Testigo accidental

Título en castellano Testigo accidental
Titulo original The Narrow Margin
Año de filmación 1952
Duración 71′
Pais Estados Unidos
Director Richard Fleisher
Guion Earl Felton (Historia: Martin Goldsmith, Jack Leonard)
Música  
Dirección de fotografia George E. Diskant (B&W)
Reparto
Productora RKO Radio Pictures
Sinopsis En un momento de gran auge del poder de la mafia, Walter Brown debe acompañar a una mujer para que testifique en un juicio en Los Ángeles. Ella es la viuda de un gángster que ha sido asesinado. La Mafia, sin embargo, está dispuesta a evitar la comparecencia de la mujer al precio que sea..
Premios 1952: Nominada al Oscar: Mejor historia
Subgénero/Temática Mafia, Policiaco, Serie B, Trenes

tomado de filmaffinity

Richard Fleischer hizo varias obras menores, de bajo presupuesto como Bodyguard, Asalto al furgón blindado o Acusado a traición. Todas ellas entretenidas e imprescindibles para los amantes del cine negro.
Testigo accidental (The Narrow Margin) es una historia donde en un tren se suceden situaciones, persecuciones, sobornos, sorpresas y se pone a prueba la integridad de un policía, en apenas 70 min una buena historia y un buen guión.


Los detectives Walter Brown y Forbes (Charles McGraw y Don Beddoe) se dirigen a Chicago para recoger a la viuda de un gánster que va a testificar contra la poderosa organización mafiosa que mato a su marido, al llegar a la dirección indicada se encuentran con una mujer (Marie Windsor) que está custodiada por otro agente, el cual abandona el piso y deja a la mujer a cargo de los 2 detectives.
Al salir del piso, el detective Forbes es asesinado por un matón que se halla escondido entre las sombras de la escalera y consigue huir, por lo que tenemos a Walter apesadumbrado y solo con la mujer decidido a cumplir su misión a toda costa dirigiéndose con la mujer hacia la estación de tren y tomando este con dirección a la corte de Los Ángeles.
A partir de aquí con Walter y la mujer subidos en el tren y la organización mafiosa tratando de encontrar y matar a la viuda del gánster, tenemos un magnifico, trepidante y absorbente thriller ferroviario, en base a que nada es lo que parece y que tan solo vamos sabiendo lo que va conociendo Walter a lo largo del viaje, vamos descubriendo a los integrantes de la organización, sospechamos de los mismos viajeros al mismo tiempo que él y nunca estamos seguros de nadie, ni siquiera de que Walter no acabe aceptando los 30.000 dólares con que ha sido tentado por uno de los mafiosos que se identifica ante él como tal (hay una breve escena de apenas 2 segundos en la oficina de telégrafos que con solo un toque de bolígrafo sobre una nota y una mirada al vacio, es toda una lección de virtuosismo cinematográfico)
Un guion magníficamente estructurado (Martin Goldsmith y Jack Leonard nominados al Oscar en su edición de 1953), soberbia, innovadora (abundantes tomas cámara en mano, recurso prácticamente inédito en la época) y recia dirección por parte del ecléctico y singular maestro Richard Fleischer (rodada en 13 días, sin florituras ni tonterías, al grano y dejando correr la acción), buenos y contundentes diálogos (los de Marie Windsor son para enmarcar) y un trabajo actoral rayano en la perfección, entre los que aparte de a un excelente Charles McGraw, no puedo evitar mencionar a mi admirada y sensual Marie Windsor (la cantante de cabaret de aquella joyita de Edward Dmytryk titulada “The Sniper 1952” y la astronauta de la psicotronica “Las mujeres gato de la luna 1953” entre muchas otras) que cada vez que asoma en pantalla es rodo un deleite para los sentidos (presencia física y líneas de dialogo), nos dan como resultado toda una joyita de serie B que esta muchos peldaños por encima de muchas otra producciones de cine negro mucho más conocidas y con mayor presupuesto.


