Nido de viboras

Título en castellano Nido de viboras
Titulo original The Snake Pit
Año de filmación 1948
Duración 108′
Pais Estados Unidos
Director Anatole Litvak
Guion Frank Partos, Millen Brand (Novela: Mary Jane Ward)
Música Alfred Newman
Dirección de fotografia Leo Tover
Reparto
Productora 20th Century Fox
Sinopsis Un sentimiento de culpa con raíces muy profundas hace enloquecer hasta tal punto a una escritora recién casada, que tiene que ser internada en un centro psiquiátrico; pero el tratamiento al que es sometida contribuirá a agravar más su estado.
Premios
1949: Venecia: Mejor actriz (Olivia de Havilland)
1948: Oscar: Mejor sonido. 6 nominaciones
1948: Círculo de Críticos de Nueva York: Mejor actriz (Olivia de Havilland)
1948: Sindicato de Directores (DGA): Nominada a Mejor director
1948: Sindicato de Guionistas (WGA): Mejor guión drama
Subgénero/Temática Drama, Enfermedad

the_snake_pitNIDO DE VIBORAS

tomado de filmaffinity

Drama psicológico realizado por Anatole Litvak. Escrito por Frank Partos y Millen Brand, se basa en la novela autobiográfica «The Snake Pit» (1946), de Mary Jane Ward. Se rueda en los Fox Studios, salvo algunas tomas de exterior, con un presupuesto modesto. Nominado a 6 Oscar, gana uno (sonido). Gana la copa Volpi (mejor actriz) de Venecia y el Silver Ribbon (mejor actriz extranjera). Producido por A. Litvak y Robert Bassler, se estrena en «première» el 4-XI-1948 (NYC).

La acción dramática tiene lugar en Chicago, NYC y en el Juniper State Hospital of New York, en 1946-47. Virginia Stuart (Havilland), escritora de novelas, tras casarse con Robert Cunningham (Stevens), da muestras de padecer un trastorno mental, por lo que es internada en los pabellones para mujeres de un centro psiquiátrico público, donde la atiende el doctor Mark Kik (Genn).

El film suma al drama elementos de thriller y misterio. Describe con un realismo angustiante las condiciones de vida de las enfermas en el Centro Psiquiátrico. Explica de modo sucinto los métodos de curación empleados entonces, consistentes en reclusión, aplicaciones de electroshock, administración de hipnóticos para facilitar al paciente el recuerdo de acontecimientos del pasado y terapia «de conversación» entre el médico y el paciente. Se añade una referencia impresionante a la «sala de las serpientes», también llamada «nido de víboras», donde permanecen recluidos durante el día los enfermos mentales que se consideran incurables. El film propone tratar los trastornos mentales como una enfermedad más y, por ello, con normalidad y equilibrio, evitando salidas de tono, exageraciones y posturas impropias. El paso del tiempo ha demostrado las nefastas consecuencias del electroshock, que se abandonó en los primeros años 50, y ha puesto a disposición de los especialistas preparados farmacéuticos mejores que los de los años 40. Por lo demás, se ha abandonado el método de la reclusión del enfermo, considerado inconveniente y perjudicial desde hace varias décadas.

El film, construido con un realismo impactante, pone en evidencia y hace públicas las graves deficiencias de los Centros Psiquiátricos Públicos de los EEUU de la época. Denuncia la discriminación de la mujer enferma mental dentro del sistema sanitario público, el hacinamiento de enfermas en los Centros, la insuficiencia de los recursos económicos y personales destinados a los mismos, las deficiencias de trato que las pacientes reciben de médicos y enfermeras, la aplicación de sanciones improcedentes, la inaceptable existencia de los «nidos de víboras», etc. La obra levantó durante el rodaje y después del estreno presiones sobre la Fox para que rebajara los niveles de denuncia. El único Oscar que recibió el film fue reflejo del acalorado estado de la polémica sobre el mismo. Las reflexiones que aporta sobre la comprensión y respeto debidos a los enfermos mentales son oportunas y de interés.


Empieza la película con una secuencia de Virginia Cunningham sentada en un banco del jardín de una institución mental, en pleno diálogo consigo misma. Está enferma y se le ha diagnosticado un trastorno esquizofrénico.
Gracias a la impresionante interpretación de Olivia de Havilland (fue seleccionada para el Óscar) asistimos al despliegue de las secuencias de la enfermedad que la llevaron al internamiento, así como al de los antecedentes que, a juicio del médico que la atiende, el doctor Kik, pudieran hallarse en el origen de su dolencia.
Olivia de Havilland está bellísima. Sin apenas afeites, a piel desnuda. Su papel, por otra parte, en nada se parece a aquellos que le dieron fama de mujer dulce y sumisa: pensemos, por ejemplo, en la Melanie Hamilton de “Lo que el viento se llevó” o en la mayoría de las películas en las que compartió protagonismo con el gran macho Errol Flynn: “La carga de la brigada ligera”, “El capitán Blood”, “El caballero Adverse”, etcétera.
Tendemos a considerar los tratamientos aplicados en estos establecimientos mentales del pasado – electroshocks, hidroterapia, etc – casi como propios de salvajes, asimilándolos en muchas ocasiones a la tortura, sin detenernos a pensar que el nivel de la medicina en cada época de la historia es el que es y que dentro de unos pocos años se puede producir y se producirá sin duda el mismo orgulloso rechazo y la misma despectiva incomprensión hacia procedimientos curativos que hoy en día consideramos el colmo de la perfección terapéutica.
La extraordinaria imagen que da título a la película y que, además del nido de víboras, recuerda los círculos del infierno de Dante, se acompaña de una didáctica explicación por parte del doctor Kik, que bien se corresponde con lo que venimos diciendo en el párrafo anterior: si caer en un nido de víboras puede volver loco al más pintado, dice, ¿por qué no habrían de recuperar el juicio los locos sometidos a ese mismo tratamiento?. Podrá parecernos una explicación pueril, y sin duda lo es, pero está animada por un espíritu científico que trata siempre de rescatar al enfermo de su dolencia y, sobre todo, no olvidemos en manos de qué y de quién pone hoy en día su salud y su vida alegremente mucha gente de nuestro entorno: chamanes, nigromantes, etc.
La película se basa en una novela de Mary Jane Ward, quien, aquejada de trastornos psiquiátricos, pasó varios meses en un sanatorio. Su experiencia en el sanatorio le sirvió de base para la novela. El personaje del doctor Kik está aparentemente inspirado en el doctor Gerard Chrzanowski, quien trató a la autora durante su estancia en la institución mental y que fue uno de los primeros médicos en recurrir al psicoanálisis para el tratamiento de la esquizofrenia. Uno de los médicos de este centro declaró en una entrevista que la dificultad en pronunciar correctamente el difícil apellido de ese médico llevó a que se le impusiera el apodo de “doctor Kik”, mucho más fácil no sólo para los norteamericanos, sino también para gentes de otra procedencia.
Anatole Litvak puso un gran empeño en conseguir el máximo realismo para su película y para ello no dudó en exigir de todo el elenco artístico que le acompañara en sus visitas a diversas instituciones mentales y se informara sobre todo lo que tenía que ver con el tema básico del film. La propia Olivia de Havilland se mostró también extraordinariamente interesada y, cuando se lo permitían, asistía a las sesiones de terapia.
La película concluye con el curioso baile de los enfermos – única ocasión en que se permite la mezcla de los enfermos de ambos sexos. No debe perderse uno en el último tramo de la película la aparición de la bella e interesante Betsy Blair, ocho años antes de que Bardem la llamara para protagonizar su “Calle mayor”.


tomado de lamdraza

Uno de los primeros films estadounidenses en tratar el tema de las instituciones mentales y su verdadero rol en el seno de la sociedad fue NIDO DE VÍBORAS, producido por la compañía comandada durante varias décadas por Darryl F. Zanuck, la 20th Century Fox. “The Snake Pit” (literalmente, “pozo de serpientes”) hace referencia a los pabellones donde se hacinaban los casos más claros de demencia y locura irreversible, siempre dentro de las instituciones públicas mentales, los denominados comúnmente manicomios.

   NIDO DE VÍBORAS, basado en la novela (semi-autobiográfica) de Mary Jane Ward, retrata el mundo interior de una institución mental neoyorquina; otro mundo separado por algo más que unas simples paredes. Una antigua fábrica convertida en una suerte de cárcel para mujeres con problemas mentales, donde llega a parar una víctima de su propio pasado, Virginia Cunningham, con un traumático sentimiento de culpabilidad. El insomnio y las tendencias suicidas llevan a una mujer a punto de contraer matrimonio a uno de los peores lugares donde el ser humano, como tal, puede acabar. Y es aquí donde se ponen en tela de juicio los métodos, absolutamente diabólicos e indiscriminados, empleados, como el electroshock. Con el fin de buscar la auténtica raíz del mal y a través de figuras recurrentes en este tipo de films de investigación, como el reloj o la máquina de escribir —en planos fijos—, somos testigos de la aparición de la tristeza en los rostros de los internos, además de sus expresiones vacías de sentimientosNIDO DE VÍBORAS se beneficia de un auténtico “tour de force” por parte de su protagonista principal, Olivia De Havilland, bien secundada por Leo Genn y Celeste Holm, y la partitura in crescendo de Alfred Newman.

the_snake_pit   Amén de poner en entredicho la efectividad de los tratamientos, el film recurre a las persecuciones que atormentan a la víctima hasta dar con una explicación racional, que descubra la clave de la enfermedad y, por consiguiente, su supuesta falta de cordura. La narcoterapia y el psicoanálisis se erigen en los métodos más precisos para hallar una respuesta a tantos casos de locura. La sobresaturación de los centros y las normas internas estarán también en el punto de mira del director ruso. Emotiva escena final en una despedida con una interna apartada definitivamente de la sociedad por los componentes de unos tribunales anclados en sus equivocadas teorías.



tomado de losojosdellobo

Una de las características de la locura es que el enfermo cree que todo está bien, que hay una lógica en sus comportamientos cuando, en realidad, todo está del revés, descolocado inapropiadamente, sin lógica alguna para el resto de los mortales. Dentro de la locura, la fantasía ocupa un lugar muy importante porque es el refugio en el que se esconde la razón, incapaz de asumir determinados hechos o circunstancias que asolan la normalidad. Puede que el trauma esté en una actitud de la niñez, o que el desorden mental sea de tal magnitud que ni siquiera se puede reconocer a la propia pareja y se crea, con unas dosis ilimitadas de falsedad, que se está enamorado de otra persona. Y las razones de ese enamoramiento son básicas. Quizá esa persona sea la única que muestra comprensión en ese universo supuestamente lógico que ha construido la locura. Así que los pensamientos se agolpan porque, a pesar de que se cree que todo obedece a una razón, se tiene conciencia de que algo va mal, de que ese edificio lúgubre y agobiante no es tu casa, de que esas mujeres vestidas de blanco no son camareras de un restaurante, de que el resto de internas no son compañeras de clase más o menos traviesas. Todo se retrotrae a un momento determinado, al trauma de una pérdida que no se pudo asumir y que, desgraciadamente, volvió a repetirse años más tardes dejando a la cordura sola, sin asideros, sin ningún aliciente para seguir funcionando y comenzando un lento y paulatino paro en los parámetros mentales.

Quizá deberíamos ser conscientes de que lo que más puede asustar a alguien que no está en plena posesión de sus facultades mentales es la sensación de confusión, de desubicación, de soledad absoluta a pesar de que todo el mundo a tu alrededor pretende ser amable y con ganas de ayudar. Los ojos buscan respuestas en los rincones de la mente y, a veces, cuesta mucho encontrarlas y, por eso, se empiezan a fabricar fantasías con objetos que no existen, con ficciones espontáneas que apenas duran unos segundos, con obsesiones que permanecen en la memoria a costa de ocupar demasiado espacio para el equilibrio. La mente humana es uno de los misterios más insondables de la existencia y apenas se llega a saber por qué alguien puede memorizar el número de la Seguridad Social mientras es incapaz de recordar la dirección de su propia casa. Se trata de encauzar al pensamiento dentro del repertorio de reacciones ante los estímulos exteriores. El problema es que, en un hospital psiquiátrico, esos estímulos son ingentes, avasalladores y erráticos.

Olivia de Havilland demostró una versatilidad excepcional encarnando a esta escritora que ingresa en una institución mental y que debe psicoanalizarse con paciencia y sin dejar de utilizar la razón, que se muestra dispersa y disoluta. Ella, la actriz, nos traslada la evolución de una enferma que comienza creyendo que está en un banco del parque con su bolso al lado y termina con la seguridad de su curación porque ha dejado de estar enamorada del médico que la ha tratado. Y, con su trabajo, nos damos cuenta de que nos regala un pedazo de vida prohibida, arrasada y fracasada de una mujer que desea con todas sus fuerzas que todo vuelva a su orden natural. Con su marido, con sus ideas, con su proyecto de hogar, con su deambular por las calles sin llamar la atención, con la normalidad. Con normalidad. ¡Qué difícil es conseguir esa normalidad cuando los nervios están hechos trizas y la voluntad parece que se anula a los dictados de la mente! Y, sin embargo, Olivia de Havilland lo consigue porque nos creemos su angustia, su instinto de superación, su deseo de felicidad y su conciencia de talento. De locos.


 

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