Forajidos

Título en castellano Forajidos
Titulo original The Killers
Año de filmación 1946
Duración 103 minutos
Pais Estados Unidos
Director Robert Siodmak
Guion Anthony Veiler
Música Miklos Rozsa
Dirección de fotografia Elwood Bredel (B&N)
Reparto
Productora Universal Pictures
Sinopsis Una vez terminada la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), Swede Lunn, un soldado veterano y boxeador en declive (Lancaster), encuentra dificultades para reincorporarse a la vida civil. Un día conoce a la novia de un gángster, la irresistible y misteriosa Kitty Collins (Ava Gardner)..
Premios  1946: 4 nominaciones al Oscar: Mejor director, guión, bso (Drama o comedia), montaje
Subgénero/Temática
Crimen, Robos y atracos, Mujer fatal, Deportes/Boxeo

tomado de filmaffinity

  • Magistral adaptación de un relato corto de Ernest Hemingway con Lancaster como «El sueco» y una bellísima Ava Gardner. En 1964 Don Siegel filmaría otra versión con Lee Marvin y Angie Dickinson. Todo un clásico del género.
    FILMAFFINITY 
  • «Obra maestra (…) disecciona la muerte con continuos y hermosos flash backs»
    Javier Ocaña: Cinemanía 
  • «El guion (escrito por John Huston pero atribuido a Anthony Veiller) entrelaza con inteligencia una variedad de tramas criminales convencionales para responder a las preguntas que Hemingway dejó sin contestar» 
    Philip French: The Guardian 
  • «Quizá no sea exactamente lo que Hemingway tenía en mente, pero presenta una explicación tensa y absorbente (…) Una película entretenida» 
    Bosley Crowther: The New York Times
  • «La película se convierte en un ejemplo de cine negro en su versión más expresiva.» 
    Don Druker: Chicago Reader 
  • «Usa sus brillantes escenas iniciales para dramatizar la historia completa de Hemingway casi textualmente (…) Siodmak pasó a ser el líder estilístico de lo que todavía no se conocía como cine negro» 
    J. Hoberman: The New York Times 
  • «Se arrastra letárgicamente a través de sus dobles, triples y cuádruples cruces, pero su maravillosamente expresiva fotografía en blanco y negro refleja visualmente el tono deprimente de la historia» 
    Scott Tobias: AV Club 
     

Una obra maestra total y absoluta del cine negro en general y una joya particular del genial Siodmak. Es la adaptación de un relato de Hemingway, que narra la reconstrucción retrospectiva del asesinato del Sueco (Lancaster), un ex-delincuente, a través de sucesivos «flash-backs» y de idas y venidas en las que la información se dosifica magistralmente gracias a un soberbio guión de Veiller y Huston, que nos permite asistir a una obra de extremada técnica, memorable de cabo a rabo (con secuencias antológicas como la del inicio, el atraco a la fábrica de sombreros, la secuencia final), resultando absolutamente irresistible por su magnética y atormentada estética y fotografía de corte expresionista, con un uso maravilloso de los claroscuros y de las sombras, lo que acrecienta sobremanera la fascinación de lo que cuenta realmente, esencia pura de cine negro: es la historia de un perdedor (Lancaster), un boxeador entusiasta y tenaz que se cree ganador en las manipulables y demoníacas manos de una vampiresa fatalísima (Gardner). El hombre entrega su alma a esa mujer y un hombre sin alma es un hombre muerto que deambula, con el alma muerta, con un corazón engañado, al que solo le harían falta dos tiros para confirmar la realidad de esa muerte.
Una película ejemplar, grandemente interpretada, un título de oro en la Historia del Cine, del todo inagotable.


“Forajidos”, está considerada una pieza clave del “cine negro”, aunque en sus inicios el público no llegó a entender toda la complejidad de la trama. Robert Siodmak nos dejo en la gran pantalla una verdadera obra maestra, partiendo de un relato corto de Hemingway. Siodmak con Anthony Veiller como guionista construyeron una pieza que funciona con la precisión de un mecanismo de relojería, con una atmósfera casi asfixiante y un espléndido sentido de la tensión.

