Tercer hombre, El

Título en castellano Tercer hombre, El
Titulo original The third man
Año de filmación 1949
Duración 104′
Pais Inglaterra
Director Carol Reed
Guion Graham Greene (Novela: Graham Greene)
Música Anton Karas
Dirección de fotografia Robert Krasker (B&W)
Reparto
Productora London Films. Productor: Alexander Korda, David O. Selznick
Sinopsis Comienzos de la Guerra Fría, en Viena, 1947. El norteamericano Holly Martins, un mediocre escritor de novelas del Oeste, llega a la capital austríaca cuando la ciudad está dividida en cuatro zonas ocupadas por los estados aliados de la II Guerra Mundial. Holly va a visitar a Harry Lime, un amigo de la infancia que le ha prometido trabajo. Pero su llegada coincide con el entierro de Harry, que ha muerto atropellado por un coche en plena calle. El jefe de la policía militar británica le hace saber a Martins que Lime estaba gravemente implicado en el mercado negro. Pero a Martins no le cuadra un detalle: todos dicen haber visto a dos hombres en el lugar del atropello intentando ayudar a Lime, pero un testigo asegura haber visto a un tercer hombre… Adaptación de la novela homónima de Graham Greene.
Premios
1950: Oscar: Mejor fotografía B/N. 3 nominaciones
1949: Premios BAFTA: Mejor película británica. Nominada a Mejor película
1949: Sindicato de Directores (DGA): Nominada a Mejor dirección
1949: Festival de Cannes: Gran Premio del festival (mejor película)
Subgénero/Temática Guerra, Drama, Crimen, Amistad, Amor, Traicion

 

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  • «Una leyenda del cine (…) Elegida en 1999 como la mejor aportación británica a la historia del cine. Es eso, y con mayúscula: pura historia, resultado de un genial cruce de azares»
          Ángel Fernández Santos: Diario El País 
  • «Excelentes interpretaciones, maravillosa música -a recordar el tema interpretado con una cítara- y apropiadas dosis de romanticismo para un clásico irrepetible.» 
     
    Fernando Morales: Diario El País 
     
  • «Una película extraordinariamente fascinante (…) el guión es inmejorable. (…) música misteriosa e hipnótica» 
     
    Bosley Crowther: The New York Times 
     
  • «¿Ha habido otra película en la que la música encajara tan a la perfección con la acción como en ‘El tercer hombre’ de Carol Reed? (…) Puntuación: ★★★★ (sobre 4)» 
     
    Roger Ebert: rogerebert.com 
     
  • «Una obra de verdadera belleza cinematográfica (…) Revolucionaria película de cine negro (…) Puntuación: ★★★★★ (sobre 5)» 
     
    Ian Nathan: Empire 
     
  • «Un trabajo casi perfecto, lo que ahora denominamos un clásico del cine negro» 
     
    Philip French: The Guardian 
     
  • «Un triunfo de tonos, colores e intenciones dispares.» 
     
    Michael Phillips: Chicago Tribune 

Tal vez una película de las número uno. El tercer hombre es puro encanto. Como en literatura o en pintura, se advierte enseguida una obra de estudio. No me voy a extender por la era donde está ya todo trillado. Me gustaría señalar lo visto en esta película en tres niveles y tres escenas.

El primer nivel se alcanza en la noria, en las alturas. Ahí Harry Lime dice a Holly Martins: «si miras desde aquí a los hombres, parecen hormiguitas; qué más da una más o menos…» Eso mismo diría Dios si no se hubiera hecho un día hombre, y la verdad, tiene gracia, pero cada hormiguita tiene su esperanza, su amor, su reunión mensual para hablar de literatura, de Beckett o de Zane Gray… Sus cosas.

El segundo nivel está en la superficie, donde el hombre lucha por sobrevivir. Ahí están dos escenas grandiosas en el cine: cuando Harry Lime aparece entre sombras bajo un portal porque el gato le descubre y la escena final de la película que es el desencuentro más explícito jamás filmado. La primera alcanza un momento nostálgico difícil de olvidar con esa preciosa melodía de Anton Karas que a lo largo de la vida tendrás más de una ocasión de volver a oír. ¡Qué grande hizo a Harry Lime la inolvidable cítara!

Harry Lime es nuestro amigo de toda la vida: el más enigmático, el más ocurrente, el que de joven se llevaba de calle a todas las chicas, el más gracioso, el que todos querían estar a su lado, el que siempre tenía dinero cuando todo el mundo estaba a dos velas… ¡Cuánto quisimos a Harry Lime! ¡Cómo no se iba a enamorar de él la mujer más bella y sensata! No es extraño que una chica guapa, seria y con lo pies bien puestos en la tierra, termine locamente enamorada del hombre más soñador y sinvergüenza que conozca.

Y el tercer nivel es el submundo. El infierno. Ahí no hay reuniones, ni amistad… Sólo huida y peligro, miedo y muerte. Y es bajo tierra donde aparece la tercera escena más lograda del cine: esas manos queriendo salir de la muerte, aferrándose a la vida como es el instinto primario del ser humano. Esos dedos que salen entre los barrotes inútilmente porque quieren escapar.

No obstante, con un poco de suerte tendrás amigos, trabajos, golpes y encuentros, en un mundo que siempre será hostil, se haya terminado la II GM o hayan pasado ya más de 60 años, y si encima llega un día en el que bajas de un coche a esperar, en el paseo más lánguido del mundo, a que pase la mujer que te ha enamorado, con esos toques de la cítara de fondo, habrás tenido la suerte de vivir también una inolvidable historia de amor. Acabe como acabe.


