Título en castellano | La jungla de asfalto |
Titulo original | The asphalt jungle |
Año de filmación | 1950 |
Duración | 112 minutos |
Pais | Estados Unidos |
Director | John Huston |
Guion | Benjamin D. Maddow, John Huston (novela de W.R.Burnett) |
Música | Miklos Rozsa |
Dirección de fotografia | Harold Rosson (B&W) |
Reparto |
|
Productora | Metro Goldwine Mayer |
Sinopsis | La meticulosa planificación de un atraco a una joyería, por parte de una banda de delincuentes, le sirve a Huston para ofrecer un relato lleno de intensidad, amén de un realista e insuperable estudio de los personajes y sus motivaciones. Sin lugar a dudas, una de los mejores películas del cine negro de todos los tiempos, con el gran Hayden y una seductora y sexy Marilyn Monroe |
Premios |
1950: 4 nominaciones al Oscar: Director, actor sec. (Jaffe), guión, fotografía B&N
1950: Globos de oro: 3 nominaciones, incluyendo mejor director
1950: Premios BAFTA: Nominada a mejor película
1950: Sindicato de Directores (DGA): Nominada a Mejor director
1950: Sindicato de Guionistas (WGA): Nominada a Mejor guión drama
1950: Círculo de Críticos de Nueva York: 2 Nominaciones
1950: Festival de Venecia: Mejor actor (Sam Jaffe)
|
Subgénero/Temática |
Crimen, Robos y atracos
|
-
«Obra maestra del género negro. Un retrato de personajes al límite, hosco y amargo, sin asideros para el espectador, gracias a una puesta en escena de admirable sobriedad y precisión milimétrica (…) Un película imprescindible»Miguel Ángel Palomo: Diario El País
-
«[La película] dirigida por Huston con brillantez con un estilo naturalista, da una visión tan electrizante de todo el círculo vicioso de un crimen… (…) ¡Un trabajo espectacular!»Bosley Crowther: The New York Times
-
«Sangre y trauma hacen una mezcla irresistible en ‘The Asphalt Jungle’ de John Huston (…) Puntuación: ★★★★½ (sobre 5)»Clayton Dillard: Slant
-
«‘The Asphalt Jungle’ es la película más grande y más influyente sobre un robo, y presenta una actuación sensacional de Sam Jaffe»Philip French: The Guardian
-
«Un argumento consistente que es enriquecido por unos personajes maravillosamente diseñados, hasta el punto de que cada uno de ellos tiene sus propias debilidades (…) Puntuación: ★★★★★ (sobre 5)»David Parkinson: Empire
-
«Notable por sus crudos detalles del procedimiento y su énfasis en las vidas interiores de los malhechores, interpretada con maestría por Sterling Hayden y Sam Jaffe (…) Puntuación: ★★★★★ (sobre 5)»Paul Arendt: British Broadcasting Corporation (BBC)
-
«Una de las primeras películas sobre un robo, este largometraje de 1950 contribuyó mucho a la esencia del género por su observación meticulosa del plan y la ejecución.»Dave Kehr: Chicago Reader
Una de las cumbres indiscutibles del cine negro, “La jungla de asfalto” es sin duda uno de los mejores trabajos de un John Huston a veces discutido, para algunos un director sobrevalorado, pero que sin embargo cuenta en su más que notable filmografía con algunas de las más recordadas y valoradas obras maestras que alumbró el cine de los años 40 y 50. Todas las constantes de su cine están presentes en este extraordinario film, en el que el universo hustoniano cobra una fuerza inusitada en este historia de perdedores bajo la mirada cómplice y serena de un Huston entregado. El soberbio y milimétrico guión de Ben Maddow y el propio Huston, adaptando una excelente novela de W.R. Burnett, es un impecable y certero estudio de la condición humana por el que van desfilando una galería de personajes al borde del abismo, siempre al limite, sin presente ni futuro -tan queridos por el director, tan hustoniasnos-, que se mueven entre la corrupción y la degradación moral, la desesperanza y la amargura, teñido de un halito trágico no exento de lirismo y marcado por el cruel e implacable fatalismo de un destino caprichoso del que no podrán escapar. Una puesta en escena impecable, la magistral dirección de un inspirado John Huston que imprime a la narración un ritmo sin desmayo y que realiza un primoroso ejercicio de rigurosa caligrafía en el que destaca la soberbia dirección de actores -todos ellos excelentes- con especial mención a un gran Sterling Hayden y a la maravillosa Jean Hagen, la enfática fotografía en blanco y negro de Harold Rosson de marcado tono expresionista y la inspirada partitura de Miklos Rozsa elevan “La jungla de asfalto” a la categoría incontestable de obra maestra del cine. Film amargo y pesimista como pocos, trufado de momentos inolvidables, destaca con luz propia la secuencia final, de un lirismo sobrecogedor, en el que sin duda es uno de los más hermosos, tristes y bellos finales de la historia del cine donde un Huston trasgresor subvierte el discurso oficial con las sublimes e inolvidables imágenes que nos muestra y que se erigen en demoledora metáfora de la dignidad de los perdedores y de la libertad.
