Laura

Título en castellano Laura
Titulo original Laura
Año de filmación 1944
Duración 88 minutos
Pais Estados Unidos
Director Otto Preminger
Guion Jay Dratler, Samuel Hoffensteis, Betty Reinhardt (novela Vera Caspary)
Música David Raksin
Dirección de fotografia Joseph LaShelle (B&N)
Reparto
Productora 20th Century Fox
Sinopsis El detective Mark McPherson investiga el asesinato de Laura Hunt, una elegante y seductora mujer que aparece muerta en su apartamento. McPherson elabora un retrato mental de la joven a partir de las declaraciones de sus allegados. El sugestivo retrato de Laura, que cuelga de la pared de su apartamento, también le ayuda en esta tarea.
Premios  1944 Oscar a la mejor fotografia  5 nominaciones
Subgénero/Temática
Crimen, Thriller psicológico

tomado de filmaffinity

  • Magistral clásico del cine negro con una arrebatadora Gene Tierney. Una de las obras míticas del género.
    FILMAFFINITY 
  • «Obra maestra (…) y es que el rostro de Gene Tierney enamora a tres personajes, a la cámara, a los espectadores, al acomodador y hasta a las butacas de cine»
    Javier Ocaña: Cinemanía 
  • «No tanto una película de misterio como un estudio de los niveles de una obsesión, ‘Laura’ es uno de esos clásicos que dejan atrás su tema principal y perviven en la fuerza de su seductor estilo» 
    Dave Kehr: Chicago Reader 
  • «Un misterio sobre un asesinato que tiene (…) suspense prolongado, buenas actuaciones y diálogo cáustico» 
    The New York Times 
  • «[Un] retrato complejo elaborado con maestría — y habitualmente exagerado — de la desilusión romántica apasionada (…) Puntuación: ★★★★ (sobre 4)» 
    Nick Schager: Slant 
  • «Forzada, artificial, amanerada, y aun así consigue una especie de perfección al equilibrar las motivaciones mundanas y el estilo elevado (…) Puntuación: ★★★★ (sobre 4)» 
    Roger Ebert: rogerebert.com 
  • «Es una fascinante película de cine negro con un suceso sorprendente a la mitad (…) Laura sigue igual de increíble (…) Puntuación: ★★★★★ (sobre 5)» 
    Peter Bradshaw: The Guardian 
El director vienés Otto Preminger firma aquí una maravillosa película en clave de thriller en el año 1944 (durante la segunda guerra mundial).

Dotada de un brillante y ágil sentido del ritmo narrativo, Preminger se vale de la voz en off del lenguaraz, despótico y esencialmente egoista periodista de artículos de sociedad y programas radiofónicos el inefable Waldo Lydecker (Clifton Webb) quien poco a poco y a través de las investigaciones llevadas a cabo por el autocomplaciente teniente de policía Mark MacPherson (Dana Andrews) describe con absoluto apasionamiento y sutileza lírico descriptiva sus experiencias vitales con la enigmática protagonista Laura (Gene Tierney) durante el largo fin de semana que supone el horizonte temporal de la película y en el que se desarrollan de manera vertiginosa los terribles y reveladores acontecimientos.Preminger cincela sutiles trazos que describen con absoluta maestría narrrativa los poderosos personajes que llenan la trama.

MacPherson interroga a todos los sospechosos; desde el mencionado Waldo, pasando por un pusilánime playboy Shelby (Vincent Price), pretendiente de Laura y a su vez al amparo de la tía de ésta, Ann Treadwell (Judith Anderson) quien no duda en plantear a su sobrina la conveniencia de que la ceda el «privilegio» de usufructuar los servicios del apuesto playboy, ya que sólo a una persona mala como ella le conviene una persona tan mala y miserable como Shelby, un bala perdida y correveidiles de modelos de segunda.

Incluso la asistenta de hogar de Laura, Bessie es sospechosa de los oscuros acontecimientos de que somos testigos.

Una imagen para el recuerdo del cinéfilo; cuando MacPherson hace una especie de tercer grado a Laura bajo la potente luz cegadora de una lámapara proyectada sobre el bellísmo y delicado rostro de Laura.

Una escena fetiche; cuando MacPherson arroja el albornoz a un completamente desnudo Waldo mientras esboza una sonrisa burlona no se sabe bien por qué aunque se intuya el motivo.

Un retrato, un reloj de pared y miles de motivos más para no perderse esta historia intemporal y magistral de la sempiterna historia del cine.


Un dato curioso y ¿significativo?: la gran cantidad de películas cuyo título es solo un nombre de mujer, así, sin más especificaciones; sin ser personajes históricos, mujeres de ficción que, de alguna manera, alteran el universo masculino con su mera presencia. Sin tener que esforzarme mucho, me vienen a la memoria: Alice, Amélie, Annie Hall, Bámbola, Betty Blue, Carmen, Chloe, Fedora, Gertrud, Gilda, Gloria, Jezabel, Juno, Kika, Laura, Lola, Lolita, Loulou, Malena, Ninette, Ninotchka, Rebeca, Rossetta, Sabrina, Shirley Valentine, Tess, Tristana, Viridiana. Si buscan películas con solo un nombre masculino, sin ni siquiera el Sr. delante, les llevará más esfuerzo.

Y es que la mirada del cine fue y sigue siendo masculina, y las mujeres en el cine se ocultan tras el tópico del objeto de deseo, el supremo y ancestral trofeo para el hombre (la hermosa, la “femme fatale”, la Eva bíblica). Se nos presentan como semidiosas, seres extraordinarios, con mágicos ascendentes sobre los hombres, a los que privan del libre albedrio; si caemos en sus redes no será porque no han puesto empeño en avisarnos a lo largo de nuestra vida. Cualquier cosa antes que percibirlas como reales y, por tanto, iguales a los hombres, porque en ello radica la cuestión.

