Pacto tenebroso

Título en castellano Pacto tenebroso
Titulo original Sleep, My Love
Año de filmación 1948
Duración 97′
Pais Estados Unidos
Director Douglas Sirk
Guion St. Clair McKelway, Decla Dunning, Cy Endfield, Leo Rosten (Novela: Leo Rosten)
Música Rudy Schrager
Dirección de fotografia Joseph A. Valentine (B&W)
Reparto
Productora United Artists
Sinopsis Después de acostarse en su dormitorio, Alison (Claudette Colbert) se despierta sobresaltada a bordo de un tren al que no recuerda haber subido. El tren se dirige de Nueva York a Boston. El médico que la atiende sospecha que ha tenido una pesadilla, pero Alison no recuerda nada y no sabe por qué tiene una pistola en su bolso. Cuando llega a Boston, llama a su marido Richard (Don Ameche), y éste le dice que ha informado a la policía de su desaparición. 
Premios  
Subgénero/Temática Intriga, Thriller

tomado de filmaffinity

Largometraje número 12 de Sirk. Escrito por St. Claire Mckelway y Leo Rosten, se basa en la novela «Sleep, My Love» (1948), de Leo Rosten. Se rueda en estudio, salvo algunas tomas en escenarios naturales (estación central de Boston), con un presupuesto ajustado. Producido por Ralph Cohn, Mary Pickford y su marido Charles R. Rogers, se estrena el 18-II-1948 (EEUU).

La acción tiene lugar en NYC, Boston y el trayecto entre las dos ciudades, en 1947, durante unas pocas semanas. Tras acostarse en su dormitorio, Alison Courtland (Claudette Colbert) despierta sobresaltada en una litera del tren rápido de NY a Boston. Richard (Don Ameche), su marido, ha denunciado su desaparición a la policía. En el viaje de regreso a NYC en avión conoce a Bruce Elcott (Robert Cummings). Ella es sincera, aunque de moral algo ambigua. Richard es individualista, codicioso e hipócrita.

La película es un thriller psicológico que suma elementos de cine negro, misterio, suspense y melodrama. Con la ayuda de una excelente fotografía, una buena dirección artística y una cuidada iluminación, el realizador consigue crear una atmósfera opresiva y asfixiante, bien construida por lo que respecta a la mansión en la que reside en matrimonio. Dota a la cinta de una atractiva visualidad general, que alcanza niveles notables con la ayuda de una estética expresionista (proyecciones de sombras, perfiles a contraluz, juego de espejos, angulaciones inquietantes). La decoración de la casa es abigarrada, recargada y anacrónica en relación con el estilo de la época. De ese modo, a través de un componente visual aparentemente neutro, el realizador introduce un factor de tensión que suscita sentimientos de incomodidad y temor. El juego escénico en el interior de la mansión es espectacular. Algunos personajes (fotógrafo, Daphne, mayordomo) tienen componentes caricaturescos. La interpretación de Colbert, mimada por Sirk, sobresale por encima de las demás, posiblemente algo descuidadas por Sirk. Pese a aciertos y destellos de buen cine, el film es un título aseado y discreto de un Sirk que alcanza el cénit de su carrera unos años más tarde (década de los 50). Forma con «Luz que agoniza» (G. Cukor, 1944) y «Crack Up» (Irving Reis, 1946) un trío de films con planteamientos similares y coincidencias argumentales. Es curiosa la inserción de la escena de la boda, que aporta exotismo, pero queda desligada del conjunto. Es notable la escena inicial que crea la ilusión óptica de un choque frontal de dos trenes.

La música acompaña la acción con composiciones descriptivas y dramáticas. La rotundidad de la partitura contrasta con el lirismo de las melodías chinas de la boda. La fotografía, de Joseph A. Valentine («Sabotaje», Hitchcock, 1942), ofrece imágenes de buena composición, contrastes vibrantes y una grata riqueza de matices.


Apreciable película de Douglas Sirk, realizada justo antes de iniciar su período más brillante como realizador, que tendría lugar a lo largo de la siguiente década, de la mano de excelentes melodramas.

