Tragica información

Título en castellano Tragica información
Titulo original Scandal Sheet
Año de filmación 1952
Duración 82′
Pais Estados Unidos
Director Phuil Karlsom
Guion Ted Sherdeman, Eugene Ling, James Poe (Novela: Samuel Fuller)
Música George Duning
Dirección de fotografia Burnett Guffey (B&W)
Reparto
Productora Motion Picture Investors / Columbia Pictures
Sinopsis El ambicioso editor de un periódico ve su éxito amenazado con el regreso de su ex mujer, a la que abandonó veinte años atrás. Tras matarla involuntariamente, se encuentra con que sus mejores periodistas se ocupan de investigar el caso.
Premios  
Subgénero/Temática Crimen, Drama, Periodismo

tomado de filmaffinity

Esta Trágica información es la película que más me ha gustado de Phil Karlson gracias a un guión incisivo y contundente, marcado por la amargura de unos diálogos agudos y unos personajes llenos de cinismo. Hay una fuerte crítica a esa prensa sensacionalista que pretende vender las noticias como sea con unos impactantes titulares o esos reporteros y fotógrafos que se quieren anticipar a la propia policia (similar al planteamiento de El ojo público con Joe Pesci, otra película notable). En este sentido, es curioso la fiesta que organizan de los Corazones Solitarios buscando una línea periodística más comercial acercada a las relaciones sentimentales y a los cotilleos.

Este director si logra generar un gran climax que va in crescendo en su parte final a pesar de que algunos elementos de la trama rozen la verosimilitud por tantas casualidades y coincidencias en este asesinato de muerte accidental. Sin embargo, evita que el conjunto chirrie debido a un ejercicio de estilo intenso donde las piezas encajan como un puzzle.

Sobresale un reparto tan completo que va desde Broderick Crawford con ese aspecto brutal, irritable y amargado, a un John Derek como entrometido y oportunista periodista, la siempre elegante Donna Reed como una desencantada informadora o ese jubilado y alcohólico periodista tan patético que interpreta Henry O’Neill.

Hay varias secuencias dignas de mención como ese juego de miradas simpáticas que se establece entre varios testigos indigentes, el día a día de la prensa con panorámicas de las oficinas, esos planos tan bien fotografiados de Crawford entre la luz y la oscuridad o esa espeluznante paliza que infrigue al personaje de Rosemary DeCamp, previa al fatídico desenlace.

Karlson es un director a reivindicar justamente en la actualidad porque sabe dotar sus historias de sencillez y precisión, sin adornos de ningún tipo.


Hacia 1952, cuando se realizó el presente filme, la mezcla del mundo del periodismo con las temáticas criminales propias de la serie negra había producido ya muchas notables películas, entre las que podríamos citar «Call Northside 777» de Hathaway, «The Big Clock», de John Farrow (con algunas interesantes similitudes con el argumento de la aquí comentada) o «Deadline USA», de Richard Brooks. Posteriormente aparecerían otros títulos que abundarían en esta línea, alcanzando resultados meritorios, de los que yo destacaría «While the City Sleeps» de Fritz Lang, y «Sweet Smell of Success» de Alexander MacKendrick.

A cargo de esta película, que adapta una novela del también cineasta Samuel Fuller (al que no le gustó demasiado el resultado), encontramos a uno de los realizadores más olvidados hoy en día, incluso dentro del universo de la serie B, y es que poca gente recuerda hoy a Phil Karlson, quien no obstante cuenta en su filmografía con varias películas de calidad, en especial dentro del género negro («Kansas City Confidential», «99, River Street», etc).

Gran parte del mérito del filme estriba en la naturalidad y eficacia con la que se plantean contexto y argumento (prensa sensacionalista y un crimen que afecta a su máximo representante y promotor), los cuales encuentran un adecuado reflejo en los protagonistas (un editor sin escrúpulos, un periodista ambicioso y una periodista responsable) y un buen apoyo en unos excelentes secundarios. Así, la película navega entre la denuncia de un tipo de prensa que explota el dolor y la humillación ajenos, y el retrato ácido y condenatorio del profesional que se presta a tales métodos, los cuales, paradójicamente, se volverán fatalmente en su contra.

Formalmente destacan dos secuencias; la que inicia la película, en la que una cámara situada en un tejado realiza una panorámica de Nueva York, para después describir un picado que muestra a un coche de policía, y finalmente, en un travelling en descenso, acercarnos a una escalera, en la que John Derek «se informa» acerca de un asesinato, resulta narrativamente eficaz y visualmente espléndida. Igualmente lograda, y más característica del cine negro por su dramático uso de la fotografía, es la secuencia en la que el asesino aguarda emboscado a un viejo y alcoholizado periodista, cuya aproximación nos es mostrada en un bello plano nocturno, con las luces de la ciudad y el metro elevado al fondo. Por lo demás, el guión me pareció correcto, aunque como ya he comentado a Fuller no le gustó nada, y las interpretaciones irreprochables, especialmente en el caso de Crawford (un actor tal vez no demasiado versátil, pero magnífico en estos registros) y de los secundarios.


tomado de elojocosmologico

Hace tiempo hice la crítica de la película que me reveló la existencia de un director, Phil Karlson, más que notable. El cuarto hombre (Kansas City Confidential ) era aquella película que tan favorable impresión me produjo y que se ve hoy corroborada por la presente: Trágica información (Scandal Sheet), una muestra de cine negro clásico que merece un destacado lugar de honor en las listas del género, tan abarrotadas estas  como competidos aquellos. La película está basada en una novela de Samuel Fuller, lo que ya da a entender que probablemente fuera escrita desde una perspectiva cinematográfica, porque el guion, transparente, funciona como un mecanismo de relojería que nos lleva, a través del periodismo de investigación del protagonista, un apuesto y seductor John Derek -que acaso hubiera merecido más exitosa carrera de la que tuvo, aunque trabajó con directores de tanto nivel como Preminger, Rossen, Nicholas Ray o Cukor. Retirado como fotógrafo y director, al final de su vida fue más conocido por ser el marido de Bo Derek que por su propia carrera-, al descubrimiento sorprendente del asesino de un crimen ocurrido a partir de un festival social promovido por el Diario, un Club de corazones solitarios donde personas de cierta edad podían llegar al matrimonio tras una sola velada de relación. La película se inicia con lo que parece que vaya a ser una imitación del plano secuencia de Ciudadano Kane, lo que se corta antes de llegar siquiera a pensar en que se vaya a producir semejante imitación, pero ese plano de Nueva York que va paseándose, desde las alturas, sobre la ciudad, hasta concentrarse en un barrio, una calle y una sirena de policía que se confunde con la música de jazz con que se abre dicha escena, para dar paso a una escalera de vecinos en la que acaba de cometerse un asesinato y donde un periodista, que se ha hecho pasar por policía, implícitamente, para sacar la historia de una afectada por el crimen. La labor del joven periodista se contrapone con la muy distinta del Director de la publicación, quien ha de defender la línea sensacionalista del diario por su éxito de ventas, frente al languidecimiento y previsible muerte no muy lejana del diario, de seguir con una línea estética y de contenido más próxima al modelo tradicional de The Times que a la línea tabloide del enfoque que le ha dado el nuevo director. El redactor estrella, Derek, da la casualidad de que es el novio de una columnista del diario que se opone a esa línea sensacionalista y defiende los supremos valores informativos del periodismo atento a la realidad, no a la excitación de los bajos instintos lynchadores (sic) de las masas. Es importante destacar que el planteamiento sobre el culpable del asesinato no es un misterio que se resuelva en el último momento, porque sucede a poco de empezar la película. El director se encuentra en el acto de los Corazones Solitarios con su mujer, de quien se separó, pero no se divorció, 20 años atrás. Tras una disputa exmatrimonial y atendiendo a la explícita amenaza de revelar la verdadera personalidad del Director, que cambió de nombre tras abandonar a su mujer, a resultas del intercambio de empujones y golpes, ella se desnuca y cae muerta ante sus ojos. Todo el suspense de la película gira, entonces, en torno a la peripecia investigadora del periodista predilecto y a la labor discretamente  entorpecedora que lleva a cabo el Director, labor en la que incluso recurrirá a otro asesinato: el de un antiguo ganador del Pulitzer, ahora destruido por la adicción al alcohol  y con quien mantiene una relación de amistad y socorro caritativo encubierto la novia del protagonista. La visión del periodismo, una crítica feroz de sensacionalismo como arma estratégica para aumentar las ventas, no deja títere con cabeza en la película, y, en este sentido, la película se incluye en una larga lista de películas que acaban convirtiéndose en thrillers que tienen el periodismo como argumento. Aquí ya hemos criticado Chantaje en Broadway, de Mackendrick, por ejemplo, pero hay muchas otras, como la también criticada en este ojo, El reloj asesino, de John Farrow, con la que esta presenta muchas relaciones temáticas y un sentido de la intriga muy parecido, porque se desvía la atención de quién sea el asesino hacia, en este caso, la necesidad de un falso culpable de demostrar su inocencia, por ejemplo. ¡Menudo programa doble, si alguien logra ver El reloj asesino y Trágica información en la misma tarde! La película de Karlson fía muy buena parte de su éxito al dinamismo que sabe imprimir a la narración, sin dejar ningún momento muerto o excesivamente descriptivo o reflexivo. La acción se sucede con un ritmo preciso, casi cortante: sabe qué quiere contar y lo cuenta con la mayor economía de medios posibles, pero con un estilismo en la fotografía y la puesta en escena muy propios del mejor cine negro. Para muchos supongo que será una revelación. A mí me la reveló mi buen amigo y cinéfilo Paco Marín, quien me avisó de su existencia en YouTube, una buena fuente de recursos fílmicos de excepcional interés, sin duda.


tomado de 39escalones

Trágica información_39

Basada en una novela del gran cineasta Sam Fuller, Trágica información (Phil Karlson, 1952) camufla en su estructura y en su estética de melodrama noir toda una reflexión sobre el periodismo. El hecho criminal, la deriva homicida que contempla la trama, en el fondo no supone más que la constatación moral de la distinta perspectiva con que los personajes principales afrontan el ejercicio de su profesión. En consonancia con las directrices de lo políticamente correcto, amparadas bajo el paraguas autocensor del Código Hays, aquellos que conservan un punto de referencia ético, los que todavía atesoran un resquicio de dignidad y profesionalidad, son finalmente recompensados o recuperados para la causa del cuarto poder, que no es otra que el sostenimiento de una sociedad libre y diversa, mientras que aquellos que lo han traicionado, que lo han utilizado, que se han aprovechado de él para ascender social y económicamente a costa de lo que sea, pasando por encima de límites, valores y derechos (en especial el derecho a la libertad de información, pero también de la consiguiente obligación de ofrecer una información veraz), se ven ineludiblemente penalizados con el mayor de los castigos, no sin antes -cosas de la era del Código- reconocer su error e inmolarse voluntariamente provocando su autodestrucción (recuérdese que la censura no veía con buenos ojos el suicidio en la pantalla, por lo que muchos finales de este tipo solían disfrazarse de muertes violentas “justamente autoinducidas”).

O lo que es lo mismo, como es propio del film noir, la película trata de la corrupción, en este caso en su vertiente periodística, a través del personaje de Mark Chapman (excepcional, marca de la casa, Broderick Crawford), editor responsable del New York Express, un periódico que recurrió a él en un delicado momento financiero y que ha convertido, a base de ambición, prácticas ambiguas y pocos escrúpulos, en el tabloide más sensacionalista de la ciudad explotando hasta la última gota del amarillismo los reportajes sobre casos criminales y ofreciendo informaciones populares de dudoso crédito y peor gusto, amañando noticias, manipulando portadas, deformando titulares. Esta deriva, que provoca el rechazo y las quejas de buena parte del consejo de administración, choca con los cuantiosos beneficios con que la nueva política del diario llena los bolsillos de los accionistas y de los responsables económicos de la compañía, y cuenta como aliado con el redactor más brillante del periódico, Steve McCleary (John Derek), un tipo ágil y despierto que, con una radio policial instalada en su vehículo de prensa, y acompañado de un veterano reportero gráfico (Henry -o Harry- Morgan, secundario de lujo con breves pero estupendas apariciones), se presenta en los escenarios más escabrosos antes que las patrullas, toma fotografías morbosas, logra con engaños y malas artes los testimonios de los protagonistas y nutre cada día de carnaza lo peor del New York Express. A su vez, sin embargo, el trabajo de Steve no tiene el beneplácito de su novia, Julie (Donna Reed), una de las pocas redactoras en plantilla anteriores al desembarco de Chapman, que reprueba la nueva línea editorial, si bien no con el ahínco suficiente como para enfrentarse a su novio o a su jefe. Este precario equilibrio de afinidades y rechazos cambia cuando, por azar, en uno de las actividades montadas por el periódico con idea de aprovecharse de ellas fabricando noticias, Chapman se encuentra con un personaje de su pasado que amenaza con descubrir un secreto que puede acabar con un flamante carrera. El editor pone fin a la amenaza de manera accidental, pero cuando a McCleary le llega la noticia y comienza a investigar, de repente Chapman se ve convertido en objetivo de las oscuras maniobras que él mismo ha inoculado en sus subalternos. De este modo, y en la línea de El reloj asesino (John Farrow, 1948), un culpable se ve abocado a un desastre que intenta eludir a manos de uno de sus empleados.

Karlson toma así el hecho criminal como puente para hacer un retrato ácido de cierto periodismo. Con buen pulso narrativo y gran economía de medios (la película supera por poco la hora y cuarto de metraje), la película dibuja unos personajes cínicos y desencantados que pronuncian unos diálogos agudos y llenos de amargo sarcasmo y denuncia el tipo de prensa que hace espectáculo del dolor y las miserias ajenas, así como de los profesionales que hacen de él su medio de vida y ascenso social. En este punto es importante el personaje de Charlie Barnes (Henry O’Neill), el viejo periodista alcoholizado, antaño ganador del Pulitzer, que se ha visto arrinconado y arruinado a causa de la excesiva proliferación de ese periodismo que no respeta las reglas, que aparta a los veteranos cronistas curtidos en el trabajo de calle, a los expertos en los artículos de fondo bien trabajados y resueltos, y busca a toda costa el impacto rápido y el olvido vertiginoso a golpe de titular. El hecho trascendental, el azaroso hallazgo por Charlie de las pruebas que pueden desenmascarar a Champan, y su trágico final, responde igualmente a esa imagen de una prensa responsable, pilar de la democracia y de los derechos y libertades de los ciudadanos, que ha sucumbido a manos del sensacionalismo y la improvisación, de la ganancia fácil y del desprestigio de la profesión.

Pero Phil Karlson no se limita a ser un artesano eficaz. Justo antes de su afamada dupla noir con el protagonismo de John Payne, El cuarto hombre (Kansas City Confidential, 1952) y Calle River 99 (99 River Street, 1953), el director aprovecha la historia que tiene entre manos para dar muestra de su buen oficio tras la cámara y dejar unos cuantos alardes de estilo más que estimables. En su buen hacer destacan dos tomas de mérito: en la primera, la que abre la película, un plano panorámico de los cielos de Nueva York se va cerrando sobre un coche patrulla que se aproxima ruidoso al bloque de una barriada en cuyo rellano ya John Derek se encuentra sonsacando a la testigo de un crimen tras haberse hecho pasar como policía; en la segunda, en uno de los momentos esenciales del filme, Karlson realiza un hermoso, y canónico, retrato de la noche en el cine negro, una ciudad de calles vacías y silencios amenazantes, en la que una sombra oscura se materializa en el claroscuro de un rincón para cobrarse su tributo de sangre en una víctima inocente.

No obstante, lo vibrante de la narración y los puntuales virtuosismos técnicos de Karlson no fueron suficientes para que el maestro Sam Fuller, habituado en sus historias y en sus películas a plasmar recovecos morales, a invertir los puntos de vista y desarrollar tramas poliédricamente complejas, manifestara su satisfacción con la película. Sin duda en su opinión no demasiado entusiasta pesó mucho apresurado final, con el trío protagonista reunido en el despacho de Chapman con el testigo crucial que desvela toda la historia, con la súbita y oportuna llegada de la policía y con el repentino ataque de integridad del editor, que llega a aceptar y provocar su castigo siguiendo las pautas del código censor. Con todo, se trata de una obra disfrutable, de un producto puramente noir, realizado con brío e interpretado solventemente, con un nuevo recital de Crawford componiendo uno de esos tipos toscos, prácticos, directos, ambiciosos y tan carentes de tacto como de escrúpulos que le conceden un lugar propio, personal e intransferible en el universo del film noir.


tomado de diariocinefiloclasico

Hacia 1952, cuando se realizó el presente filme, la mezcla del mundo del periodismo con las temáticas criminales propias de la serie negra había producido ya muchas notables películas, entre las que podríamos citar «Call Northside 777» de Hathaway, «The Big Clock», de John Farrow (con algunas interesantes similitudes con el argumento de la aquí comentada) o «Deadline USA», de Richard Brooks. Posteriormente aparecerían otros títulos que abundarían en esta línea, alcanzando resultados meritorios, de los que yo destacaría «While the City Sleeps» de Fritz Lang, y «Sweet Smell of Success» de Alexander MacKendrick.

A cargo de esta película, que adapta una novela del también cineasta Samuel Fuller (al que no le gustó demasiado el resultado), encontramos a uno de los realizadores más olvidados hoy en día, incluso dentro del universo de la serie B, y es que poca gente recuerda hoy a Phil Karlson, quien no obstante cuenta en su filmografía con varias películas de calidad, en especial dentro del género negro («Kansas City Confidential», «99, River Street», etc).

Juan Miguel Lamet decía algo interesante: «Películas maravillosas son ésas en las que se muestra un hombre que ha estado guardando un secreto durante toda su vida, y un día, alguien lo descubre, y con él, se descubre toda la vida oculta de esa persona, y de ahí sale una gran película».

«Trágica información» pertenece a este género. Broderick Crawford debió creerse tan buen actor como Orson Welles, después de su éxito con «El político» (Robert Rossen, 1949), y muchas veces tendía a la sobreactuación. Pero con un buen papel, como el de este editor, podía aportar una poderosa presencia. El problema de Mark Champgman (B. Crawford) es que ha tenido que ocultar un secreto durante toda su vida, para poder cumplir todas sus ambiciones como editor, y llegar a lo más alto.

No se trata exactamente de un hombre corrupto, sino más bien de un personaje al estilo Fritz Lang, capaz de cometer un error fatal cuando toda la vida que ha construído para llegar arriba, se ve amenazada. Ese momento de debilidad que puede marcar a un hombre para siempre, haciéndole cometer un acto de maldad, solía ser efectivamente el punto de partida del universo de Lang, el cuál culpaba al mundo de la corrupción del hombre.

Como en este caso Broderick Crawford ha construido su vida intentando tapar su pasado, y ha puesto todo su espíritu en llegar a lo más alto, el espectador no puede por menos de compartir en parte la angustia del personaje.

Esta Trágica información es la película que más me ha gustado de Phil Karlson gracias a un guión incisivo y contundente, marcado por la amargura de unos diálogos agudos y unos personajes llenos de cinismo. Hay una fuerte crítica a esa prensa sensacionalista que pretende vender las noticias como sea con unos impactantes titulares o esos reporteros y fotógrafos que se quieren anticipar a la propia policia (similar al planteamiento de El ojo público con Joe Pesci, otra película notable). En este sentido, es curioso la fiesta que organizan de los Corazones Solitarios buscando una línea periodística más comercial acercada a las relaciones sentimentales y a los cotilleos.

Sobresale un reparto tan completo que va desde Broderick Crawford con ese aspecto brutal, irritable y amargado, a un John Derek como entrometido y oportunista periodista, la siempre elegante Donna Reed como una desencantada informadora o ese jubilado y alcohólico periodista tan patético que interpreta Henry O’Neill.

Karlson narra con una fluida precisión, creando momentos de notable tensión (todo lo concerniente al estupendo pasaje en el que Charlie descubre que Chapman es el asesino: sus denodados esfuerzos, dado el ruido a su alrededor, cuando intenta hacerse entender por teléfono en el bar; el encuentro en el callejón con Chapman), logrando incluso, con perversa habilidad, que nos pongamos en la piel de Chapman en las diversas ocasiones en que puede ser descubierto (o cómo sufre, el que está habituado a controlar y manipular, la agónica incertidumbre de lo imprevisible).

Otro estimulante film noir a añadir a los que realizó Karlson en esta década, ‘El cuarto poder’ (1952), ‘El imperio del terror’ (1955), ‘Los hermanos Rico’ (1957) y, especialmente, ‘Calle River 99’ (1959).

Karlson es un director a reivindicar justamente en la actualidad porque sabe dotar sus historias de sencillez y precisión, sin adornos de ningún tipo.


tomado de cinenegromemento

Broderick Crawford es Mark Chapman / George Grant. Cine negroBlack Angel (Ángel negro-roy William Neill-1946), Convicted (Drama en presidio-Henry Levin-1950), The Mob (El poder invisible-robert Parrish-1951), Scandal Sheet (Trágica información-Phil Karlson-1952), Night People (Decisión a medianoche-Nunnally Johnson-1954), Human Desire (Deseos humanos-Fritz lang-1954), New York confidential (Russell Rouse-1955), Big House USA (La justicia al acecho-Howard W.Koch-1955)

Donna Reed es Julie Allison Cine negroChicago Deadline (El misterio de una desconocida-Lewis Allen-1949), Scandal Sheet (Trágica información-Phil Karlson-1952),

John Derek es Steve McCleary  Cine negroA double life (Doble vida-George Cukor-1947), Knock on any door (Llamad a cualquier puerta-Nicholas Ray-1949), Scandal Sheet (Trágica información-Phil Karlson-1952),

Rosemary DeCamp es Charlotte Grant  Cine NegroDanger Signal (Robert Florey-1945), Nora Prentiss (La sentencia-Vincent Sherman-1947), Scandal Sheet (Trágica información-Phil Karlson-1952),

Henry O’Neill es Charlie Barnes aunque su filmografía arranca en 1930, empieza tarde en el  cine negro: No Man of Her Own (Mentira latente-Mitchell Leisen-1950), The second woman (La segunda mujer-James V.Kern-1950), Convicted (Drama en presidio-Henry Levin-1950), The people against O’Hara (El caso O’Hara-John Sturges-1951), Scandal Sheet (Trágica información-Phil Karlson-1952),

Jay Adler Notamos su presencia en el papel de Bailey (no acreditado):  acaba de actuar en The Mob (El poder invisible-Robert Parrish-1951). Después de Scandal Sheet (Trágica Información-Phil Karlson-1952), The long wall (Tras sus propias huellas-Victor Saville-1954) lo vemos en The big combo (Agente especial-Joseph H.Lewis-1954), Murder is my beat (Edgar G.Ulmer-1955), Illegal (Lewis Allen-1955), The killing (Atraco perfecto-Stanley Kubrick-1956), Crime of Passion (Gerd Oswald-1957), Sweet Smell of Success (Chantaje en Broadway-Alexander Mackendrick-1957).

En la primera secuencia: excelente picado de la cámara 

en las calles de un barrio pobre de Nueva York donde hubo un crimen.

Un buen cine negro que Phil Karlson escenifica con éxito. Le apoya un excelente Broderick Crawford en el papel de Chapman,  director de redacción, un personaje ambicioso e imponente. Todo vale cuando se trata de aumentar las ventas del New York Express; los accionistas no pueden resistirse mucho a la transformación sufrida por el  diario en hojas-basuras (“scandal sheet” o más bien “scandal shit”),  cuando Chapman les enseña el impresionante aumento de la tirada y… de sus dividendos. 

Así que la redacción puede seguir con sus sucesos morbosos (crímenes, violaciones…) y eventos populares financiados por el mismo diario,  como estas bodas en directo organizadas en fiestas multitudinarias con el nombre de “Corazones solitarios”. Además, Chapman tiene a su servicio a Steve,  un joven reportero dispuesto a todo para meter sus narices en el fango antes que intervenga la policía.

No soy policía, solo dije que quería hacerle preguntas

Sigue por este camino, y le arrestaré, está avisado” 

le contestará más tarde el teniente de policía.

Desde la primera secuencia, Steve se presenta como inspector de policía para entrevistar a los testigos de un crimen. Su dudosa deontología se enfrenta a Julie, otra periodista del diario con quien el idilio se ve totalmente imposibilitado por tantas oposiciones en la concepción de la profesión. Tenemos aquí el otro punto de interés en la caracterización de los personajes: ¿conseguirá la delicada y humanista Julie convencer a Steve para llevar la difícil  investigación que les espera?  Porque a Chapman se le ha caído algo muy gordo: su turbio pasado reaparece en la persona de Charlotte Grant, su mujer cuando él se llamaba George Grant. Ella lo reconoce en el “Club de los corazones solitarios” que Chapman ha organizado.

 Largo travelling siguiendo a la señora Grant que ha reconocido a Chapman

Charlotte está desesperada por el abandono de su marido durante tantos años y que se presenta ahora como un notable de Nueva York. Se encuentra  al borde del ataque de nervios, pero eso no dura mucho tiempo: Chapman, furioso, la empuja y la mata (in)voluntariamente, disfraza el crimen como suicidio…  Esta sórdida situación dura poco: Chapman la aprovecha para aumentar la tirada del diario, dando cada vez más informaciones y dejando a Steve la responsabilidad directa de la investigación.

Julie no tarda en intervenir cuando el viejo periodista Charlie Barnes forzosamente jubilado, se inmiscuye en los extraños asuntos de Chapman enfrentado a la cada vez más grande dificultad  de su empresa engañosa y que empieza a sudar abundantemente. Es que Steve y Julie ya no paran de mover índices: encuentros con Charlie y una piña de borrachos más, todos  salidos de una película alemana de los años 30, o un juez perdido en un pueblo del Connecticut…

Para Chapman/Grant, empieza el juego del gato gordo con estos dos pequeños ratones: este gato sabe utilizar las sombras y las falsas apariencias… Aquí conviene notar la aportación de Burnett Guffey a la fotografía de los bares, de la sala de prensa… y a sus juegos de luz y sombra que Broderick Crawford aprovecha bajo la dirección de un Phil Karlson en plena forma. Notamos la fuerza de la secuencia en la que Charlie desenmascara a Chapman/Grant:

Charlie: Querías ser importante, Mark, Esto te hará más famoso de lo que nunca pudiste soñar.   Una buena historia, la he esperado toda mi vida.

–Mark: Ya la tiene, Charlie pero no la vas a escribir

 Saca la navaja:

-Estas loco, Mark, llevas 20 años cubriendo noticias y sabes que esto nunca funciona… Son sus últimas palabras.

Julie, Steve y el juez del Connecticut

 Interesante guión adaptado de una novela de Sam Fuller, “The dark page”,  ambientado  en el mundo de la prensa. Aquí, como lo vimos con Call Northside 777 o Deadline USA, la prensa sensacionalista se encuentra en el foco de la crítica. Pero Phil Karlson no busca la docu-propaganda de Hathaway  y prefiere ir en el sentido opuesto a Bogart y Richard Brooks: ¡nos sumergiremos en las inmundicias de la prensa neoyorquina   por el placer de un pequeño suspense sin detectives ni,  por supuesto,  “femmes fatales”!  

Sam Fuller saca aquí sus talentos de escritor al servicio de un tema que conoce bien, ya que él mismo fue periodista (ver Cineastas en los campos). Recordamos que Sam Fuller fue guionista de cine negro: Power of the Press (Lew Landers-1943), Gangs of the waterfront (George Blair-1945), Shockproof (Más fuerte que la ley-Douglas Sirk-1949), Scandal Sheet (Trágica información-Phil Karlson-1952), o guionista de sus propias películas negras como: Park Row (1952), Pick-up on South Street (Manos peligrosas– 1953),Underworld USA (Bajos fondos– 1961).

Park Row, es el nombre de una calle en Manhattan donde unos cuantos diarios famosos tenían su sede. Sam Fuller realiza esta película el mismo año que Karlson rueda Scandal Sheet.  Sin embargo, parece ser que alguien ha sabido aprovecharse de su novela “The dark page” que la película de Karlson adapta: se dice que Howard Hawks le compró los derechos por 15 000$ durante la guerra. Fuller trató con el famoso guionista Sidney Buchman –este conocerá la pesadilla de la lista negra de Mac Carthy –para  que adapte la novela: Hawks vendió este guión por 100 000$  a Edward Small que decidió producir la obra con Phil Karlson y su actor fetiche, John Payne, el cual fuer reemplazado por Crawford.


tomado de cinemaldito

A principios de los años cincuenta, el cine negro se hallaba en un interesante punto de inflexión. La época de esplendor que abarcó desde finales de los años treinta y que se alargó toda la década de los cuarenta había llegado a su fin. Así, en el siguiente decenio la fórmula consistente en narrar historias detectivescas o de atracos perfectos desde un punto de vista clásico tanto en su derivada visual como en la conceptual estaba tan explotada que los productos que vieron la luz en estos primeros años de la década carecían de esa frescura y factor sorpresa necesario para satisfacer las necesidades de un público cada vez más entendido y exigente. En medio de este panorama decadente surgió una figura imprescindible para entender la renovación del lenguaje cinematográfico en el género negro. Así, Phil Karlson fue uno de los responsables de esa transición que hubo en es estos años en la que el cine dejó de un lado la inclinación puramente noir tal como se venía explotando desde sus orígenes hacia lo que se denominó el thriller o género de suspense.

El cuarto hombre-1

Y esta metamorfosis fue llevada a cabo desde las trincheras de la serie B más seminal y emergente gracias a ese talento descomunal que poseía el cineasta americano para extraer todo el jugo a los escasos medios materiales y humanos con los que contaba para forjar sus obras. Sin duda, la figura del autor de Calle River 99 merece por ello una fogosa reivindicación en virtud de su condición de pionero en el abordaje de esa revolución necesaria a la hora de tejer esos relatos sobre el mundillo del hampa y los valores criminales que gracias a ese cambio experimentado en los primerizos años cincuenta permitió edificar el universo del thriller tal como lo conocemos en nuestros días.

El cuarto hombre constituye junto a Trágica información el punto de partida de la época dorada de Phil Karlson. Lo primero que llama la atención del film es sin duda su fuerza visual, obtenida por medio de una puesta en escena virulenta y poderosa que no deja nada a la zaga al más puro estilo de la serie B de fábrica. Así, una plano general que muestra la silueta de la ciudad de Kansas City dará paso acto seguido sin dejar tiempo al respiro —sensación de dinamismo lograda a través de un montaje que otorga a la energía visual, con una sorprendente ausencia de diálogos, todo el poder de fascinación cinematográfica— a la escenificación de la preparación de un robo a un furgón blindado. Karlson pone toda la carne en el asador en este arranque mostrando el rostro desfigurado de un magnífico Preston Foster observando desde la distancia —y mirando constantemente el paso del tiempo representado por los relojes que aparecen y desaparecen mecánicamente en esta secuencia de apertura—, cada uno de los capítulos que engranan la planificación del asalto. Un episodio que será adornado con una música inquietante que ayudará a enardecer el ambiente ya de por sí cargado que estimula la brillante radiografía criminal ideada por el maestro Karlson.

Tras rematar cada uno de los pasos que deben realizarse para la consecución del atraco perfecto, Tim Foster (así se denomina el maquiavélico y magnético personaje interpretado por el legendario Preston Foster) reunirá a los integrantes del equipo de asalto en la habitación de un hotel para ultimar los detalles de la ejecución. Se trata de tres experimentados delincuentes (interpretados por un trío de los mejores villanos de la serie B de la época, nada menos que los imprescindibles Neville Brand, Lee Van Cleef y Jack Elam) buscados por la policía y desconocidos entre sí que serán reunidos por Foster para conseguir culminar con éxito la empresa trazada. Este punto, el desconocimiento de quien se esconde tras la personalidad de Foster, así como entre los propios integrantes de la pandilla, será el punto esencial que debe concurrir para evitar el fracaso del golpe. Para facilitar la ocultación de su identidad, el líder acudirá a la cita disfrazado con una inquietante máscara que envolverá en un halo de misterio su rostro.

El cuarto hombre-2

Después de una breve descripción por separado del temperamento de los miembros del grupo, Karlson no se andará con rodeos fijando como objetivo para su siguiente escena la conclusión del atraco. Ésta será filmada de un modo seco y abrupto, sin insertar pues esos adornos y fuegos de artificio que sin duda despistan la mirada del espectador hacia rincones no deseadossiendo más esencial e importante para el devenir de la trama la aparición de una furgoneta de reparto de una floristería conducida por un inocente repartidor llamado Joe Rolfe (interpretado por el siempre convincente y vigoroso John Payne) quien se verá envuelto por las circunstancias y fundamentalmente por objeto de la pérfida mente de un Foster que buscaba un falso culpable.

Así, la semejanza existente entre la furgoneta de Rolfe y la empleada por los asaltantes para la puesta en práctica del expolio del furgón dará con los huesos del inocente conductor en la cárcel al ser confundido por la policía con los auténticos forajidos. A través de un montaje en paralelo de un ritmo frenético y asfixiante, Karlson mostrará al cuarteto infractor planificando el reparto del botín. Para ello, Foster —siempre tapado al igual que sus colegas por una máscara amenazadora— decidirá enviar a cada uno de los miembros de viaje para en unas pocas semanas poder reunirse en un apartado paraje con objeto de dividir el resultado del robo.

Una vez descubierto el error, la policía liberará a Rolfe. Pero el daño ya está hecho. La prensa destapará que detrás de la fachada del trabajador se hallaba un ex-convicto. Las sospechas ligadas a su pasado criminal, provocarán el despido de Rolfe de su empleo, generando en el mismo unas ansias de venganza imposibles de controlar. Así, gracias a los contactos que Rolfe aún mantiene con los bajos fondos, un amigo le suministrará una valiosa información relacionada con el caso. Por ende el joven ex-convicto descubrirá que un hampón llamado Peter Harris (Jack Elam) ha decidido viajar a México en extrañas circunstancias. Convencido que se trata de una pista conectada con su lance, Rolfe seguirá el rastro de Harris cerca de la frontera mexicana encontrándose con el delincuente. El valor y fortaleza de Rolfe hará cantar a Harris acerca de su participación en el atraco al furgón, así como de la presencia de otros tres compañeros desconocidos con los que se encontrará en un apartado hotel en México. Sin embargo, en el momento de tomar un avión en el aeropuerto la policía abatirá a Harris —un peligroso criminal buscado por asesinato— tras descubrir su presencia en el aeródromo. Esta circunstancia será aprovechada por Rolfe para adoptar la identidad de Harris con el fin de cumplir su plan de venganza.

Al llegar al hotel donde sucederá el reparto, Rolfe será recibido por los dos compañeros de fechorías de Harris, Boyd Kane (Neville Brand) y Tony Romano (Lee Van Cleef), quienes simulan gozar de un retiro vacacional. El trío será consciente del auténtico motivo que les ha llevado a arribar al centro vacacional. Sin embargo, ninguno de ellos sabe quien se oculta tras el rostro del cerebro del plan. Un Foster que observará desde una posición privilegiada las andanzas de sus compinches moviéndose como pez en el agua entre las bambalinas del hotel gracias a la prerrogativa que le supone formar parte de esa clase respetable y honorable de la pujante burguesía americana así como el conocimiento de la estampa de sus respectivos colegas. Pero todo se complicará cuando advirtamos que las verdaderas intenciones de Foster no serán las de repartir el botín —compuesto por unos billetes de fácil localización por parte de la policía— sino que su plan realmente consiste en delatar a los integrantes de la banda con objeto de cobrar la recompensa que la aseguradora del banco ha fijado para localizar a los ladrones y así recuperar el expolio.

El cuarto hombre-3

A esta intrincada trama de suspense se unirá una sub-trama romántica con la aparición de la hija de Foster en la residencia vacacional. Una bella joven que sentirá una instantánea atracción ante la presencia de un Rolfe cuyas indagaciones acerca de la identificación del cerebro del crimen irán poco a poco desmenuzándose a medida que profundice en la personalidad del padre de su pretendiente, un policía retirado del servicio por su participación en un sombrío caso, que parece esconder en cada paso que muestra un pelaje sospechoso.

Con este complicado engranaje, Karlson tejió un thriller fogoso y trepidante que encierra bajo su máscara de puro entretenimiento hardboiled una intrincada trama de traiciones y denuncia referente al carácter achacoso y putrefacto de una sociedad americana totalmente absorbida por la corrupción y la falta de valores morales. Una ausencia de valores mostrada por un Foster carente de escrúpulos que no dudará en conspirar en su propio beneficio. Karlson exhibe así, el menoscabo de valores evidenciado no solo en la clase media, sino del mismo modo en esos bajos fondos que ya no se rigen por los códigos de honor de los viejos tiempos. En este sentido, Karlson radiografía una nación temerosa y frívola en la que no existe lugar para la redención y el perdón, sino que es guiada por el vicio y el sensacionalismo.

A este revestimiento de denuncia social se añade una puesta en escena vibrante en continuo movimiento, donde no queda hueco para el reposo y el aburrimiento. De este modo, Karlson se apoyará en una fotografía académica que desata ese ambiente malsano y enfermizo merced a un montaje áspero y escabroso empleado para tensionar la trama de manera magistral. Una edición que recuerda a las películas de acción y cine negro de Raoul Walsh o Michael Curtiz por ese instinto que convierte lo difícil en algo sencillo, generando así intriga sin necesidad de recurrir a efectistas trucos fotográficos. Ello emparenta a la misma con esa manera de hacer cine negro del montador oficial de Walsh en sus mejores años, quien no es otro que el maestro Don Siegel.

El cuarto hombre-4

Pero lo que más me gusta del film es sin duda su capacidad para engendrar suspense desde elementos cotidianos. Puesto que al más puro estilo Alfred Hithcock, Karlson renuncia a hilar su cinta en base al descubrimiento de la identidad del criminal. No. Desde el primer plano el espectador conocerá quien ostenta dicha condición. Y es que a través del recurso del falso culpable —otro elemento Hithcockiano que será deformado por Karlson para esbozar una incipiente propuesta de cine de venganza— el autor de Los hermanos Rico construyó una especie de epopeya que toma prestados ingredientes de géneros tan diversos como pueden ser el de las road movies, el melodrama romántico y también el cine de historias cruzadas, logrando alcanzar el cenit de su propuesta a partir de la mitad del recorrido del metraje al forjar un microcosmos de suspense, juegos de traición y situaciones en ese paraje para la explosión de los instintos más bajos del ser humano que detentará con la confluencia de los diferentes protagonistas en el hotel donde en principio tendrá lugar el reparto del fruto del robo. Ello se cosechará gracias a un elenco protagonista que da muestras de su pericia para radiografiar esos temperamentos esquizoides y temerosos presentes en los moradores de los bajos fondos. Así, el quinteto de intérpretes que sustenta el devenir argumental está sencillamente espectacular, rematando cada uno de ellos el carácter egocéntrico y astuto de Foster, el temperamento vigoroso e intrépido de Rolfe, la naturaleza inestable e intranquila de Harris, el talante suspicaz y violento de Romano y finalmente el estilo vehemente y apresurado de Kane.

Todos estos personajes chocarán en un embrollo magníficamente llevado por Karlson fraguando una obra nerviosa, violenta y ambigua, donde nada será lo que parece. Una cinta que vertebra un poderoso negativo sobre el carácter rastrero y vil que ostenta ese ser humano que ha abandonado los auténticos valores humanistas para abrazar la adoración al dinero y el poder como únicos motores de vida. Un sendero que únicamente podrá ser conducido desde esa violencia presente en una sociedad americana en la que apenas queda ningún vestigio de esperanza para hacer brotar de nuevo la creencia en la regeneración del ser humano.

El cuarto hombre-5

A %d blogueros les gusta esto: