Casa 322, La

Título en castellano La casa 322
Titulo original Pushover
Año de filmación 1954
Duración 88′
Pais Estados Unidos
Director RIchard Quine
Guion Roy Huggins (Novela: Bill S. Ballinger)
Música Arthur Morton
Dirección de fotografia Lester White (B&W)
Reparto
Productora Columbia Pictures
Sinopsis A instancias de sus superiores, el policía Paul Sheridan (Fred MacMurray) consigue intimar con la atractiva novia (Kim Novak) del atracador de bancos más buscado del país. Se trata de que obtenga información para arrestarlo cuando vaya a visitarla. Pero, cuando ella averigua quién es Paul, intenta corromperlo
Premios  
Subgénero/Temática Intriga, Trhiller

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Crítica de la película clásica "La casa número 322" (1954), de ...La casa nº 322 (1954), para amantes del cine negro ...

tomado de filmaffinity

Cuando se hacen críticas basadas en las miradas a google, imdb, etc, se suele tender a la manipulación objetiva, cogemos lo que nos interesa y lo demás lo ignoramos sin saber realmente de que va la fiesta. Uno de los casos más sonrojantes es La casa número 322; viene a cuento sobre dos críticas; una dice que tiene dos alargadas sombras: Perdición y La ventana indiscreta del mismo año, de la primera no hace falta meterse en ningún sitio para saberlo y de la segunda es improbable ya que la PREMIERE en USA de La casa número 322 fue el 30-07-1954 y la de La ventana indiscreta fue el 01-08-1954, los datos están en IMDB a tu disposición. Va a resultar que no es todo oro lo que reluce en el cine del inglés. Y la segunda crítica habla de que tiene parentesco con La ventana indiscreta y no la tiene votada. De locos.
Resultará que Richard Quine robó el guión al inglés, Quine me has decepcionado, mira que ser un ladrón y robarle al pobrecito de Hich el guión en una noche de lluvia cuando estaba cenando con una rubia. Quine eso no se hace con un amigo.
Sobre La casa número 322 decir que es una obra de arte a la altura de Perdición y superior a La ventana indiscreta, pero la hizo el alumno de Blake Edwards y por eso tiene un 7’2. Otra de las películas que según el «hermano» que esté detrás de la cámara así la votan. Porca miseria.


Excelente policiaco del muchas veces magnífico Quine, inspirado argumentalmente en la mítica «Perdición» de Billy Wilder (el personaje de MacMurray a la cabeza): un policía se enamora perdidamente de l amujer a la que investiga involucrándose en la trama hasta las entrañas… (spoiler)
Historia clásica de la serie negra, una trama paulatina y magníficamente embrollada con todas las claves del inagotable cine policiaco: una historia de amor que determina a los personajes y la intriga; un final trágico y fatalista lleno de romanticismo y clasicismo; una atmósfera oscura, turbia y cenagosa pero a la vez henchida de dinamismo, vida y gran planificación a todos los niveles.
Magnífica en las interpretaciones, fue además el debú de la enigmática y eterna Kim Novak, con quien Quine realizara algunas películas más («Un extraño en mi vida»; «Me enamoré de una bruja»).
Un ejemplo de cómo Hollywood hacía películas magníficas como un churrero hace churros. Ahora apenas hay solo churros de olor a asquerosa fritanga.


tomado de jovenesrealizadores

Ha llegado el momento de abordar uno de los géneros que más y mejores momentos me ha hecho pasar ante una pantalla de cine (o de televisión). Probablemente, el género con mayúsculas. Ese cine negro que en muchos casos es despreciado por considerarse intrascendente o banal pero que ha dado demasiadas joyas (y no hablo sólo del cine) como para pasarlo por alto.Son muchas las cintas que podría haber escogido, pero me he decantado por una de esas que se consideran menores o de segunda fila porque me parece que reúne buena parte de los elementos básicos y porque tengo que reconocer que tengo un cierto espíritu de quijote y me gusta reivindicar títulos que considero injustamente olvidados.

Desde luego, el reparto de La casa número 322 merece todos los parabienes. Ahí están Fred MacMurray, Kim Novak, E.G. Marshall, Phillip Carey, Dorothy Mallone y algún otro nombre (rostro) que tenemos interiorizados como parte de nuestro imaginario privado los buenos aficionados al cine. MacMurray es la demostración palpable de lo que se puede hacer en contra de las apariencias. Podría haberse limitado a ser el perfecto vecino que fue en muchas películas, pero supo meterse en pellejos mucho más complejos, oscuros y atormentados con gran éxito y sin que dejásemos de verlo como ese tipo amable al que le confiaríamos la custodia de nuestros hijos.

En este caso, su papel recuerda demasiado al de Perdición, que había rodado justo 10 años antes. Esta sí, una joya con letras mayúsculas. Pero no podemos por ello menospreciar la cinta de la que estamos hablando. Tal vez, incluso, en esta ocasión Fred MacMurray le añade otros matices a su personaje. A ese Paul Sheridan que inspira el título original de la cinta (Pushover) mucho más próximo al espíritu del relato.

Me voy a detener aquí un segundo porque me parece interesante abordar este aspecto. El título original hace referencia a una expresión que suele traducirse como persona fácil de convencer, un aspecto que, como acabo de decir, tiene mucho que ver con la historia que se nos cuenta. Pero en realidad, vista la película, nos queda la legítima duda de si estamos ante alguien que se deja convencer con facilidad o ante alguien que intenta pillar al vuelo la oportunidad que ha estado esperando. Alguien con mucho, demasiado, que ocultar. Me da la impresión de que en el fondo de este guión, hay mucho de los buenos, que son buenos sí o sí, y los malos que lo son también sí o sí. Los que manifiestan su bondad o su maldad siempre y en toda condición, como Harry Wheeler o Rick McAllister, y los que sólo dejan aflorar su verdadera inclinación llegado el momento, como el propio Paul Sheridan. En todo caso, y para cerrar el tema del título, es curioso que fuera de Estados Unidos, esta cinta haya tenido diversos títulos, siempre relacionados con el lugar donde se desarrolla la acción, que aclaran poco, aportan nada y sólo añaden confusión. Para aclararnos, la casa 322 a la que hace referencia el título en español es en realidad el bloque de apartamentos donde viven Lona McLane y Ann Stewart. En otros países se ha titulado El asesino del 423, que es el apartamento donde vive el personaje de Kim Novak. Pero en ese apartamento no vive ningún asesino ni se comete ningún asesinato, lo que añade más confusión si cabe. Por todo ello, como casi siempre, me parece que el título original es el más acertado.

Un título que no proviene de la novela original en la que se basa el guión ya que en realidad, la trama se arma sobre dos novelas diferentes. Rafferty, de Bill S. Balllinger y The night watch, de Thomas Walsh. Ambos acreditados como guionistas de la cinta junto a Roy Huggins. Entramos aquí en otro elemento interesante, el de la observación a través de la ventana. Inevitable es pensar en el clásico de Hitchcock rodado ese mismo año 1954, La ventana indiscreta, salvando todas las distancias correspondientes.

Ese vouyerismo incontenible de los seres humanos se ve matizado, en este caso, por la obligación profesional de los policías. Pero se tiñe de la necesidad que casi todos tenemos de rellenar los vacíos que nos deja cualquier observación parcial. En este caso es Rick McAllister, el personaje al que da vida Phillip Carey, el que se sumerge en una recreación de la vida de la enfermera Stewart, maravillosamente construida por Dorothy Malone.

Otra parada que voy a hacer. Phillip Carey es uno de esos secundarios que cada vez que lo vemos aparecer en pantalla nos relajamos, como diciendo “nada de lo que vayamos a ver puede ser malo”. Nunca fue una estrella y muy pocos le recordaran pero sostiene todas las historias en las que toma parte con la mayor de las dignidades. Como tantas veces, la televisión terminó siendo el refugio de un tipo que nunca tuvo demasiada suerte en la pantalla grande.

 

Bien distinta es la carrera de Dorothy Malone que, aunque también terminó refugiada en la pequeña pantalla, si pudo labrarse una buena carrera en el cine alternando las mujeres oscuras, al borde de la ley y del decoro, con madres de familia y mujeres abnegadas. Demasiada picardía, tal vez, en esa mezcla de ojos claros y oyuelos en las mejillas.

El resto de la carga secundaria de La casa número 322 se deposita en E. G. Marshall, del que ya hablamos aquí a propósito de 12 hombres sin piedad. Un portento de sobriedad que devenía, con frecuencia, en la sensación de que sus personajes no sabían sonreír. Bien por su trabajo, bien por su pasado, bien por lo que tenían por delante. Siempre sobrio, daba la sensación de que cada papel había sido escrito para él. El traje, el uniforme, la corbata o las armas. Sus incipiente alopecia le dio siempre un aspecto respetable con el que E. G. Supo jugar siempre a su favor.

He dejado para el final, deliberadamente, a Kim Novak. Una de esas estrellas, que no actrices, por las que siento la más absoluta indiferencia. Desde luego, como actriz, pero también como mujer. Nunca he entendido el atractivo de la Novak para toda una generación o dos de hombres, salvo que su descaro tan evidente resultase irresistible. Igual que puedo entender que Fred MacMurray pierda la cabeza por Barbra Stanwyck en Perdición (y ya es decir), no comprendo que eche su carrera y su vida por la borda por Lona en este película. ¡Y que decir de Vértigo! ¡Alguien puede entender que James Stewart caigan tan bajo por alguien como Kim Novak! Ni Alfred Hitchcock pudo arreglar eso. Menos mal que en el caso que nos ocupa sale poco, habla menos y en muchos casos sólo se la ve de espaldas, de perfil o a través de la ventana. Sólo así se hace soportable su presencia que, pese a todo, no afecta al resultado final.

 

Porque, sí, La casa número 322 es una gran película de cine negro. Desde el comienzo. Postponiendo los créditos del inicio para meternos en situación con media docena de planos y sin una sola palabra. Porque con menos de cuarto de hora, Richard Quine nos dibuja casi todos los personajes, las relaciones entre ellos, cuál va a ser su papel en la historia y que podemos esperar de cada uno. Para luego retorcer mucho las cosas y sorprendernos, abusando de algunos trucos de guión, también es cierto.

Richard Quine es, de hecho, un buen artesano. Uno de esos directores que aprendió el oficio y fue capaz de aplicar la técnica aprendida para obtener el mejor resultado del guión que tenía entre manos. En su caso le puedo reprochar que trabajase en exceso con la ya citada Kim Novak, pero habrá que perdonárselo porque nos ha dejado una serie de comedias ligeras muy apreciables y con las que hemos pasado muy buenos ratos (La pícara soltera, Cómo matar a la propia esposa, Me enamoré de una bruja, ?) También Quine terminó refugiado en series de televisión como Colombo que le deben mucho a su saber hacer.

Si algo se le puede reprochar a La casa número 322 es que es un poco irregular. Tiene escenas deliciosas, como la noche en que se conocen Sheridan y McLane (desde la salida del cine hasta la madrugada en casa de él) y diálogos o frases sublimes, como cuando Paul Sheridan le dice al Lona “vete antes de que empiece a pensar”, que merecen estar en cualquier buen recopilatorio del género. Con otros momentos un tanto forzados, pero bien resueltos, como la primera conversación entre McAllister y Stewart.

Me parece interesante e inteligente a la vez la forma de prescindir del malo, de Harry Wheeler, para centrarse en los personajes que tienen que decantarse. En realidad (y no revelo nada trascendental) Wheeler es un perfecto MacGuffin, que diría Hitchcock. Pero está también enjaretado que no nos damos cuenta hasta que hemos visto la película unas cuantas veces. No es el único caso. Ayer, cuando la volvía a ver para escribir esta entrada, me di cuenta de cómo usan los nombres propios de los personajes. En todos los casos nos dan el nombre y el apellido de todos ellos y usan uno y otro en función del momento y de los dialogantes. Sólo en el caso de Paddy Dolan utilizan el diminutivo. Y si quieres saber por qué, será mejor que veas la película.


tomado de nosolocine

Argumento.- Paul es un policía veterano y un tanto desencantado de su profesión, que por encargo de su jefe entra en contacto con la bella Leona, amante de un atracador, con objeto de poder atrapar al gánster, cuando después de haber cometido el robo a un banco, vuelva para buscarla. Lo que comienza con un trabajo oficial termina con una pasión amorosa que le lleva a aceptar la idea de Leona para asesinar al atracador y quedarse con el dinero.

Comentario.- Magnifica película poco conocida, cine negro en estado puro, con la noche y la calle como protagonistas y en donde “la mujer fatal” y el azar se unen para conseguir la destrucción final del protagonista. El film cuenta con la estimulante belleza sensual de Kim Novak y tiene unos logros estéticos cinematográficos indudables pero por encima de todo esto que no es poco, puede considerarse como un magnifico retrato de la policía norteamericana, personificada en cuatro de sus componentes de caracteres tan diferentes que pueden ser representativos de la totalidad del Cuerpo: El teniente Eckstrom es honrado a carta cabal, meticuloso y observador, en cuanto un detalle no encaja en el engranaje su mirada inquisitoria revela su sospecha hacia algún compañero. Paddy es un veterano que ya no tiene ilusión por el trabajo, aficionado a la bebida, solo piensa en llegar a la jubilación sin manchar su expediente para poder cobrar la pensión correspondiente. Rick, también honrado, ha tenido una feliz infancia, sus padres se casaron por amor y él aspira a hacer lo mismo, cuando encuentre una mujer decente, cosa difícil de conseguir en el entorno donde se mueve. Paul es un ser desencantado de la vida y de su profesión que aspiraba a ser rico y aún debe 2,5 dólares en la lavandería, su ambición por el dinero y su pasión sexual hacia Leona le llevará a la perdición con un fatal desenlace, queda muy bien definido con el siguiente dialogo que mantiene con su compañero Rick:

Paul: “El dinero es muy importante”.

Rick: “Hay cosas mucho más importantes”.

Paul: “¿De veras’. ¿Conoces algún matrimonio feliz que no tenga dinero?”

Rick: “Si. Mis padres. Tuvieron que trabajar toda su vida”.

Paul: “Los míos se odiaban. Siempre estaban discutiendo. Es lo único que recuerdo de ellos. Sus peleas continuas y siempre por dinero, por el maldito dinero. De pequeño juré que cuando fuera mayor tendría mucho dinero, sería rico y no hay manera, aún debo 2,5 dólares en la lavandería”.

Leona es “la mujer fatal” en este caso con un matiz diferenciador pues al principio es utilizada por la policía como cebo para conseguir la detención de su amante, que es el presunto atracador buscado por asesinato, ha llevado una vida de pobreza y su deseo de dinero la lleva a convivir con un gánster que se lo proporciona, su carácter se explica perfectamente en el siguiente dialogo:

Paul: “¿Te dejaste comprar?”

Leona. “Que iba a hacer. Me regaló ropa, un coche y un lugar para vivir. Las cosas que no he tenido en mi vida”.

Paul: “¿Lo hubieras aceptado sabiendo que era dinero sucio?”

Leona: “El dinero no es sucio. Solo la gente lo es”.

20131212210510_foto_2_estreno158La noche y la calle son los protagonistas importantes, la primera en consonancia con la historia que contemplamos y las oscuras pasiones de sus personajes, la segunda como una válvula de escape de la claustrofobia en que viven los policías que vigilan encerrados en una habitación a oscuras y la mujer vigilada, nerviosa y enjaulada siempre pendiente del teléfono que tiene que sonar.

Quine con suaves movimientos de cámara y apoyándose en una magnifica fotografía de Lester H. White -de muy bajo nivel de iluminación y sombras acusadas- consigue resultados estéticos muy importantes. Un magnifico comienzo nos pone en situación cuando a través del cristal de la ventanilla del coche, vemos un primer plano del rostro de la bellísima e insinuante Kim Novak, inolvidable y que por sí mismo justifica la existencia de esta gran muestra del género negro, los minutos siguientes tienen una intensidad sexual de alto voltaje con la belleza de Novak cubriendo toda la pantalla y el siguiente dialogo:

Leona: “¿Me llevas a casa?.

Paul. “¿Ahora?. Está bien. ¿A la tuya o a la mía?

Leona: “Sorpréndeme”.

A continuación un beso apasionado sobre el sofá del cuarto de estar y en otra ocasión Leona insinúa la posibilidad de quedarse con el dinero del gánster, mientras se acerca a Paul y le acaricia la solapa de su gabardina, el policía se aparta bruscamente diciendo. “Vete, vete antes de que empiece a pensar”. Es inútil, el veneno está servido y Paul ya no podrá escapar a su trágico destino. Un magnifico Fred MacMurray en el papel de hombre seducido que inevitablemente nos recuerda la obra cumbre del género “Perdición”, de Billy Wilder, en la que era también seducido, en ese caso por una maravillosa Bárbara Stanwyck, y hay que destacar a Phil Carey, la bella Dorothy Malone y los estupendos secundarios E. G. Marshall y Allen Mourse.

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Anecdotario.- Richard Quine realizó esta película en los comienzos de su carrera con muy poco presupuesto, decorados de estudio y cuatro semanas de rodaje. Kim Novak de belleza deslumbrante se llamaba Marilyn Pauline Novak, trabajó en varios empleos entre otros como ascensorista y anunciante de electrodomésticos, fue descubierta por Harry Cohn que le hizo cambiar de nombre pues pensó en ella como réplica de Marilyn Monroe, llegó a ser un “Sex simbol” de Hollywood y fue actriz preferida de Richard Quine que la dirigió en “La casa núm. 322”, “Un extraño en mi vida”, “Me enamoré de una bruja” y “La misteriosa dama de negro”. Tuvo un gran éxito al actuar junto a William Holden en “Picnic” y el papel de su vida se lo dio Alfred Hitchcock que la eligió para su mítica película “Vértigo”, en 1958 y tuvo sonados romances con los actores Cary Grant y Frank Sinatra. Dorothy Malone era modelo y trabajaba en el teatro universitario cuando fue descubierta por un ejecutivo de la RKO, ganó el Oscar secundario en 1956 por “Escrito sobre el viento”, de Douglas Sirk, y en los años 60 consiguió una gran popularidad con la serie de TV “Peyton Place”. Phil Carey sirvió en la Marina en la IIGM, estudió teatro en la Universidad de Miami, intervino en numerosas series de TV y en el cine tuvo una corta carrera aunque actuó en buenas películas como “La flota silenciosa”, de George Wagger, en 1951, “Fiebre de venganza”, de Raoul Walsh, en 1953, “Escala en Hawái”, en 1955, y “Cuna de héroes”, en 1955, ambas de John Ford. E .G. Marshall fue muy popular por la serie de TV “Los defensores” y en el cine como secundario trabajó entre otras en “La casa de la calle 92”, de Henry Hathaway, “El honor del capitán Lex”, de André DeToth, “Lanza rota” y “El motín del Caine” , ambas de Edward Dmytryk, “Doce hombres sin piedad”, de Sidney Lumet, y “La jauría humana”, de Arthur Penn. Ri

chard Quine comenzó como actor de vodevil y más tarde como actor, guionista y director de cine, enamorado de la bella Kim Novak sin ser correspondido, con mala salud y sumido en una depresión se disparó un tiro muriendo a los 68 años de edad.


tomado de lapublicacioncultural

El realizador norteamericano Richard Quine, fallecido en 1989, fue un artista muy polifacético que trabajó como actor, guionista, productor y compositor desde muy temprano, incluso como actor infantil desde 1930. Comenzó a dirigir en 1948, aportando al séptimo arte un gran número de comedias en los años cincuenta, entre ellas Mi hermana Elena, 1955 y Un Cadillac de oro macizo 1956. Dirigió también más de una comedia con la virginal Doris Day. El éxito mejoró su carrera en los años sesenta con películas como ¿Cómo matar a la propia esposa?, junto a Jack Lemon, con quien trabajaría en más de una ocasión. Pero hacia finales de esa década algún que otro fracaso le dejó a un lado del espejo cinematográfico. Lo cual no tiene que ser malo per se, pues se embarcó en la televisión, participando en diversas series como Colombo o El especialista. Aunque no volvió a recuperar el prestigio perdido y sin esperanzas de volver a dirigir, entró en una fatalista depresión que le llevó al suicidó, a finales de los ochenta. Además de en La casa nº322 (Pushover), dirigió a Kim Novak, de quién se enamoró, en Me enamoré de una bruja, 1958, Un extraño en mi vida, 1960, y La misteriosa dama de negro, 1962, títulos que confirman el misterio y atracción que sentía por la actriz, que relumbra en estas producciones como musa de un creador que la adoraba.

Quine construye un personaje atractivo y tentador con Lona McLane/Kim Novak, sin critica moralista, a diferencia de otros caracteres similares. Como solía decir él mismo, lo importante es la ejecución de la película, no el tema. Me quiero centrar en expresar la belleza.

Casting

Fred McMurray tiene una reputación de actor sólido, especialmente en el cine negro de los cuarenta, donde su prestigio le llevó a ser uno de los actores mejor pagados de la década y de la siguiente, los años cincuenta. Fue pareja de lujo de estrellas como Barbara Stanwyck, Catherine Hepburn, Marlene Dietrich, Carole Lombard…Sin embargo a finales de los cincuenta su carrera decayó, hasta que Billy Wilder volvió a ponerle en el candelero con El apartamento en 1960. Poco más realizó desde entonces, concentrándose en la intervención de series televisivas. Trabajador incansable, intervino en más de 100 películas, entre westerns, drama y sobre todo cine negro. Siempre será recordado como el agente de seguros tentado por la bella arpía Stanwick en Perdición, 1944, Billy Wilder. En un papel similar, pero cambiando los seguros por un puesto policial, Quine le hizo caer en la tentación de las sobras por una Kim Novak, apuntando maneras de sex symbol, en La casa nº 322.

Para Kim Novak fue el comienzo de una carrera deslumbrante, que supo mantener hasta hace bien poco. Quine se esmeró en el retrato de la novia de un mafioso, resaltando la expresividad de sus ojos felinos y una personalidad independiente, inusual para la época. A partir de aquí, los mejores directores se la disputaron, Hitchcock, Preminger, Sidney, Aldrich, Medak. En los años ochenta supo reciclarse gracias a la televisión y a Falcon Crest. Elegida en 1990 por la revista Empire entre las 100 estrellas más sexys de la historia del cine.

Qué y como nos habla la película

La casa nº 322 es la historia de una incontrolable tentación. La de un eficaz pero ambicioso policía, Paul Sheridan (McMurray), que cae en las garras y la influencia de una hermosa mujer para quedarse con un dinero robado. Es el robo de este dinero, escena desarrollada en los créditos que abren la película, el principal motivo que de este resultón policíaco al que Quine supo proveer de buenos juegos de luz con la fotografía en blanco y negro, especialmente en la expresión de los rostros, así como en los escenarios típicos nocturnos de asfaltos mojados. La trama gira en torno al enfrentamiento de dos tipos de parejas, la fascinante y oscura formada por Sheridan y Lona y la más convencional del compañero de Sheridan, un policía sin aristas ni sombras, un tanto rígido, Rick McAllister (Phil Carey), que en el cumplimiento de su trabajo de vigilancia a la tal Lona, se enamora de la vecina de ésta, una enfermera bastante simple y domesticada, Ann Stewart (Dorothy Malone). Después de ligarse a Lona en un trabajo infiltrado por Sheridan, para sonsacarle el lugar donde está el dinero robado por su novio desaparecido, y en vista del resultado negativo, ambos policías son asignados para vigilar el apartamento, en el edificio nº 322, de la atractiva mujer, esperando que aparezca su novio el ladrón, Harry Wheeler (Paul Richards). El problema es que Sheridan no se la puede quitar de la cabeza, y acabará, entre dudas y atormentadas noches sin dormir, aceptando la oferta de Lona para quedarse ambos con los más de 200,000 dólares del atraco. Los planes fallarán porque la vecina, que tanto atrae al frígido compañero de Sheridan, se meterá por medio.

Ideal para amantes del cine negro, este temprano trabajo de Richard Quine es una obrita encantadora, donde Kim Novak luce una personalidad muy singular, y donde se intuye el amor desplegado por el realizador hacia la actriz. El caso es que al republicano McMurray le iban estos papeles, precisamente por su aspecto de buen ciudadano americano.

Enfocando

Las persecuciones o paseos nocturnos siguiendo a Lona con el coche, un preludio de lo que sería posteriormente Vértigo, 1958, de Alfred Hitchcock.

El flirteo del comienzo entre Sheridan y Lona, dando la imagen de una mujer actual, liberal y sumamente misteriosa; una femme fatal independiente.

El contraste entre los felinos y tranquilos movimientos de Lona en casa, y los nerviosos y vulgares de Ann, que no para de hacer labores.

Frases

Lona.- El dinero no es sucio, sólo la gente.

Sheridan.- ¿Tu casa o la mia?
Lona.- Sorpréndeme.

Anécdota

Al igual que ocurrió en Perdición, de Billy Wilder, el personaje de Fred McMurray es soltero, pero luce un anillo de casado todo el metraje.

Familia política

Perdición, 1944, Billy Wilder; Fuego en el cuerpo, 1981, Lawrence Kasdan ; Atracción fatal, 1987, Adrian Lyne; La última seducción, 1994, John Dahl.


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