Mas dura sera la caida

Título en castellano Mas dura sera la caida
Titulo original The Harder They Fall
Año de filmación 1956
Duración 109′
Pais Estados Unidos
Director Mark Robson
Guion Philip Yordan (Novela: Budd Schulberg)
Música Hugo Friedhofer
Dirección de fotografia Burnett Guffey (B&W)
Reparto
Productora Columbia Pictures
Sinopsis Eddie Willis (Humphrey Bogart), un veterano periodista, es contratado como agente de prensa por Nick Benko (Rod Steiger), un hombre sin escrúpulos, para que consiga hacer popular a Toro Moreno, un gigantesco pero torpe aspirante a boxeador, a quien hacen creer que es un gran campeón a base de amañar sus combates. 
Premios 1956: Nominada al Oscar: Mejor fotografía (Blanco & Negro)
Subgénero/Temática Deportes, Boxeo, Periodismo

Más dura será la caída (1956) de Mark Robson (El Despotricador ...Foto de Más dura será la caída - Foto 3 sobre 7 - SensaCine.comLICANTROPUNK: "Más dura será la caída", de Mark Robson

tomado de filmaffinityç

Un veterano periodista deportivo llamado Eddie Willis, eventualmente sin empleo, acepta una propuesta de un amigo suyo, Nick Benko, que domina un grupo de promotores de boxeo, para que actúe como agente de prensa de la operación que piensa montar con un gigante argentino que ha encontrado, llamado Toro Moreno, al que pretende hacer boxear para enriquecerse a su costa.

Película perteneciente al cine negro de finales de los años cincuenta. El argumento de Más dura será la caída aborda un tema poco tratado en el celuloide de aquellos tiempos; el boxeo, un deporte duro y poco gratificante en beneficios y en salud, no tanto para el que lo dirige, como para el que lo practica, o al menos así lo plantea la cinta. Siguiendo la tónica del boxeo, este título no tratara de sumergirse en el deporte en sí, si no más bien en lo que se cuece detrás de él, un negocio muy productivo para los managers que mueven la batuta en este mundo de corrupción y amaños. La estructura narrativa gira entorno al personaje de Bogart, un hombre aparentemente falto de sentimientos, pero que no soportara el trato dado a Toro Moreno, un falso gigante del ring que vera en apenas un combate como su sueño de conseguir el título de los pesos pesados se hace añicos. En este aspecto me gustaría recalcar el espíritu moralizante que desprende la obra, con un final abierto que apela a la justicia en un universo movido únicamente por el dinero.

En lo visual el largometraje resulta bastante convincente. Mark robson se desenvuelve con aparente facilidad tanto en los interiores, con unos planos largos combinados con unos encuadres dirigidos al diálogo en mayor medida, como en los exteriores con unas magníficas vistas urbanas. La fotografía y el montaje, también deben ser resaltados, Burnett Guffey y Jerome Thorns realizan un brillante trabajo; el primero ante la imposibilidad de contraponer el espacio campo ciudad, emplea sabiamente la combinación de interiores y exteriores para lograr el mismo resultado, mientras que el segundo lleva a cabo una fantástica recreación de los combates de boxeo. Esta película supone la última aparición de Humphrey Bogart en el cine, lo que tiñe al film de un aliciente muy importante. A pesar de que no sea su mejor interpretación Boggie capta a la perfección la difícil situación de Wilis. Entre el resto del reparto destaca Mike Lane, quién da vida a Toro Moreno, con una personalidad ingenua y tanto infantil. Las melodías de Hugo Friedhofer, tocadas por instrumentos tanto de viento como de cuerda, acopian un carácter rápido que combina de forma excelente con el tono de la obra.

Obra negra, que guarda su mayor interés en suponer el último trabajo de Humphrey Bogart, acompañado esta vez de una entretenida trama y de una sólida puesta en escena.


Humphrey Bogart no llegó a ver el estreno de esta película. Un mes después de acabar el rodaje, Bogart falleció por un cáncer de garganta. Tal vez por esto, «Más dura será la caída» ha pasado a la historia. Pero la última película del mito Humphrey Bogart no necesitaba este duro golpe para hacerse un hueco en la historia. El film es de por sí, una gran obra de la época.

Eddie Willis (Bogart) es un periodista sin empleo que acepta un trabado como agente de prensa que le ofrece Nick Benko (Rod Steiger) un promotor de boxeo. El trabajo consiste en darle fama al gigante boxeador argentino, Toro Moreno, un desconocido que no sabe boxear y con el que piensan enriquecerse.

A pesar del sufrimiento que padecía, Bogart consigue una gran interpretación. Humprhrey Bogart ocultó a todos su enfermedad y trabajó en unas condiciones lamentables, lo que demostró su gran profesionalidad en esos difíciles momentos. No mucho tiempo atrás Bogart llegaba seriamente tocado a algún rodaje junto a su amigo John Huston…

Quien destaca sobre el resto en esta gran película es Rod Steiger. Está inmenso, y sus duelos con Bogart son lo mejor de la película. El personaje de Toro Moreno es simplemente inolvidable, pobre desgraciado.


tomado de diariocinefiloclasico

Último filme del mítico y espléndido actor Humphrey Bogart, quien fallecería un año después de la grabación de este título víctima de un cáncer de estómago.

Más dura será la caída, gran obra producida y escrita por Philip Yordan, quien adapta una novela de Budd Schulberg, es uno de los mejores ejemplos de película ambientada en el mundo del boxeo, filmada por Mark Robson, un director que ya había abordado previamente una materia similar con la magistral El ídolo de barro (1949, Mark Robson).


Si en la anterior película Robson centraba la historia desde la perspectiva del propio boxeador, ahora será desde el punto de vista de un influyente periodista deportivo, quien conducirá las riendas del desarrollo de la acción al ser contratado por un promotor de combates falto de escrúpulos para que mediante una agresiva de marketing, publicite un nuevo y hercúleo boxeador argentino (personaje basado en el púgil italiano Primo Carnera), estableciendo una incisiva, naturalista y agria estampa de las corruptelas y personajes que rodean al pugilismo.

Rodada en los últimos años de la etapa dorada del cine negro, Más dura será la caída (1956) supone el último coletazo vital del icono por excelencia de un género que, como el western, vislumbraba su cénit en el horizonte y, precipitándolo con su fallecimiento un año después del estreno, dejó a La Meca del cine huérfana de su gran mito.

Se trata de una vuelta de tuerca cuyo resultado es una denuncia abierta que, si la ubicamos en el subgénero de «películas de boxeo», podríamos decir que rechaza ser una película de acción sin más, o una película de boxeo en la que se vanagloria de los mitos de un deporte en el que abundan más, si cabe, las miserias humanas. Esta denuncia, ataca directamente a la raíz del problema, las mafias que controlan el deporte y lo tienen convertido en un circo (excelente la alegoría de la caravana de Toro Moreno, el triste púgil manipulado, acompañada por una música de lo más circense), asegurando que el boxeo, la eterna lucha interpares ha perdido su esencia, sus valores, pasando a ser un mero negocio, fábrica de Hércules de plastilina de usar y tirar que no interesan a nadie, en la que los managers, entrenadores u ojeadores, a través de la farsa y el amaño, elevan al olimpo o empujan al infierno al boxeador en función de lo abultado que quede su bolsillo.

 “Más dura será la caída” de Mark Robson es una película notable. Una auténtica parábola sobre la integridad humana ante los efectos perversos de la corrupción y el desprecio por los otros. El dinero, maldito dinero, que todo lo quiere y todo lo mueve, termina por envilecer a quienes terminamos rendidos a sus pies. El mundo del boxeo, sirve para mostrar, como el negocio se construye sobre la manipulación, la burla y la trampa. Existe gente inescrupulosa y egoísta que fundamenta su bienestar en la desgracia de otros. El pecado no es el Diablo, sino la expresión de la maldad que los humanos somos capaces de producir sin que Dios parezca darse cuenta. Humphrey Bogart, con su estilo parsimonioso y sabio, que le dio fama y gloria, encarna a un periodista que pone a prueba su ética bajo los efectos de la necesidad. Nos alegra que dentro de los horizontes de una vida humana, ésta se encuentre orientada por una serie de valores y principios que nos permitan un mínimo de coherencia y esperanza. Este mensaje de integridad y decencia es el epicentro de “Más dura será la caída”.

Además, se agradece la presencia en la película de héroes de este deporte como Max Baer o J.J. Walcott, lo cual dice mucho de la veracidad de la historia y, encima, ambos están fenomenal. Desde luego, Bogart no pudo decir adiós de mejor manera.


tomado de hildyjohnson

Seguimos con películas norteamericanas de los años cincuenta con tintes sociales y seguimos con películas que tienen como telón de fondo el mundo del boxeo. Hace poco realicé un comentario sobre otra impresionante película de Robson también ambientada en el mundo pugilístico, El ídolo de barro, con Kirk Douglas como protagonista.

Esta vez me decanto por la tremenda Más dura será la caída que además cuenta con la última interpretación del actor Humphrey Bogart que ya estaba muy enfermo durante su rodaje. Con lo cual da un airé más elegíaco y triste a esta película que presenta un mundo gris y cruel donde algunos hombres sólo son negocio para otros.

Como tantas películas de este tipo es una historia donde el personaje principal se transforma a partir de unos hechos de su vida. Esta vez le toca el turno a un veterano y desencantado periodista deportivo, especialista en boxeo (ahí nos deja Bogart otro de sus espectaculares retratos sobre el desencanto y como héroe duro que se redime finalmente). Acepta, en un momento profesional difícil, un trabajo que le reportará dinero y éxito, como agente de prensa de una promesa en boxeo que viene de Argentina y que quiere promocionar a toda costa un promotor de boxeadores y combates. La peculiaridad de su trabajo: el joven Toro Moreno, toda una mole de hombre, es un luchador mediocre que no es consciente de que lo es y el promotor que lo ha traído de lejos —a través de amañar combates— quiere que gane luchas para se enfrente en una final con un gran campeón y sacar más dinero a través de las apuestas.  En resumen, enriquecerse a costa de su producto, sin importarle que detrás del asustado gigante de la Pampa, hay un ser humano.

Así se construye una historia que golpea al espectador en cada escena cuando cada vez es más evidente la deshumanización y la brutalidad de un montón de personajes que pululan alrededor del inocente luchador (de origen humilde, una aldea de la lejana argentina, y prácticamente analfabeto… pero siempre con la dignidad por delante).

Más dura será la caída cuenta un mundo del boxeo oscuro y corrupto entre bambalinas y como puro negocio despiadado donde varias personas se enriquecen a través de destrozar a través de contratos, combates y otros asuntos a jóvenes y hombres que van haciéndose mayores que no han tenido otra oportunidad de ganarse la vida o de ser alguien más que subirse al ring. Muestra como alguno de estos combatientes mueren en combates sin haber recibido los cuidados adecuados o cuando ya no sirven para la pelea son abandonados a su suerte (convertidos en sin hogar) y totalmente arruinados.

El periodista deportivo, al principio con coraza, y preocupándose por ganar dinero y volver a conseguir una buena posición social y profesional (es un hombre ya maduro y sabe que no lo tiene fácil) se lanza a convertir al asustado Toro Moreno en famoso combatiente. Y como todos le trata al principio como un muñeco en sus manos. Sin embargo, poco a poco va vislumbrando al ser humano tras la mole de carne y el mundo corrupto que se mueve alrededor de él, sin ninguna piedad hacia su persona y hacia su futuro. Y la coraza se va resquebrajando dejando paso a la humanidad que se escondía dentro del protagonista… arrastrado además por un compañero de profesión y por su esposa que no miran con buenos ojos el nuevo empleo del amigo y marido.

Más dura será la caída es una película incómoda y agria. Me revolvía en el sillón viendo toda la trama que envuelve a un pobre hombre con cuerpo de bestia. Otro gran personaje es sin duda el duro y corrupto promotor de boxeo y combates interpretado de manera soberbia por ese actor secundario maravilloso que se llama Rod Steiger. Este hombre, grande entre los secundarios de oro, cuando lograba un papel a su altura era capaz de merendarse a todos los que estuvieran a su lado en cada escena en la que actúa. Aparece en una de mis películas favoritas también en gran papel, La ley del silencio (¡¡¡qué, oh, casualidad, también la nombré ayer!!!), nos mostraba a un complejo sheriff en localidad sureña y racista que tiene que aceptar como compañero a un agente negro en En el calor de la noche o nos mostraba a un divertido y cínico juez en Locos en Alabama.

Las miradas de Toro Moreno (el actor que lo interpreta fue un luchador profesional de la época que se llamaba Mike Lane) desarman e incomodan en esta película dura. El espectador recibe varias bofetadas hasta que se va humanizando el personaje de Bogart dándonos un respiro de que en un mundo de pirañas, alguien despierta y es capaz de hacer algo noble. Además, claro está, de esa dignidad que nunca abandona al personaje de Toro Moreno.


tomado de pdfs

Eddie Willis (Humphrey Bogart) es un periodista deportivo sin oficio ni beneficio. En esa situación de debilidad profesional –también personal, porque cuando falla lo profesional todo se resiente, guste o no–, un conocido suyo, Nick Benko (Rod Steiger), le propone un trabajo con alta remuneración. El peculiar amigo es el “dueño” de un conjunto de promotores de boxeo. Desea que Eddie actúe como agente de prensa de una operación que piensa organizar empleando a un gigante argentino, cuya estupidez es correspondiente a su enorme tamaño. Toro Moreno (Mike Lane) –así se llama el hispanoamericano– deberá boxear para enriquecer a su promotor. El representante del deportista es casi tan nulo intelectualmente como el boxeador, y ambos se creen –¡quieren creerse!– las patrañas de su “milagroso” promotor. Este drama policíaco constituye una extraordinaria crónica de corrupción y ambición, bajo la destacada dirección de Mark Robson. El largometraje, última película que interpretó antes de su fallecimiento Humphrey Bogart, es todo un clásico, no tanto del deporte del boxeo como del peculiar entorno en el que se mueve.La narración gira en buena medida alrededor del periodista, un personaje aparentemente falto de sentimientos. Sin embargo, cuando ve el trato que van dando a Toro Moreno, falso triunfador del ring, se revela. La pizca de ética que le queda, le lleva a enfrentarse, al cabo, con su jefe. En un arrebato de sinceridad, le dirá a Toro Moreno (con el objetivo de que se deje caer en el definitivo combate y así pueda salvar la vida): –¡Qué importa lo que piense de ti un puñado de personas sedientas de sangre! ¿Has echado alguna vez un vistazo a sus caras? Pagan unos pocos dólares esperando ver morir a un hombre… ¡Qué se vayan al infierno! Piensa en ti. Coge el dinero y lárgate de este asqueroso negocio. Los elementos que se combinan desde el comienzo son letales: la ignorancia presuntuosa tanto del boxeador como de su representante; la desmedida ambición de quien les asegura éxito y dinero; la cohorte de malandrines que le rodean; la falta de ética del periodista contratado, que a sabiendas de que todo es un fiasco acepta formar parte del comploto porque necesita dinero; la complicidad de otros compañeros que para no dejarle en mal lugar aceptan callarse… La falta de ética empresarial, me gusta repetirlo, procede en no pocas ocasiones de la combinación de dos factores letales: la carencia de preparación, de técnica, para realizar bien el propio trabajo; y de la excesiva celeridad por conseguir resultados económicos. Demasiados ponen entre sus objetivos el rápido enriquecimiento olvidando que conseguir bienes está muy bien si es consecuencia del trabajo bien realizado, pero que pretender acelerar excesivamente esa meta conduce fácilmente a la pérdida del sentido común que debe presidir la vida de cualquier persona. La ética no es un plus que uno pueda agregar o no a conveniencia. Sin ética personal y profesional todo el entramado de las relaciones comerciales se hunde. En la Roma clásica, el año comenzaba en el idus de marzo, es decir, el 15 de marzo, primer día de luna llena. La palabra Idus procede del etrusco y significa confianza. Júpiter –pensaban los romanos– no permitiría que desapareciese la luz en todo el día, y por tanto iluminaría todo el recorrido del año de semejante manera.

Esta tradición se perdió cuando en el año 153 a.C se produjeron fuertes revueltas en Hispania y el Senado se vio forzado a adelantar los nombramientos a las calendas de Ianuarius (1 de enero). De ahí procede que al año nuevo que nosotros conocemos no comience en primavera, sino en invierno. Parecería que así ha sucedido no sólo desde el punto de visto cronológico, sino también desde el existencial. Muchos han perdido el referente de la confianza y han transformado su existencia en una acelerada carrera hacia una meta equivocada, que resumo en ocasiones en “ser los más ricos del cementerio”. La confianza en los negocios es fundamental: la mentira es probablemente la mayor falta que existe contra la convivencia humana, pues rompe el mimbre de la certeza de que las personas con las que negocio no van a engañar. Si en una sociedad –particularmente en una relación mercantil–, se rompe la lealtad a la palabra dada, todo lo que venga en adelante no será sino una hipocresía mantenida en el tiempo. Las organizaciones –mercantiles o no– que emplean la doble agenda (dicen una cosa pero están haciendo otra) no deberían extrañarse de que el talento se les escape a raudales. La responsabilidad, en esos casos, no es de la falta de compromiso, sino más bien de la ausencia de sentido común de quienes las dirigen. Hoy en día una de las cosas que más se rechaza es la hipocresía. Y con mucho más motivo la de quienes gobiernan. Por eso, cuando se descubre que las palabras no responden a los hechos, la tropa se desmotiva inmediatamente. La falta de realismo sobre las propias capacidades acaba mal. Toro Moreno es destrozado en una pelea en la que el contrincante no se aviene a ese pacto al que todos los anteriores contrincantes han claudicado. Para él, resulta más importante la dignidad del juego limpio, que de la rentabilidad económica. Aunque para muchos cueste entenderlo, incluso en el boxeo puede haber ética profesional. 


tomado de elgabinetedeldoctormabuse

En la reciente Parásitos (2019) de Bong Joon-ho hay un diálogo muy interesante en que uno de los personajes describe a otra persona como muy amable pese a ser rica, a lo que se le responde que dicho planteamiento es incorrecto: es amable porque es rica. Es decir, no tiene ningún mérito ser amable cuando se está en una posición de poder sino, al contrario, cuando se está en una situación desesperada. En Más Dura Será la Caída (1956) se plantea una idea muy similar en un diálogo entre el ex-periodista venido a menos Eddie Willis y el exitoso reportero de deportes Art Leavitt. El primero ha accedido a hacer de agente de prensa de Toro Moreno, un boxeador argentino absolutamente negado que ha fichado el mafioso Nick Benko para ganar dinero mediante combates amañados a su favor. Eddie y Art son amigos y se respetan, de modo que cuando el segundo acude al primer combate de Toro Moreno y descubre al instante que todo es una farsa, se siente decepcionado por lo bajo que ha caído su amigo y le dice que hará públicas sus sospechas de fraude. Eddie le pide como favor que no lo haga, pero Art inicialmente se niega porque le parece indigno. Entonces Eddie contraataca con una premisa muy parecida a la que se planteaba en Parásitos: es fácil ser un periodista honrado y noble cuando se tiene una posición asegurada, lo meritorio es continuar siéndolo cuando uno se encuentra sin trabajo a una avanzada edad.

Más Dura Será la Caída habla de muchos temas, pero ése es uno de los fundamentales. Trata sobre hasta qué punto alguien es capaz de traicionar sus principios por pura necesidad, sobre hasta cuándo es capaz de engañarse a sí mismo fingiendo que no está haciendo daño a nadie o sobre el supuesto derecho a jugar sucio después de tanto tiempo siendo honrado para nada. Es una sensación con la que muchos podemos sentirnos identificados: ver cómo los tramposos se enriquecen mientras que nuestra actitud honrada no nos ha aportado ningún beneficio, y preguntarnos si realmente sale a cuenta dicha postura. ¿Quién no caería en la tentación a cambio de una buena cantidad de dinero fácil intentando autoengañarse pensando que el karma nos lo debía?

Seguramente el motivo principal por el que es recordado Más Dura Será la Caída es por ofrecer el último trabajo del grandísimo Humphrey Bogart. El carismático actor se había hecho célebre años atrás con sus papeles de bueno/malo que basculaban en una peligrosa línea entre lo que es correcto y no. Es por tanto especialmente apropiado que finalizara su carrera con un personaje tan poco honrado y heroico como el de Eddie Willis con el que además podemos sentirnos perfectamente identificados: alguien dispuesto a involucrarse en un negocio turbio pensando que al final podrá salir habiendo mantenido unos ciertos principios y con dinero fácil en la mano. No es así, tal y como intuimos muy hábilmente los espectadores desde el inicio del filme, no porque seamos más listos u honrados que él, sino por la ventaja de ver las cosas desde fuera. La cuestión será cuando se dará cuenta él.

Por descontado, Más Dura Será la Caída también es una película de boxeo, y de las realmente buenas. Y aunque el principal centro del metraje no son las escenas de lucha sino lo que sucede entre bambalinas lo cierto es que Mark Robson nos ofrece aquí las secuencias de boxeo mejor filmadas que he visto en el Hollywood clásico, lo cual ya sería un motivo por sí solo para visionar el filme. Pero realmente, por crudas que parezcan esas luchas, en el fondo somos conscientes de que lo que estamos viendo es puro teatro y que los verdaderos enemigos de los boxeadores no son los rivales que se encuentran sobre el cuadrilátero.

La visión que da la película sobre el mundo del boxeo es devastadora, mostrándolo como un deporte despiadado en que los mánagers explotan a conciencia a sus jugadores para luego dejarlos tirados a su suerte sin apenas un centavo. En ese sentido la escena más escalofriante es aquella en que Art entrevista a un ex-boxeador que se encuentra en una situación económica precaria y con secuelas físicas por su carrera pugilística. El ex-boxeador es real y está interpretándose a sí mismo. Un pedacito de realidad insertado en la película para demostrar al espectador que lo que está viendo no es enteramente ficticio (de hecho el personaje de Toro Moreno está basado en un boxeador auténtico, el italiano Primo Carnera, que intentó demandar a los productores porque el filme podría dañar su reputación).

Y, en un intento de huir de los convencionalismos cómodos del cine clásico, la película no acaba en una nota excesivamente positiva, sino más bien en una situación ambigua. El protagonista por fin acaba haciendo lo correcto, pero citando al personaje del mafioso Nick Benko, yo tampoco daría ni 26 centavos por su futuro. Como en toda película de Hollywood de la época el guión se ve obligado a dar a entender la posibilidad de un final satisfactorio en que el bien triunfa, pero el desenlace abierto no fomenta esa idea. De hecho cuando Eddie y Nick discuten sobre el público que leería la historia acerca de los sucios entresijos que hay tras el negocio del boxeo, no puedo evitar pensar que el guion en el fondo cree que Nick tiene razón cuando acusa a los seguidores del deporte de ser gente a quienes todo eso les trae sin cuidado. Ciertamente la película tampoco deja en buen lugar al público de los combates: chillones sádicos que disfrutan viendo sangre sobre el ring y que abuchean sin compasión a un combatiente inconsciente que debe ser conducido en camilla a un hospital. Entre ese tipo de aficionados y los mafiosos que explotan sin compasión a sus luchadores Eddie es ciertamente una figura que se antoja aún más desesperada y sin futuro. De modo que el último acto que realiza Bogart en la que fue su última película no es tanto un gesto heroico (no veremos nada de eso, ni tiroteos ni enfrentamientos físicos contra los mafiosos) como un desesperado e inútil gesto final de dignidad.


 

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