El tópico nos dice que estamos ante una película de O. Welles. Es cierto. En ninguna otra película que se haya realizado se deja sentir tanto la presencia del actor en el pulso que toma la dirección como en esta; pero de ahí a la autoría hay un paso gigantesco que olvidaría otros hallazgos de esta obra maestra. Lo que está claro es que Welles tuvo libertad absoluta de componer su fascinante H. Lime, no sólo rescribiendo su parte (todo ese magnífico discurso sobre la democracia y el reloj de cuco es suyo), sino dirigiendo sus secuencias. Prueba de ello es leer el guión de Greene, ahora ya tomado como una novela más de él, pero que en origen fue un guión encargado por el productor, A. Korda, y ver toda la construcción que realizó Welles en el que, junto con Kane y el capitán Quinlan, es su mejor personaje.
“El tercer hombre” tiene muchas historias, pero podemos resumir todas en un binomio: amistad / traición. Martins, un espléndido J. Cotten, llega a una Viena “un poco destruida por las bombas”, invitado por su amigo H. Lime, para descubrir que éste ha fallecido en un extraño accidente. Sobre esta premisa, la sabiduría de Carol Reed despliega una serie de momentos inolvidables, en un viaje lleno de cinismo por esa jauría humana que alumbra la posguerra y que tienen en las cloacas una de sus vías de comunicación.
Para eso C. Reed reinventa el expresionismo dotando a la dirección de un regusto barroco que será la marca de estilo: ángulos novedosos que casi nunca respetan la horizontalidad del plano, infinidad de picados y contrapicados, que hasta hacen creer a uno de los personajes que el cielo se halla en el suelo y el infierno en el cielo, juegos con la profundidad de campo como el maravilloso plano de presentación de Welles. Todo este toda a la película de una tensión única.
El reparto sólido y sensacional. Destacando, aparte de los mencionados, una Alida Valli que se eleva al estrellato tras esta película, o un Trevor Howard tan distinguido como siempre y que borda su papel.
Como decía la película esta llena de momentos únicos. Dejando aparte los ya conocidos: el plano de presentación de Welles, la persecución por las cloacas, la secuencia de la noria, hay dos que destacaría por encima de los demás: la secuencia de la delación echa a manos de un tierno niño. Una secuencia magistral, que sigue produciendo una angustia enorme al contemplarla y ver como ese tierno niño de dos años puede convertirse en un monstruo feroz; y por supuesto ese plano final y larguísimo que cierra la película de un modo desolador y renegando de una regla de oro: el final feliz.
Suena las notas de A.Karas. Siéntate y relájate; ¡estás de suerte! Harry Lime no ha muerto, ni el buen cine tampoco, te esperan noventa minutos de impagable celuloide.


Pura leyenda, puro mito, puro CINE con mayúsculas. G. Greene, autor de la historia y del guión, el director C. Reed y O.Welles, con su poderosa presencia, forman el trípode que sustenta este inmortal thriller, obra maestra absoluta del cine de todos los tiempos. Motivo de polémica durante años, hoy casi nadie discute la autoría del film, un C. Reed en la cúspide de su talento creativo, pero a nadie se le escapa que un genio como O. Welles debió de tener mucho que ver en el tratamiento del personaje de Harry Lime y su plasmación en imágenes. Creación arrolladora de Welles, que domina el film de principio a fin, lo marcó de forma definitoria hasta su muerte.
Partiendo de una premisa argumental sencilla, -Martins (Cotten), un escritor de novelas baratas del oeste viaja a Viena donde Lime (Welles) su mejor amigo le ha ofrecido trabajo, para descubrir al llegar que ha muerto atropellado-, que nos sumerge en un alambicado relato de intriga en el marco incomparable de la Viena de la posguerra, poco a poco vamos descubriendo una fascinante galería de personajes que intentan sobrevivir a las secuelas de la guerra. Ante nosotros aparece, con toda su crudeza, un sórdido mundo que transita entre el bien y el mal, lo moral y lo inmoral, lo ético y lo que no lo es. Con un guión extraordinario de míticos diálogos que ya son historia, “El tercer hombre” se erige, bajo la soberbia dirección de C. Reed, como uno de los más lúcidos estudios sobre el egoísmo, el cinismo y la maldad del ser humano, y nos plantea el terrible dilema moral de tener que escoger entre la fidelidad y lo éticamente correcto. Bañada por un extraño halito de romanticismo y con una historia de amor imposible, nos deslumbra por la barroca puesta en escena, la impresionante fotografía expresionista de R. Krasker -opresiva y llena de sombras-, los míticos planos inclinados asociados a la duda, el sensacional montaje, los silencios y ecos que estallan en nuestros oídos, y por la inmortal cítara de A. Karas. Con un espléndido reparto en estado de gracia, desde el discreto pero memorable J. Cotten -en el mejor papel de su carrera-, la bellísima, enigmática y sublime A. Valli, un T. Howard sencillamente perfecto, hasta la impresionante interpretación que ese autentico monstruo de la escena que era O. Welles hace del personaje de Harry Lime, para la inmortalidad nos ha quedado la mejor presentación de un personaje de la historia, el encuentro en la noria del Prater vienes -con el mítico monologo de Welles-, la magistral secuencia de persecución por las cloacas de la ciudad -con ese impagable gesto final de asentimiento-, y ese arriesgadísimo, duro y desolador plano final de más de dos minutos de duración. Una impresionante obra maestra, absolutamente imprescindible.


Tomado de EL espectador imaginario

El tercer hombre es una de esas películas que tiene todos los ingredientes que se necesitan para convertirse en todo un clásico del celuloide: un buen guion, unas portentosas interpretaciones, una exquisita puesta en escena y la demostración de una excelente habilidad para que cada plano, cada frase y cada movimiento de sus personajes queden inmortalizados de una forma única y se conviertan en referentes de admiración e inspiración a escala universal.

No obstante, El tercer hombre no es un clásico cualquiera, no se trata de esa clase de películas épicas que sientan un nuevo modo de ver el cine, tal y como son El nacimiento de una Nación (The Birth of a Nation, David Wark Griffith, 1915) o El Acorazado Potemkin (Sergei M. Eiseinstein, 1922), sino una pequeña obra maestra de artesanía que, como ocurrió con Casablanca (Michael Curtiz, 1943) o Forajidos (Killers, Robert Siodmak, 1946), con un bajo presupuesto supo aprovechar todo su potencial artístico y creativo para plasmar en una narración ágil y fluida una historia capaz de cautivar al público con su encanto, aunque el reconocimiento de la crítica tardaría en llegar.

the-third-man-1De entre los varios misterios que encierra la película de Carol Reed, quizás el que ha generado más debate haya sido el de su autoría. Si bien la cinta la firma Reed, el guion se supone basado en la novela homónima de Graham Greene, quien estuvo en desacuerdo con varios cambios que tanto el director como el propio Orson Welles hicieron de algunas de las escenas. De hecho, se afirma que el mismo Welles tuvo una participación muy activa tras las cámaras, cuya huella se deja sentir en la escena de la primera y magistral aparición de su personaje y en la grandiosa secuencia de la persecución por las alcantarillas de Viena. La múltiple autoría del largometraje no hace sino reafirmar la sofisticada complejidad que lo envuelve y que se aprecia en los variados recursos de cámara y luces utilizados que hacen de El tercer hombre una película tan singular como universal, tan simple como densa y tan cruda como entrañable.

De hecho, la historia que narra el filme es muy sencilla y está contada con una gran habilidad de síntesis narrativa. Holly Martins (Joseph Cotten en una de sus mejores actuaciones) es un escritor de novelas baratas del Oeste, admirador de Zane Grey, que llega a la Viena de 1947 para reunirse con su amigo de la infancia, Harry Lime (Orson Welles), quien le ha ofrecido un trabajo. Al llegar a la ciudad, dividida por las fuerzas aliadas vencedoras en la guerra, se encuentra con la sorpresa de que su amigo ha muerto atropellado. Todos afirman que se trató de un accidente y que dos hombres fueron los que se llevaron el cuerpo de Harry de la calzada, pero un testigo se empeña en que hubo un tercer hombre en el lugar de los hechos, al que nadie ha identificado.

the-third-man-2Decidido a desvelar la verdad sobre los hechos, Holly conocerá el oscuro mundo del mercado negro y de los sucios negocios relacionados con el tráfico de la penicilina, hasta verse envuelto en una trama que le hará ver que todo en lo que había confiado corre el riesgo de tambalearse y desaparecer. En su recorrido se enamorará de Anna (Alida Valli), la anterior amante de Harry, y se enfrentará a un universo lleno de traiciones, espionaje, asesinatos y oscuros secretos que no comprende. El mundo en el que vivía Harry Lime y que Holli descubrirá muy a su pesar.

