuosas; la partida de dados en el garito ilegal, maravillosamente concebida e interpretada; un plano en contrapicado, perfectamente iluminado, en el que Bernie y el «Planificador» contrastan billetes a la luz de una lámpara. Por último, el vaporoso asesinato ambientado en la sauna resulta tan brillante como violento.

Magnífica película, innecesariamente lastrada, pero aún así de obligada visión.


tomado de cinemaldito

Anthony Mann es uno de los máximos responsables del amor apasionado que profeso al séptimo arte. Contaba con 8-9 años y mi padre, gran apasionado del western, me animaba a compartir con él una serie de películas denominadas por aquel entonces de «indios y vaqueros» protagonizadas por un desgarbado pistolero que escondía bajo su rostro de buena gente una personalidad atormentada por un pasado que explotaba vengativamente en medio de hostiles paisajes agrestes bellísimamente fotografiados por la cámara maestra de John Alton. Esas obras tan singulares tituladas Horizontes lejanos, Winchester 73, Colorado Jim, El hombre de LaramieEl hombre del Oeste y Tierras lejanas me fascinaron por la extrema belleza pictórica de sus fotogramas y por sus historias de soterrada violencia que ostentaban unos rasgos distintivos fácilmente identificables que las convertía en  únicas en su especie.

Pasados los años se lanzó a la venta en DVD el ciclo de películas de serie B  noir que formaron la carrera como realizador de Anthony Mann. Filmadas en  estudios independientes fueron consideradas durante muchos años obras menores en la carrera de Mann, alejadas de la calidad de los míticos westerns que el estadounidense rodara en los años cincuenta. Sin embargo, una vez revisadas las obras más significativas de esta etapa (El gran Flamarion, Raw Deal, Railroaded, El Reinado del terror y La Brigada suicida) se puede advertir en ellas la más pura esencia del cine de Mann: estilo sobrio y directo en el que se da una gran importancia a la imagen cimentada en una espectacular fotografía expresionista, narración ágil sustentada en historias sombrías en la que el pasado persigue a los personajes, uso de una violencia seca sin concesiones a la galería y guiones eficaces sin fisuras que buscan la comparación con un reloj suizo.

La Brigada suicida fue la primera cinta que descubrí del período noir de Mann por lo que la tengo un especial cariño. Película de escaso presupuesto guarda un lugar destacado en la historia del cine por ser el film que unió los destinos de Anthony Mann y el mago de la fotografía John Alton. Podemos catalogarla dentro del subgénero de cine negro documental, muy de moda en los años cuarenta y cincuenta y distinguido por describir con un caso real la labor de las fuerzas de seguridad americanas enfrentadas al crimen organizado. Merecen destacarse dentro de este género películas como El justiciero de Elia Kazan, La casa de la calle 92, Yo creo en ti y 13 Rue de Madeleine de Henry Hathaway, Puerto de Nueva York de Laslo Benedek, Relato criminal de Joseph H. Lewis  o la recientemente comentada en la Web La ciudad cautiva  de Robert Wise.

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Lo que convierte a La Brigada suicida en una obra digna de estudio en las escuelas de cine es su capacidad para tornar la escasez de medios en una virtud dejando aflorar el talento de su equipo técnico que logra tapar las carestías pecuniarias existentes. Su ritmo vertiginoso apoyado en un magnífico guión y un eficaz montaje, que describe a la perfección el ambiente de los bajos fondos de la ciudad gracias a unas magníficas secuencias filmadas en exterior en las que se percibe cierto aire de clandestinidad, nos apremia a no parpadear en aras de evitar omitir cualquier detalle importante del relato. Una cualidad puramente noir es el uso de una voz en off con la que el narrador nos puntualiza con todo lujo de detalles las peripecias que van aconteciendo en el desarrollo del caso. Mann consigue un resultado de calidad suprema apoyado en una fotografía mágica, espectacular, magnética del maestro John Alton. Es inaudito que con el único recurso del encuadre apropiado para cada escena Alton consiga perturbarnos trasladándonos al mundo subterráneo del hampa a través de un juego de claro oscuros y luces parpadeantes que oscurecen al contacto con el rostro de los actores, consiguiendo una atmósfera próxima al cine de terror.

El carácter documental de la cinta viene reforzado por la secuencia inicial en la que el Jefe del Departamento del Tesoro ofrece un pequeño discurso al espectador con objeto de describir el trabajo que realizan los agentes de las diferentes fuerzas que conforman el Departamento del Tesoro (escena marcadamente de serie B en la que el funcionario presenta al público datos estadísticos de los resultados de su Departamento). A continuación se relatarán los acontecimientos que dieron lugar a la resolución de un caso gestionado en el Tesoro, el denominado Caso del papel de Shangai.

Tras el asesinato de un confidente que iba a proporcionar información sobre la existencia de un papel de enorme calidad usado para falsificar billetes  descubierto en Detroit, los  agentes del Tesoro Dennis O´Brian y Tony Genaro viajarán a la ciudad del automóvil para infiltrarse en la banda de Vantucci siguiendo los indicios del origen de los billetes falsos. Una vez dentro de la organización las pistas recabadas conducirán a un siniestro personaje llamado El Planificador. El agente O´Brian viajará a Los Angeles localizando en las saunas de los bajos fondos de la ciudad a este sombrío individuo. Descubriremos que El Planificador es una especie de intermediario que conecta a dos organizaciones criminales que han localizado un papel de altísima calidad procedente de Shangai con el que se  pueden obtener falsificaciones casi perfectas.

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Los agentes del Tesoro penetrarán en una sinuosa trama en la que el suspense va in crescendo conforme avanza la crónica de los hechos debiendo utilizar toda su astucia para sortear las trampas que van encontrando a lo largo de su investigación del submundo de los falsificadores de dinero. En este sentido la película sirve para homenajear la labor de los T-men que son proclamados como hombres engendrados de una pasta especial que hace que no duden en jugarse el pellejo anteponiendo sus intereses familiares para salvaguardar el cumplimiento de la ley y el orden en la sociedad.

La  Brigada suicida goza de todos los ingredientes del mejor cine negro clásico de bajo presupuesto: fotografía de barrocos claro oscuros e impactantes contrapicados que impulsan el suspense de cada plano, interpretaciones sobrias y enérgicas de un plantel de actores fraguados en las trincheras de la serie B (destacando el gran Dennis O´Keefe, el actor fetiche de Anthony Mann en su etapa noir),  predominio de planos de interior intimistas y violencia extrema exhibida sin tapujos al más puro estilo del cine de acción. Mi escena favorita sin lugar a dudas es la del asesinato cometido en la sauna que frecuenta El Planificador. Alton utilizando un juego de brillantes luces y amenazantes sombras elabora un viaje Dantesco que sospecho gustó a David Cronenberg (escena de la sauna de Promesas del Este). El final del film recuerda a los westerns de Anthony Mann, que planifica un tiroteo en la cubierta de un barco similar a los míticos duelos localizados en los escarpados barrancos del oeste y cuya fotografía recuerda a las películas negras low cost que Fritz Lang rodó en Estados Unidos.

Una revisión de La brigada suicida demuestra que nos encontramos ante una película de autor en la que Mann consiguió un resultado tremendamente entretenido de sobresaliente calidad que estimula la reconciliación con el viejo cine de pequeñas películas que el tiempo se ha encargado de convertir en obras de arte.