En este caso aborda una historia de intriga que mezcla elementos psicológicos y puramente negros, y que a pesar de su buena realización resulta algo penalizada por la brillantez de sus películas inspiradoras, concretamente «Sospecha» de Hitchcock (hay una secuencia que claramente la homenajea), y «Gaslight» (ya sea en la primera versión de Dickinson o en la posterior de Cukor). Ambas centraban su argumento en el marco del matrimonio, explotando al tiempo la ambigüedad de los personajes (de sus acciones) y cierta tendencia a «encerrar» la narración en el intencionadamente angustioso espacio del hogar conyugal (frecuentemente una gran casa en la que la escalera suele tener gran protagonismo). Tales rasgos se repiten aquí, y Sirk demuestra manejarse muy bien en ellos, consiguiendo sugerir acertadas dosis de inquietud, especialmente en la primera mitad del filme; sin embargo, ciertas decisiones de guión a las que me referiré en spoiler acaban pronto con el suspense, haciendo que el resto de la película resulte excesivamente previsible.

Pese a ello, hay algún aspecto en el que la película de Sirk apunta un camino distinto del ya propuesto en los títulos anteriormente mencionados, y es la inclusión de un personaje característico del género negro, com es la mujer fatal, aquí encarnada por una habitual en tales lides, la espectacular Hazel Brooks, cuyas escasas apariciones resultan muy acertadas, tanto por su belleza como por la turbación que producen su ambición («lo quiero todo, y lo quiero ahora mismo, esta noche») y su falta de escrúpulos. Su escaso protagonismo es una lástima, pues lastra el interés de la segunda parte de la película, perdiendo así la ocasión de alcanzar un mejor resultado (el cuál sí logrará David Miller en «Miedo Súbito», empleando con tal fin a la extraordinaria Gloria Grahame, en un argumento por lo demás muy similar al del presente filme).

Con unas interpretaciones correctas, pero que no llegan a ser en ningún caso fabulosas -al menos esa es mi impresión-, la película se disfruta formalmente por la adecuada fotografía y la inteligente puesta en escena, con la que Sirk consigue sugerir angustia e inquietud, recurriendo a efectos lumínicos confusos (destellos, sombras, reflejos…) y a tortuosos puntos de vista muy bien estudiados, que explotan las posibilidades del rodaje en el interior de la casa. Como secuencias más reseñables destacaría, aparte de la inicial en el tren, una en la que Daphne está sentada en un taburete alto, imponiendo su presencia a su amante, que aparece claramente subordinado a ella, quedando claro el poder que ejerce sobre él.


tomado de espinof

Debe ser porque es muy cómodo. O porque fue el mejor manejándolo. Hablar de suspense es pensar en Alfred Hitchcock. En ‘Pacto Tenebroso’, el alemán Douglas Sirk (‘Ángeles sin Brillo’, ‘Imitación a la Vida’) parece querer jugar con las mismas herramientas que dominaba el director de ‘Vértigo’ e incluso (o eso parece) le llega a homenajear con cierto plano de un inocente vaso de luminosa leche, que el sospechoso marido prepara a su sufrida esposa, para que pueda dormir mejor (las buenas intenciones y maneras, ante todo). Señalar que la película está editada en DVD en España; pertenece a esa colección «Film Noir», de precio tan apetitoso, que más de uno ya conoceréis.

Una cosa que nunca recomiendo es leerse la contraportada de un DVD. Rara vez lo hago y nunca paso de las dos o tres primeras líneas; me da igual, normalmente, de qué va una película, elemento que, me doy cuenta, para muchos es esencial a la hora de decidirse entre varias opciones. En la mayoría de los casos no falla, leer la sinopsis del DVD es enterarse de puntos importantes de la trama que es mejor recibir de sorpresa viendo el film. Pero bueno, allá cada uno con sus costumbres. Es como con los títulos de crédito, que se hablaba el otro día. Independientemente de las razones, lo cierto es que las personas que más respeto sienten por el cine se quedan a verlos; los que menos consideración le tienen, se largan en cuanto pueden. Pero bueno, yo no soy de matemáticas.

‘Pacto Tenebroso’ (‘Sleep, My Love’, 1948) comienza con una mujer terriblemente asustada en un tren. Pronto descubrimos que ella creía estar durmiendo en su casa (lógica su reacción) y que no tiene ni idea de cómo ha podido llegar a entrar en el transporte y alojarse en su compartimento. Cuando llega a casa, descubre que, en mitad de la noche, inconscientemente, disparó contra su marido, al que, menos mal, sólo hirió en un brazo. Juntos deciden que lo mejor es que la mujer vea a un especialista, con la esperanza de que su salud mental mejore…

Lo que son los clásicos. En hora y media puede pasar de todo, sin que tengas la sensación de rapidez atropellada; aquí fluye todo perfectamente. Te presentan a un buen número de personajes, te cuentan de todo (una y otra vez), la acción no deja de desarrollarse constantemente y al final te cierran la historia con un fulminante «the end», que te deja unos segundos pensando en todo lo visto. Por eso resulta tan refrescante verlos y volver a verlos, son grandes películas hechas para el público, al que exigen tanto como cuidan.

