Título en castellano | El caso de Thelma Jordon |
Titulo original | The file on Thelma Jordon |
Año de filmación | 1950 |
Duracion | 100 minutos |
Pais | Estados Unidos |
Director | Robert Siodmak |
Guion | Ketti Frings (Historia: Marty Holland) |
Música | Victor Young |
Dirección de fotografia | George Barnes (B&W) |
Reparto | |
Productora | Hal Wallis Productions / Paramount Pictures |
Sinopsis | Una misteriosa mujer inicia un romance con el fiscal de distrito. Él intuye que ella le oculta algo, y sus sospechas se confirman con el hallazgo de un cadáver. |
Premios | |
Subgénero/Temática |
Melodrama, Crimen, Sistema judicial |
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«‘Thelma Jordon’ es un melodrama interesante sobre una mujer peculiar, contado con mucho control y de forma estimulante.»Variety
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«Un buen film noir que ofrece una variación ingeniosa y complicada de la situación de ‘Double Indemnity'»Tom Milne: Time Out
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«Stanwyck tiene un atractivo fatal tremendo (…) Robert Siodmak la orquesta con mucha elegancia (…) Puntuación: ★★★ (sobre 5)»
Antepenúltima película norteamericana de Siodmak, y la última del ciclo negro que le encumbraría en Hollywood (aún volvería sobre el género en Alemania), «Thelma Jordon» condensa y resume las características fundamentales que el realizador alemán ya había tratado en sus anteriores filmes.
Así, de nuevo encontramos aquí la idea central en torno a la cual Siodmak suele construir los argumentos de sus películas negras, que no es otra que la fatalidad inherente al amor romántico y apasionado, que se torna fácilmente en autodestructivo. De ahí que por momentos, sobre todo en el primer tramo de la película, nos parezca asistir a un melodrama, pero pronto advertimos que éste se teñirá de negro, conforme nos percatamos del poder que ejerce Thelma sobre Cleve, y que cabe encuadrar dentro de las clásicas atracciones fatales tan propias del género.
Tal vez la peculiaridad de esta cinta sea que en este caso la mujer no empuja a su amante al crimen, como suele ocurrir, sino que éste, en su afán por protegerla, acaba tendiéndose una trampa a sí mismo; para plasmar esta perspectiva -que tendrá bastante recorrido, pues Fritz Lang apuntará algo similar en «Más allá de la duda»- se requería una muy buena concepción de los dos protagonistas, algo que se logra plenamente, pues a un frágil Cleve, cuyo fracasado matrimonio le empuja al alcohol y a la debilidad, se suma una imponente y manipuladora Thelma, que lo arrastrará inevitablemente. Hay que decir que en Siodmak la fatalidad no se impone a los personajes, como si de un destino cruel se tratara, sino que está presente en el carácter de aquéllos, y de ahí que no puedan escapar de ella. El guión encuentra su mejor virtud en el desarrollo de estos aspectos, compensando así algunos puntos menos acertados o más manidos (lo cierto es que uno no puede evitar pensar que Siodmak transita por caminos ya trillados por él mismo).
Las interpretaciones son admirables, aunque prácticamente los dos protagonistas copan todo el interés. Corey está francamente bien, transmitiendo eficazmente sus fracturas internas, unas grietas sentimentales que lo convierten en el ideal derrotado. Y de ella qué decir que no se haya comentado antes; Bárbara Stanwyck es portentosa, haga lo que haga. Sus miradas, con esos ojos que caen en falsa languidez, su aparente fragilidad, que rápidamente se torna en decisión, fuerza de voluntad y capacidad de manipulación… Sin duda que también hizo películas malas e interpretó papeles planos, pero ella siempre conseguía levantar la película en algún instante, con apenas una mirada o una media sonrisa. Aquí tiene momentos espléndidos, a la altura de los que también tuvo en «Perdición» de Wilder, con unos primeros planos fabulosos.