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tomado de cienciaficcion

Anthony Mann es recordado hoy día sobre todo por sus espléndidos westerns, muchos de ellos con el gran James Stewart como protagonista, pero en los inicios de su carrera cultivó el cine negro en producciones modestas, pero muy notables. El establecimiento de Mann como realizador coincidió con una época en la que el cine negro se alimentaba de la denominada corriente procedural, que por aquel entonces había adoptado un aire verista y semi-documental, en consonancia con los principios cinematográficos auspiciados por Louis de Rochemont, importantísimo productor que trabaja para Twentieth Century Fox. En los años 30 ya se habían realizado algunas películas policiacas ofrecidas desde el punto de vista de los agentes del orden, las más famosas de las cuales fueron CONTRA EL IMPERIO DEL CRIMEN (G-MEN, 1935) y BALAS Y VOTOS (BULLETS OR BALLOTS, 1936), ambas de William Keighley, cintas que, sin renunciar a los aspectos críticos que caracterizaban el cine de gángsters, se decantaban decididamente por una línea progubernamental. Pero fue en los años 40 cuando empezaron a producirse masivamente filmes negros en los que se exaltaba la labor de las autoridades, cintas dotadas de una considerable carga didáctica, destinada a presentar al público los métodos de investigación seguidos por las fuerzas policiales. Esta vertiente del cine negro venía a contentar a los que, como John Edgard Hoover, director del FBI, se habían quejado por la mitificación del gangsterismo que, en su opinión, propiciaban ciertas producciones de Hollywood. Hoover y los que pensaban como él tenían bastante razón, y en consecuencia la industria cinematográfica tomó cartas en el asunto, produciendo un buen puñado de películas policiacas en las que los agentes del orden asumían un positivo protagonismo. Aunque los cinéfilos más puristas alegan que con tal proceder se perdió mucho de la crítica social que había caracterizado hasta entonces al cine negro, lo cierto es que la línea procedural dio a este movimiento fílmico algunos de sus títulos más notables, como la excelente LA CASA DE LA CALLE 92 (HOUSE ON 92nd STREET, 1945) y 13 RUE MADELINE (Ídem, 1946), las dos de Henry Hathaway, o la ya reseñada por mí ORDEN: CAZA SIN CUARTEL (HE WALKED BY NIGHT, Alfred L. Werker / Anthony Mann, 1947).

Si algo caracteriza los geniales pero poco reivindicados films negros de Mann es su verista y descarnado retrato del hampa estadounidense de aquel tiempo. Con una notable economía de medios, Mann ofrece en LA BRIGADA SUICIDA una lúcida mirada sobre el submundo delincuencial de finales de los 40, poniendo el énfasis en la profunda degradación de los que viven inmersos en el delito, y contraponiéndolo a la abnegación y rectitud de los agentes de la ley, algunos de los cuales, como Genaro, dan su vida en el cumplimiento de su deber. Aunque a determinados críticos no muy avezados les moleste lo que denominan como excesivo tono propagandístico del film, lo cierto es que LA BRIGADA SUICIDA no es en absoluto una cinta maniquea. Sin renunciar en ningún momento a las características típicas del mejor film noir, y otorgando a la vez ciertas concesiones a la política del Departamento del Tesoro de los Estados Unidos, en forma de descripción pormenorizada de sus métodos de actuación y su innegable buen servicio a la sociedad, Mann consiguió realizar uno de los títulos más notables del cine negro puro. No es, como han afirmado algunos indocumentados, un exaltado panegírico sobre las actuaciones del Departamento del Tesoro, sino una cuidada cinta negra que describe fielmente cómo es el submundo del delito y el valor y el sacrificio de los que luchan contra él. Porque, si bien es cierto que muchas personas se ven empujadas a delinquir por la miseria, la desesperación y determinadas injusticias sociales, también lo es que la gran mayoría de los delincuentes, de todo tipo y condición, lo son porque así es su naturaleza, y no pueden ser considerados en ningún caso como víctimas de los fallos de la sociedad, como postula la corrección política imperante hoy día. En este sentido, podría decirse que el cine negro de temática procedural, afín a los postulados gubernamentales y de las fuerzas del orden, cumplió una función social, contribuyendo no poco a concienciar a los estadounidenses sobre lo que realmente representaba el gangsterismo.

El aire semi-documental de LA BRIGADA SUICIDA les resulta incómodo a ciertos críticos, pero confiere gran interés al film y es congruente con la historia que éste relata. Esto aparte, la cinta de Mann destaca por su notable brío narrativo, así como por su inquietante atmósfera sórdida, que contribuye en buena medida a desmitificar a los outlaws (fuera de la ley), ninguno de los cuales tiene aquí ni el más ligero toque romántico, siendo descritos como realmente son la inmensa mayoría de los delincuentes en la vida real. La estética expresionista, ideada por ese genio de la fotografía cinematográfica en B/N que fue John Alton, con profusión de sombras tenebrosas parcialmente rasgadas por ramalazos de luz, acentúa la impresión de sordidez y dota a la película de un aire trágico. Mann recurre con frecuencia a los planos de conjunto y los soberbios contrapicados, en una muestra de su sabia creatividad fílmica. LA BRIGADA SUICIDA se erige así, tanto por la historia que relata como por la manera en que está hecha, como uno de los ejemplos más notables e imperecederos del mejor film noir semi-documental.



tomado de memento

Encontramos en el equipo algunos de los técnicos de He walked by night: el guionista John Higgins (que da su nombre al barco en la secuencia final),  el director de orquestra Irving Friedman y por supuesto el director de fotografía John Alton acompañado por el fotógrafo de efectos especiales George J. Teague.

 

Actores: Dennis O’Keefe es Dennis O’Brien  Alfred Ryder es Tony Genaro  Wallace Ford es “The Schemer” (El planificador)  Charles McGraw es Moxie

Dennis O’Keefe tiene un papel sobresaliente en algunas películas del cine negro como Raw Deal (Anthony Mann-1948), Abandoned (Joseph M.Newman-1949), Woman on the run (Norman Foster-1950),   Los verdugos también mueren (Fritz Lang-1943) o The Leopard Man de Jacques Tourneur. Su encuentro con Moxie / Charles Mc Graw en T-men es particularmente violento.

Charles McGraw va rodar más películas con Mann pero también numerosas películas de cine negro con Rober Siodmak(The killers-1946), Jacques Tourneur (Berlín Express-1948), Jules Dassin (Brute Force-1947), Joseph Losey (The long night-1947), Felix E.Fiest (The threat-1949), Anthony Mann (Border incident-1949), John Farrow (His kind of woman-1951), etc.

Wallace Ford es el detective de Shadow of a doubt (La sombra de una duda-Hitchcock-1943). Trabaja también en Spellbound (Recuerdas-Hitchcock-1945), Dead Reckoning (Callejón sin salida-John Cromwell-1947 con Bogart), tiene el papel de Gus en The set-up (Combate trucado-Robert Wise-1949), el papel del padre de Shelley Winters en He ran all the way (Yo amé a un asesino-John Berry-1951).

 

 

Dos agentes del Servicio Secreto dependiente del Departamento del Tesoro de los Estados Unidos han sido elegidos para infiltrarse en el hampa y acabar con una banda de falsificadores de billetes de banco. Con una nueva identidad y la amplia y precisa información necesaria, irán de Detroit a Los Ángeles, siguiendo las ramificaciones complejas de la organización criminal que les llevarán hasta su cúpula. El título evoca la devoción de estos agentes dispuestos a sacrificar su vida para cumplir con su misión, los T-men –hombres del Tesoro –superhéroes del cine hollywoodiano de la época. La presentación documental típica de estas películas “procedural” está aquí a  cargo de un funcionario del Estado, ex- dirigente de los servicios del Departamento del Tesoro que nos presenta el asunto, historia verídica archivada con el nombre de “Shanghai Paper Case” (El caso del Papel de Shanghai, ya que el papel empleado por los falsificadores proviene de China). El tono de la voz, una narración  didáctica  que exalta el heroísmo de los agentes del Tesoro, refuerzan el aspecto documental de la película en sus primeras secuencias. Pronto la fuerza de la imagen da su propia narración y solapa este aspecto inicial aunque se sigue describiendo con detalles las distintas etapas de una investigación compleja, laboriosa y por momentos confusa por su profusión de personajes y de espacios. Como en He walked by night, el director de fotografía John Alton forma con Anthony Mann una pareja eficaz y el resultado es, aquí también, un excelente cine negro. 

