Llave de cristal, La

Título en castellano Llave de cristal, La
Titulo original The Glass Key
Año de filmación 1942
Duración 85′
Pais Estados Unidos
Director Frank Tuttle
Guion Jonathan Latimer (Novela: Dashiell Hammett)
Música Victor Young
Dirección de fotografia Theodor Sparkuhl (B&W)
Reparto
Productora Paramount Pictures
Sinopsis Un capo de la mafia decide apoyar en las elecciones a un candidato reformista. Su hombre de confianza piensa que ha tomado esta decisión porque se siente atraído por la hija del político. Todo se complica cuando el hijo del candidato es asesinado y todas las sospechas recaen sobre el gángster.
Premios  
Subgénero/Temática Crimen, Policiaco

 

tomado de filmaffinity

Film que realiza Stuart Heisler (“Dallas, ciudad fronteriza”, 1950) por encargo de la Paramount. El guión, de Jonathan Latimer, adapta la novela “The Glass Key” (1931), del novelista norteamericano Dashiell Hammett (1894-1961). Se rueda en los Paramount Studios (Hollywood, CA) durante la IIGM. Producido por Fred Kohlmar (“Picnic”, Logan, 1956) para la Paramount, se estrena el 14-X-1942 (NYC).

La acción dramática tiene lugar en una ciudad no especificada de la costa este de los EEUU en 1942. Ed Beaumont (Ladd) es la mano derecha y el principal asesor de Paul Madvig (Donlevy), jefe mafioso que domina la ciudad y ciudadano influyente dentro de la Junta local del Partido Reformista, movilizado ante la próxima convocatoria de elecciones, entre ellas las de Gobernador del Estado, que tiene previsto ganar. Tras pactar su apoyo al candidato Ralph Henry (Olsen), se enfrenta a Ed, que considera la decisión inoportuna y arriesgada, dado el programa de Henry contra los juegos de azar, base del negocio de varios jefes mafiosos fieles a Paul, como el temible Nick Varna (Calleia). Ed es muy inteligente, tiene una gran capacidad analítica, sabe hacer previsiones y toma las decisiones que llevan las cosas por donde quiere. Es duro, leal y profesa una amistad inquebrantable a Paul por la ayuda que le prestó hace años. Paul tiene cualidades de liderazgo y mando, confía en su capacidad de negociación, no teme a sus oponentes, incluido el sagaz y poderoso Nick Varna y está enamorado de Janet (Lake). Nick es violento, carece de escrúpulos y desea destruir a Paul, a quien envidia.

El film suma drama, crimen, cine negro, suspense, misterio y romance. Constituye la segunda adaptación al cine de la novela “The Glass Key”, que conoció una primera versión (Tuttle, 1935), producida por la Paramount como reacción ante el éxito de “La cena de los acusados” (W. S. Van Dyke, 1934), basada en la novela “The Thin Man” (1934), de Dashiell Hammett. Siete años más tarde la misma productora rueda una nueva adaptación (Heisler, 1942) ante el éxito de “El halcón maltés” (Huston, 1941), film basado en otra novela ,“The Maltese Falcon” (1930), del mismo autor.

Protagoniza el film la pareja de cine formada por Veronica Lake y Alan Ladd, cuya colaboración había obtenido una muy buena acogida a raíz del estreno (13-V-1942) de su primer trabajo conjunto (“El cuervo”, Fleischer, 1942). Veronica Lake, con su exotismo, voz grave y atractivo personal, se había convertido en una musa de primera línea tanto entre los soldados del frente y la retaguardia, como entre las mujeres jóvenes, que la imitaban en el pinado y en el vestido, hasta el punto que se tuvo que prohibir en las fábricas el uso de melenas que tapasen la visión de un ojo por los accidentes que provocaban. El film trata de aprovechar el tirón de la pareja Lake/Ladd, que protagonizaría otros dos films: “La Dalia Azul” (Marshall, 1946) y “Saigón” (Fenton, 1948).


Aunque Paul Madvig (Brian Donlevy) no es un político en el estricto sentido de la palabra, es un hombre que influye en la política: un gánster que, manipulando al fiscal del distrito, recurriendo al juego sucio para apoyar la candidatura reformista, tiene una importancia decisiva en las elecciones del Estado. En realidad, esta película basada en la novela homónima de Dashiell Hammett, no deja de ser una historia de amistad y corrupción política que sirve de fondo al relato, la película de Stuart Heisler ha quedado en la memoria de los aficionados como la consolidación de dos actores característicos del cine negro de los años cuarenta, Alan Ladd y Veronica Lake.

Gracias a la sonrisa del primero y a la turbia presencia de la segunda, a medio camino entre la ambigüedad criminal y la ambigüedad amorosa. El artesano Heisler ilustra dignamente un argumento convencional dentro del género negro. Una película pensada para el lucimiento de sus protagonistas. Poco importa que la sonrisa de Alan Ladd se prodigue demasiado y que no tenga diferencia alguna según las situaciones; poco importa que Veronica Lake mire con demasiada intensidad en planos medios y no sea efectiva en los planos generales. La química del reparto funciona y el cine negro cuenta con un título clave, aunque menor, comparándolo con las grandes obras maestras por todos conocidas.

Volviendo al argumento de Hammett, podemos apreciar sobre ese fondo político corrupto, una reflexión sobre el poder y sus mecanismos, el deterioro de una amistad para denunciar los extremos a los que puede llegar un hombre. “La llave de cristal” seduce por su estética muy clásica del cine negro, la utilización dramática de la lluvia, la fisicidad de los protagonistas, los diálogos mordaces y lacónicos, así como el matón subnormal encarnado por William Bendix, otra referencia de personaje abyecto y memorable que pueblan los villanos famosos del género: Richard Widmark, Elisha Cook, Jr., Lee J. Coob, Lee Marvin, entre otros.


Me interesé por este film a raíz de leer que los Coen se habían inspirado en la novela en de Dashiel Hammett, ‘The Glass Key’ (1931) para ‘Muerte Entre Las Flores’, en que se basa, recuerda el relato muy vagamente, es un irregular esbozo de la Obra Maestra de los hermanos. Me ha resultado un thriller de cine negro mal estructurado, con situaciones chirriantes, que supongo vendrán dadas por un mal montaje o un mal guión. No es que no me haya gustado es que me ha sido superficial, trivial en su propuesta. En 1935 ya se hizo otra versión. Akira Kurosawa dijo que se inspiró en la novela para su clásico ‘Yojimbo’.
El escenario es una ciudad cualquiera en los años 40, Ed Beaumont (insípido Alan ladd) es la fiel mano derecha de de Paul Madvig (buen Brian Donlevy), el corrupto jefe de la Liga de Votantes Locales, ante las nuevas elecciones a Gobernador decide apoyar a un líder reformista, Ralph Henry (correcto Moroni Olsen), Ed piensa que se equivoca pues Paul solo le da su soporte porque está enamorada de su hija Janet (bella Veronica Lake) y obvia que Ralph luchará contra los negocios ilegales como el alcohol y el juego, por ello se enfrenta a un mafioso, Nick Varna (correcto Jseph Calleia), que si gana este político dejará de tener protección policial. Las cosas se complican pues la hermana de Paul, Opal (correcta Bonita Granville) se ve con un bala perdida hermano de Janet, Taylor (Richard Denning), este es encontrado asesinado y el máximo sospechoso es Paul, Ed decide poner todo su ingenio en pos de salvar a su amigo de la fatal acusación, por ello se verá envuelto en unos cuantos problemas que incluyen una brutal paliza que le sacude un sádico Jeff (buen William Bendix ), ello a pesar de que Ed ese siente atraído por una maquiavélica Janet, Nick Varna utilizará todo su poder, incluida la prensa local por medio del editor Clyde Matthews (Arthur Loft) para destruirlo y de paso hundir a su candidato Ralph Henry.

No he leído el libro, pero lo que es la cinta discurre a trompicones, como si le faltaran elementos narrativos necesarios para comprender situaciones que se suceden sin lógica de continuidad, ello disminuye la capacidad de emoción, la capacidad de empatía, y es que el comportamiento de los personajes es errático, dan tumbos sin sentido, son buenas escenas mal cohesionadas. Los personajes son más planos que una mesa, Alan Ladd demuestra por enésima vez lo mediocre actor que es, un blandito sin carisma, no valdría ni para sostener el sombrero de Bogart, un ser inane que resta siempre puntos con su banal presencia. El ritmo narrativo es demasiado trepidante para dejar lugar al desarrollo mínimo de los personajes, que nos quedan como esbozos cuasi-caricaturescos.

El guión de Jonathan Latimer (‘El Reloj Asesino’) es un desbarajuste a la hora de evolucionar el relato, solo parece estar cómodo a la hora de colocar buenos diálogos propios del cine negro pero al estar al servicio de una historia tan desestructurada carecen de la mínima fuerza. Botón de muestra es el tramo que sucede en la casa del editor periodístico, donde acontece un adulterio de lo más surrealista por lo naif que resulta todo. Tampoco ayuda a su hondura que se cambiara el final del libro para dulcificarlo quedando una conclusión chapucera que roza el insulto a la inteligencia (spoiler). Pretende criticar las connivencias entre mafia, política y prensa pero lo hace de una forma torticera, y de una ambigüedad malsana al elogiar subrepticiamente a unos corruptos. Asimismo se tratan temas como la amistad, la traición, la lealtad, el sentido del deber. Del relato rezuma la misoginia típica del cine negro, con un puñado de femme fatales.

Una de las bazas de los productores fue aprovechar el tirón comercial que tenía una pareja de moda Veronica Lake y Alan Ladd que en el año 1942 estrenaron con mucho éxito ‘El Cuervo’, ella si llena la pantalla con ese look tan singular y una belleza cuasi felina que fascina, pero él fue un pasmarote sin gracia ni carácter, una estrellita plúmbea que cayó en gracia, todavía harían otras dos películas más juntos, ‘La Dalia Azul’ y ‘Saigon’. Tampoco ayuda su nada creíble historia de amor, la química entre ellos es nula.

Virtudes tiene algunas como la notable fotografía en glorioso blanco y negro de Theodor Sparkuhl (‘Beau Geste’), que juega ingeniosamente con los contraluces y los claroscuros, y regalándonos una pionera secuencia cenital de un tipo cayendo por una ventana al vacio y atravesando un techo de cristal. Como escenas sobresale una sádica escena en que Jeff atiza una brutal paliza a Ed que está amarrado.

En conjunto queda en una pasable muestra de cine negro. Fuerza y honor!!!


tomado de 39escalones

Alan Ladd y Veronica Lake son algo así como la marca blanca de Bogart y Bacall. O de Bogart y Mary Astor. O de Bogart y cualquier otra. Pero en las cuatro películas que hicieron juntos construyeron una química de lo más eficaz que se desarrolló ampliamente en los títulos negros que compartieron, entre los que destaca esta La llave de cristal (The glass key, 1942). Su director, Stuart Heisler, consigue aunar dinamismo, intensidad y la chispeante relación de sus protagonistas para elaborar una enrevesada intriga que tiene de todo en sus 85 minutos: asesinatos, corrupción política, matones, mafiosos, periodistas de dudosa ética profesional, chicas indefensas, refinadas mentes criminales y una rubia aparentemente delicada pero profundamente volcánica.

Basada en una obra del gran Dashiell Hammett, se trata en realidad de la segunda versión de esta historia tras la dirigida en 1935 por Frank Tuttle y protagonizada por George Raft. A pesar de que su pareja protagonista ha recibido las bendiciones de la posteridad, quien se lleva de calle todas las secuencias en las que aparece es Brian Donlevy como Paul Madvig, un político que, en un clima de corrupción y extorsiones, apuesta por apoyar al nuevo partido reformista de Ralph Henry (Moroni Olsen) en contra de los deseos de algunos de sus colaboradores, mafiosos que han pagado sus cuotas de protección para no verse perturbados en sus ilícitas actividades y que ahora se ven amenazados por las promesas de regeneración del nuevo partido. Ed Beaumont (Alan Ladd), su secretario y asistente para todo, no tiene muy claro si el ataque de integridad de Paul se debe al cálculo político y electoral o más bien al hecho de que se siente muy atraído por la hija de Henry, Janet (Veronica Lake), a la que pretende seducir acercándose a su padre. Pero la funesta casualidad quiere que, mientras Paul y Janet se prometen en matrimonio, la hermana de Paul (Bonita Granville) y el hermano de Janet, Taylor (Richard Denning), mantengan una relación constantemente sometida a presiones por la afición de este al juego. Una noche, el cadáver de Taylor aparece en los alrededores de la casa de Paul, y sus enemigos, en especial el vengativo Nick Varna (Joseph Calleia), ven la oportunidad de que cargue con las culpas y eliminar así de un plumazo a un peligroso adversario político que puede obstaculizar sus negocios. Janet pretende que Ed investigue el caso, pero este no está seguro de que Paul sea ajeno a lo ocurrido y renuncia a comprometerse para protegerle. Sin embargo, cuando el cerco se estrecha sobre su amigo, las complicaciones le obligarán a tomar partido y esclarecer la verdad.

Los ingredientes habituales, los personajes cínicos, los tipos duros de mirada torva, los diálogos afilados, los asesinatos, las persecuciones, los puñetazos, los disparos y las implicaciones sentimentales entre personajes (triángulo amoroso incluido), son acertadamente combinados en una narración compensada, de ritmo endiablado y enormemente entretenida, que se recrea a fondo además en el empleo de la violencia: la película contiene mucha violencia, verbal y física, que tiene su máxima plasmación en la paliza que recibe el personaje de Ladd, incluidas las tomas en las que comprueba minuciosamente el daño recibido mirándose en el espejo del habitáculo donde ha sido recluido por los matones de Varna. Cómo no, otro aporte necesario es la música, que además de contar con una espléndida partitura de Victor Young, incorpora una breve aparición de la intérprete de jazz Lillian Randolph. Un detalle poco comentado sirve para completar la visión sobre la eficiencia de Stuart Heisler en la dirección: la manera en que consigue disimular en pantalla la escasa presencia física del protagonista. Alan Ladd, un actor bajito, delgado (más adelante, al contrario, será incluso rechoncho), la antítesis del héroe del cine de intriga del ciclo clásico, aparece como máximo beneficiario de una puesta en escena que todo el tiempo tiene en cuenta sus carencias para dejarle en buen lugar ante sus oponentes dentro del plano, casi siempre sentados o situados en un nivel inferior que permita a Ladd conservar su posición hegemónica en el encuadre.

En cuanto al aspecto interpretativo, Donlevy está sublime y Ladd cumple con mucha mayor solvencia de lo que será habitual más adelante en su carrera. Ambos están magníficamente secundados por Calleia, que compone un villano de libro, y Lake, cuyo personaje, un tanto desdibujado, encaja bien con la apariencia ambigua y frágil de la actriz, aunque no termine de sacudirse la etiqueta de florero. No obstante, los cruces de miradas, sonrisas y palabras de Ladd y Lake son los que cimentarán la reputación del filme como clásico del cine negro (aunque se trata más bien de una película de intriga político-policial) por encima de algún pequeño defecto de construcción y de una resolución del crimen que dista mucho de ser satisfactoria, tanto en el fondo como en la forma. Lake disfrutará de una carrera de apenas diez años, que se esfumará a medida que su encanto juvenil se vaya diluyendo; Ladd, casado con una importante directora de casting, se verá agraciado en adelante con una gran variedad de papeles en películas de distinta entidad, sobre todo discretos westerns más allá de su famosa encarnación del pistolero Shane para George Stevens. Sin embargo, sus mejores personajes siempre serán los que desarrolló en los inicios de su carrera dentro de los cánones del cine de intriga, encontrándose mucho más suelto, seguro y estilizado, sin el acartonamiento y la cara de torta que lo limitarán en buena parte de sus intervenciones futuras.


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