Cicatriz, La

Título en castellano Cicatriz, La
Titulo original Hollow Triumph
Año de filmación 1948
Duración 83
Pais Estados Unidos
Director Steve Sekely
Guion Daniel Fuchs (Novela: Murray Forbes)
Música Sol Kaplan
Dirección de fotografia John Alton (B&N)
Reparto
Productora Eagle-Lion Films / Bryan Foy Productions
Sinopsis Tras salir de la cárcel, John Muller (Paul Henreid), un astuto criminal con estudios en medicina y psiquiatría, sueña con el día en que logre dar «el gran golpe». Mientras tanto se ve obligado a desempeñar un aburrido trabajo de oficina. Un día, Mullerdecide llevar a cabo su sueño, robando en un conocido club de juego, propiedad del mafioso Rocky Stansyck. Tras el golpe y durante su huida, Muller será confundido con el Dr. Bartok, prestigioso psquiatra, debido a su asombroso parecido. Muller tratará de aprovechar la ocasión para esconderse, suplantando la personalidad del doctor. Para ello, deberá autoinflirgirse una herida que le deja una cicatriz idéntica a la del conocido psiquiatra.
Premios  
Subgénero/Temática  Thriller, Crimen, Psiquiatria, Robos y atracos

 

Tomado de FilmAffinity

Si la sinopsis que puedes leer en esta página es ya de por si atrayente, ni por asomo puede uno imaginarse la autentica, divertida y absorbente joyita de cine negro que representa esta magnífica, juguetona y Hitchcockniana película.
Dirigida por Steve Sekely (“The Day of the Triffids 1962” y una de zombies nazis de la que ya les hablare cuando la suban a la base de datos, con John Carradine de cuya existencia me acabo de enterar escarbando en su filmografía y que me ha faltado tiempo para agenciármela, “Revenge of the Zombies 1943)”, basada en una novela de inequívoca procedencia “pulp” escrita por Murray Forbes (la primera vez que he oído este nombre), con un soberbio e imaginativo empleo de la fotografía a cargo de John Alton, un excelente Paul Henreid en ese imposible doble papel de criminal y psiquiatra (hasta ahora siempre le asociaba al segundón Victor Laszlo de “Casablanca 1942”, pero tras la visión de esta película, siempre le recordare como John Muller / Dr. Victor Emil Bartok) y un casting en estado de gracia, entre el que es obligatorio reseñar a Joan Bennett en el papel de esa descreída y baqueteada secretaria para todo del psiquiatra que mantiene una relación con el criminal.
Hasta el punto final de la trama que se nos cuenta en la sinopsis, estamos ante una digna muestra de cine negro absolutamente respetuosa con las claves del genero, pero a partir del momento en que le vemos autoinflingirse la herida que da lugar a “la cicatriz” del título, entramos en una absorbente montaña rusa de fatalidades y jugarretas del destino que te atrapan, te hacen disfrutar (cuasi boquiabierto) como un poseso y te dejan con la sensación de ser uno de los pocos privilegiados que han tenido la fortuna de disfrutar de tan rocambolesca y entretenida historia.

Dentro del catálogo de serie b de cine negro americano siempre podemos encontrar numerosas producciones que sobrepasan fácilmente el nivel de interesantes. Películas de bajo presupuesto y pocos detalles de producción pero que sin embargo cuentan con multitud de elementos característicos de la época, con influencias de corrientes cinematográficas más complicadas o con la presencia, siempre agradecida, de iconos de la pantalla. Todo esto da como resultado cintas de enorme calidad en su resultado final y que suponen un gran entretenimiento para los apasionados del género.

Este film, apoyado tanto en la producción como en la interpretación en los hombros de Paul Henreid (“Casablanca”, 1942), cumple todo lo anteriormente dicho a la perfección. Por un lado tenemos esa atmósfera agobiante, sórdida y que nos recuerda inevitablemente a las obras más oscuras del maestro Lang; el acercamiento al expresionismo alemán más profundo está asegurado. Luego tenemos ese dibujo de la gran ciudad y de sus habitantes. Éstos, junto con nuestros protagonistas, viven en una especie de cárcel siendo prisioneros de un destino que intentan afrontar de la manera más digna posible, aún sabiendo de antemano que les será imposible escapar de la trampa existencial en la que está atrapados. Este acorralamiento sin salida rememora esas películas de Ulmer donde para nadie o casi nadie había una escapatoria. Y para finalizar tenemos a Joan Bennett, ese portento de la interpretación que hace que el nivel de la cinta suba como la espuma. Su belleza, sale guapísima, y su clase, siempre la tuvo, ayudan sobremanera.

