Almas desnudas

Título en castellano Almas desnudas
Titulo original The reckless moment
Año de filmación 1949
Duración 82
Pais Estados Unidos
Director Max Ophuls
Guion Henry Garson, Robert W. Soderberg, Mel Dinelli, Robert Kent
Música Hans J. Salter
Dirección de fotografia Burnett Guffey (B&N)
Reparto
Productora Columbia Pictures
Sinopsis Cuando descubre el cuerpo sin vida del amante de su hija, Lucia Harper decide esconderlo porque sospecha que la autora del crimen es su propia hija. 
Premios  
Subgénero/Temática Melodrama, Intriga, Asesinatos, Familia

Tomado de filmaffinity

Último film de Max Ophüls (1902-57) realizado en Hollywood antes de su regreso a Europa en 1950. El guión, de Henry Garson y Robert Soderberg, se basa en la novela “The Blank Wall” (1947), de Elisabeth Sanxay Holding (1889-1955), a partir de la adaptación escrita por Mel Dinelli y Robert E. Kent. Se rueda en escenarios reales de L.A., la localidad costera de Balboa y Newport Bay y en los platós de Columbia Studios (Hollywood). Producido por Walter Wanger (casado con Joan Bennett) para Columbia, se proyecta en público por primera vez el 17-X-1949 (EEUU).

La acción dramática tiene lugar durante la semana previa a la fiesta de Navidad de 1949 en Balboa (ubicada 5 millas al S. de L.A.). Lucía Harper (Bennett) es una madre de familia a la que no falta nada: tiene una hija de 17 años, un hijo de 12, una casa en primera línea de la Bahía de Newport, un flamante coche nuevo, una lancha a motor para pasear por la bahía, una cocinera que la ayuda en las labores del hogar, etc. Tras la apariencia de una existencia confortable y sin problemas, se oculta su soledad, una sexualidad reprimida, un estado de fuerte ansiedad y una arraigada adicción al tabaco. Es animosa, responsable y sufridora, se desvive por los suyos y sobrelleva con resignación la ausencia del marido, Tom Harper, que se halla de viaje a Filadelfia y Berlín por motivos de trabajo.

El film suma drama psicológico, melodrama, crimen, cine negro y thriller. La atención del film se focaliza en Lucía, a la que un hecho inesperado golpea con fuerza y desencadena en su interior un proceso que pone al descubierto su fragilidad, soledad y desamparo. Junto a ella se mueven varios personajes débiles, limitados y desamparados, que proyectan sobre la protagonista una sucesión ininterrumpida de problemas, que saturan, enervan y desbordan sus capacidades de resistencia y respuesta. El suegro (O’Neill) vive absorbido por las carreras de caballos; la hija, Beatriz (Brooks), estudiante de bellas artes, mantiene relaciones amorosas con un hombre nada recomendable; el hijo, David (Bair), es revoltoso e inoportuno; etc. A estos personajes se añaden otros, como la pareja de chantajistas formada por Martin (Mason) y su socio Nagel (Roberts), dos fracasados, sin recursos y sin habilidades. Martin, la figura más dramática, arrastra frustraciones psicológicas, emocionales y económicas, que mueven a compasión. Por lo demás, la historia se ajusta a los parámetros gratos al realizador, aficionado a exaltar la ingenuidad, inocencia y bondad de la mujer; la crueldad y el egoísmo de los hombres; y la violencia con la que la sociedad trata a los débiles.


¿Cómo un director tan poco prolífico como Ophüls es considerado sin embargo uno de los cineastas más importantes por críticos, entendidos y otros compañeros de profesión? Películas como esta “The Reckless Moment” sirven como respuesta y efectivamente sitúan al vienés en un escalón donde muy pocos pueden llegar. Director sutil, esmerado, cuidadoso y estilista, supo crear ambientes como nadie e incluir en ellos a sus protagonistas con una naturalidad pasmosa. Su comienzo, bajo el cobijo del mejor expresionismo alemán, sus trabajos en Estados Unidos o su vuelta a Francia para rodar esos exquisitos dramas de época, suponen uno de los recorridos más fantásticos en la historia del cine y elevan a su filmografía a la categoría de excelente.