Lo que más puede impresionar de la película de Siodmak, es que Ole Anderson “El sueco” acepte la muerte casi con gusto, sabe muy bien que los sicarios que van a dispararle son realmente las sombras de su pasado. Y el único rastro que queda de ese pasado es un pañuelo verde de seda con el dibujo de un arpa dorada en el centro. Ese hombre derrotado y casando de vivir escondido, quizás hubiera podido vivir otra vida, junto a esa mujer fatal propietaria del pañuelo, pero ese mundo del hampa tiene un precio demasiado elevado. 

Excelentes todos los actores, la perfecta banda sonora de Miklos Rozsa, y la fotografía de Woody Bredell, conforman una película realmente digna de ser visionada.

“Deja de escuchar esa arpa dorada. Te traerá muchos problemas”.


Partimos de un impresionante relato corto de Ernerst Hemingway “Los asesinos” (1927), que sirve como base e inicio de la película. Como decía el propio Hemingway: la punta del iceberg. Te cuento el final y ahora te toca a ti, lector, rellenar la historia. Son diez minutos magistrales, impagables que se amoldan de forma exacta al relato.

El lector se llama Robert Siodmak que con la ayuda de los guionistas Anthony Veiller y John Huston intentarán mostrarnos lo que esconde el iceberg debajo del agua. Habitual en el cine negro de los años cuarenta, herencia indiscutible de “Ciudadano Kane”, un agente de seguros interpretado por Edmond O’Brien, sigue una investigación a través de una estupenda serie de flashbacks subjetivos narrados a partir de los recuerdos de los diferentes personajes (siempre testigos) de la trama. A diferencia de la obra de Orson Welles, aquí los flashbacks son cronológicamente discontinuos, lo que provoca que la investigación que va llevando a cabo Riordan (O’Brien) sea un laberinto donde cada puerta que se abre da con otra puerta que hay que saber abrir.

Siodmak demuestra artesanía a la hora de medir cada flashback, en como maneja de manera ejemplar el suspense durante toda la película o a la hora de usar unas escenas larguísimas e impresionantes como la del propio robo en la fábrica. Me erizo cuando recuerdo el primer encuentro de Burt Lancaster y Ava Gardner (una mujer que personalmente siempre he preferido en blanco y negro que en color). En esa escena, todo esta perfecto, todo es armonía pura, todo es cine y magia. Luego llegan los planos y contraplanos, y… ¡oye!, no se ha dicho ni una palabra, los actores no ha gesticulado. Lo único que ha gesticulado ha sido la grandiosa cámara de Siodmak. Bueno, la cámara y un servidor.

Como no, la fabulosa fotografía en blanco y negro llena de claroscuros, nos atrapa desde el mismo instante que empieza la película, desde el instante en que Burt Lancaster, tumbado en su colchón, nos oculta su rostro. ¿Y queda gente que se pregunta que por qué ya no hay cine negro como el de antes? Pues amigos, no lo hay porque el color destrozó esa posibilidad.

Y regresamos a Edmond O’Brien, un papel escrito para la posteridad, un papel escrito para nosotros, porque O’Brien, no es más que la personificación del espectador. Y se cierra esta película con Riordan sentado en su sillón, de espaldas a la cámara: observando ese gigantesco iceberg oculto bajo el agua.


tomado de johannes-esculpiendoeltiempo

“No pida a un moribundo que mienta y se condene”.

Un perspicaz inspector de seguros (Edmond O’Brien) decide investigar el asesinato de un asegurado de su compañía al que apodaban “el sueco” (Burt Lancaster). Hurgando en su pasado, descubre que se trataba de un ex boxeador que terminó inmiscuyéndose en asuntos delictivos por culpa de una mala pécora (Ava Gardner). 

Dos matones llegan de noche a un pequeño pueblo. Su objetivo no es otro que el de acabar con la vida de un simple gasolinero. Tras comprobar que éste no ha ido al restaurante en el que cada noche acostumbra a cenar, deciden hacerle una visita en la pensión donde se hospeda. Allí, en su cuarto, lo acribillan a balazos. La víctima no opone la menor resistencia. De hecho, parecía esperar resignada a sus verdugos… Así comienza The Killers, un soberbio ejercicio de cine negro filmado por Robert Siodmak a partir de un relato corto de Ernest Hemingway publicado en el año 1927. John Huston colaboró en la escritura de su preciso guión, pese a no aparecer acreditado. Además, la película supuso el descubrimiento de una jovencísima Ava Gardner, que hasta ese momento sólo había participado de manera testimonial en unas pocas producciones de irrisorio presupuesto.

