Perversidad

Título en castellano Perversidad
Titulo original Scarlett Street
Año de filmación 1945
Duración 103 minutos
Pais Estados Unidos
Director Fritz Lang
Guion Dudley Nicholas (novela de Georges de la Fouchardiere)
Música Hans J. Salter
Dirección de fotografia Miltron Krasner (B&N)
Reparto
Productora Universal Pictures
Sinopsis Christopher Cross es un simple cajero infelizmente casado, pero tiene un raro talento para la pintura. En cierta ocasión, conoce a una aventurera de la que se enamora y le hace creer que es un pintor de éxito. La chica y su novio, un individuo sin escrúpulos, aprovechan la ocasión para explotar al pobre hombre, que llegará incluso a cometer un desfalco en su empresa para que ella siga creyendo que es un artista de éxito. 
Premios  
Subgénero/Temática
Crimen, Pintura, Mujer fatal

tomado de filmaffinity

  • Lang dirige magistralmente este intenso drama (…) una de las mujeres fatales más logradas del cine de todos los tiempos, Joan Bennett, y el perfecto trabajo de Robinson para un melodrama clásico e imprescindible. Fascinante»
    Fernando Morales: Diario El País 
  • «Parece una historia aletargada y artificial, brotando mucho más de los ardides de la trama que de las pasiones de los personajes involucrados
    Bosley Crowther: The New York Times 
  • «Una de las visiones de Hollywood más tortuosas y sórdidas sobre el engañoso poder de la imaginación» 
    Time Out 
  • «No es cine negro de manual, más bien melodrama oscuro con la clásica femme fatale y mucho más humor negro (…) Puntuación: ★★★★ (sobre 5)» 
    David Parkinson: Empire 
  • «La producción y la dirección de Fritz Lang hábilmente proyectan una historia sórdida sobre el romance entre un personaje pusilánime y una rubia interesada» 
    Variety 
  • «El estudio más desgarrador sobre la culpa y la condena de Fritz Lang (…) Altamente recomendable.» 
    Dave Kehr: Chicago Reader 
  • «La manipulación, la obsesión erótica y la mala fe vulgar de este mundo son presentadas con elegancia por Fritz Lang.» 
    Peter Bradshaw: The Guardian 
     

Una de las muestras de la perversidad más cruel y despiadada que se hayan filmado nunca, a cargo del maestro del expresionismo alemán, el cineasta de origen austríaco Fritz Lang, quien repite el exitoso reparto coral de su celebrada «La mujer del cuadro» tres años antes, con Edward G. Robinson, Joan Bennett y Dan Duryea como protagonistas.

Basada en la novela del escritor y novelista francés Georges de La Fouchardière titulada «La Chienne(La Golfa)» que sirvió para que el cineasta galo Jean Renoir la llevara a la gran pantalla por primera vez en 1931 bajo el título original homónimo en francés de la novela, y traducida como «Isn’t Life a Bitch?», es homenajeada a su vez por Lang en esta especie de remake del original francés sacando si cabe mayor tajada del trasunto, y con la colaboración en las lides de guionista de Dudley Nichols («La Diligencia» 1939). 

La fotografía en blanco y negro es un claro y digno ejemplo paradigmático de la escuela expresionista alemana a que antes aludía, con el fabuloso trabajo en blanco y negro del prestigioso Milton Krasner («Eva al desnudo», «Los cuatro jinetes del Apocalipsis») quien repitiera también con Lang desde los tiempos de «La mujer del cuadro», describiendo perfectamente esa perversidad a que hace referencia el título a través de la inicial candidez y bonomía del personaje de Christopher Cross magistralmente interpretado por un brutal Edward G. Robinson y su descenso a los abismos arrastrado por ese maelstrom que sería la pérfida femme fatale de este paradigma del cine azabache sin detectives de por medio, la despiadada Katharine ‘Kitty’ March (Joan Bennett) en connivencia con su violento amante y despiadado también Johnny Prince (Dan Duryea)… )…¿Y ese Chris del final, cual protagonista de «El corazón delator» de Poe torturado por los recuerdos de la perversa y nefasta Kitty…? 

La música sin embargo pasa desapercibida completamente en el conjunto primoroso de la obra, sin apenas protagonismo salvo por los énfasis finales en la demencia y mendicidad en que cae indefectiblemente el personaje de Chris Cross.

Una obra emblemática del film noir, imprescindible para cualquier aficionado al maestro Lang, y sobre todo al buen cine de siempre, con MAYÚSCULAS por supuesto.

F A S C I N A N T E


Christopher Cross, un cajero infelizmente casado, es un gran pintor de talento. Cross tiene una aventura con Kitty, una hermosa mujer, y por ella comete un desfalco en su empresa, para que siga creyendo que es un hombre rico. Pero Johnny, el malvado amante de Kitty, aprovecha los cuadros de Cross para venderlos como si fuesen obras de ella. 

Perversidad es una de las películas más pesimistas y desgarradoras del cine negro americano. La historia basada en la novela “La chienne”, esta construida a partir de sus tres protagonistas principales; Christopher, un hombre casado, honrado y cumplidor que ha llevado una vida tranquila sin mayores sobresaltos, que cae perdidamente enamorado de Kitty, una bella joven que se halla completamente dominada por su novio Johnny, un ser agresivo, cruel que usa el éxito que tiene con las mujeres con el único fin de buscar el máximo provecho para si mismo. De estos tres personajes, Christopher se alza como un ejemplo de humildad y buena fe hasta que conoce a Kitty, que tampoco resulta ser una típica mujer fatal, propia del cine negro, si no más bien una victima del obsesivo amor que siente por Johny, el verdadero causante del desastre que esperará tanto a Christopher como a Kitty, e incluso al propio Johny. Desde el comienzo se nos advierte de la fatalidad con la que se resolverá el relato, pues la relación entre Kitty y Christopher está basada únicamente en el engaño y la mentira, llegando a situaciones limite que no acarrearan más que un trágico final. En este aspecto la cinta aborda a la perfección el hundimiento de Chris, fruto del penoso trato que recibe por parte de las dos únicas mujeres del film, por un lado su esposa y por el otro Kitty. Sorprende la digresión entre los dos personajes masculinos, mientras que Chris se somete fácilmente al poder femenino, Johny ejerce una completa dictadura sobre su novia, llegando incluso al maltrato físico y psicológico. 

Estéticamente la película se muestra notable. Lang trabaja esta vez con poca fluidez de planos medios, orientando más su dirección al empleo de amplios movimientos de cámara que logran sumergir al espectador de lleno en la historia. La fotografía también consigue crear un ambiente de sordidez y desamparo mediante el uso de sabias combinaciones de luz, buena muestra de ello es la secuencia rodada en el hotel, que supone el inicio de la tortura de Chris. El reparto esta muy bien equilibrado destacando sobre todo un maravilloso Edward G.Robinson. La banda sonora aporta a través del sonido del gramófono en el piso de la pareja de novios excelentes temas musicales que a medida que la trama avanza se tornan en partituras estrambóticas que persiguen una sensación de angustia referida a la locura de Chris. 

En resumen, nos encontramos ante un maravilloso film negro, que recordará a otras producciones caso de la mujer del cuadro, con la que comparte reparto, temática y dirección.


Hay actores que de tan encasillados en cierto tipo de personajes no resultan creíbles en otros menesteres. Sin embargo a Edward G. Robinson, duro donde los haya, lo creemos a pies juntillas en su rol de cándido sin remedio. Ni aún restregándole por la cara, la pura y dura verdad del engaño, parece despertar del sueño de una noche de verano, ó mejor dicho, de invierno pues las nieves del Kilimanjaro ya cubren sus sienes. Y claro, así se las dan todas en el mismo carrillo…

Fritz Lang nos ofrece un film absolutamente claro en sus planteamientos. Aquí no se trata de conspiraciones, ni de sobornos, ni de intereses creados, ni otras filigranas. Aquí solo hay buenos y malos, que en grado sumo significa cándidos y perversos. Y con esta simple propuesta cinematográfica compone un film absolutamente magnífico al que pequeños defectillos (otros compañeros los comentan en el spoiler) impiden que le otorguemos la categoría de obra maestra. No obstante, utilizando el argot ciclista diríamos que figura escapado en el pelotón de cabeza, juntamente con otras esplendidas obras del director alemán.

Contrastando con Edward G. Robinson, encontramos a una Joan Bennett que a mi parecer no da la talla suficiente y a un Dan Duryea en uno más de sus arquetípicos papeles de matón del tres al cuarto y absolutamente limitado en sus registros como actor. La habilidad de Lang es absolutamente patente en esta película pues aun con esta carencia de calidades artísticas consigue dejarnos momentos increíbles como la escena de la Bennett boca abajo en la cama, pareciendo que llora y en realidad riendo a carcajada batiente. Probablemente boca arriba el efecto hubiese sido radicalmente opuesto. Este tipo de cosas definen y dan valor a un director como Lang, no en vano, uno de los mejores exponentes del llamado expresionismo alemán. 

Por mis muchas carencias cinéfilas, suelo valorar las películas no tanto por sus aspectos técnicos (hay otros compañeros verdaderamente bien preparados para ellos) sino por las sensaciones que provocan y dejan en mi. En este sentido Perversidad me ha dejado absolutamente lleno de buenas vibraciones, que dirían los chicos de la playa…


tomado de lasmejorespeliculasdelahistoriadelcine

Basada en una novela de Georges de La Fouchardière y André Mouézy-Éon, esta vez sería Dudley Nichols («La diligencia (1939)«, «La fierade mi niña (1938)«), el encargado de adaptar el guión. Con el irrepetible trío protagonista que ya empleara previamente en «La mujer del cuadro (1944)«, Fritz Lang filmó con «Perversidad» un excelente remake de la película «La golfa (1931)» de Jean Renoir. Christopher Cross (Edward G. Robinson), es el fiel cajero de un banco neoyorquino. Su vida insulsa e infeliz lo hace sentirse insignificante. Sólo su pasión por la pintura mantiene vivo su espíritu. Coincidiendo con una cena homenaje que recibe por llevar 25 años al servicio del Banco, en el camino de vuelta a casa, defiende a una preciosa joven llamada Kitty (Joan Bennett), de recibir una paliza por un borracho. Totalmente encandilado por la belleza de la joven sólo es capaz de hablar de su arte. A partir de ahí comienza el malentendido, y será tomado por un rico y famoso pintor del que la joven sin escrúpulos y su violento novio (Dan Duryea) intentarán aprovecharse de muy diferentes maneras. Se inicia así una compleja y enrevesada trama por donde circulan varios personajes en torno a nuestro protagonista, un hombre honesto dotado de una especial sensibilidad que nadie ha sido capaz de descubrir. La bella joven cumple con todos los requisitos de femme fatale, es cruel, ambiciosa, manipuladora y sin escrúpulos. Ella será capaz de aprovechar la confianza que un hombre completamente enamorado, ciego frente a los caprichos de una idealizada joven. El film nos conduce por la peligrosa pendiente que lleva a la pérdida de la dignidad, los principios y la ética en pro de satisfacer los deseos propios y los de su idílica y deseada mujer. Nuestro protagonista llegará a ser capaz de robar, desfalcar en su banco y tramar la propia muerte de su esposa para conseguir el beneplácito de la bella joven.

SPOILER: la escena final es un plano lapidario y dramático donde vemos a Criss Cross (Edward G. Robinson), deambulando como un vagabundo por las calles, permanentemente atormentado por las voces de su cabeza. Nuestro protagonista está situado en la puerta de una galería, mendigando, en ese preciso instante escucha cómo uno de sus mejores cuadros es vendido por una cantidad escandalosa de dinero. Una escena que despierta en el espectador sensaciones contradictorias pero intensas. La fatalidad alcanzando y destrozando a un hombre de buenas cualidades. Cabizbajo y harapiento, por una calle repleta de gente que a través de un fundido encadenado se torna una calzada desierta en la que sólo está Cross, soportando en total y absoluta soledad sus propios pecados, sus propias traiciones y sus propios errores. Verdadero fatalismo langliano. FIN SPOILER.

Fritz Lang rodó Perversidad inmediatamente después de otra monumental película, «La mujer del cuadro (1944)«, con prácticamente el mismo equipo y con el mismo trío protagonista. Algunos consideran que «La mujer del cuadro» podría ser un prólogo dramático pero descafeinado en comparación con la crueldad expresada en «Perversidad«. En esta cinta el director nos sumerge en una auténtica pesadilla sin salida liderada por los elementos o piezas claves delCine Negro. Para recrear la atmósfera contó con el maestro de fotografía Milton Krasner

Era uno de los grandes que consiguió desarrollar su talento con la iluminación en multitud de films entre 1933 y 1970 (más de 150 películas). Fritz Lang fue el primero en reconocer su talento y fue su colaborador en su cinta previa «La Mujer del Cuadro (1944). A esta cinta la seguirían: «A través del espejo (1946)«, «Evaal desnudo (1950)«, «La tentación vive arriba (1955)«, «Tú y yo (1957)«, «La conquista del Oeste (1962)«, «Dulce pájaro de juventud (1962)«, y otras muchas. Aunque esta película es considerada como una de las más representativas del estilo “Noir” por su estética y por su contenido, está dotada de algunas originalidades, como el arquetipo de la mujer fatal que interpreta Joan Bennet y que se distancia bastante de la «femme fatale» que popularizó un año antes Barbara Stanwyck en la portentosa «Perdición (1944)«, fundamentalmente porque en esencia, la «femme fatale» de Perversidad no es tan maliciosa en si misma como sí la era el personaje de la Stanwyck en el film de Billy Wilder. Kitty tiene un punto ingenuo, es un personaje más pasivo y menos sibilino, dependiente de otra figura masculina, Johnny es quien la domina y la anima, casi la fuerza a que se aproveche de la bondad de Cross. 