Quizá, bien mirado, no es reflexionar lo que más le conviene al espectador de ‘Pacto Tenebroso’. Quiero decir, la trama, simple y por momentos algo absurda, está muy bien oculta entre la gran realización de Douglas Sirk y las convincentes interpretaciones de todo el reparto. Desde luego, si se rasca, uno encuentra que el «super-plan-maligno» que está detrás de todo flaquea por varios sitios y que algunas reacciones de los personajes no son muy creíbles. Por no hablar de esa imposible boda japonesa donde todos hablan inglés (eso sí, acaba por resultar desternillante que la pareja de recién casados esté deseando ir a la cama y no dejen de retrasarles el momento).

Pero ya digo, no hay verdadero problema. Esto es cine, es magia, es olvidarse de todo por un rato, es entrar en un mundo diferente y que te cuenten una historia que te atrape. Y vaya si atrapa. Sirk se ocupa de que no pienses ni un momento, atándote al asiento de principio a fin, basándose sobre todo en una historia tan tenebrosa como el pacto del título y en una puesta en escena magistral. Destacar también la preciosa fotografía en blanco y negro, llena de contrastes, aprovechada a la perfección para crear ese ambiente de pesadilla, locura y misterio.

El reparto de ‘Pacto Tenebroso’ está encabezado por Claudette ColbertDon Ameche y Robert Cummings. Colbert, estrella de sobra conocida por todos, interpreta a la protagonista, una mujer con una gran fortuna cuyo juicio es puesto en duda durante casi todo el metraje, por casi todos los personajes de su entorno. Casi, porque ahí está Cummings, el enamorado, para ponerse de su parte; el actor cumple, pero quizá otro en su lugar podría haber aportado un poco más de chispa y ambigüedad. Ameche encarna al marido, un hombre del que sospechamos desde el primer momento. A través de él y del personaje de Cummings vamos pasando de un film de suspense a uno de cine negro, con mujer fatal, traición y tiroteos incluídos. Como curiosidad, y ya que mencioné a Hitchcock, añadir que Cummings protagonizaría, años más tarde, ‘Crimen Perfecto’, con una trama algo similar a la que nos ocupa.

En definitiva, un entretenido y elegante film de suspense. Nada del otro mundo, en realidad, pero sí una ración de refrescante cine bien hecho, especialmente si lo ponemos en relación con el actual, cada vez más dividido entre el producto prefabricado para hacer taquilla y el aburrido cine de autor pretencioso. Ya, quizá me he levantado pesimista; no he dormido mis doce horas.


Perteneciente a la primera época americana de Douglas Sirk,en la que nos regaló varios títulos de intriga y misterio, de cine negro e incluso propagandístico, “Pacto tenebroso” es una especie de “Luz que agoniza”(George Cukor, 1944), menor.

Allison (Claudette Colbert), se despierta en el ompartimento de un tren, parece turbada y desorientada, no sabe ni qué hace ni cómo llegó allí. Tampoco recuerda cómo la pistola que descubre llegó a parar a su bolso. Cuando el tren llegue a su destino llamará a su marido (Don Ameche), que había llamado a la policía para iniciar las misiones de búsqueda.

Con este atractivo punto de partida se inicia una intriga que va de más a menos, bien elaborada y donde el talento de Sirk se aprecia a cada momento.

Ameche y Colbert habían coincidido en esa obra maestra que es “Medianoche” (Mitchell Leisen, 1939), además de alguna otra película, aquí el tono cambia con respecto a la cinta guionizada por Billy Wilder y de lacomedia pasamos al terror psicológico, el thriller.

Tanto Colbert como Ameche trabajaron varias veces con Sirk,la actriz en “Tempestad en la cumbre” (1951) y el actor en “Slightly French”(1949), ambas posteriores a la que nos ocupa. “Tempestad en la cumbre” es la
ue más similitudes guarda con ésta, otra cinta de intriga bastante interesante.