Excelente película. ¿Sobrevalorada? No lo se. Puede ser. Pero, en cualquier caso: excelente.
Película que parece «fácil» pero que no lo es. Porque lo verdaderamente importante no es el hecho delictivo que se relata sino los propios delincuentes en su condición de personas, con familias, sueños y motivaciones. «Los ladrones somos gente honrada» como dejó escrito Jardiel Poncela, evidentemente entre muchísimas comillas. Y es en este sentido donde Huston nos regala una de las mejores muestras de personajes y caracteres de la historia del cine, que comprende policías corruptos, dueños de garitos un tanto «blandos», detectives sin escrúpulos, abogados arruinados y fantasmones, y atracadores enseñando fotos de bebés ó soñando con vivir tranquilamente en la antigua granja familiar.
John Huston fue un innovador en este sentido. Hasta entonces las películas de atracadores ó gansters mostraban a tipos duros y sin sentimientos, con una especie de Parkinson avanzado en el dedo indice que les hacía apretar el gatillo con más frecuencia de lo deseable. Vamos, los malos eran rematadamente malos. Odiosos. Tanto que, cuando se «cargaban» a uno la sala aplaudía, todos a una Fuenteovejuna. Pero Huston supone un punto de inflexión, y consigue con su dibujo de personalidades y sentimientos, que nos solidaricemos con ellos, con «her doctor», con el pistolero que sueña caballos y granjas, con el destripa-cerraduras con sueño y falta de descanso por las fiebres de su bebé y con el pobre jorobado, dueño del bar, amante de los gatos y chofer en sus ratos «libres». Y nos solidarizamos tanto que deseamos fervientemente que las cosas salgan bien, que se lleven «la pasta». ¿Seremos cómplices por pensar así?.
Este retrato de psicologías filmado por Huston no sería nada sin la buena labor interpretativa de Sterling Hayden, de Sam Joffe, de James Whitmore y. especialmente, de Louis Calhern. En cuanto a Marilyn Monroe, un papel para ir abriendo boca e ir ensayando aquello del Happy Birthday Mr.President… Poquito más.
Como magnífico homenaje, Kubrick nos regalaría años mas tarde «Atraco Perfecto» (The Killing) pero esa es otra historia…
En el cine negro se han adaptado muchas novelas, pero en pocas ocasiones han sido capaces de reflejar tan bien como aquí ese mundo oscuro de atmósfera agobiante. Por esos ambientes se mueven pistoleros, cerrajeros, ladrones, cabareteras, prostitutas, policías corruptos y abogados –los «peores» de todos–; y Huston elabora una humana descripción de cada uno mostrando sus debilidades, sus miedos y sus frustraciones.
La subhistoria que más me gustó fue la curiosa relación de amor entre Dix (Hayden), socarrón y falto de tacto, y Doll (Hagen), enamorada hasta las trancas; pero tampoco olvido el triángulo «Lon»-Angela-May (Calhern-Marilyn-Tree), ni al hogareño Louis Ciavelli (Anthony Caruso), ni al jorobado interpretado por James Whitmore (la mayoría le conocerá como el Brooks de «Cadena Perpetua»), ni al patético «Cobby» (Lawrence), ni mucho menos olvidaré a ese alemán tan entrañable de Sam Jaffe (nominado al Oscar, al igual que el guión y el director).
Yo sólo habría cortado el discursito final de McIntire ante los periodistas; ya sabéis, ése con las radios.
A las citas iniciadas en anteriores críticas yo añadiré el siguiente fragmento de uno de los muchos diálogos ingeniosos.
Cobby: ¿Qué te parece el whisky? Está hecho en tu tierra.
Herr Doctor: ¿Cuál es su tierra?
Dix: Boone County, Kentucky. La mejor agua que hay en el país: hace que el whisky se pueda beber.
Todo un clásico con una descomunal inluencia posterior («Atraco Perfecto», «Atraco a las tres», «El golpe», «Reservoir Dogs», etc.).