«Perversidad» goza de una narrativa excelente, ya que partiendo de una situación ambigüa y apoyándose en los perfiles del triángulo protagonista, va encadenando a la perfección una espiral por acumulación de matices perversos de la condición humana. Todos los personajes parten de una mentira; Chris dice ser un pintor, Kitty dice estar soltera y su amante Johnny, dice ser la pareja de su compañera de piso. Al final todos reciben su dosis de verdad, incontestable e indiscutible que cae irremediablemente como una losa sobre sus cabezas. Fritz Lang, tuvo el buen gusto y la sana fortuna de conservar la esencia de ese expresionismo tan lleno de genialidad. Ese juego de luces y sombras en las escenas finales donde el atormentado protagonista se debate. Se podría decir que mediante una trama basada en elementos característicos del cine negro, Lang mantiene sus base expresionista visual y narrativa para trasladarnos el verdadero mensaje de la película y describir diferentes facetas oscuras de sus personajes, con especial protagonismo de la culpa y la necesidad de ser castigado por ello.


tomado de cinestonia

Un año después de haber dirigido Fritz Lang La Mujer del Cuadro (1944), vuelve a convocar al mismo reparto actoral para protagonizar una segunda película, y ciertamente el alemán de origen austriaco acierta en su repetida selección, pues los papeles principales, muy similares en estructuras y funcionalidad a los de la cinta un año anterior, vuelven a quedar a la perfección a un siempre excelente Edward G, Robinson primero, a la bella y fatal Joan Bennett segundo, y finalmente a un Dan Duryea, todos casi extendiendo la cinta de 1944. Continuaría Lang haciendo maravillas en otro género, ya realizadas sus estupendas peripecias en el expresionismo, en áreas yanquis el director realizaría notables ejercicios defilm noir, como el de esta ocasión, memorable película en la que un conservador sujeto, trabajador de banco durante años, está recibiendo homenajes por su loable trayectoria, empleado, artista frustrado, conocerá a la mujer menos indicada para un sujeto como él, que, junto a su violento y vividor amante, tratarán de estafar a la pobre víctima, humillándolo hasta niveles intolerables, haciendo que la psiquis del sujeto se vea transformada, llegando a alcanzar niveles mortales e insospechados. Como se dijo, los actores respectivamente encargados de los papeles, están brillantes nuevamente, el realizador tuvo una soberbia decisión al reclutarlos nuevamente, en papeles ciertamente similares, pero ahora con la Bennett en un papel más manipulador que nunca, Robinson más victimado que nunca, y un Duryea más vividor y granuja que nunca. Es un cine negro particular y definitivamente de necesario visionado.

En tierras norteamericanas, hay un edificio en el que se está realizando un homenaje de gente bancaria para un empleado que ha laborado muchos años allí, se trata de Christopher Cross (Robinson). Acabado el reconocimiento, Cross se retira, y al salir encuentra una dama que está siendo violentada por un sujeto en plena calle. Ayuda a la mujer (Bennett), y van por unos tragos cerca a la casa de ella, el señor Cross está impresionado por su belleza. Ella, Katharine ‘Kitty’ March, es una actriz, y el banquero le miente afirmando ser un artista, se queda embelesado con ella. Ya en su casa, Cross vive esclavizado por una tiránica esposa, casado cinco años, su rutina ha cambiado, se siente revivido por haber conocido a Kitty. Pero la bella Kitty vive en realidad con el personaje que la agravió inicialmente, éste es Johnny Prince (Duryea), su novio, vividor que vive con Kitty en la casa de la hermana de ella, y al ver el afán de Cross en su chica, la exhorta a quitarle dinero, pues él lo necesita para sus apuestas y gastos, la pareja es, pues, una estafa, son unos perdedores. Pero Kitty hace caso a Johnny, se sigue citando con Cross, él le habla de su mundo y la sensibilidad del artista, ella consigue pedirle disimuladamente dinero, con el pretexto de que él pinte su retrato. 

El enceguecido Cross alquila un departamento para pintar tranquilo, donde Kitty vivirá, y a donde naturalmente llega Johnny, que conoce al señor Cross. El pintor enamorado le pide incluso a Kitty matrimonio, y en respuesta, ella le pide dinero, que él consigue robando de su propio centro laboral, el banco. Pero los cuadros que dejó en el apartamento, interesaron a Johnny, y un famosísimo crítico de arte los compra, llegando incluso a buscar al autor de las obras. Llega al departamento, y Johnny hace quedar a Kitty como la artista, ella sigue el juego. Johnny exhorta a Kitty y firma sus cuadros. Hasta que entonces, la esposa de Cross ve sus cuadros en un escaparate, pero firmados por Kitty, y el embobado Cross decide darle todo el crédito de sus obras, y comienza a pintar el retrato de ella. De pronto, inesperadamente, aparece el supuestamente finado ex esposo de la mujer de Cross, que está clandestinamente vivo, pero Cross se las ingenia para propiciar un encuentro entre ambos, liberándose de su insoportable mujer, y cuando está yendo a contárselo a Kitty, la encuentra con Johnny. El la confronta después, y vuelve a pedirle matrimonio, pero solo halla la humillación por parte de Kitty, que le dice toda la verdad, y Cross, demente, la mata a cuchillazos. El tiempo pasa y Johnny es sindicado como el asesino, siendo condenado y ejecutado por ello. Tiempo después, un atormentado Cross se ha vuelto loco, es un vagabundo, harapiento delirante que camina por las calles, mientras el retrato que pintó de Kitty se vende a altísimo precio.

Termina así su cine negro Lang, un cine negro en toda la extensión de la palabra, una de las más logradas películas del género realizadas por el titánico alemán. Se apoya en el éxito y la química que tuvo la terna actoral de su cinta inmediatamente anterior, y no se equivoca, nuevamente Robinson cumple en el papel del conservador, atormentado y minimizado trabajador de banco, empleado modelo, durante años en la misma empresa, es querido y homenajeado, pero su vida y su rutina se ven modificadas sustancialmente cuando entre a la acción Kitty, la bella Joan Bennet, que pierde toda la candidez y la inocencia de La mujer del Cuadro, para ser la más manipuladora de las mujeres, ayudada por un Duryea en idéntico papel al de la cinta de 1944, malandrín comedido, estafador y vividor. El titulo de la cinta en aéreas latinas,Perversidad, encaja perfectamente con la perversidad de la cinta, en un doble camino, en ella, Kitty, que va creciendo gradualmente hasta ridiculizar y matar sicológicamente a Cross, y en él, naciendo y surgiendo impensadamente, el ser más inofensivo, al ver su dignidad y hombría por los suelos, ante la risa y burla de la mujer, es poseído por el lado más perverso, y la elimina, sin duda su transformación es la más drástica, la que culmina su decadencia. Memorables secuencias de su degradación son las de Cross pintándole las uñas a una dominadora y manipuladora Kitty, sumisión absoluta, control total de ella, un simbolismo poderoso en el que Cross queda completamente supeditado a los designios de la fémina. La segunda, naturalmente la revelación final de ella, que rompe en risas, se burla de él, lo humilla al máximo, la burbuja se ha roto, ha sido minimizado y humillado, la cruda realidad le es escupida en la cara por su propia amada, brotando la perversidad de sus poros, y transformándose el inofensivo banquero en asesino, pierde el control, cruza la línea, la elimina.

Es notable la forma cómo Lang delinea precisa y rápidamente a sus protagonistas, y es así que tenemos prontamente bien definidos a los personajes, el supersticioso Cross, pintor frustrado, rutinario trabajador de banco, casado con una gritona e insufrible mujer, siempre a la sombra del gigante retrato del ex esposo de ella. Frágil y crédulo individuo, es el blanco ideal para engañar y manipular, encarnado por un siempre destacable Edward G. Robinson, que nos obsequia una de sus mejores interpretaciones, como el patético pelele que es dominado, hasta tiranizado por toda mujer que se le ponga al frente, quedando imágenes como el “amo de casa”, poniéndose el delantal y cocinando mientras su mujer juega a las cartas u oye la radio. Es el blanco ideal detectado por la mujer fatal, una correcta Joan Bennett, la clásica mujer embobada por un gandul, un bueno para nada, vividor, apostador, abusivo, pero que, naturalmente, mientras peor la trate, ella más se enamorará y consentirá sus excesos, y Duryea cumple también como una suerte de chulo abusivo, papel mucho más profundizado que el un año antes caracterizado. La cinta es un recorrido por la decadencia y perdición de uno de los personajes, por supuesto, Cross, el pobre diablo, siempre dominado, tanto por su esposa como por Kitty, se trata pues, de un mequetrefe, capaz de creer todo lo que la mujer fatal le diga, enceguecido, idiotizado, dispuesto a casarse con la mujer que será su perdición. La secuencia máxima, el epitome de toda la película, y la más interesante sin duda alguna, es la secuencia en la que Cross pierde el juicio, viviendo en una suerte de bodrio, un cuartucho, solitario, con su físico y su psiquis deteriorados, arruinados, donde tiene lugar su desquicio final, las luces van y vienen, reminiscencias y voces de los muertos le atormentan, es una poderosa secuencia en la que se siente muchísimo del expresionismo que corre por las venas de Lang, es un expresionismo en tierras yanquis, y actuado por Edward G. Robinson, son instantes ciertamente estupendos. Secuencia delirante, que reemplaza el onirismo y el final feliz de La Mujer del Cuadro, ahora por la máxima caída de la víctima, su degradación y decadencia llegaron al clímax, la descomposición se ha consumado, el artista frustrado es un lunático, un harapiento vagabundo que divaga sin sentido por las calles, clamando ser el asesino de Kitty, en la última miseria, y con el simbolismo de ser confrontado a su máxima obra, el retrato de ella, que se vende a altísimas cifras, mientras ya es tarde Cross, pues él, y su vida, han sido arruinados. Es un imperdible ejercicio de film noir, una de las mejores películas de Lang en Norteamérica, elenco notable, director notable, una cinta necesaria.


tomado de efeeme

Fritz Lang (Viena, 1890-Los Ángeles, 1976) es probablemente uno de los directores más reconocidos y estudiados de la historia del séptimo arte. De ascendencia judía y realizador de algunos de los principales filmes del cine expresionista alemán, Lang abandonó Europa en 1933 tras la llegada del régimen nazi al poder y comenzó a trabajar para la industria hollywoodiense. “Perversidad” no es sino una de sus obras cumbres y uno de los más perfectos ejemplos de lo que luego se vendría a denominar “film noir”, un género que alcanza las que se suelen considerar sus convenciones clásicas en EE.UU. en los años cuarenta, pero que en realidad es omnipresente en el cine a lo largo de toda su historia.

Reuniendo a gran parte del equipo y reparto del enorme éxito de taquilla que había sido su film anterior, “La mujer del cuadro” (protagonizada también Edward G. Robinson, Joan Bennett y Dan Duryea), “Perversidad” cuenta cómo la joven Kitty March y su poco escrupuloso novio engañan a Chris Cross, un cajero y pintor aficionado, para tratar de aprovecharse de él económicamente. La película parece un manual de todo lo que ha de tener una producción para considerarse cine negro clásico: una mujer fatal, inmoralidad, sórdidos espacios urbanos, sombras… Y sin embargo el modo en que el film presenta a su pobre protagonista no deja de sorprender una y otra vez. Haciendo uso de la pequeña estatura de Edward G. Robinson (aquí bastante alejado del prototipo de tipo duro y gángster que le había llevado a la fama más de diez años antes), el personaje es minimizado, ridiculizado y mostrado como excesivamente bonachón. Una presa fácil alrededor de la cual todo parece ser maldad y codicia.