Pero centrémonos en esta “The Reckless Moment”, un film trascendental, con una importante denuncia a las estructuras familiares americanas y que supuso la vuelta a territorio europeo del cineasta tras la evidente poca aceptación que tuvo en los Estados Unidos. Y es que no podemos obviar la crítica de Max a la situación familiar de Lucia Harper (Bennett), una mujer que ya desde el primer fotograma se nos muestra como una esclava, una prisionera de su propia familia que la mantiene controlada y ocupada en asuntos generalmente triviales e insignificantes. Ante la ausencia de su marido, un hombre de negocios que no regresa a casa ni por Navidad, Lucía ejercerá un matriarcado basado en unas reglas austeras y que la anuncian como una mujer de costumbres tradicionales y conservadoras. Sin embargo, todo ese mundo creado por ella misma se vendrá abajo cuando su hija Bea se mezcla con un tipo de dudosa reputación que, tras resultar muerto accidentalmente en una disputa con la propia Bea, propiciará la aparición en escena de un delincuente de L.A., Martin Donnelly (Mason) quien, aprovechándose de la situación, hará chantaje a Lucia.

Llegados a este punto el film toma un peso brutal. La relación entre Lucía y Martin será una de las más increíbles que uno haya visto en la pantalla. La evolución de ambos será tan impresionante como su final, uno de los más logrados de la época. Por una parte Lucía conocerá lo que hay fuera del mundo tan hermético que ella ha creado. Saldrá de su casa, en las afueras de L.A., y transitará por los lugares más sórdidos de la ciudad sintiéndose extraña y conociendo sus propias limitaciones como mujer y esposa. Martin, por otro lado, se acercará al calor de la vida familiar y decente que nunca tuvo, ansiándola desde el primer momento. Y mientras uno va conociendo la vida del otro…el amor. Pero un amor contenido, imposible, sacrificado y con terribles consecuencias que hará sucumbir a nuestros dos protagonistas.

Escuela alemana para filmar esta historia llena de tintes negros, de suspense, de intriga y de clase, de mucha clase. Ophüls, director con mayúsculas de un film que, como tantos otros, es imprescindible recuperar y mantenerlo donde debe estar: en la cima de la cúspide y más allá.


Tomado de lasmejorespeliculasdelahistoriadelcine

La familia Harper es un ejemplo más de la clase acomodada estadounidense de la época que vive en California. El patriarca y padre de familia permanece largos períodos fuera de su hogar, pese a que todos lo echan de menos. La familia está constituida por una primogénita joven y rebelde, Bea, (Geraldine Brooks), un hermano pequeño al borde de superar la infancia y un amable abuelo (Henry O’Neill), único representante de la figura ausente del varón de la casa. Lucía Harper (Joan Bennett), es una madre que debe cuidar en solitario de toda la familia. A ello dedica todos sus esfuerzos, con determinación e inteligencia, sin pensar en sus propios anhelos. Una noche, en plena época navideña, tras una fuerte disputa con su primogénita en estado de rebeldía, descubre en los alrededores de su propia casa el cadáver del amante de su hija. Un amante prohibido Darby (Shepperd Strudwick), el motivo principal de las disputas familiares, que previamente se nos ha presentado en una escena donde accede a recibir el dinero que Lucía le ofrece para que deje en paz a su hija. Aunque la muerte de este indeseable novio ha sido puramente accidental, sin ni siquiera percatarse la hija al abandonarlo en plena noche, la visión del cadáver por la madre despierta sus más profundos temores. Se decide a deshacerse del cadáver porque supone a su hija responsable. Una vez conseguida esta ardua tarea, aparece repentinamente en escena Martin Donnelly (James Mason), un personaje del crimen organizado, un chantajista que amenaza con publicar las cartas de amor que su hija le escribió al desparecido y endeudado amante. 