El filme posee una estructura narrativa similar a la de la obra maestra de Orson Welles Ciudadano Kane, al articularse en varios flashbacks que provienen de los testimonios aportados por diversos personajes a lo largo del metraje. Aquí, en lugar de un periodista anónimo, es Jim Riordan, inspector de seguros, el que se encarga de armar las piezas del puzzle en torno a la trágica figura del sueco. Las distintas revelaciones irán sacando a la luz una compleja historia de engaño y ambición que casi siempre culmina con la muerte. La presencia de esos flashbacks, sumada a la de otros elementos como la voz en off, el marco urbano, la iluminación expresionista o la mujer fatal, convierten a Forajidos en un ejemplo canónico del noir clásico. Es una lástima que el guión, en su afán de que todo encaje, contenga algunas situaciones no demasiado creíbles (el testimonio del moribundo en la cama del hospital, por ejemplo).

No quisiera finalizar la reseña sin aludir a dos de las escenas que más me gustan de la cinta. La primera de ellas es la presentación del personaje de Kitty, irresistible junto al piano, durante la fiesta organizada por el mafioso Big Jim (Albert Dekker); la segunda, el brillantísimo plano secuencia que muestra el asalto a la fábrica desde la llegada de los ladrones, hasta su posterior huida en coche escapando de la policía. Sencillamente magistral. 

No se deben perder The Killers, uno de esos clásicos que de verdad hacen justicia a su denominación.


tomado de lasmejorespeliculasdelahistoriadelcine

Hay varias razones que me impulsan a escribir esta reseña. La primera, que en Pamplona (de los días 19 al 23 de Enero del presente año) se celebró una exposición con gran éxito de público llamada «Pamplona Negra«, en la que se recordó este género tan específico y amado por los entusiastas del cine .La segunda, que este año se conmemora el 25 aniversario de la muerte de Ava Gardner, actriz protagonista de la película de la que hablaré a continuación. La tercera, que «Forajidos» (The Killers) fue el debut deBurt Lancaster, y la cuarta y última que al leer la biografía de mi adoradoSchwarzenegger («Total recall (1990)«), éste expresó como deseo que le hubiera gustado debutar en el cine con el papel que hizo Lancaster en este film, interpretando a «El Sueco». El género negro que tiene en «Forajidos» un ejemplo irreprochable, utilizaba las directrices de un cine que utilizaba ciertos aspectos del expresionismo alemán con sus sombrías maneras, una pizca de cine de terror en su aspecto, alguna misteriosa muerte acompañada de rocambolesca historia recompuesta mediante recuerdos, la inclusión del espectador que descubría poco a poco junto con el /los protagonistas, todo el entramado del film y por supuesto la esencial «Femme Fatale«. Todos los entresijos y muestras del género negro, me fueron desvelados desde el punto de vista de un amigo personal «Mario Delgado», a través de su libro «El Cine Negro: los grandes olvidados» y del visionado de la película del año 46 deRobert Siodmak. «Forajidos» de Siodmak es una adaptación del relato corto del atormentado Ernest Hemingwayde su obra «The Killers«, en la que como ya he comentado, haría su debut el portentoso acróbata convertido en estupendo actor Burt Lancaster con el que Siodmak volvería a colaborar en la genial, aventurera y pirata: «El temible burlón (1952)«. 

En un corto pero intenso papel en el que un hombre espera a ser asesinado sin oponer resistencia alguna, Lancaster llenaba la pantalla de enigmas y tragedia. A partir del principio, tan inclasificable como inesperado de la película, el relato adaptado de Hemingway sería tomado por Siodmak imaginando y desarrollando una historia con un investigador que desvela a modo de flashbacks revelados por las personas a las que va interrogando, toda la historia salpicada de atracos, mafiosos, fatalistas personajes, engaños y desencuentros amorosos. Toda historia de cine negro tiene que tener la presencia de una «femme fatale» que aquí está interpretada por una Ava Gardner (la Venus hecha mujer), que atrae e hipnotiza al personaje de Lancaster, con su irresistible presencia. La escena en la que «El Sueco» ve por primera vez a Gardner, es totalmente reveladora de lo que es una mujer fatal que llevará por un camino de perdición a todo aquel que ponga sus ojos e intente cortejar a la Venus morena. Una historia que unos años más tarde sería reversionada por el director Don Siegel en «El Código del hampa (1964)«, y que en sus inicios cinematográficos en Hollywood al igual que Robert Siodmak, los dos directores se introducirían en el género de terror (referente en el cine negro) con «El hijo de Drácula (1943)» en el caso de Siodmak y «La invasión de los ladrones de cuerpos (1956)» en la de Siegel. Para concluir, diré que fue una satisfacción visionar «Forajidos» y que tuve la oportunidad de compartir el entusiasmo y sabiduría cinéfila de un escritor experto en cine como es Mario Delgado, a través de este cine negro ejemplar.


tomado de cinetario

LA CONDENA DE UN PERDEDOR
 
“El Sueco” (Burt Lancaster) hace tiempo que aceptó su destino. Espera tumbado en la cama el momento en el que le van a quitar de en medio. Un conocido le acaba de avisar de que vienen a matarle, pero él no se mueve, no hay nada que hacer. Ya nada le importa. Algo que ocurrió tiempo atrás le arrebató las ganas de vivir. Y aquello no fue tan sólo una torpeza por la que ahora tenga que pagar. Al poco tiempo, una puerta se abre con violencia y de la oscuridad surgen los rostros de dos matones que se iluminan mientras descerrajan una ráfaga de metralla sobre el cuerpo sólido de “El Sueco”. Los asesinos desaparecen y, en el siguiente plano, los últimos instantes de una vida, agarrados a una mano moribunda, se aferran a la pata de una cama hasta que se desvanecen.
 
 
Pocos momentos de emoción han logrado dejar sin aliento a los espectadores como el desconcertante comienzo de Forajidos (The Killers). Un inicio basado en un relato de Ernest Hemingway, que da paso a la historia de un perdedor y su condena. Y es que esta obra de arte, del maestro del cine negro Robert Siodmak, es una de esas películas que creen en el destino. En un destino inexorable y urdido a base de flashbacks que tienen el aire claustrofóbico de una tela de araña donde los personajes acaban encontrando su perdición.
 
De la misma manera que Orson Welles (Ciudadano Kane) y tantos otros cineastas construyeron las historias de sus protagonistas a base de los relatos de aquellos testigos que pasaron por sus vidas, Siodmak hilvana la trama de Forajidos con los más variados e interesantes recursos. Así, el relato en primera persona de un viejo amigo, el improbable delirio de un moribundo, la declaración cínica y tramposa de una superviviente y la lectura de una crónica periodística forman parte del entramado de secuencias que hacen avanzar la acción y, sobre todo,retratan la pasión fatal que siente el protagonista hacia la mujer equivocada. Una mujer arrebatadora con el rostro increíblemente bello y felino de Ava Gardner. La variedad de relatos le da un dinamismo y una originalidad a la película pocas veces vistas en la gran pantalla.
 
De este modo, Forajidos cuenta la investigación que emprende un astuto inspector de seguros, Reardon (Edmond O´Brien) sobre el asesinato de Ole Andersen, “El Sueco”. Es uno de los clientes de su compañía que legó todo su dinero a una anciana camarera de un hotel que le salvó de un suicidio. Investigando en su pasado, descubre que es un antiguo boxeador, en una perpetua mala racha, que acaba dando con sus huesos en una banda de criminales. Junto a ellos, “El Sueco” descubre a una ‘mujer fatal’, más buscavidas arrastrada que pérfida (Ava Gardner), que le enamorará hasta hacerle perder el juicio.
 
Forajidos cuenta con secuencias magistralmente elegidas, perfectamente retratadas con economía de recursos cinematográficos y desarrolladas con unos diálogos secos y cáusticos muy ingeniosos, tan logrados que saben prestarle el alma a los protagonistas. La fantástica banda sonora de Miklós Rózsa, la fotografía que envuelve en ambientes cargados y el uso de la iluminación, con abundantes claroscuros capaces de acentuar o deformar los rasgos de los personajes, en momentos cumbre de la historia, son algunas de las herramientas que esta producción de cine negro desarrolla con mucha habilidad.
 