La película con la que inauguramos el sugerente especial, que os anunció Alberto, es este film producido por la Metro Goldwyn Mayer en 1950 y dirigido por el gran John Huston.Con un guión del propio Huston y Ben Maddow, basado en la novela homónima de W. R. Burnett y con un magnífico reparto; esta cinta concentra la mayoría de ingredientes propios del cine negro. A los que se añade el de el atraco –en este caso de una joyería–, como eje narrativo. Representado no sólo como un acto criminal, sino como un proyecto ejecutado gracias a la suma de capacidades de un equipo de profesionales del particular sector del delito. Este es uno de los mayores atractivos de la película, junto a la aproximación humana de unos personajes que, cual tragedia griega, están irremediablemente abocados al fracaso.
La historia parte, como mencionaba, de una novela de William Riley Burnett, con el que Huston trabajó en el guión de la magnífica ‘El último refugio‘ (‘High Sierra’, Raoul Walsh, 1941), comentada por mi compañero Juan Luis. Su admiración por el escritor –también autor del guión de ‘La gran evasión‘ (‘The great escape’, John Sturges, 1963)– y las tramas fatalistas, están presentes en casi toda la obra del director. En el film de Raoul Walsh ya encontramos los elementos esenciales que conforman el discurso de ‘La jungla de asfalto’, como son el robo y la presencia ineludible de un destino fatal. En la película que nos ocupa estos componentes se enfatizan y se recalcan, sobretodo a través del diálogo. Como ya hiciera Huston con ‘El halcón maltés‘ (‘The maltese falcon’, John Huston, 1941), considerada por muchos la cinta que inaugura el género noir, convierte sus ingredientes en arquetípicos. Otras películas posteriores, entre las que destaca especialmente ‘Atraco perfecto‘ (‘The killing’, Stanley Kubrick, 1956) –con la que guarda no pocas similitudes–, muestran esta visión fatídica del acto criminal en la que el espectador se sitúa del lado del delincuente.
En su estreno, este film fue tachado de inmoral pues era evidente la intención del director de hacernos simpatizar con los criminales, en detrimento del cuerpo policial o de una profesión a priori respetable como la de abogado. A pesar de la, tal vez forzada, auto justificación final por parte del comisario de policía; esta cinta trata de profundizar sobre unos personajes que, hasta el momento, habían sido mostrados y denunciados como simples malhechores. Comprenderlos e incluso identificarse con ellos, despertó ampollas en la sociedad del momento. Sin embargo, es este punto de vista el que sigue fascinando y atrayendo a los aficionados a este género tan complejo como sugestivo.
‘La jungla de asfalto’ (‘The asphalt jungle’, John Huston, 1950), es una película de personajes, de profusión de personajes. El protagonismo del colectivo está por encima del individual. Una característica común en el cine negro, especialmente en este subgénero de atracos. La humanización de sus intérpretes es uno de los aspectos que me sigue maravillando. Uno de los personajes, el experto en cajas fuertes Ciavelli, se nos muestra como un hombre de familia, con una mujer y un bebé al que alimentar. El conductor y camarero llamado Gus –interpretado por un fantástico James Whitmore–, es un individuo amable con la espalda encorvada y con un desaforado afecto por los gatos. Éstos son dos ejemplos de personajes con los que uno empatiza desde el principio, de delincuentes que resultan realistas y cotidianos.
Durante toda la cinta somos partícipes de sus debilidades, sus vicios, del autoengaño del que son presos y que les lleva a su propia perdición. Cada uno de ellos tiene su particular talón de Aquiles. Las apuestas en carreras de caballos para el pistolero Dix Handley, intepretado por Sterling Hayden, las mujeres para el Dr. Riedenschneider –Sam Jaffe– o el poder y el deseo de permanecer joven para el corrupto abogado Emerich, personificado en Louis Calhern; son algunos ejemplos de su perdición.
Un reparto excepcional, en el que destacan Sterling Hayden –también actor en ‘Atraco perfecto‘–, Louis Calhern, James Whitmore, Sam Jaffe –que recibió una nominación al Oscar por esta película– y John McIntire, entre muchos otros geniales secundarios. En plena era del mccarthismo, varios actores –Sam Jaffe y Sterling Hayden sobretodo– e incluso John Huston, fueron investigados por el Comité de Actividades Antiamericanas bajo sospecha de comunismo. El casting femenino está encabezado por la extraordinaria Jean Hagen –que también actuó en ‘Cantando bajo la lluvia‘ (‘Singing in the rain’, Gene Kelly & Stanley Donen, 1952)– y, en sus primeros papeles, la explosiva Marilyn Monroe. Dos actrices que manejaban drama y comedia a la perfección.