De la factura de la película tan solo quiero destacar algunas secuencias, que en mi opinión justifican por si solas la acreditada pericia del director. La primera es la que muestra a los dos protagonistas intentando «organizar» el escenario del crimen, rodada en semioscuridad, con la cámara enfatizando los nervios de los dos personajes, que se mueven frenéticamente, transmitiendo angustia al espectador. Técnicamente brillante es la secuencia que nos muestra el recorrido de Thelma hasta el juzgado y cómo asciende por las escaleras del mismo (abarrotadas de gente) hasta la sala, rodada sin cortes, con un manejo muy elegante y adecuado de la grúa. Para rematar, y ya hacia el final, son dignos de admiración un primer plano de la mirada de Stanwyck, francamente premonitorio, y el plano de cierre, que tiene a Corey por protagonista; ambos constituyen la mejor encarnación de lo que los dos protagonistas representan: lo fatal.
Robert Siodmak es uno de los grandes directores de la época dorada de Hollywood, y una vez más lo vuelve a demostrar con una de las mejores películas y más desconocidas que hay en toda la historia del cine.
El argumento de su nuevo trabajo, no presenta novedad alguna en cuanto a uno de los sentimientos más fuertes que existen, por no decir el que más, el amor. Una y otra vez como ya demostrara en otros títulos maravillosos como ‘La Dama Desconocida’ , ‘Forajidos’ e incluso ‘El Abrazo de la muerte’ Siodmak demuestra con verdadera brillantez y solidez que se puede avanzar aún más en este campo, incluso regalar un dramatismo mayor al cine negro acompañado de tintes melodramáticos hasta decir basta.
‘El caso de Thelma Jordon’ es una historia en la que su protagonista (una Barbara Stanwyck brutal, como siempre) pierde por completo los sentidos, gracias a las armas varoniles de un hombre (Wendell Corey) que no conoce absolutamente de nada. La suerte o el destino los cruza para someterlos e involucrarlos en una aventura prohibida a la par que amorosa. No solo se verán envueltos en esa espiral del amor, sino que temerán por sus vidas gracias al asesinato de la Tía de ella, dueña de una fortuna incalculable. Es entonces cuando sus sentimientos se ponen más a prueba que nunca, y donde tienen que demostrarse el uno al otro fidelidad y máxima esperanza en una cadena de encubrimientos y mentiras.
Como el buen Cine Negro, en esta ocasión no vuelven a sobrar los planteamientos confusos e intrigantes, ni tampoco los ambientes oscuros. Todos estos elementos se unen a la fuerza implantada por los actores protagonistas del film. Barbara Stanwyck lidera la función presentando a un personaje imprevisible y visceral. Atención a los primeros planos del desenlace junto a Wendell Corey, su amado en la ficción. Se denota compenetración absoluta entre los dos actores, y no solo nos regalan una entregada historia de pasión, también somos partícipes del ir y venir de ambos personajes en una transición de confianza, traición y afecto para la eternidad.
De lo mejorcito de su director, una película recomendable para los amantes del género, que aunque copie y extraiga elementos de sus anteriores trabajos, no desmerece en ningún caso lo disfrutable que al final resulta esta nueva cinta del cineasta alemán.
Barbara Stanwyck fue una todo-terreno del cine, una mujer capaz de interpretar los más variados personajes: comedia, drama, tragedia. Pero donde se movía como pez en en el agua era en las turbias aguas del cine negro. Sus encantos de vampiresa, ese rictus ambiguo y misterioso hacían de ella el prototipo de mujer fatal. Una genuina encarnación del sexo y la pasión desmedida, capaz de llevar a la perdición a cualquier hombre integro.
Robert Siodmak fue uno de los grandes del cine negro expresionista. Gran dominador de los flashbacks,de la ambientación y de la fotografía en blanco y negro, con un manejo cautivador de los claros y las sombras.