Pero con todo, y gracias a este tópico, han sido posibles obras tan fascinantes como este thriller onírico que tiene la hechura de las películas inmortales, de las que siempre recompensan en sus visionados posteriores. Soberbio guión –algunos diálogos son dignos de memorizarse- de engañosa sencillez, que avanza de sorpresa en sorpresa, desmontando certezas absolutas con efectividad, sin menoscabar con ello la credibilidad de la historia. Si la banda sonora es mítica, la voz de Waldo, flotando por las estancias, estremece. La fotografía ganadora de un merecido Oscar. Los actores sobresalientes dando vida a cuatro personajes para el recuerdo: una mujer superlativa hechizando, en el súmmum del embrujo femenino, desde la misma ausencia; y tres hombres dando tumbos por la vida, con una sola obsesión: poder decir solo ese nombre de mujer, así, sin más especificaciones, y que alguien responda.


Críticas como la de Sevadac le hacen a uno tonto. Si bien no quiero leer crítica alguna hasta haber terminado la mía por no caer en la maliciosa tentación de ser arrastrado en ideas y pensamientos ajenos, el atrayente y certero título pudo más que mi quebrantable posición. Dentro ya, veo como pasan bisturís, pinzas y tijeras diseccionando la película de manera ejemplar. 

Poco queda que decir. Creo que ni Waldo Lydecker, ese personaje charlatán, entrometido y fatuo interpretado magistralmente por Clifton Webb podría añadir un pero más. Aún así voy a intentarlo:

“Laura” posee unas cuantas cualidades que convierten la película en un ejercicio de altura. Sobre todo a nivel interpretativo. El nombrado Webb, una Gene Tierney que usa la ausencia como fuerza; y un detective necrófilo y por tanto, bastante onírico, al que da vida Dana Andrews. Si bien Price consigue una gran interpretación queda un peldaño por debajo de este trío de ases.

Más que el guión, al que siendo francos le vi el plumero en determinados momentos (me imagino que el tiempo no juega en este aspecto a su favor), me fascina esa planificación de escenas que Preminger consigue. Como capta toda nuestra atención un sofá, un cuadro y un detective soñando. Como desde el principio las horas marcan el camino, como una bañera y dos hombres se muestran tan sugerentes sin que una pizca de sexualidad pase por nuestras cochinas mentes (y más conociendo la ambigüedad sexual de Lydecker) o una invitación a un güisqui barato donde nada es lo que parece (aunque sabemos que parece lo que no es).

“Laura” es un cuadro, y como tal, cualquier detalle expuesto en él tiene su razón de ser.


sacado de wikipedia

Laura es una película estadounidense dirigida por Otto Preminger y estrenada en 1944. Es adaptación de la obra teatral y de la novela de la escritora Vera Caspary (1899 – 1987) Ring Twice for Laura (1942 – 1943).

La película fue candidata a cinco Óscar, y ganó el de mejor fotografía en blanco y negro.

Hace parte del AFI’s 10 Top 10 en la categoría «Películas de misterio».

Categoría Persona Resultado
Óscar al mejor director Otto Preminger Nominado
Óscar al mejor actor de reparto Clifton Webb Nominado
Óscar al mejor guion adaptado Jay Dratler, Samuel Hoffenstein, Betty Reinhardt Nominado
Óscar a la mejor fotografía en blanco y negro Joseph LaShelle Ganador
Óscar a la mejor decoración en blanco y negro Lyle Wheeler, Leland Fuller Nominado

 


sacado de elespectadorimaginario

Otto Preminger, director estadounidense nacido en Viena en 1906, cometió probablemente el mismo error que Orson Welles: realizar su obra maestra al principio de su carrera. Con Laura, al igual que Welles con Ciudadano Kane (Citizen Kane, 1941), alcanzó el máximo reconocimiento de crítica y público de toda su trayectoria, lo que hizo que a lo largo de los años (treinta y siete películas en cinco décadas), sus sucesivas obras fueran inevitablemente comparadas con Laura, contribuyendo con ello al desprestigio del conjunto de su filmografía.

En la actualidad, y con la perspectiva que indudablemente aporta el tiempo, cabe preguntarse si en realidad nos encontramos ante un director con méritos suficientes para incluir en el listado de los “grandes”. Para ello, deberíamos examinar si en su obra aparecen rasgos personales en estilo y temática que lo eleven a esa categoría de escogidos. Aunque sus gustos fueron eclécticos, una visión en profundidad nos lleva a concluir que destacaba en soltura para plasmar guiones rigurosos, por su estilo aparentemente invisible, con movimientos de cámara sencillos, con tomas largas que perseguían a sus protagonistas a través de movimientos de grúa o travellings muy elaborados, siguiendo a los actores a cierta distancia y dejando que el espectador sacara sus propias conclusiones. A la búsqueda siempre de la verdad, sus películas se llenan de tribunales, de problemas sociales y políticos, abordando con independencia y valentía las distintas problemáticas que afrontaba. Los conflictos de la sociedad le preocupaban enormemente, y no tuvo reparos en retratar mundos como el de la droga (El hombre del brazo de oroThe Man with the Golden Arm, 1955), la justicia (Anatomía de un asesinatoAnatomy of a Murder, 1959), los prejuicios raciales (La noche deseada, Hurry Sundown, 1966), el terrorismo (Rosebud, 1975), el tema judeo-palestino (Exodo, Exodus, 1960), o incluso instituciones como el Senado (Tempestad sobre Washington, Advise and Consent, 1962), la Iglesia Católica (El Cardenal, The Cardinal, 1963) o el ejército (El proceso de Billy Mitchell, The Court Martial of Billy Mitchell, 1955). Como Preminger expresó abiertamente, sus intereses por las cosas iban cambiando, procurando no repetirse y mostrar las dos caras del asunto. Para ello, se ayudó indudablemente de la independencia que le otorgaba el poseer su propia productora ya desde mediados de los años cincuenta.

Fotograma de Laura, de Otto PremingerEn Laura, a través de esa puesta en escena que le identificó, logra una mirada imperecedera y cautiva sobre conflictos que le preocuparían siempre: el amor, la muerte, la obsesión, el transcurso del tiempo; dándole la vuelta al género negro mediante la utilización de un ambiente urbano y sofisticado, construye un modelo en el que la planificación se encuentra supeditada a la narración, pero que alcanza simetría en todos sus elementos a través del encaje modélico de la música, la iluminación, la interpretación de los actores y sus movimientos dentro del encuadre. También se aleja Preminger de los parámetros del cine negro en la iluminación, al dejar de lado las luces y sombras de carácter expresionista que identifican al género, y optar por una claridad en interiores muy definida, que resalta la belleza de los rostros y el refinamiento de los decorados. No obstante, dicho alejamiento no es total, y los juegos de luces y sombras consiguen crear en ciertos momentos, como en el interrogatorio en comisaría o en determinadas escenas en casa de Laura, el ambiente adecuado de intriga y desasosiego. Con todo ello, no cabe duda de que nos encontramos ante un film noir, que recurre a flashbacks para presentar la historia, a la voz en off que subjetiviza personajes e introduce hechos, y que gira alrededor de un crimen y la investigación de su autor.

El realizador vienés era un magnífico director de actores, y en Laura brillan con luz propia todos ellos. Gene Tierney sobresale como Laura Hant por su espectacular belleza, y sabe dotar a su personaje tanto del candor como de la frialdad necesarios, de un carácter amable y seguro en sus habilidades profesionales y personales. Dana Andrews, encarnando al detective Mark McPherson, mediante una interpretación calculadora y distanciada de estereotipos del genero, refleja la obnubilación y sugestión que va apoderándose de su persona y nos va llevando de sobresalto en sobresalto a lo largo de investigaciones e interrogatorios. Clifton Webb, como Waldo Lydecker, periodista de éxito e influencia, contribuye decisivamente a la grandeza de la obra y nos muestra una influencia que sobresale en inteligencia, modales refinados, capacidad dialéctica y carácter protector y posesivo, además de extravagante. Vincent Price, como Shelby Carpenter, elabora un retrato de vividor con encanto, que manifiesta no saber gran cosa de nada pero un poco de todo, y que acepta manchas en su carácter pero no en sus trajes.

Imagen de Laura, la películaLa trama resulta sugestiva y envolvente. La película se inicia con una voz en off de Lydecker expresando: “Nunca olvidaré el fin de semana en que murió Laura”, precedido por el retrato y el tema musical de Laura. Con este magistral arranque, nos vemos arrastrados por una historia morbosa, sorpresiva y compleja, que aporta componentes novedosos en sucesivas contemplaciones. Los objetos, al igual que los personajes, van adquiriendo una importancia relevante, y cuadros, relojes o escopetas van haciéndose hueco en significado y simbolismo.

El año 1944, a pesar de la existencia de la Segunda Guerra Mundial, nos ofrece una producción cinematográfica estadounidense excepcional, con algunas obras maestras como Perdición (Double Indemnity, Billy Wilder), La mujer del cuadro (The Woman in the Window, Fritz Lang), Tener y no tener (To Have and Have Not, Howard Hawks) o Luz que agoniza (Gaslight, George Cukor). Entre ellas, sin ninguna duda, se encuentra esta obra de Otto Preminger a la que el paso del tiempo ha ido engrandeciendo y situando dentro de su singularidad y excepcionalidad.


sacado de alohacriticon

Dirección: Otto Preminger
Intérpretes: Gene Tierney, Dana Andrews, Clifton Webb, Vincent Price.

Película basada en una novela de Vera Caspary. Con guión de Jay Dratler (“Yo Creo En Ti”, “No Estamos Casados”), Samuel Hoffenstein (“El Mago De Oz”, “El Hombre y El Monstruo”) y Elizabeth Reinhardt (“El Pecado De Cluny Brown”, “Conflicto Sentimental”).

Sinopsis

En la ciudad de Nueva York una mujer llamada Laura Hunt (Gene Tierney) ha sido asesinada. El detective Mark McPherson (Dana Andrews) se hace cargo del asunto, siendo sus primeras tareas el interrogatorio de dos posibles sospechosos: un periodista llamado Waldo Lydecker (Clifton Webb) y Shelby Carpenter (Vincent Price), el prometido de la fallecida.

Probablemente el mejor título del director vienés Otto Preminger y una de las historias más fascinantes del cine negro de los años 40.

Iniciada por Rouben Mamoulian, la película centra el misterio en torno al personaje femenino que da título al film, una mujer que obsesiona a todos los hombres que se acercan a su personalidad y figura, desde el sentimiento necrófilo del policía encargado de la investigación, hasta el sincero entusiasmo amoroso de un seductor gigoló de refinado porte, pasando por la ofuscación paranoica de un maduro y celoso escritor, lleno de agudeza y cultura que se verá arrastrado por una malsana perturbación pasional.

Preminger maneja la película con soltura, elegancia, refinamiento en la puesta en escena y tensión en la construcción del suspense.

Un magnífico guión con ingeniosos diálogos y la espléndida fotografía del gran Joseph LaShelle (que consiguió su único Oscar con este título), dotan al relato de un tono enigmático, que alcanza su máxima expresión con la aparición cuasi fantasmal de la bella Gene Tierneyjunto al cuadro que preside el salón en donde transcurre casi toda la acción.

Además de enmarcarse dentro del thriller clásico, con las características de ambientación urbana y relente como definición de la psique de unos personajes ambiguos y una perturbada trama, atmósfera taciturna, intervención de la femme fatale como motor del asunto o utilización narrativa del flashback, “Laura” es una intensa película romántica, con los celos y la obsesión como principales fundamentos temáticos.


tomado de cinestonia

Tierney encarna a Laura Hunt, la mujer fatal que está en el medio de todo lo que sucede en el filme, sospechas de asesinato, triángulos amorosos, intrigas que no parecen poder descifrarse, todo en pro de crear un ambiente de incertidumbre, cosa que logra y, esto ciertamente crea interés por ver la película y descubrir un final que no se insinúa durante la misma. Cuenta con buenas actuaciones, y claro, el aliciente que siempre genera ver a ese maestro del terror, el legendario Vincent Price, y digo aliciente pues en esta oportunidad, lo veremos encarnando un personaje totalmente ajeno a los que habitualmente interpreta Vincent. Una cinta para prestarle atención.

Laura (Tierney) ha sido asesinada, en medio de situaciones no muy claras y con muchos sospechosos del homicidio. Dana Andrews es el detective Mark McPherson, teniente encargado de investigar el abominable asesinato a sangre fría de la mujer en la puerta de su propia casa. El detective irá haciendo la investigación, y conforme profundice en la historia irá descubriendo más y más potenciales asesinos, en una historia que involucra más de un sujeto enamorado de la mujer, una lista de hombres prendados de ella a la que acaba sumándose el propio detective. Inesperadamente, la presunta asesinada Laura aparece, identificando el cadáver como una mujer relacionada a su prometido, un Vincent Price que se disputa a Laura con otro pretendiente. Tras largas investigaciones, es resuelto el crimen pasional, y tras desenmarañarse el complejo asesinato, la codiciada Laura se enamora y entrega al detective. Un final feliz para esta cinta de cine negro repleto de intriga.

 

Le película logra despertar cierto interés, sin llegar a ser una película excelente, pero además tenemos a Vincent Price en el inusual papel de un buen tipo, un suave e inseguro sujeto encantado con Laura, cuyo enamoramiento lo vuelve frágil y manejable. Es este uno de los puntos que realza el filme, más de un purista y asiduo de Price, o quizás simplemente alguien no muy familiarizado con el mítico actor, quizás rechace verlo en un papel así, pero, sabido es para el conocedor que más de una ocasión encarnó roles de cierta fragilidad, y personalmente, lo considero digno de verse, pues, con todo, consigue imprimir su elegancia y distinción, su inconfundible toque al papel. Dana Andrews cumple, un actor que logró cierto renombre y actuar en  no pocas cintas de aquellos años junto a actores respetables, no desentona; Tierney como mujer fatal hacew su trabajo, sin descollar. Un producto decente, considerado un pequeño clásico del cine negro. La cinta no tuvo un inicio fácil, el reconocido Preminger tuvo problemas para que su trabajo se realizara, y es que esta adaptación de la novela de Vera Caspary, Ring Twice for Laura tuvo trabas desde arriba, desde los productores, otro director fue seleccionado para el proyecto, discusiones sobre el reparto actoral a seleccionar, entre otros. Finalmente el apasionado por el teatro y enemigo de la censura Preminger logra solbrellevar todo y materializar su obra, que tuvo gran éxito entre público y crítica, incluso cinco nominaciones a los Oscar, consiguiendo uno. Se consolida con este pequeño clásico la reputación de Preminger, una cinta a disfrutar.


tomado de enclavedecine

Con títulos como Laura, Otto Preminger contribuyó a escribir las páginas más célebres de un género americano tan significativo de una época como lo fue el cine noir. No caben dudas que este director austriaco trazó una de las carreras cinematográficas más brillantes que Hollywood haya visto, dejando tras de si una obra resignificable con el paso de los años plagada de grandes films. Laurafue uno de esos muchos ejemplares, y ante todo, el primero. Previo a este proyecto, apenas unas cuantas películas menores mas algunas obras en Broadway formaban los palmarés de Otto Preminger, un perseguido nazi que huyó de su país.
Preminger perduraría en el género y años mas tarde nos entregaría obras más depuradas de un auténtico experimentado y talentoso: Cara de Ángel (1952), Río Sin Retorno (1954) y Anatomía de un Asesinato (1959); son, sin duda, títulos para recordar. Sería este el primero de muchos intentos exitosos en el nutrido género del suspenso policial de los ’40. Un género que nació desde las sombras de la Segunda Guerra Mundial y con las limitaciones propias de la censura que el Código Hays por aquellos años regulaba.
El cine noir sentó su propia estética en Hollywood surgido de la novela francesa y adaptada al cine por aquellos años por genios de la talla de Raymond Chandler o Dashiell Hammett. Y Laura cuenta con todos los elementos clásicos del cine negro y los aprovecha al máximo. Ante todo, y nada menos que da el título al film se encuentra esa mujer que en su condición de femme fatale se ha eternizado en la historia del cine como esa fuente natural de tragedia, que trae consigo la perdición a la que arrastra a cualquier hombre que se cruce en su camino. Sumado a este infaltable elemento, tras toda la trama policíaca de misterio, traición, amor prohibido y asesinato, esconde detrás de si un gran secreto. Con el relato centrado en primera persona desde la perspectiva del personaje del detective (Dana Andrews), nosotros como espectadores iremos descubriendo una complicada y confusa red de envidias y juegos pasionales que nos harán enfrentar con el magnetismo de esta misteriosa mujer que da titulo al film, cuyo retrato envuelve mentiras y verdades.
 
En ese tinte obsesivo que coquetea con el amor después de la muerte al mejor estilo de Vértigo, con ese aire de permanente descreimiento sobre lo contado y ese aura onírico casi de ensoñación donde la razón se turba por ese objeto de deseo y perdición que es la figura de Laura. Gene Tierney es la oscura debilidad, el objeto prohibido del deseo de aspecto inocente pero irresistible que arrastra a cualquier hombre que se le cruce en su camino a la perdición. Así, con un suspenso punzante que se agiliza con un guión inmejorable el film es un paradigma tradicional del género y el bautismo triunfal de Preminger.
Con rubros técnicos perfectos al servicio del film, una fotografía que sobresalta las sombras y los claro oscuros creando inmejorables climas va construyendo el trágico mundo de Laura. La música principal compuesta para la misma, cuya inmortal pieza homónima al titulo mecimiento de David Raksin ha pasado a la historia y ha inspirado en innumerables ocasiones de forma posterior al género. Allí radica parte de lo mucho por lo cual se valora hoy al film: sentó bases en una época donde el género delineaba su forma gracias a films tan paradigmáticos como este en cuestión.
Con la estilización visual mencionada y un lenguaje metafórico y elíptico, el autor inunda al film de ese aire de escepticismo, pesimismo y ambigüedad moral que rodeaba al genero noir, un fiel reflejo de una sociedad corrompida que en su reverso mostraba el lado oscuro del sueño americano, la perdida de la inocencia, el derrumbe del paraíso perdido, el fin de una época de ilusión donde el crimen merecía ser justamente castigado. Todo un lenguaje narrativo que expresaba la ideología de una época violenta y profana.

 
 
Estructura de la película Laura pertenece a un modelo cinematográfico, el norteamericano, y a una época, la década de los cuarenta, en la que el cine clásico de Hollywood alcanzó su máximo apogeo, en la que las historias se articulan respetando la división clásica en tres actos diferenciados: planteamiento, nudo y desenlace. Según esta estructura, el planteamiento incluiría las visitas del detective a los sospechosos; el nudo incluiría secuencias con Laura muerta (los flashbacks) y secuencias con Laura viva (desde el detective y el cuadro hasta la casa de campo); y el desenlace incluiría las escenas desde la reunión en la que reaparece Laura hasta el final. Sin embargo, se puede hacer otra división en dos mitades, justo a mitad del metraje: la primera con Laura supuestamente muerta (incluyendo en esta parte la escena del detective obsesionado con el cuadro); y la segunda desde que Laura reaparece viva. Esta reaparición actúa como espejo para el resto de la película (haciendo que sólo cambie la identidad del cadáver) y muestra la simetría y orden circular de la narración. En la primera mitad sólo conocemos a la protagonista por los testimonios subjetivos de quienes la conocieron, como en Ciudadano Kane (Orson Welles,1941). Dualidad inicio/final
Los acontecimientos que rodean el inicio y el final de la historia forman una estructura circular completamente cerrada. El inicio y el desenlace guardan varias conexiones entre sí: a) una circunstancia, que en ambos casos es un intento de homicidio (el primero consumado, el segundo fallido); b) un mismo asesino, Waldo; c) una misma víctima, Laura; y d) un mismo espacio, su apartamento. Hay otras tres conexiones en la narración, en un orden que se repite a la inversa: la película arranca con una narración en off de Waldo y concluye con una frase suya (“Adiós mi amor”) dicha también en off, mientras la cámara se desplaza hacia otro sitio; significativamente, un reloj de pared (el de Waldo) se incorpora en el primer plano del film y un reloj gemelo (el de Laura) clausura la narración; por último, el salón del apartamento de Laura permanece a oscuras tanto en nuestra primera visita a él (allí ha habido un crimen) como en la última (va a cometerse uno nuevo). Escena inicial El largo travelling que abre la peli tiene otro como réplica en el último plano. El primer plano secuencia de la película es un lento travelling descriptivo que nos muestra la refinada y lujosa casa de Waldo Lydecker, en consonancia con su personalidad. Las variadas piezas de coleccionismo son un avance de la importancia de los objetos en la historia, en particular del reloj. El travelling deriva en una panorámica que sigue avanzando a la derecha y se introducen tres elementos: la casa de Waldo, que es el primer escenario de la investigación, una variación del tema musical principal, el “ tema de Laura” y la voz en off de Waldo. Estos elementos de la primera escena son fundamentales en la película, así que los analizaremos de uno en uno en otros apartados, y después la escena final. 
Flashbacks La voz en off de Waldo en la secuencia inicial es un flashback “falso”. Primero, se anticipa a las imágenes del recorrido de la cámara, ya que desde donde está, en la bañera, no puede ver ni al detective McPherson ni al reloj (la referencia al reloj nos anticipa dónde está escondida el arma). La narración de Waldo, refiriéndose a Laura y al fin de semana en que murió, resulta extraña por desaparecer sin más del film y por corresponder a un cadáver, aunque el espectador aún no lo sabe. Más que un simple narrador de flashback Waldo conoce todo sobre la historia, como un narrador omnisciente, por lo que podemos considerarlo voz en over. Todas estas contradicciones deberían hacernos sospechar desde el principio que Waldo es el asesino. La desaparición de este off supone una violación de las reglas del cine de Hollywood en general y del cine negro en particular, donde la opción de flashback implica un regreso al tiempo real del conflicto, pero esto aquí no sucede, porque tras el off no vamos al momento en que Waldo está muerto. Encontramos situaciones parecidas en otras películas. En El crepúsculo de los dioses (Billy Wilder, 1950) el protagonista narra la historia en off y al inicio de la película se presenta a sí mismo muerto flotando en la piscina. El protagonista de American Beauty (Sam Mendes, 1999) es otro cadáver que narra la película y se nos presenta al inicio en la ducha (los tres en el agua). Forajidos (Robert Siodmak, 1946) también rompe las reglas del flashback, así como Pánico en la escena (Alfred Hitchcock, 1950), en la que es mentira lo que se nos narra en los flashback.
La secuencia del restaurante se abre con un fundido sobre un trío musical que interpreta el tema de Laura. De nuevo Waldo nos narra en over un flashback (muy largo, casi 17 min), dividido en cuatro fragmentos, y nos cuenta la historia de Laura, ya que en cierto modo ha sido él quien ha creado la personalidad de Laura. Cada vez que termina de narrar uno de estos fragmentos volvemos al restaurante, al tiempo real del flashback, y encontramos tres características: 1) escuchamos la melodía de Laura, que aunque la interpreten los músicos, funciona como enlace argumental; 2) aparecen incrustados, tanto a la entrada como a la salida, por medio de fundidos encadenados, técnica típica del cine clásico, y 3) están rodados de forma distinta aunque muestren una misma situación.
En la última escena, Laura escucha la emisión de Waldo por radio; ésta es la tercera y última narración en off y cuando finaliza es el propio Waldo quien continua. En la radio habla del amor a través de la historia, mientras en la realidad se prepara para matarla, así el final resume toda la película.
Travellings La secuencia en la que nos damos cuenta de que el detective está obsesionado con Laura se conecta espacial y temporalmente con la siguiente mediante un fundido encadenado, una distorsión del tema de Laura y dos travellings, uno de acercamiento al rostro de McPherson seguido de otro con el mismo movimiento pero de retroceso, que hacen que parezca que lo que viene a continuación sea un sueño, es el momento en que Laura “resucita” (vemos a las dos Lauras, la viva y la del cuadro en un mismo plano) y divide a la película en dos mitades. Otto Preminger utiliza los travelling para reencuadrar movimientos de los personajes sin necesidad de cambiar de toma. El travelling más frecuente es el del acercamiento, que pasa del plano general al plano medio, o a un primer plano de un rostro. Así realza una reacción o un sentimiento en un personaje. El único caso en el que la cámara no se aproxima a un personaje es en el travelling más importante, cuando se muestra la esfera rota del reloj, que pone fin a la película, emparejado con el recorrido inicial de las vitrinas. Los travellings laterales aparecen combinados con panorámicas que enfatizan la idea de movilidad (como el inicio de la película).
Movimientos de cámara Con un fundido encadenado pasamos de casa de Waldo en la primera secuencia al patio de la casa de la tía de Laura y a partir de entonces es la técnica empleada para cambiar de espacio y tiempo y para suavizar el tránsito a un nuevo plano. Los fundidos en negro indican cambio de secuencia y a la vez aportan coherencia a la narración. La secuencia de Waldo, Shelby y McPherson en casa de Laura se cierra con un fundido en negro sobre las espaldas de los tres hombres que marca un punto y aparte en la narración. La secuencia del restaurante se cierra con un fundido en negro precedido de un plano del detective como cuando abandona el apartamento de Waldo en la primera escena, que nos hace sospechar de Waldo.
La de la botella de whiskey se cierra con un tercer fundido en negro que marca una doble transición: por un lado temporal (del mismo lugar de día al mismo lugar de noche) y por otro existencial (a partir de la siguiente escena Laura estará viva). La escena de la casa de campo se cierra con un fundido en negro que indica el fin de la investigación y del día. Cuando Waldo coge la escopeta es un plano contrapicado que transmite su sensación de poder. Otto Preminger, que procedía del teatro, asocia la cámara con un punto de vista exterior a los personajes, intentando que el montaje resulte invisible, con planos largos y movimientos de cámara que nos aproximan a los personajes. Así reduce el número de planos fijos, reservados para las escenas de diálogo, y en general el número de planos de toda la película. La puesta en escena es funcional, al servicio de la historia.
Iluminación En la secuencia de la casa de campo hay un largo plano que incluye a McPherson y a Shelby, y la lámpara ilumina la cara de McPherson mientras que Shelby está más en la sombra, en consonancia con su situación. En la comisaría, el focazo sobre la sospechosa es típico del cine negro. Al final, Waldo está escondido y su sombra se proyecta sobre la pared, característica del cine negro tomada del expresionismo alemán, esto nos muestra su maldad y nos anticipa el próximo intento de asesinato. El “tema de Laura” El tema principal de la película tiene gran importancia en el flashback del restaurante, como ya hemos visto. En la secuencia en la que McPherson registra el apartamento de Laura nos damos cuenta de que está enamorado de ella. El recorrido que hace por el apartamento, con un único plano para cada escenario (salón, despacho y dormitorio), nos confirma que está obsesionado con ella. Esta idea se refuerza porque no hay palabras, pero cada vez que mira el retrato de ella suena el “tema de Laura”, que podría considerarse una manifestación del fetichismo. Esta asociación de sentimientos o ideas a un personaje mediante sólo la música era una técnica empleada en el cine mudo, y que se usó en el cine sonoro por primera vez en la primera película sonora, El cantor de jazz (Alan Crosland, 1927).
Cuando Laura resucita, escuchamos una versión distorsionada del tema musical, que da una sensación onírica, como hemos visto en el apartado travellings. En el cóctel escuchamos el “tema de Laura” como fondo diegético. La música se para cuando McPherson dice que va a detener al asesino. Detiene a Laura. También tiene gran importancia en la escena final, como veremos a continuación.
Escena final y reloj McPherson vuelve a casa de Waldo, y el sonido del reloj de pared hace que se fije en él, como en el primer plano de la película, esto nos hace recordar la voz en off inicial de Waldo: “noté que prestaba mucha atención a mi reloj de pared. Sólo existía otro igual y estaba en el piso de Laura. En la misma habitación en la que fue asesinada.” Descubre un compartimento y recuerda el reloj de casa de Laura y que Waldo ha intentado recuperarlo. El sentido oculto de la narración sale a relucir por primera vez con este hallazgo. McPherson descubre la escopeta dentro del reloj de Laura, después de que suenen los cuartos. Laura se queda sola, vuelve a sonar el leitmotiv de la banda sonora, y ella va apagando las luces de la casa de una en una, y se va quedando a oscuras, como en la primera visita de McPherson, el ambiente es más siniestro y esta iluminación es identificativa del cine negro. Encontramos el juego: él enciende las luces/ella las apaga. Un policía dispara a Waldo, que dice “Adiós, Laura”, con el retrato en segundo plano y con el “tema de Laura” de fondo. A continuación hay un travelling, pasando por McPherson y Laura abrazados, hasta la esfera del reloj que Waldo acaba de destrozar de un disparo, dice “Adiós mi amor”, y el retrato de Laura clausura la película igual que la había iniciado. Esto simboliza que su tiempo con Laura ha terminado, además el reloj representa la diferencia de edad entre ellos.
Reglas del cine negro Laura cumple con casi todas las reglas del cine negro: personajes estereotipados (el detective duro y la chica bonita); historias dramáticas en las que la violencia y/o la muerte son fundamentales para el desarrollo de la historia (la investigación de un crimen); los personajes se sitúan al margen de la ley y no siempre tienen una conducta legal y/o moral (Waldo actúa como un caballero menos cuando asesina); la acción narrada es contemporánea y se ubica preferentemente en espacios urbanos (Nueva York, aunque sólo en apartamentos); estética visual de carácter expresionista (presente en las sombras de la secuencia final); diálogos cortantes, cínicos (especialmente los de Waldo); las historias se basan en novelas baratas, pulp fiction, y en reportajes periodísticos (la novela de Vera Caspary).
Sin embargo, incumple algunas otras normas, como los flashbacks, de los que ya hemos hablado. Los conflictos y la criminalidad no vienen determinados por el contexto social, no hay gangsters, ni policías corruptos. Tampoco están presentes la “Ley Seca” ni la crisis de la “Depresión”. Los personajes pertenecen a la alta sociedad de Nueva York. La acción transcurre en apartamentos lujosos y con mucha luz, no en las calles mal iluminadas. No hay momentos de violencia, salvo en el desenlace. Laura no es una “femme fatale”. Sólo el detective parece típico del cine negro, pero tampoco porque da prioridad a su amor por Laura frente a sus obligaciones como detective, al revés de lo que pasa al final en El halcón maltés (John Huston, 1941). Las relaciones entre los personajes son de amor o amistad, y no criminales.
El contexto social de Waldo no es lo que le lleva a cometer el crimen, de hecho él mismo da una explicación psicoanalítica de su comportamiento cuando al final intenta convencer a Laura de que se olvide de McPherson. En general, el género del cine negro comienza con El halcón maltés (John Huston, 1941) y termina con Sed de mal (Orson Welles, 1958). Pero en 1944 hay tres películas que inician una nueva corriente en la que no es la situación exterior sino los procesos psicológicos internos los que conducen al individuo a cometer un crimen, y son Laura, Perdición (Billy Wilder) y La mujer del cuadro (Fritz Lang). Esto es por la influencia de la teoría psicoanalítica de Freud, que se divulgó en esa época, y de la que encontramos mucho en el cine negro y en Laura en particular: dualidad consciente/subconsciente, personalidad doble (Waldo es un caballero y un asesino); pulsiones eros/tanatos como motor del comportamiento (Waldo y McPherson están enmorados de una muerta); sueños y alucinaciones (cuando Laura revive). El guión evita la casualidad, de manera que todo sucede en un orden perfectamente lógico y causal, lo que permite que el espectador vaya resolviendo el caso a la vez que el detective. El único momento en el que el espectador tiene más información que el detective es al final cuando sabemos que Waldo está escondido. Así es el único momento en el que podríamos decir que hay suspense en la película. Otras películas del género tienen, al contrario, tramas enrevesadas, como El sueño eterno (Howard Hawks, 1946) o Chinatown (Roman Polanski, 1974).
 

EL PODER DE UNA IMAGEN

“Nunca olvidaré el fin de semana en el que murió Laura”

La historia cinematográfica vincula Laura al cine negro y, sin embargo, es un film que escapa a cualquier tipo de clasificación, pues aunque aborda diversos géneros, habla del poder de fascinación que puede inspirar una imagen y un relato, es decir, una visión ideal que se crea en la imaginación. Los mimbres mismos sobre los que se asienta la magia del Séptimo Arte.

 
Porque, a fin de cuentas, ¿quién es Laura? En la película es una mujer increíblemente bella, atrapada en un cuadro, y es una muchacha que excita la imaginación de un cínico escritor que escribe con una ‘pluma de ganso que moja en veneno’. Laura es también una mujer joven y vitalista que ‘arruina’, por un instante, la trayectoria de un buscavidas y es la ‘muñeca’ predestinada que nunca se cruzó en el camino de un sabueso derrotado. El amor idealizado, en definitiva, de Petrarca. Sin embargo, Laura no es la protagonista de esta película, maravillosamente orquestada por Otto Preminger. La muchacha del cuadro y su recuerdo son tan sólo el reflejo de las debilidades y obsesiones de un grupo de personajes peculiares.
 
El filme narra la investigación policíaca que desarrolla el agente Mark McPherson (Dana Andrews) para esclarecer el asesinato de Laura Hunt (Gene Tierney), encontrada muerta en su neoyorkino domicilio. Sus pesquisas le llevarán a conocer a un círculo de sospechosos, personas cercanas a la fallecida, entre los que se encuentran el exitoso columnista Waldo Lydecker (Clifton Webb), quien impulsó la carrera publicitaria de Laura, el bon vivantShelby Carpenter (Vicent Price), a la sazón prometido de la desaparecida, y la tía de ésta, Ann Treadwell (Judith Anderson), enamorada del futuro marido de su sobrina. El agente se ve cada vez más implicado en la investigación y fascinado por las palabras de admiración de sus presuntos enamorados. Un retrato de la bella Laura terminará de completar el encantamiento en el que se deja atrapar el detective. Una quimera que no se esfumará del todo cuando aparezca, viva y sin artificios, la propia Laura de carne y hueso.
El guión (Jay Dratler, Samuel Hoffenstein y Elizabeth Reinhardt) es una obra de orfebrería fina, destacando la agilidad impuesta por unos diálogos estudiados al milímetro. Buen ejemplo de ello es la fabulosa persecución verbal, escenificada por el policía y Lydecker al comienzo de la película, una auténtica competición de cínicos, con quiebros ingeniosos y sarcasmo refinado. O la pérdida de la compostura de los sospechosos, que se degüellan verbalmente entre sí cuando el agente mete el dedo en la llaga de Ann (“¿está usted enamorada del prometido de su sobrina?”). La película contiene una presentación de personajes absolutamente brillante resuelta en menos de seis minutos. Culminada con una guinda impagable, una frase de Lydecker: “como policía que es habrá oído lloriquear a muchos perdedores en su vida”.
 
La película está llena de momentos mágicos. Buen ejemplo de ello es la escena en la que Ann detalla a su sobrina las razones por las que el Shelby “está hecho para ella” (“no es una buena persona, yo tampoco”). Aunque por encima de todas, recordamos con especial cariño una secuencia inolvidable, pues representa la quintaesencia del romanticismo. Nos referimos a aquella en la que el detective McPherson deambula por el apartamento de la desaparecida Laura, algo nervioso y confundido. Se sirve un whisky y mira su retrato, apura el vaso sin apartar sus ojos del cuadro.
 

De repente, él mismo se da cuenta de su comportamiento neurótico y se aleja, comienza a rebuscar entre las pertenencias de ella. Nunca deja de beber y suena la melodía principal de la película (fabulosa pieza de David Raksin). El policía, inquieto, también se cansa de esta tarea y regresa enseguida a la salita donde está el cuadro. Se sienta frente al retrato de Laura con el whisky en la mano, el rostro amargado y la mirada sobre los increíbles rasgos de la mujer pintada. Se queda dormido y cuando despierta, comienza otra película. Un tanto decepcionados abandonamos todos la atmósfera ensoñadora del primer tramo del filme al descubrir que Laura vive. Perdió el encanto de ser un recuerdo que nunca existió.


tomado de cicutadry

Nunca olvidaré el fin de semana en que Laura murió”. Así comienza una de las obras cumbre del cine negro. Una joya del séptimo arte, fascinante y extraña porque aun siguiendo los cánones del Film Noir: voz en off, flashback, asesinatos y acciones detectivescas, subyace la sensación a lo largo del metraje de ser mucho más que una película de género por la perturbadora historia de amor que desencadenará la evocación del recuerdo de Laura, que la diferenciará y la elevará a la categoría de obra maestra más allá de cualquier encasillamiento.

En una obra tan perfecta y en la que no existe un solo resquicio que no haya alcanzado la excelencia, es difícil creer que fuese el resultado de circunstancias tan adversas y de tantas improvisaciones porque su destino, cuando empezó a fraguarse, era el de la serie B. Solo el empecinamiento de Preminger que hacía por entonces tareas de producción para la Fox y que creía en las posibilidades del guión, hizo que el todopoderoso y despótico Darryl F. Zanuck admitiese que podía producirse como serie A.

Zanuck había jurado que mientras mandase en la Fox, Preminger no dirigiría ninguna película allí. Así que contrató como director de Laura a Mamouliam después de que muchos directores rechazasen el encargo. No obstante terminó aceptando el casting que Preminger proponía recayendo en la incomparablemente hermosa y magnífica actriz Gene Tierney el papel protagonista que aportaba plenamente la belleza, la calidez y el magnetismo que requería el personaje. E igual de acertado fueron las elecciones de Dana Andrews como el detective Mark McPherson y la de Cliffton Webb para el personaje de Waldo Lydecker, el pigmalión de Laura, sin cuya extraordinaria composición del personaje, la película no sería la misma.

A las tres semanas de rodaje Zanuck despidió a Mamouliam tras ver la escasa calidad de lo rodado e inexplicablemente se la entregó a Preminger que pasó así a tener el control absoluto de la película.

Tras unos títulos de crédito contemplando el cuadro de una hermosa mujer, escuchamos la voz de Waldo Lydecker recordando el día en que murió Laura y recibiendo la visita del detective McPherson encargado del caso. Lydecker, crítico de profesión, es un hombre sarcástico que, como el mismo dice, escribe sus críticas mojando la pluma de ganso en veneno y que nada más comenzar a narrar a través de flashbacks como se convirtió en amigo y mentor de Laura, descubrimos, a la vez que el detective, lo profunda y posesivamente enamorado que estaba de ella.

Los sucesivos personajes que serán investigados como el prometido de Laura( Vincent Price), un tipo poco fiable, su tía (Judith Anderson) enamorada del prometido de Laura y su criada Bessie irán aportando información sobre su vida y la clase de mujer que era, al tiempo que irán descubriéndose las bajezas de carácter en algunos de ellos.

A pesar de todo será en el apartamento de Laura, el lugar en que fue asesinada, donde residirá la verdadera esencia de ella. Decorado con la exquisitez que parecía rodear toda su persona y con la omnipresencia del cuadro que le pintó un antiguo admirador, el detective comenzará a sentirse embriagado por su recuerdo. Lee toda su correspondencia, su diario, en un momento u otro todos han mencionado su delicadeza, su categoría, su bondad. Tiene frente a él la imagen de su arrebatadora belleza, pasea por sus habitaciones, toca sus prendas íntimas en los cajones, mira en sus armarios, huele su perfume, sabe que está irremediablemente enamorado de alguien que ya no existe, de un fantasma y en un sillón, siempre frente al cuadro de Laura, caerá abatido por la desesperación y el cansancio. Cuando despierta, necesita frotarse los ojos y dilucidar si continúa en el sueño o ha vuelto a la realidad…, dando así un giro total la investigación.

La fascinante exposición narrativa de la trama, indisolublemente unida a la proverbial fotografía de Joseph LaShelle y el evocador y maravilloso tema musical que David Raksin compuso, así como la perfecta interpretación de los actores, protagonistas y secundarios, convirtió a Laura desde el primer momento en un clásico que después de casi setenta años, nos continúa atrapando , nos subyuga mucho más allá del tiempo que dura su visión y hace envidiar a todos aquellos que por primera vez puedan verla, pues es una sensación única que nunca se olvida.

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