El film va ganando en oscuridad a medida que la situación se complica y el propio Chris recurre a actos criminales cada vez más graves, engañado siempre por la perversa Kitty. Las mentiras le rodean cada vez más y lo llevan a un trágico destino que demuestra que ni el más santo está libre de sentimientos ambiguos y cómo el contexto y las circunstancias pueden terminar por corromper a cualquiera. La evolución del personaje es mostrada de manera magistral, pasando de provocar risas gracias a su entrañable torpeza e ingenuidad a los oscuros últimos minutos de metraje en los que las luces, los encuadres y el audio se sincronizan en una de las escenas más sombrías y tenebrosas de la historia del cine. No sólo queda así Chris atrapado en las consecuencias de sus acciones, sino que el espectador se ve obligado a enfrentarse a un mundo irremediablemente inmoral y escabroso en el que reina el egoísmo. Un mundo que, todavía hoy, nos resulta aterradoramente familiar.


tomado de ramonmonedero

En 1945 lo más sensato que un director de cine podía hacer era amoldarse a los códigos de la censura del cine de Estados Unidos. No valía la pena enzarzarse en una inútil disputa con los ejecutivos de un estudio de Hollywood y mucho menos con los topos que el gobierno norteamericano tenía allí infiltrados. No, lo mejor era hacer ver que uno les seguía el juego. Lo paradójico del caso es que un director podía llega a ser tan o más trasgresor en el Hollywood clásico que el más irreverente de los directores independientes porque podía decir lo que a uno le viniera en gana sin respetar ningún límite, siempre y cuando, eso sí, lo dijera en voz baja. Tal vez por esto, Perversidad (Scarlet Street; Fritz Lang, 1945) es una película bastante más cruel que el film de Renoir en la que se inspira, La golfa (La chienne; Jean Renoir, 1931), fundamentalmente porque a todos los males a lo que Fritz Lang somete a su protagonista, además el director de origen austriaco le añade uno más; la soledad. Hay de hecho en Perversidad un plano fundamental y verdaderamente lapidario en este sentido, en su última imagen vemos a Criss Cross (Edward G. Robinson) deambulando cabizbajo por una calle repleta de gente que a través de un fundido encadenado se torna una calzada desierta en la que sólo está Cross, soportando en total y absoluta soledad sus propios pecados, sus propias traiciones y sus propios errores. Verdadero fatalismo langliano.

Fritz Lang rodó Perversidad inmediatamente después de otra monumental película, La mujer del cuadro (The Woman in the Window; Fritz Lang, 1944), con prácticamente el mismo equipo y con el mismo trío protagonista, Edward G. Robinson, Joan Bennet y Dan Duryea. Pero lo verdaderamente curioso no es que Lang exprimiera a una serie de colaboradores con lo que en definitiva había conseguido unos magníficos resultados, lo verdaderamente curioso de Perversidad con respecto a La mujer del cuadro es que ambas son películas casi complementarias. Desde cierto punto de vista, la primera, La mujer del cuadro, sería un ensayo, un prólogo dramáticamente descafeinado –que no formal- de lo que vendría a ser una obra en su fondo tan rematadamente cruel como PerversidadLa mujer del cuadro al final del relato dejaba el asunto en un goloso retrato onírico que daba pié a muchas e interesantes lecturas pero Perversidad sólo permite que el espectador se zambulla en una pesadilla en la que no hay punto de fuga posible.

Y todo esto se lo debe Perversidad a una popular figura vieja amiga del cine clásico de Hollywood, la mujer fatal. La femme fatale siempre ha dado mucho juego en el cine, sobre todo en el cine clásico que fue donde se fraguó la figura de la maliciosa hembra capaz de todo por sus maléficos planes. Aquí, en Perversidad, la mujer fatal que interpreta Joan Bennet se distancia bastante de la femme fatale que popularizó un año antes Barbara Stanwyck en la portentosa Perdición (Double Indemnity; Billy Wilder, 1944), fundamentalmente porque en esencia, la femme fatale de Perversidad no es tan maliciosa en si misma como sí la era el personaje de la Stanwyck en el film de Billy Wilder. Un poco como sucedía en el Otelo de Shakespeare, en Perversidad hay un moro en forma de amante (Johnny, interpretado por Danyear) que será quien envenené los oídos, y de paso las intenciones del personaje de Bennet, Kitty. En Perversidad, Kitty tiene un punto ingenuo y es Johnny quien la anima y por momentos, casi la fuerza a que se aproveche de la ingenuidad de Cross, un tipo gris, con una vida gris y una mujer gris. En cierto modo Perversidad es una película que parte de un engaño por acumulación, todos los personajes parten de una mentira; Chris dice ser un pintor, Kitty dice estar soltera y su amante Johnny, dice ser la pareja de su compañera de piso.

Y las mentiras, salvo que uno sea el Diablo, tienen fecha de caducidad y al final suelen tener la inoportuna costumbre de explotarnos en las narices. En Perversidad, también ocurre algo de esto y todos los personajes terminan merendándose una buena dosis de honestidad y todos por mentirosos y por no admitir públicamente qué clase de persona son. Claro que no debe de resultar fácil admitir que uno es un marido y un pintor frustrado, ni tampoco debe ser fácil asumir delante de un desconocido que una flirtea con la prostitucion y que convive con un tipo que la maltrata cada vez que le viene en gana y tampoco debe de ser fácil ir por el mundo admitiendo que uno vive de las triquiñuelas sexuales de su pareja en su piso compartido. Al final todos reciben su dosis de verdad, incontestable, indiscutible y férrea como una losa de plomo que cae sobre sus cabezas. Pero como decíamos al principio, el que peor nota recibe es sin duda Chris Cross, porque está sólo, no tiene a nadie y si lo pensamos un poco eso debe de ser muy duro.

Fritz Lang, tuvo el buen gusto y la sana fortuna de conservar la esencia de ese expresionismo que él mismo ayudó, de algún modo a inventar. Lang sabía que detrás de su película había unos productores con unas ideas muy claras que más valía respetar. Así Lang, a lo largo de su carrera en Estados Unidos supo como dar a los productores lo que querían ver en un film de estudio sin que por otro lado dejara de tender constantes lazos con su fondo expresionista y con su poso dramático tan particular en la obra del director de M. El vampiro de Düsseldorf (M.; Fritz Lang, 1931). En este sentido, Lang nos presenta al personaje principal de espaldas a la cámara, casi en penumbra, no titubea a la hora de describirlo como un personaje con el que no resulta nada fácil sentir empatía, pero sobre todo, cuando Lang explota es cuando Chris Cross explota también y el peso de la culpa lo acorrala en forma de amenazantes luces y sombras que parecen brotar de cada esquina recordándole que ya nunca estará sólo en su interior y que tendrá un fiel y perpetuo compañero de viaje, la culpa.


tomado de encadenados

Hombre florero. Mujer florero 

Perversidad-Scarlet-Street-1En el ámbito de la creación, la inspiración y la frustración son valores que se antojan contradictorios. Sin embargo, son muchas las ocasiones en que los obstáculos, barreras, incomodidades y dificultades posibilitan un inconformismo que es canalizado mediante el arte.

Fritz Lang es uno de los directores más reconocidos y admirados de la historia del cine por su peculiar biografía y por su trayectoria cinematográfica. En pocas palabras, un recorrido por el cine que comienza en Alemania, se desarrolla en Estados Unidos y culmina en la República Federal de Alemania. La obra de análisis se encuentra en la segunda categoría

Scarlet Street, traducida como Perversidad, podrá ser acusada de maniquea o convencional; de ser poco original —se trata de otra perspectiva hacia la historia ya expuesta en La Chienne de Jean Renoir— o para algunos ser una obra menor de cine negro. Sin embargo, Scarlet Street es un ejemplo muy representativo de adaptación, de cómo un director insigne del expresionismo alemán puede mimetizarse con la industria cinematográfica hollywoodiense y aún así dejar claves o pistas de su inconfundible autoría.

Al tener esto en cuenta, esta película no sólo presenta una trama de cine negro en la que una joven pareja engaña y manipula a un hombre que ya está a punto de comenzar el tercer acto de su vida; sino que este personaje, Christopher Cross, es el vehículo que habla de la vejación hacia el mundo del arte. Cross está inmerso en un matrimonio de cinco años en el que es absolutamente ninguneado y que sólo es apreciado en su trabajo, el cuál no le trae la felicidad. Además en su empleo, gestiona los billetes y el éxito monetario de los demás.

Tan sólo encuentra la capacidad de sonreír honestamente cuando postra el caballete y el lienzo en el baño de su casa y comienza a pintar. Y digamos que sus creaciones artísticas no pertenecerían precisamente al “Modo de Representación institucional” que se lleva en el momento. Se percibe en ellos toques surrealistas o metafóricos lejanos de la lógica de la coherencia. 

Es muy significativo el diálogo entre Charlie y Christopher, cuando el primero contempla uno de los cuadros que ha pintado su compañero, en este caso el de la flor que Kitty, la manipuladora (y manipulada) femme fatale de la película, le ha regalado. Mientras Charlie fuma un puro con cara de escepticismo y se coloca las gafas para mirar fijamente el lienzo pregunta: “¿Dónde encontraste una flor como esa?”. Christopher señala con la mano la margarita que tiene sobre el lavabo. “¿Quieres decir que ves esto (cuadro) cuando miras esto?”. El artista titubea: “Sí, es… es lo que sientoVerás, cuando miro esa flor, veo a alguien…”.

Ese alguien se refiere indudablemente a Kitty, sin embargo, no puede seguir verbalizando sus emociones porque Adele, su placadora esposa, entra al baño y debido al sobresalto de encontrarse a dos hombres mirando un cuadro, emite un agudo quejido. Una escena sencilla pero clave que demuestra la miserable e incomprendida vida de Christopher Cross.

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Estampado floral

Una flor es la representación natural básica de la belleza formal, un obsequio que demuestra aprecio y afectividad, un elemento que inspira a artistas. Un estampado floral derrocha alegría, jovialidad, vitalidad y tradicionalmente, feminidad. ¿Pero existen más capas detrás de esa instantánea atracción o es mera superficialidad?

De una forma u otra, Scarlet Street se trata de una película en la que las flores inundan la pantalla, diría hasta de una forma (atención a la paradoja) sutilmente agresiva. Sin embargo, aquí quien recibe una flor no es una inocente jovencita a la que un apuesto galán pretende conquistar, sino que la víctima embaucada es un hombre con una vida depresivamente estabilizada.

La inversión de los roles de género es comedida e inteligente y presenta unas desviaciones del esquema narrativo clásico hollywoodiense más que reseñables. La figura de la femme fatale ­­—que nace de la mano del cine negro, género al que Lang ha contribuido cuantiosamente— es aquí la que convierte al personaje de Chris, interpretado por el icónico Edward G. Robinson, en un iluso que cree vivir el idilio perfecto cuando realmente es estafado por una joven pareja, formada por Kitty y Johnny. Pero ni siquiera Christopher era una víctima planeada, a la que mereciera la pena estudiar, sino que su elección ha sido puramente fortuita y desganada. A pesar de todo, las falsas promesas de amor de Kitty hacen que Christopher viva en una ilusión y se convierta en un hombre nuevo.

Desde hace cinco años Chris lava los platos. Él cocina. Él es el amo de su casa y el criado de su matrimonio. Y lo hace con convicción, pero también va ataviado con un delantal que destaca por un potente estampado floral. Un delantal que le recuerda que prefiere antes el olor de la primavera que el sabor de un puro. Las tareas de la casa, un acto de pura normalidad se convierten en vejaciones puesto que como él señala, si él friega los platos es solamente por ella, por Adele.

Al igual que en el baño, la cocina es el marco en el que este personaje se mueve como pez en el agua, la diferencia es que el segundo le esclaviza. Chris no sólo vive supeditado al perfil de su esposa sino que es particularmente humillante la omnipresencia de Homer, el primer marido de Adele, de quién hay un retrato que preside su casa. Un cuadro imperativo y autoritario; y por supuesto, de un estilo hiperrealista, una corriente que choca con las creaciones de nuestro protagonista.

Todos los corsés que ciñen la vida de Chris explotan cuando Adele llega a casa, y él en la cocina oye cómo su esposa le acusa de plagio por haber visto sus cuadros en una galería de arte firmada por Katherine “Kitty” March. Él está en la cocina embutido en su primaveral delantal. Los improperios de su esposa se funden con la primera revelación de las mentiras de su amante. La furia inicial crea una de las imágenes más icónicas de la película: un inspirado y floral Edward G. Robinson (corbata incluida) con una mirada desorbitada y un cuchillo en alza.

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La zafiedad de la femme fatale

Scarlet Street no fue especialmente alabada en su estreno, pero se trata de una película anómala por varios aspectos. Uno de ellos es que la perversa femme fatale, arquetipo de mujer manipuladora que derrocha elegancia e inteligencia, aquí consigue llevar a cabo sus tretas con la vulgaridad por bandera.

Kitty, interpretada por Joan Bennett, tan sólo es admirada por el personaje de Chris. El espectador rechaza su figura de una forma instantánea, algo que no ocurría con la femme fatale por excelencia, la modélica Barbara Stanwyck en Double Indemnity, que marca un perfil que se tomaría como ejemplo en el cine de los años 40.

En el retrato del personaje de Kitty, los estampados florales que inundan su casa y vestuario no simbolizan atracción y delicadeza, sino que funcionan con un efecto radicalmente contrario. Un efecto relacionado con lo cargante; las flores se convierten en una estrategia desesperada de ocultar su naturaleza basta, chabacana y absolutamente carente de dignidad. Al fin y al cabo, da igual que una alfombra tenga un estampado primaveral si sobre ella se posan una infinidad de platos sucios (gandulería que contrasta con el esmero de Christopher). 

Tampoco se puede afirmar que el talento de Kitty resida en ser la titiritera de Chris. Realmente quien lleva las riendas de la manipulación es Johnny, interpretado por Dan Duryea, y quien ve en el arte una potencial arma de sacar dinero. La transición que funde su personaje con la serpiente enroscada de uno de los cuadros de nuestro protagonista es su mejor definición.

La figura de Johnny es importante porque además de ser un personaje interesante y con matices, es vital para dotar de dimensión a la presencia femenina. Si la primera vez que conocemos a Kitty es en la calle, de noche, golpeada por Johnny, es evidente que no estamos sólo ante un teatrillo de una pareja de estafadores, sino a una mujer zafia y vulgar con una venda en los ojos marcadas por la palabra “Johnny” inmersa en una espiral de ambición perdidamente enamorada de un maltratador. Hay mucho de dramático en el personaje de Kitty más allá de la etiqueta de deslumbrante villana.

Su personaje muestra varias capas de interpretación, no sólo por parte de la actriz, sino de la propia Kitty. Ella misma se presenta como actriz ante Christopher con una leve sonrisa de medio lado y realmente consigue hacer que el resto puedan ver en ella a una mujer elegante y divertida.

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El castigo del crimen

El castigo del crimen es un valor que hasta el estreno de esta película parecía inherente en las producciones hollywoodienses. Si una película no tenía final feliz, al menos debía contar con un desenlace moralmente justo. Posiblemente sea Scarlet Street una de las primeras películas en las que el cometer un crimen no tiene ninguna consecuencia aparente, al menos si se entiende el término “castigo aparente” como sinónimo de “prisión”.

Esto dota de un ácido tenebrismo a la película que conecta de forma directa con la etapa alemana, puramente expresionista de Fritz Lang. No es casualidad que Lang pasara a convertirse en uno de los claros representantes del film noir en su aventura cinematográfica estadounidense.

Al realizar una comparación entre esta película, Perversidad, y la que firma Lang justo un año antes, La mujer del cuadro (1944)también interpretada por Edward G. Robinson y Joan Bennett, se puede apreciar una ruptura con las presiones académicas. Mientras que en La mujer del cuadro el tono es más tenue y ligero, el final de Perversidad es apoteósico y delirante, una explosión de pesimismo en la que la imagen oscura inunda la pantalla.  Y en la que el castigo a los personajes trasciende una mera encarcelación. 

Destacan en el segmento final de la película las declaraciones ante un juzgado de los personajes principales y secundarios. El cine pasa a convertirse en teatro y el minimalismo de las declaraciones se fundamenta en un foco blanco que ilumina el rostro de aquel que habla. La mayor parte de los personajes no mira directamente a cámara, por ello destaca la intervención de Adele, la esposa de Chris: “¿Pintar el señor Cross? Sólo copió su trabajo, es un ladrón. Me ha robado a mí, a su empresa y a Katherine March”.

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¿Quién es el autor?

Es evidente que el contexto y las circunstancias en las que el autor crea una obra son importantes por mucho que se cierre la mirada al propio documento cinematográfico. El modo de representación que instauró Hollywood en su cine clásico ha dejado grandes obras maestras a lo largo de la historia del siglo XX. Sería injusto decir que los segmentos más académicos de las películas de la etapa americana de Fritz Lang, realmente no son marca Fritz Lang.

Ya Truffaut exponía cómo el autor de una película siempre es el director, a pesar de la cantidad de personas que trabajan para crearla. No es casualidad que un perfil como el de Fritz Lang le causara fascinación, de ahí su participación en Le Mépris, de 1963. En esta Scarlet Street el verdadero artista era un hombre de cincuenta años, mientras que el público y la crítica admiraban a la que creían la genuina creadora, una joven y bella dama. Sin embargo, al autor tan sólo le importaba que su trabajo por fin hubiera sido valorado y reconocido. A fin de cuentas, en Scarlet Street hay altas dosis de autorretrato.

La trayectoria de Lang  es tan sólo un ejemplo más de un estilo puramente arraigado que, a pesar de estar parcialmente opacado por los modelos encorsetados de contar historias a los que tuvo que rendirse para poder vivir del cine, la visión de un autor, de un artista, pervive frente a todas las fuerzas opuestas.

Escribe Juan Bernardo Rodríguez

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tomado de zinefilos

1. PRESENTACIÓN

DATOS DE LA PELÍCULA

Perversidad (Scarlet Street,1945) es una película dirigida por el director Fritz Lang (5 de diciembre de 1890, Imperio Austrohúngaro – 2 de agosto de 1976 Beverly Hills, California, Estados Unidos) dentro de su etapa americana. Pero Fritz Lang ya era una superestrella antes de viajar allí. No olvidemos que anteriormente ya había rodado obras como Dr. Mabuse (El doctor Mabuse, 1922)Los Nibelungos (Die Nibelungen, 1924)Metrópolis (Metropolis, 1926), Los espías (Spione, 1928) o M, el vampiro de Düsseldorf (M, 1931).

Ya en Estados Unidos sus proyectos fueron rechazados y tardó dos años en hacer Furia (Fury, 1936). Sus producciones estadounidenses debieron acomodarse a las normas de los diferentes géneros, aunque filmó destacadas películas como Sólo se vive una vez (You Only Live Once, 1937)La mujer del cuadro (The Woman in the Window, 1944)Perversidad (Scarlet Street, 1945)Secreto tras la puerta (1947)Los sobornados (1953)Más allá de la duda (1956)Mientras Nueva York duerme (While the City Sleeps, 1956), y otras de otro tipo como Encubridora (Rancho Notorious, 1952), Deseos humanos (1954) y Los contrabandistas de Moonfleet (1955).

A finales de los años cincuenta, en parte por el clima creado por las investigaciones del Comité sobre Actividades Antiamericanas, en parte por su rechazo de criterios comerciales, y también por la oferta de un productor europeo, viajó a la República Federal Alemana para rodar El tigre de Esnapur (1958)La tumba india (1959) y Los crímenes del Dr. Mabuse (1960), su última película.

El guion de Perversidad (Scarlet Street, 1945) es de Dudley Nichols (La Diligencia, La fiera de Mi Niña), y está basado en una novela de Georges de La Fouchardière y André Mouézy-Éon, ya llevada al cine por Jean Renoir, La Golfa (La chienne, 1931).

Fritz Lang rodó Perversidad (Scarlet Street, 1945) inmediatamente después de La mujer del cuadro (The Woman in the Window, 1944), con prácticamente el mismo equipo y con el mismo trío protagonista, Edward G. RobinsonJoan Bennet y Dan Duryea.

Edward G. Robinson interpreta a Christopher Cross, el cual nos obsequia con una de sus mejores interpretaciones, dominado, hasta tiranizado por toda mujer que se le ponga al frente, quedando imágenes como el “amo de casa”, poniéndose el delantal y cocinando mientras su mujer juega a las cartas, escucha la radio o pintando las uñas a Kitty en total sumisión. Es el blanco ideal detectado por la mujer fatal, Kitty, una sobresaliente Joan Bennett, la clásica mujer embobada por un gandul, Johnny, un bueno para nada, vividor, apostador, abusivo, pero que, naturalmente, mientras peor la trate, ella más se enamorará y consentirá sus excesos. Dan Duryea cumple notablemente con el papel de vividor.

En esta cinta el director nos sumerge en una auténtica pesadilla sin salida liderada por los elementos o piezas claves del Cine Negro. Para recrear la atmósfera contó con el maestro de fotografía Milton Krasner. Era uno de los grandes que consiguió desarrollar su talento con la iluminación en multitud de films entre 1933 y 1970 (más de 150 películas). Fritz Lang fue el primero en reconocer su talento y fue su colaborador en su cinta previa La Mujer del Cuadro (1944).

La música corre a cargo del maestro compositor Hans J. Salter (1896–1994) que compuso más de 185 obras en su larga carrera y obtuvo 6 nominaciones a los Oscar. Aunque en esta película es correcta sin más.

La película la estrenó la productora americana Universal Studios el 28 de Diciembre de 1945 y se estrenó en Madrid el 3 de Febrero 1947.

Los lugares de rodaje o localizaciones fueron los estudios Universal – 100 Universal City Plaza, Universal City, California, USA. El sonido es Mono (Western Electric Recording) y se rodó en negativos de 35mm y escala 1:37:1

ARGUMENTO / SINOPSIS

Christopher Cross es un hombre gris, un triste cajero infelizmente casado, cuya única pasión en este mundo es la pintura. De camino a casa, después de una cena de trabajo, Cross ayuda a una bella mujer, Kitty, que está siendo atacada por un hombre. Creyendo que su salvador es un afamado pintor, Kitty no dudará en
seducirle con el único fin de conseguir algo de dinero fácil para ella y su novio JohnnyCross caerá perdidamente enamorado de esta perversa mujer y no dudará en robar en su propia empresa con tal de poder mantener su idilio y atender todas las demandas de Kitty.

MOTIVACIÓN

Una de las obras cumbres del cine negro.  Me ha impactado la influencia del expresionismo en el cine negro. Quiero profundizar más en cine negro y me ha gustado la diferencia de femme fatale con la de Perdición (Double Indemnity, 1944). También era una buena excusa para ahondar en las obras del genio Fritz Lang.

2. CONTEXTO DE PRODUCCIÓN

MARCO HISTÓRICO Y CULTURAL

El estreno de Ciudadano Kane (Citizen Kane) en septiembre de 1941 y la entrada en guerra de los Estados Unidos (en diciembre) tuvieron consecuencias. La participación de Hollywood en
el esfuerzo de la guerra fue inmediato y masivo. Los géneros se resentirían de ello inevitablemente. Prácticamente sólo había espacio para las películas de guerra, se agrupaban geográficamente en dos categorías, el Pacífico o en Europa/África del Norte.

El término cine negro fue inventado por los críticos franceses, film noir, hacia finales de los años 40 para designar un nuevo tipo de cine criminal aparecido en el cine norteamericano durante la guerra.

El pesimismo y el cinismo del cine negro han sido explicados como un reflejo del desencanto de los Estados Unidos durante la posguerra entre 1944-45. Pero existen algunas películas
precursoras; entre las más importantes están El halcón maltés (The Maltese Falcon, 1941) de John Huston y La sombra de una duda (Shadow of a doubt, 1943) de Alfred Hitchcok.

Cabe destacar que todas las obras notables de lo que se puede llamar una primera ola del cine negro (1944-1945) fueron realizadas por directores de origen europeo, inmigrados recientemente o
desde hacía tiempo: Billy Wilder, Fritz Lang, Otto Preminger o Robert Sdiomak.

CIRCUNSTANCIAS CONCRETAS DE PRODUCCIÓN / CREACIÓN

Para rodar Perversidad (Scarlet Street, 1945) el director Fritz Lang se reunió con los mismos actores Edward G. Robinson, Joan Bennett y Dan Duryea, que habían
trabajado con él un año antes en La mujer del cuadro (The Woman in the Window, 1944).

Como decíamos la película se basa en la novela francesa La golfa (La chienne) de Georges de La Fouchardière, que previamente había rodado el director Jean RenoirLa
Golfa (La chienne, 1931)
. Para su posterior película Deseos humanos (Human Desire, 1954), Lang también se basó en otra película de Renoir La Bête humaine (1938), que se basa en la homónima novela de Émile Zola. Se decía que a Renoir le habían disgustado ambas películas de Lang.

Perversidad (Scarlet Street, 1945) es similar a La mujer del cuadro (The Woman in the Window, 1944), tanto en temas, actores, equipo y personajes. Robinson interpreta a un
hombre de mediana edad solitaria como lo hizo en la película anterior, Bennett Duryea juegan como los elementos criminales de nuevo. Ambas películas fueron fotografiadas por Milton R. KrasnerWalter Wanger, quien produjo la película, había producido anteriormente también otra película de Lang, Sólo se vive una vez (You Only Live Once, 1937).

Doce pinturas hechas para la película de John Decker fueron enviados al Museo de Arte Moderno de la ciudad de Nueva York para su exhibición en marzo de 1946.

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Perversidad (Scarlet Street, 1945) fue la primera película de Diana Productions, una compañía de producción compuesta por Walter Wagner, Joan Bennett y Lang.

Como curiosidad mencionar que en 1951, Joan Bennett participó en uno de los escándalos cinematográficos más grandes de la década. Joan Bennett y su agente, Jennings Lang, estaban en un parking “hablando de negocios” cuando el marido de Joan, el productor Walter Wanger, los descubrió y disparó dos balas a Lang. Una de las balas impactó a Lang en “la ingle” como The Angeles Press acuñó. Al parecer Wanger estaba tratando de disparar al más impresionante atributo de Lang. El escándalo que estalló fue enorme. Wanger fue acusado y fue a la cárcel. Joan negó que hubiera habido ningún romance, pero estaba prácticamente en la lista negra de Hollywood. Más tarde, su amigo Humprhey Bogart insistió en que tomará el papel de protagonista en No somos ángeles (We’re No Angels, 1955), pero su carrera en el cine había terminado.

RECEPCIÓN / VALORACIÓN (PÚBLICO Y CRÍTICA)

Bosley Crowther, el crítico del New York Times, dio a la película una crítica agridulce, “But for those who are looking for drama of a firm and incisive sort, Scarlet Street is not likely to furnish a particularly rare experience. Dudley Nichols wrote the story from a French original, in which it might well have had a stinging and grisly vitality. In this presentation, however, it seems a sluggish and manufactured tale, emerging much more from sheer contrivance than from the passions of the characters involved. And the slight twist of tension which tightens around the principal character is lost in the middle of the picture when he is shelved for a dull stretch of plot. In the role of the love-blighted cashier Edward G. Robinson performs monotonously and with little illumination of an adventurous spirit seeking air. And, as the girl whom he loves, Joan Bennett is static and colorless, completely lacking the malevolence that should flash in her evil role. Only Dan Duryea as her boy friend hits a proper and credible stride, making a vicious and serpentine creature out of a cheap, chiseling tinhorn off the streets.”

El 4 de enero de 1946, la Junta de Censura del Estado de Nueva York prohibió Perversidad (Scarlet Street, 1945) en su totalidad, basándose en el estatuto que le dio el poder de censurar las películas que eran “obscena, indecente, inmoral, inhumano, sacrílega” o cuya exposición “tendería a corromper la moral o incitar a la delincuencia “.  Como si en una reacción en cadena, una semana después, Milwaukee también prohibió la película como parte de una nueva política alentada por la policía por “una regulación más estricta de las películas indeseables.” El 3 de febrero Christina Smith, el censor de la ciudad de Atlanta, argumentó que debido a “la vida sórdida que retrata, el tratamiento del amor ilícito, el fracaso de los personajes para recibir el castigo de la policía, y porque la imagen tiende a debilitar el respeto a la ley, “Scarlet Street era” licenciosa, profana, oscura y contraria al buen orden de la comunidad. “. Universal se desanimó a impugnar la
constitucionalidad de los censores por las protestas de los grupos religiosos nacionales que surgieron en su caso Atlanta llegó a los tribunales.

Entre las 60 películas de mayor recaudación de 1946 ocupa el puesto 53, según la revista Variety, con una taquilla de 2.5 millones de dólares. La película dejo un beneficio de 540.575 dólares.

3. ANÁLISIS RECURSOS NARRATIVOS Y EXPRESIVOS

ESCENA CONTEXTO NARRATIVO

La escena en la que Kitty confiesa que no le quiere me parece desgarradora. Cross se encuentra de bruces con la realidad y no le queda más remedio que abrir los ojos, darse cuenta que ha sido engañado desde el principio. Su reacción ante la realidad es brutal.

CHRIS

No llores, Kitty.

Por favor, no llores.

KITTY

No estoy llorando imbécil, me estoy riendo.

CHRIS

Kitty.

KITTY

Idiota.

¿Cómo se puede ser tan tonto?

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ESCENA CONTEXTO TÉCNICO – FOTOGRAFÍA

Es clara la influencia del expresionismo alemán en el cine negro, pero más todavía si encima la película la realiza el maestro del expresionismo alemán Fritz Lang. Sin embargo, es más que un estilo. “Negro” se aplica al aspecto visual de estas películas (predominio de secuencias nocturnas, fotografía que privilegia el claroscuro, las sombras y la penumbra, etc.), pero también a su contenido: visión pesimista de la naturaleza humana, cinismo, fatalismo, etc.

Fritz Lang busca que el encuadre y el montaje sean lo más preciso posible para comunicar la mayor violencia, frustración o ansiedad.

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4.    SIGNIFICACIÓN

Perversidad (Scarlet Street, 1945) no fue especialmente alabada en su estreno, pero se trata de una película anómala por varios aspectos. Uno de ellos es que la perversa femme fatale, arquetipo de mujer manipuladora que derrocha elegancia e inteligencia, aquí consigue llevar a cabo sus tretas con la vulgaridad por bandera.

Kitty, interpretada por Joan Bennett, tan sólo es admirada por el personaje de Chris. El espectador rechaza su figura de una forma instantánea, algo que no ocurría con la femme fatale por excelencia, la modélica Barbara Stanwyck en Perdición (Double Indemnity, 1944), que marca un perfil que se tomaría como ejemplo en el cine de los años 40.

El final de la película es atípico para el estándar de Hollywood. Secuencia final delirante, la máxima caída de la víctima, su degradación y decadencia llegaron al clímax, la descomposición se ha consumado, el artista frustrado es un lunático, un harapiento vagabundo que divaga sin sentido por las calles, clamando ser el asesino de Kitty, en la última miseria, y con el simbolismo de ser confrontado a su máxima obra, el retrato de ella, que se vende a altísimas cifras, mientras ya es tarde Cross, pues él, y su vida, han sido arruinados.

En varias ocasiones, era manifiesta, en el cine de Lang, la crítica social y siempre estaban presentes sus dudas sobre la justicia así como sus reflexiones sobre el individuo contemporáneo y su desamparo. A finales de los años cincuenta, en parte por el clima creado por las investigaciones del Comité sobre Actividades Antiamericanas, en parte por su rechazo de criterios comerciales, y también por la oferta de un productor europeo, viajó a la República Federal Alemana a terminar su carrera cinematográfica.


tomado de colectivo-rousseau

Basada en una novela de Georges de La Fouchardière y André Mouézy-Éon, esta vez sería Dudley Nichols (“La diligencia (1939)“, “La fierade mi niña (1938)“), el encargado de adaptar el guión. Con el irrepetible trío protagonista que ya empleara previamente en “La mujer del cuadro (1944)“, Fritz Lang filmó con “Perversidad” un excelente remake de la película “La golfa (1931)” de Jean Renoir. Christopher Cross (Edward G. Robinson), es el fiel cajero de un banco neoyorquino. Su vida insulsa e infeliz lo hace sentirse insignificante. Sólo su pasión por la pintura mantiene vivo su espíritu. Coincidiendo con una cena homenaje que recibe por llevar 25 años al servicio del Banco, en el camino de vuelta a casa, defiende a una preciosa joven llamada Kitty (Joan Bennett), de recibir una paliza por un borracho. Totalmente encandilado por la belleza de la joven sólo es capaz de hablar de su arte. A partir de ahí comienza el malentendido, y será tomado por un rico y famoso pintor del que la joven sin escrúpulos y su violento novio (Dan Duryea) intentarán aprovecharse de muy diferentes maneras. Se inicia así una compleja y enrevesada trama por donde circulan varios personajes en torno a nuestro protagonista, un hombre honesto dotado de una especial sensibilidad que nadie ha sido capaz de descubrir. La bella joven cumple con todos los requisitos de femme fatale, es cruel, ambiciosa, manipuladora y sin escrúpulos. Ella será capaz de aprovechar la confianza que un hombre completamente enamorado, ciego frente a los caprichos de una idealizada joven. El film nos conduce por la peligrosa pendiente que lleva a la pérdida de la dignidad, los principios y la ética en pro de satisfacer los deseos propios y los de su idílica y deseada mujer. Nuestro protagonista llegará a ser capaz de robar, desfalcar en su banco y tramar la propia muerte de su esposa para conseguir el beneplácito de la bella joven.

SPOILER: la escena final es un plano lapidario y dramático donde vemos a Criss Cross (Edward G. Robinson), deambulando como un vagabundo por las calles, permanentemente atormentado por las voces de su cabeza. Nuestro protagonista está situado en la puerta de una galería, mendigando, en ese preciso instante escucha cómo uno de sus mejores cuadros es vendido por una cantidad escandalosa de dinero. Una escena que despierta en el espectador sensaciones contradictorias pero intensas. La fatalidad alcanzando y destrozando a un hombre de buenas cualidades. Cabizbajo y harapiento, por una calle repleta de gente que a través de un fundido encadenado se torna una calzada desierta en la que sólo está Cross, soportando en total y absoluta soledad sus propios pecados, sus propias traiciones y sus propios errores. Verdadero fatalismo langliano. FIN SPOILER

.Fritz Lang rodó Perversidad inmediatamente después de otra monumental película, “La mujer del cuadro (1944)“, con prácticamente el mismo equipo y con el mismo trío protagonista. Algunos consideran que “La mujer del cuadro” podría ser un prólogo dramático pero descafeinado en comparación con la crueldad expresada en “Perversidad“. En esta cinta el director nos sumerge en una auténtica pesadilla sin salida liderada por los elementos o piezas claves del Cine Negro. Para recrear la atmósfera contó con el maestro de fotografía Milton Krasner.
Era uno de los grandes que consiguió desarrollar su talento con la iluminación en multitud de films entre 1933 y 1970 (más de 150 películas). Fritz Lang fue el primero en reconocer su talento y fue su colaborador en su cinta previa “La Mujer del Cuadro (1944). A esta cinta la seguirían: “A través del espejo (1946)“, “Evaal desnudo (1950)“, “La tentación vive arriba (1955)“, “Tú y yo (1957)“, “La conquista del Oeste (1962)“, “Dulce pájaro de juventud (1962)“, y otras muchas. Aunque esta película es considerada como una de las más representativas del estilo “Noir” por su estética y por su contenido, está dotada de algunas originalidades, como el arquetipo de la mujer fatal que interpreta Joan Bennet y que se distancia bastante de la “femme fatale” que popularizó un año antes Barbara Stanwyck en la portentosa “Perdición (1944)“, fundamentalmente porque en esencia, la “femme fatale” de Perversidad no es tan maliciosa en si misma como sí la era el personaje de la Stanwyck en el film de Billy Wilder. Kitty tiene un punto ingenuo, es un personaje más pasivo y menos sibilino, dependiente de otra figura masculina, Johnny es quien la domina y la anima, casi la fuerza a que se aproveche de la bondad de Cross.
Perversidad” goza de una narrativa excelente, ya que partiendo de una situación ambigüa y apoyándose en los perfiles del triángulo protagonista, va encadenando a la perfección una espiral por acumulación de matices perversos de la condición humana. Todos los personajes parten de una mentira; Chris dice ser un pintor, Kitty dice estar soltera y su amante Johnny, dice ser la pareja de su compañera de piso. Al final todos reciben su dosis de verdad, incontestable e indiscutible que cae irremediablemente como una losa sobre sus cabezas. Fritz Lang, tuvo el buen gusto y la sana fortuna de conservar la esencia de ese expresionismo tan lleno de genialidad. Ese juego de luces y sombras en las escenas finales donde el atormentado protagonista se debate. Se podría decir que mediante una trama basada en elementos característicos del cine negro, Lang mantiene sus base expresionista visual y narrativa para trasladarnos el verdadero mensaje de la película y describir diferentes facetas oscuras de sus personajes, con especial protagonismo de la culpa y la necesidad de ser castigado por ello.


tomado de esculpiendoeltiempo

Christopher Cross (Edward G. Robinson) es un envejecido cajero de banca que lleva una infeliz vida junto a su mujer. Pintar cuadros es la única actividad que consigue evadirle de su triste existencia. Una noche, tras una cena de empresa, se topa con la atractiva Kitty (Joan Bennett), de la que se enamorará perdidamente. Ésta y su violento novio Johnny (Dan Duryea), trazarán un plan con el objetivo de sonsacarle dinero.

Genial obra maestra de Lang, un intenso y pesadillesco ejercicio de cine negro que constituye el mayor logro de su etapa norteamericana y, en opinión de quien suscribe estas líneas, la película más compleja y conseguida de la brillante filmografía del director de origen austríaco.

Perversidad debe ser considerada como un remake del filme La golfa (La Chienne, 1931) de Jean Renoir, más que una nueva adaptación de la novela de Georges de La Fouchardière.

Es importante señalar que se trata de una especie de prolongación de La mujer del cuadro (The Woman in the Window, 1944), película filmada con anterioridad por el cineasta con la que, además de compartir a sus tres protagonistas principales en roles que no difieren mucho, comparte también una posible lectura onírica, aunque esta nunca se explicite en la cinta que ahora nos ocupa (algo que sí ocurría en la anterior), lo que otorga una mayor ambigüedad y riqueza al relato

Con una puesta en escena sombría y opresiva, magistralmente captada por la fotografía en blanco y negro de Milton Krasner, la película indaga en el progresivo y fatalista proceso de deterioro de identidad que afecta al personaje de Robinson, completamente sumiso ante el arrebatador poderío sexual de la Femmefatale que lo conduce hasta el infierno terrenal.

Es loable el sutil juego de dobles y superposiciones identitarias que Lang orquesta a lo largo de todo el filme, así como el sarcasmo y sentido paradójico (crudelísimo en ocasiones) inherente a algunas escenas.

El trío protagonista está perfecto en la composición de unos personajes repletos de matices, destacando el enorme calado psicológico que Edward G. Robinson otorga al suyo, en la que probablemente sea la mejor interpretación de su carrera.

Scarlet Street es una de las películas que de forma más perversa y patética retrata las miserias de la condición humana. Una obra indispensable en la historia del cine.


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MAKING-OF
Perversidad es la segunda versión fílmica de la novela francesa La Chienne, de Georges de La Fouchardiere. La primera la dirigió Jean Renoir en 1931 respetando el título de la novela. Lang y el guionista Dudley Nichols no quisieron ver la película de Renoir para no dejarse influir por ella.
•Junto a Walter Wagner y su esposa Joan Bennett, Fritz Lang creó en abril de 1945 la productora independiente Diana Productions, con la que producirían Perversidad y El secreto tras la puerta (1948).
•Todo el filme se rodó en estudios y en platós en exteriores de la Universal.
•Según el guión, Chris Cross (Edward G. Ronbinson) asiste a la ejecución de Johnny Prince (Dan Duryea) escalando a un poste de telégrafos desde el que divisa el pabellón de muerte de Sing-Sing. Aunque fue rodada, Lang cortó la escena porque le resultaba demasiado cómica.
•Los cuadros de la película pintados por el personaje Chris Cross fueron realizados por el artista John Decker, amigo de Fritz Lang, al que contrató para pintar catorce cuadros con el estilo de Henri Rousseau y Camille Bombois.

ANéCDOTAS
•Ernst Lubitsch quiso hacer esta película en América antes que Lang, así que convenció a la Paramount para que comprara los derechos, pero Lubitsch y sus colaboradores no lograron escribir un guión satisfactorio. Más tarde, cuando Lang vio que se podía trasladar el ambiente del Montmartre al Greenwich Village, adquirió los derechos por un precio muy bajo.
•Con Perversidad, Fritz Lang empleó exactamente el mismo reparto estelar de La mujer del cuadro, que había dirigido un año antes y cuya temática es muy similar. 
•Fritz Lang comenta a Peter Bogdanovich en el libro de entrevistas Fritz Lang en América (Editorial Fundamentos, 1972) que “el destino de Robinson en la película es el destino de un artista al que le importa mucho más su pintura que ganar dinero”.
•En una entrevista grabada en 1971, Lang cuenta a Charles Highman que con Perversidad “quería mostrar que el ciudadano medio no es mucho mejor que un criminal, sólo que es lo suficientemente inteligente como para no dejarse atrapar por la policía”.
•La revista Film Criticism publicó en su número de Otoño de 1996 un interesante ensayo del profesor Jeanne Hall en el que analizaba los discursos sobre arte y estética contenidos de forma indirecta en Perversidad.
•Varios críticos englobaron los cuadros de la película bajo el movimiento surrealista, pero por la descripción que Chris hace de ellos (“Pongo una línea alrededor de lo que siento”), se ajustan más al expresionismo al que Lang estaba asociado como cineasta.
•George Kurman, de la Universidad de Western Illinois, escribió en 1990 para la publicación Literature Film Quaterly un ensayo en el que analizaba el profundo significado respecto a la trama que tienen los nombres de cada uno de los personajes de Perversidad.
•Edward G. Robinson adquirió cuadros desde muy joven y logró amasar una enorme colección de obras maestras, que incluía obras de Degas, Picasso, Monet, Modigliani y Renoir. 
•No sin cierta ironía, el filme se estrenó en Estados Unidos el 28 de diciembre de 1946, Día de los Inocentes.

LA CRíTICA DIJO…
•“Fritz Lang ha buceado en las zonas os-curas, algo que su cámara captura mejor de lo que hace su reparto”. Bosley Crowther (New York Times, 16 de febrero de 1946).
•Los momentos de cuidado suspense que recordamos de La mujer del cuadro, los extravagantes puntos de vista de la cámara en Historia de un detective [una película de Dmytryk, no de Lang], han dado aquí lugar a un tratamiento objetivo y frío de una historia terrorífica”. Edgar Anstrey (The Spectator, Londres, 1 de marzo de 1946).


tomado de eldardoenlapalabra

Christopher Cross es un tipo anodino (Edward G. Robinson) que trabaja como cajero en una firma crediticia de Wall Street. Su vida diaria se divide entre su empleo y el domicilio familiar, lugar en el que se ve dominado por su autoritaria esposa.
Como válvula de escape, Chris se dedica a pintar en sus ratos libres, unas obras que él supone no tienen valor alguno.
Ni siquiera conoce el amor, así que cuando un hecho casual le hace entablar conocimiento con una bella mujer, Kitty March(Joan Bennett), a esta le resulta relativamente sencillo hacerle caer en un maquiavélico plan urdido por el hombre del que está enamorada (Dan Duryea), para irle sacando dinero a Chris. Este, para satisfacer los deseos de su amada, será capaz incluso de robar y, cuando descubre que un prestigioso crítico neoyorkino ha quedado prendado de sus cuadros y que entre Kitty y su novio los están vendiendo, no tiene el más mínimo reparo en consentir que sea ella la que pase por verdadera autora de los lienzos.

 

Fritz Lang se rodea, de nuevo, del trío protagonista de La mujer del cuadro, para abordar este melodrama en el que la dominación amorosa, acaba devorando a sus protagonsitas, dominados y dominadores.

 

El film es una especie de ramake de La chienne (La golfa), una peli que dirigió Jean Renoir en 1931, si bien, aunque los incidentes sean prácticamente idénticos, las películas resultan diferentes, porque las miradas de ambos realizadores lo son.

 

Las interpretaciones son apasionantes y la historia está contada de una forma maravillosa, de manera que cuando estamos convecidos de que aquello va a ser un relato sin demasiadas emociones, nos sorprende con los vericuetos hacia los que va desembocando, atrapando nuestro interés por más que sepamos que sea cual sea el final, no puede ser sino trágico.
Magnífica fotografía y gran ambientación para un film en el que los matices de los personajes son múltiples y los mensajes, aparte del principal, también lo son, principalmente en los asuntos relativos al amor y al erotismo, tratados a base de mensajes, a veces explícitos, pero siempre elegantes.
Hay quien ha querido ver en la película una metáfora de la experiencia americana de Lang, como los cuadros de Chris, que cuando ven la luz y consigue el éxito, su identidad se desmorona.
Una de las películas más pesimistas del cine negro americano, pues al final, el protagonista no consigue jamás librarse de la tragedia en la que se vio atrapado en una encrucijada del destino.

 


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Cuando buscaba información sobre Fritz Lang, los periodistas y la gente que trabajó con él me informaron que era hablador, pero que se expresaba más con su inteligencia que con la boca. Me precisaron que durante los 11 años que había pasado en Estados Unidos, había adquirido un gran conocimiento de los problemas de dicho país, que era un atento observador de los acontecimientos sociales y políticos y un liberal en su pensamiento político. Añadieron que era autoritario, egoísta y cruel. […]

Le telefoneé al hotel Beverly Wilshire. Me respondió que le encantaría hablar conmigo, que incluso podíamos cenar juntos. El Beverly Wilshire, uno de los hoteles más selectos de la región, era único por su ambiente digno y apacible. La gente con la que me cruzaba por los pasillos y en el ascensor llevaban ropa sin duda cara. Cuando llamé a su puerta, me abrió el propio Fritz Lang, con un monóculo en el ojo. […]

Hablaba con seriedad y me sorprendió un poco. Durante la hora siguiente, mi Martini y su café fueron como el símbolo del conflicto subyacente de nuestra conversación sin orden ni concierto. Más tarde, durante la cena, me hizo saber sin querer que su rechazo a beber se debía más bien a una orden del médico. Sin duda había algo de verdad en la primera explicación pero sospecho que su idea había sido dramatizar la situación entre nosotros, lo que debía divertirle. Por otro lado, esto nos llevó a su tema favorito.

-“Ese instante que se nos escapa. ésa es mi obsesión”, me dijo Lang. “Para cada uno de nosotros ese instante existe, un momento de debilidad en el que uno puede equivocarse. Es una ley inevitable en la vida”.
Se levantó, soñador. Le observé. Se había quitado la chaqueta y llevaba una camisa de seda a cuadros de un azul muy suave. Se pasó una mano por el pecho, como para sentir el tacto de la seda.
-¿Ve usted?, por eso dedico tan a menudo mis películas a los asesinos. Me interesan mucho. Es tan fácil en uno de esos instantes convertirse en un criminal. Estoy convencido de que si uno da el primer paso, los abismos se abren y el segundo paso se vuelve inevitable. Ya conoce el dicho: dale al diablo la mano y te cogerá el brazo. Los criminales son aquellos que se han dejado engañar. No los condeno, trato únicamente de comprenderlos, de saber por qué han caído en la trampa.
-¿Cree usted que es posible determinar de qué sufre nuestro sistema social examinando los casos de nuestros criminales?
-Seguramente, y deseo que la gente aprenda a ver mejor las causas reales del crimen. Leo mucho la prensa ya que uno encuentra un montón de cosas interesantes sobre el crimen. Por desgracia, no podemos mencionar en nuestras películas muchos tipos de asesinatos.

A continuación, hablamos durante un momento de un crimen reciente cometido en Los ángeles. Un hombre había llevado a una joven a una habitación de hotel y la había cortado en pedazos con un cuchillo. Poco después, repitió exactamente el mismo crimen. A mi alrededor, la gente sentía demasiada repugnancia para tener ganas de informar más sobre el caso. En cambio, Lang devoró todos los periódicos que hablaban de ello y contactó con periodistas para obtener esas informaciones que, por lo general, nos negamos a publicar. Entre otras cosas, descubrió que el asesino había sufrido durante su infancia diversas dificultades. […]
-Me esmero en informarme de cómo son exactamente las personas que muestro en mis películas. En cada una de ellas revelo signos de su debilidad y, al mismo tiempo, de su fuerza. La gente repite los mismos errores durante toda su vida. Es algo completamente lógico y que se puede observar muy a menudo, en especial entre los criminales.

Cuando un asesino se despierta
-A menudo pienso en el estado de ánimo que debe tener un asesino que se despierta un día y se da cuenta de que sus víctimas no volverán a vivir. El instinto, el odio, la envidia han desaparecido, para dejar paso a una terrible desesperanza, la certeza de que en un día o dos le cogerán. Durante cierto tiempo, sabrá concentrarse bastante bien para evitar a aquellos que lo buscan pero, tarde o temprano, inevitablemente conocerá ese instante que se nos escapa. Por ejemplo, se traicionará a sí mismo al dar rienda suelta a su pasión por la buena comida. La policía, que conoce su debilidad, vigila todos los restaurantes de la ciudad. 
Se detuvo de nuevo, pasó la lengua por sus labios y prosiguió:
-El resto de su vida tan sólo esperará su cita con la silla eléctrica.
Le pregunté si tenía dificultades para obtener que los estudios le dejaran realizar películas serias. En vez de responder directamente a mi pregunta, me dijo:
-Desde que estoy en Estados Unidos trato de expresar, mediante el cine, lo que pienso de los nazis. Debo poseer una especie de conciencia social y tener algo que decir. Por ejemplo, considero que algunos tipos de guión deben ser rechazados hoy. Así, sin duda no es el momento de pretender que existen alemanes buenos. […]
-Pero usted era uno de los directores europeos más célebres…
-Escuche, querida: Hitler tomó el poder. Y una noche, Goebbels, ministro de Propaganda, me convocó para pedirme que dirigiera lo que sería la industria cinematográfica nazi. Hice como si estuviera encantado, pero unas horas más tarde, con todos los papeles en orden, me metí en un tren y me marché de Alemania hacia Francia. Dejé abandonada mi fortuna, mi colección de libros y de cuadros. Tuve que volver a empezar de cero. No fue fácil pero finalmente fue positivo. En aquel momento, había llegado, mi corazón y mi mente se habían cubierto de grasa. Demasiado éxito es malo para el hombre.

En su biblioteca
¿Supuso un problema cambiar de idioma?
-Lo es, aunque descubro una gran belleza en esta lengua que hablo tan mal. En especial cuando se trata de ideas, me resulta imposible expresarme con exactitud y me cansa tener que buscar siempre la verdadera expresión. Cuando ruedo una película, al final de una jornada de trabajo estoy agotado y mi lengua no logra articular convenientemente.
Por la noche, vuelvo a mi casa y leo para relajarme. Pero me espera de nuevo el trabajo porque debo constantemente tener el diccionario a mano. Leo cada día cinco o seis periódicos, las tiras cómicas, PM y los diarios republicanos. […]
-En su opinión, ¿qué ideas y qué temas deben ser dramatizados?
-Deberíamos realizar películas que hicieran reflexionar a la gente sobre la unidad de los aliados, sobre el paralelismo existente entre la historia de Estados Unidos y lo que ocurre actualmente en Europa o sobre lo que fue la guerra en Saipán. Pero todo esto es tan difícil. Siempre me pregunto si se puede hablar con seriedad de estas cosas y al mismo tiempo volverlas sensibles para el gran público. El cine es el arte del pueblo y yo estoy al lado del pueblo.

-Entonces, ¿por qué no hace películas que aborden problemas actuales? 
-En Hollywood es difícil encontrar gente que te apoye cuando quieres innovar. De todos modos, no puedes pasarte la vida predicando.
“Sí”, dije, “pero si Fritz Lang no se opone a las tradiciones de Hollywood, ¿quién lo hará? La gente que sigue su cine lo espera de usted”.
-Quiero vivir honradamente y me niego a contribuir a ninguna forma de fascismo.
“Apuesto a que usted no tiene alma de cruzado”, le dije.
-Un cruzado actúa hasta que es abatido por su adversario. Por mi parte, quiero vivir el mayor tiempo posible.

Quería discutir, pero me di cuenta de que toda la amabilidad había desaparecido de su rostro. Así pues, abandoné y sugerí ir a cenar. Una vez fuera, subimos a un coche y nos dirigimos hacia The Players, célebre establecimiento cuyo propietario era Preston Sturges. Encendí la radio y pudimos escuchar una vieja melodía sentimental y pasada de moda. Pasamos a hablar de lo que ocultan palabras como “sentimental” o “romántico”. Y, con toda naturalidad, abordó el tema del amor. Recuerdo sus palabras:
-Todo el mundo busca el amor, algo que no conocemos todavía. Uno cree por fin sentirlo delante de alguien y, claro está, se miente a sí mismo. Uno intenta convencerse, por vanidad. La mayor confusión reside en el sexo. Es un juego que crea la ilusión del amor para combatir la ociosidad y el aburrimiento.

Sus ideas sobre las mujeres
“Ustedes, con sus maneras continentales, representan una amenaza”, le dije.
-¡Al contrario! Y rompió a reír. Darling, pretenden que nosotros, los europeos, comprendemos mejor a las mujeres que los estadounidenses. Si no están haciendo el amor, los hombres de su país prefieren la compañía de otros hombres, mientras que el europeo disfruta en compañía de mujeres. Pero veamos las cosas de frente: no creo que un solo hombre comprenda realmente a las mujeres.
Un día, un escritor muy conocido me habló de Joan Bennett: me gusta mucho Joan, pero no me siento a gusto con ella. Es tan hembra, 100% hembra. Darling, la mujer es un terreno inexplorado, extraño para los hombres inteligentes, salvo cuando hacen el amor.
“¿No está usted casado?”, pregunté.
-“Hace tiempo”, respondió.
Sabía que en Alemania estuvo casado con una mujer que escribía guiones para sus películas, Thea von Harbou. Le pregunté qué había ocurrido.
-El caso trivial de dos individuos que evolucionan cada uno por su lado. Al principio, nos interesábamos por las mismas cosas, la cultura alemana, los libros, la música. Mi ángel, es muy frecuente que todo coincida perfectamente al principio. Pero la vida es cambiante y nos cambia. ¿Ha creído alguna vez seriamente que el amor puede durar? […]

Ya estábamos en el restaurante. Nos indicaron cuál era nuestra mesa y ¡qué mesa! Gary Cooper estaba a nuestra izquierda y Humphrey Bogart y Lauren Bacall a nuestra derecha. Bogart se sentó con nosotros unos momentos, deseoso sin duda de contarme algunas de esos chistes sobre el tonto del pueblo con las que él y Bacall me aturdieron unas semanas atrás cuando los visité en el estudio. Cuando Bogart volvió a sentarse con Bacall, pedí a Fritz Lang que me dijera por qué se había ganado esa fama de maniaco.
-Querida, soy el monstruo de Hollywood. Un hombre demoníaco. Deje mi leyenda intacta.
Nos pusimos a reír con ganas. Se volvía sofisticado pero adivinaba que en él había otros sentimientos. Le pedí que volviera a ponerse serio.
-Creo conocer mi oficio. Tengo unas fuertes convicciones y sé exactamente lo que quiero, sobre cualquier tema. Es una forma de sabiduría, darling, que a la gente no le gusta. Es así. Es cierto que soy más difícil que otros directores. Me siento decepcionado o engañado muy a menudo, y ocurre porque sé con toda precisión por adelantado cómo debe ser cada línea del guión, la interpretación de los actores, la calidad arquitectónica de la película, cada movimiento de cámara. Durante semanas, trabajo, establezco los planos y tomo notas sobre todo lo que quiero hacer. Si, por cualquier motivo, no puedo realizar un movimiento de cámara como lo deseo, es un verdadero sufrimiento físico.
Es mi razón de vivir: el trabajo. Sé que rechazo los compromisos y la gente murmura a mi espalda.
Nunca he tenido la intención de no ser amable con la gente. No se obtiene nada sin amabilidad. Por supuesto, sé que he cometido muchos errores en este sentido y que he pisado a bastante gente. En Europa, no me imaginaba en absoluto todo lo que podía suponer un rodaje en Hollywood. Cuando ruedo una escena, no me gusta pararme hasta que la he terminado. Pero los actores estadounidenses tienen grandes principios respecto a la necesidad de comer a unas horas regulares.
Cuando volvíamos en coche hacia su hotel, Fritz Lang me dijo que estaba preocupado.
-No consigo descansar, me ocurre cada noche. Enciendo la lámpara de mi mesilla y abro un libro cualquiera. Cada día debo hablar sin parar, pesar y acumular las ideas. En el estudio, ya no reconozco a la gente u olvido sus nombres. Me falla la memoria y temo que la gente no lo admita.
Le digo que es la mejor forma de lograr una fama de vanidoso.
-¿Pero cómo puedo encontrar tiempo para vivir? Mi trabajo ocupa todo mi tiempo.
Le respondí que esa era una declaración curiosa de parte de alguien que hablaba tan bien del amor.
Llegamos al hotel de Lang.
-Acabo de comprar una mansión y en cuanto me instalen el teléfono, me mudaré con mis perros. Tengo algunos cuadros de valor y una biblioteca de unos cinco o seis mil libros. He gastado mucho dinero para ofrecerme la máxima comodidad.
Le pregunté por qué, tras 11 años en una ciudad célebre por sus mujeres bonitas, no estaba todavía casado.
-Darling, ¿cree usted realmente que sería un buen marido?
Entrevista realizada en 1946. Publicada en Fritz Lang,
Editado por Présence du Cinéma (1964, París). Traducción: News Clips 


tomado de labutaca

El desdoblamiento existente entre “La mujer del cuadro” (1944) y “Perversidad” (1945) se hace más destacado en sus títulos originales: “The woman in the window” –más preciso que el español, que podría aplicarse también a “Laura” (1944)– y “Scarlett Street”. Ambas trazan un pequeño díptico sobre la calle, los engaños que sufre el individuo arrastrado por el mal que acecha ahí fuera, en la extensión de la urbe y el predominio del arte cinematográfico frente al teatro, que determina la puesta en escena de un Fritz Lang curtido en la farsa escenográfica del expresionismo alemán. Bajo su dirección y los guiones de Nunnally Johnson –que imprime en la primera un tono simbólico– y Dudley Nichols –que no escatima imágenes de cierta ternura para sopesar la crueldad del planteamiento–, estas dos pequeñas insignias del film noir de qualité –hecho en USA, firmado por un europeo–, cuyo visionado puede alterarse sin que el orden cronológico determine su sentido parejo, abofetean con no poca amargura la seguridad de los prototipos norteamericanos.

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Y para empezar, el propio protagonista, Edward G. Robinson, intérprete de elevada reputación que casi nunca pudo desvincularse del rictus amenazante con el que adornaba a gángsters derrotados y libidinosos. Algo de bajito bonachón supo entrever Lang en él, alejándolo de una apariencia cristalizada que sólo podía romperse si las amenazas se dirigían, ahora, contra sí. Riesgos femeninos que adquieren las formas de Joan Bennett, actriz especializada en papeles tan románticos como la Amy de “Las cuatro hermanitas” (1933). La femme fatale no parece corromper el esquemático universo hollywoodiense, pero las mujeres de Lang, cuando son malas, son malas de verdad. Es cierto que el argumento de “La mujer del cuadro” no perjudica a Bennett: el profesor Richard Wanley (Robinson) se topa con la susodicha mientras contempla el retrato de una hermosa mujer a través de un escaparate.

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La superposición de reflejo y pintura, tan explotado en posteriores escenas míticas, introduce un cambio de tornas y una nueva lectura –la que origina negativas reacciones ante su final, que a día de hoy se ve resentido por el abuso que se ha hecho de esa solución sorpresa–. Es la mujer quien encuentra al hombre, un iluso que se deja arrastrar al apartamento de ella; una masculinidad desprotegida que, tras esta castración, debe lidiar con un asesinato y un cargo de conciencia. En otros términos, lo mismo sucede en “Perversidad”, que enriquece la visión del cineasta sobre la trama de dependencia sexual. Aquí es el ingenuo Christopher Cross (de nuevo Robinson) quien halla a Kitty (Bennett), aparentemente en apuros, y su buena voluntad servirá de excusa para que ella y su prometido (Dan Duryea) se aprovechen del beneficio de un hombre que, no por casualidad, se entretiene en pintar cuadros. Esta segunda película se convierte en la respuesta hiperrrealista –inspirada en la novela “La golfa” del escritor francés La Fouchardière, que ya había sido adaptada al cine en 1931 por Jean Renoir– a la belleza imposible de “La mujer del cuadro”.

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La experiencia demoledora de un hombre aislado –de sus compañeros de club, de su esposa– que lanza un aviso cuando el mal ya está hecho: es posible que ambos personajes sean el mismo, que en la primera se recuerden los horrores de “Perversidad” y, según los cánones de la industria, se vengen de ellos como un fantaseo. O que la perfección genérica de “La mujer del cuadro” se diluya con la respuesta descreída de Lang en su siguiente película. Las dos interpretaciones suponen una complementariedad fascinante, una forma de re-narrar que no se limita a la reinterpretación de las tramas. Fritz Lang sabía hablar del ser humano, la modernidad, el género, el cine y las otras artes sin que se notase el batiburrillo; elegante y múltiple, para toda clase de público e intereses, filmografía de obras negras en clave humorística o risibles patetismos recubiertos de oscuras intenciones.

En las imágenes: En primer y tercer lugar, fotogramas de “La mujer del cuadro” – Copyright © 1944 International Pictures. Todos los derechos reservados. En segundo y cuarto lugar, fotogramas de  “Perversidad” – Copyright © 1945 Fritz Lang Productions. Todos los derechos reservados.


tomado de cachecine

PERVERSIDAD (SCARLET STREET), de Fritz Lang (EE. UU., 1945)
Cinoscar Summer Festival 2013: Sección oficial a competición
Elección y presentación de Jose Luis Ayala: »Cuando vi Furia pensé que sería imposible superarla para Lang; luego vi La mujer del cuadro y pensé que sería imposible; tuvo que venir una burrada como Perversidad para darme cuenta que los limites para Fritz Lang no existen. Esta no es solo su gran obra maestra, no es solo la obra maestra del cine negro (con el perdón de grandes joyas que me ha regalado este género, que además es mi favorito): estamos ante una de las mejores películas de todos los tiempos, grandiosa en todos los sentidos».
¿De qué va?: Chris Cross es un cajero de vida bastante miserable con una única afición: pintar cuadros los fines de semana para evadirse de una esposa poco cariñosa y un trabajo que no le satisface. Una noche conoce a una joven actriz que se interesa por sus dotes como pintor. Chris desconoce que la chica, compinchada con su novio, preparan un plan para ganar dinero a costa suya.
Reseña: El director alemán Fritz Lang hizo de Joan Bennett y Edward G. Robinson su gran pareja artística durante su estancia cinematográfica en Estados Unidos. Perversidad es una intriga aparentemente pequeña que va creciendo poco a poco, y la historia consigue ser redonda e intensa gracias precisamente a la complicidad existente entre el realizador y sus intérpretes. Lang dibuja un engaño que esconde otros engaños paralelos y que al terminar se convierte en una gran lección moral sobre el precio de la mentira. Perversidad es una bola de nieve cayendo sin freno por el precipicio, y al estallar se convierte en una parábola sobre la fugacidad del éxito, los caprichos del destino, los complejos mecanismos del mal, el insoportable peso de la culpabilidad y la vida miserable en la Norteamérica posterior al crack económico. Las carambolas de guion funcionan, sus personajes son complejos e interesantes, es entretenida y sugerente. No ha envejecido, porque sigue tan vigente y funciona con la precisión de las obras que remiten al alma humana. Tal vez no es la mejor obra de su director, pero es una pieza importantísima de una filmografía capital. Y puestos a dejar algo para la posteridad, nos quedamos con la despiadada femme fatale que cincela la magnífica Bennett.
 
Perversidad es la película americana más oscura de Fritz Lang. Jeffrey M. Anderson
 
Intenso drama. Un melodrama clásico e imprescindible. Fascinante. Fernando Morales
 
Un film noir tan potente en su tiempo que podría suceder en cualquier lugar de EE. UU. Matt Brunson

VALORACIÓN DE LA CRÍTICA DEL FESTIVAL

Clásico del género, una de las mejores películas de su director. Robinson está fantástico y Bennett se vuelve una mítica femme fatale.Uggo Kollado

Cine negro en estado puro, un poco envejecida, pero sigue siendo la más redonda de la trilogía de Lang con Robinson y Bennett. Gran suspense. Guillermo Navarro

La cumbre del film noir, dotada de un magnetismo y una sobriedad impresionante, con una dirección poderosa e intensa. Un final que te duele y te deja marca. Imperecedera. Jose Zambrano

Posiblemente la mejor película de Fritz Lang y uno de los grandes clásicos del cine negro. Joan Bennett capta toda mi atención.  José Barriga

Gran película, sin duda un imprescindible clásico del cine. Mayra Meza


tomado de pinceladasdecine

El maestro Fritz Lang produjo junto a Walter Wanger y dirigió este maravilloso trabajo, un remake de la película La golfa (La Chienne), dirigida por Jean Renoir en 1931. Con un guión de Dudley Nichols, basado en la novela La Chienne de Georges de la Fouchardière y con la magistral fotografía de Milton Krasner, estamos ante uno de esos títulos indispensables que cualquier aficionado al cine debería disfrutar, con mas razón si como yo, eres aficionado al buen cine negro. Destacar las interpretaciones del genial  Edward G. Robinson y de la perfecta femme fatale, interpretada por Joan Bennett. Un peliculón.

Perversidad, Fritz Lang, Scarlet Street

Sinopsis: Christopher Cross (Edward G. Robinson) es un hombre tímido, dominado totalmente por su esposa Adele (Rosalind Ivan), que lo maltrata constantemente, que solo encuentra en su afición a la pintura un motivo para seguir adelante. Trabaja como cajero de un banco hace varias décadas, por lo que el día de su aniversario en dicho trabajo recibe un merecido homenaje de su jefe y sus compañeros. De regreso a casa divisa a una mujer llamada Kitty March (Joan Bennett) que está siendo agredida, por lo que no duda en ayudarla. Lo que no imagina es lo que dicho acto le cambiará la vida, ya que se enamora perdidamente de ella, lo que le llevará a actuar como jamás había hecho hasta entonces.

La película: El maestro Fritz Lang dejó sobradas muestras de su enorme talento durante su impecable carrera, como podéis comprobar echando un vistazo a su filmografía, poblada de títulos como Las tres luces (1921), El doctor Mabuse (1922), Los Nibelungos (1924), Metrópolis (1927), M, el vampiro de Düsseldorf (1931), El testamento del Dr. Mabuse (1933), Furia (1936), Sólo se vive una vez (1937), Los verdugos también mueren (1943), El ministerio del miedo (1944), La mujer del cuadro (1944), etc. La lista es interminable, por lo que me he parado en el trabajo anterior al que hoy nos ocupa, dejándome además varios por el camino y siendo realmente difícil encontrar alguno que no consiga dejar buen sabor de boca.

En Scarlet Street, repitió el reparto principal que pocos meses antes tan buen resultado le había dado en La mujer del cuadro (1944), de la que ya os hablamos en este artículoEdward G. Robinson, Joan Bennett y Dan Duryea, para realizar una nueva obra maestra sin apenas descanso entre una y otra. Curiosamente, con anterioridad iba a ser dirigida por el inolvidable Ernst Lubitsch, pero que tras ser abandonado el proyecto por este, por diferentes motivos que no vamos a sacar a relucir aquí, Lang recogió el testigo y lo sacó adelante, co-produciéndolo además de dirigirlo. 

Perversidad, Fritz Lang, Scarlet Street

El guión fue escrito por Dudley Nichols, basándose en la novela La Chienne de Georges de la Fouchardière, además de en la película que el genial Jean Renoir dirigió en 1931, con el título de La golfa (La Chienne), dando como resultado un libreto al que pocas, o mas bien ninguna, pegas se le pueden poner. Su ritmo es el mas correcto, sus diálogos fluidos y perfectamente redactados, sus personajes están magníficamente desarrollados y en constante evolución. Su riqueza es innegable en todos los aspectos, haciendo además un completo repaso a la naturaleza de los seres humanos y a como los sentimientos nublan por completo nuestra razón en multitud de ocasiones.

En esta ocasión la historia nos muestra dos hilos paralelos con cierta similitud e indudable interacción, uno de ellos el que se establece entre nuestros dos protagonistas, el cajero de banco asqueado de su vida que encuentra en la hermosa joven que acaba de aparecer en ella, una posible salida que le permita realizar un cambio drástico. El otro es el que mantiene dicha joven con el tipejo del que está locamente enamorada, un sinvergüenza sin escrúpulos únicamente interesado en ella de forma material y que la conduce y utiliza a su antojo para sus propios fines. Ambas historias son paralelas y al avanzar hacen que la otra se vea igualmente afectada, mostrándonos una espiral en constante evolución que raramente puede tener un final feliz. Interesante es poco decir.

Y claro está, si a esta fascinante historia le añadimos el buen hacer del brillante realizador, el resultado raya la perfección en todos los aspectos. La fotografía es obra de Milton Krasner(Regreso al planeta de los simios, Tú y yo, La tentación vive arriba, Eva al desnudo), que repite con el realizador tras La mujer del cuadro (1944). En esta ocasión realiza nuevamente un trabajo de una calidad indudable, que va creando la ambientación perfecta para cada momento en la historia, siendo uno de los ingredientes fundamentales para el excelente resultado final. El montaje fue encargado a Arthur Hilton y la banda sonora de Hans J. Salter (La dama desconocidade la que os hablamos aquíNuestro amor, El señor de la guerra, Casi un ángel), sin embargo, pasa bastante desapercibida, a excepción de un par de momentos en los que es utilizada, como por ejemplo su magnífico final.

Perversidad, Fritz Lang, Scarlet Street

Si dirigimos la mirada hacia su magnífico reparto, no tenemos mas remedio que ensalzar al magnífico Edward G. Robinson, que interpreta a la perfección a Christopher Cross, un pobre desdichado que acabará rendido en las redes de Kitty March, la hermosa joven interpretada con maestría por Joan Bennett, dando lugar a una de las mejores femme fatales que un servidor recuerda. El tercer personaje de este complejo triángulo es Johnny Prince, un vividor sin escrúpulos que bebe a diario hasta perder la noción de sus actos, interpretado por Dan Duryea de forma convincente. Entre el resto del extenso reparto, cuya labor es igualmente alabable en la mayoría de los casos, yo destacaría a Millie Ray, la mejor amiga de Kitty que es interpretada por Margaret Lindsay, y a Adele Cross, la odiosa esposa de Christopher a la que da vida Rosalind Ivan.

Conclusión: Perversidad es un trabajo realmente completo que no debéis dejar escapar, si es que aún no habéis tenido la oportunidad de disfrutar, y que merece un segundo y un tercer visionado, en el caso de que ya lo habéis hecho. Su historia te atrapa desde el primer instante, mostrándonos la fragilidad del ser humano cuando aparece ante el esa increíble sensación que es enamorarse, como es capaz de cambiar su forma de vida y de perder toda noción de lo que está bien y lo que no lo está, y del enorme vacío y la insoportable sensación de desesperación que queda tras ver como la persona amada se escapa de tus manos tras haberse aprovechado de ti, tras comprobar que todo ha sido una enorme y dolorosa mentira. Pocas veces he visto tan bien plasmada dichas sensaciones en una película, por lo que para mi es ineludible su visionado. Cuanto le debe el cine al maestro Fritz Lang


tomado de divasdelcine

PERVERSIDAD O LA MALDICIÓN DE NACER PERVERSO

 

Perversidad: condición anormal de la personalidad, en la que el perverso desarrolla una destructividad hacia sus semejantes a través de pensamientos y actos de carácter maligno.

El perverso en plenamente consciente de sus actos, pero no por ello deja de humillar, vejar y dañar a otras personas.

Su personalidad es conflictiva, y en ocasiones actúa inspirado por su propio fracaso

Cuando la víctima del perverso es humillada y sometida, éste experimenta sensación de triunfo y superioridad.

Perversidad:

Hace unos días pude disfrutar de nuevo del magnífico film de Fritz Lang, «Perversidad», y lo cierto es que tras verla me surgieron numerosos interrogantes; no sé por qué, la verdad sea dicha,  ya que la he visto varias veces, siempre en diferentes momentos y por lo tanto en  diferentes estados emocionales  de mi vida, y la verdad es que nunca me había hecho reflexionar de esta manera. Una persona perversa ¿nace o se hace? ¿Son las circunstancias que rodean a una vida las que te condenan a ser mejor o peor persona? ¿Es la genética la que finalmente determina una forma de ser, o la maldad  se puede corregir con voluntad, amor y un entorno rico en emociones positivas? 

Pero bueno a lo que vamos…

PERVERSIDAD

El comienzo del film nos muestra una celebración en la que el protagonista es un  hombre llamado Chris Cross ( Edward G, Robinson); es una fiesta de trabajo en la que se ensalza la figura de este hombre, debido a sus 25 años en la empresa, y en la que se menciona, en varias ocasiones, su intachable conducta y su gran honestidad.
Se percibe con claridad que todos sienten cariño y admiración hacia Chris, cuyo rostro afable y sonriente, también deja prendado al espectador que reconoce en él a una persona buena y honesta.

Al terminar la fiesta, y mientras se dirige hacia un hogar en el que lo espera una mujer dominante, poco agraciada y a la que no ama, tropieza con una situación de maltrato hacia una mujer. Chris que un hombre íntegro y bueno, no puede tolerar semejante abuso, y allá que va él con su escasa estatura y paraguas en mano, a defender a la dama en apuros.

Más tarde nos enteraremos de que el agresor es el propio novio de la joven a la cual vapulea a su antojo

 
 

"PERVERSIDAD (Fritz Lang-1945)".:

Chris, tras solucionarse el altercado positivamente, y sin ganas algunas de volver a su hogar, invita a la joven a tomar una copa y ella accede complacida. Kitty (Joan Bennet), parece ser  una chica con pocas luces, mucho desparpajo y bastante descarada, por lo que no ve impedimento en aceptar la invitación, y  es allí sentados en un acogedor Bar, mientras charlan, cuando el espectador comienza a descubrir la gran sensibilidad de Chris, que en su tiempo libre se dedica a pintar hermosos cuadros.

 

La joven es preciosa, aunque manifiesta modales algo toscos, y utiliza un lenguaje un tanto vulgar, quizá es por esta razón por la que queda algo cautivada por  la delicadeza, educación y pasión con la que Chris habla de sus cuadros, que en definitiva, parecen ser los únicos que le dan la alegría necesaria para seguir viviendo.  Kitty ,en su ignorancia, imagina que es un pintor famoso y rico, cosa que por otra parte, y para impresionar a la joven, Chris  no acaba de desmentir.  Y es en ese preciso instante, con la primera mentira, cuando comienza a gestarse una relación perversa, una relación interesada y destructiva, que abocará a este pobre hombre a la destrucción más absoluta: la perdición para Chris está servida.

LLegados a este punto y conociendo ya el espectador el triángulo formado por Chris, Kitty y el novio de ésta Johnny ( John Duryea), yo me pregunto ¿Es Kitty tan perversa como nos la muestran?, De hecho al principio de la relación  ella incluso parece tener cierta estima hacia este hombre bueno y compresivo,  no se la ve muy maliciosa, y en ocasiones hasta  llega a producirle pena.

 Kitty coaccionada por el verdadero perverso, que en este caso y  a mi modo de ver, es su novio proxeneta, se va transformando en un ser abyecto cuya única finalidad es, más que la de humillar al hombre que la mantiene, la de contentar al tirano de Jhonny.

 

Así pues, yo pienso que, en este caso, no estaríamos hablando de una femme fatal en su pleno apogeo, ya que la mujer está totalmente sometida a la voluntad de un hombre, cosa que nunca haría una verdadera mujer fatal.

Sin embargo, el personaje de Johnny es más importante de lo que parece. Típico vividor, vago y maleante, que con tal de no doblar el lomo es capaz de vender a su propia madre: él es el que idea la trama que conducirá al bueno de Chris directo al infierno.

 

El personaje de Chris Cross es entrañable. Casado desde hace cinco años con una mujer que lo humilla constantemente y que lo trata como si fuera un criado, tan sólo encuentra algo de felicidad cuando crea sus obras, las cuales también critica ferozmente la malvada de su esposa.

¿Cómo un hombre dócil, sensato y sensible, puede llegar hasta el extremo que llega Chris? Es realmente complicado averiguar lo que en ocasiones esconde la psique humana, pero en este caso está más claro que el agua: Chris se aferra a lo que él considera la última posibilidad de dar un cambio radical a una vida que detesta, y que lo está matando lentamente.

Sabe que está siendo utilizado, que lo desprecian, que lo engañan, pero él no quiere alejarse de la ficticia ilusión que es Kitty

La película cuenta con muchos tópicos , los personajes son totalmente predecibles, y tal vez esta historia de desengaños, mentiras y seducciones que nos cuenta Lang ya está muy vista;  pero esa compasión que sientes por ese hombre bueno que es Chris, esa impotencia  al no poder gritar :¡no te das cuenta de que te está engañando, de que se está riendo de ti»;  esos nervios que te dominan cuando compruebas que no, que no es que no se de cuenta, que la realidad es que «no quiere darse cuenta», te tienen en vilo y pegada a la pantalla de principio a fin.

Y ese final apoteósico, sórdido, desolador, terrible …

Tan sólo las personas buenas tienen conciencia, las perversas suelen ser tan cobardes que temen enfrentarse a ella, sin embargo la maldición que fatalmente recae sobre todo aquél que lamentablemente se cruza  en el camino de estos seres sin alma, no tiene vuelta atrás

 

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