Si la primera decisión instintiva que tomó Lucía para salvaguardar a su familia fue dura, el nuevo obstáculo lo es aún más. Una situación asfixiante, complicada y sin salida posible, ya que sin la firma de su marido ausente, el banco le deniega retirar una suma de dinero tan enorme. A partir de ese momento, ver cómo esta ama de casa y madre se desenvuelve bajo la gran presión de cuidar a su familia desde la más completa soledad, sin que nadie resulte dañado ni nadie note sus preocupaciones, es todo un despliegue de capacidades representativas de una gran mujer. Pero el elemento que hará girar la trama será la fascinación que un criminal, Martin Donnelly, siente por nuestra protagonista. Max Ophüls, más conocido por sus sublimes melodramas, dirige uno de sus dos únicos films considerados como Noir con esta historia basada en un relato de Elisabeth Sanxay Holding llamado «The Blank Wall (1947)«. Su otro film Noir es «Atrapados (1949)«. Se ha considerado a Oplüs como un experto en movimientos de cámara, en travellings y en melodramas sublimes. Excelente narrador visual de historias, gran humanista y con una estética barroca, su vida quedará marcada por su origen Vienés y su exilio a Francia durante el Nazismo. Movía la cámara de una manera increíble, sus travellings eran para él tan básicos como el caminar. Fue capaz de crear con su cámara inquieta un lenguaje visual propio, difícil de describir con palabras. Para él la iluminación era otro pilar básico, sobre el que montaba su ambiente cinematográfico siempre al servicio de las emociones humanas. Fue capaz de retratar todo un mundo emocional en su cinematografía donde las mujeres fueron las absolutas protagonistas. En este relato, además es capaz de plantear varios dilemas interesantes. 

El primero, el que mantiene la protagonista durante todo el film, capaz de traspasar los límites ya no sólo de lo legal, también de lo prohibido con la única finalidad de proteger a su familia. El film Noir, no se empeña sólo en destacar la maldad de sus féminas, más bien, las coloca en posición de igualdad con los hombres. Son decididas, inteligentes, conocedoras de sus capacidades y no temen las situaciones difíciles, se enfrentan a ellas con sus mejores armas. Un núcleo familiar representativo del Sueño Americano, que aquí es golpeado con fuerza. De hecho, la traducción del título de la película no es en mi opinión nada acertado. En realidad, su traducción literal es «Momento imprudente«, como lo es la actitud de una joven educada en un ambiente protector, criada con caprichos económicos y cuya rebelión frente a lo moralmente establecido por su familia será el punto de partida de una cascada de acontecimientos con final inesperado. El segundo gran dilema se le adjudica al criminal chantajista. Un hombre, que pese a sus experiencias pasadas mundanas es capaz de dejarse sorprender y cautivar, sin ser ese su propósito, por una simple ama de casa. Entre ellos, surge una inesperada tensión sexual, una atracción completamente prohibida e impensable para ambos que proceden de mundos antagónicos. Pero inevitablemente, el estoicismo de Donnelly se derrumbará y mostrará su lado más amable, transformándose en el otro gran salvador del prototipo de familia. El enamoramiento que siente Donnelly por Lucía representará toda una serie de esperanzas y sueños por cambiar de vida que nunca podrán llevarse a cabo. La redención a través del amor, otro de los elementos Noir. 

El director, mediante todos estos dilemas indaga, profundiza en el alma humana, en el complejo mundo de las contradicciones humanas y sociales, otorgando interesante matices desde una estética visual. Analiza certeramente a la clase media burguesa mostrando sus debilidades mediante la creación de una atmósfera cinematográfica bellísima, donde el juego de luces y sombras es una maravilla visual. Sus largos planos sin diálogos, mostrando los comportamientos de los protagonistas, con esos travellings interminables que no se detienen ni en el interior de la casa ni bajo la luz nocturna, son una delicia artística. También es importante destacar la preciosa fotografía de Burnett Guffey y la música de Hans J. Salter que permite acompañar certeramente al mundo emocional de los protagonistas. En definitiva, la obra de un gran director, más conocido por sus melodramas, pero capaz de asombrarnos con un film Noir de notables características, aunque sea menos conocido por el gran público.