Interesante propuesta de thriller de intriga del artesano en la materia Richard Fleischer, producto de serie B rodado en trece días, un punto de partida claustrofóbico al que apenas se le saca jugo, apenas se le roza, es el subgénero de acción en lugares cerrados, bien sea un barco, un avión, un submarino, un edificio precintado o como en este caso un tren. Un agente de policía, Walter Brown (Inane Charles McGraw), debe escoltar a la viuda de un mafioso, Frankie Neal (buena Marie Windsor), en un tren desde Chicago para que esta testifique en un juicio en Los Ángeles, los potenciales perjudicados trataran de impedir que la mujer llegue a su destino. La cinta está desprovista de estrellas de postín, son actores poco conocidos, donde la más reseñable es Marie Windsor que aporta carácter, mala leche, un personaje de profundas aristas con las mejores frases. El metraje es uno de sus aciertos, apenas 70 minutos, lo cual hace que con el buen quehacer de Fleischer nos embarquemos en un relato trepidante, donde el suspense es constante, donde las sorpresas son continuas, y donde el reducido espacio se convierte en un actor más. Su tara es que encuentro el argumento cogido con pinzas, si no piensas en ello te embarcaras en un pasatiempo muy ameno, pero si lo haces te das cuenta de los agujeros. Quiero destacar una frase que un gordo dice mientras se mueve por los estrechos pasillos del tren, <Nadie quiere a los gordos, salvo su tendero y su sastre>, antológica. Es una película a la que el paso del tiempo ha dañado dejándola en viables ideas sin explotar bien, cuando vea la versión que Peter Hyams con Gene Hackman ofreció en 1990 expondré si este la ha mejorado. Recomendable a los degustadores de thrillers interesantes y añejos. Fuerza y honor!!!


tomado de cinemaldito

Tras el desenlace de la II Guerra Mundial el cine americano torció su embalaje hacia un entorno más negro y pesimista. Las secuelas de la guerra se dejaron sentir en una serie de producciones de clase A y B que otorgaban el protagonismo a un grupo de perdedores que reflejaban el estado de ánimo de una sociedad que aún conservaba las heridas del conflicto intactas. Y de entre toda esta gama de productos me quedo con las producciones surgidas en la RKO entre los años cuarenta y hasta mediados de los cincuenta. El amor que siento por el cine negro es responsabilidad en gran parte de estas películas dirigidas con mano firme por una serie de jóvenes que empezaron a foguearse en las trincheras del séptimo arte. De esta cantera, basada en fortalecer el talento frente a los escasos recursos económicos que sustentaban dichos films, formaron parte gente como Orson Welles, Robert Wise, Nicholas Ray, Mark Robson, Edward Dmytryk, Anthony Mann o un clarividente Richard Fleischer, quien tras haber participado en un par de extrañas películas más pegadas a la línea del melodrama acabaría especializándose en cine negro de serie B. Un cine, el de Fleischer, contundente y poderoso. Que no dejaba nada a la zaga. Elegante, nervioso y violento. Terriblemente entretenido y oscuro. Tejido con imágenes evocadoras y un montaje trepidante que no daba oportunidad para el respiro gracias a un equipo de profesionales fiel y solvente que conocía a la perfección su encomienda.

Apuntalando esas maneras que le harían célebre como uno de los más firmes exponentes del cine de género americano en toda su diversidad y eclecticismo, Fleischer se despidió de la RKO con The Narrow Margin, una obra que venía a refrendar el juicio de un cineasta que había realizado dos años antes uno de esos clásicos imperecederos del noir merced a Atraco al furgón blindado. En este sentido nos hallamos ante una joya de una forma de hacer cine ya extinguida. Esa artesanía labrada en unas películas pequeñas pero sobradas de ingenio cuya atribución no era otra que entretener al público que asistía a esas míticas sesiones de cine que culminaban con una producción de mayor atractivo comercial.

Si hay algo que destaca en The Narrow Margin es su precisión y solidez. La cinta funciona como una historia pulp narrada como una especie de contrarreloj en la que se conoce el punto de partida y de llegada pero no los obstáculos que deberán sortear los protagonistas. Su escaso metraje, apenas 70 minutos, ayuda a forjar esa sensación. Evocando opresión e intriga gracias a una puesta en escena que premia la agilidad y los primeros planos (apenas existen panorámicas, salvo cuando se integran para dar paso a una transición) situándose en los estrechos vagones y compartimentos de un tren al que llegará un policía al que se le ha asignado la misión de proteger a una testigo clave para desenmascarar a una organización mafiosa de la que su pareja era integrante.

