Título en castellano | El extraño |
Titulo original | The stranger |
Año de filmación | 1946 |
Duración | 95′ |
Pais | Estados Unidos |
Director | Orson Welles |
Guion | Anthony Veiller, John Huston, Decla Dunning (Novela: Victor Trivas) |
Música | Bronislau Kaper |
Dirección de fotografia | Russell Metty (B&W) |
Reparto | |
Productora | RKO Radio Pictures |
Sinopsis | Wilson, un agente de la comisión de crímenes de guerra, está buscando a Franz Kindler, uno de los cerebros de los campos de exterminio nazis, que ha conseguido huir sin dejar huellas. Siguiendo la pista de un antiguo camarada de Kindler llega hasta Harper (Connecticut), donde es asesinado antes de poder identificar al fugitivo. La única pista que le queda es la fascinación del criminal nazi por los relojes antiguos |
Premios |
1947: Oscars: Nominada al mejor guión
1947: Festival de Venecia: Nominada al León de Oro
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Subgénero/Temática | Intriga, Thriller, Drama, Nazismo |
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«Se convierte en un juego del gato y el ratón mecánico y rutinario, con una resolución bastante predecible, aunque tiene algunos giros ingeniosos e inteligentes.»Bosley Crowther: The New York Times
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«Un thriller muy disfrutable (…) Está lleno de grandes escenas (…) El trabajo de cámara de Russell Metty es excelente.»Tom Milne: Time Out
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«Un reparto excelente da autenticidad a los sucesos. Las tres estrellas, Robinson, Young y Welles, ofrecen uno de sus mejores trabajos»Variety
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«Es tan característicamente Wellesiana como ‘Citizen Kane’ y demuestra casi la misma destreza técnica (…) Puntuación: ★★★ (sobre 4)»Fernando F. Croce: Slant
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«Edward G. Robinson y Loretta Young están impresionantes (…) La elegante fotografía sombreada de Russell Metty también es excelente (…) Puntuación: ★★★ (sobre 5)»David Parkinson: Radio Times
No cabe duda Orson Welles es capaz de hacer pasar buenos momentos con muy poco, incluso con un guión paupérrimo como el que nos encontramos en “El extraño”. Porque la historia es inverosímil, pero además totalmente.
¿Un nazi que se fuga a EE.UU? ¿Le sigue un policía solamente? ¿No habíamos quedado que era tan importante? ¿Sólo un nazi diría que Marx era judío antes que alemán? ¿En serio? ¿No diría lo mismo un sionista? Y Franz Kindler ¿uno de los cerebros del holocausto pero nadie sabe que aspecto tiene? Y así hasta 25 razones podíamos dar de guión endeble pero no es esa mi intención.
La historia naufraga si se mira con mala leche, por eso hay que verla con cierta mentalidad de la época y entendiendo que el señor Welles siempre fue un hombre oportunista y no-contracorriente como una y otra vez se nos vende. En 1946, con los juicios de Nuremberg de moda, una película del niño bonito de Hollywood tenía que caer bien, sobre todo en Europa como así fue. Tanto Huston como Welles son a veces son demasiados ingenuos (a veces) y no terminan por escribir guiones de gran complejidad (a veces). Y es quizás porque los dos fueron niños grandes que ante todo querían pasárselo bien más allá de buscar tres pies al gato sabiendo encima qué público iba a ver sus películas.
Orson Welles estaba en un gran momento profesional y eso se nota para bien ya que se transmite una gran confianza en cada plano que hace que supere a los Robinson y Loretta Young incluidos. A destacar la conversación de la cena donde Welles expone su pensamiento sobre el pueblo alemán. Mi impresión es que tuvo siempre un poco de germanofobia. Lo cuál no es nada inteligente.