Pacto tenebroso” es irregular, ciertos lastres de guión o ue hubiera títulos precedente muy brillantes y de más enjundia no son aspectos que jueguen a favor de la cinta, pero independientemente de esto se disfruta enormemente.

Estos lastres de guión son los que hacen que la película pierda fuelle, la falta de ambigüedad, ciertos trucos e inverosimilitudes para crear la intriga, acaban afectando a la evolución de la historia, pero el poderoso inicio y la buena labor de Sirk, con un uso magistral de las sombras, logran llevar a buen puerto la cinta.

Desde la primera aparición de Ameche sospechamos de él. El plano en contrapicado de una tortuosa escalera en la casa de la pareja protagonista se nos relaciona con la retorcida mente del personaje.

Como he comentado en otras ocasiones las escaleras en Sirk son casi vitales, siempre simbólicas, siempre importantes, para mostrar las diferencias entre personajes, conflictos, o simbolizar el tránsito, aquí remarca el carácter perverso del protagonista.

Como ejemplo de conflicto en una escalera tendremos la escena de la modelo en el estudio fotográfico con el propio fotógrafo al comienzo de la película.

La casa es sí es un lugar asfixiante y claustrofóbico, bien recalcado por la dirección artística, esa multitud de cuadros que decoran las paredes, los juegos con las sombras y la mencionada escalera… todo ello subraya el aspecto opresivo del lugar. 

Sirk recurre a elementos mínimos y muy sutiles, pero siempre efectivos, para crear tensión, misterio y un aura onírica muy acertada. Un plano sobre un reloj que marca las 12 en punto es seguido por un suave travelling que nos muestra a Colbert sentada tranquilamente en un plano general, un día lluvioso y una cámara que parece espiar y esperar algo. Ese algo es la llamada de un guante negro a la puerta, es el fotógrafo que se hace pasar por médico. Sirk no oculta nada, desde el mismo inicio nos indica que algo se trama contra la buena mujer interpretada por Colbert.

En la entrevista entre el falso médico y Alison (Colbert), Sirk usará esos claroscuros tan preciados al cine de suspense, una ráfaga de luz  resaltará los ojos de la actriz en penumbra mientras el médico parece querer atemorizarla. La conclusión de la escena retoma esa atmósfera onírica tan acertada que emplea Sirk.

Un plano encadenado del supuesto médico y el cuerpo de Alison da paso a la siguiente escena. Una magnífica forma de relacionarlas.

Sirk recurre a varias escenas donde los trenes están presentes, por ejemplo la inicial ya mencionada. Este uso reiterado implica el tránsito vital de la protagonista, la evolución en una investigación para descubrir la verdad y a sí misma.

Ni que decir tiene que la dirección es absolutamente clásica.

Pasado el primer tercio de la película todas las claves se desvelan, esto acaba suponiendo un error de guión, un guión que por otro lado carece de ambigüedad y sutileza, ya que al mostrar todas sus cartas tan
pronto hace perder fuerza a la narración, ya no nos intrigan los sucesos, ahora la cuestión será cómo se descubrirá algo que sucede demasiado pronto. No es imprescindible que el descubrimiento sea el final pero al insistir en escenas de manipulación del marido hacia la mujer éstas no tienen la misma fuerza ni impacto. Es el gran debe de la cinta. Una manipulación psicológica para poder tener vía libre con su amante es lo que busca el marido.

La segunda parte de la cinta es mucho más oscura y tenebrosa, la noche se erige en protagonista, lo que ayuda a crear un clímax de suspense mucho más acentuado con el buen manejo de las sombras que hace Sirk.

La escena donde Richard Courtland (Don Ameche), susurra en sueños a su mujer para que ésta se tire por el balcón, medio sonámbula medio hipnotizada, resulta muy forzada e inverosímil.

Tras el asesinato inducido frustrado volverá la luz, un nuevo día, y la sombra de Courtland deslizándose por las paredes, claro símbolo de muerte o asesinato. El chocolate es lo que usa el marido para dormir a su mujer. El plano de él sosteniendo la taza con el chocolate caliente, sólo vemos la taza y la cuchara dando vueltas sobre una Alison sentada, resulta verdaderamente aterrador, como el vaso de leche que sube Cary Grant en
Sospecha” (1941) para que se lo tome la dulce Joan Fontaine, escena y película que seguro influyeron en Sirk para esta cinta.

