Gardenia azul

Título en castellano Gardenia azul
Titulo original The Blue Gardenia
Año de filmación 1953
Duración 88′
Pais Estados Unidos
Director Fritz Lang
Guion Charles Hoffman (Historia: Vera Caspary)
Música Raoul Kraushaar
Dirección de fotografia Nicholas Musuraca
Reparto
Productora Warner Brothers
Sinopsis Una telefonista (Anne Baxter) se emborracha y se levanta a la mañana siguiente acusada de haber asesinado a un hombre. Un periodista (Richard Conte), que está enamorado de ella, intentará descubrir al verdadero asesino
Premios  
Subgénero/Temática Intriga, Thirller

tomado de filmaffinity

Hablar de La Gardenia azul es hablar de desencantos. El primer desencanto es el del propio Lang al que se da una “oportunidad” para trabajar después de 13 meses en el dique seco marginado por el “maccartismo” en razón de sus “presuntos coqueteos” comunistas. Por otra parte, el productor Alex Gottlieb quería aprovechar el tirón de los crímenes de la Dalia Negra e “impuso” la obra a Lang quien, dadas las circunstancias , la aceptó, si bien con poco entusiasmo.

Pero Lang es Lang, a pesar de si mismo, y la película es una gran obra menor donde su famoso expresionismo alemán – aún existiendo en las escenas más intensas del film como la del asesinato (espejo roto, atizador, sombras, etc) – cede el paso a un realismo USA claro exponente de una sociedad de desencantos.

El novio de Corea y la carta de ruptura, las tres amigas sobreviviendo en un pisito estilo López Vázquez-Mari Carrillo, ya me entienden, Crystal, una de las inquilinas, saliendo de nuevo con su ex marido, la amiguita del dibujante evidentemente desencantada de las generosas veleidades de éste (Raymond Burr) y otras hierbas de este cariz, configuran una gran obra menor que discurre entre la comedia negra y el cine negro, en que, curiosamente, se trocan sus papeles habituales, de tal manera que el rol de vampiresa manipuladora de las voluntades cabe atribuírselo a Richard Conte por la treta diseñada para capturar a la Blue Gardenia mientras que el papel, habitualmente masculino, de incauto de turno queda claramente atribuido a Anne Baxter.


Nora es una telefonista que, tras una cita con un hombre de su oficina en la que éste intenta propasarse y ella le rechaza, es acusada de asesinarle. Un columnista cree en su historia e intentará ayudarla.

Gardenia azul es un film menor y poco conocido dentro de la amplia filmografía de Fritz Lang; aún así este título resulta ser una magnífica película con un guión bien estructurado y una correcta factura en líneas generales. La historia basada en Gardenia de Vera Caspary presenta dos partes claramente diferenciadas: la primera tiene lugar hasta el asesinato de Harry, en ella el film describe con gran precisión la vida amorosa de tres amigas, compañeras de piso, esbozando sus distintas personalidades (fuerte, tímida, alocada) y las relaciones que mantienen con sus respectivas parejas; mientras, en la segunda parte, la cinta desarrolla un relato mucho más intrigante y movido, propio del género negro. En este sentido el largometraje acopia unos diálogos punzantes, teñidos de una cierta crítica hacia el machismo de la época, y una disimulada influencia detectivesca que recuerda a la fantástica producción de 1944, la mujer del cuadro, rodada también por Lang.

La estética de Gardenia azul se muestra eficiente, a favor de la narración principalmente; con un uso de la cámara poco original: planos medios, travellings de poca profundidad, algún que otro rasgo del director germano (un encuadre en el restaurante sobre uno de los relojes, que evoca un final trágico e inevitable)… Por otro lado, la fotografía de Nick Musuraca emplea las fuertes lluvias, la espesa niebla y los espacios nocturnos para crear una atmósfera de sordidez e inseguridad. El reparto conformado por Anne Baxter, Richard Conte y Ann Sothern realiza un notable trabajo, aportando al guión la consistencia necesaria para atraer al espectador. La banda sonora, dirigida por Raoul Kraushaar, combina sugerentes partituras durante la primera mitad del metraje, en especial la actuación de Nat King Cole cantando un tema con el mismo nombre que la película, y agudas composiciones de viento durante el desarrollo final de la trama.

En conclusión, Gardenia azul es un sólido filme de principios de los cincuenta dirigido por el siempre maestro Lang. Recomendable para todo seguidor del cine negro.


Atendiendo al contexto, parece que no eran momentos fáciles para Fritz Lang. Tras concluir el rodaje de “Clash by nigth” en 1951, estaría año y medio sin trabajar, ya que su nombre figura en una lista “no oficial”, pero es suficiente para que los estudios no cuenten con él. Así pues, rueda “La Gardenia azul” en tan solo 20 días de Diciembre de 1952, sin tiempo para una mayor planificación que hubiera resuelto los desajustes del guión.
Esto no quiere decir que sea mala y que esté exenta de calidad, pero basta echar un rápido vistazo a la filmografía del maestro vienés para pensar que “M, el vampiro de Dusseldorf”, “Furia” o “Los sobornados” son algunas de sus obras maestras muy superiores a ésta. Pocos directores pueden presumir de tener una filmografía plagada de títulos tan sobresalientes.

Coincido con la mayoría de usuarios en que se trata de un film menor de Fritz Lang, evidentemente por lo expuesto anteriormente. Aún así, tiene un mérito extraordinario.
Un comienzo desenfadado, en el que se muestra la vida de tres chicas que viven juntas en un piso, dará paso a una situación desagradable, con un caso de asesinato.

Una estupenda Anne Baxter es la dulce chica que se ve implicada. Ella es lo mejor de la cinta. Tiene muy buenos momentos, como su original cena de cumpleaños.
La aparición de Richard Conte no es muy afortunada, ya que hace una composición del periodista “tiburón” bastante plana y del todo desaprovechada. Aparte de su irregular aportación, habría que pensar en un fallo de casting. Su relación con la maravillosa Anne Baxter no funciona, se resiente la credibilidad.
Estoy de acuerdo, como sugiere otro usuario, que la presencia de Nat King Cole es gratuita y de autopromoción (para él y para la película, supongo), sin embargo, no me molesta, como mucho se podría decir que un poco larga, pero escuchar “Blue Gardenia” es todo un lujo.

Las situaciones límite y los bajos instintos, constantes en la obra de Lang, de nuevo aparecen, si bien el pausado desarrollo y un final poco “languiano”, lastran el resultado global de la cinta.


tomado de jovenesrealizadores

Norah Larkin prepara con mimo la cena. Es un momento especial que va a compartir con su novio. No hay lujos pero sí detalles. Una comida especial. Un ambiente íntimo. Un vestido, un peinado, unas velas. Todo pensado para disfrutar de ese encuentro esperado que sólo se da de vez en cuando. Una romántica escena que pivota sobre una carta. ¡Cuánto daño han hecho las cartas a las relaciones sentimentales!

A pesar de los gestos, un poco excesivos del rostro de Anne Baxter, la escena es realmente demoledora (no daré más datos en atención a los que no han visto la película). Es el momento clave en el que te sientes identificada con la protagonista. Hasta entonces has empatizado poco con esa telefonista pizpireta y sumergida en un mundo femenino que te resulta lejano. Un universo que se encapsula más cuando llegas con Norah a ese piso que comparte con dos compañeras. Pero esa cena, aunque irreal, te hace identificarte con ella.

Ahí acaba esa especie de comedia ligera de teléfonos blancos que se apuntaba en los primeros minutos. Los claroscuros se agudizan de forma casi imperceptible y nos sumergimos en un ambiente nocturno bastante más áspero. Una aspereza que la mano maestra de Fritz Lang nos desenvuelve con una eficacia casi imperceptible. Pasamos de una cena romántica a otra mucho más carnal. Incluso la voz de Nat King Cole se vuelve carnal con aromas a nicotina concentrada. El rostro amable de Raymond Burr deja destellos libidinosos casi imperceptibles. Y empezamos a darnos cuenta de que la bella sonrisa de la Baxter se asoma a un escote inusualmente generoso.

Todo fluye con la normalidad de los relatos de Lang. Todo es natural hasta que algo se rompe. Es curioso cómo utiliza los objetos el maestro austriaco para sugerir, para ocultar, para ponernos en guardia. No tenemos más que pensar en la pelota rebotando por las escaleras en M, el vampiro de Dusseldorf, o en la puerta amenazante de Secreto tras la puerta, o la fuerza de la evocación del memento en Furia. En este caso es un espejo (que juego han dado los espejos en el cine) apoyado por esa música que es el nervio de toda la película.

 

Un espejo que, como si fuese el del Callejón del Gato, empieza a deformar casi todo lo que vemos a continuación. Los personajes, los sentimientos, las luces… Sobre todo las luces que se vuelven más duras, más acuciantes, como filos de un inexistente cuchillo que nos va haciendo cortes a nosotros y a Norah. Entra en juego un nuevo escenario (hasta entonces nos hemos movido entre la oficina de Norah, el apartamento de las tres chicas, el Gardenia Azul y el piso de Burr), el primer espacio abierto que, sin embargo, nos transmite una inmensa sensación de claustrofobia.

Incluso el rostro, un punto forzado de Richard Conte, nos desasosiega más que nos tranquiliza. En realidad, ésta es una cinta en la que los rostros tienen una fuerza y una importancia capitales. Ya sea en planos cortos o medios. De uno en uno, en parejas o en grupo, son los rostros los que marcan la pauta, tanto y más que los diálogos. Y cuando más importancia tienen es cuando aparecen cruzados por esas luces un tanto expresionistas con diagonales imposibles cruzando la pantalla. ¡Qué bien trabajó siempre la luz Fritz Lang! ¡Cómo se notaba dónde había echado los dientes!

Dicen que La gardenia azul es una obra menor, no sólo en la filmografía de Fritz Lang sino entre sus películas de cine negro. No tengo intención de entrar en ese debate. Yo siempre la he tenido entre mis favoritas. Me gusta mucho más que las que hizo con el dúo Glenn Ford-Gloria Grahame y mucho más que la ya citada Secreto tras la puerta. Y la pongo a la par de Furia, Mientras Nueva York duerme o Más allá de la duda. Está al nivel de las que montó con Edward G. Robinson y Joan Bennett una década atrás. Está entre las mejores. Como siempre, y a pesar de ser un encargo de la Warner que no le entusiasmó, Lang supo sacarle partido a la historia de Vera Caspary, adaptada por Charles Hoffman.

Vera Caspary había hecho fortuna con relatos de misterio en los que las mujeres eran bastante más que las acompañantes de los protagonistas. Quizás, el ejemplo más acabado de su estilo lo tenemos en la Laura que diez años antes firmó Otto Preminger con unos insuperables Dana Andrews y Gene Tierney. En ambos casos asoma otra de las características del estilo de Caspary. Los periodistas juegan a policías y mantienen una permanente tensión con ellos. En el caso de La gardenia azul, el peso lo lleva el periodista Casey Mayo, al que da vida Conte.

 

Pero más interesante que el estilo y el tino de Vera Caspary para construir relatos de misterio, lo que me interesa es la forma de dibujar la sociedad del momento que Lang despliega con maestría. Es algo habitual en los mejores relatos de misterio y cine negro pero gente como Fritz Lang lo trasladan a imágenes con un pulso especialmente relevante. En este caso nos plantea temas como las ausencias masculinas por mor de las guerras en las que estaba implicado EEUU en esos años. Las relaciones epistolares y en la distancia. La incorporación inevitable de las mujeres al mundo laboral y las tensiones afectivo-sexuales que se destapaban.

El sexo está latente en toda la película. Más o menos explícito. Más o menos sublimado por otras relaciones. Interesante resulta comprobar el dibujo que realiza Lang de las tres amigas que comparten el piso. Norah, Crystal y Sally. Cada una prototipo a su manera. Y en conjunto, una descripción muy atinada de lo que era la convivencia de las jóvenes que se quedaban en EEUU mientras sus homónimos masculinos compartían cuarteles por el mundo.

Muchos elementos y todos interesantes que hacen de La gardenia azul una cinta recomendable a pesar de ser poco conocida. Pero si necesitamos un empujón definitivo, lo tenemos en su banda sonora. Buena parte protagonizada por el ya citado Nat King Cole que, además, realiza un pequeño cameo. Dice la letra del tema que da título a la película que “el amor floreció como una flor para vivir sólo durante una hora (?) pero siempre me quedará mi libro de recuerdos”. La gardenia azul nos envuelve durante algo más, 90 minutos, hora y media, que nos atrapan para entrar a formar parte, para siempre, de nuestro particular libro de recuerdos.


tomado de cinelodeon

Para entender el filme de Fritz Lang hay que conocer el contexto en que fue realizado, pues en caso contrario se nos puede escapar su esencia. El director, de origen austriaco, que comenzó su carrera en Alemania,  huyó de este país la misma noche en que Goebbels, ministro de propaganda nazi, le ofreció hacerse cargo de los estudios UFA. En 1953 le tocó enfrentarse a un nuevo reto,’ la caza de brujas’ iniciada por el senador McCarthy, que limitaba la libertad de expresión de los cineastas y favorecía la delación de ciudadanos medios americanos, celosos de impedir el desarrollo de ideas ‘comunistas’ en su país. La mujer había avanzado algo, y  en la película vemos a Norah y sus amigas, tres telefonistas  que comparten piso y se desenvuelven de forma excesivamente ingenua. Es lógico que los jóvenes de hoy se sientan abrumados por esas mujeres tan repeinadas y maquilladas, de labios pintados excediendo el perfil natural  y con vaporosos vestidos, que las hacen parecer mucho mayores de lo que son, pero hay que hacerles entender que las cosas no han sido siempre como ellos las viven ahora, que la sociedad  progresa constantemente, y que todos debemos algo a los que sentaron las bases intelectuales de este desarrollo.
 
Noël Simsolo sitúa  La Gardenia Azul  en un lugar sintético  entre la bruma de un universo mental y una realidad crítica. Maurice Scherrer, en  un artículo en Cahiers du Cinema, Un realismo malvado, resume el tono de la película:
              Quizás no se trate de Lang, tal y como lo concebimos habitualmente; en todo caso es el mejor Becker, o quizá un extrañísimo De Sica. Fritz Lang batiendo al neorrealismo  en su  propio terreno.

Noél Simsolo  resume la intención crítica del cineasta austriaco:

The Blue Gardenia, tomada de un cuento de Vera Caspary, es una radiografía de la situación de las mujeres solas en la sociedad americana de la época. Una historia policíaca sirve a Lang para señalar con el dedo el imperio alienante de los medios de comunicación, mostrar a los machos cazando muchachas, jugar con los duplicados y las mentiras en una estructura asombrosa de  un rigor implacable y marcar su rechazo por la delación en pleno periodo de la ‘caza de brujas’.

Este espíritu es evidente en  La carta de Casey Mayo a una asesina desconocida, que escribe el columnista en su periódico buscando una exclusiva, y que genera confianza en Sarah que acude a una cita en un bar que se convierte en una trampa letal para la joven. En un  contexto que contribuye poderosamente a la construcción de la diégesis cinematográfico de un relato de la década de los cincuenta, con máquinas tragaperras de sobremesa, en una de las cuales escuchan Gardenia azul de Nat’ King’  Cole, pañuelos con encajes, que identifican a la sospechosa, en lugar del clinex impersonal de usar y tirar, la cámara presta atención a un camarero que lee el periódico que incluye la carta de Casey  y mira de reojo a la pareja  constituida por el periodista y la presunta asesina, advirtiendo al espectador de sus intenciones delatorias.

La protagonista no es un icono de la femme fatale ni de la  americana independiente, sino de una  empleada sin glamour ni voluntad, presa fácil de los hombres a causa de su ingenuidad, incapaz de tomar las riendas de su destino. Se le acusa falsamente de un delito, que no recuerda haber cometido, a causa de un desmayo que sufre durante el  intento de violación por Harry Prebble, pero no aprende la lección y cae de nuevo en las garras de un periodista sin escrúpulos, que no se diferencia demasiado del hombre asesinado. La realidad sombría y oscura es suplantada por su sueño del amor romántico, o ‘mal amor’ para algunas antropólogas, de una mujer que sufre su primer desengaño cuando el hombre del que está enamorada le anuncia por carta  que se va a casar con otra, el día de su cumpleaños en el que vestida de tafetán y con zapatos de ante negros, cena en solitario ante una mesa engalanada con la foto de su amante iluminada por una vela.

La película prescinde de todo idealismo social y amoroso, y según Simsolo, aunque se rompan los espejos, nadie pasa al otro lado. Un final forzado y un tanto maniqueo libera a Sarah de las garras de la sospecha, recayendo la culpa en una mujer menos agraciada y más desempoderada por un  amor hacia Prebble que la debilita, pero la echa en brazos del taimado periodista. La música de Robert Schumann se convierte en un indicio para la resolución del caso; Nat  ‘King’ Cole para enamorar y  Schumann para decir adiós


tomado de memento

Empezar un Dossier sobre Fritz Lang con The blue gardenia, película menor en su filmografía que el director reconoce haber rodado muy deprisa –tampoco es una chapuza –se justifica cuando el Blog trata actualmente de Periodismo. Seguiremos con While the city sleeps  y Beyond a reasonable doubt, las dos estrenadas cuatro años más tarde. Gardenia azul se sitúa entre dos obras maestras del negro de Lang: Clash by night (Encuentro en la noche-1952) y The big heat (Los sobornados-1953).  Pero la película no muestra en realidad ningún defecto particular en cuanto a la dirección y tiene un guión de base bastante original a partir del relato de Vera Caspary. Esta referencia cuenta,  ya que  es la autora de Laura adaptada por Preeminger. Lo que limita Gardenia Azul es el tono cursi que le da la presencia de Ann Baxter, o más bien su papel de chica tímida y pesada que no le cuesta mucho interpretar –recordamos I confess de Hitchcock –y la relación de esta protagonista  con sus compañeras de piso.

Sin embargo, la originalidad reside justamente en la presencia de tres mujeres en un film negro –lo vimos también en Fallen Angel de Preminger –con, en este caso, un ambiente y una conseguida caracterización de Sally, Crystal y Norah, personajes principales, mientras Harry está con nosotros los primeros 30 mn –hasta su asesinato –y Casey Mayo la hora siguiente en el papel de un periodista oportunista pero romántico y discreto a pesar de situarse en el centro de la investigación periodística.

Esa es la otra originalidad: una crítica de la prensa sensacionalista dentro de una investigación que arranca después de media hora. Lang interroga la deontología de estos pequeños periodistas machos  que llenan sus agendas de nombres de mujeres supuestamente conquistadas y dispuestos a cualquier maniobra para vender el morbo del día. Pero también estas mujeres que desean tener su foto en el periódico: Casey recibe docenas de llamadas de mujeres que se acusan del crimen desde el primer día.   

lgunas escenas están particularmente bien construidas y representadas: ambientes claro-oscuros, el ritmo que se dispara justo después de esta media hora de introducción, unos encuadres y la profundidad de campo de algunas escenas que potencian la narración con el estilo propio de Fritz Lang…

…y con la importante ayuda de Nicholas Musuraca.

El espejo roto, el pañuelo, la gardenia, la lluvia y la falsa culpable,…

…perdida en la niebla,  que se vuelve paranoica frente a la policía: Fritz Lang juega con los códigos del cine negro, ciertamente se lo pasa bien y nosotros con él.   Los  diálogos  de Charles Hofmann están llenos de humor en boca de Crystal y en la relación entre el capitán Haynes y Casey o entre Casey y su fotógrafo.

Notamos también otra originalidad: a la música de Raoul Kraushaar, perfectamente adaptada a la narración, se añaden dos temas: A “Blue gardenia “de Nat King Cole, que marca por supuesto la aparición de la mujer gardenia representada por Ann Baxter, se opone la música de… Wagner con “Tristan und Isolde”  que da el golpe final a la investigación.

Harry, dibujante para revistas de corazón, toma apuntes de  las empleadas de la compañía de teléfono para un calendario. Casey  Mayo, periodista en el Los Ángeles Chronicle, está de visita en la compañía para un reportaje. Harry intenta ligar con Crystal.

Harry a Norah: ¿le gustaría ver otros trabajos míos? Mientras, ha apuntado el teléfono de Crystal: es también el de Norah y Sally. Las tres telefonistas comparten el mismo apartamento:  Sally (enganchada a las novelas policiacas de Mickey Spillane “que son todas iguales” pero qué importa si es todo lo que tiene) y Crystal, para quien  Sally tiene una vida que rebosa de violencia y pasión, mientras la mía se reduce a Homer. Ese tiene “las virtudes de un novio”, dice Crystal, hablando de su ex marido que la lleva en coche a cenar o al cine, otra y otra vez… Crystal, maternal, protectora y mandona, es la excelente Ann Sothern. Ella es el elemento que, sin saberlo,  cambia los destinos de unos y otros: punto de partida de un malentendido que desemboca en la muerte de Harry, será, más tarde, el intermediario que intenta salvar a Norah.

 

Pero ¿qué ha pasado?

Norah está dispuesta a pasar  sola su noche de cumpleaños, con champán y la foto del novio en Corea. Hay una carta suya que no ha querido abrir enseguida: herido en la guerra, se ha enamorado de la enfermera Ángela –en el estilo de Adios a las armas de Hemingway-

La llamada de Harry, invitando a Crystal, es para Norah la oportunidad para olvidar su dolor. La cita en el Blue Gardenia, pone la tímida y bastante pesada Noah en manos de Harry, a quien da igual una u otra. Empieza la borrachera del olvido con la música de Nat King Cole  y los poemas de Harry: no son bebidas, son los vientos alisios en lagunas heladas, la Cruz del Sur sobre arrecifes de coral, bellísimas doncellas bañándose al pie de una cascada…

En el apartamento de Harry,  presa en la madriguera, con el ruido de la lluvia, la chica borracha, está a punto de vomitar… A Harry todo eso no le importa si puede llegar a sus fines, acompañado por el “Blue Gardenia” de Nat, igual de pesado que Norah –“bonita música para un asesinato” dirá más tarde Casey.

El galán, paciente, prepara un café a Norah, la instala cómoda en el sofá. Afectuoso, no olvida el “Feliz cumpleaños”. Ella lo besa, lo que calienta a Harry. Ella resiste, Harry insiste, la gardenia en el suelo, el atizador,  el cristal roto, ella le pega… se desmaya.

 La resaca de Norah: todo es borroso, se levanta, huye… olvidando sus zapatos y su pañuelo… y la gardenia en el suelo del apartamento de Harry. Norah seguirá perdiendo pañuelos… y no recordará haber matado a Harry.

El capitán Haynes invita a su amigo Casey y Al, su fotógrafo,  del  Los Ángeles Chronicle para hacer fotos en el apartamento de Harry: “yo soy un periodista, vivo de los titulares. Necesito entrevistar a esta mujer antes que la detenga la policía” confía a Al.

Después de 30mn, Casey entra en el juego. Mientras, Norah, que no se acuerda de casi nada de la noche anterior,  entra en una paranoia con la policía. El objeto que la puede delatar: el vestido de tafetán negro. Envuelto en… un periódico, lo quema en el incinerador.

 

Crystal plantea el problema a Norah: si una mujer mata a todos los hombres que lo merecen, ¿cuánta población masculina crees que quedaría?

Sally: A mí no me gustaba Harry Prebble. Pero ahora que lo han asesinado, eso le da un aura de romanticismo a un hombre.

 

Casey va pescando en las ideas de otros: la mujer de la gardenia azul: un buen título… mándale una carta antes de ir a Londres donde tienes que entrevistar al primer ministro le dice el jefe… Casey escribe su Carta a una desconocida. Así publica sus portadas que se venden bien y, sin saberlo, …aumenta la paranoia de Norah. “Querida Gardenia Azul, la policía quiere una confesión rápida. Yo quiero ayudarte-Cuando digo yo, me refiero a mi periódico y a mí… marcas Madison 6602 y acude a mí, Casey Mayo”. Al capitán Haynes  no le gusta: ¿cuál es el número de tu placa de policía?

A las amigas de Norah tampoco: “sucia carta” dirá Crystal.  

Empiezan las llamadas telefónicas al Los Ángeles Chronicle

…Casey pone a Norah en una posición muy arriesgada: a cambio de la exclusiva le ofrece el mejor abogado criminalista de Los Ángeles. La policía no sería tan generosa. Pero se enamora de ella.

Entre Harry, Casey y el fotógrafo estamos en la cultura machista clásica de la época:

-La apuntaste en tu agenda dirá el fotógrafo a Casey.
-No es de esta clase
-¿Es que hay clases?
Casey regalará su agenda al fotógrafo al final de la historia.

Sin embargo, son las mujeres que van a manejar a Casey hasta la última escena: “ya conoce las mujeres, el sexo obstinado” le dirá Crystal. Al final es la música de Richard Wagner lo que salvará a Norah.

 

 

Porque, de eso se trata: ¿Quién ha matado a Harry?


 

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