Título en castellano | El beso de la muerte |
Titulo original | Kiss of death |
Año de filmación | 1947 |
Duración | 98 minutos |
Pais | Estados Unidos |
Director | Henry Hathaway |
Guion | Ben Hecht, Charles Lederer (Historia: Eleazar Lipsky) |
Música | David Buttolph |
Dirección de fotografia | Norbert Brodine (B&N) |
Reparto | |
Productora | 20th Century Fox |
Sinopsis | Un delincuente de Nueva York, Nick Bianco (Victor Mature) es herido y arrestado durante el asalto a una joyería. Tras ser condenado, el fiscal Louis D’Angelo (Brian Donlevy) le ofrece conseguirle la libertad condicional, si le entrega los nombres de sus compinches. Bianco se debate entre la lealtad que debe a sus compañeros de fechorías y el deber que tiene para con su esposa y dos hijas… pero deberá tomar una decisión. |
Premios |
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Subgénero/Temática |
Crimen, Robos y atracos, Psicópatas |
La película comienza con el ritmo bien alto ya, con un atraco de Nick Bianco (el protagonista interpretado por Victor Mature) donde nos explica una voz en off (que de momento no sabemos a quien pertenece) se produce por falta de dinero, para comprar un regalo de navidad a sus hijos. La tensión que se crea en la escena del ascensor ya predispone a que el visionado nos dejará buen sabor de boca.
Después de este atraco frustrado, digamos que empieza la trama central, cuando le ofrecen colaborar delatando a sus compañeros a cambio de darle la condicional, a lo que al principio se niega para, dado un hecho que ocurre, cambiar de opinión.
Y aquí entra en juego el personaje de Richard Widmark, que todos coinciden en que eclipsa en sus aparaciones a Mature logrando un villano de tal calado que estoy seguro que actores de la talla de Jack Nicholson, Robert de Niro o Joe Pesci han basado más de una de sus actuaciones en el personaje de Tommy Udo.
Sale pocos minutos en pantalla pero cuando sale se la come, y es así como con una de las más famosas escenas se hizo un nombre en su debut y fue nominado al Oscar.
Y es que es un personaje muy bien trabajado, que con sus miradas y risa malévola inquietan a la vez que deja huella en el espectador. Y aquí surge uno de los grandes aciertos de la película. Una vez contado y explayado el amor de Nick por su familia, en especial por sus dos hijas, contraponemos la información de la crueldad sin escrúpulos de Tommy, y cuando toque enfrentarlos en el juicio ya está creada la tensión y el clímax en el propio espectador, conocedor de ambas situaciones. No es intruducida forzosamente por el director a través de giros rebuscados en guiones ni efectos especiales ni recursos fáciles, simplemente presentado los dos personajes y contraponiendolos el uno al otro. Viva la sencillez y el talento, señores!!Si a una buena historia como esta, con una buena actuación (Mature) y una gran actuación (Widmark) le sumamos una gran dirección de un director como Hathaway la cosa sube enteros. No deja que la historia pierda fuerza en ningún momento, dura lo que tiene que durar y muetra lo que tiene que mostrar. Cualquier director hubiera caido en planos innecesarios motrando escenas en la cárcel, la huida de Rizzo y cosas así, pero Hathaway va al grano, a lo que da empaque a la historia. Y además con una fotografía cuidada, un blanco y negro que consguie que la película sea más «negra» si cabe.
He vuelto a ver El beso de la muerte y me ha parecido aún mejor que hace años. Los verdaderos clásicos incluso mejoran con el tiempo, sobre todo, naturalmente, si se ven en versión original. Los actores de reparto, como en toda obra maestra, son creíbles, veraces y convincentes. Sólo el decepcionante final -con una precipitada narración en off, que ya sobra desde el mismo comienzo de la película- estropea la que hubiera sido mi valoración máxima.
Engancha desde el principio con un inquietante suspense (¡ese maldito ascensor!) que no requiere de aspavientos ni trucos para ser intenso; e igualmente emocionan ciertos momentos melodramáticos con una elegante contención narrativa y expresiva… semejantes en eso al adusto rostro de Víctor Mature. Éste hace un papel magnífico como Nick Bianco, a pesar del sambenito de su torpe hieratismo: comunica más con los movimientos de sus pupilas que cualquier otro posible actor carismático, que hubiera estropeado la esencia del personaje.
Brian Donlevy interpreta con estilo y credibilidad a su personaje policial, al igual que Taylor Holmes a su convincente abogado mafioso. Por supuesto, Richard Widmark está genial, y casi todos aceptamos que el psicópata al que da forma – Tommy Udo- merece un puesto más elevado aún en la iconografía del cine negro. Pero lo curioso es que casi nunca se menciona apenas el estupendo papel de Coleen Gray, cuyos besos de vida –a pesar de las sombras de muerte- están cargados de ternura, de tenacidad y erotismo. Sin necesidad de subrayar sensualidades exageradas el guión deja vislumbrar la intensidad de su deseo: siempre estuvo enamorada de Bianco y los besos que él le da la ponen tan cachonda que hasta se marea. Besos de vida húmeda, a pesar de la sequedad amenazante…
El guión de Ben Hetch y Charles Lederer (los mismos de la fantástica Luna Nueva de Howard Hawks) es magnífico, pero queda algo estropeado por esa moralina ejemplarizante (sobre todo en off) forzada por la manipuladora censura de la época. La fotografía de Norbert Brodine también está en la línea del mejor cine negro. Y la verdad es que Henry Hathaway dirige todas las escenas con una fuerza contenida, un pulso, una tensión y una sobriedad… magistrales, con algunos conocidos momentos excepcionales.
Nick Bianco es un delincuente de poca monta encarcelado por robar unas joyas. En prisión se le ofrece la posibilidad de ayudarle si delata a sus cómplices, pero él se niega rotundamente confiando que su abogado le ayudará a salir en libertad condicional y que sus compañeros se encargarán de cuidar de su mujer e hijas. Sin embargo al cabo de un tiempo descubre que su mujer se ha acabado suicidando no pudiendo soportar su penosa situación económica y que sus hijas han acabado en un orfanato. Eso sumado a que su presunta libertad condicional parece más lejana que nunca, le hacen tomar la decisión de negociar con el fiscal para poder salir de la cárcel aunque sea en virtud de soplón.
Excelente film de cine negro muy bien dirigido por el eficiente Henry Hatthaway. La película cuenta con dos partes bien diferenciadas: la primera cuenta la redención o evolución de Nick para convertirse en un hombre respetable, mientras que la segunda nos muestra el temor de Nick a que él o su familia sean asesinados por un peligroso maníaco a quien ha delatado a cambio de su libertad.
La primera parte funciona más bien como un drama criminal, se nos explica con detalles la evolución del personaje para que podamos entender su cambio tan repentino de comportamiento y, sobre todo, para que no nos sea antipático pese a convertirse en un delator. Simplemente la escena en que visita a sus hijas en el orfanato hace que nos pongamos inmediatamente de su parte.
Sin embargo lo mejor de la película se encuentra en la segunda parte, cuando un reformado Nick intenta llevar adelante una vida tranquila y respetable y acaba enfrentándose con el peligroso Tommy Udo. Aquí es donde cobra una enorme importancia Richard Widmark haciendo una interpretación inolvidable y colosal en la que da forma a uno de los criminales más terroríficos que haya podido ver en una película. Bordeando la fina línea que separa una actuación magistral de la sobreactuación pero sin llegar a traspasarla, Widmark está perfecto encarnando a ese criminal psicópata que tanto parece disfrutar matando. Para la posteridad queda la escena en que arroja a una indefensa mujer en silla de ruedas por las escaleras, de una brutalidad apabullante.
El momento cumbre del film se encuentra en sus últimos 15 minutos, el enfrentamiento final entre Nick y Udo (si no quieren saber cómo termina, sáltense los dos próximos párrafos). El primero no puede vivir tranquilo sabiendo que en cualquier momento el segundo entrará en su casa a matar a su familia y por ello decide enfrentarse directamente a él para salvar a su nueva mujer y a sus dos hijas. Dicha escena es de una tensión casi insoportable, y a ello ayuda la inteligentísima decisión por parte del director de hacer que todo suceda sin música, en un silencio que hace más violento aún el encuentro. La mirada de odio que Udo le dedica a Nick cuando le observa escondido tras la cortina es tan fulminante que no hace falta más para saber cual es la situación.
El enfrentamiento no puede tener otro final que el autosacrificio de Nick para salvar a su familia, dejándose matar por Udo para que lo condenen por asesinato. Aunque la voz en off del final nos dice que finalmente sobrevive, a juzgar por las imágenes resulta obvio que el verdadero final terminaba con la muerte de Nick y que esa voz en off se añadió más adelante para forzar el happy end. No hay salvación posible para Nick, lo único que puede hacer es entregar su vida por su familia.
Así como Richard Widmark hace una interpretación colosal, el film flaquea al contar con un actor protagonista tan flojo e inexpresivo como Victor Mature, que es incapaz de hacer una actuación mínimamente creíble pero por suerte no estropea el resultado final del todo en gran parte gracias al saber hacer de Henry Hathaway. Se trataba de uno de esos muchos directores menores de Hollywood que era un profesional intachable sin estar en la categoría de los grandes, de ésos que creaban obras sin marca personal que permitieran calificarlos de autores pero que hacían un muy buen trabajo, un director de los que hoy en día hacen falta más que nunca en la Meca del cine. Tampoco puedo dejar de destacar a modo anecdótico la presencia del grandísimo Karl Malden en un papel muy secundario.
Pequeño clásico de cine negro especialmente imprescindible para fans del género.