Corazon de hielo

Título en castellano Corazon de hielo
Titulo original Kiss Tomorrow Goodbye
Año de filmación 1950
Duración 102′
Pais Estados Unidos
Director Gordon Douglas
Guion Harry Brown (Novela: Horace McCoy)
Música Carmen Dragon
Dirección de fotografia J. Peverell Marley (B&W)
Reparto
Productora Warner Bros. Pictures
Sinopsis Un psicópata, que se ha fugado de la cárcel donde cumplía cadena perpetua, trata de subsistir reanudando sus actividades delictivas. Para ello corromperá a personajes de las altas esferas… 
Premios  
Subgénero/Temática Crimen, Drama

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Crítica: CORAZÓN DE HIELO (1950) - CinemelodicJoyas desconocidas de cine negro (y III) - El blog de Hildy ...

tomado de filmaffinity

Cagney en 1950 anda ya por los 50 tacos y son muchos para seguir erre que erre con sus papeles de gángster «aniñado». Es verdad que con la creación, en los 40, de su propia productora Cagney Productions, junto a su hermano William, tratan de dar un giro a su carrera, pero sus éxitos son escasos (Sangre sobre el sol) y las deudas muchas. Vuelven con la Warner y Raoul Walsh encumbra de nuevo a Cagney a «la cima del mundo» en White Heat (Al rojo vivo). Esta Corazón de hielo, producida un tanto a medias entre la Cagney Productions y la WB, se plantea como un intento de repetir éxito pero, a pesar de sus muchas virtudes, algo falla y los beneficios se resienten.

El título original del film es «Kiss Tomorrow Goodbye» y eso marca. La biografía de Bárbara Payton, actriz y ninfómana, se titula precisamente así «Kiss Tomorrow Goodbye: The Bárbara Payton story», lo cual da una idea de la importancia de esta película en la vida de la actriz. Es cierto que previamente había interpretado un papel bastante decentito en «Trapped» junto a LLoyd Bridges, pero seguía siendo una desconocida en Hollywood, aunque acababa de presentarse ante la MGM para un papelito en La Jungla de Asfalto de John Huston, papel que sería para una tal Marilyn Monroe. Con un estado anímico un tanto bajo recibe la oferta de James Cagney, uno de sus ídolos cinematográficos y aquí tenemos a Bárbara con 23 años junto al mito Cagney. Se dice que entre sus «trofeos de caza» estuvo el gángster por excelencia del cine mundial.

Este es un aliciente para repasar este film pero hay otros. Por ejemplo la presencia de Ward Bond, incombustible actor, buen secundario donde los haya, fijo de John Ford, en un papel ciertamente atípico de policía corrupto. También Luther Adler como abogado excéntrico e igualmente corrupto, Helena Carter como crédula niña rica o incluso el planteamiento de la acción mediante flasbacks pluripersonales en un estilo que desarrollarían también directores de la talla de Welles o Manckiewicz.

Y por encima de todos la figura de James Cagney en un papel, despiadado y violento, hecho a su medida y a su lucimiento, al que le saca partido a base de ironías y humores mordaces, aunque sobre algún que otro puñetazo increíblemente fulminante o hubiese sido deseable una menor aparatosidad en algunos lances. Recordemos algunos de sus desplomes evocadores de las sobreactuaciones del cine silente. Sin embargo Cagney es una institución y casi todo se le perdona, aunque su atractivo irresistible para dos féminas como las que le rodean no acabemos de verlo por parte alguna. Carácter tenía y buen actor lo demostró sobradamente, incluso cuando dio un giro a sus trabajos encauzándolos a territorios menos violentos y más distendidos. La violencia de los 30 con sus «enemigos públicos» era difícilmente exportable a los 50. White Heat fue la excepción que confirma una regla tan inflexible que incluso algunos Estados como Ohio prohibieron la exhibición de Kiss Tomorrow Goodbye.


Pues nada aquí estamos otra vez. Cagney vuelve a enfundarse el traje que mejor le quedaba para rememorar ya en su declive, glorioso declive, esos personajes que le hicieron inmortal: Tom Powers en «El Enemigo Público», Rocky Sullivan en «Ángeles con Caras Sucias» o Cady Jarrett en «Al Rojo Vivo». Gángsters sádicos, vengativos, de alma atormentada y que no pestañean a la hora de matar. Tipos duros con ciertos aires infantiloides y que nadie interpretó tan bien como el neoyorquino cuyo carisma era el ideal para seducir, chantajear, coaccionar, sobornar y un largo sinfín de fechorías que casi siempre solían terminar mal. Bajo este patrón, simple pero efectivo, repetido pero fascinante, se presenta de «Kiss Tomorrow Goodbye».