Tomado de Elgaginetedeldoctormabuse

Lucia Harper es una ama de casa que vive acomodadamente en un pequeño pueblo residencial con su familia formada por dos niños, su marido, su suegro y una eficiente criada. Sin embargo, su plácida vida doméstica se verá interrumpida por el romance que mantiene su hija adolescente Bea con un hombre indeseable mucho mayor que ella llamado Ted Darby. Al estar su marido ausente en Europa por motivos laborales, Lucia es la única que puede luchar para separar a su hija de tan maligna influencia.
Una noche, la joven Bea se cita con su amante en el embarcadero cercano a su casa y descubre horrorizada que su madre tenía razón respecto a las intenciones de éste. Tras una pelea en que le golpea, Ted muere accidentalmente al caer sobre un ancla, aunque Bea no es consciente de ello, ya que ha huido horrorizada a casa. Al día siguiente, Lucia descubre el cadáver de Ted y temiendo que la policía incrimine a su hija, lo transporta con lancha lejos de su hogar. Desgraciadamente, sus problemas no acaban aquí, ya que poco después de descubrirse el cadáver aparecerá un desconocido llamado Martin Donnelly que chantajeará a Lucia con unas cartas que conectan a Bea con Ted.

La última película que realizó el director Max Ophüls en Hollywood sería toda una curiosidad en su carrera, una película que se aparta por completo de sus temas habituales y en la que aborda un género tan típicamente americano como el cine negro o policíaco. Sin embargo, Almas Desnudas está muy lejos de ser una película de intriga al uso, y de hecho eso es lo que buscaba su productor, Walter Wanger (quien años atrás había conseguido un éxito enorme con algunas de las mejores películas americanas de Fritz Lang como La Mujer del Cuadro y Perversidad). Prueba de ello es que pensara inicialmente adjudicar este proyecto al director francés Jean Renoir en vez de a cualquiera de los muchos expertos en cine negro que podría hallar en Hollywood. Por ello, cuando la película pasó a caer en manos del también exiliado Max Ophüls no puede decirse que el realizador le diera un giro radical al film, sino que más bien desde el principio Wanger buscaba dar un tono distinto a esta historia criminal.

El resultado fue de lo más interesante, más allá de la típica historia vulgar sobre chantajes, Ophüls consiguió hacer un lúcido retrato sobre la familia típicamente american, y más concretamente, de la madre de familia americana (no en vano, Ophüls era un experto en ahondar en la psicología femenina). Lo que nos propone el director es mostrarnos un hogar estable, acomodado e idealizado que acaba mostrando su otro reverso aparentemente menos visible. Ya la simple idea de que la bonita, joven y supuestamente inocente Bea se cite con un hombre tan indeseable como Ted da a entender cómo en el fondo ese submundo oscuro y perverso posee un peligroso atractivo que a la postre estará a punto de condenar a la hija mayor de los Harper.

Lucia hará todo lo posible por alejar ese submundo de su hogar. Al estar ausente la figura paterna, ella queda encargada como gran protectora del hogar y de su familia, y tal es así que cuando descubre el cadáver de Ted no dudará ni un instante en esconderlo. Este gesto obviamente sirve para proteger a su hija, pero en realidad la hipótesis de un accidente es tan clara (la barandilla rota, la posición del cadáver sobre el ancla) que eso nos hace pensar que lo que pretende Lucia no es tanto salvar a su hija de una acusación de asesinato, sino apartarla de todo lo que implicaría pasar por un interrogatorio policial y la presión que eso conlleva. De hecho, el chantaje al que se verá sometida se basa simplemente en unas cartas que conectan a la víctima con Bea, y no en cualquier hecho que pueda conectarla con el crimen, por tanto la función de Lucia es ante todo separarla de ese mundo, evitar que todo lo que conlleva Ted Darby “manche” aún más su inmaculado hogar y su inocente hija. Por ello, el gesto de alejar el cadáver no es solo una forma de proteger a su hija de la policía sino de literalmente alejar a ese hombre y todo ese submundo que conlleva bien lejos de su hogar (de hecho la primera escena del film nos muestra a esa respetable ama de casa entrando en un hotel de mala muerte para salvar a su hija de esas influencias).
A lo largo del film, esta obsesión quedará patente en su insistencia por no citarse con Martin en su casa sino siempre fuera de ella e incluso evitar que le llame al teléfono, como si no quisiera nada de ese asunto llegara a su hogar.