“El extraño” es una película de atmósfera lograda, de buenos diálogos, fotografía y encuadres portentosos y estupendas interpretaciones (el propio Welles es uno de sus mejores papeles) pero que como pasa en la mayor parte de las películas de la historia del cine el guión es deficiente. Y yo por si alguno no lo sabe todavía lo que más valora es el guión. Todo lo demás para mí va muy por detrás.
“El extraño” es otra de esas películas de sello, en este caso marca Welles que como “La dama de Shangahi” está por encima la consideración que se tiene de ellas del verdadero producto real y final que se nos ofrece.
En definitiva una de esas obras que sin interesarme excesivamente (igual que a Welles que reconoció que su implicación fue mínima) demuestran que una película correcta de la de antes es bastante mejor que las tres cuartas partes de lo que se vende en nuestros días. Menos mal que tenemos el DVD.
La película que el mismo Welles definió como su peor trabajo es “El extraño”. Un encargo del estudio RKO que Welles aceptó para convencer/se que podía rodar una película con presupuesto ajustado y respetando el calendario. Y lo hizo. Realizó la película en menos tiempo del programado aunque el producto final nos de la sensación de que mas que Welles, la dirigió otro director. Olvídense de planos picados, porque en esta película todo es sobrio.
1946. La II GM. había acabado y Hollywood la ponía como telón de fondo en sus películas. Ese mismo año, Hitchcock rodaba Encadenados, de temática muy similar a “El extraño”: trío amoroso-político.
Welles afirmó que el guión (del que el se desentendió) de El extraño se encargó bajo manga a John Huston aunque en los créditos sólo aparezca el nombre de Anthony Veiller. Sea como fuera, lo peor que encontramos en esta película es este guión (1).
Como en cualquier película de cine negro que se precie, la fotografía adquiere gran protagonismo. Podemos apreciar como esconde en sombras en más de una ocasión el rostro de la doble identidad de Welles (Franz Kindler – Charles Rankin), dando a entender que el personaje oculta algo.
Aunque le suspense es algo que siempre usó Welles en su filmografía es aquí donde más podemos apreciarlo. Cabe rescatar la escena en la que Kindler se encuentra con Meinike (Konstantin Shayne) mientras los alumnos “andan al acecho.” Las sinécdoques (la pipa partida y precintada) ayudan a generar esta atmósfera de suspense. La pena es que la historia se mueve algo precipitada y ciertas cosas pasan sin un claro porqué (1).
Uno de los que yo considero mayores aciertos de la película es la ambientación. Muchos años antes de Lynch, Welles usó un tranquilo pueblo de Conetica para trasladar la historia. Y las calles, los habitantes (el uso que da Welles al dispensario del pueblo es brillante), la torre del reloj (hecho para y por la película) y los techos de las casas forman un escenario perfecto (por inusual) para un film noir.
A Welles, siempre se le reconoce como uno de los más grandes directores, pero cada vez que veo una actuación suya, no puedo dejar de pensar que también fue uno de los más grandes actores jamás dados; y ni Loretta Young ni Edward G.Robinson (ambos sensacionales) pueden con el carisma que siempre impone Welles a los personajes que interpreta.
Había leido que Orson Welles renegaba de esta película, que era la más mala que había hecho, que no estaba satisfecho con el montaje final porque se habían suprimido escenas fundamentales para el desarrollo de la película, y doy fe que tenía razón que estamos ante una mala película, con un mal guión y un peor desarrollo, que da como resultado un film plano, inverosímil y fallido.