Bruce (Cummings) seguirá a Courtland y entrará en el estudio fotográfico, allí descubrirá al falso doctor de gafas llamativas. Cuando se quede solo un tren pasará por la ventana, como ya sucedió en una escena anterior en el mencionado estudio. La investigación está llegando a su parada.

Como curiosidad hay que mencionar la presencia de Raymond Burr, el mítico protagonista de “Perry Mason” o “Ironside”, como un detective. También veremos al galán Robert Cummings.

En el clímax final seguiremos la sombra de Alison, sus manos, casi en una cámara subjetiva que sigue sonámbula las instrucciones de Courtland, una vez más presagio de muerte. Como no podía ser de otra manera en el clímax y con la resolución la escalera tendrá una presencia importantísima, será escenario de las muertes que se producen.

En cualquier caso y pese a los pequeños lastres (las motivaciones del protagonista, Cummings, para su investigación son vagos y poco convincentes, aparte de la mala construcción del personaje, la boda oriental aporta poco, el tema de la hipnosis no acaba de resultar creíble…), es una obra entretenida con un villano inteligentísimo que encuentra que los rivales no están a su altura… por eso decepciona un tanto la conclusión.

Claudette Colbert destaca por encima de los demás miembros del reparto, no en balde Sirk ha sido uno de los grandes directores de actrices que ha dado el cine 

Película que va de más a menos y que a pesar de sus irregularidades es seguro que entretendrá al que apueste por ella, es lo que tienen los grandes directores, sus películas menos magistrales también resultan interesantes, incluso hipnóticas.


tomado de cineforever

El subgénero de los dramas psicológicos de suspenso en los cuales el marido intenta deshacerse de su esposa, a través de medios sutiles como podría ser el envenenarla o provocarle una conducta errática que le permitiera sostener la coartada de que ella misma se había quitado la existencia, tuvo una buena etapa de apogeo en los años cuarenta en Hollywood, donde es fácil poder reunir una docena de títulos con estas características.

Podría decirse que “Rebeca” (Rebecca,. 1940) y “La Sospecha” (Suspicion, 1941) de Alfred Hitchcock,  pero sobre todo la exitosa “Luz que agoniza”  (Gaslight, 1944) de George Cukor donde Ingrid Bergman era atormentada por su esposo Charles Boyer, con la intención de llevarla a la locura, en una gran actuación de la Bergman como Paula Alquist, que en el último minuto era salvada por su pretendiente Brian Cameron (Joseph Cotten) que se sospechaba las malas intenciones del marido fue la que provocó la catarata de cintas, tanto “A” como de serie “B” que anduvieron por esos mismos caminos, con similar o menor fortuna.

Entre los títulos de serie “B” que podemos rescatar se encuentra la apreciable “Pacto Tenebroso”  (Sleep, my love, 1948) dirigida por Douglas Sirk, con las participaciones de Claudette Colbert (Allison Courtland), Robert Cummings (Bruce Elcott), Don Ameche (Richard Courtland), George Coulouris (doctor Reinhardt/Charles Vernay), Raymond Burr (teniente Strake) y Hazel Brooks (Daphne), en la cual Courtland, interpretado por un Don Ameche un tanto inexpresivo e incómodo, quizás, por no estar a gusto en su rol de malvado y ambicioso esposo que quiere eliminar a su rica esposa Allison, para poder heredarla y casarse con su pérfida y bella amante Daphne, auxiliados por un falso psiquiatra que acosa y martiriza a Alison con sus apariciones y desapariciones, con el objeto de justificar su desequilibrio mental y provocar su “suicidio”. Al tiempo que Courtland recurre como ingrediente extra a la hipnosis para incrementar la atmósfera de turbación en que se desenvuelve Alison, a la cual sólo el “metiche” de Elcott la considera sana, sospechando de las malas intenciones del apocado esposo.