Como ama de casa y madre de familia, Lucia ha de sufrir una presión enorme que la acaba esclavizando. La mayor paradoja del film está en que pese a que vive en un hogar acomodado y perfecto, Lucia no es una mujer libre. Cuando han de tratar los pormenores del chantaje, Lucia le expone a Martin los innumerables problemas que tiene para poder moverse sin levantar sospechas y las limitaciones que sufre por culpa de sus ataduras al hogar. Lucia lo tiene todo pero a costa de no ser libre, de ser una mujer que ha de vivir por y para su familia sacrificando para ella su libertad y su intimidad. Ha de vigilar a su hija constantemente y ayudarla a reponerse del trauma sin que su padre se entere, su hijo acaba resultando terriblemente pesado interrumpiéndola constantemente incluso cuando hay un invitado en casa, su suegro no puede evitar ser una molestia al intentar intimar con Martin e incluso sugiriéndole que se quede a cenar sin sospechar que les está chantajeando, y la criada se entera de todo lo que sucede, y aunque es el único punto de apoyo que tiene Lucia, eso implica que le es imposible guardar ningún secreto.

Aquí resulta especialmente interesante destacar la labor de Ophüls a la cámara, que se sirve de los recursos de puesta en escena del cine negro creando un clima opresivo pero no tanto por seguir las convenciones del género sino para retratar la opresión en que vive la protagonista, que se encuentra encerrada en esa jaula de oro.

No podemos olvidar desde luego al personaje de Martin Donnelly, el otro gran pilar que sostiene la película. Porque lejos de ser un chantajista al uso, Martin es un hombre que enseguida descubre cual es la situación de Lucia pese a no formar parte de su universo familiar y pronto sentirá una clara simpatía hacia ella. De hecho, Martin acabará ocupando poco a poco el lugar del padre ausente ayudando al hijo con sus labores de mecánico o dando conversación al anciano de la familia. En lo que respecta a Lucia, su comportamiento hacia ella acaba siendo casi el de un amante: le compra cigarrillos sin filtro por su salud, la intenta invitar a cenar e incluso sus íntimos encuentros a escondidas con sus confidencias nos hacen pensar más en una relación ilícita que en un chantaje.
Pero ella no le corresponderá ni mostrará verdaderos signos de afecto hacia él hasta el final de la película, cuando en un último sacrificio, Martin se enfrenta a su compañero Nagel (quien le obligaba a mantener el chantaje contra la voluntad del propio Martin) y consigue apartar definitivamente a la familia de esa pesadilla.

En una película como ésta, la elección de actores resultaba crucial y en este caso fue todo un acierto el contar con una magnífica Joan Bennett y con el siempre infalible James Mason. Aunque ella merece llevarse más mérito por la importancia de su papel, yo siento debilidad por Mason. Esos gestos y miradas a Lucia, que dan a entender el cariño que le está cogiendo pero sin hacerlo torpemente explícito, son de esos detalles que engrandecen una película.

Muy recomendable.

Tomado de esculpiendoeltiempo

Tras descubrir el cuerpo sin vida del amante de su hija Bea (Geraldine Brooks), la señora Harper (Joan Bennett), sospechando que la joven lo ha asesinado, decide mover el cadáver y llevarlo al mar. Poco después, el misterioso señor Donnelly (James Mason) comenzará a hacerle chantaje amenazándola con entregar a la policía una serie de cartas que Bea había escrito al asesinado.

 The Reckless Moment fue la última película que Max Ophüls dirigió en Hollywood tras la magistral Carta de una desconocida (Letter from an Unknown Woman, 1948) y la interesante Atrapados (Caught, 1949). Se trata de un filme que se sitúa a medio camino entre el cine negro y el drama psicológico.