Es cierto que la película tiene algunos aspectos buenos, (estoy de acuerdo con lo que dice algún muy buen aficionado en una magnífica crítica anterior que es preferible ver esta película antes que muchísimas otras de las de hoy en día, pero no me impide calificarla como una película fallida), la fotografía es buena, el uso y el tratamiento de las sombras el adecuado, algunos encuadres de la cámara muy sugerentes, ya visto en otras de Orson Welles, la interpretación de Loretta Young es muy digna, la secuencia final en la torre del reloj, con sus contrapicados, está muy bien y es lo mejor de la película lo que quizás llegue a confundir al espectador en su valoración final, pero es que hasta entonces hemos tenido que ver un arranque un poco confuso y malo, un seguimiento del primer sospechoso chapucero, la secuencia de la caza del zorro de risa, la ocultación del cadáver patética, lo de la criada digamos que surrealista, la caracterización del personaje de Welles pongamos que bipolar, a veces es frio, inteligente, calculador, capaz de engañar a todo el mundo (recordemos que ha sido la persona capaz de idear el holocausto, engañar a todos, desaparecer y ocultarse ante la desesperación de los tribunales de guerra) y otras inseguro, desequilibrado, incapaz de controlar sus emociones por pequeñas que estas sean.
Señores pasen, veanla de nuevo, y vuelvan a calificarla por si la opinión cambia, porque a mí me habían hecho creer algo diferente con sus «recomendaciones», desde luego esta es mi apreciación, que puede ser errónea y muy discutible como todas las opiniones, pero donde hay un mal guión, nunca puede haber una buena película.
The Stranger. Estados Unidos, 1946 (90 minutos). Dir.: Orson Welles. Int.: Orson Welles, Loretta Young, Edward G. Robinson.
Orson Welles rodó su tercera película, El extraño, después de cuatro años de silencio fílmico a causa de las tensas relaciones con la RKO tras las execrables mutilaciones que la productora impuso a su legendaria El cuarto mandamiento. Y quizá por estar enmarcado entre esta obra maestra y otra película mítica como La dama de Shanghai, El extraño es, aún hoy, uno de los filmes menos populares del maestro. Sin embargo, entrega un mágico entramado de luces y sombras, un compendio de imaginería visual que Welles hace estallar en forma de virulenta crítica antinazi.
Sinopsis
Franz Kindler (Orson Welles), un peligroso dirigente nazi, vive camuflado bajo la identidad de un cordial profesor de instituto llamado Charles Rankin en Harper, una pequeña villa americana del estado de Connecticut, donde el reposado tiempo se mata jugando a las damas. Unas horas antes de su boda con la hija (Loretta Young) de un prestigioso juez del Tribunal Supremo (Philip Merivale), llega a la ciudad un avezado detective del FBI (Edward G. Robinson), que le ha seguido la pista desde Washington.
Crítica
Conocido como “El Extraño”, “El Forastero” o “El Extranjero”, y no estrenado en su día en España por obvios motivos políticos, este título, que toma como epicentro la ceguera amorosa y el desconocimiento y apariencia personal para desarrollar un thriller de contexto coyuntural, supone otro brillante y menospreciado ejemplo del poderío visual e intensidad narrativa que poseía el genio del cine Orson Welles, marcado por el abrumador barroquismo estético de su autor, empleado para enfatizar y definir la acción, obviando una posición formal gratuita que no sobrepasa esa misma acción.
Es muy destacable la penetrante exposición psicológica del personaje femenino principal, una mujer atrapada entre el amor hacia su marido y el atroz pasado que esconde y que se niega a considerar.
Notorio trabajo fotográfico de Russell Metty y excelente guión del propio Orson Welles, acompañado por Anthony Veiller y un John Huston no acreditado, quienes adaptan una historia ideada por Victor Tribas.
… El extraño puede ser la historia de un reto. Orson Welles quiso demostrar que podía llevar a cabo una película de encargo, con el presupuesto y el tiempo estipulado. Ya cargaba sobre sus hombros la fama de niño terrible que había hecho una ópera prima brillante (Ciudadano Kane), había tenido problemas y conflictos para llevar a cabo El cuarto mandamiento (y no pudo realizar la película soñada por él…, otra de las tragedias de su filmografía) y además ya tenía un proyecto cinematográfico inacabado (la eterna desgracia de su obra fílmica), It‘s All True. Así que ahora le tocaba una película que siguiera los estándares del sistema de estudios. Que demostrase que podía ser un director dentro de la industria hollywoodiense. Y ese fue el encargo de un productor, que por otra parte siempre arriesgaba, Sam Spiegel. La película fue El extraño. No solo tenía un productor, sino un presupuesto, unos tiempos estipulados, unas estrellas impuestas (y una de esas estrellas sería él mismo en el papel protagonista)…
Y todos estos “impedimentos” no sepultaron el espíritu creativo de Welles en esta película, que como en otras suyas termina pesando cómo está contada. El tema es atractivo. Y en ese momento prácticamente pionero, que en un futuro se convertiría casi en un género cinematográfico. La ocultación de un nazi en otro país, después de la Segunda Guerra Mundial, y la búsqueda y desenmascaramiento por parte de un personaje que actúa como un cazador de nazis. Posteriormente sería el tema de películas tan recordadas como Marathon Man, Odessa, Los niños del Brasil o La caja de música. Pero El extraño está hecha justamente cuando termina la Segunda Guerra Mundial y cuando todavía los acontecimientos no solo están recientes sino que se está destapando toda la maquinaria mortal que habían montado los nazis y el horror del holocausto (los juicios de Núremberg).
El extraño cuenta la historia de un agente de la comisión de crímenes de guerra que decide dejar en libertad a un nazi para que este le lleve hasta un pez gordo, hasta uno de los cerebros de los campos de exterminio, Frank Kindler. Efectivamente le traslada hasta una pequeña e idílica población estadounidense, Harper, en Connecticut, para descubrir que Kindler se ha convertido en un respetable ciudadano, con otra identidad, que además de ser un popular profesor de historia, va a casarse con la bella hija de un juez.
Ya en esta pequeña sinopsis se “leen” asuntos inquietantes, que tocaban también otras películas que se estaban rodando ese mismo año. Y es la facilidad con la que pueden extenderse y filtrarse una ideología que desemboque en totalitarismo. Kindler puede tranquilamente “integrarse” como profesor de historia en una pequeña localidad estadounidense y “disfrazar” e “inculcar” sus ideas además de relacionarse con las personas más influyentes del lugar (su futura esposa es la hija del juez). Por poner otro ejemplo, en aquel año, 1946, también se estrenó Hasta el fin del tiempo de Edward Dmytryk que contaba el duro regreso de tres soldados tras la contienda y sus dificultades para incorporarse de nuevo como ciudadanos. Estos tres soldados, perdidos, desubicados, desorientados y muy desencantados, se encuentran pasando el rato en un bar y un grupo de hombres se acerca a ellos para ofrecerles que formen parte de una asociación para construir una nueva América pero les cuentan sus requisitos para pertenecer a ella: “ni negros, ni judíos, ni católicos”… Se encuentran también en “casa” las semillas del fascismo contra el que habían combatido.
También toca otro tema muy cinematográfico…, presentar un pueblo y una sociedad inocente e idílica aparentemente…, perturbada por un elemento oscuro. Amenazada por el mal. Solo hay que rascar la superficie para encontrarse el lado más oscuro. Y eso no es solo la esencia de los futuros melodramas de los cincuenta (uno cosa es el idílico mundo aparente y otro son las pasiones y pulsiones ocultas) sino también la fórmula empleada por Hitchcock unos años antes en La sombra de una duda o por David Lynch posteriormente en Twin Peaks… para hablar sobre la presencia del mal y sus estragos.
Si seguimos ubicando en su tiempo a El extraño… curiosamente podemos volver a nombrar al maestro del suspense que el mismo año, él estrenaría una de sus obras maestras, Encadenados, donde curiosamente el antagonista es también un nazi que se oculta en Brasil. El Alexander Sebastian de Claude Rains es un personaje más complejo y ambiguo, además de hombre profundamente enamorado (para complicar más la historia), que el Frank Kindler de Orson Welles, que es una representación del mal con toques de tragedia shakesperiana. Un nazi convencido al que se le cae la máscara.
Curiosamente en El extraño son mucho más interesantes y tienen más matices atractivos y ocultos toda una galería de personajes secundarios. Desde ese nazi convertido en un fanático religioso, que sirve de cebo para localizar a Kindler; hasta ese dueño de bar del pueblo, testigo apacible que charla con los clientes, oye la radio, y juega a las damas con mínimas apuestas y gorra pero también miembro activo de la sociedad (es el primero que participa en la búsqueda de un cadáver)… O los matices de esa esposa provinciana, protegida siempre por su familia y cegada de amor que se niega a aceptar que se ha casado con un “monstruo” pero que se ve enfrentada a su problema o su joven hermano que apenas puede ocultar su antipatía por su futuro yerno porque algo intuye.
Y todos esos personajes secundarios dan vida a unas localizaciones atractivas que van armando un ambiente y que tienen sus funciones dentro de la historia. El plácido futuro hogar de los esposos se va convirtiendo en lugar siniestro cuando se oculta un secreto. El peculiar bar del pueblo es todo un punto, un espacio que es lugar de reunión y donde uno se sirve el café, coge los medicamentos que necesita o juega a las damas con el dueño. El bosque que rodea la localidad que es presentado como lugar de juego pero también como el sitio siniestro donde dos nazis se encuentran y donde ocurre un asesinato. O ese gimnasio vacío donde unas anillas pueden convertirse en un arma homicida. O por fin esa torre del reloj donde un hombre encuentra no solo una pasión sino un sitio donde ocultarse o un lugar que se convierte en una trampa mortal.
Orson Welles hubiera querido dar sus pinceladas personales a esta historia, pero como tenía que seguir las imposiciones de su productor y del estudio, no luchó, por ejemplo, por una buena idea: que el agente fuera protagonizado por una mujer, en concreto por Agnes Moorehead, que hubiera aportado sin duda matices interesantes y originales. Siguió el dictado que se le impuso. Ese personaje era para Edward G. Robinson, que por supuesto supo dejar su impronta, una buena interpretación y construcción del personaje. Por supuesto no se encargó del montaje ni del metraje, incluso cuenta el propio director que se descartaron buenas escenas rodadas en un país latinoamericano… donde llega primero el nazi-cebo y que explicaban o desarrollaban mejor la trama. Por otra parte, en El extraño Orson Welles también actúa y él es Frank Kindler, al que le aporta carisma y su característica voz. Así construye un tipo que logra enmascararse y convertirse en un ciudadano ejemplar para ir desvelando todas sus sombras y máscaras… hasta darle un violento final.
Por otra parte no falta su atrevimiento y movimientos de cámara, sus virguerías de la mirada. Esos contrapicados en el interior de la torre del reloj, ese beso en la penumbra, esas sombras en el gimnasio… o ese encuentro y asesinato en el bosque… Ese desvelamiento a la heroína de la personalidad de su marido cuando la enfrentan en una sala oscura a una cámara que proyecta las imágenes del horror, del holocausto, y ella muestra su rostro con pánico ante las imágenes que está viendo, que le parecen imposibles.
El extraño es una película que no deja de “hablar” y que muestra a un Orson Welles dentro del sistema de estudios sin perder su firma ni su creatividad… capaz del reto del que se hablaba al principio de este texto. Pero, sin embargo, el siguiente paso del director fue caminar por los márgenes de ese sistema de estudios… y no parar.
Como es ampliamente conocido, Orson Welles tenía más que un problema, dado sus rebeldías y divismos, a la hora de conseguir financiación para sus proyectos. Es por ello que mucha de su filmografía quedó sin completar o recién o finalizó su producción varios años después de concluida su realización. El caso más paradigmático resulta el póstumo estreno de “Al Otro Lado del Viento”, postergadísimo proyecto personal de Welles que la cadena Netflix estrenara cuarenta años después de su rodaje.
“El Extraño” fue uno de los tantos proyectos que estuvo a punto de naufragar, de no ser porque uno de sus socios decidió hacerse cargo del presupuesto de la misma para darle un tono más comercial a la siempre personal mirada de Welles. El tiempo se encargó de consagrar a su logrado opus como un clásico, una auténtica visión de un genio y referente indiscutible del policial noir de la época.
El autor se reserva para sí mismo el rol protagónico del film, poniendo el acento en una concepción sumamente personal desde la puesta en escena, influenciado por la novela de Nicholas Blake «The Smiler with a Knife». El propio Welles había fracasado en adaptar dicha novela un par de años antes, previo a su debut cinematográfico con «El Ciudadano« (1941) y aquí concibe una idea original de Victor Trivas para adosar a «El Extraño« dentro la gran serie de películas exitosas y profundamente novedosas que estrenó durante la década del ’40, tan prodigiosa para su filmografía.
El autor recurre a dos intérpretes de primera línea para completar el reparto: Loretta Young y Edward G. Robinson. Para Robinson –un rostro tan familiar en el cine clásico americano-, el cine noir representó un terreno que transitó con reiterado éxito en films emblemáticos que nutrieron al género durante la citada década. Se recuerdan, principalmente, sus películas a las órdenes de Fritz Lang: “La Mujer del Cuadro” (1944) y “Perversidad” (1945).
El film es una de las primeras películas de la posguerra que centra su temática en la caza de criminales nazis, en un tono similar al que Alfred Hitchcock encaminaría su «Encadenados» (1946). Welles mezcla misterio, trama policial y cine negro, aunque de forma más pragmática y menos intrincada que el triángulo amoroso y político que la citada película de Hitchcock abordaba. En las influencias del cine negro de Welles se denotan su clásico y siempre sobresaliente dinamismo visual, evidenciado a lo largo de toda su filmografía, gracias a arriesgadas puestas en escena que en los planos sombríos captan la esencia de la estética del cine policial noir que tanto le debe al autor. Basta mencionar la imprescindible “El Tercer Hombre” en dónde Orson Welles no solo compondría al inolvidable Harry Lime, sino que asistiría en labores de dirección nada menos que a Carol Reed.
“El Extraño” aborda una serie de temáticas inquietantes, en donde Welles deja ver su mirada usualmente corrosiva: paranoias, xenofobias, interpretaciones filosóficas de la guerra y las consecuencias del nazismo para una posible futura resurrección, son el amplio abanico temático que atraviesa el autor desplegando su enorme capacidad técnica y su notable amplitud artística. Orson Welles concibe un desborde de maestría visual, evidenciada desde la pacífica ambientación del comienzo del film al caos general en que en éste tiene lugar, mostrando los dobleces de los aparentemente sencillos habitantes del pueblo, las identidades secretas de los protagonistas y las caras ocultas del fascismo.
Welles venía de estrenar dos films magníficos, icónicos de su trayectoria: Soberbia (1942) y Estambul (1943). Aquí se permite, a tono bien personal, ir en contra de los cánones del Hollywood clásico y esta tendencia se percibe en ciertas licencias tomadas por el autor, como el uso explícito de la violencia para que observamos en la escena final, lo cual desentona con lo mostrado hasta entonces. El realizador justifica estas orientaciones autorales, en parte por la oscura temática sobre la incriminación de criminales de guerra, además de hacer una más que irónica observación sobre el origen y las vinculaciones verdaderas del marxismo.
Tal volumen de evolución y subversión argumental – emocional que presenta el film, se permite un desenlace en donde el in crescendo de suspenso y espionaje (entre emboscadas y persecuciones) abunda en pistas que desorientarán al espectador y pactos criminales que dan paso al melodrama shakespeariano más trágico. El film encuentra en su epilogo el momento de mayor tensión de todo el relato y en cuya abrupta conclusión, antológica escena de por medio, resume una obra de absoluta maestría del séptimo arte.