Pero lo que caracteriza a la cinta, como hemos indicado, es su versatilidad en los recursos de cámara y en su agilidad narrativa. Desde el principio, como si de un cuento se tratara, una voz en off nos introduce en la Viena de la postguerra y en la historia de Holly Martins, con unas pocas imágenes y un montaje rápido. En una sola escena, la del bar, se nos muestra de forma brillante la relación del protagonista con Harry y el origen se su larga amistad. Todo ello se acompaña de un gusto por los encuadres inclinados, los contrastes de luces y sombras, la sobreimpresión y los contrapicados y picados, atributos dignos del lenguaje expresionista que el filme recupera, haciéndolos propios y adaptándolos a una historia donde priman las miserias humanas y el sentimentalismo.

the-third-man-3Precisamente, el sentimentalismo que se percibe en la película se combina perfectamente con un toque de humor negro y un cierto divertimento que se hace posible gracias al acompañamiento, desde el principio hasta el final, de la mítica e inolvidable banda sonora a cargo de la cítara de Anton Karas, un ritmo dinámico, agridulce y melódico que dota de personalidad propia al filme y ayuda a definir a los personajes en todas sus dimensiones. La música se convierte en una protagonista más del filme, al actuar de vehículo de expresión de emociones y sentimientos de los protagonistas, del mismo modo que se puede apreciar en los trabajos de Bernard Herrmann para Vertigo (Alfred Hitchcock, 1958) o Psicosis (Psycho, Alfred Hitchock, 1960).

No obstante, la esencia de El tercer hombre y el punto que articula la narración y hace a la historia atractiva y especial es la relación entre sus dos protagonistas, El escritor Holly Martins y su enigmático amigo de la infancia Harry Lime. Holly se presenta como un autor provinciano y sencillo que no conoce el mundo más lejos de su hogar. Se trata de un personaje que está en un lugar que no le corresponde y que contrasta con las aptitudes de los otros personajes, con la inteligencia y profesionalidad del mayor Gallaway, con la tesitura y encanto melodramático de Anna y, por encima de todo, con la fuerza atractiva de la imponente presencia de Harry, un Orson Welles que se apropia de cada plano en el que aparece con su sola presencia, con su solo gesto de presentación a la cámara: una media sonrisa que hace enamorarse a cualquiera del cine.

the-third-man-4Harry, por el contrario, se muestra como la personificación de la imposibilidad de separar el bien del mal en una persona, es un superviviente de las circunstancias en las que vive y que ha optado por un gélido código moral que Holly se niega a adquirir (lapidarias las frases en la noria sobre los puntitos negros y  los Borgia, el Renacimiento y el reloj de cuco). De hecho, la lucha entre las dos personalidades se expresa de forma brillante en la desesperación final de Harry/Welles en las alcantarillas, cuando ve que no tiene salida, y la bella imagen cargada de sentido de Harry, extendiendo los dedos por encima de la rendija para acariciar el aire que nunca más volverá a respirar.

El tercer hombre es una historia sobre una sociedad destruida por la guerra que saca el lado más oscuro de las personas y obliga a traicionar a los que fueron nuestros amigos, es la historia de una Viena en la que no vemos el azul del cielo reflejado en el Danubio, sino el negro del agua que corre por sus alcantarillas subterráneas. Como se ve en la  imponente escena final de la película, se trata de una historia en la que todos salen perdiendo y en la que los héroes no tienen recompensa, pues ésta pasa de largo. Pocas veces en el cine se ha hundido emocionalmente a unos personajes con tanta elegancia y excelencia como en El tercer hombre.


Tomado de FILMIN

¡Ah, Viena! La capital de la música clásica, la ciudad de Sigmund Freud y de Gustav Klimt, el centro neurálgico de la cultura europea bajo el Imperio Austro-Húngaro… La bonita Viena. Claro que también es la capital anexionada por los nazis, el símbolo de las políticas expansionistas del Tercer Reich, la urbe golpeada por la guerra, y una vez finalizada ésta, la ciudad rota, hundida en la depresión, dividida en distritos por las potencias aliadas, convertida en un guirigay políglota en el que se habla ruso, inglés, francés y alemán. Casi nada. El marco es muy atractivo, y pedía a gritos una película que estuviera a la altura. ¿Quizá una de cine negro? Mira, no es mala idea. Podríamos coger algún guión de Graham Greene, buscar a un director más que competente, una música pegadiza y… Oye, ¿ése que pasa por ahí no es Orson Welles?.

El resultado del experimento no necesita muchas presentaciones: Holly Martins, un escritor de segunda regional, llega a la Viena de posguerra sólo para descubrir que su mejor amigo ha muerto en un accidente. Como que estamos en el género negro, pronto Holly se da cuenta que algo no cuadra en la versión oficial de la muerte. Alguien miente. Puede que todos lo hagan. Con estos mimbres, Carol Reed presenta uno de esos títulos que están en todas las antologías del séptimo arte; una película irrepetible, por la gente que trabajó en ella y por el aroma que desprende una ciudad muy especial en un momento extraordinario. El tercer hombre (1949) es cita ineludible para el cinéfilo universal, una de esas raras ocasiones en las que todo acabó saliendo bien. Pasen y compruébenlo ustedes mismos, pero si no conocen la película véanla primero, que hay spoilers

1-Como la vida misma: Joseph Cotten y Orson Welles eran también amigos en la vida real. Sus caracterizaciones en esta película son algo curiosas, porque funcionan como un buen espejo de su vida real y de las carreras que desarrollaron cada uno.Cotten era una figura relativamente cotizada en la industria que nunca alcanzó el relumbrón de otras estrellas: De igual modo, Holly Martins es un escritor de segunda fila que goza de cierta popularidad pero que nunca pasará de ese estatus. Welles, en cambio, era un genio carismático cuya libertad personal y capacidad para la subversión le enemistaron con el establishment de Hollywood: Lo mismo podemos decir de Harry lime, aunque su carácter subversivo y aventurero lo llevan a la delincuencia y, por extensión, su enemigo jurado es la ley y sus cuerpos policiales. En la escena de la noria, el reencuentro entre Martins y Lime es el de una amistad medio rota y contaminada por la traición y el engaño. Welles también debió de sentir algo parecido: Tras el rodaje de El cuarto mandamiento (1942), los estudios aprovecharon la ausencia del director para remontarla, con la aprobación del equipo y (a regañadientes) del propio Cotten. Toda una puñalada para Orson Welles. Con el tiempo, al pensar en El tercer hombre sabemos que Holly Martins es el personaje positivo, pero nos ocurre como en la vida real: Entre Cotten y Welles, nos acordamos más de Harry Lime.