Puestos todos los esfuerzos en la estética y en la transmisión al espectador de la sensación de fatalismo y desaliento, para el resto ya no queda mucho más. Y es que el hilo argumental, sencillo y poco cuidado, va dando vaivenes en los que se demuestra que tanto director como guionista no pusieron mucho esmero en redondearlo o en no dejar cabos sueltos. De esta manera el film se llena de personajes que poco o nada aportan a la trama pero que sin embargo son decisivos para acercar la cinta al terreno de la intriga y el suspense. Suspense que termina siendo el cuerpo principal del film y que culmina en un final magnífico que pone la guinda a una historia en la que perseguidos y perseguidores son prisioneros de una misma cárcel.


Tomado de Conelcineenlostalones

Aunque los amigos que siguen mis disquisiciones cinematográficas, no demasiado convencionales y en la línea «my way» (a mi manera, La «voz» dixit) saben que no acostumbro a desvelar los argumentos de las películas que comento, esta va a ser una de las excepciones que confirman la regla. ¿Porqué? se preguntarán. Lo difícil no está en la pregunta sino en la respuesta. Ciertamente no lo sé. Tal vez porque me apetece (coyunturalmente) o porque quiero evitarles sufrimientos inútiles. O muy probablemente para que nadie pueda decir que yo recomendé esta película. Que todos somos mayorcitos y responsables de las decisiones que tomamos.

Una película de cine negro, fotografiada por John Alton (Un americano en París, Los hermanos Karamazov o la obra maestra El príncipe estudiante de Lubistch) es un trabajo a considerar, siquiera sea por sus encuadres, sus luces y sus oscuridades. Y en justicia hay que decir que este apartado es, con diferencia el mejor. Luego están los actores. Paul Henreid y Joan Bennett. ¡Um! la cosa sigue pintando bien. ¿El director? Steve Sekely, un húngaro trotamundos poco conocido. Pero, ¡atención Houston, tenemos un problema!.

El guión chirría por todas partes. Ya sabemos que el cine es el arte de crear sueños. Pero, por favor, hasta los sueños exigen cierta lógica. Y aquí viene eso que técnicamente se llama spoiler. Así que cierren los ojos o viajen con nosotros, pero les anticipo que aquí los atractivos monstruos no sonríen sino que se descosen por todas partes.

Primer descosido: Una persona puede parecerse a otra. Pero que en 1948 ya hubiesen clones tipo oveja Dolly casi entra en el terreno de lo paranormal. Y que además la secretaria del sosías te plante, así de entrada un beso en los labios pues parece un poco postizo ¿No creen?.

Segundo descosido: El delincuente huido de la justicia y lo que es peor, del hampa, ve el cielo camuflador abierto pero… Houston, otro problema, (esto parece la loca historia de las galaxias) el original tiene una cicatriz en la mejilla y la copia no. (si la tuviese no estaríamos hablando de una película sino de una churrería). Fácil arreglo: Fotografía, escalpelo y tirita. Pero, los listillos del revelado cambian de lado la cicatriz ¡Para qué luego digan de las fotomatón!. (nunca mejor dicho, foto y matón).

Tercer descosido: Con la cicatriz cambiada de lado y el original roto en la trituradora de papeles, el susodicho espabilado se presenta en sociedad. Y ¡manda web! nadie se da cuenta ni siquiera el circulo intimo de amistades que, dicho sea de paso, muy «íntimo» no parece, ni del cambio de ubicación de la cicatriz ni de otras intimidades accesorias. Rectifico: La mujer que friega la escalera tenía alguna duda sobre la ubicación de la cicatriz.

Cuarto descosido: Parece un tanto traído por los pelos que la totalidad del hampa omnipresente e incansable que anda a la caza y captura del nuevo «scarface» sea reducida a la nada por las fuerzas de la ley y por un problemilla de impuestos.

Quinto descosido: Escapar de Herodes para caer en Pilatos. El honorable doctor (el genuino y original) tampoco era trigo limpio, le gustaba el juego y tenía más agujeros financieros que un calcetín después del camino de Santiago. Los chicos del coro, es decir los «matones – 2» cansados de esperar el día de pago, deciden cobrarse la deuda en especie, ya saben en fiambres, y tampoco ¡qué cosas! se fijan en la ubicación cicatricera.

Cuando acabé de ver la película cogí mi revista de crucigramas y me puse a buscar las 10 diferencias. Pero se trataba de un paisaje rural y no había cicatrices.


Peculiar y breve ejemplar de cine negro el que se comenta en esta ocasión, un filme que contiene muchos de los elementos indispensables de una cinta decente de film noir que se precie, pero que, a cambio exige ciertas adaptaciones a las que el espectador deberá someterse, aceptar obviar ciertas licencias en el desarrollo que se presenta. Se nos expone la singular historia de un personaje, que ha robado gran cantidad dinero a un importante y empedernido apostador, que obviamente le dará caza al facineroso. Pero el ladrón, en su intento por descartarse, se encontrará con la más que favorable circunstancia de que guarda un parecido físico extraordinario con un doctor, un psiquiatra, y aprovechará esta similitud en sus biotipos para hacerse pasar por el doctor, decisión, claro, que no saldrá precisamente de la mejor forma. El realizador cumple bien con su labor de puesta en escena, y, obviando y dejando por ahora de lado las licencias mencionadas, uno se queda con un correcto ejercicio de cine negro, que cumple muchas de las asignaturas de una cinta de esta naturaleza, con algunos momentos de ciertamente remarcable acierto, y claro, la participación de una de las divas insignia del cine negro del gran maestro Fritz Lang, la hermosa y fatal Joan Bennet, como la secretaria del doctor, y la única que conocerá a ciencia cierta lo que sucede.

     

En la cárcel, unos individuos hablan sobre sus condenas, y el tiempo que les espera, Uno de ellos es liberado, se trata de John Muller (Paul Henreid), que al salir, se le dice que piense en volver a trabajar. Su amigo Marcy (Herbert Rudley) está entusiasmado con la idea del trabajo, pero Johnny no tanto, desaira las oportunidades que se le dan, y propone a sus antiguos camaradas que realicen un nuevo golpe, un robo. Se realiza el golpe, roban una importante casa de apuestas, pero dos de los compinches delatan el asalto. En el frenético escape, un dentista lo sigue extrañamente, resulta que lo ha confundido con su psiquiatra, le dice que es exactamente igual a éste, excepto por su cicatriz. Se apersona al consultorio del supuesto hombre parecido, el doctor Bartok, y lo que encuentra es a la secretaria, Evelyn Hahn (Bennet), cuya primera acción al verlo es besarlo, ciertamente son muy parecidos, pero rápidamente le dice a ella que no es Bartok. Marcy es asesinado, los personajes robados están en su búsqueda, es entonces que se le ocurre hacerse pasar por Bartok para despistar a sus perseguidores, y lo primero es acercarse a Evelyn. Lo hace, y demasiado no le cuesta generar un idilio con la secretaria.



A su vez practica Muller la firma y escucha audios del doctor, lee textos de psicología, y le da regalos a Evelyn, que se comienza a enamorar. Se consigue una fotografía del real Bartok, que tiene un tajo en un lado de la cara, tajo que se auto inflige, pero con la pésima fortuna de que la foto tuvo un error al ser revelada, la cicatriz está del otro lado en el verdadero Bartok. Se las arregla para citarse con el doctor, y, en un auto, elimina al científico, y también se da cuenta del error que cometió al cortarse el lado de la cara equivocado. Con el verdadero Bartok eliminado, se acerca a la oficina, y se hace pasar por el doctor, hasta atiende a los pacientes del psiquiatra, inclusive va a una elegante fiesta con su esposa Virginia (Leslie Brooks), de alguna forma nadie nota nada. Evelyn está suspicaz, hasta que aparece el hermano del real Bartok, buscándolo, y reconoce inmediatamente que Muller no es su hermano. Con ayuda de Evelyn, despistan al sujeto, ella, asustada, desea viajar y dejar todo, en barco, y Muller decide partir también. Pero en la agencia, es interceptado por los perseguidores, y tras una balacera, Evelyn alcanza a verlo morir desde el barco que parte.

 

La cinta de Steve Sekely nos ofrece algunos pasajes de auténtico deleite durante su metraje, y es que quisiera empezar diciendo que el filme sabe respetar muchos de los fundamentales aspectos que un filme de cine negro debe tener, y eso ya es un gran acierto que termina por aprobar el filme pese a sus no pocas falencias. Un aspecto agradable en ese sentido que detecté es el inteligente y correcto juego de planos que realiza el director, un desfile y amalgamado de primeros planos que, si bien no son recurrentes, saben dotar a determinados segmentos de mayor frenetismo y tensión, de mayor suspenso, este recurso tiene mayor efectividad, claro, en la apremiante secuencia del robo a la pequeña casa de apuestas, ahí se aprecia la agilidad y frenetismo que genera la narración visual del director. Otro elemento de gran acierto, y que le da a la cinta una gran identidad, o, mejor dicho, que la hace identificable, es la perenne oscuridad en que se mueven todos los personajes, un tono lúgubre se cierne sobre todo el filme, excelentemente correcto al ser un filme de cine negro. Así, las sombras acogen a los protagonistas, principalmente al fugitivo, que se refugia en esa permanente oscuridad, en esas sombras tímidamente diseminadas por tenues focos, y es que todo ocurre siempre de noche, acierto del director; y a ese respecto, además, más de un agradable e impactante claroscuro nos obsequiará el director, esos claroscuros aguardan al ojo que sepa detectarlos.

 

Y claro, los temas sórdidos, asesinatos de por medio, un sujeto se tajea la cara pues de ello depende su supervivencia, se marca permanentemente el rostro para sobrevivir, y a esa sordidez decididamente colabora una música subterránea, misteriosa, que se complementa con las bizarras situaciones que se nos exponen. Imposible dejar de mencionar el elemento que la vuelve rescatable a mi juicio, la cinta tiene sus segundos expresionistas, que recuerdan, aunque sea tibiamente, al mejor y estupendo maestro alemán Fritz Lang, de lo más delirante, surreal y pesadillesco, y si alguien se sintió como yo, sí, recuerda a Lang, sí, recuerda a Perversidad. Y que no se me confunda, a esto no colabora únicamente la presencia de la Bennet, por demás hermosa y fatal mujer, que aquí encarna un papel más benigno que en la obra languiana, pero es siempre eficiente la hermosa y fatal yanqui. La actuación de Henreid, asimismo, sin ser una maravilla, convence y no desentona, siendo imposible dejar de recordar Casablanca al verlo. Igual de imposible resulta pues no mencionar el elevado peaje que se paga por el filme, ciertamente excesivo peaje, simplemente por resultar demasiado inverosímil que nadie, nadie note que no se trata del doctor, y no solo eso, que nadie note que la cicatriz esté del toro lado de su rostro, es algo que se siente pues sumamente postizo, facilista, fingido e irreal, que la secretaria, sin más ni más, se enamore del “suplente” de su amante, e inclusive su propia esposa no note la diferencia; está bien que el cine viva de ciertas fantasías y licencias, pero esto se sintió excesivo. Empero, con esas falencias mencionadas -que ciertamente he resumido, por cierto-, uno se queda con los aciertos del filme, también ya enumerados y no resumidos, que terminan por configurar una cinta breve pero aceptable de cine negro.


Tomado de CiudadanoRock

En 1948 Steve Sekely dirigió esta joya de cine negro, prácticamente de serie b, y bastante desconocida. Contiene todos los elementos del género negro. Paul Henreid (al que recordaréis por su papel secundario en “Casablanca”, el que finalmente se queda con Ingrid Bergman), protagoniza de manera excelente este thriller lleno de constantes giros donde nada es lo que parece. Por otro lado, la espectacular Joan Bennett, está maravillosa.

En sus primeros 15 minutos parece que el devenir de la historia se adentrará en una trama de atracos y persecuciones, pero nada de eso ocurre. El film está lleno de matices, dirigida magistralmente de una manera expresionista sublime (sólo hay que fijarse en las rejas que sombrean la figura del protagonista en el robo del comienzo de la película, sugiriéndonos que no va a salir nada bien, que tiene las rejas como destino).

Y ocurrido esto comienza el verdadero film. Nuestro protagonista se hará pasar por otra persona porque teóricamente le conviene a efectos legales, pues él está muy mal mirado por la justicia. Se hará pasar por otra persona incluso físicamente.

Una película que es una crítica descomunal a la sociedad actual, donde no se valora ni lo que tenemos, ni lo que hemos tenido, haciendo que cada cosa que conseguimos pierda su valor por el mero e inexorable paso del tiempo.

Y no quiero comentar mucho más, pues no deseo vislumbrar lo que son los puntos fuertes del film, reitero que lleno de numerosos matices, gracias a un espléndido juego de blancos y negros, sombras sugerentes, y una magnifica dirección, que sumando todos los elementos antedichos, crea una atmósfera perfecta de deshumanización de la sociedad buscada por el realizador con todo propósito, donde la inverosimilitud de algunas partes que algunos criticarán (pero que entiendo que el director sabe perfectamente) sirve para contarnos esta historia y que cada uno analice en qué posición estamos en la sociedad, que valores nos quedan, y qué podemos hacer para cambiarlo.


 

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