Otro de los ejes fundamentales de la trama y, en general en el cine negro, es la presencia de la ciudad como escenario maligno y corrompido. En ella se concentran los peores aspectos de la sociedad, la hipocresía, la perversión, el egoísmo, la vulgaridad y, en última instancia, el mal. En directa oposición con el campo, la metrópolis representa un ambiente desencantado y sórdido en el que cualquiera se ve forzado al delito. La mayoría de secuencias de la película tienen lugar en ambientes cerrados, nocturnos. No aparece ni un solo escenario urbano en el que se represente tranquilidad o cotidianidad. La película empieza y acaba con la contraposición de estos dos decorados. El comienzo, las angustiosas calles desiertas de la ciudad y como conclusión, un prado abierto en el que reina el sosiego. El asfalto corrompe, la tierra fortalece.
La importancia de la fotografía y el encuadre son vitales en este género, heredero de la influencia del expresionismo alemán y el realismo poético francés. La cinta está compuesta, prácticamente en su totalidad, a partir de primeros planos en los que la cámara se sitúa en contrapicado. Las estancias se estrechan, los techos se sostienen cual losas encima de los personajes, como el cielo que está a punto de caer sobre sus cabezas. La sensación de opresión, de aprisionamiento de unos actores que parecen enjaulados, se consigue a través de estos elementos.
Es destacable la labor de Harold Rosson, director de fotografía en esta cinta y también de ‘Senda prohibida‘ (‘Johnny Eager’, Mervyn LeRoy, 1941) o ‘Duelo al sol‘ (‘Duel in the Sun’, King Vidor, 1946). La banda sonora o más bien, la ausencia de ella –apenas escuchamos la melodía compuesta por Miklós Rózsa en sus primeros minutos–, es fundamental también para crear la atmósfera de la película. Este film supone, en definitiva, una producción inusual para la Metro Goldwyn Mayer, mucho más conocida por sus fastuosos musicales y la elegancia de sus dramas y comedias.
Resulta imposible condensar todos los rasgos que constituyen el atractivo de esta cinta, al menos para mí. A pesar del clasicismo que se le ha achacado a este film, fruto de una etapa de la carrera de Huston marcada por las adaptaciones literarias y su labor como guionista; este director sabía como pocos hablarnos del fracaso y del autoengaño. Una crítica al ser humano y a la sociedad y, al mismo tiempo, una dignificación de un colectivo de habitantes que se mueven entre las sombras. No hay mayor enemigo que nosotros mismos.
Una joyita más que le debemos a uno de los grandes maestros del cine norteamericano, el gran John Huston presenta esta historia de puro film noir con todos los ingredientes de una cinta de esta corriente, personajes subterráneos, antihéroes, que se mueven realizando acciones de cuestionable moral, un ambiente permanentemente oscuro, underground, un mundo donde ellos encajan a la perfección, y a través de quienes veremos todo el desarrollo de la historia. El realizador nos introduce en el submundo de unos asaltantes, delincuentes que están a punto de dar lo que sería el mayor golpe de sus vidas, y uno de los mayores robos de la historia yanqui cuando intenten robar una importante cantidad de valiosos diamantes de una joyería, un golpe planeado minuciosamente por un experimento y curtido delincuente maduro, pero que verá cómo sus planes van saliendo cada vez peor, mientras un corrupto policía va investigando el caso, pero siempre velando por sus propios intereses. Interesante y remarcable cinta, con la actuación del gran Sterling Hayden, película que significaría además el debut de la inolvidable bomba rubia, Marilyn Monroe, y una innovadora forma de abordar el cine de los criminales asaltantes, mostrando, además del robo, sus particulares mundos, dramas y preocupaciones.
La cinta se inicia cuando un asalto a una bodega ha sido perpetrado, la policía busca identificar al culpable, pero el afectado, temeroso, no acusa a quien sabe es el responsable, Dix Handley (Hayden). Paralelamente, el legendario cerebro criminal, Erwin Riedenschneider, “El Doctor”, (Sam Jaffe), acaba de salir de prisión, y sin perder tiempo, empieza a planear un gran golpe que tenía en mente desde hace tiempo. Busca financiamiento para ello, y recurre al magnate Alonzo D. Emmerich (Louis Calhern), mientras Dix también busca un trabajo acorde a sus habilidades, matón y ladrón experimentado, y recibe la visita de un antiguo amor, Doll Conovan (Jean Hagen), a quien hospeda unos días. Mientras tanto, el Doctor va formulando su plan, planea los detalles con Emmerich, necesita, además de financiamiento, personal y transporte, el magnate acepta, mientras mantiene un idilio con su amante, una impresionante rubia, Angela Phinlay (Monroe), que podría ser su nieta. El corrupto teniente de policía Ditrich (Barry Kelley), permite que todo el plan siga adelante, mientras Dix recuerda su pasado en Kentucky. Pero el magnate Emmerich está en banca rota, y está planeando estafar a los asaltantes, quedarse con el botín entero y escapar. Mientras, van reclutando a su equipo, un hábil conductor, Gus Minissi (James Whitmore), un experto en abrir cajas fuertes, Louis Ciavelli (Anthony Caruso), y el propio Dix.
Van planeando el atraco, y el Doctor sospecha que Emmerich planea algo en su contra, y Dix se vuelve su hombre de confianza, mientras Louis enfrenta problemas con su creciente familia, su hijo recién nacido. Llega la hora de la acción, y operan con precisión, pero una alarma es activada durante el robo, y aunque logran escapar con los diamantes, Louis resulta gravemente herido. Al reunirse con el magnate financiador, se dan con la sorpresa que no tiene el dinero pactado por los diamantes, que pretende quedarse con todo, pero Dix elimina a su secuaz, y recupera el botín, resultando herido también. La policía empieza a buscar por todos los lugares aledaños, Dix y el Doctor van a refugiarse con un conocido de Gus, que cuida a Louis, mientras Emmerich asegura su coartada con la hermosa Angela. Dix y el Doctor continúan huyendo, moviéndose, pero un taxista que los transportó, y otros indicios, acercan a la policía a su rastro, y Ditrich, asegurando el silencio de los que lo conocen, obtiene la confesión de un secuaz, la policía va a buscar a Emmerich, que, descubierto, se mata. Louis muere, y Gus es encerrado, el Doctor se separa de Dix, y huye con las joyas, pretende escapar en taxi, pero por distraerse viendo a una joven bailar, es atrapado por la policía. Por su parte, Dix, que escapa con Doll, empeora, viaja como puede hasta su natal Kentucky, donde se arrastra agonizante, y donde muere, rodeado de equinos, como en su infancia.
Inolvidable clásico del cine negro, donde por primera vez en el género de robos, se explora el personal mundo de los antihéroes, los asaltantes de banco, o joyería en este caso, y el director nos muestra el personal perfil de cada uno de ellos, sus dilemas, así veremos al abridor de cajas fuertes Louis con sus problemas financieros para mantener a su mujer y su hijo recién nacido, al duro Sterling Hayden interpretando a un campesino que añora su juventud, sueña con su infancia en Kentucky, rodeado de la paz del campo y de un magnífico caballo, semental que se estropeó, al igual que todo ese mundo suyo, y al arruinado magnate Emmerich, casado con una esposa de la que está aburrido, y manteniendo a una joven amante, su mundo se derrumba por culpa de sus propios excesos, de su pomposo estilo de vida. A través de la investigación policíaca, también nos muestra el corrupto mundo de la ley, corrupción de la que ellos son conscientes, pero que no mucho pueden hacer al respecto. La película es una muy seria puesta en escena, lúcida, de narración directa, sin distractores, inclusive prescinde de banda sonora, cero música, la historia que se nos presenta es todo, es donde nuestra atención debe estar centrada, y para ello somos ayudados por el buen ritmo del que Huston dota a su cinta. En el final, veremos cómo el gradual fracaso de sus planes, desemboca en la muerte de casi todos, el único sobreviviente va a prisión y el protagonista, Dix, se arrastra intentando alcanzar aquel mundo donde fue feliz, tratando de alcanzar su infancia. Remarcable y memorable cinta, otra de esas joyas que debemos al gran John Huston.
Dirección: John Huston.
Intérpretes: Sterling Hayden, Sam Jaffe, Jean Hagen, Louis Calhern.
Película basada en una novela de W. R. Burnett (“La Jungla De Asfalto”, Editorial Orbis). Con guión de John Huston (“El Tesoro De Sierra Madre”, “La Noche De La Iguana”) y Ben Maddow (“Los Que No Perdonan”, “La Colina De Los Diablos De Acero”).
Excelente cinta de John Huston cuyo esquema de robo fue mil veces imitado con posterioridad en la historia del cine.
Ofrece un retrato intachable del putrefacto mundo soterrado que encierra toda gran ciudad, la denominada jungla de asfalto, con sus maquinaciones, corruptelas, violencia, delincuencia… todo un mundo de vana hipocresía.
El planteamiento de robo de Huston sirve para mostrarnos su usual universo de perdedores, malditos por el caprichoso destino y resuelto aquí de manera extraordinaria, con su obsesiva narración de enfáticas angulaciones, trazos expresionistas y una conclusión significada por su triste lirismo.
Brillante guión del propio director junto a Ben Maddow adaptando una novela de W. R. Burmett, música de Miklos Rozsa e interpretaciones soberbias, en especial de Sterling Hayden (quien posteriormente protagonizó un proyecto parecido y también magistral, “Atraco Perfecto” de Stanley Kubrick), Sam Jaffe (el Gunga Din de la película homónima) y Louis Calhern en un personaje lleno de matices que se mueve entre la desesperación y la ironía.
El film es uno de los mejores trabajos de su autor y estableció las bases para todo tipo de productos que desarrollaban la misma temática (entre ellos la citada “Atraco Perfecto”). Destacable aparición de Marilyn Monroe en uno de sus primeros, breves, pero jugosos papeles.
La historia del escritor William Riley Burnett, nacido en Springfields (Ohio) en 1899 y autor de la novela La jungla de asfalto, es el típico ejemplo de un novelista de éxito adscrito al género negro que reorienta sus pasos hacia el convulso mundo de Hollywood, a semejanza del periplo emprendido por otros escritores clásicos como Dashiell Hammett, Horace McCoy, James M. Cain o Raymond Chandler. El primer trabajo de Burnett en las oficinas del Bureau of Labor Statistics estaba muy alejado de cualquier faceta artística, pero durante los años veinte se traslada con su familia a un Chicago plagado de gangsters y políticos amorales que serían fuente de inspiración para pergeñar relatos repletos de corrupción y violencia.
El éxito de su primera novela Little Caesar, llevada al cine un año más tarde por Mervyn LeRoy en 1930, le abre a Burnett las puertas de la meca del cine. Allí comienza una prolífica labor como guionista de argumentos que se enmarcan en todo tipo de géneros (muchos policiales pero también westerns o melodramas) y verá cómo se llevan a la gran pantalla algunas de sus novelas más relevantes —hasta veintisiete adaptaciones han tenido como base sus novelas o relatos cortos—, destacando entre otras El último refugio o Juntos hasta la muerte, ambas dirigidas por Raoul Walsh, o la obra que nos ocupa, La jungla de asfalto, rodada por Huston en 1950.
Las novelas de género negro de Burnett tienen la peculiaridad de ser narradas desde la óptica del criminal, iniciando un subgénero nuevo, la Crook Story. Así lo señala Paco Camarasa en su ensayo sobre novela negra: “¿Qué los une a sus predecesores? La estética y el realismo hard-boiled; pero la historia, esta vez, nos la cuentan los delincuentes. No se habla sobre los delincuentes, sino que la novela adopta su punto de vista. Hay violencia por todas partes, pero también acuerdos con los rivales, con el fiscal y con la policía” (1).
El éxito de su primera novela Little Caesar, llevada al cine un año más tarde por Mervyn LeRoy en 1930, le abre a Burnett las puertas de la meca del cine. Allí comienza una prolífica labor como guionista de argumentos que se enmarcan en todo tipo de géneros (muchos policiales pero también westerns o melodramas) y verá cómo se llevan a la gran pantalla algunas de sus novelas más relevantes —hasta veintisiete adaptaciones han tenido como base sus novelas o relatos cortos—, destacando entre otras El último refugio o Juntos hasta la muerte, ambas dirigidas por Raoul Walsh, o la obra que nos ocupa, La jungla de asfalto, rodada por Huston en 1950.
Las novelas de género negro de Burnett tienen la peculiaridad de ser narradas desde la óptica del criminal, iniciando un subgénero nuevo, la Crook Story. Así lo señala Paco Camarasa en su ensayo sobre novela negra: “¿Qué los une a sus predecesores? La estética y el realismo hard-boiled; pero la historia, esta vez, nos la cuentan los delincuentes. No se habla sobre los delincuentes, sino que la novela adopta su punto de vista. Hay violencia por todas partes, pero también acuerdos con los rivales, con el fiscal y con la policía” (1).
La gestación del film La jungla de asfalto se produjo, a semejanza de las tramas fatalistas urdidas por el director norteamericano, por la concatenación de una serie de extrañas carambolas del destino. Un Huston totalmente endeudado tras la realización de We were strangers decide aceptar el encargo de la Metro del film bíblico Quo Vadis? Incomodo desde el primer momento con este peplum que estaba muy alejado de sus coordenadas vitales y estilísticas, el primer tratamiento del guión no gusta a L. B. Mayer que acaba apartando a Huston de la superproducción. Por esas fechas caerá en sus manos la novela The asphalt jungle que Burnett había publicado meses atrás y que pasaría a ser el próximo film del director de El halcón maltes.
Curiosamente Huston ya había trabajado con W. R. Burnett veinte años antes en el western Law and order, pero sobre todo su relación se afianzó gratamente al colaborar el director con Burnett en la guionización de su novela El último refugio. El aprecio que Huston sentía por la obra de Burnett salta a la vista, identificándose plenamente con las historias repletas de perdedores del escritor de Ohio.
La ciudad no es para mí
Con esta película se inaugura la moda de films centrados en atracos “perfectos” preparados por un variopinto grupo de delincuentes que generalmente, y según la época de filmación, acabaran siendo puestos a buen recaudo por las fuerzas policiales.
En la historia de Burnett (la versión cinematográfica es bastante fiel a la novela y transcribe buena parte de los diálogos originales) vemos al cerebro de la banda, Doc Riedenschneider (Sam Jaffe), preparar escrupulosamente el robo a una joyería, con la ayuda del pistolero Dix Handley (Sterling Hayden), del barman jorobado Gus (James Whitmore) y del especialista en cajas fuertes Ciavelli (Anthony Carusso). Para llevarlo a cabo necesitan la colaboración y financiación del abogado corrupto Emmerich (Louis Calhern) y del hampón Cobby (Mark Lawrence). Precisamente la avaricia y falta de escrúpulos de estos últimos acabaran arruinando todo el plan.
Tres son a mi entender los principales temas que aborda una película ya de por si llena de matices y dobles lecturas: en primer lugar la profesionalidad y calidad moral del grupo humano —ya sean delincuentes o policías—, en segundo lugar un tema tan querido a Huston como es la fatalidad y el destino como parte de un determinismo insoslayable y, finalmente, la oposición entre la ciudad y el campo, entendido este último como un lugar puro y limpio al que redirigir la existencia.
La banda que retrata Burnett/Huston está formada por una serie de tipos (arquetipos) procedentes de los bajos fondos. Son pobres diablos desesperados, que conocieron mejores tiempos pero ahora están en horas bajas, y unen sus esfuerzos en un golpe, quizá el último que les permita alcanzar el paraíso perdido, una idealizada arcadia feliz alejada de la civilización. El cemento que une a estos personajes es su profesionalidad, esto es, una preocupación por los detalles y el trabajo bien hecho, y un sentimiento de “clase” que los convierte en obreros del hecho criminal. La integridad y el cumplimiento de los compromisos se manifiestan esenciales para la supervivencia del grupo, pero también es un faro que guía sus conciencias y sus actos.
Este hecho se contrapone muy bien en el film de Huston con el retrato que hace de los socios capitalistas (Emmerich y Cobby) y del policía corrupto (Dietrich). Amorales y sin escrúpulos, pertenecen a la clase social que ostenta el poder, tanto económico como institucional (fuerzas del orden), donde lo prioritario es el dinero y mucho menos la palabra dada (y menos si se ha dado a la escoria de la sociedad). Esta división en clases sociales se explicita por Gabriel Insausti en su ensayo sobre el film: “La consiguiente instrumentalización del ser humano queda perfilada con gran claridad: en La jungla existe una jerarquía entre los planificadores (aquellos que conciben el plan y no arriesgan en principio más que su capital) y los ejecutores (aquellos que por encontrarse en situación más apurada, se ven obligados a poner en peligro el pellejo para obtener el botín)” (2).
Por lo tanto el enfrentamiento entre estas dos facciones de la banda (los planificadores capitalistas frente a los operarios ejecutores) resulta inevitable, dándole al producto ese tono progresista que sutilmente alinea al espectador con los desfavorecidos delincuentes. Incluso la imagen que transmite Huston de la policía, con ese perro de presa que es el comisario Hardy (interpretado por John McIntire) resulta antipática y poco humanitaria (aunque acorde con los presupuestos conservadores de la productora Metro Goldwyn Mayer y la deriva totalitaria que se vivía en aquella época en los EEUU).