A los que conocen la etapa europea posterior del director alemán, les puede sorprender su incursión en un género tan aparentemente alejado de su obra; sin embargo, tanto aquí como en Caught, Ophüls, como indiscutible auteur que era, supo llevar las constantes estilísticas y temáticas del noir a lo que a él más le interesaba: exponer el retrato psicológico de una mujer sufridora.

La guapa Joan Bennett, convertida en icónica femme fatale de los cuarenta en manos de cineastas como Lang o Renoir, es ahora una ejemplar madre de familia. La ausencia permanente de su marido por cuestiones profesionales, hace que ella sea la principal responsable de la educación de sus hijos y del buen funcionamiento de la casa. Ophüls la desposee de ese halo misterioso y atrayente que la caracterizaba en otros trabajos, presentándola como una mujer corriente. No se conforma con someterla a una vida insulsa y estresante, sino que, además, la pone a prueba con la inclusión en su existencia de un crimen y un chantaje. ¿Podrá soportarlo? El drama está servido.

Más matices posee el personaje compuesto por el siempre refinado y excelente James Mason, la auténtica figura trágica de la cinta, un pobre diablo que pasará de verdugo a patética víctima como consecuencia del progresivo afecto que va sintiendo hacia la protagonista.

Como en cualquier otro filme del autor de Madame de…, el trabajo de cámara resulta exquisito, constituyendo cualquiera de las secuencias que lo conforman un brillante y elegante ejemplo de planificación y ejecución de la puesta en escena. 

Si les gusta el género negro, son admiradores del cine de Ophüls o simplemente disfrutan con las grandes películas, no se pierdan la espléndida Almas desnudas.


Tomado de elcinedesolaris

Max Ophuls dirigiendo a James Mason y Joan Bennett, en la bella ‘Almas desnudas’ (The reckless moment, 1949) una de la tomas, de uno de sus característicos, planos secuencias, asombrosas coreografías de travellings que conjugan movimiento externo e interno (las emociones) de los personajes sin parangón en la historia del cine ( o pocos son los que han realizado tan elaborados movimientos de cámara con tal complejo sentido). Esta secuencia es una de las finales, y de las más intensamente emotivas. Quizá su momento culmen, en el que, tras haber matado al chantajista, el socio de James (James Mason), se crea un fugaz y fulgurante momento de rasgante intimidad, cuando él la impide que entre en el hogar para llamar a la policía, y pedir asistencia para él, ya que está herido en su pecho, y él se lo impide, diciéndole que debe ocultar el cuerpo, y, a la vez que le expresa cómo su vida hasta entonces ha sido un desperdicio sin sentido, le declara su amor. Sus cuerpos por primera vez entran en contacto, como abren la herida de sus emociones, él sostiene su mano sobre la herida de su pecho, mientras pugnan en esa esquina o espacio intermedio, entre el incierto y oscuro afuera y la aparente seguridad del hogar.

 

En ‘Atrapados’ (1949), de Max Ophuls, una chica joven, encarnada por Barbara Bel Gedes, vivía el siniestro reverso del cuento de hadas de Cenicienta. El príncipe deseado, un millonario, encarnado por Robert Ryan, se revelaba un desquiciado hombre que padece el trastorno de necesitar que todas las voluntades se plieguen a la suya. Su enajenamiento no dejaba de ser el distorsionado reflejo del enajenamiento de la joven que superponía el modelo sobre lo real. El contraste, el ras de suelo frente a la obnubilada fantasía, lo representaba un médico, encarnado por James Mason, entregado a la atención de la gente que (mal)vive en el otro extremo de los pudientes. En la siguiente película de Ophuls, ese mismo año, ‘Almas desnudas’ (The reckless moment, 1949), la cuarta y última producción que dirigió en Estados Unidos (ninguna de las cuales funcionó en taquilla), una mujer de vida acomodada, Lucia (Joan Bennett), no deja de cometer imprudencias cuando se empecina en evitar que la imprudencia de su hija, de 17 años, su capricho por un hombre bastante mayor de ella, Darby (Shepperd Stradwik), de dedicaciones un tanto turbias, tenga funestas consecuencias. Su afán de control se desquicia, y su realidad comienza a hacer aguas. Quien parece representar la imagen siniestra, Donelly (de nuevo, un extraordinario James Mason como contrapunto), en principio chantajista, se revelará, sorprendentemente, como la figura protectora y salvadora.