Sin duda éste tandem de actriz- director tenia que dar a la fuerza una obra mayúscula. El caso de Thelma Jordon es una muestra impoluta de gran cine. Una obra que es cierto bebe de la fuente de otras más conocidas, sin que por ello pierda ni un ápice de interés merced a una dirección maravillosa, un guion bien pulido, una pareja de actores con gran química, y no me quiero olvidar del gran trabajo musical de Victor Young acompañando las escenas de pasión amorosa con esas cautivadoras melodías que realzan el tono dramático de la obra.
Recomendable sin duda para todos aquellos que sientan pasión por el cine con mayúsculas y especialmente para los amantes de la Stanwyck entre los que un servidor se cuenta.
Pero, vayamos por partes, ya que aparte de la excelente actuación de la Stanwyck, el film posee muchos puntos de interés que conviene destacar.
“El caso de Thelma Jordon” adopta básicamente el formato de cine de género negro por lo que en un principio la trama esencial no parece demasiado original. La manipulación de un hombre por parte de una femme-fatale para conseguir salir indemne de una acción criminal forma parte del argumento de múltiples novelas o películas de género negro o incluso de historias que poco tienen que ver con los policiaco como El ángel azul (1930) de Josef von Sternberg, La abeja reina (1963) de Marco Ferreri o Amantes (1991) de Vicente Aranda, e incluso en comedias teatrales y cinematográficas españolas como La decente (1971) de José Luis Sáenz de Heredia basada en un obra de Miguel Mihura. Dentro del cine policiaco en sí existen múltiples títulos pero quizá los primeros que se vienen a la memoria durante la visión del film de Siodmak sean Perdición (1944) de Billy Wilderr, La Golfa (1931) y La bestia humana (1938) de Renoir, el díptico de Frizt Lang La Mujer del cuadro (1944) y Perversidad (1945) o las distintas versiones realizadas sobre la novela de James M. Cain “El cartero siempre llama dos veces (Tay Garnett, 1946) y (Bob Rafelson,1981). En la mayoría de estos films la mujer es presentada con connotaciones negativas: tremendamente cerebrales, muy frías, mentirosas y manipuladoras; en ningún caso se arrepienten del mal causado o de haber destrozado la vida de sus víctimas, con frecuencia hombres normales y corrientes o detectives que se las dan de listo. Por eso, en estos films el drama y lo policiaco se suelen dar la mano, tal y como sucede en la película que nos ocupa. Sin embargo, Siodmak nos ofrece a través de un espléndido guión firmado Ketti Frings, una serie de variantes muy interesantes y novedosas que dotan al film de una patente originalidad.
En primer lugar, conviene centrarnos en el personaje de Thelma Jordon, interpretado por Barbara Stanwyck. Aunque existe por su parte una intencionalidad clara de manipular al ayudante del fiscal del distrito, para conseguir así la inocencia de un crimen en el que se encuentra implicada, lo cierto es que no se trata de un personaje de una pieza, sino con muchos matices, confundida en sus sentimientos, atrapada por sus contradicciones, dudas o vacilaciones. En ese sentido, si comparamos a Thelma Jordon con la femme-fatale interpretada por la Stanwyck en Perdición podemos afirmar sin riesgo a equivocarnos que ambas representan polos opuestos; una prueba más que evidente de lo grande que es esta actriz, versátil, humana y carnal como ella sola. Thelma no es nada fría, siente y padece e intenta alejarse de un pasado turbulento para conseguir ser una mujer “normal”; incluso llega a sacrificarse por amor y a conseguir su redención. Sin embargo la Phyllis Dietrichson del film de Wilder posee todas las características antes apuntadas que definen a la femme-fatale o a la vampiresa. Los sentimientos que dice experimentar por Walter Neff, el agente de seguros interpretado por Fred MacMurray, son del todo falsos e interesados; sin embargo, Thelma Jordon parece que no lo tiene tan claro. En ese sentido, el espectador siente las mismas dudas sobre sus verdaderos sentimientos que Cleve Marshall, el borrachuzo y amargado ayudante del fiscal del distrito, interpretado con sobriedad por un actor no demasiado conocido Wendell Corey, pero que en líneas generales resulta bastante convincente.
Enlazando directamente con lo anterior, el personaje del hombre manipulado también presenta aspectos muy interesantes, aunque más cercanos al tópico y al lugar común. Quizá lo más destacable de la interpretación de Corey y del personaje en sí es que no provoca en el espectador ningún tipo de compasión o empatía. Desde el comienzo, se nos muestra como un hombre mediocre, poco agraciado físicamente, amargado por un matrimonio que no funciona… por culpa de su suegro!!!, y que provoca más patetismo que pena. Por otro lado, demuestra también que bajo esa capa de apatía y desilusión se esconde también un sujeto bastante inteligente y que conoce bien su oficio, sobre todo las trampas y artimañas más convenientes para librar a su amada de la silla eléctrica.
Otro aspecto muy original tiene que ver con el momento en que comienza el proceso contra Thelma Jordon acusada de homicidio premeditado. El film adopta entonces el formato de drama judicial, pero de nuevo la guionista nos tiene preparada una curiosa novedad. Mientras que en la mayor parte de los films sobre juicios, es el abogado quien se las ve y se las desea para poder demostrar la inocencia de su cliente, en este caso sucede al revés: es el fiscal del distrito – es decir Cleve Marshall, amante de la acusada – quién debe hacer tal cosa, por lo que la acusación debe hacer su trabajo lo peor posible para de así el abogado salga beneficiado y consiga convencer con facilidad al jurado de la inocencia de su defendida. De igual modo, es el propio Marshall quien de forma anónima aporta pruebas o consejos para que éste consiga tal propósito e incluso paga de su bolsillo sus elevados honorarios. Sin embargo, opino que esta idea aunque suculenta y muy prometedora no llega a ser desarrollada del todo, quedando sólo apuntada. Es decir, con dicho planteamiento se podría haber montado una serie de secuencias con diálogos suculentos, divertidos enfrentamientos entre fiscal y abogado… pero no es así.
En ese sentido, Siodmak parece que es un director más de interiores, más intimista poco dado al espectáculo o cargar las tintas para asombrar al espectador. En ese sentido, parece que se maneja mucho mejor en los diálogos de a dos o en las escenas en las que aparecen pocos personajes. De igual modo, demuestra gran habilidad a la hora de manejar escenas en la que suceden dos acciones, una en primer plano y otra en segundo: por ejemplo, Marshall conversa con su jefe y con el mayordomo de la casa, mientras en la ventana de atrás observamos a dos policías analizando las huellas del jardín.
Pero de todos los momentos excepcionales de esta película sencilla pero potente, me quedo con dos: En primer lugar, me gustaría destacar el plano secuencia en el que observamos a Thelma salir de prisión y atravesar la calle, rodeada de periodistas y curiosos con destino al juzgado; destacable por la magnífica planificación y por la belleza de la secuencia en sí. También, el momento en que se describe el misterioso asesinato de la anciana tía Vera y en el Siodmak demuestra su gusto por lo gótico y por los escenarios sombríos.
l paso de los años ha relegado a un discreto segundo plano a uno de los grandes directores de la historia del cine: el alemán Robert Siodmark. No hace demasiado tiempo Siodmark era un nombre imprescindible para entender el cine americano de los años cuarenta e igualmente mantenía un reconocido prestigio crítico forjado por su retorno al cine europeo en la década de los cincuenta, regresó que sirvió para legar al cine obras tan imperecederas como Las ratas o El diablo ataca de noche. Basta echar una ojeada a la filmografía del germano para verificar que nos encontramos ante un maestro del cine negro. Suyas son algunas de mis obras favoritas del noir: Forajidos, El abrazo de la muerte, La dama desconocida, A través del espejo, El sospechoso, Pesadilla así como una de las cumbres del cine de suspense La escalera de caracol y para rematar el repaso merece la pena reseñar esa extraordinaria película que mezclaba con mucho tino la comedia con el cine de piratas que fue El temible burlón.
Siodmark fue un virtuoso que dominaba todas las facetas técnicas asociadas con el arte cinematográfico. Sus obras se revestían de una atmósfera tenebrosa y funesta dominada por el mundo de las sombras en las que una fotografía muy influenciada por el expresionismo alemán dotaba a sus films de una belleza pictórica próxima al mundo de las pinturas negras de Goya. Siodmark perteneció a la generación de europeos emigrados a EEUU que poseían una visión pesimista del mundo (el hecho de haber tenido que huir de la persecución nazi en su país, así como las inmoralidades observadas en primera persona tienen mucho que ver en ello). La hipocresía, el egoísmo, la avaricia, la imposibilidad de alcanzar el sueño americano desde la bondad así somo la general desconfianza en el ser humano y en los mecanismos de la sociedad para arreglar los problemas del mundo son temas presentes obsesivamente en sus mejores películas americanas. En ese sentido, sus obras se asemejan temática y estilísticamente a las cintas negras de los cuarenta de Fritz Lang. Resultaría complicado asignar la autoría de La mujer del cuadro, Perversidad, Forajidos o El sospechoso a Lang o Siodmark sin conocer de antemano quien fue su creador original.
El caso de Thelma Jordon es una de las películas menos visitadas de la etapa americana de Siodmark. Pertenece a la época tardía de este período ya que fue de las últimas cintas que Siodmark rodó en EEUU antes de su retorno a Europa. Sin embargo, aunque este hecho pueda hacer entender que nos encontramos con una película menor de Siodmark (es este el motivo por el que la hemos incluido en el apartado obras menores) para mí es una de sus mejores películas. Sin duda una más que agradable sorpresa que resume una forma de hacer cine que posteriormente se perdió: la del melodrama romántico de ambientación muy negra. Son muchas las referencias que podemos usar para catalogar a El caso de Thelma Jordon: desde ese gran melodrama noir cada vez más de moda que es El extraño amor de Martha Ivers (con la cual la cinta reseñada comparte femme fatal protagonista, es decir, Barbara Stanwyck), pasando por la trama enrevesada y pérfida de Perdición (otra vez la Stanwyck aparece en escena), del mismo modo podemos sentir parte de influencia de los sacrificados amores de madre de otro gran melodrama noir como es Mildred Pierce y finalmente debido a la utilización del recurso judicial en la trama podemos comparar la cinta con otras obras que usaban el mismo esquema como The Accused, El justiciero (obra menor de Elia Kazan que espero incluir en breve en esta sección) o Ellos no creen en mí.
Si bien lo comentado en el párrafo anterior puede inducir a catalogar la cinta como una historia convencional mil veces vista y realizada en los dorados años cuarenta, en mi opinión El caso de Thelma Jordon es poseedora de una personalidad propia, la cual es adquirida gracias a la impagable labor de Siodmark que consigue suministrar su estilo formal a cada secuencia y a la química que desprende la pareja protagonista: el reivindicable secundario que fue Wendell Corey (poseedor de una belleza distraída y a la vez inquietante) y la sublime Barbara Stanwyck que dibuja un personaje en principio manipulador y maquiavélico (a lo Martha Ivers) gracias a su penetrante y fría mirada, para finalmente culminar de un modo radicalmente distinto en términos morales al creado en la cinta de Lewis Milestone.
La sinopsis se resume de la siguiente manera: Cleve Marshall (Wendell Corey) es un hombre acomplejado y gris que gracias a los hilos movidos por su poderoso suegro (un aclamado juez de la ciudad) ha logrado ocupar un puesto como ayudante del Fiscal del Distrito. Su vida es anodina y monótona. No le gusta su trabajo, no ama a su mujer y le asfixia el control ejercido por su suegro que no duda en interponerse a cada instante en la relación de Cleve con su sumisa esposa Pamela. La infelicidad y aburrimiento que reina en la vida de Cleve sufre un punto de inflexión cuando éste conoce por casualidad a Thelma Jordon (Barbara Stanwyck), una joven sobrina de una adinerada anciana del lugar que acude a la oficina de un investigador para denunciar un intento de robo. Thelma confundirá a Cleve con el investigador y éste se sentirá inmediatamente atraído por la sencillez y belleza de Thelma, con la cual iniciará una instantánea relación amorosa.
Thelma se muestra como una mujer frágil que perseguida por la mala suerte se ha visto obligada a huir de una vida alocada y de un novio mafioso que la obligaba a prostituir su dignidad en casinos y locales de juego. La fascinación y pasión que Cleve siente por Thelma se irá acrecentando hasta que una fatídica noche se produce el asesinato de la rica tía de Thelma, presuntamente provocado por un ladrón que ha entrado en la mansión para robar las joyas de la anciana. Thelma acudirá a Cleve para que la ayude a enmascarar el lugar del delito, temerosa de que las pruebas la incriminen ya que sus huellas se hallan por toda la habitación. Sin embargo todos los indicios apuntan a que Thelma (la cual se convirtió en fechas próximas al asesinato en la única heredera de la fortuna de su tía) está implicada en el caso de asesinato por lo que es arrestada por el Fiscal del Distrito acusada de asesinato.
Las cosas se complican aún más cuando Cleve consigue que le asignen el caso como abogado acusador. Cleve deberá optar por elegir entre su deber como funcionario público o su profundo amor por Thelma a lo que hay que añadir su implicación como cómplice en la ocultación de pruebas del lugar del crimen. Sin embargo el avance de la investigación demostrará a Cleve que Thelma no es la mujer inocente e ingenua que parecía ser por lo que el abogado se enfrentará a una encrucijada donde solo hay dos resoluciones.
A través de este argumento tan manido, Siodmark describe con eficacia y maestría las indecencias ocultas en la clase media constructora del American Way of Life. Partiendo de un inicio muy melodramático en el que se expone con clarividencia la esclavitud que acarrea ejercer un trabajo tedioso y la ausencia de amor y vínculos afectivos en la propia familia, Siodmark elabora una cinta compleja y turbia en la que la ambigüedad y el suspense ganan claramente la partida al romance originario. El autor alemán traza una historia que recorre los sinuosos caminos de la sospecha y la mentira que arrastran a la perdición la tranquila y soporífera existencia del personaje masculino protagonista, el cual es empujado hacia la desgracia por los tejemanejes esbozados por la bella fémina que le alegra la existencia. Sin embargo, como ya habíamos comentado, lejos de la decadencia moral que acompañaba al personaje de Martha Ivers, Thelma es en realidad una mujer atrapada por su pasado que al igual que Cleve ha sucumbido a las redes del amor. Siodmark proyecta, gracias al final de la cinta, una bella metáfora sobre el poder autodestructivo y doloroso del amor, evidenciado en el acto de sacrificio que Thelma lleva a cabo para proteger al amor de su vida.
Igualmente Siodmark denuncia la falta de libertad de ese autodenominado paraíso de la libertad que fue la sociedad estadounidense de post guerra motivado por la presencia de rígidos y autoritarios convencionalismos sociales que impedían el desarrollo del espíritu libre y del libre albedrío. Una sociedad que reaccionaba en contra de toda muestra de independencia y rebeldía devorando a los insurrectos que se osaban a traspasar la línea establecida por la moralidad americana. Si todos estos ingredientes no son sufientes para hacer atractivo el visionado de la cinta, culmino la reseña resaltando la brutal escena final que pone la guinda al pastel ideado por Siodmark. De un realismo y violencia difícil de encontrar en otras cintas de la época, la secuencia del accidente automovilístico que acontece en las postrimerías del metraje es de las escenas más impactantes que recuerdo haber visto en una cinta de cine negro. Esto unido a la fotografía expresionista con gusto por los opresores espacios cerrados, la sensacional puesta en escena plena de perfección técnica y las hipnóticas interpretaciones de todo el elenco (con especial mención a la gran Barbara Stanwyck) convierten a El caso de Thelma Jordon en una cinta más que interesante de visionado imprescindible para los amantes del cine negro clásico.