 
Hay muchos momentos realmente inolvidables y líricos en la película. Desde aquellos que son un auténtico alarde de la habilidad técnica del cineasta, como el plano secuencia del atraco a la fábrica (una narración rítmica y perfectamente acompasada con la voz en off que detalla la acción) al momento donde “El Sueco” ve por primera vez a Kitty Collins en una fiesta, enfundada en un vestido de satén negro y marcando distancias con su fingida indiferencia y su voz rota y sensual.
 
Forajidos es un film que mantiene un idilio con los espectadores porque tiene una gran capacidad para mostrarnos la pasión desmedida y los bajos instintos de los personajes. Siodmak es, además, un cineasta que nos deja una visión del mundo quizás dramatizada, pero que todos sospechamos como cierta. Un lugar en el que sólo hay dos clases de personas, los tipos sin escrúpulos, astutos, que viven en una continua huida hacia adelante y los pobres diablos que cometen el pecado de tomarse en serio la vida. Pobres “moribundos que acaban entregando su alma al diablo”.
LA PAREJA INVISIBLE
 
Cuando lees el relato corto The Killers, del maestro Ernest Hemingway, en el que está basada la película Forajidos, hay una sensación de aceleramiento en la narración que hace que la caída en desgracia del ex boxeador Ole Andersen se convierta en una de las radiografías post-mortem más interesantes de la literatura. No es que las adaptaciones tengan que seguir al dedillo la cadencia narrativa de sus originales, pero en el caso de este filme de Robert Siodmak, un cineasta nada desdeñable, hay unalejamiento destacable de las emociones plasmadas en la historia de base.
 
 
Ya hemos mencionado en alguna ocasión que en los años cuarenta, la década festiva del cine negro como píldora contra los traumas de la Segunda Guerra Mundial, comenzaron a apelotonarse una serie de clichés de género que en muchas ocasiones han provocado la confusión de referencias entre unas películas y otras. Con más motivo si, como en este caso, volvió a realizarse otra adaptación de este relato en 1964, con Código del hampa, en manos de Don Siegel.
 
El Forajidos que hoy nos ocupa cumple con su cometido de generación de misterio, y retoma algunos vínculos con el pasado: la construcción de un personaje muerto mediante la narración en flashbacks, con la que Orson Welles hizo historia en Ciudadano Kane, y la imposibilidad de deshacerse de las sombras, como en la fabulosa Retorno al pasado, de Jacques Tourneur.

 

 
 
El problema es que Siodmak, consiguiendo unos encuadres casi perfectos, rueda la historia sin soltar el trípode y con un regusto escénico algo lánguido, frío y sin apenas emociones. El mafiosismo no se presta de ninguna forma a la teatralidad, pero no por eso es necesario que los villanos actúen como si estuvieran incrustados en una pala.
 
Tampoco es que queramos exaltaciones sin sentido, pero tratar un personaje tan rico en matices como “El Sueco” (Burt Lancaster) como un pelele medio aletargado no resulta muy eficaz. Su desaprovechamiento, sin embargo, carece de importancia si lo comparamos con el tándem que forma con su amada y causante de todas sus desgracias, Kitty Collins (Ava Gardner), en el papel de mujer tarántula. Es posible que se trate del salvajismo menos explotado de la historia del cine, una pareja prácticamente invisible, con papeles casi de reparto, y con tres miradas, dos frases y un beso en toda la película. Demoledor. Emanaban más química en las fotografías que les realizaron haciendo acrobacias en la playa durante las pausas del rodaje, como la que sigue a continuación.
 
 
También tenemos serios problemas para asimilar la indómita investigación de ese inspector de compañía de seguros, interpretado por Edmond O´Brien, paseándose, preguntando y enfrentándose al mal, como si Philip Marlowe se hubiera escapado de El sueño eterno(estrenada también en 1946) y se le hubiera quedado cara de no entender. La historia al final es igual de enrevesada y triangular, pero vamos a considerar que no le llega ni a la suela de los zapatos a la legendaria obra de Howard Hawks. También, para alojarnos en dramas con seguros de vida de por medio hacemos nuestro propio flashback hasta la fabulosa Perdición(1944), de Billy Wilder, que para eso están las cinefilias, los rankings y una cantidad casi inasumible de cartonajes en el cine negro.

Os dejamos con el tráiler original de la película. En los años cuarenta, el marketing promocional ya estaba muy trabajado:


 

El lado claroscuro de la vida

Robert Siodmak [ La escalera de caracol (1945), A través del espejo (1946), El abrazo de la muerte (1949), El temible burlón (1952) ] se encargó de llevar a la gran pantalla el relato corto de Hemingway ‘The Killers‘, que se corresponde con los primeros 10 minutos de la película, aproximadamente. El guión, de Anthony Veiller, también pasó por las manos de John Huston y Richard Brooks, y aunque no aparecen en los créditos, tuvieron tiempo de dejar su impronta antes de que finalizase el trabajo Veiller. El guión, también pasó por manos de Don Siegel [ La invasión de los ladrones de cuerpos (1956), Brigada homicida (1968), Harry el Sucio (1971), Fuga de alcatraz (1979) ], que años más tarde, en 1964, haría su propia adaptación en Código del Hampa.

Siodmak no ha sido un director que haya alcanzado gran fama, pero gracias a esta película empezó a hacerse cierto renombre y se le encargaron grandes películas que marcaron, sobre todo a los franceses de la Nouvelle Vage y se le considera uno de los precursores del cine negro.
Alemán exiliado durante la Segunda Guerra Mundial en Estados Unidos, fue junto a otros compatriotas suyos como Fritz Lang o Michael Curtiz, los que aportaron nuevas técnicas de iluminación para reformar el estado psicológico de los personajes y la puesta en escena. Por tanto, no es de extrañar que Forajidos destaque, aparte de otras virtudes, por su excelente fotografía.
De hecho, es uno de los ejemplos que usan en el destacado documental ‘Maestros de la luz’, dedicado especialmente a la iluminación en el mundo del cine.


(detalle de la famosa escena inicial, ejemplo de una gran iluminación)

Elwood Bredell, director de fotografía, había ya trabajado en otras dos ocasiones con Siodmak, pero seguramente su trabajo más recordado será Forajidos, destacando por encima del resto escenas como la del inicio en el bar, la presentación de tanto de Burt Lancaster como de Ava Gardner o la del atraco, esta última filmada en un plano secuencia de gran factura.
Los claroscuros, famosos del film noir , nos adentran en un mundo desesperanzador y peligroso, de mafiosos y femme fatales donde nadie es de fiar y las alegrías brillan por su ausencia. Violencia, muerte y corrupción son las máximas de este micro cosmos que forman las películas del género. Cualquier detalle es importante, una mirada, un broche, un pañuelo…


(las miradas descriptivas y la composición en Forajidos)

Con esta ambientación, los actores se ponen al servicio de la historia, y no al revés, quedando relegados a meros roles donde lo único importante es el aura, lo que se cuenta y cómo se cuenta.
Esto no significa que no destaquen los actores, pero ninguno se lleva más peso del justo, para no entorpecer el relato. Así, un debutante Burt Lancaster y una novata Ava Gardner no son los únicos protagonistas de la historia, también completan el reparto Edmond O’Brien, Albert Dekker, Sam Levene y Jack Lambert correcto y cada uno con su importancia.

La historia cuenta a modo de investigación, construida en pequeños flashbacks, la historia de ‘El sueco’ (Lancaster)

Spoiler (Click para ver)

Poco a poco la trama va cobrando sentido, reconstruyendo engranaje tras engranaje la turbia historia que hay tras el misterioso personaje.


(detalle del atraco, filmada en un plano secuencia)

La película, hoy en día considerada un clásico de su género, ya fue reconocida en su día con 4 nominaciones a los Oscars, aunque ese año arrasaría ‘Los mejores años de nuestras vidas’, otra obra maestra de William Wyler, con 7 estatuillas de las 8 que pretendía.


 
No me interesa demasiado si The killers es, o no, fiel al relato de Hemingway (de hecho no me interesa demasiado Hemingway). Lo que me interesa de esta película es la admirable puesta en escena de Robert Siodmak y la peculiaridad que la distingue entre otras. Tal vez sea una impresión personal, nunca me he puesto a analizarlo en profundidad y entiendo que en según que momentos los movimientos de los actores lo hace necesario, pero creo que The killers es la película en la que sus personajes aparecen más veces de espaldas.
 
Dos sicarios llegan a Brentwood, un pequeño pueblo de New Jersey, y asesinan a Ole Andreson, El Sueco. El extraño suceso llama la atención del agente de seguros encargado de pagar la póliza del Sueco a su beneficiaria, una mujer mayor, camarera de un hotel de Atlantic City. Reardon, el agente de la compañía de seguros, interpretado por el siempre perfecto Edmond O’Brien, decide despejar los interrogantes en torno al asesinato del Sueco.
 
NOTA: Al estar centrada en la investigación llevada a cabo por Reardon (a mi siempre se me ha hecho extraño en el cine negro que los agentes de seguros sean una especie de sub-cuerpo policial armado… la idea que tengo del agente de seguros es la de un señor maduro con un maletín dispuesto a venderte un seguro justo a la hora de la cena) los personajes de el Sueco (Burt Lancaster) y Kitty Collins (Ava Gardner) quedan un poco desdibujados. Intuimos la pulsión sexual que los aúna, pero como héroes, como lo son todos los focos de relato, El Sueco y Kitty son bastante lamentables. Como no sé a quien se debe ese factor endeble del relato quiero reprochárselo a Hemingway.
 
Una vez se inicia la investigación Siodmak toma prestado de Ciudadano Kane la estructura narrativa y así, a través de flashbacks, sin respetar la continuidad temporal, vamos descubriendo los detalles de la trama.
La comparación con Ciudadano Kane no es arbitraria. Ambas películas se inician con la muerte del protagonista (Charles Foster Kane, El Sueco), hay un misterio en torno a esas muertes (las últimas palabras de Kane, la póliza de seguros del Sueco) y se inicia una investigación en la que se avanza entrevistando a las personas implicadas en la vida de los protagonistas. Pero a partir de este punto el desarrollo de ambas películas parece oponerse: Mientras que en Ciudadano Kane la investigación se encarga a un periodista anónimo, en The Killers (vale, Forajidos) Reardon se convierte a su vez en protagonista de la historia.
Orson Welles mostraba al periodista siempre de espaldas y semioculto en la sombra, en una postura, magnificada por la iluminación, que permitía la identificación del espectador con el periodista, al tiempo que lo mostraba como elemento prescindible, ya que el interés se centraba en descubrir qué significaba la Rosebud (una palabra que, por cierto, nadie, salvo el espectador, ha podido escuchar, por lo que nosotros somos los verdaderos “detectives salvajes” en busca de Rosebud, al mismo tiempo que marionetas en manos del director). Sin embargo en The killers el investigador es un personaje por lo que ese efecto no se puede mantener. La grandeza de Siodmak queda patente con la sutileza con la que implica al espectador en la investigación mostrándonos en muchas ocasiones a los personajes de espalda, sacrificando en muchas ocasiones el encuadre más efectivo para que el espectador pueda sentirse dentro de la acción. Queremos ver pero nunca estamos en el ángulo apropiado, somos espectadores incomodados por la posición de la cámara, por lo que nos esforzamos, nos escoramos, inclinamos la cabeza y nos metemos dentro de la película.
 
La película se inicia con los dos asesinos dentro del coche:
 
 
Después, ya dentro del restaurante, la cámara sale un momento fuera para que veamos, siempre de espaldas, la entrada de un cliente que es rechazado:
 
 
Cuando el policia entra en el estadio donde se disputa el combate de boxeo un espectador, totalmente irrelevante para la trama, aparece de espaldas a la pantalla y le saluda:
 
 
Cuando el Sueco se despide del policia podemos ver la espalda de ambos, una especie de doble despedida:
 
 
Cuando el Sueco y su novia entran a la fiesta, la protagonista de la película está allí, pero no la vemos (o sí, pero no está enfatizada su presencia de ninguna manera):
 
 
El Sueco mira la “espalda” de Kitty Collins:
 
 
El agente esperando:
 
 
De nuevo los asesinos:
 
 
Hay un espejo en los dos restaurantes en los que ocurren parte de los hechos. La cámara se planta ante ellos mostrándonos la acción y su reverso. En esta escena, uno de los clientes de espaldas en la barra, es un personaje relevante, pero aún no lo sabemos:
 
 
¿Hay una tesis oculta en esta elucubración? No lo creo. ¿Es deliberado el “efecto espalda”? Es posible, pero no creo que podamos saberlo, ni si se trata nada más que de un cúmulo de casualidades.
 
Duda final que no tiene nada que ver con lo anteriormente expuesto: ¿No es esta la misma compañía de seguros donde trabajaba el padre de Philip Roth y/o Nathan Zuckerman?:
 
 
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