Con la correcta dirección de Gordon Douglas, con el apoyo de la Cagney Production (productora que el actor tenía con su hermano) y sobre la novela original de Horace McCoy, un habitual de la época, el film se desarrolla de una manera muy dinámica y utilizando acertadamente la narración múltiple en flashbacks. Esta técnica, vista por primera vez con Welles en «Ciudadano Kane» y perfeccionada hasta la excelencia por Joseph L. Mankiewicz en «Eva al Desnudo», permite rememorar la vida del protagonista desde sus inicios, pasando por su ascenso y terminando con su inevitablemente caida. Así, y comenzando por el jucio donde se desenmascara la trama criminal de Ralph Cotter (James Cagney), los diferentes testigos recuerdan los episodios más oscuros de la vida del criminal, desde su fuga de la cárcel hasta el fatal desenlace.

De lo demás poco más se puede destacar. La aparición de «la reina de la noche» Barbara Payton, con su correspondiente bofetón de los de época, y de la insulsa Helena Carter le dan la presencia femenina al reparto. «Kiss Tomorrow Goodbye», cine gangsteril en estado puro que, a pesar de estar lejos de las anteriormente mencionadas tanto temporal como cinematográficamente hablando, tiene un aire y un atractivo superlativo. Y es que la presencia de Cagney, a cuyo alrededor gira toda la producción, suele ser sinónimo de lecciones de interpretación. A sus pies como siempre Mr. Cagney.


Basada en la novela «Di adiós al mañana», de Horace McCoy, esta película supone la vuelta de James Cagney a las pantallas tras su celebrado papel de Cody Jarrett en la no menos memorable «Al rojo vivo». En esta ocasión, Cagney interpreta nuevamente a un psicópata que, tras escapar de la cárcel, comienza a llevar a cabo una serie de golpes y acciones con la vista puesta en las altas esferas de la sociedad. Su imparable ascenso de poder irá minando progresivamente la relación con su chica y sus compinches, y las consecuencias no tardarán en hacerse evidentes.

Nueva cinta de cine negro protagonizada por uno de los hombres más representativos (si no el que más) de este género: James Cagney. Producida por la Warner y la William Cagney Productions (propiedad de William Cagney, hermano de James, por lo que todo queda en familia), el filme supone un acercamiento de lo más estimulante a la corrupción en las altas esferas de la sociedad, personificadas en las figuras del inspector de policía Charles Weber (enorme Ward Bond) o en la del abogado Cherokee (Luther Adler).


tomado de elblogdeethan

Por segunda vez, acudimos al cine negro para retomar nuestra sección más analítica, la de cine fórum (la primera fue con ocasión de Historia de un Detective de Dmytryk, ¿recuerdan?). La película a comentar hoy es una cinta de Gordon Douglas que, en nuestra opinión, dio sus mejores trabajos precisamente para este género (nos acordamos de la trilogía de filmes policíacos protagonizadas por Frank Sinatra, aunque Corazón de Hielo nos sigue pareciendo su mejor obra con diferencia) y para el western, con algún que otro éxito en la ciencia ficción y en la comedia.

iss Tomorrow Goodbye es un filme singular dentro del ciclo negro. Y lo es a pesar del protagonista (James Cagney, el típico gángster) y del clasicismo del arranque: un flashback que nos transporta desde un juicio hasta la cárcel. Allí, el peligroso delincuente Ralph Cotter se fuga del campo de trabajos de la prisión gracias a la hermana de otro convicto. La joven no sabe que Cotter no ha dudado en asesinar a sangre fría a su hermano con tal de facilitar la huida. Un comienzo tan efectivo —la secuencia de la fuga tiene un ritmo maravillosamente endiablado— como repetido en varias de las mejores tramas oscuras. Aquí sirve para dar el pistoletazo de salida a la historia basada en la novela de Horace McCoy que se centra en este gángster sin escrúpulos.

Sin duda lo mejor de la película es la descripción del carácter de Cotter (Cagney). Douglas lo presenta como un tipo frío que actúa de forma independiente, aunque siempre procura compañía femenina. Y es que Cotter tiene éxito con las mujeres gracias a su particular encanto basado en un carácter violento. Esta especie de atracción masoquista está muy bien retratada gracias a la experimentada interpretación de Cagney.

uando el actor rueda el largometraje se encuentra en su tercera etapa como profesional. Después de una primera fase (años treinta) donde se encasilló en papeles parecidos a éste, y de una segunda (la década de los cuarenta) donde hizo todo lo contrario, arranca este período con Raoul Walsh y la excelente Al Rojo Vivo (White Heat, 1949), justo la película anterior a la que estamos comentando. En ambas, Cagney vuelve a su registro más famoso: el de delincuente psicópata y manipulador que parece encarnar al mismísimo diablo.

Para acompañar a James Cagney en su anárquico deambular, Douglas se vale de unos personajes secundarios donde no se salva nadie, donde todos parecen condenados. Algunos a causa del contacto con el protagonista; otros ya lo estaban antes: policías y abogados corruptos, delincuentes de poca monta, charlatanes al frente de sectas que se dedican a estafar ancianos, y niñas de papá caprichosas y extravagantes. En definitiva, una sociedad putrefacta que parece que estaba esperando a Cotter para su total descomposición.

La secuencia que vamos a analizar corresponde al ecuador de la cinta. Cotter se acerca al taller que regenta un confidente de la policía con la intención de tenderle una trampa a un inspector corrupto. Para ello, Cagney le enseñará un fajo de billetes al mecánico:

a secuencia que hemos visto dura dos minutos y medio y se desarrolla entre un fundido encadenado y un fundido a negro. La primera parte la rueda Douglas en un plano general, con el mecánico en primer término y Cagney en segundo. El confidente se da cuenta de la presencia del gángster y, entonces, arranca la música inquietante de Carmen Dragon que ya no abandonará a la acción en toda la secuencia.

Cuando ambos personajes se encuentran, Douglas pasa al plano medio, al plano contra plano y al plano en escorzo para iniciar un dialogo entre los dos. La conversación centra esta segunda parte de la secuencia donde destaca la diferente postura de ambos: el dueño del taller apoyado en la pared, como protegiéndose cuando en realidad es él el que lleva el arma; y Cagney acercándose con una actitud mucho más fría y amenazante. Una luz sobre el mecánico es premonitoria de lo que va a pasar luego.

Cuando Cotter abandona el taller se inicia la tercera parte. Douglas mueve el objetivo y deja que el mecánico se aleje para observar su desagradable caminar. Aunque es un sujeto que cae mal desde el principio, con este movimiento de cámara, seguido de una panorámica, el director acentúa aún más el rechazo del espectador hacia el personaje. A continuación, un plano medio estático nos muestra la conversación telefónica entre el mecánico y el inspector de policía.

El silbido de Cotter inicia la cuarta y última parte de la secuencia, la del ataque del gángster. Esta parte —la mejor— parece más propia de un thriller o de una película de terror por tres circunstancias: el barroquismo de la imagen (el contrapicado sobre Cagney acentúa la violencia y eleva la figura del gángster con propósitos intimidatorios); el claroscuro del encuadre, con la única luz de una lámpara que cuelga del techo, muy parecida a la vista antes en el diálogo de la segunda parte; y la actuación de Cagney, sobresaliente. Esa mirada, cuando arroja el cuerpo del mecánico al foso, como si fuera un enterrador en el cementerio, es inquietante. Pero lo peor es que hay un instante, justo al final, en el que Cagney hace un gesto y mueve la cabeza para contemplar su obra. Terrorífico.


tomado de cinemelodic

Poco después de la mítica “Al rojo vivo” de Raoul Walsh 1949, James Cagney protagonizó esta interesantísima cinta muy en la línea de aquella.

Estupendo retrato de la corrupción, a todos los niveles, del poder, desde la policía a la justicia y con un personaje como el interpretado por James Cagney que sigue la estela del Cady Jarret de “Al rojo vivo”. La definición del personaje y su travesía no difiere mucho de la de otros personajes similares en las películas de gángsters, ascenso y caída, si bien es cierto que en esta ocasión el personaje de Cagney no cae, al contrario, todo parece sonreírle al final de la cinta. Su personaje es violento, sin escrúpulos, frio, despiadado, y Cagney lo interpreta con la maestría de siempre, ese rol lo dominaba como pocos, no en balde es uno de los mejores actores de todos los tiempos.

Ward Bond interpreta a un comisario corrupto de policía, más duro aún que Cagney, un papel atípico en éste fijo de las películas de John Ford, y que lo solventa extraordinariamente.

Barbara Payton está correcta sin más aunque tiene una gran escena en el lanzamiento del desayuno completo a Cagney. Es interesante su personalidad, desamparada y celosa.

Helena Carter, la otra chica en cuestión, pasa sin pena ni gloria y Luther Adler está muy bien como abogado también corrupto, por supuesto.

El retrato de esa corrupción y cómo invade a todos los sectores de poder es lo más notable de este título, también es muy interesante la estructura nada rígida en flashbacks, que tiene como origen el juicio a todos los cómplices de Cagney, si bien es cierto quizá plantea problemas, en momentos de soledad de Cagney, con respecto al punto de vista, pero nada importante. La violencia explícita al estilo de la cinta de Walsh también es un factor interesante, como la escena donde Cagney lanza al mecánico al agujero del taller

Como defecto se pueda exponer cierta dispersión en las tramas o la sensación de que no están del todo bien cohesionadas, que algunas parecen olvidarse para retomarlas luego sin la fuerza necesaria. El triángulo amoroso tampoco acaba de funcionar aunque es un defecto menor también.

Sin ser novedosa, ni llegar a la potencia, brillantez y profundidad de las grandes obras del género es una cinta de cine gansteril estupenda, depurada, de gran factura y dirección de Gordon Douglas (director de algunas famosas películas como “El detective” de 1968 o, sobre todo, “La humanidad en peligro” de 1954), y con todos los ingredientes para satisfacer a los más exigentes.


tomado de hildyjohnson

James Cagney fue el rey indiscutible del cine de gánsteres en los años 30. Sus violentos antihéroes se sofisticaron poco a poco en escenarios de cine negro. Así dejó joyas como Los violentos años 20Ciudad de conquista o Al rojo vivo. Su aventura como productor, para independizarse de la Warner, no fue fácil y Corazón de hielo se convirtió en un último intento para no atarse de nuevo a los estudios. Así recuperó rasgos de sus personajes de los treinta, tipo El enemigo público, y tomó algún que otro detalle del personaje reciente y con éxito de Al rojo vivo, para crear a Ralph Cotter. Y surgió una película interesantísima como Corazón de hielo. En ella, Cotter, un tipo inestable mentalmente y violento, logra ascender y ascender gracias a la corrupción reinante y a que sabe también corromper a los que le rodean. También es una película que recupera un rostro: el de Barbara Peyton. Una actriz con un triste periplo en uno de sus primeros papeles que auguraban una carrera brillante. Aquí Barbara Peyton es una especie de mujer fatal sin quererlo, una buena chica que las circunstancias hacen que caiga en una espiral de violencia en los brazos de Cotter, pero también será la única que frenará su ascenso al más alto escalafón social.

Lo que hace especial esta película es que ningún personaje se salva de la sombra de la corrupción o de un ambiente enrarecido. De este modo a Cotter no le cuesta ir creando una red de relaciones que le va permitiendo desde huir de una prisión, a realizar ambiciosos robos, a sentirse protegido por abogados, contar con el apoyo de la policía, realizar chantajes y lograr llegar a las puertas de un millonario y poderoso hombre influyente. Y en ese ambicioso camino a la “gloria” cuenta con dos damas con las que surgirá un triángulo de fatales consecuencias: la hermana del preso con el que Cotter huye (este no tiene tanta suerte…) del centro penitenciario y la hija del hombre poderoso.

El director Gordon Douglas crea secuencias inolvidables de una violencia explícita como la muerte del dueño del garaje de coches o la paliza con la toalla a Barbara Peyton, antes de que esta se entregue totalmente. Además mantiene el suspense de qué ocurrirá por la forma de contarla: empieza en un juicio donde todos los protagonistas están presentes esperando ser juzgados, excepto el personaje de Cotter que no explican su ausencia. Y se va contando la película a través de distintos flashbacks según van declarando los culpables en la sala. Por supuesto no falta la cola de secundarios magníficos como Ward Bond o Luther Adler. Lo escalofriante es ver cómo un tipo como Cotter tiene fácil abrirse camino en una sociedad ambigua y corrupta… donde nadie es inocente y todos tienen mucho que esconder, y cómo un hombre cruel puede alcanzar los puestos más altos.

 

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