La cinta arranca centrando su atención en una pareja de policías formada por un veterano agente a punto de retirarse llamado Forbes y su compañero más enérgico y malhumorado llamado Walter Brown (excelente Charles McGraw, un secundario habitual de la RKO quien aquí ejecuta uno de sus papeles más memorables como protagonista absoluto). Ambos deben cumplir el cometido de escoltar desde Chicago a Los Ángeles a una misteriosa mujer (interpretada por la siempre sugerente Marie Windsor) que tiene en su poder una lista con los nombres de aquellos personajes a los que su marido sobornó, entre los que figuran destacadas personalidades del ámbito político y social americano. Quizás motivada por la muerte de su marido en extrañas circunstancias, si bien al final de la película se nos revelará la verdadera razón con sorpresa incluida. Sin dar tiempo a presentaciones, nada más salir del piso donde la dama se hallaba refugiada, la pareja de policías será emboscada por un pistolero que los esperaba en el rellano del portal. Pero en lugar de cumplir su objetivo, la bala escupida de la pistola del matón impactará en el viejo Forbes quien morirá de forma súbita.

A pesar de este contratiempo y de la tirantez que parece marcar la relación que se establecerá entre policía y testigo, Brown seguirá con su deber acompañando a su protegida a la estación del tren. A partir de este momento se iniciará una persecución del gato al ratón dentro de una ratonera de la cual no hay escape como es el tren que transporta a policías y malhechores. Gracias a una puesta en escena que se aprovecha de un rodaje a tiempo real en el que no existen apenas elipsis, sino que prefiere situarse a la altura del rostro del policía protagonista acompañándolo en todas y cada una de las trampas que sorteará, incluido un espléndido juego de suspense reforzado por la presencia de una galería de personajes de mal pelaje que molestarán a nuestro héroe (desde un matón que trata de localizar el paradero de la mujer cobijada por Brown; pasando por un gordo que siempre está en medio de los pasillos entorpeciendo los pasos de Brown y que desconoceremos si se trata de otro matón a sueldo de la mafia; o un consultor que intentará sobornar al protagonista; un asesino que asestará más de un certero golpe; también un niño repelente y gritón que está convencido de que Brown es un ladrón de trenes; y finalmente la madre del niño con la que Brown hará buenas migas, empleándola como un señuelo para despistar a sus acosadores), seremos testigos del acoso y batida que emprenderá uno de esos hombres incorruptibles guiados aún por el honor en cada uno de los senderos que tomará.

Todo está perfectamente medido. Nada sobra en esta precisa y perfecta amalgama moldeada por Fleischer. La cinta se eleva así como un laberinto sin salida, plagado de enredos, confusión de identidades, dobles juegos y giros absolutamente prodigiosos. Y todo ello en tan solo una hora de duración. No hay respiro por tanto. Los personajes secundarios aciertan en su composición de un microcosmos sórdido e inhóspito. Colmado de claustrofobia y vértigo. Pasa de todo y sin previo aviso, hecho que obliga al espectador a estar en continua tensión siguiendo los pasos del protagonista por los quebrados pasadizos de los distintos vagones. Pues esta es una de esas películas que tratan con inteligencia al espectador. Ofreciendo espectáculo, pero sin engañar a nadie. Planificada al milímetro. Haciendo uso de un lenguaje narrativo vibrante y portentoso. Apoyado en un montaje de la vieja escuela RKO, en este caso apostando por la narración a tiempo real, aspecto que confiere al disfraz del film una atmósfera ciertamente asfixiante. No hay pausa ni relajación. Los eventos suceden sin freno, siendo ligados con mucha elegancia e inteligencia por Fleischer, quien poco a poco irá desgranando la intriga hasta alcanzar el clímax final a través de un giro de guion que no se vaticina con facilidad.

Sin duda otro de los puntos fuertes del film es su fotografía. Una foto noir. Adornada con muchas luces e infinitas sombras. Con brumas y humos tanto ferroviarios como atmosféricos. Haciendo uso de una violencia seca filmada sin censura. Como esa pelea desatada entre Brown y su primer perseguidor, ornamentada con unos planos rodados cámara en mano que incluyen alguna toma vanguardista como un par de focos subjetivos que transmiten una sensación al espectador de estar sufriendo una paliza. O esa secuencia que cierra el film, en la que el uso de los reflejos de los cristales de la ventana del tren servirán de guía a nuestro héroe para aniquilar al asesino que amenaza su misión. Una toma espectacular que no ha perdido ni un ápice de su frescura y vigor.

The Narrow Margin se sitúa pues en la vanguardia del cine negro americano de los cincuenta. Una cinta espléndida, magistral e inolvidable de imprescindible visionado para los amantes del género. Una obra de culto que atesora todos sus ingredientes intactos. Una pieza atemporal e imperecedera cuyo jugo conjuga entretenimiento, arte y lucidez. Y sin duda una perfecta carta de presentación (y en este caso de despedida de Fleischer de la RKO) que contiene las virtudes y estilo de uno de esos genios del séptimo arte estadounidense que siempre supo cumplir con honestidad, sapiencia y buen hacer las metas que le fueron asignando los estudios en los que dejó huella de su contrastada capacidad en este oficio de hacer películas. La película fue objeto de un muy majo remake de título homónimo dirigido en 1990 por el director de fotografía Peter Hyams protagonizado por Gene Hackman y Anne Archer que sin llegar a los resultados del original se elevaba como un thriller muy digno e interesante.


tomado de hildyjohnson

testigoaccidental

Y esa capacidad que tiene el cine negro de seguir sorprendiéndome me fascina. Nunca paro de descubrir joyas. Ahora le ha llegado el turno a Testigo accidental. Entra dentro de la categoría de películas de bajo presupuesto de la RKO pero que te muestra cómo rodar un buen thriller en setenta y un minutos. Y es que es fascinante cómo nos cuenta en imágenes una historia donde nada es lo que parece.

Así en Testigo accidental tenemos de todo: personajes ambiguos, ambiente moral asfixiante, mujer fatal, policía duro pero todo aderezado de persecuciones, violencia, erotismo latente… y como culminación giro sorpresa. Y prácticamente un único escenario muy cinematográfico (y empleado de una manera brillante): un tren.

Richard Fleischer (director del cuál ignoro casi toda su filmografía pero que con esta película se me ha despertado el interés) muestra que sabe emplear el lenguaje cinematográfico para contar una historia. Ya desde los títulos de crédito nos vemos atrapados por el sonido de un tren que no cesa su marcha.

Testigo accidental cuenta con varias escenas memorables que se quedan en la retina: la escena que sirve de prólogo y que es la única que transcurre en otro escenario, la casa de la testigo (Marie Windsor, todo un descubrimiento, a la que también he podido apreciar en La fuerza del destino de Polonski y en Atraco perfecto de Kubrick). Una mujer fatal que es la viuda de un mafioso y que cuenta con una información que pone en peligro su vida y que además va a emplearla para testificar. Ésa es la testigo a la que un par de duros policías tienen que escoltar en un viaje en tren para que llegue sana y salva a su destino. El peligro de la misión se pone en evidencia en esta ya increíble escena. Un fonógrafo sonando (que preludia otra escena clímax de la película excepcional), unos planos opresivos de los rostros, un collar de perlas que se rompe, las cuentas que caen… una sombra con una pistola, unas escaleras oscuras y estrechas, un disparo…

Entre el policía duro (un pétreo y eficiente con voz grave Charles McGraw) y la mujer fatal (de frases venenosas) se desarrollan diálogos y réplicas brillantes y una tensión sexual no resuelta (más por parte de la femme fatale… porque el poli duro la ‘desprecia’ bastante y su atención se ha fijado en otra pasajera). Además hay un personaje maravilloso cuya gordura tiene una función en los estrechos pasillos del tren (es personaje y además su característica física soluciona muchas escenas…). Tampoco falta la violencia extrema y eso se ve en la pelea cuerpo a cuerpo que tiene el policía duro con un matón en uno de los pequeños baños del tren.

Por otra parte Fleischer convierte al tren en un escenario cinematográfico maravilloso. Y todos sus elementos son aprovechados para contar la historia. El ruido del tren, las ventanas, los pasillos estrechos, los revisores, las estaciones, los camarotes, las literas, las puertas y sus cristales, las ventanas, las vistas… todo sirve para el misterio, las persecuciones, la tensión, el equívoco…

Así ante nuestros ojos se desarrolla una historia de ritmo frenético con todos los ingredientes para mantener atento al espectador y además bien contada. En poco tiempo se permite además de ese ambiente de cine negro provocar un giro de guion que juega con la ambigüedad que presentan todos los personajes…


 

A %d blogueros les gusta esto: