Título en castellano | Nacido para matar |
Titulo original | Born to Kill |
Año de filmación | 1947 |
Duración | 92′ |
Pais | Estados Unidos |
Director | Robert Wise |
Guion | Eve Green, Richard Macaulay |
Música | Paul Sawtell |
Dirección de fotografia | Robert de Grasse (B&W) |
Reparto | |
Productora | RKO Radio Pictures |
Sinopsis | En Reno (Nevada), Helen Brent (Claire Trevor), una mujer fría y calculadora, acaba de divorciarse. Esa misma noche, en la casa donde se aloja, descubre un doble asesinato. Como iba a regresar a San Francisco, prefiere irse sin avisar a la policía para no involucrarse. En el tren se encuentra con Sam Wild (Lawrence Tierney), un atractivo psicópata. Él es el asesino que ha matado a la pareja por celos, y también va para San Francisco huyendo del lugar del crimen. |
Premios | |
Subgénero/Temática | Celos, Crimen, Drama |
Sexto largometraje del realizador Robert Wise y primero de sus «films noirs». Se basa en la novela negra «Deadlier Than The Male» (1942), de James Gunn. Se rueda, en B/N, en los RKO Studios, con algunas tomas exteriores, tras la finalización de la IIGM. Producida por Herman Schlom, colaborador de R. Fleisher, se estrena el 30-IV-1947 (NYC).
La acción tiene lugar en Reno (Nevada) y en San Francisco (CA), en 1945/46. La obra es un film típico de cine negro al que se añaden elementos de melodrama, con un resultado relativamente satisfactorio. Desarrolla una espiral de maldad que se basa en la interacción de dos personajes perversos y crueles, dominados por la codicia, los celos, la envidia, la deslealtad y la egolatría. Les une una atracción física que se apoya en apetitos y deseos instintivos que se ven estimulados y potenciados por la fascinación que produce en ellos la violencia y la brutalidad. Acertadamente, la fascinación del mal incluye componentes contradictorios: genera atracción física y, también, sentimientos de miedo y ansiedad. La violencia se expresa de diversas maneras: la brutalidad fría y desmesurada (Sam) y la disimulada sutileza de las buenas formas (Helen). A ellas de añade la cínica venalidad de un profesional (Albert). La acción se mueve en una atmósfera enrarecida e inquietante, que muestra con reiteración el juego contradictorio de atracciones y rechazos, ingenuidad y perversidad, buenos modales y crueldad.
La interpretación de Claire Trevor («La diligencia», 1939) desarrolla el papel de Helen con adecuada corrección. Son meritorias las intervenciones de Elisha Cook Jr., Walter Slezak y Audrey Long. Es poco afortunada la interpretación de Lawrence Tierney como Sam Wild, hasta el punto que perjudica el interés y el adecuado desarrollo del film. El debú de Robert Wise en el género negro, en el que realizaría obras tan atractivas como «Apuestas contra el mañana»/»Odds Against Tomorrow» (1959), se salda con aciertos notables (economía narrativa, tono general de tensión, aspereza moral, acertado manejo de los contrastes) y con algunas deficiencias (insuficiente desarrollo de algunas escenas de fuerza potencial desaprovechada). Desde el punto de vista del conjunto, construye un film digno y sugestivo.
La música, de Paul Sawtell («Bodyguard», 1948, R. Fleisher), aporta una composición inquietante, de gran fuerza emotiva, que se resume en el «Main Tittle/End Tittle». Añade una melodía de «swing» como acompañamiento del doble asesinato, un vals en la escena de Helen deambulando por la casa tras la boda de la hermana y otros insertos de contraste. La fotografía, de Robert de Grasse («Bodyguard»), crea negros intensos que combina con blancos o grises muy claros, sombras expresionistas, reflejos en espejos y planos secuencia bien construidos, que realzan el sentido perturbador de la acción.
Excelente Claire Trevor de quien aún conservo el impacto que me produjo su actuación en Cayo Largo de Houston, en su papel de esposa de mafioso, alcohólica hasta las cejas, vendiendo la vergüenza por un trago. Merecidísimo Oscar. Aquí lo hace bien, muy bien, en un papel difícil, de los del «oremus» perdido entre el dinero, la maldad, las conveniencias sociales y los deseos inconfesables. Buena nota también para Elisha Cook Jr. ese secundario imprescindible en todo film noir que se precie y cuyo aspecto débil y aniñado esconde más retorcimientos que un sacacorchos. Y, superando la prueba, Walter Slezak como detective cuyo despacho son los bancos del parque y cuyas probabilidades de mejora profesional pasan por afianzarse alguna «bufanda» que abrigue lo suficiente.
Todo ello se quedaría simplemente en buenas intenciones sin un argumento consistente. Llegados a este punto hay que decir que la historia puede resultar creíble en la medida que seamos capaces de liberarnos de nuestra visión oxidada de una realidad donde las cosas suceden por motivos, confesables o no. Aquí la maldad es «per se». Visceral. Ya me entienden. Ajustadísimo el título: Born to kill. Algo así como incorporar al lobo en una sociedad de suculentos corderos dispuestos al degüello. Una propuesta cinematográfica dura, no tanto en las formas como en los fondos para la sociedad de su tiempo, y que se disfraza de dramático cine negro con los roles cambiados. La mujer fatal deviene hombre. La pulsera tobillera de la Stanwyck se hace apostura masculina.
Trabajo y más trabajo para Robert Wise, quien saca al tema un excelente partido. No lo hace creíble. Los milagros solo lo son en la medida de su escasez. Pero lo hace interesante y absorbente, ayudado por un magistral B/W y una banda sonora que acompaña a la perfección. Nosotros, los espectadores, seguimos siendo incrédulos pero absortos.
El inmarchitable prestigio logrado por la consideración del cine negro como una de las corrientes más admirables, sinceras y al mismo tiempo desasosegadoras del cine norteamericano, quizá ha contribuido a evitar lo que facilmente denominaríamos «separar el trigo de la paja» al mezclar en ocasiones títulos y nombres que merecen un enorme reconocimiento artístico, de otros que no se pueden equiparar en cualidades a títulos mayores y nombres que -le pese a quien le pese- se han de quedar en segundo grado.
Esa es, bajo mi punto de vista, la significación que a tenor de lo que he podido ver de su obra, tiene la aportación de Robert Wise a ese mundo tangencial del séptimo arte escorado al policiaco / negro. He podido ver a lo largo del tiempo varias de las aportaciones de Wise al mismo -lamento no haber contemplado THE SET-UP- y ciertamente salvo en el caso de THE CAPTIVE CITY (1952) siempre me he encontrado con las mismas características: aplicados ejercicios de género siempre limitados por un realizador con oficio que sabe plasmar algunas brillantes secuencias, pero en su conjunto desperdicia conjuntos de producción que en manos de otros realizadores de mayor inventiva hubieran encontrado resultados más estimulantes.
Un claro ejemplo de dicho enunciado lo proporciona BORN TO KILL -NACIDA PARA MATAR, 1947-, una al menos singular muestra de melodrama criminal, de irregulares y curiosos resultados, pero al mismo tiempo clamorosas insuficiencias.
La película nos muestra un doble asesinato por parte de Sam Wilde (Lawrence Tierney), al descubrir coqueteos de su novia. A la situación ha llegado por casualidad Helen (Claire Trevor), cuya hermana es una adinerada heredera. El psicópata Sam decide huir de Reno a San Francisco y entabla pronto relación con Helen, hasta que este se introduce en el ambiente familiar de esta, casandose con su hermana. A partir de ahi se sucede una investigación sobre la muerte de la pareja que inicia la historia, la llegada del amigo del protagonista hasta San Francisco, la pasión entre Sam y Helen y el inevitable desarrollo de la intriga, que por otro lado sigue unos derroteros bien previsibles.
Es evidente que BORN TO KILL se encuadra a remolque de otros éxitos del género en aquella época, producido además por una de los estudios más decantados al mismo. Sin embargo, hay numerosos elementos que van en contra de su resultado final. El primero de ellos es la desafortunadisima elección de un horrible Lawrence Tierney como protagonista ¿No se dió cuenta nadie que este mueble no provocaba pasión, inquietud o ambivalencia -algo imprescindible al personaje-? A partir de esa enorme laguna el resto del cast flaquea. Claire Trevor era una buena actríz, pero nadie se cree la pasión existente entre ella y Tierney, entre otras cosas por que es imposible que hubiera química entre ambos.
Por otra parte el guión peca de una enorme arbitrariedad y lagunas ostentosas, ¿como es posible que el personaje de la esposa de Sam tenga tan poca relevancia?, ¿como se desperdicia ese arrivismo del psicópata protagonista de forma tan torpe?, ¿no resulta muy cogida por los pelos la relación casual de la protagonista con los crímenes del inicio?, ¿alguién entiende la amistad existente entre Sam y Marty (eficaz Elisha Cook, Jr.)?, ¿por qué está tan desdibujado el personaje del detective -brillantisimo como siempre Walter Slezak-? Son muchos los cabos sueltos que quedan en la trama, quizá confiados a una pasión inexistente, una historia de amores desaforados y a un conjunto de personajes particularmente desagradables -es evidente que la fauna que se muestra dista mucho de ofrecer una visión positivista de la sociedad reflejada-.
Esa circunstancia, el eficacisimo diseño de producción -que conlleva todo el regusto de la R.K.O.-, la iluminación que en ocasiones parece surgida de la factoría de Val Lewton, y algunas secuencias especialmente brillantes, permiten que el resultado final mantenga una dignidad. En ese apartado, no se puede por menos que señalar el doble asesinato inicial -magnificamente planteado y planificado-. Por supuesto, es brillantisima la secuencia del intento de asesinato de la anciana que inicia la investigación criminal -a mi juicio el personaje más interesante del film-, que tiene todo el regusto del cine de terror del ya mencionado Lewton. Finalmente, hay que reconocer que en sus minutos finales la película levanta el vuelo y casi adquiere esos rasgos desaforados que hubiera precisado este NACIDO PARA MATAR a lo largo de todo su metraje para haber resultado ese film destacado que en ningún momento logra a ser, por más que finalmente resulte una muestra estimable, como tantas hubo en aquellos años tan convulsos socialmente, como brillantes para el cine de género en USA.
Decididamente una de las actrices más injustamente olvidadas y que merece un buen rescate es sin ninguna duda Claire Trevor. Aunque todavía me queda filmografía que descubrir todavía no la he visto en un papel que no muestre su versatilidad y su madera de buena actriz. El hallazgo interesante de Nacido para matar (a parte de mostrar a un Robert Wise que sabe emplear el lenguaje cinematográfico y que sabe filmar más que correctamente una historia de este género) es cómo se enfoca un amor fou con cierta tradición en el cine negro. La unión de dos almas que se sienten atraídas sexualmente ante la explosión de la violencia. Esta vez la violencia la ejerce él (Lawrence Tierney, un hombre duro con cara de gánster —sin mover un músculo a no ser que sea un amago de sonrisa— que ejerció su rol hasta llegar a Reservoir Dogs) y ella es la mujer fría y calculadora que pierde los estribos ante un hombre impulsivo que mata ante el primer arrebato.
Y este amor fou termina siendo como en casi todas estas historias (como El cartero siempre llama dos veces, El demonio de las armas, Bonnie and Clyde…), un amor con destino fatal. Así Claire Trevor compone a la perfección el alma de una mujer compleja y oscura, fría y calculadora, que cae en las garras de un hombre fatal que la conduce irremediablemente a la destrucción… Nacido para matar refleja a la perfección la dicotomía del personaje de Trevor que se encuentra entre dos hombres: uno que saca lo peor de ella y la empuja a la corrupción de su espíritu y otro que le daría seguridad y paz en el alma. Curiosamente muestra la lucha de clases de manera especial: son los ricos (los que siempre han tenido dinero) los personajes más inocentes (y planos y peor dibujados) y los que luchan día a día por su supervivencia, los que vienen de los bajos fondos, son los que muestran luces y sombras, los más complejos, los más ricos en matices y los más atractivos.
Claire Trevor se acompaña por una galería de secundarios que crean un universo de sombras, desgarro, decadencia y oscuridad. A parte del asesino por el que se siente atraída desde el primer momento que lo ve en la sala de juegos (Lawrence Tierney) tejiendo una compleja relación, su mundo entre la luz y la sombra se encuentra habitado por Elisha Cook (un buen secundario y actor de carácter) que actúa como el mejor amigo del protagonista que vive para protegerle hasta las últimas consecuencias; un detective que sabe de corrupción y otros trapos sucios con el rostro de Walter Slezak o una dama patética y alcohólica que quiere vengar a su mejor amiga con la cara de Esther Howard (estupenda en su papel).
A Robert Wise se le ve capaz para filmar puro cine negro en varias escenas de esta película. Pero sobre todo en cómo plantea el primer asesinato que comete el protagonista en una cocina donde mata a un hombre y a una mujer y en el posterior descubrimiento de los cuerpos que realiza el personaje de Claire Trevor. También en cómo resuelve los encuentros y la tensión sexual entre Trevor y Tierney. Y la secuencia más impresionante es el intento de asesinato de la anciana alcohólica por parte del mejor amigo del protagonista en un lugar absolutamente aislado y el giro que pega la escena así como el encuentro sórdido en el hotel entre la anciana a la que casi acaban de asesinar y una fría y calculadora Claire Trevor.
Apuestas contra el mañana (Odds against tomorrow, 1959)
Una perla y una sorpresa (que descubrí gracias a la recomendación de JC Alonso del blog El inquietante bypass) es sin duda Odds against tomorrow. No sólo sorprende Robert Wise como director que domina el lenguaje cinematográfico y propone una puesta en escena que llama la atención desde el primer fotograma sino por el retrato crudo que ofrece de tres perdedores con los rostros de Robert Ryan (que ya trabajó con él en otra película de cine negro y boxeo que estoy deseando ver, The set up en 1949), Harry Belafonte y Ed Begley.
Desde que muestra al principio unas calles desoladas y solitarias hasta el patetismo del plano final, toda la película respira fracaso. Harry Belafonte (la gran sorpresa del film), el personaje más amable de los tres perdedores, y el más consciente de que se dirigen al suicidio durante toda la película habla de su caída al abismo sin poder evitarlo. Lo único que tiene claro es que quiere proteger de su mala suerte a su hija pequeña y su ex esposa. Los tres personajes principales no tienen nada que perder y se embarcan en un atraco que de salir bien podría cambiar sus vidas. Robert Ryan lleva a cabo el papel más complejo pues siendo un tipo violento, duro, racista… logra que el espectador le contemple con compasión pues es un desgraciado infeliz que muestra su desvalimiento en algún gesto hacia la mujer que le ama (magnífica Shelley Winters). Y el secundario Ed Begley muestra su valía en otro personaje duro como el policía retirado y cerebro del plan que trata de lograr de nuevo la tranquilidad económica buscando a dos compinches tan desesperados como él para que se tiren a la piscina.
Odds against tomorrow es una película sobria, oscura y angustiosa porque desde el principio te envuelve en un ambiente desolador y sabes que los tres protagonistas se van a hundir en el abismo. No dejan de tener señales a lo largo del metraje, sobre todo, el personaje de Harry Belafonte que sabe que cae por el tobogán pero no ve otra salida a su situación (es un jugador que debe dinero a un mafioso que le amenaza con irrumpir en la tranquilidad de la casa de su hija pequeña y su ex esposa). Durante toda la película se trata de contener la violencia que estalla al final ante un atraco que no sale como debiera… Además refleja de una manera realista, dura y directa el conflicto racial.
Y Robert Wise se muestra poderoso en el reflejo de esta historia. Tanto en los encuentros de los personajes en la habitación del policía retirado que ya define a cada uno de los personajes como en la maravillosa secuencia donde los tres hombres ‘pasan el tiempo’ en soledad antes de dar el golpe al banco. También logra plasmar muchísima tensión durante la ejecución del atraco y en el brutal desenlace final. Otro acierto es el triángulo que crea entre Robert Ryan, Shelley Winters y Gloria Grahame. Además de la tristeza que sobrevuela, Shelley Winters saca lo mejor de Ryan (aunque le cuesta) y lo más tierno pero irremediablemente se intuye el fracaso en el terreno sentimental. Sin embargo Ryan puede quitarse las caretas con ella y confesarle sus miedos. Con la vecina, Gloria Grahame, protagoniza una escena de gran tensión sexual donde él todavía trata de comportarse como un hombre seductor y dominante. O cómo refleja el estado de ánimo del personaje de Belafonte durante sus actuaciones en el local donde trabaja… Odds against tomorrow es una joya oscura a reivindicar.