El contraste entre dos movimientos de cámara, en las primeras secuencias y en la secuencia de clausura, condensa el trayecto de una narración que deriva hacia un derrumbe no imaginado aunque se logren solventar las vías de agua de las imprudencias de hija y madre. Aparentemente, todo parecerá de nuevo en su sitio, como si nada hubiera alterado ni dañado la vida de esa familia, pero en cambio sí se habrá visto conmocionada la vida de la propia Lucia, de lo que probablemente nadie alrededor se percatará. En las primeras secuencias, Lucia baja las escaleras y habla por teléfono con su marido. rodeada, e interrumpida, por el ‘equipo’ (como así los llama en la carta que escribe a su marido ausente por cuestiones de trabajo en Europa), su padre, su hija, la cocinera y su hijo pequeño. En la última, también baja la escalera para de nuevo hablar con su esposo, pero en esta ocasión el encuadre se centrará en ella, aunque esté rodeada de otros componentes de su familia. Nadie sabe lo que padece, ya aislada en una aflicción que con nadie podrá compartir, una vivencia que supondrá un demolición invisible pese a que su familia permanezca indemne.

En la segunda secuencia, Lucia visita al hombre que teme sea el amante de su hija, Darby, para exigirle que deje de verla. La realidad no responde: ni su hija quiere dejar de verle, y él sólo lo hará a cambio de dinero. Cuando, previamente, entra en el local, seguida por la cámara, en primer término del encuadre se escuchan breves fragmentos de dos conversaciones. Lo que para ella es crucial, para otros es nada, es otra de tantas tramas que se cruzan en la vida. Durante el relato, sea el padre o sea el hijo, interrumpen momentos que para ella son dramáticos, tensos, ignorantes de lo que ella sufre. No saben que al descubrir el cadáver de Darby en la playa, ignorante de que ha caído accidentalmente sobre un ancla, ha pensado que la autora es su hija, y ha trasladado el cadáver, en su bote, a una playa a kilómetros de distancia. No saben que aquel hombre que la visita, Donelly, le chantajea con entregar las cartas que su hija escribió a Darby tras descubrirse el cadáver de este. Sólo en cierto momento el padre llegará a entrever que algo en la superficie de su hija no es la misma, y ofrece su apoyo si ella lo considera necesario, pero se da por satisfecho con la justificación de que se debe a la nostalgia de su marido. Lucia se enfrenta a unas mareas que amenazan con derrumbar su vida, con los 5000 dolares que piden, con la investigación policial en los alrededores. Su hija se convierte en un peso muerto que solloza su decepción, y su hijo y padre siguen su vida ignorantes de lo que puede tambalear su existencia. Lucia quiere parchear y sólo lo complica más. Teme que sea su hija la asesina, por lo que no avisa a la policía, lo que propicia que tema el chantaje con el que la amenazan. Pide prestamos, empeña joyas, busca de modo desesperado cómo contener a unas turbulencias que parecen desbordar cualquier dique que intenta erigir inútilmente.

Cuando parece que su vida se hundirá irremisiblemente, surge el rescate de donde menos lo espera. En las sombras pueden surgir luces inadvertidas, inclusive para las propias sombras. Eso era en lo que se había convertido Donelly, que se revela como un personaje desconcertante, que supera cualquier presunción sobre su forma de ser o de actuar. Habla con el padre como si pareciera de verdad un compañero del marido ausente, soluciona un problema del coche del hijo, es apreciado por la cocinera, se preocupa por el hecho de que Lucia fume tanto, y le compra unos filtros, que paga él mismo, para que no le afecte tanto el tabaco. A nadie parece un personaje turbio ni siniestro. Donelly parece haberse encontrado con lo que pudiera haber sido si su vida hubiera tomado otra dirección. Mientras ella se desvía, él reencuentra su sendero, que implica cambiar de sentido. Ha encontrado en Lucia alguien que ha modificado su forma de sentir y actuar. O que le ha recobrado de las sombras en las que se había sumido. En un intenso primer plano, en la distancia de una conversación telefónica, insinúa su enamoramiento cuando incluso le confiesa con vehemencia que no quiere la mitad del dinero que le corresponde del chantaje solicitado. Es un primer plano que convulsiona toda la narración, como si quebrara todas las turbias sombras o falsas luminosidades de las vidas alrededor. Parece la contraposición a las conversaciones telefónicas de Lucia con su marido, aunque coinciden en que una y otra no hay contraplano. Pero ese primer plano encontrará su contraplano en el final de Lucia, encuadrada a través de los barrotes de la balaustrada de la escalera. Donelly se convertirá en el protector de Lucia frente a su implacable socio, Nagel (Roy Roberts), quien no reconoce al Donelly que él creía conocer. Donelly se transforma, y se sacrifica incluso por Lucia. La vida de Lucia también se transforma, pero nadie a su alrededor se percatará de que ya nada será lo mismo para ella, de que incluso ella ya no será la misma. Era hasta ahora una prisionera de su vida familiar, como le había señalado Donelly, y permanecerá prisionera pero ya consciente de que lo es, porque nadie sabrá de la huella de un dolor que nació en el estertor del gesto generoso que salvó la seguridad de las apariencias de su vida.


Tomado de cinewanka

Max Ophüls es un director exquisito y elegante, visualmente sus películas están compuestas de planos sublimes, cargados de sutileza y un desplazamiento de la cámara que acaricia la mirada del espectador. Es cierto que esto se aprecia mejor en su etapa francesa, donde al parecer contó con mucha mayor libertad creativa en el plató de rodaje, pero en el cine americano dejó su impronta en pocas películas que supusieron éxitos moderados, dentro de su efímero pero gigantesco aporte al séptimo arte. Una de estas minijoyas es sin duda «Almas desnudas», una película que más allá de narrar una historia de intriga con pocos elementos, aderezada con una correcta fotografía expresionista, termina por escalar dentro de la cúspide emocional de cada espectador debido a la enorme sensibilidad que logra plasmar su director en la relación que se establece entre la pareja protagonista.


La película atravieza distintos grados de emociones durante todo su metraje, la intriga y el suspense se apoderan de las imágenes desde los primeros minutos con esa relación de amor/odio que se genera entre madre e hija teniendo como punto de discordia, al aprovechado novio maduro de la misma. Se podría decir que esto es un Macguffin a los que nos tenía acostumbrado Hitchcock, porque será la muerte accidental de esta persona indeseada, la que desencadene toda la ola de acontecimientos que sobrevendrán después y que conforman la trama central de esta extraña historia.

La aparición de un soberbio James Masonen la vida de la ajetreada madre y esposa interpretada por Joan Bennett, supone un álgido trecho que como una bomba de relojería conducirá todo el suspense hasta que la historia dé un giro de 360 grados, con el desvelamiento de las intenciones románticas de una persona que hasta esos instantes se había ganado a pulso el rótulo de villano. 

Sin desvelar mucho la trama se podría decir que el cambio de personalidad que sufre un James Masonatormentado por su condición de «loser», se debe en gran medida, a la atracción enorme que empieza a experimentar hacia la figura modélica de la Sra. Harper, una madre y esposa abnegada que representa todo lo opuesto en valores y virtudes al mundo en el que él vive inmerso y el único que conoce. 

Es esta admiración y subliminalidad que le otorga a esa imagen femenina de gran entereza, lo que le conduce hacia su autoredención final. El mundo que el conoce apesta por los cuatro costados, está putrefacto y ningún resquicio de salvación se avizora, pero la hidalguía nace de los momentos más inesperados, su estigma de desheredado se ve con la oportunidad de saldar una cuenta con el destino fatalista que lo persigue, y esta huella que dejará impresa en la vida de la Sra. Harper, apacigua en algo sus oscuros remordimientos y su caminar sin rumbo por la vida. El amor nace de la autodestrucción y se planta como única posibilidad de escape, al abismo tejido de dolor e indiferencia a la vida que cubre su existencia.

A %d blogueros les gusta esto: