Donde habita el peligro

Título en castellano Donde habita el peligro
Titulo original Where Danger Lives
Año de filmación 1950
Duración 84′
Pais Estados Unidos
Director John Farrow
Guion Charles Bennet
Música Roy Webb
Dirección de fotografia Nicolas Musuraca
Reparto
Productora RKO Radio Pictures
Sinopsis Una noche, el joven médico Jeff Cameron (Robert Mitchum) conoce a Margo (Faith Domergue), una paciente que ha ingresado en el hospital después de un intento de suicidio. Enseguida se enamoran y empiezan a verse, pero, de repente, se ven involucrados en un asesinato y deciden huir a México para eludir la acción de la Justicia
Premios  
Subgénero/Temática Crimen, Drama

tomado de filmaffinity

Film de cine negro realizado por John Farrow (1904-1963). El guión, de Charles Bennett (“Los inconquistables”, De Mille, 1947) desarrolla un argumento de Leo Rosen. Se rueda en los RKO Studios (Hollywood), con un presupuso de serie B. Producido por Irving Cummings Jr. e Irving Allen para RKO, se estrena el 14-VII-1950 (EEUU).

La acción dramática tiene lugar en San Francisco (CA) y en el camino por carretera desde esta ciudad a la localidad de Nogales (AZ), fronteriza con Méjico. El joven médico Jeff Cameron (Mitchum) vive entregado a su trabajo en un hospital de San Francisco, tiene relaciones formales con la enfermera de quirófano Julie Dorn (O’Sullivan) y lleva una vida ordenada y convencional. Cuando ingresa en el Centro una bella muchacha, Margo Lennington (Domerge), a causa de un intento de suicidio, queda fascinado por ella y sumergido en un mundo de deslumbramiento y ofuscación, que se ve agravado y potenciado por los golpes que recibe del marido de ella, Frederick (Rains), en la cabeza con un atizador de chimenea y la conmoción cerebral que le sobreviene. Jeff es físicamente fuerte y de complexión atlética, pero psicológicamente vulnerable. Margo padece problemas de equilibrio y estabilidad emocional y psicológica. Julie es afectuosa, sacrificada y competente. Mantiene con Jeff una relación estable y desea casarse con él.

El film suma drama, cine negro, romance, thriller y elementos de película de carretera (“road movie”). Fue concebido por Howard Hughes como medio para promocionar a la actriz novel Faith Domerge (1924-99), con la que había mantenido un idilio (1941-43) que él deseaba retomar. Debutó en la gran pantalla en 1941 y su primer papel protagonista lo tuvo en el largometraje (“Vendetta”, Ferrer, 1950) que se estrenó después del que comentamos.

La cinta se divide en dos partes diferenciadas. En San Francisco se hace el planteamiento de la historia, cuyo desarrollo tiene lugar a lo largo del recorrido en coche por carretera. Destaca la creación de una atmósfera extraña, obsesiva y perturbadora, que gradualmente se torna oscura, densa e irrespirable. Los personajes con los que la pareja se encuentra a lo largo del viaje son siniestros, extravagantes y se comportan de manera que destila irrealidad. La combinación de los mismos compone un retrato inquietante y ácidamente crítico de la sociedad americana, que se ve poblada de borrachines, estafadores, egoístas, codiciosos, tramposos, ladrones, oportunistas, etc. El entorno social añade a la atmósfera opresiva elementos de pesadilla, ensoñación, delirio, amenaza y salvajismo.


Las relaciones cinematográficas de Robert Mitchum con el sector sanitario merecerían un estudio singularizado y un ciclo en el que estarían con toda seguridad Odio y Orgullo (médico), Cara de Ángel (enfermero) y Donde habita el peligro (doctor). No hay duda que a Mitchum le sientan como anillo al dedo estos papeles de «seductor Doctor Kildare» en los que resulta totalmente creíble y que interpreta con su buen hacer característico.

Muchos de los papeles de Mitchum para la RKO parecían cortados por el mismo patrón y en muchos aspectos Where danger lives (WDL) recuerda a Cara de Ángel de Preminger, si bien el director vienés gana por KO técnico y desde el primer asalto a John Farrow, realizador interesante pero a cien mil leguas, submarinas o no, del anterior. Ese Mitchum seducido al punto del atontamiento y absolutamente atrapado en la tela de araña de Jean Simmons tuvo su precedente en lo que sucede con esta otra araña igualmente venenosa, Faith Domergue, cuyos talentos artísticos superan a los de la Simmons en exhuberancia pero no en candidez y cara de no haber roto un plato.

Pero nuestro Robert sigue siendo el mismo cándido, si bien en WDL puede aducir en su defensa las jaquecas consecuencia del trastazo en la cabeza infringido por un Claude Rains violento y salido de madre, circunstancia a la que no nos tiene acostumbrado este «gentleman» de la escena. Y hablando de candidez, no lo es menos la de Maureen O,Sullivan, entrañable y recordada Jane (ya saben…»Yo Tarzán, tú Jane»), en un papel breve y con mas perdones que un confesionario.

Un film que se deja ver, incluso con momentos interesantes, pero sobre todo dispuesto para lucimiento de la amiguita de Howard Hawks (Faith Domergue). Menos mal que anda por ahí Robert Mitchum y eso es garantía, señores…


tomado de hildyjohnson

dondehabitaelpeligro

Descubrir ciertas películas, se convierte en un hallazgo sorprendente. Y en Hollywood, en el sistema de estudios, había un montón de directores-artesanos que esconden entre sus extensas filmografías, películas que son diamantes. Uno de ellos es Donde habita el peligro de John Farrow. Película de serie B (es decir, con un presupuesto menor que otras producciones del estudio, en este caso RKO) que es una muestra de buen cine negro. Y una oportunidad para valorar a Robert Mitchum como un héroe trágico del género. Muchos de los ingredientes del cine negro se vislumbran en cada uno de sus fotogramas: femme fatale, destino y fatalidad, ambigüedad moral y atmósfera enrarecida. Además cuenta con los ingredientes también de una road movie, un amor fou y una frontera (como muchas veces ocurre… el sitio al que llegar es México) como símbolo de otra vida que nunca llega.

John Farrow conocía los mecanismos del cine negro y en su obra hay varios títulos como Mil ojos tiene la nocheEl reloj asesino o la película que nos ocupa. En este caso cuenta además con un reparto tanto de actores principales como secundarios que siempre aportan algo a la historia (y la hacen avanzar). La característica más brillante y más conseguida por Farrow es cómo va cambiando la atmósfera de la película que se va convirtiendo en confusa, nebulosa, agobiante y oscura casi de pesadilla, donde los protagonistas se cruzan con personajes ambiguos y lugares extraños… Y esto tiene su explicación porque Donde habita el peligro toma el punto de vista del doctor Jeff Cameron (un no solo carismático Robert Mitchum sino también buen actor) y en un momento dado, en la segunda parte del film, vemos todo a través de su mirada especial, una mirada enturbiada por una conmoción cerebral debida a unos fuertes golpes que recibe en la cabeza.

Otra peculiaridad de la película es su femme fatale con el rostro de la morena Faith Domergue (una actriz a la que Howard Hughes intentó promocionar así como lanzar su carrera y que fue pareja del millonario a principios de los años cuarenta). Una femme fatale a su pesar, una joven bella y millonaria pero aquejada de desequilibrios emocionales y una frágil salud mental. Al principio a los ojos de Jeff y del espectador es una misteriosa y solitaria dama, después el doctor cree descubrir ya cegado de amor porque es una mujer desgraciada y atormentada (y aquí sucede el clímax de la película y lo que les convierte en una pareja de fugitivos…, empieza la road movie) y, por último, cuando más aturdido está va descubriendo (con su mente hundida en una nebulosa permanente y un fuerte estado de conmoción que le va haciendo perder poco a poco facultades mentales y físicas) a una mujer fría, calculadora, manipuladora para finalmente mirarla como una mujer enferma.

Si se realizara una programación doble, Donde habita el peligro sería un precedente de la maravillosa e impactante obra de Otto Preminger, Cara de ángel, que se rodaría dos años más tarde y con el mismo actor protagonista Robert Mitchum (curiosamente también con una profesión relacionada con un hospital, en esa película es un enfermero de urgencias). Un precedente en cuanto a la presentación de la femme fatale… en forma de mujer con un claro desequilibrio mental.

También destacar la presencia de Claude Rains (uno de los secundarios de oro de Hollywood) en un papel breve pero importantísimo para la trama y el transcurso de la historia. O el rostro angelical de Margaret O’Sullivan (esposa del director, y ambos padres de Mia Farrow) en otro breve papel y prácticamente único personaje positivo de la película. La galería de personajes con los que se encuentran los protagonistas en su huida para llegar a la frontera muestran una América profunda y ambigua moralmente, una América oscura y negra (otro de los aciertos de esta película)… El doctor Jeff Cameron va hundiéndose irremediablemente en la fatalidad, sin posibilidad de dar marcha atrás, afectado además por una pérdida de claridad mental debido a su conmoción.

Donde habita el peligro de John Farrow es un diamante de cine negro que merece la pena recuperar del olvido.


tomado de cinemelodic

Buena película de cine negro dirigida por un buen artesano del género, John Farrow, el padre de la actriz Mia Farrow, hija de Maureen O’Sullivan, que participa en la película que nos ocupa como  prometida del protagonista. Suyos son títulos como “Mil ojos tiene la noche” (1948), la estupenda “El reloj asesino” (1948) o “Las fronteras del crimen” (1951), también con Robert Mitchum como esta que analizo, por citar algunos títulos dentro del género negro. Por supuesto frecuentó todo tipo de géneros y en todos se movió con soltura, como corresponde al competente artesano que era. Farrow, australiano y ex marino, convertido al catolicismo, era un tirano en los rodajes, los actores huían de él tras pasar por sus manos, aunque Mitchum repitió y Ray Milland pareció inmune a esto.

Esta “Donde habita el peligro” es una muestra de cine negro clásico en su versión de crimen pasional de una pareja al marido de ella para poder vivir su amor con libertad. El destino y la fatalidad estarán presentes, como corresponde al género, desde el mismo inicio. Un intento de suicidio de una bella mujer, Margo (Faith Domergue), da inicio a la trama y la definición de personajes, donde Robert Mitchum interpreta al competente  y sensible doctor Jeff Cameron, prometido con Julie (Maureen O’ Sullivan). En esta escena tendremos el primer contacto entre la fatal pareja. Resulta curioso ver al amigo que lleva a Margo al hospital, misterioso y mostrado de pasada pero sin incidencia en la trama posterior.

El doctor Cameron se debatirá entre dos mujeres, o mejor dicho, se decidirá por una pero escarmentado acabará con la otra. La virgen y la prostituta, un clásico del género, la virgen vinculada a las rosas blancas que le regala su prometido y la prostituta a las rojas, que son las de su gusto según verbaliza, la pasión. Un buen juego el de las rosas. Es interesante ver el momento de la renuncia de Cameron a su prometida, Julie, a través de un breve diálogo en off entre él y Margo donde se la menciona. Una posterior elipsis confirma la infidelidad. Gran detalle narrativo.

Es evidente que el enamoramiento resulta en exceso apresurado y poco justificado. Es lo que tiene la arrebatada pasión en el cine negro. La aparición del señor Lannington (Claude Rains), el marido de Margo, cierra y complica el cuarteto amoroso definitivamente. Así comprobamos que no sólo Cameron está entre dos mujeres sino que Margo está entre dos hombres, como Farrow muestra brillantemente en un plano frontal donde la mujer aparece encuadrada entre ellos dos. Rains está  magnífico en su breve aparición, destacando especialmente su juego con la ceja.

Por supuesto habrá estupendas joyas en forma de diálogos, como suele suceder en el cine negro. La sorpresa por la revelación será contestada por Margo con evasivas y miradas perdidas. La interpretación de Faith Domergue es la más floja del reparto.

Farrow es un magnífico director retratando ambientes, aquí lo comprobamos con el bar donde la pareja se cita furtivamente o en el aeropuerto que aparece brevemente en su huida. El bar será el lugar de lo clandestino, escenificado en un beso tras una cortinilla. La casa de Lannington y Margo es el lugar de la pesadilla, presentado con un gato siempre en la puerta. Será allí donde se cometa el crimen al dueño de la casa, donde Cameron resulte agredido, donde se desmaye… Un excepcional plano entre luces y sombras, muy cercano al rostro de Mitchum, antecede al desmayo precisamente. Todo resulta como onírico, fantasmagórico. Mitchum se reflejará en un espejo, ante el que tira rosas blancas, símbolo del inicio de su viaje al infierno, su renuncia a Julie, intentando desperezarse tras el golpe recibido, en una imagen que casi resulta una versión perversa de “A través del espejo”, donde el doctor está a punto de pasar a otra dimensión que le lleve a la perdición y la madurez. Revelaciones y muerte encubiertas. Mitchum en un coche en una película de cine negro es un clásico imprescindible. Mitchum es uno de los mejores actores que ha dado el cine negro, junto a Bogart el gran duro de los detectives del género o no detectives pero protagonistas. Mitchum y los coches en el cine negro nos llevan a “Cara de ángel” (Otto Preminger, 1952) o “Retorno al pasado” (Jacques Tourneur, 1947)… casi nada.

 

 

Extraña siempre la actitud de ella, es fácil que el espectador sospeche que algo raro ocurrió en la casa y que seguramente fue ella la que mató a su propio marido haciendo llevar el paso de la culpa a su supuesto enamorado, algo que se confirmará posteriormente. Esta extrañeza radica en esa huida repentina cuando nadie los estaba buscando. Farrow irá salpicando la narración de elementos que resalten la psicopatía y locura de ella, así como su falsedad, por ejemplo los encadenados que muestran el calor que sufren en su viaje y que desemboca en un rato de locura de ella. Un pulso narrativo perfecto y una dirección convencional y correcta.

Los escenarios irán tornando de lo urbano o lujoso a lo rural y destartalado, como el lugar donde se oculta Margo mientras Cameron compra una furgoneta, el desierto que los enmarca en su viaje o donde la mujer tiene su arranque de locura. Farrow usa el humor y la ironía salpicando la narración con esos policías que aparecen ocasionalmente ignorando a estos fugados… Nadie los persigue pero ellos huyen camino hacia su perdición.

El destino fatal.

El destino es pieza fundamental de la cinta y uno de los grandes temas en las cintas de cine negro, aquí es un destino juguetón e irónico, los zarandea de un lado a otro divertido, con detalles como los policías que los ignoran mencionados anteriormente o el sheriff pesado que los detiene tras un accidente y deja libres. Como remate a esto tendremos la noticia del descubrimiento de la muerte de Lannington por la radio, un descubrimiento que se produce por culpa de la gata que esperaba a la puerta de la casa, mencionada también con anterioridad, la guardiana de la casa de la pesadilla.

MargoEsa gata…Tenía que ser esa gata… La han encontrado hace sólo 4 horas, podíamos haber volado a Nueva York, incluso podíamos haber llegado a Tijuana… ni nos estaban buscando.

CameronPero ahora sí.

En el surrealista pueblo donde son multados por no llevar barba todos ignorarán la foto que los delata, en un nuevo ejemplo de destino juguetón, hasta el punto de que nuestros protagonistas tendrán que casarse para mantener su fachada. La sombra sobre los muñecos de boda es un magnífico ejemplo de talento expresionista con significación, un presagio de la fatalidad que se cierne sobre esa pareja, destinada al fracaso.

La locura de Margo se hace patente, cada vez más evidente. Acabará confesando que fue ella la que mató a su marido, no Cameron, de una forma algo artificial pero irremediable y comenzará una carrera sin límites para intentar salvar su vida. Unos estafadores serán su última salida para salir del país, les venderán una cara joya de Margo, un brazalete de diamantes, pero se cobrarán el precio para ayudarles en su huida. En el recinto donde se hace el intercambio veremos la balanza de la justicia en un buen detalle simbólico.

Rubricando las ironías, desde la habitación en la que Cameron y Margo esperan el aviso para huir veremos un cartel luminoso que reza “Café Rosa Blanca”, que recordemos era el símbolo que se vinculaba con la virginal Julie, la prometida de Cameron, otro aviso y guiño del destino, otro detalle brillantísimo. La escena se inicia con Margo reflejándose en un espejo, retratando su falsedad y anunciando las revelaciones que se van a suceder. Esta escena es la de las revelaciones, rodada en un soberbio plano secuencia, uno de los rasgos de estilo de Farrow, donde aunque los diálogos que resuelven todo resultan forzados la dirección y puesta en escena es magnífica, de gran poder visual. Veremos a un derrumbado, física y simbólicamente, Cameron ante la situación y consciencia de su error. Con todo, resulta también muy artificial y poco creíble que Margo deje inconsciente de un empujoncito al robusto Mitchum, aunque esté débil. No se lo cree nadie. El momento donde Margo ahoga a Cameron es impactante, un momento que no vimos cuando lo hizo con su marido, Lannington (Claude Rains), pero que aquí, aunque lo oculte la cama, sobrecoge.

Cameron descenderá desde la habitación, un descenso pesaroso y repleto de contrapicados y picados resaltando la tensión del clímax final así como la opresión de los personajes. Su uso será una constante a lo largo de la película con esa intención. La resolución es irregular, algo arbitraria en algunos aspectos de las reacciones de Margo, pero con otros momentos excelentes, como su redención final, que redondea un buen personaje de mujer fatal aunque la interpretación de Domergue no brille precisamente.

El destino, que jugó con los dos protagonistas a conciencia, será bondadoso y moral, condenando a la asesina Margo y salvando aunque escarmentando a Cameron, al que concederá una segunda oportunidad con la abnegada Julie, rosa blanca mediante… El perdón de Julie (Maureen O’Sullivan) resulta excesivo y poco elaborado, complaciente. Un final feliz que alivia el tono oscuro de la cinta.

La sociedad que presenta Farrow en su película es una sociedad enferma, donde se producen tres intentos de suicidio en menos de 24 horas, como verbaliza Cameron, donde todos mienten o traicionan (MargoCameron…) y donde todos buscan sacar algo, su propio interés egoísta (los protagonistas, el sheriff, los estafadores, el vendedor de coches…).

Los intérpretes están muy ajustados, RainsO’ Sullivan… pero sobre todo Mitchum, duro, ingenuo y vulnerable todo en uno. Farrow está preciso y muy atinado en la atmósfera fatalista, sacando partido a los buenos mimbres de puro cine negro del guión, algo que tiene en la portentosa fotografía de Nicholas Musuraca la pieza clave.

Un título entretenido, sin genialidades, con sus defectos, pero realmente disfrutable.


tomado de elcinenegromemento

Como a Robert Ryan, los estudios RKO  abrieron las puertas de la iconografía del cine negro a Robert Mitchum desde 1946 con The locket, seguido por Crossfire, Out of the past, The big steal hasta esta película. Pero, para Howard Hugues, Mitchum tiene que pasarlo mal: algunos de sus personajes son de los que dicen ¿Qué estoy haciendo aquí? (frase que pronuncia en Las fronteras del crimen). Después de ser el médico enfermo, víctima de los enredos de la pareja  Margo y Frederick Lannington, vuelve como enfermero para ser víctima de la cara de ángel que le ofrece Jean Simmons dos años más tarde (Angel Face-Otto Preminger). También una historia de suicidio y de niña de papá. Entre estos dos ambientes hospitalarios, este pobre Mitchum sufre todas las torturas posibles por orden del sádico Raymond Burr en His kind of woman (Las fronteras del crimen-1951-John Farrow).

En Where the danger lives, Mitchum interpreta al medico Jeff Cameron. Éste, en vez de seguir ofreciendo rosas blancas a la pálida Julie, enfermera en el mismo hospital, decide mandar unas rosas rojas a la morena Margo que ingresaron una noche en el servicio de urgencias por un intento de suicidio. La moral de la época sobre el tema del suicidio no permite aclarar lo que ha hecho ni lo que le han hecho, probablemente un lavado de estómago.. Jeff la salva, se enamora y consigue su dirección y va a contarle la canción de ¡Qué bello es vivir! Cuando descubre que la lujosa mansión de Margo es donde habita el peligro, ya es muy tarde. ¿Qué ha pasado?

Después de unos días y unas cuantas noches de amour fou, Margo le anuncia que tiene que encontrarse con su padre que acaba de llegar. Una vez solo, Jeff no acepta esta huida precipitada, decide ir a ver al viejo padre y anunciarle que quiere casarse con Margo. Su timidez le empuja a tragar unos cuantos cocktails y, borracho como sólo Mitchum sabe serlo, se presenta en la mansión de todos los peligros. Porque el viejo no es el padre; es el marido. Lo clásico: hombre rico mayor se casa con joven guapa, dinero a cambio de compañía y cuidados. Jeff se marcha, disgustado pero un grito le obliga dar la vuelta: encuentra a Margo herida: Violencia domestica.  Jeff se interpone, el viejo saca toda su mala leche, le pega con el atizador, él le da un puñetazo a lo Mitchum, va a lavarse la cara. Cuando vuelve, se da cuenta que el viejo ha muerto.

El buen médico diagnostica también su propia conmoción cerebral (los golpes del viejo, la borrachera…). El buen ciudadano piensa que conviene llamar a la policía. ¿Y Margo en todo eso? Nada de policía, huir a Méjico: coger el coche, algunas joyas y abrigo de piel, tomar las riendas como pueda, tirar de un Jeff que, entre conmoción y borrachera le explica el diagnostico: lenta parálisis de los miembros o de un lado entero… Margo intenta no dejarse llevar por el pánico. Pero ahora el peligro habita en todas partes: los indicios son cada vez más claros, el engaño más evidente, las mentiras y las contradicciones patentes, pero Jeff no tiene fuerza para impedir que siga esta loca huida: está claro que Margo no quiere otra cosa que llegar a Méjico lo antes posible, que puede echar toda la culpa a Jeff. No quiere que éste escuche la radio.

Aquellos a quienes piden ayuda se aprovechan de su situación,  les engañan, cada vez tienen menos dinero. Qué importa, ella ha acumulado dinero ahí, al otro lado de la frontera, a escondidas durante todos estos años con el viejo… ha sido tratada psíquicamente por especialistas… ¿La muerte del viejo marido? Si no es Jeff, es Margo… eso lo sabremos más tarde. Vamos a vivir con ellos hasta el final esta huida, la decadencia ineluctable de dos enfermos, presa fácil para los pequeños negociantes del país profundo, o hazmerreír de un pueblo en fiesta.

Mitchum vive su conmoción cerebral más como  un borracho que como un médico responsable que, por sus conocimientos, tendría que saber mejor que nadie cuidar de su estado de salud: el papel de borracho le es por supuesto más fácil y probablemente el alcohol le ayudó durante el rodaje de la película. No es el amor lo que se impone a la simple supervivencia, ya que sabe por donde anda la pérfida Margo, entonces ¿por qué se empeña en actuar según las iniciativas de una enferma mental? A pesar de algunas inverosimilitudes y de un desarrollo previsible de la narrativa, el actor crea una caracterización del doctor Jeff Cameron con unos matices interesantes: una cierta ingenuidad se pone de manifiesto en los primeros tiempos del enamoramiento loco, una infinita paciencia frente al nerviosismo y la confusión al borde de la histeria de la amada. Sin embargo, uno podría tener algunas dudas en cuanto a esta inocencia. ¿Naif, el doctor Cameron? Lo que está claro es que no tiene esta ingenuidad que brota en la mirada y la voz (¡ah, la voz de Orson Welles!) del marinero O’Hara, atrapado en la red de The lady from Shanghai y de su marido, el abogado Bannester. Una duda planea sobre sus intenciones, como un leve indicio en las primeras escenas después del encuentro con Margo: este medico, admirado por todo el servicio hospitalario,  ha decidido instalarse por su cuenta y montar una consulta privada o una clínica,  una empresa que necesita fondos y garantías. El “papá” de la niña Margo puede ser un enganche igual a los grandes ojos negros (y poco expresivos pero son al gusto de Jeff) de la presunta hija. Lo que está claro es que Jeff se olvida enseguida de Julie, su novia enfermera, mujer del director Farrow y madre de Mia,: Maureen O’Sullivan.

Todo eso es muy “humano” a fin de cuenta: ¡el doctor Cameron se porta tan bien y tiene tanta paciencia con los niños hospitalizados! A pesar de las dudas sobre su comportamiento inicial, o su actuación monolítica que confunde el trauma craneal con el estado de borrachera, Jeff sabe bajar unas escaleras y la secuencia vale por toda la película.  Su caída, eterna, en la escalera del hotel de Postville, al final de la escapada es de lo mejor de Mitchum, igual que su primera aparición en La noche del cazador. ¡Adiós, rosas rojas! Con la morena Margo, se acabó, pero ¿conseguirá llegar hasta la puerta?

 
Le avisó Lannington: si se la lleva, el tiempo pasa y llega el final del camino, doctor Cameron

¿Qué queda de este tremendo melodrama?

Una excelente calidad técnica que crea un ambiente de tintes particularmente negros: la foto de Nicholas Musuraca, por supuesto, y el buen trabajo de un equipo de profesionales curtidos en el cine negro de la RKO (¡Bueno! Roy Webb ha tenido que incluir unas partituras de clásicos románticos rusos,…y hasta Gustav Mahler,  cuando aparece la cara de Faith, interrumpiendo así su excelente música de acompañamiento. Orden del gran jefe, probablemente) .

Pero el guión tiene fallos. Si evocamos The lady from Shanghai (Welles-1947)  a propósito del personaje de Jeff Cameron, por supuesto no significa una comparación de las dos obras, planteamiento absurdo. Se trata de poner en evidencia las limitaciones de una narración sobre el tema del engaño: la manipulación, aquí limitada al plan de Margo, no está tratada con bastante fuerza. La actriz Faith Domergue, único centro de interés para el proyecto del productor Howard Hugues –además del beneficio comercial esperado –, tiene su parte en esta limitación: la expresión de la cara y del cuerpo denotan una falta de profesionalismo, aunque el papel de la perturbada mental no es de lo más fácil. Sin embargo, la actuación de Marilyn Monroe en su interpretación de un personaje similar es mucho más convincente en Don’t Bother to Knock (Roy Baker-1952).

Por otra parte, el talento de Charles Bennett como guionista (Foreign Correspondent-Alfred Hitchcock-1940)  no se manifiesta aquí. La historia de Leo Rosten,  huir de una persecución policiaca con una persona psíquicamente frágil,  ha sido representada en el cine negro con más éxito. Joseph H.Lewis la trata magníficamente en Gun Crazy (El demonio de las armas) en rodaje el mismo año: Bart –John Dall,  cuida de Laurie –Peggy Cummins. Nicholas Ray da a Keechie –Cathy O’Donnell el difícil papel de templar los impulsos de Bowie –Farley Granger en  They live by night (Los amantes de la noche-1948). El amor lo puede todo. Pero la fuga de estos dos personajes a merced de los eventos por no tener un potencial de razón para enfrentarlos, opuestos en sus mecanismos de supervivencia,  puede dar una magnifica película surrealista y poética, pero en el género realista no deja lugar a suspense, y el desenlace es previsible. Sus propias maquinaciones desbordan a Margo.  Descubrimos muy pronto sus cálculos (confusos) en la narración: la apertura de una cuenta en Méjico sacando  el dinero a Lannington, sus improvisaciones durante la huida,  con el fin de aprovecharse de Jeff, su única seguridad a pesar de su estado, también retenerlo para poder cargarlo con la muerte del marido si hace falta.

Estas  improvisaciones de Margo ¡podrían ser contrastes, bifurcaciones intempestivas como las que maneja un Mankiewicz! El cinismo y el poder de Frederick Lannington, viejo y enfermo como los personajes ebrios de dominación que tan bien caracteriza  Orson Welles, están justo desdibujados y la presencia en la pantalla de Claude Rains –que  corresponde a la única secuencia del asesinato –podría haber sido mejor aprovechada. El actor da una interpretación magistral del personaje de Lannington .  Esta riqueza en las interrelaciones y las situaciones merecía un tratamiento más contundente, una visión reflexiva sobre los entresijos de la mente humana. Como tantas veces con Howard Hugues, lo que cuenta es que el objetivo de la cámara sea dirigido hacia su amante del momento. Menos mal que respetó el tiempo total de la obra y el ritmo impuesto por John Farrow y que no tomó la decisión de cambiar de director o de dirigir él mismo con el fin de alargar esta huida de la pareja, añadiendo más elementos barrocos como la escena del pueblo de barbudos en la que podía haber adivinado el germen de una posible comedia.  Lo consiguió con His kind of woman (Las fronteras del crimen) al año siguiente, alargando la película una hora. La bajada a los infiernos de la pareja con estos encuentros,  algunos previsibles como los engaños sobre la compra de un coche o las joyas empeñadas, otros más divertidos como la fiesta de los barbudos, son,  a fin de cuenta, anecdóticos. Lo más decepcionante es este final de comedia romántica con la vuelta de la rosa blanca en el centro hospitalario y este plano final sobre la señora Farrow,  mujer del director y suegra de Woody Allen unos cuantos años más tarde. La habíamos olvidado totalmente.

Así que Faith Domergue demuestra patéticamente que hace lo que puede –que no es tanto –para ser este personaje mentalmente frágil, Y John Farrow hace lo que puede entre este guión poco trabajado y las exigencias inquisitorias de su productor y jefe, lo que hace que Donde habita el peligro no consiga dar inspiración y creatividad a la representación de la decadencia de estos dos seres,  a cada minuto más enfermos, envolviéndose en una red cada vez más apretada,  asfixiante; agradecemos, eso sí, la calidad de la ambientación de un buen cine negro en manos del equipo técnico de la RKO.


tomado de cinemagenoves

Guillermo Cabrera Infante, en el libro Cine o sardina, incluye la siguiente cita del director norteamericano Vincente Minnelli «Si paso a la posteridad, será sólo por haber sido el marido de Judy Garland y el padre de Liza Minnelli.» ¿Declaración discreta o falsa modestia proveniente de un cineasta de primer orden? No estoy seguro. Sí, en cambio, afirmo con suficiente convicción que, adaptada la declaración al director John Farrow, tendría más credibilidad y verosimilitud. Porque es el caso que, para la mayoría de aficionados al cine, John Farrow es, más que nada, el marido de Maureen O’Sullivan y el padre de Mia Farrow. Cuando las mujeres dominaron el planeta…

Sin pertenecer a la primera división de la cinematografía mundial, semejante sentencia aplicada a este cineasta no se me antoja exagerada, mas sí injusta. Porque es el caso, asimismo, que John Farrow puede presumir de haber realizado una obra cinematográfica más que correcta, extensa y hasta brillante en algunas ocasiones, como en el film que ponemos esta semana en Cinema Genovés: Donde habita el peligro (1950).

Típico producto de la RKO Pictures, el film se ajusta como un guante de látex al género emblemático de la casa: el thriller policiaco. No hay que buscar entonces en la película originalidad, glamour ni efectismos (para eso están la Paramount, la MGM y la Warner), sino lo que puede esperarse de un producto manufacturado en la compañía de la antena radiofónica vibrante, a saber, alta tensión, fluidos de pasión y corrientes de emoción. Y todo ello a media luz…

Jeff Cameron (Robert Mitchum) es médico en prácticas en una clínica, donde hace horas extras cuando es preciso, a fin de ganarse el puesto. Una noche, tras terminar su turno, llega un caso de urgencia —intento de suicidio— y su presencia es reclamada para atender a la paciente, hermosa paciente, o eso le parece a Cameron. Tras salvar la vida de la joven, el doctor queda chiflado por ella. Ella es Margo (Faith Domergue). Y él, inocente y enamoradizo, no sabe que se halla ante una femme fatale. Así, antes de darle el alta médica, la pájara ha volado. Poco después, se las apaña para citar al joven médico en su mansión. Intenta convencerlo de que no dé parte a la policía, como es preceptivo hacer en una situación de este género. Pero, entre las cosas del querer y del deber, el doctor Cameron opta por lo primero.

Lo segundo que hay que saber es que Margo, en realidad, es la señora Lannington, y lo tercero que Mr. Lannington (Claude Rains) tiene muy malas pulgas. En un encuentro a tres bandas hay una pelea. El marido burlado, muy cabreado, golpea al doctor Cameron en la cabeza con un atizador, como consecuencia de lo cual queda muy conmocionado. Antes de descubrir (es médico) que tiene una fractura craneal, tumba de un puñetazo a su agresor. Se lava la herida en el cuarto de baño, y al volver al salón, Margo le informa que su marido está muerto. Pero si sólo le di un puñetazo, piensa el médico a palos…

En verdad, desde ese momento, Cameron ya no puede pensar mucho ni bien. Sólo dejarse llevar por Margo, con quien emprende una agitada huida. La noticia de la muerte de Mr. Lannington tarda unos días en hacerse pública. No obstante, la incertidumbre de ser perseguido hace que huyan de controles de carretera, que, en realidad, eran provocados por causas ajenas a la extraña muerte del marido de Margo. Los amantes huyen de sí mismos.

Finalmente, durante la caza real, la pájara es abatida por los agentes. El doctor Cameron en la cama de un hospital se recupera del golpe (físico y moral), siendo atendido y consolado por una enfermera de la clínica en que trabaja. La nurse es Julie, personaje interpretado por Maureen O’Sullivan.

John Farrow logra trasmitir en el film, con pulso de cirujano, la angustia de la huida de los personajes, y una mezcla de paranoia y alucinación experimentadas por el doctor Cameron. Para lograr tal resultado, tiene un gran aliado: la extraordinaria interpretación de Mitchum. Es un lástima que la partenaire en el reparto no esté ni de lejos a la altura. Faith Domergue también hechizó a Howard Hughes, el cual la animó a meterse en el mundo del cine. Error fatal. Porque, aunque no sea muy caballeroso decirlo, doy fe de que la Faith ni es mujer despampanante y seductora ni tampoco buena actriz. Lo primero es un factor humano ventajoso para el desarrollo de la trama, pues garantiza la verosimilitud  del flechazo repentino del doctor y su pasión loca. Lo segundo, la condición para mejorar la factura del film.

Con todo, y en resumen, se trata de un trabajo recomendable y a ver.

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