Anthony Mann, el Bien y el Mal

 

Los infiltrados son unos seres que se encuentran en equilibro inestable entre dos mundos en una lucha a muerte. Viven una experiencia que pone a prueba su identidad, disfrazados de enemigos, errantes en un territorio hostil y  fuerte en tentaciones que desvela las debilidades humanas y deja sin sentido  el código de honor  en el cual han sido formados.   En estas primeras experiencias cinematográficas, Anthony Mann ya deja aparecer esta cartografía elemental de la humanidad: la ley como frontera entre el Bien y el Mal.

Su filmografía afirmará esta oposición ancestral. Los personajes caminan a lo largo de esta frontera. El cara a cara entre los agentes del Tesoro y los falsificadores en T-Men es uno de los mejores ejemplos de esta obra en devenir. El interés principal de la película con respecto a las obras siguientes, principalmente los westerns con James Stewart, reside en el viraje de situación, la transgresión de la moral y del orden establecido. Para los dos agentes, está muy claro que los métodos tradicionales no pueden funcionar en el caso que se presenta: se van a comportar como verdaderos criminales y cometen unos actos ilegales para acabar con la ilegalidad, abren la puerta de la mentira para desvelar la verdad. Enfrentados al miedo a la muerte, Dennis O’Brian y Tony Genero mantienen  la sangre fría.

Saben controlarse aunque algunos de la banda intentan desenmascararles con la tortura física y psíquica.

Tony domina sus sentimientos en este encuentro con su mujer en presencia de uno de ellos – notable secuencia de thriller –y llega al sacrificio de su vida para proteger la misión y permitir a su colega seguir hasta el éxito.

Realismo y expresionismo

La ambivalencia entre cine negro y documental no debilita en absoluto la fuerza de la interpretación ni el ritmo de la narración.

Como en He walked by night, el dúo Anthony Mann-John Alton funciona a la perfección. Desde estas primeras obras de cine negro, aparecen la aspereza en las situaciones, la violencia de los personajes, la calidad de la composición. La utilización adecuada de la luz artificial realza el dramatismo y el fatalismo de la narración. Anthony Mann y John Alton utilizan todos los artificios que compensan la limitación del presupuesto: la utilización de la imagen expresionista llega a la abstracción geométrica.

El espacio está delimitado por los contrastes entre el negro profundo de la oscuridad y una luz cruda, a veces en diagonal para localizar los eventos o los objetos, a veces horizontal para resaltar los rasgos de las caras de los personajes.  La profundidad de campo, las sombras alargadas, los contrapicados, los primerísimos planos de las caras torturadas acentúan la temática de la amenaza que pesa sobre los dos agentes T-men.     29 Desde la primera secuencia, la firma de Anthony Mann da el tono de la película: un agente del Tesoro tiene cita con  un informador. Este muere de un disparo antes de comunicar con el agente. Unos encuadres muy estudiados explicitan la relación de fuerzas: por ejemplo, la cámara se sitúa detrás de las piernas del asesino para filmar a la víctima.

La acción fuera de campo está utilizada como amenaza o llevada dentro del campo por unas técnicas de reflejo –ver la escena en el restaurante cuando Dennis O’Brien sigue a  “The Schemer” y observa el intercambio de billetes falsos en una cabina de teléfono –. Las secuencias en el baño turco, la primera entre estos dos personajes y la segunda entre Moxie y The Schemer, son de una intensidad poca veces conseguida en el cine negro: los primerísimos planos, la fuerza creativa del director de fotografía John Alton en su utilización impactante del conjunto luz-vapor –pensamos en “Promesas del Este” de David Cronenberg – elevan la película al nivel del mejor cine negro a pesar de su tono procedural inicial. 

Otras secuencias impactantes por su fuerte potencial dramático son el asesinato de Tony que pone a prueba a O’Brien, condenado a callarse,  y la secuencia final en el barco, otro espacio que pone en evidencia la creatividad artística impactante de Alton.




tomado de ciclosdecine

El agente del Tesoro Dennis O´Brien (Dennis O´Keefe) ha conseguido infiltrarse en una red de falsificadores de billetes que desde Los Angeles mueve dinero falso por todo el país. Para llegar hasta la cúpula de la trama soportará torturas, hará uso de la violencia y tendrá que transformarse en un gánster de ademanes chulescos para mantener su tapadera.
¿Pero qué precio tendrá que pagar el agente O´Brien por este ominoso y brutal viaje al negro corazón urbano? La respuesta a esta pregunta nos la traen Anthony Mann y su fotógrafo John Alton, dos de los más prestigiosos cineastas que ha dado el film noir. Extrayendo el argumento de la película de un caso real, sientan las bases de lo que será conocido como el docu-noir, una nueva vertiente del genero que pretende sugestionar aún más al espectador. Así que agárrense fuerte a sus asientos que aquí llega «La brigada suicida» y está dispuesta a no dejar títere con cabeza.

 
FICHA TÉCNICA: LA BRIGADA SUICIDA “T-men”.
AÑO: 1948. DURACIÓN: 92 min. PAÍS: Estados Unidos.
DIRECTOR: Anthony Mann.
GUIÓN: John C. Higgins. MÚSICA: Paul Satwell. FOTOGRAFÍA:  John Alton.
REPARTO: Dennis O´Keefe, Alfred Ryder, Mary Meade, Wallace Ford, Charles McGraw, Jane Randolph, Art Smith, June Lockhart.
PRODUCTORA: Eagle-Lion. Productor: Aubrey Schenk. GÉNERO: Film noir.SINOPSIS: Dennis O´Keffe y Tony Genaro son dos agentes del Tesoro, su misión es desenmascarar una red de falsificadores de dinero que opera desde Los Angeles. Haciéndose pasar por delincuentes perseguidos se introducen en una organización mafiosa en Detroit, ya que saben que ésta mantiene contactos con los falsificadores californianos.
Pronto descubrirán que un hombre llamado «El Planificador» actua como nexo de unión entre ambas organizaciones. O´Brian parte hacia Los Angeles en busca del misterioso «Planificador», con un solo objetivo, utilizarlo para infiltrarse en la oscura trama de los falsificadores.

El docu-noir sumó a las habituales influencias del cine negro, expresionismo alemán y realismo poético francés, las del movimiento neorrealista italiano. Consiguiendo films con un mayor efecto dramático gracias al uso de escenarios reales y tramas inspiradas en fuentes ajenas a la ficción (periódicos, revistas y registros públicos).
«Yo creo en ti»,»La ciudad desnuda» y «La brigada suicida» todas ellas del año 1948 son las pioneras de esta nueva vuelta de tuerca del género.

 El director afanoso por dar autenticidad al film comienza la película  presentando a un verdadero ex-director de la Secretaría del Tesoro que sentado tras un sobrio su escritorio, se dirige monótonamente a los espectadores explicando la labor de los agentes de Tesoro en todas las ramas de dicha agencia gubernamental.
Posteriormente el directivo continuará siendo la voz en off que nos guía durante todo el film, comentando las sutilezas de la labor policial durante toda la operación. Esta voz en off nos acompañará durante todo el metraje, su presencia no sólo acentúa ese tono documental que el realizador quiere aportar al film, sino que también nos ayuda ha orientarnos en otro intrincado guion de cine negro.

El aspecto realista que nos introduce en la trama contrasta de forma brutal con el tratamiento manifiestamente expresionista de la parte no documental de la película. Tanto Mann como el fotógrafo John Alton saturan con contrastes lumínicos una planificación repleta de simbología.
Mann vuelve a estudiar la psicología de sus personajes, esta vez la de un policía (Dennis O´Keefe) que se ve  expuesto a la corrupción y la violencia. El realizador acentúa de forma metafórica el carácter de O´Brien y los daños colaterales que reportará a su psique su viaje al lado oscuro.

Lo hace utilizando multitud de recursos de poderosa simbología expresionista. Reflejos en espejos, escaparates y charcos. Salas de aspecto luciferino, llenas de vapor y difusamente iluminadas . Neones palpitantes…
A su vez la poderosa fotografía en blanco y negro de marcados contrastes, crudos exteriores diurnos y un trabajo nocturno de gran realismo han hecho de esta película un referente dentro del género.
La iluminación, los encuadres, la planificación, los movimientos de cámara y los recursos de montaje son de una calidad extraordinaria y funcionan como un mecanismo de relojería. Aquí esta la verdadera grandeza de esta película, es una autentica lección magistral de como hacer buen cine.
Alton, un maestro de la iluminación, nos brinda todo un repertorio de luces y sombras, tanto en exteriores nocturnos como en oscuros interiores claustrofóbicos. Luces sin filtrar a los lados, detrás o sobre los intérpretes que nos muestran misteriosas siluetas oscuras y rostros parcialmente ocultos que aumentan la tensión y el dramatismo de la puesta en escena.
¿Y qué decir de la planificación? ¡Es gloriosa!
Mann no sólo nos regala con los habituales planos de ángulos distorsionados tan característicos en estos films. Sino que haciendo gala de su habilidad innata para el encuadre, se recrea en todo de tipo de planos con personajes en diferentes capas de profundidad. Con planos en los que se desplaza la cámara con movimientos laterales, ascendentes o descendentes. Planos detalle que acaban en planos americanos. Cámaras subjetivas. 
Fundidos en negro…

Ya lo veis «La brigada suicida» es un disfrute para el cinéfilo, más aún si ama el cine negro.  No debeis perderos esta orgía de recursos cinematográficos, una orgía a la que todos estais invitados.

Un rostro surge de la oscuridad, sus ojos, por efecto de la luz, parecen blanquecinos. Esta siniestra ‘aparición’, esta sobrecogedora imagen es una de las más sorprendentes del film noir ( y de la historia del cine). Su impacto es aún mayor porque la secuencia precedente, introductoria de la magnífica ‘La brigada suicida’ (T-men)está narrada con los más rudimentarios modos documentalistas: Planos del edificio del Dpeartamento del tesoro, y de uno de sus directivos que nos enumera los seis departamentos de los que consta. Y nos introduce en el caso, que se nos narrará, como ejemplo de los métodos y de la eficiencia de sus agentes. Su voz en off acompañará la narración, como guía que nos orienta en la maraña del caos. Esta introducción ejemplifica los modos de una variante del film noir, el procedural, que conjuga ficción con recursos documentales, en especial centrado en las actividades de agentes de la ley. Pero la siguiente secuencia quiebra ese ‘realismo’; las sombras manchan el documento, o ponen en interrogante la misma noción de realidad, de su representación. El caso que ejemplifica una actividad ‘real’ (que encima ha sucedido) se plantea como una siniestra abstracción, como un trayecto hacia los abismos, en donde los límites se confunden. De hecho, ese rostro que surge en la oscuridad es la representación de ‘las furias’ (no es de extrañar que Mann acabara dirigiendo, tres años después, una obra, excelente, de nombre ‘Las furias’). Es el rostro de Maxie (el gran Charles McGraw), que se convertirá en la sombra o doble siniestro del protagonista, O’Brien (Dennis O’Keefe), el agente que, junto a Genaro (Alfred Ryder), se infiltrará entre los delincuentes que trafican con billetes. Maxie es el abismo que debe evitar mirar de frente a los ojos sino quiere ser engullido por él (en el enfrentamiento final entre ambos, O’Brien se ‘transmuta’ en pura furia (realzado por la eficacia de un intenso corte de plano), cuando herido sigue avanzando, persiguiendo a un asustado Maxie (porque parece que por mucho que le dispare no puede ser abatido). Mann, con la complicidad de John Alton (con el que estableció una de las colaboraciones más creativas que ha dado el cine) crea algunas de las composiciones más fascinantes del film noir. Photobucket 
El trabajo con los encuadres, que rompe la convención (realista, o instituida), con contrapicados (la tensión del momento en que O’Brien quiere sacar de debajo del lavabo unas placas sin que se percate Maxie, que se está afeitando a su lado), interrelaciones entre los diferentes términos en el encuadre (figuras u objetos: el aspa en primer término, al fondo en la calle, O’Brien), las luces y las sombras, es como la desgarradura del caos, ‘otra’ simetría (más que asimetría), otra relación entre las líneas del encuadre (como si variara, se alterara, el ángulo de mirar la realidad, entre ditorsiones y desequilibrios), de figuras y componentes de decorado, que nos sumerge en una realidad movediza, enmarañada, amenazante, abisal. No hay certidumbre posible, como no sabe el dueto de agentes con qué se encontrarán, e incluso si su propia representación, los personajes que tienen que simular ser, si les enajenará. ¿Tienen que ser como ellos? ¿Dónde está el límite del ser y parecer? Hay secuencias que situan ese dilema en un hiriente filo, como cuando Genaro se encuentra, casualmente, con su esposa y una amiga de ésta, y ambos tienen que negar a la amiga que no ‘es’ él. La intensidad que emana de los primeros planos, de la convulsión de sus rostros que contienen sus emociones para que el traficante de billetes que acompaña a Genaro, ‘el planificador’ (Wallace Ford), no dude del papel que representa, hace más desazonante la situación (que no será efectiva; las emociones ‘verdaderas’ han ejercido de fisuras en la máscara, y han evidenciado lo que se negaba). Esa conmoción que sacude con los primeros planos se hace manifiesta en otra secuencia que enfrenta, dolorosamente, a la fisura de la verdad rasgando la ficción, aquella en la que descubren que Genaro es agente encubierto, y Maxie le mata, con O’Brien como testigo, que tiene que contener, tras la máscara de su rostro/personaje, sus emociones (a diferencia de Genaro y su esposa, su rostro/expresión no le delata). Photobucket Photobucket
 Pocos cineastas como Mann han sido tan efectivos y creativos a la hora de crear elaboradas composiciones en su significación como de crear tensión física, la violencia de las emociones, con sus encuadres (pocos cineastas han alcanzado lo que es el cine en estado más depurado, como Mann). Ejemplos: Un plano de larga duración: En primer término del encuadre, el agente que informa a O’Brien, al fondo del encuadre, de la información requerida sobre ‘el planificador; otro plano de larga duración: En primer término del encuadre, Genaro, que es interrogado y torturado , en segundo termino del encuadre, por los componentes de la banda que le preguntan a dónde ha ido O’Brien. Para intensificar la violencia, cómo se acercan los cuerpos a cámara: cuando O’Brien es apalizado en el garito de apuestas, es lanzado en el callejón, aterrizando su rostro junto a la cámara ( para aún más hacer intensa la violencia inflingida, justo pasa un coche a su lado, del que tiene que apartarse para que no le arrolle). El montaje secuencial sintético de las indagaciones de O’Brien por las saunas (en una es una sombra perfilada, entre otras figuras borrosas y el vapor; viaja hacia su sombra; es un trayecto hacia lo que parce no tiene rostro: a este respecto resaltar cómo llegar a la cúpula de la organización parece suponer el superar un laberinto, ya que va conociendo sucesivamente lugartenientes de superior jerarquía pero no al jefe). En tal espacio que difumina las lineas de sombras y luz, tiene lugar una de las más notorias secuencias de la película (y del género), aquella en la que Maxie deja encerrado a ‘el planificador’ (el rostro de Maxie en primer término, fuera, apoyado en la puerta; el de ‘el planficador’, desesperado, golpeando la pequeña ventana con una silla). Lo que se anuncia como un panegírico sobre la eficiencia de las fuerzas del orden se revela como un convulso descenso a los abismos donde habitan las furias del corazón de la bestia (humana), y donde resulta dificil discernir lo que separa la luz de las sombras, o mantener el equilibrio entre ambas. Ese es el trayecto del héroe, el del que sabe reconocer al abismo en su interior.
 
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