Pacto tenebroso” fue una modesta producción de Mary Pickford, cuya visión resulta interesante por ser dirigida por Douglas Sirk, en la cual encontramos mucho de su característico manierismo que brillara con intensidad en su llamado período de la “Universal”, pero indudablemente que estamos ante una obra de encargo y no de una muestra de cine de autor, salvo que queramos llegar al delirio interpretativo, forzando las posibles ligazones con sus melodramas célebres de los años cincuenta como lo hizo Jean-Loup Bourget, pero no por ello es desdeñable el trabajo de Sirk para sacar adelante una cinta cuya trama argumental es de inmediato captada y adivinado su desenlace por cualquier aficionado a este tipo de dramas de suspenso, en donde queda claro que para la solvencia y el mantenimiento del interés en el desarrollo del film, la labor del director, aunque sea en labores de artesano y no de autor es primordial para mantenerse uno en el asiento del cine, aunque por los tiempos que corren será mejor decir para no caer en la tentación de jugar con el control de la televisión y cambiar de canal.

Abundando en las virtudes del trabajo de Douglas Sirk retomo parte del comentario de Juan Carlos Vizcaíno publicado en su blog “cinema de perra gorda” en la dirección http://thecinema.blogia.com/2007/102402-sleep-my-love-1948-douglas-sirk-pacto-tenebroso.php lo siguiente: “Puede parecer a tenor de lo expuesto, que SLEEP, MY LOVE es un film despreciable. Y no es así. Desde el primer momento se revela el gusto del realizador por intentar incorporar al conjunto una impronta que muy pronto se haría característica de su cine. Desde la recurrencia a los espejos, es reseñable en su metraje el interesante juego escénico que se logra en el interior de la mansión de los Courtland, logrando mediante la planificación y la iluminación un entorno por momentos asfixiante, en el que destaca la movilidad de la cámara, su recurso a angulaciones que provocan un barroquismo siniestro, y la utilización dramática de las escaleras del edificio, que finalmente serán el centro de la resolución del relato. De destacar es la extraña prestación de George Coulouris, como uno de los colaboradores del plan de Richard, o los eficaces apuntes de comedia recreados por Cummings cuando decide visitar el despacho del marido de los Courtland. Sin embargo, de quedarme con algunos de los elementos de su conjunto –que tiene algunas debilidades argumentales tan pueriles como la visita de Bruce al negocio de fotografía, en donde de forma nada creíble encuentra las gafas y el manual fotográfico que pueden determinar la veracidad de las visiones de la atormentada protagonista-, sin duda optaría lo logrado que se encuentra el objetivo de describir una mansión abigarrada, anticuada y recargada en su ambientación de época, que contrasta con un New York contemporáneo, urbano y nocturno. Ese contraste en apariencia tan anacrónico, la garra de sus momentos iniciales, la secuencia en la que Allison está a punto de morir tirándose por el balcón –un momento, por cierto, en el que se resaltan los contrastes de ambientación ya señalados-, o la elegancia de la fiesta que se celebra en la propia mansión –y que suponen un auténtico avance de aquellas que mostrará en sus más famosos melodramas de la década siguiente-, son los elementos más perdurables de un título finalmente discreto, incluso irritante en algunos de sus frentes –todo lo que rodea al personaje de Richard-, pero al que no cabe pedir mas de lo que ofrece, configurándose finalmente como un producto menor, aunque revelador de las posibilidades del realizador, partiendo de un material de base francamente poco atractivo”.

En los créditos aparece el nombre de Hazel Brooks con la leyenda de ser su papel introductorio en el cine, si bien ella ya se había desempeñado como extra en varias cintas desde 1943 y en “Cuerpo y Alma” (Body and soul, 1947) realizada un año antes que “Pacto Tenebroso” ya había tenido una participación destacada en el rol de Alice, la novia del boxeador John Garfield. Lo cierto es que la aparición de Hazel Brooks en “Pacto Tenebroso” en su rol de Daphne, bajando las escaleras con un conjunto de noche, que nos permite admirar su bien formado cuerpo, resulta deslumbrante, luciendo un sensual peinado a la Veronica Lake. Sin embargo, a pesar de su provocativa belleza, sólo apareció en otros dos filmes en papeles menores, para desaparecer de las pantallas, aunque no del cine pues se mantuvo en la industria como fotógrafa de stills. Contrajo matrimonio con Cedric Gibbons allá por 1943, una vez que éste se había divorciado de Dolores del Río  y del cual fue su viuda, cuando falleció el célebre director de arte el 26 de julio de 1960. Parece que Hazel Brooks dejó mayor huella en el mundo del modelaje, merced a su glamorosa belleza en los años cuarenta, pero de que ejercía cierto magnetismo es cierto, pues basta con verla en “Pacto Tenebroso” para no olvidarla y quedar fascinado con su belleza.


 

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