Título en castellano | Laura |
Titulo original | Laura |
Año de filmación | 1944 |
Duración | 88 minutos |
Pais | Estados Unidos |
Director | Otto Preminger |
Guion | Jay Dratler, Samuel Hoffensteis, Betty Reinhardt (novela Vera Caspary) |
Música | David Raksin |
Dirección de fotografia | Joseph LaShelle (B&N) |
Reparto | |
Productora | 20th Century Fox |
Sinopsis | El detective Mark McPherson investiga el asesinato de Laura Hunt, una elegante y seductora mujer que aparece muerta en su apartamento. McPherson elabora un retrato mental de la joven a partir de las declaraciones de sus allegados. El sugestivo retrato de Laura, que cuelga de la pared de su apartamento, también le ayuda en esta tarea. |
Premios | 1944 Oscar a la mejor fotografia 5 nominaciones |
Subgénero/Temática |
Crimen, Thriller psicológico |
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Magistral clásico del cine negro con una arrebatadora Gene Tierney. Una de las obras míticas del género.FILMAFFINITY
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«Obra maestra (…) y es que el rostro de Gene Tierney enamora a tres personajes, a la cámara, a los espectadores, al acomodador y hasta a las butacas de cine»Javier Ocaña: Cinemanía
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«No tanto una película de misterio como un estudio de los niveles de una obsesión, ‘Laura’ es uno de esos clásicos que dejan atrás su tema principal y perviven en la fuerza de su seductor estilo»Dave Kehr: Chicago Reader
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«Un misterio sobre un asesinato que tiene (…) suspense prolongado, buenas actuaciones y diálogo cáustico»The New York Times
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«[Un] retrato complejo elaborado con maestría — y habitualmente exagerado — de la desilusión romántica apasionada (…) Puntuación: ★★★★ (sobre 4)»Nick Schager: Slant
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«Forzada, artificial, amanerada, y aun así consigue una especie de perfección al equilibrar las motivaciones mundanas y el estilo elevado (…) Puntuación: ★★★★ (sobre 4)»Roger Ebert: rogerebert.com
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«Es una fascinante película de cine negro con un suceso sorprendente a la mitad (…) Laura sigue igual de increíble (…) Puntuación: ★★★★★ (sobre 5)»Peter Bradshaw: The Guardian
Dotada de un brillante y ágil sentido del ritmo narrativo, Preminger se vale de la voz en off del lenguaraz, despótico y esencialmente egoista periodista de artículos de sociedad y programas radiofónicos el inefable Waldo Lydecker (Clifton Webb) quien poco a poco y a través de las investigaciones llevadas a cabo por el autocomplaciente teniente de policía Mark MacPherson (Dana Andrews) describe con absoluto apasionamiento y sutileza lírico descriptiva sus experiencias vitales con la enigmática protagonista Laura (Gene Tierney) durante el largo fin de semana que supone el horizonte temporal de la película y en el que se desarrollan de manera vertiginosa los terribles y reveladores acontecimientos.Preminger cincela sutiles trazos que describen con absoluta maestría narrrativa los poderosos personajes que llenan la trama.
MacPherson interroga a todos los sospechosos; desde el mencionado Waldo, pasando por un pusilánime playboy Shelby (Vincent Price), pretendiente de Laura y a su vez al amparo de la tía de ésta, Ann Treadwell (Judith Anderson) quien no duda en plantear a su sobrina la conveniencia de que la ceda el «privilegio» de usufructuar los servicios del apuesto playboy, ya que sólo a una persona mala como ella le conviene una persona tan mala y miserable como Shelby, un bala perdida y correveidiles de modelos de segunda.
Incluso la asistenta de hogar de Laura, Bessie es sospechosa de los oscuros acontecimientos de que somos testigos.
Una imagen para el recuerdo del cinéfilo; cuando MacPherson hace una especie de tercer grado a Laura bajo la potente luz cegadora de una lámapara proyectada sobre el bellísmo y delicado rostro de Laura.
Una escena fetiche; cuando MacPherson arroja el albornoz a un completamente desnudo Waldo mientras esboza una sonrisa burlona no se sabe bien por qué aunque se intuya el motivo.
Un retrato, un reloj de pared y miles de motivos más para no perderse esta historia intemporal y magistral de la sempiterna historia del cine.
Un dato curioso y ¿significativo?: la gran cantidad de películas cuyo título es solo un nombre de mujer, así, sin más especificaciones; sin ser personajes históricos, mujeres de ficción que, de alguna manera, alteran el universo masculino con su mera presencia. Sin tener que esforzarme mucho, me vienen a la memoria: Alice, Amélie, Annie Hall, Bámbola, Betty Blue, Carmen, Chloe, Fedora, Gertrud, Gilda, Gloria, Jezabel, Juno, Kika, Laura, Lola, Lolita, Loulou, Malena, Ninette, Ninotchka, Rebeca, Rossetta, Sabrina, Shirley Valentine, Tess, Tristana, Viridiana. Si buscan películas con solo un nombre masculino, sin ni siquiera el Sr. delante, les llevará más esfuerzo.
Y es que la mirada del cine fue y sigue siendo masculina, y las mujeres en el cine se ocultan tras el tópico del objeto de deseo, el supremo y ancestral trofeo para el hombre (la hermosa, la “femme fatale”, la Eva bíblica). Se nos presentan como semidiosas, seres extraordinarios, con mágicos ascendentes sobre los hombres, a los que privan del libre albedrio; si caemos en sus redes no será porque no han puesto empeño en avisarnos a lo largo de nuestra vida. Cualquier cosa antes que percibirlas como reales y, por tanto, iguales a los hombres, porque en ello radica la cuestión.
Pero con todo, y gracias a este tópico, han sido posibles obras tan fascinantes como este thriller onírico que tiene la hechura de las películas inmortales, de las que siempre recompensan en sus visionados posteriores. Soberbio guión –algunos diálogos son dignos de memorizarse- de engañosa sencillez, que avanza de sorpresa en sorpresa, desmontando certezas absolutas con efectividad, sin menoscabar con ello la credibilidad de la historia. Si la banda sonora es mítica, la voz de Waldo, flotando por las estancias, estremece. La fotografía ganadora de un merecido Oscar. Los actores sobresalientes dando vida a cuatro personajes para el recuerdo: una mujer superlativa hechizando, en el súmmum del embrujo femenino, desde la misma ausencia; y tres hombres dando tumbos por la vida, con una sola obsesión: poder decir solo ese nombre de mujer, así, sin más especificaciones, y que alguien responda.
Críticas como la de Sevadac le hacen a uno tonto. Si bien no quiero leer crítica alguna hasta haber terminado la mía por no caer en la maliciosa tentación de ser arrastrado en ideas y pensamientos ajenos, el atrayente y certero título pudo más que mi quebrantable posición. Dentro ya, veo como pasan bisturís, pinzas y tijeras diseccionando la película de manera ejemplar.
Poco queda que decir. Creo que ni Waldo Lydecker, ese personaje charlatán, entrometido y fatuo interpretado magistralmente por Clifton Webb podría añadir un pero más. Aún así voy a intentarlo:
“Laura” posee unas cuantas cualidades que convierten la película en un ejercicio de altura. Sobre todo a nivel interpretativo. El nombrado Webb, una Gene Tierney que usa la ausencia como fuerza; y un detective necrófilo y por tanto, bastante onírico, al que da vida Dana Andrews. Si bien Price consigue una gran interpretación queda un peldaño por debajo de este trío de ases.
Más que el guión, al que siendo francos le vi el plumero en determinados momentos (me imagino que el tiempo no juega en este aspecto a su favor), me fascina esa planificación de escenas que Preminger consigue. Como capta toda nuestra atención un sofá, un cuadro y un detective soñando. Como desde el principio las horas marcan el camino, como una bañera y dos hombres se muestran tan sugerentes sin que una pizca de sexualidad pase por nuestras cochinas mentes (y más conociendo la ambigüedad sexual de Lydecker) o una invitación a un güisqui barato donde nada es lo que parece (aunque sabemos que parece lo que no es).
“Laura” es un cuadro, y como tal, cualquier detalle expuesto en él tiene su razón de ser.
Laura es una película estadounidense dirigida por Otto Preminger y estrenada en 1944. Es adaptación de la obra teatral y de la novela de la escritora Vera Caspary (1899 – 1987) Ring Twice for Laura (1942 – 1943).
La película fue candidata a cinco Óscar, y ganó el de mejor fotografía en blanco y negro.
Hace parte del AFI’s 10 Top 10 en la categoría «Películas de misterio».
Categoría | Persona | Resultado |
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Óscar al mejor director | Otto Preminger | Nominado |
Óscar al mejor actor de reparto | Clifton Webb | Nominado |
Óscar al mejor guion adaptado | Jay Dratler, Samuel Hoffenstein, Betty Reinhardt | Nominado |
Óscar a la mejor fotografía en blanco y negro | Joseph LaShelle | Ganador |
Óscar a la mejor decoración en blanco y negro | Lyle Wheeler, Leland Fuller | Nominado |
sacado de elespectadorimaginario
Otto Preminger, director estadounidense nacido en Viena en 1906, cometió probablemente el mismo error que Orson Welles: realizar su obra maestra al principio de su carrera. Con Laura, al igual que Welles con Ciudadano Kane (Citizen Kane, 1941), alcanzó el máximo reconocimiento de crítica y público de toda su trayectoria, lo que hizo que a lo largo de los años (treinta y siete películas en cinco décadas), sus sucesivas obras fueran inevitablemente comparadas con Laura, contribuyendo con ello al desprestigio del conjunto de su filmografía.
En la actualidad, y con la perspectiva que indudablemente aporta el tiempo, cabe preguntarse si en realidad nos encontramos ante un director con méritos suficientes para incluir en el listado de los “grandes”. Para ello, deberíamos examinar si en su obra aparecen rasgos personales en estilo y temática que lo eleven a esa categoría de escogidos. Aunque sus gustos fueron eclécticos, una visión en profundidad nos lleva a concluir que destacaba en soltura para plasmar guiones rigurosos, por su estilo aparentemente invisible, con movimientos de cámara sencillos, con tomas largas que perseguían a sus protagonistas a través de movimientos de grúa o travellings muy elaborados, siguiendo a los actores a cierta distancia y dejando que el espectador sacara sus propias conclusiones. A la búsqueda siempre de la verdad, sus películas se llenan de tribunales, de problemas sociales y políticos, abordando con independencia y valentía las distintas problemáticas que afrontaba. Los conflictos de la sociedad le preocupaban enormemente, y no tuvo reparos en retratar mundos como el de la droga (El hombre del brazo de oro, The Man with the Golden Arm, 1955), la justicia (Anatomía de un asesinato, Anatomy of a Murder, 1959), los prejuicios raciales (La noche deseada, Hurry Sundown, 1966), el terrorismo (Rosebud, 1975), el tema judeo-palestino (Exodo, Exodus, 1960), o incluso instituciones como el Senado (Tempestad sobre Washington, Advise and Consent, 1962), la Iglesia Católica (El Cardenal, The Cardinal, 1963) o el ejército (El proceso de Billy Mitchell, The Court Martial of Billy Mitchell, 1955). Como Preminger expresó abiertamente, sus intereses por las cosas iban cambiando, procurando no repetirse y mostrar las dos caras del asunto. Para ello, se ayudó indudablemente de la independencia que le otorgaba el poseer su propia productora ya desde mediados de los años cincuenta.
En Laura, a través de esa puesta en escena que le identificó, logra una mirada imperecedera y cautiva sobre conflictos que le preocuparían siempre: el amor, la muerte, la obsesión, el transcurso del tiempo; dándole la vuelta al género negro mediante la utilización de un ambiente urbano y sofisticado, construye un modelo en el que la planificación se encuentra supeditada a la narración, pero que alcanza simetría en todos sus elementos a través del encaje modélico de la música, la iluminación, la interpretación de los actores y sus movimientos dentro del encuadre. También se aleja Preminger de los parámetros del cine negro en la iluminación, al dejar de lado las luces y sombras de carácter expresionista que identifican al género, y optar por una claridad en interiores muy definida, que resalta la belleza de los rostros y el refinamiento de los decorados. No obstante, dicho alejamiento no es total, y los juegos de luces y sombras consiguen crear en ciertos momentos, como en el interrogatorio en comisaría o en determinadas escenas en casa de Laura, el ambiente adecuado de intriga y desasosiego. Con todo ello, no cabe duda de que nos encontramos ante un film noir, que recurre a flashbacks para presentar la historia, a la voz en off que subjetiviza personajes e introduce hechos, y que gira alrededor de un crimen y la investigación de su autor.
El realizador vienés era un magnífico director de actores, y en Laura brillan con luz propia todos ellos. Gene Tierney sobresale como Laura Hant por su espectacular belleza, y sabe dotar a su personaje tanto del candor como de la frialdad necesarios, de un carácter amable y seguro en sus habilidades profesionales y personales. Dana Andrews, encarnando al detective Mark McPherson, mediante una interpretación calculadora y distanciada de estereotipos del genero, refleja la obnubilación y sugestión que va apoderándose de su persona y nos va llevando de sobresalto en sobresalto a lo largo de investigaciones e interrogatorios. Clifton Webb, como Waldo Lydecker, periodista de éxito e influencia, contribuye decisivamente a la grandeza de la obra y nos muestra una influencia que sobresale en inteligencia, modales refinados, capacidad dialéctica y carácter protector y posesivo, además de extravagante. Vincent Price, como Shelby Carpenter, elabora un retrato de vividor con encanto, que manifiesta no saber gran cosa de nada pero un poco de todo, y que acepta manchas en su carácter pero no en sus trajes.
La trama resulta sugestiva y envolvente. La película se inicia con una voz en off de Lydecker expresando: “Nunca olvidaré el fin de semana en que murió Laura”, precedido por el retrato y el tema musical de Laura. Con este magistral arranque, nos vemos arrastrados por una historia morbosa, sorpresiva y compleja, que aporta componentes novedosos en sucesivas contemplaciones. Los objetos, al igual que los personajes, van adquiriendo una importancia relevante, y cuadros, relojes o escopetas van haciéndose hueco en significado y simbolismo.
El año 1944, a pesar de la existencia de la Segunda Guerra Mundial, nos ofrece una producción cinematográfica estadounidense excepcional, con algunas obras maestras como Perdición (Double Indemnity, Billy Wilder), La mujer del cuadro (The Woman in the Window, Fritz Lang), Tener y no tener (To Have and Have Not, Howard Hawks) o Luz que agoniza (Gaslight, George Cukor). Entre ellas, sin ninguna duda, se encuentra esta obra de Otto Preminger a la que el paso del tiempo ha ido engrandeciendo y situando dentro de su singularidad y excepcionalidad.
Dirección: Otto Preminger
Intérpretes: Gene Tierney, Dana Andrews, Clifton Webb, Vincent Price.
Película basada en una novela de Vera Caspary. Con guión de Jay Dratler (“Yo Creo En Ti”, “No Estamos Casados”), Samuel Hoffenstein (“El Mago De Oz”, “El Hombre y El Monstruo”) y Elizabeth Reinhardt (“El Pecado De Cluny Brown”, “Conflicto Sentimental”).
Sinopsis
En la ciudad de Nueva York una mujer llamada Laura Hunt (Gene Tierney) ha sido asesinada. El detective Mark McPherson (Dana Andrews) se hace cargo del asunto, siendo sus primeras tareas el interrogatorio de dos posibles sospechosos: un periodista llamado Waldo Lydecker (Clifton Webb) y Shelby Carpenter (Vincent Price), el prometido de la fallecida.
Probablemente el mejor título del director vienés Otto Preminger y una de las historias más fascinantes del cine negro de los años 40.
Iniciada por Rouben Mamoulian, la película centra el misterio en torno al personaje femenino que da título al film, una mujer que obsesiona a todos los hombres que se acercan a su personalidad y figura, desde el sentimiento necrófilo del policía encargado de la investigación, hasta el sincero entusiasmo amoroso de un seductor gigoló de refinado porte, pasando por la ofuscación paranoica de un maduro y celoso escritor, lleno de agudeza y cultura que se verá arrastrado por una malsana perturbación pasional.
Preminger maneja la película con soltura, elegancia, refinamiento en la puesta en escena y tensión en la construcción del suspense.
Un magnífico guión con ingeniosos diálogos y la espléndida fotografía del gran Joseph LaShelle (que consiguió su único Oscar con este título), dotan al relato de un tono enigmático, que alcanza su máxima expresión con la aparición cuasi fantasmal de la bella Gene Tierneyjunto al cuadro que preside el salón en donde transcurre casi toda la acción.
Además de enmarcarse dentro del thriller clásico, con las características de ambientación urbana y relente como definición de la psique de unos personajes ambiguos y una perturbada trama, atmósfera taciturna, intervención de la femme fatale como motor del asunto o utilización narrativa del flashback, “Laura” es una intensa película romántica, con los celos y la obsesión como principales fundamentos temáticos.
Tierney encarna a Laura Hunt, la mujer fatal que está en el medio de todo lo que sucede en el filme, sospechas de asesinato, triángulos amorosos, intrigas que no parecen poder descifrarse, todo en pro de crear un ambiente de incertidumbre, cosa que logra y, esto ciertamente crea interés por ver la película y descubrir un final que no se insinúa durante la misma. Cuenta con buenas actuaciones, y claro, el aliciente que siempre genera ver a ese maestro del terror, el legendario Vincent Price, y digo aliciente pues en esta oportunidad, lo veremos encarnando un personaje totalmente ajeno a los que habitualmente interpreta Vincent. Una cinta para prestarle atención.
Laura (Tierney) ha sido asesinada, en medio de situaciones no muy claras y con muchos sospechosos del homicidio. Dana Andrews es el detective Mark McPherson, teniente encargado de investigar el abominable asesinato a sangre fría de la mujer en la puerta de su propia casa. El detective irá haciendo la investigación, y conforme profundice en la historia irá descubriendo más y más potenciales asesinos, en una historia que involucra más de un sujeto enamorado de la mujer, una lista de hombres prendados de ella a la que acaba sumándose el propio detective. Inesperadamente, la presunta asesinada Laura aparece, identificando el cadáver como una mujer relacionada a su prometido, un Vincent Price que se disputa a Laura con otro pretendiente. Tras largas investigaciones, es resuelto el crimen pasional, y tras desenmarañarse el complejo asesinato, la codiciada Laura se enamora y entrega al detective. Un final feliz para esta cinta de cine negro repleto de intriga.
Le película logra despertar cierto interés, sin llegar a ser una película excelente, pero además tenemos a Vincent Price en el inusual papel de un buen tipo, un suave e inseguro sujeto encantado con Laura, cuyo enamoramiento lo vuelve frágil y manejable. Es este uno de los puntos que realza el filme, más de un purista y asiduo de Price, o quizás simplemente alguien no muy familiarizado con el mítico actor, quizás rechace verlo en un papel así, pero, sabido es para el conocedor que más de una ocasión encarnó roles de cierta fragilidad, y personalmente, lo considero digno de verse, pues, con todo, consigue imprimir su elegancia y distinción, su inconfundible toque al papel. Dana Andrews cumple, un actor que logró cierto renombre y actuar en no pocas cintas de aquellos años junto a actores respetables, no desentona; Tierney como mujer fatal hacew su trabajo, sin descollar. Un producto decente, considerado un pequeño clásico del cine negro. La cinta no tuvo un inicio fácil, el reconocido Preminger tuvo problemas para que su trabajo se realizara, y es que esta adaptación de la novela de Vera Caspary, Ring Twice for Laura tuvo trabas desde arriba, desde los productores, otro director fue seleccionado para el proyecto, discusiones sobre el reparto actoral a seleccionar, entre otros. Finalmente el apasionado por el teatro y enemigo de la censura Preminger logra solbrellevar todo y materializar su obra, que tuvo gran éxito entre público y crítica, incluso cinco nominaciones a los Oscar, consiguiendo uno. Se consolida con este pequeño clásico la reputación de Preminger, una cinta a disfrutar.
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EL PODER DE UNA IMAGEN
“Nunca olvidaré el fin de semana en el que murió Laura”
La historia cinematográfica vincula Laura al cine negro y, sin embargo, es un film que escapa a cualquier tipo de clasificación, pues aunque aborda diversos géneros, habla del poder de fascinación que puede inspirar una imagen y un relato, es decir, una visión ideal que se crea en la imaginación. Los mimbres mismos sobre los que se asienta la magia del Séptimo Arte.
De repente, él mismo se da cuenta de su comportamiento neurótico y se aleja, comienza a rebuscar entre las pertenencias de ella. Nunca deja de beber y suena la melodía principal de la película (fabulosa pieza de David Raksin). El policía, inquieto, también se cansa de esta tarea y regresa enseguida a la salita donde está el cuadro. Se sienta frente al retrato de Laura con el whisky en la mano, el rostro amargado y la mirada sobre los increíbles rasgos de la mujer pintada. Se queda dormido y cuando despierta, comienza otra película. Un tanto decepcionados abandonamos todos la atmósfera ensoñadora del primer tramo del filme al descubrir que Laura vive. Perdió el encanto de ser un recuerdo que nunca existió.
“Nunca olvidaré el fin de semana en que Laura murió”. Así comienza una de las obras cumbre del cine negro. Una joya del séptimo arte, fascinante y extraña porque aun siguiendo los cánones del Film Noir: voz en off, flashback, asesinatos y acciones detectivescas, subyace la sensación a lo largo del metraje de ser mucho más que una película de género por la perturbadora historia de amor que desencadenará la evocación del recuerdo de Laura, que la diferenciará y la elevará a la categoría de obra maestra más allá de cualquier encasillamiento.
En una obra tan perfecta y en la que no existe un solo resquicio que no haya alcanzado la excelencia, es difícil creer que fuese el resultado de circunstancias tan adversas y de tantas improvisaciones porque su destino, cuando empezó a fraguarse, era el de la serie B. Solo el empecinamiento de Preminger que hacía por entonces tareas de producción para la Fox y que creía en las posibilidades del guión, hizo que el todopoderoso y despótico Darryl F. Zanuck admitiese que podía producirse como serie A.
Zanuck había jurado que mientras mandase en la Fox, Preminger no dirigiría ninguna película allí. Así que contrató como director de Laura a Mamouliam después de que muchos directores rechazasen el encargo. No obstante terminó aceptando el casting que Preminger proponía recayendo en la incomparablemente hermosa y magnífica actriz Gene Tierney el papel protagonista que aportaba plenamente la belleza, la calidez y el magnetismo que requería el personaje. E igual de acertado fueron las elecciones de Dana Andrews como el detective Mark McPherson y la de Cliffton Webb para el personaje de Waldo Lydecker, el pigmalión de Laura, sin cuya extraordinaria composición del personaje, la película no sería la misma.
A las tres semanas de rodaje Zanuck despidió a Mamouliam tras ver la escasa calidad de lo rodado e inexplicablemente se la entregó a Preminger que pasó así a tener el control absoluto de la película.
Tras unos títulos de crédito contemplando el cuadro de una hermosa mujer, escuchamos la voz de Waldo Lydecker recordando el día en que murió Laura y recibiendo la visita del detective McPherson encargado del caso. Lydecker, crítico de profesión, es un hombre sarcástico que, como el mismo dice, escribe sus críticas mojando la pluma de ganso en veneno y que nada más comenzar a narrar a través de flashbacks como se convirtió en amigo y mentor de Laura, descubrimos, a la vez que el detective, lo profunda y posesivamente enamorado que estaba de ella.
Los sucesivos personajes que serán investigados como el prometido de Laura( Vincent Price), un tipo poco fiable, su tía (Judith Anderson) enamorada del prometido de Laura y su criada Bessie irán aportando información sobre su vida y la clase de mujer que era, al tiempo que irán descubriéndose las bajezas de carácter en algunos de ellos.
A pesar de todo será en el apartamento de Laura, el lugar en que fue asesinada, donde residirá la verdadera esencia de ella. Decorado con la exquisitez que parecía rodear toda su persona y con la omnipresencia del cuadro que le pintó un antiguo admirador, el detective comenzará a sentirse embriagado por su recuerdo. Lee toda su correspondencia, su diario, en un momento u otro todos han mencionado su delicadeza, su categoría, su bondad. Tiene frente a él la imagen de su arrebatadora belleza, pasea por sus habitaciones, toca sus prendas íntimas en los cajones, mira en sus armarios, huele su perfume, sabe que está irremediablemente enamorado de alguien que ya no existe, de un fantasma y en un sillón, siempre frente al cuadro de Laura, caerá abatido por la desesperación y el cansancio. Cuando despierta, necesita frotarse los ojos y dilucidar si continúa en el sueño o ha vuelto a la realidad…, dando así un giro total la investigación.
La fascinante exposición narrativa de la trama, indisolublemente unida a la proverbial fotografía de Joseph LaShelle y el evocador y maravilloso tema musical que David Raksin compuso, así como la perfecta interpretación de los actores, protagonistas y secundarios, convirtió a Laura desde el primer momento en un clásico que después de casi setenta años, nos continúa atrapando , nos subyuga mucho más allá del tiempo que dura su visión y hace envidiar a todos aquellos que por primera vez puedan verla, pues es una sensación única que nunca se olvida.