2-Orson, ¿dónde estás?: Un día, el pobre Carol Reed descubrió que Welles había dado esquinazo al ayudante de dirección y había desaparecido. Cuando se recuperó del síncope, decidió salvar el bache rodando planos para la escena de las alcantarillas usando varios dobles de cuerpo de Welles (entre ellos el burlado ayudante de dirección). Con el antagonista fugado, Reed echó el resto y logró salvar los muebles. Welles volvió al cabo de dos semanas.

3-Que la fiesta no pare: El ritmo de trabajo de Carol Reed y de David O. Selznick (el productor) era demencial. Sus horarios incluían dos escasas horas de sueño. Selznick era un adicto al “speed”, y su debilitada mente empezaba a notar los perjuicios de la droga. Agotado por el rodaje, Reed se enganchó a la misma sustancia. Está bien, no sería la única vez que pasaría algo así, pero tener al productor y al director de la película hasta arriba de droga en medio del rodaje debía ser todo un cuadro.

4-Tres unidades: Reed tenía motivos para estar agotado. El equipo constaba de tres unidades que rodaban escenas de manera autónoma: una diurna, otra nocturna y una tercera para las cloacas. Pese a que no estaba obligado a hacerlo, Reed insistió en dirigir las tres. Acabóextenuado.

5-Yo aquí no me meto: Orson Welles se negó a hacer los planos de las alcantarillas en el subsuelo de Viena. Aquello debía oler fatal, y hacía frío. Por ello, el equipo de arte tuvo que reconstruirlas en Inglaterra. Para colmo, Welles cambió de idea y, entusiasmado, aceptó rodar en el escenario original.

6-El final (Spoiler): La mayor polémica con Graham Greene se produjo al plantear el epílogo de la historia, cuando Holly se detiene en el camino y espera a Anna, que se acerca lentamente. Greene quería un final positivo, que insinuara que la pareja tenía un futuro. Reed y Selznick no lo veían del mismo modo e impusieron un final más triste. Greene se desquitó poco tiempo después en la novelización que publicó de su propio guión. Negro sobre blanco, los personajes acabaron bien.

7-El productor: El equipo de rodaje acabó hasta el moño de David O. Selznick. El legendario productor estaba muy lejos de sus mejores tiempos, y de vez en cuando soltaba ideas de bombero. Su relación con Alexander Korda, coproductor de la película, fue de mal en peor. Si a eso le sumamos su adicción a las drogas, pública y notoria, verlo entrar en el set debía provocar sudores fríos a más de uno.

8-El casting: Salvo Alida Valli, que convenció a todo el mundo, los papeles principales no estaban claros. Aunque el reparto pueda recordar al de Ciudadano Kane (1941), inicialmente estaba más cerca del de Historias de Filadelfia (1940): Carol Reed quería a James Stewart para interpretar a Holly Martins, y para Harry Lime se barajó el nombre de un simpático actor británico llamado Cary Grant.

9-No hay manera: Orson Welles ya tenía una reputación bastante nefasta cuando se unió al reparto de El tercer hombre. Selznick no lo quería ni en pintura porque lo consideraba “veneno para la taquilla”, y de hecho sus producciones eran tan geniales como ruinosas económicamente. Por eso, no es de extrañar que cuando pactaron su retribución prefiriera cobrar un sueldo base en lugar de percibir un porcentaje de los beneficios que generara la película. Si todo iba como ya era habitual, el proyecto sería un fracaso. Pero por una vez la película fue un gran éxito, y el porcentaje que le ofrecían superaba ampliamente el sueldo que acabó cobrando. El pobre Welles debió darse de cabezazos contra todas las paredes de Viena.

10-La noria: Es una de las escenas más famosas de la película, pero el marco en el que Harry y Holly hablan por primera vez ya era conocido antes. Sigmund Freud utilizaba la noria para producir mareos a los pacientes bajo el efecto de la cocaína.

11-El reloj de cuco: “¿…mientras que 500 años de democracia en Suiza que han producido? El reloj de cuco”.La frase de Harry es magistral, pero totalmente errónea. El análisis del Renacimiento italiano es correcto, pero los suizos no se andaban con chiquitas en aquella época. Lejos de ser un remanso de paz, llegaron a contar con uno de los ejércitos más poderosos de Europa, y participaron en varios conflictos internacionales. Y por cierto: el reloj de cuco no es suizo, es alemán.

12-Al César lo que le corresponde: Reed es el director de la película. Punto y final. Sin embargo, durante años corrió la leyenda de que Orson Welles había sido el verdadero hombre tras la cámara. El propio Welles alimentó el rumor, arrogándose la paternidad de la realización y del guión en todas las escenas en las que salía él, solo para negarlo todo más tarde y reivindicar el trabajo de Reed. Al final, la contribución del genio de Kenosha se reduce a su más célebre frase en la película: La del reloj de cuco. El resto es de Carol Reed.

13-El nivel: Los planos inclinados son una constante en El tercer hombre.Tras el estreno de la película, William Wyler mandó un nivel con una nota a Reed, a quien le unía una gran amistad. La frase supuraba sarcasmo: «Carol, la próxima vez que hagas una película, simplemente pon el nivel sobre la cámara, ¿podrás hacerlo?”

14-Las manos de Harry: Tras la persecución en las alcantarillas, Harry empuja una reja para salir al exterior y muestra un plano detalle de sus dedos a través de los orificios en el metal. En realidad, son los dedos de Carol Reed, que aceptó hacer de doble de manos para un plano que le sugirió el mismo Orson Welles.

15-La cítara de Anton Karas: Mientras trabajaba en la película, Carol Reed descubrió a un músico austríaco en una fiesta del rodaje. Algún tipo de resorte se movió en el interior del director, que no dudó en invitarlo a su hotel para colaborar en la música de El tercer hombre. Anton Karas trabajó en algunos temas y la cosa debió quedar ahí, pero días más tarde, el músico austriaco recibió una invitación para volar a Londres y componer toda la banda sonora. Seis semanas más tarde, Karas tuvo listo un tema musical que lo haría famoso. Una pieza (dicen) endiabladamente complicada de tocar, pero capaz de dar a la película una personalidad aún más característica. El anónimo músico austriaco se hizo muy famoso, e incluso abrió un bar en Viena al que llamó, como no podía ser de otra manera, El tercer hombre.


Tomado de El cultural

Los mitos, por decirlo de una forma benévola, casi siempre se forjan con hipérboles. Hoy sabemos que se ha sobrevalorado la influencia de Orson Welles en el rodaje de El tercer hombre (1949). El actor presumía de haber escrito varios pasajes del guion y dejó correr el rumor de que había realizado aportaciones esenciales en la concepción visual, especialmente en el tramo final, cuando la cámara combina audaces picados y contrapicados para incrementar el dramatismo de la claustrofóbica persecución por las alcantarillas de Viena. Ahora sabemos que su aportación fue mínima en el guion , elaborado en su mayor parte por Graham Greene, y casi nula en la dirección, felizmente ejecutada por Carol Reed, pionero del rodaje en exteriores en la historia del cine británico. En lo visual, Welles se limitó a concebir algunas ideas felices, como la primera aparición de Harry Lime,con el rostro súbitamente iluminado mientras un gato se restriega contra sus zapatos; y en el guion, sólo aportó unas líneas memorables: “Recuerda lo que dijo no sé quién: en Italia, en treinta años de dominación de los Borgia, hubo guerras matanzas, asesinatos… Pero también Miguel Ángel, Leonardo y el Renacimiento. En Suiza, por el contrario, tuvieron quinientos años de amor, democracia y paz. ¿Y cuál fue el resultado? ¡El reloj de cuco!”. Se trata de un razonamiento brillante, pero falso. El reloj de cuco es una invención alemana, y la historia de Suiza no es tan pacífica. ¿Importa demasiado? En el arte, la objetividad es irrelevante; sólo importan el efecto estético y el aspecto dramático.

Cuando Carol Reed le ofreció el papel, Orson Welles mostró poco interés en interpretar a Harry Lime, el villano de El tercer hombre. Durante el rodaje, lejos de actuar como un profesional responsable, se permitió desaparecer dos semanas, sin comunicar a nadie su paradero. Desesperado, Reed utilizó un doble para rodar algunos planos generales. Incluso llegó a suplantarle en algunas de las escenas de la persecución por las alcantarillas. Cuando reapareció, el actor no se tomó la molestia de disculparse y se negó a bajar a las alcantarillas, alegando que no soportaba el frío y el mal olor. No dejó otra alternativa que construir unos decorados en el Reino Unido, libres de incomodidades. No llegaron a utilizarse, pues Orson Welles cambió de idea a última hora, aceptando rodar en el subsuelo de Viena. Se pueden deplorar estas vacilaciones y caprichos, pero es indudable que sin las innovaciones de Ciudadano Kane (1941), Carol Reed habría rodado un film diferente, y sin la interpretación de Orson Welles, Harry Lime no resultaría tan seductor.

Ciudadano Kane no inventó nada, pero creó un nuevo estilo de realizar películas, combinando la profundidad de campo, los planos contrapicados que mostraban los techos, los movimientos de cámara con grúas y los claroscuros del expresionismo alemán. Orson Welles sólo reconocía un maestro: John Ford. En esas fechas, Ford ya había rodado una obra maestra, La diligencia (Stagecoach, 1939), donde los encuadres interiores, las panorámicas y los primeros planos se conjuntaban de forma prodigiosa. Welles afirmaba que había visto cuarenta veces La diligencia, aprendiendo cosas diferentes en cada sesión. Hay algo común entre el poderoso Kane y el buscavidas Harry Lime: la desesperación romántica, la mirada oblicua, la relajación moral, la compulsión de vivir en los límites, el ansia de poder, la compulsión autodestructiva, la mezcla de arrogancia y vulnerabilidad. La imagen de los dedos de Harry Lime asomando por una rejilla del alcantarillado fue una ocurrencia de Welles. Es una buena imagen para reflejar el nihilismo del personaje. No es el simple gesto de impotencia de un hombre que huye, sino una expresión de desamparo existencial. Por cierto, los dedos no pertenecen a Welles, sino a Reed. Si queremos añadir una nota de malicia, podríamos apuntar que esa crispación puede interpretarse como una consecuencia del consumo frenético de anfetaminas del director durante un rodaje con un ritmo de trabajo extenuante. Reed apenas dormía, pues quería supervisar hasta el último detalle. Alexander Korda y David O. Selznick producían la película. Sus malas relaciones con Korda, y las continuas y disparatadas intromisiones de Selznick, otro adicto a las anfetaminas, sólo contribuyeron a exacerbar su desquiciamiento.


Sacado de Espinof

Retomamos el especial dedicado a los que los editores de Blogdecine consideramos como obras maestras con más retraso del esperado —os pido disculpas por ello—, pero con muchas ganas por mi parte, ya que ha llegado el momento de hablaros de ‘El tercer hombre’ (‘The Third Man’, Carol Reed, 1949), una de mis películas favoritas y también una de las producciones británicas más prestigiosas de todos los tiempos.

La carrera de Carol Reed estaba pasando por un momento especialmente dulce a nivel artístico cuando tuvo que ponerse manos a la obra con ‘El tercer hombre’, ya que había encadenado dos grandes trabajos como ‘Larga es la noche’ (‘Odd Man Out’, 1947) y ‘El ídolo caído’ (‘The Fallen Idol’, 1948). Esto no impidió que años después surgiera el rumor de que fue Orson Welles quien había dirigido realmente la película, pero esto no fueron más que habladurías apoyadas en coincidencias menores —la presencia de Joseph Cotten en el reparto y algunos temas abordados—. No obstante, el director de la estupenda ‘Fraude’ (‘F for Fake’, 1973) sí aportó uno de los diálogos —aquel comparando los conflictos y los logros de Italia y Suiza— más recordados no ya de la película, sino de la propia historia del cine.

Carol Reed ya había colaborado previamente con Graham Greene en ‘El ídolo caído’ y seguramente por ello haya una sincronía casi perfecta entre director y guionista para que el trabajo de ambos se complemente. Obviamente, es Reed quien lo redondea gracias a apostar por una escena muy cercana al expresionismo alemán, tanto en la composición de los planos, con una marcada querencia por alterar la inclinación natural de las imágenes –sería interminable el ir mencionándolos todos, pero quizá sea el aparentemente irrelevante plano desde el punto de vista de un inocente chaval el que delata por completo las intenciones de Reed-, como en el magnífico trabajo de fotografía que demanda de Robert Krasker, donde el ejemplar —y complejísimo— uso de las luces y sombras ayuda a elevar el tono de misterio y suspense que domina la función.

Esa ya mencionada querencia por un marcado contraste entre las luces no sólo funciona a ese nivel, ya que Reed incide en ello para mostrar el particular estado de la ciudad de Viena tras la II Guerra Mundial. Esa inestabilidad y falta de un claro liderazgo —resulta hasta casi cómica la aclaración en el prólogo sobre los integrantes de cada coche de policía— se traduce en unas calles desérticas, casi más propias de una película de terror que de un relato como el que aquí nos ocupa. Esto alcanza su cenit en una secuencia en la que hace acto de presencia un vendedor ambulante de globos, donde se detecta lo que podría ser un homenaje hacia ‘M, el vampiro de Dusseldorf’ (‘M’, Fritz Lang, 1931), donde un personaje muy similar —idéntica profesión y cierto parecido físico— jugaba un papel de vital importancia.

Sí que hubo un detalle que separó de forma irremediable a Reed y Greene, ya que —spoilers en lo que queda de párrafo y el siguiente— el segundo quería imponer el final que acabó utilizando en su novela. En éste, se da a entender que Anna ha perdonado a Holly y comienzan una vida juntos, un error garrafal que, con buen tino, Reed consideraba un pegote optimista que podría destrozar todo lo logrado hasta entonces. Al final se impuso la visión de Reed, dejándonos uno de los desenlaces más memorables de la historia a través de un plano sostenido en el que vemos como Anna ignora la presencia de Holly y sigue caminando. La impecable y singular banda sonora de Anton Karas —la única que compuso y que le sirvió para hacerse un nombre en el mundo de la música— es la guinda perfecta.

No me quiero olvidar tampoco de la célebre persecución final en las cloacas, ya que su ejecución por parte de Reed resulta ejemplar, tanto su ritmo endiablado mostrando el frenesí y las dudas de Lime sobre qué camino tomar para conseguir escapar como en su resolución con Lime falleciendo a manos de su mejor amigo tras hacer un pequeño gesto invitándole a ello. No me cabe duda de que en la actualidad se hubiera mostrado este último punto de forma más gráfica, pero otro de los aciertos de Reed es el rehuir los detalles más macabros —esa visita al hospital repleto de niños afectados por los negocios de Lime donde la cámara se centra en un osito de peluche también hubiese sido muy distinta de rodarse ahora— y que sea el propio espectador quien cree esas imágenes en su cabeza.

Pocas veces un personaje que aparece tan poco en pantalla ha marcado tanto una película como el de Harry Lime. La primera hora de metraje se centra en su presunta muerte y en los intentos de su amigo Holly Martins por esclarecer lo que realmente le ha pasado. Es una investigación que avanza de forma fluida, introduciendo únicamente a personajes que realmente aportan algo al relato y al mismo tiempo ayudan a definir al protagonista y elevar el misticismo alrededor de Lime.

Teniendo eso en cuenta, resulta curioso que la principal motivación de Welles para aparecer en la película fuera la jugosa oferta económica, y es que el personaje le gustaba, pero necesitaba dinero para poder completar el rodaje de su ‘Otelo’ (‘The Tragedy of Othello: The Moor of Venice’, 1952), ya que uno de sus productores anunció que estaba en bancarrota poco después de que el rodaje hubiera comenzado. No obstante, Welles se adueña de Lime y ofrece una interpretación antológica, tanto en la memorable escena en la que hace acto de presencia —esa luz que lo ilumina casualmente y su cínica sonrisa la convierten en una de las mejores escenas de presentación de un personaje de la historia del cine— como en su forma de modular la actitud del personaje en los diálogos que comparte con Cotten en la mítica secuencia de la noria.

Eso sí, las ansias de dinero le jugaron una mala pasada, ya que Alexander Korda le ofreció la alternativa de no cobrar nada y a cambio quedarse con un 20% de sus beneficios. Welles optó por lo segundo, una pésima decisión que seguramente provocó que Welles posteriormente no sintiera especial aprecio hacia ‘El tercer hombre’, aunque en su momento no tuviera problemas en sacar tajada volviendo a dar vida al personaje en un show radiofónico titulado ‘The Lives of Harry Lime’ —aquí podéis escucharlo— que funcionaba a modo de precuela de los hechos narrados en la película de Carol Reed.

Alida Valli y Joseph Cotten en

Es comprensible que al hablar de ‘El tercer hombre’ se haga especial hincapié en la presencia de Orson Welles, pero lo que resulta imperdonable es que muchas veces casi se pase por alto la presencia de Joseph Cotten, actor nunca suficientemente reconocido. Él es el auténtico bastión de la función, ya que ejerce las labores de guía del espectador, ya que toda la información que nosotros conocemos es la que él tiene. Su tenacidad para descubrir lo que realmente le ha pasado a su amigo consigue enganchar al espectador en la historia de suspense y lo clava cuando ha de mostrar su ambivalencia a la hora de colaborar o no con la justicia para atrapar a Lime.

Llama la atención que tampoco Cotten confiaba en exceso en ‘El tercer hombre’, en especial en su propio personaje, ya que no creía que tenía la entidad necesaria. Por fortuna, él subsana cualquier endeblez que Holly Martins —Rollo era su nombre original, pero Cotten exigió cambiarlo— pueda tener y consigue que éste no palidezca en ningún momento ante la grandeza demostrada por Welles. También Trevor Howard cumple a la perfección como el insistente policía que quiere atrapar a Lime, pero el otro personaje que merece especial atención es el de Anna.

La aventura profesional de Alida Valli fuera de su Italia natal fue excepcionalmente breve, aunque sí que tuvo tiempo para volver a trabajar con Cotten en ‘Despacio, forastero’ (‘Walk Softly, Stranger’, Robert Stevenson, 1950) dado el éxito de ‘El tercer hombre’ y la química entre ambos. Su aportación al caso que ahora nos ocupa es esencial para que la película no presente ningún problema reseñable, pues su interpretación a caballo entre la seriedad —sólo una vez se permite el lujo de la risa y acto seguido se revela incapaz de hacerlo dos veces— y la melancolía permite que Anna funcione a varios niveles, tanto con su conato de romance con Martins —la música de Karas apunta en esa dirección— como en su papel de abnegada defensora de Lime. Además, su incontestable belleza aporta ese puntito adicional de capacidad fascinadora —por algo Lime y Martins caen rendidos ante sus encantos— sin necesidad de incidir de forma reiterada en ello

La noria de

‘El tercer hombre’ no es una película capaz de impresionar a cualquier tipo de espectador en un primer acercamiento posiblemente motivado por su merecida fama, sino una obra maestra en la que prácticamente en cada visionado se pueden encontrar nuevos detalles que refuercen aún más a una película intachable. Bravo.


Tomado de traveler

La Viena de las cloacas: tras los pasos de ‘El Tercer Hombre’

Una ruta por los escenarios de esta obra maestra del cine negro cuando se cumplen 70 años de su estreno.

El Tercer Hombre

La música de cítara repitiendo su melodía eterna, la intrépida persecución por las alcantarillas, las luces y las sombras que generan una atmósfera inquietante y perturbadora. Pocas películas han causado tanto impacto como El Tercer Hombre, la historia que Carol Reed llevó a la gran pantalla sobre un guion-novela de Graham Greene. Una obra maestra del cine negro trazada sobre un escenario de hambre, oscuridad y frío.

De fondo, la ciudad de Viena con una fotografía magistral. No la Viena de Strauss y los palacios rimbombantes, ni la del fasto de la ópera y la elegancia del vals. Es la Viena que ha sido duramente golpeada por la Segunda Guerra Mundial. Una ciudad rota y despojada de alma, dividida en cuatro sectores controlados por las potencias aliadas, convertida en un guirigay políglota.

Es en esta Viena, con sus edificios decimonónicos en ruinas, con el Danubio relegado a sumidero de cadáveres, donde aflora la dudosa moralidad de unos seres que surgen del horror para abrirse camino en el mercado negro.

El Tercer Hombre

QUERIDA Y ODIADA

70 años han pasado del estreno de este filme que es hoy una de las grandes joyas del Séptimo Arte. Un clásico que todavía el público austriaco sigue tratando con recelo: el tema de la posguerra y las imágenes de destrucción no acaban de cicatrizar en una sociedad que se esfuerza por proyectar una imagen resplandeciente.

Sin embargo, muchos son los que viajan a Viena tras las huellas de esta legendaria película. Y ninguno de ellos se pierde, claro, su museo. Sí, hay un Museo de El Tercer Hombre que es más bien la colección privada deGerhard Strassgschwandtner, un fan que logró reunir 2.500 objetos originales: desde carteles promocionales en todos los idiomas hasta el mismo proyector que se utilizó para su estreno en 1949, pasando por decenas de documentos que explican el contexto histórico.

El Tercer Hombre

ESCURRIDIZO ORSON WELLES

El tour de El Tercer Hombre recorre lugares fácilmente identificables, allí donde se rodaron algunas escenas que han marcado la imagen de la ciudad. Especialmente de la mano de aquel espléndido Orson Welles en el papel de Harry Lime.

Ya su primera aparición supone toda una lección lumínica: escondido en el número 8 de la calle Schreyvogel, muy cerca de la casa donde vivió Beethoven, un gato se le coloca a los pies y sólo cuando una señora abre una ventana, su rostro se ilumina casualmente dejando asomar una sonrisa cínica.

Triste y desangelada, toda Viena aparece sumida en la sombra, lo cual destila un aire tenebroso. Las calles vacías, los adoquines mojados, el cielo siempre plomizo. Así ocurre cuando Holly Martins (Joseph Cotten) acude a la Josefs Platz en busca de su gran amigo y el portero le dice que ha sido atropellado.

DE LAS ALTURAS AL SUBMUNDO

“En Italia, en treinta años de dominación Borgia, se dieron guerras y asesinatos, pero también Miguel Ángel, Leonardo y el Renacimiento, mientras que en Suiza tuvieron quinientos años de amor, paz y democracia. ¿Y cuál fue el resultado? El reloj de cuco ».

Con perdón de la imprecisión (el reloj de cuco no es suizo sino alemán) , este duelo verbal entre Harry y Holly es uno de los momentos más sublimes. Un diálogo que tiene lugar en la noria del Prater, desde donde los hombres parecen hormigas.

Luego está, claro, la memorable huida por las cloacas. Veinte escenas de El Tercer Hombre fueron rodadas en la Viena subterránea, que cuenta con una red de 2.500 kilómetros. Ninguna de ellas, por cierto, pudo contar con Orson Welles, que se negó a tal fin “asqueroso”.

Sí levantó, eso sí, las arquetas triangulares que conducen a las entrañas y por las que hoy se deslizan los turistas en busca de las locaciones del filme. Sí, se puede hacer un tour guiado por las alcantarillas.

Noria

UNA MÚSICA DEFINITIVA

Sentimentalmente asociada a la película está su peculiar melodía, de la misma forma en que lo está la marcha del Coronel Bogey en El puente sobre el río Kwai. Una impronta acústica que debemos a Anton Karas, un músico anónimo que se ganaba la vida en una taberna del distrito 19.

Cuando Carol Reed lo escuchó, una noche cualquiera después del rodaje, supo que aquella debía ser la banda sonora.

Convertida en un hit-parade en los programas de radio británicos y norteamericanos de los años 50, hoy existen en todo el mundo hasta 400 versiones del llamado Harry Lime Theme.

De ellos, casi medio centenar se puede escuchar en el Museo de El Tercer Hombre: allí tienen una gramola con, entre otras, una interpretación de los Beatles… y hasta otra del Dúo Dinámico.

El Tercer Hombre

OJO, QUE VA SPOILER

Por sus diálogos, su descripción de atmósferas, sus personajes siniestros, su exposición de suspense, intriga y melancolía, El Tercer Hombre, 80 años después, sigue desprendiendo la fuerza de las obras antológicas del cine.

Y Viena, gracias a este filme, sigue siendo una de las ciudades mejor retratadas en pantalla. Su desenlace, en el gran cementerio de Zentralfriedhof, ha sido considerado por los cinéfilos entre los mejores de la historia.

Allí donde están los monumentos funerarios de Mozart, Brahms o Schubert, se da al fin el adiós definitivo al carismático Harry Lime.

El Tercer Hombre

Tomado de espirituviajero

Viena es sin lugar a dudas una de las ciudades más bonitas y elegantes de Europa, Capital de Austria y muy conocida por ser la Capital de la Música Clásica, por sus conciertos, sus palacios, su bello Danubio y su fantástica gastronomía.

¿Quién no ha soñado o deseado acudir a unos de sus ballets de la Opera, asistir al concierto del Año Nuevo, o pasear por los jardines, acompañados por los recuerdos de Sissi la Emperatriz, en el Palacio del Schonbrunn?.

Viena es una ciudad de grandes contrastes, de grandes Palacios, impresionantes Museos, cuna del Modernismo y del Art Nouveau, con Otto Wagner como su mayor exponente, la ciudad de los caballos Lipizanos… y durante muchos años, durante la guerra fría, la ciudad de los espías. Aquí se produjeron algunos de los intercambios más importantes de espías, siendo un enclave fundamental durante los años de la Guerra Fria, entre los países de la llamada Europa Occidental y los países del Este. En este reportaje os vamos a llevar a conocer otra Viena, nos vamos de la mano del cine a conocer la Viena de la película del Tercer Hombre.

Viena, La Ciudad del Tercer Hombre

Hace ya 69 años se estrenó la película que se convertiría en un clásico del cine negro, protagonizada por Joseph Cotton, con la magistral actuación de Orson Wells, escrita por Graham Green y dirigida por Carol Reed, el Tercer Hombre.

La trama de la película trata de Holly Martins, interpretado por Joseph Cotten, escritor de novelas del oeste, llega a Viena en 1947 cuando la ciudad está dividida en cuatro zonas ocupadas por los aliados tras la Segunda Guerra Mundial. Holly llega reclamado por un amigo de la infancia, Harry Lime interpretado por Orson Welles, quien le ha prometido trabajo. Pero el mismo día de su llegada coincide con el entierro de Harry, que ha sido atropellado por un coche.

Ante una serie de datos contradictorios, Holly comienza a investigar la muerte de su amigo, sospechando que tal vez haya sido asesinado. El jefe de la policía militar británica le demuestra que su amigo se había mezclado en la trama del mercado negro. Pero a Martins no le cuadra un detalle: todos dicen haber visto a dos hombres en el lugar del atropello intentando ayudar a Lime, pero un testigo asegura haber visto a un tercer hombre… Aunque desde el primer momento le propusieron escribir el guión de una película ambientada en la Viena de posguerra, con la firme presencia de las cuatro potencias ocupantes, Graham Greene optó por escribir la trama en forma de novela. Aquel era el único modo, aseguraba, de poder planificar el guión, el cual sería posteriormente elaborado por el propio novelista y por el productor, Alexander Korda. Greene siempre defendió que la versión de la película era mucho mejor que la del libro (incluido el final, que es distinto), lo cual no impidió que este fuera editado de todas maneras y se convirtiera en un clásico del cine. La música de Anton Karas, interpretada por él mismo con una  cítara, fue un éxito y llegó a los primeros lugares en 1950.

Viena, La Ciudad del Tercer Hombre

El aporte de Orson Welles al conjunto de la película parece evidente. Su primera aparición en pantalla (el movimiento de una lámpara que muestra a Harry Lime ante la sorprendida cara de Cotten) ha sido considerada como la mejor presentación de un personaje en un filme. El plano secuencia del final y la escena de la persecución en los alcantarillados de Viena son igualmente memorables.

A partir de la película, que fue un gran éxito en su momento, considerándose como una de las mejores producciones británicas de la historia del cine, Viena se convirtió en un destino icónico para muchos cinéfilos. La Viena que aparece en la Película es una ciudad todavía en escombros devastada por la guerra y en fase de reconstrucción. Sin embargo, muchas de las localizaciones que aparecen en la película todavía existen, y son fáciles de reconocer y merecen una visita.

Viena, La Ciudad del Tercer Hombre

Para ello hay diferentes empresas turísticas que se dedican a realizar este tipo de visitas. Gran parte de las escenas interiores se filmaron en estudios de Londres; sin embargo, las escenas exteriores -y hay unas cuantas- han marcado la imagen de esta ciudad, y muchos viajeros dedican su tiempo a buscar las localizaciones.

Comenzando nuestra gira por la Viena del Tercer Hombre se pueden encontrar fácilmente algunos escenarios. La fabulosa casa en la que vivía Harry Lime es el palacio Pallavicini (Josefplatz 5), muy cerca del Lippanser Museum y Michaelerplatz. Este palacio esta dentro del conjunto palaciego del Hofbourg. Considerado como uno de los más interesantes palacios de Viena, fue a menudo (y todavía es), el lugar para recepciones oficiales del gobierno austríaco para monarcas y jefes de Estado. Las figuras que flanquean el portal son muy características, pero en general el exterior, casi neoclásico, es mucho menos vistoso que el interior.

Viena, La Ciudad del Tercer Hombre

Holly Martins se aloja durante su estancia en el Hotel Sacher, (Philharmoniker Str. 4), famoso por su café donde se sirve una tarta de chocolate conocida  mundialmente. Graham Greene también se alojó en este hotel en las dos semanas que pasó en Viena para ambientarse antes de escribir el guión, y tanto le gusto el hotel que decidió meterlo dentro de la novela, convirtiéndolo así en otro de los enclaves de la misma.

Cerca de allí, en Albertinaplatz, se encuentra el café Mozart (Albertinaplatz, 2). Sin embargo, la escena de la terraza está rodada en Neuer Markt, pero hay quien dice que en ese café tuvo lugar el encuentro fortuito de Graham Greene con Anton Karas, en ese momento un músico callejero que, con su cítara, creó una de las bandas sonoras más conocidas de la historia del cine (Ver en el vídeo).

Siguiendo la ruta con la película en la mano descubrimos que una de las escenas más famosas es el encuentro entre los dos protagonistas en la Noria Gigante del Prater, en el parque de atracciones del mismo nombre. Desde lo alto, según Lime, las personas parecen hormigas. Nada como subir a la noria para confirmarlo. Esta noria, construida en 1897, forma parte de la historia de la ciudad; las góndolas originales eran vagones del Metro. Ahora incluso se pueden alquilar sus vagones, para celebraciones, comidas o cenas.

Viena, La Ciudad del Tercer Hombre

Las escenas con un ambiente más inquietante son las de las calles en las que siempre es de noche, los adoquines están mojados y las sombras son extraordinariamente grandes y largas. El lugar donde el gato se arrima a Harry Lime hay que buscarlo en Mölker Steig (Schreyvogelgasse, 8). Aquí todo sigue igual, las calles, el portal donde estaba escondido, parada obligada durante la visita. Las carreras y persecuciones ocurren en la zona de Hoher Markt, Am Hof y Shulhofplatz, entre otros lugares.

Viena, La Ciudad del Tercer Hombre

La persecución a Lime termina en las alcantarillas de la ciudad, aunque en realidad todo ocurre en la canalización del río Danubio. Hay varias entradas, y hasta hace pocos años incluso se podía acceder a través de una disimulada en un kiosco.

Viena, La Ciudad del Tercer Hombre

La capital austríaca ofrece un paseo por su faceta más profundo: las mismas alcantarillas por las que Orson Welles huía en esa película. Aunque una ruta por las cloacas no encaja mucho en la idea que uno pueda tener para conocer una ciudad, los amantes del cine negro y los interesados por la historia pueden descubrir que este sombrío paseo merece la pena.

Viena, La Ciudad del Tercer Hombre

Viena fue una de las primeras grandes urbes en disponer de un sistema de desagües moderno, con una regulación de caudales para evitar que las aguas fecales contaminaran las fuentes. De hecho, fue la epidemia de cólera de 1838 la que llevó a ordenar la construcción de su sistema, que posteriormente fue copiado y adaptado a otras capitales europeas. Por motivos de seguridad y clima, el acceso de los turistas a las alcantarillas es sólo posible entre los meses de mayo y octubre. Unas 800 personas se atreven cada semana a recorrer los túneles, en cuyas paredes se proyectan vídeos sobre la historia del alcantarillado e incluso fragmentos de El Tercer Hombre.

Viena, La Ciudad del Tercer Hombre

El entierro de Harry Lime ocurre en el Zentralfriedhof (Simmeringer Hauptstraße, 234),  el gran cementerio vienés. Como gran ciudad musical, allí están los monumentos funerarios de Beethoven, Mozart, Strauss, Brahms, Schubert…

Para terminar, junto con la gran cantidad de visitas organizadas para hacer este recorrido, no hay que olvidarse de un Museo privado llamado el Museo del Tercer Hombre (Pressgasse, 25), lugar de visita para los fans de la película, pero también para los conocedores de la Historia y como era la Viena de la Post Guerra.

 


Trailer de la pelicula

 

 

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