El tema de la fatalidad o el destino, traducido en la verdadera mala suerte de nuestros protagonistas, los convierte en auténticos héroes abocados a un final infausto. Ocasionalmente son casualidades trágicas, como ese vigilante de la joyería que aparece en el momento más inoportuno, pero la mayor parte de veces la fatalidad está ganada a pulso debido a la idiosincrasia de los personajes, con sus taras o “vicios” que los aboca hacia su propia perdición : así, la ambición desmedida de Emmerich provoca que Sterling Hayden (Dix) acabe enfrentándose en un duelo fatídico al detective privado contratado por el abogado; también la obsesión enfermiza de un Dix moribundo de alcanzar su granja familiar lo conducirá a una muerte segura o la afición de Doc Riedenschneider por las jovencitas determina que éste quede prendado unos minutos por el baile de una adolescente y ese corto retraso conduce a su detención (el plano donde desde el baile de la chica la cámara se desplaza lentamente hacia la persianas del local y allí podemos ver los rostros de los policías que vigilan el bar desde el exterior resulta asombroso por su belleza y efectividad).
La oposición entre el campo y la ciudad es uno de los elementos más destacables del film, y que además viene implícito en el propio título de la obra. La ciudad es retratada como una jungla, un lugar inhóspito y oscuro (la mayoría de las escenas ocurren durante la noche o con las primeras luces del amanecer y en garitos o habitaciones claustrofóbicas). Huston refuerza esta idea rodando los descampados desiertos, almacenes destartalados y los callejones tenebrosos con ayuda de la fotografía expresionista de Harold Rosson.
En la ciudad es donde campa la corrupción y el crimen en contraposición a la imagen idealizada del campo, donde todo es puro y limpio. El campo es el lugar de los recuerdos de la infancia y la inocencia. Esto se verbaliza en varias ocasiones, sobre todo por el pistolero interpretado estoicamente por Hayden, que añora regresar a su granja de Kentucky y exclama que lo primero que hará al llegar será “bañarme en el río, para no tener de la ciudad ni el polvo”.
Para nuestros personajes este paraíso se materializa en las zonas rurales del sur de Estados Unidos o en el Méjico más primitivo a donde quiere escapar Doc Riedenschneider para gastar su dinero con jovencitas de piel morena. Incluso el abogado Emmerich quiere abandonar esa celda de oro que es su casa, y por extensión su matrimonio, y escapar con la ingenua (o no tanto) Marilyn Monroe a las exóticas playas de Sudamérica.
Pero si hay una escena que resume el ansia de los personajes por encontrar un lugar donde reencontrarse con la paz y la pureza y quitarse el sucio polvo de la ciudad es la escena de la muerte del pistolero interpretado por Hayden. El guionista Ben Maddow y el propio Huston la resuelven de manera diferente a como se relataba en la novela de Burnett: allí Dix llegaba gravemente herido a la granja de su madre y moría tumbado en la cama rodeado por los suyos. El final ideado por Huston resulta mucho más simbólico y visual, y ha quedado como una de las escenas más relevantes del film y por extensión del cine negro. Dix huye por caminos rurales con su novia Doll (Jean Hagen) hasta que llega moribundo a una verde campiña donde ve una granja rodeada de caballos; tambaleándose intenta llegar hasta un imaginario potro negro hasta que cae muerto sobre la hierba; los caballos entonces lo rodean y posan sus hocicos sobre su cuerpo, en un plano filmado a ras de suelo verdaderamente sobrecogedor.
Poco que añadir a lo que señala Carlos F. Heredero en su monografía sobre el director: “Dix Handley va a morir a los espacios abiertos, con los que se identifica como testigos silenciosos de su infancia, en medio de una desgarradora tristeza cuyo lirismo poético se expresa con el laconismo y la sequedad de un maestro. La música emocionante y sensible de Miklos Rozsa subraya con acierto la intensa desolación de un instante cinematográfico prodigioso, transposición plástica y creativa de todo un universo interior” (3).
En definitiva, con La jungla de asfalto estamos ante uno de los títulos indiscutibles del género negro de la historia del cine (por eso extraña tanto las escasas 15 líneas que dedica el director americano al film en su autobiografía A libro abierto). Curiosamente la historia de Burnett se versionó en otras dos ocasiones, la más famosa en el western de Delmer Daves Arizona, prisión federal en el año 1958 y, además, el film de Huston ha servido claramente de inspiración a otros films fundamentales de temática negro-criminal como el clásico de Kubrick Atraco perfecto (1956) o la misma Reservoir dogs (1992) de Quentin Tarantino, historias que como el original están trufadas de traición, fatalismo y violencia.