Johnny Farrell (Glenn Ford), un aventurero que vive de hacer trampas en el juego, recala en Buenos Aires. Allí lo saca de un apuro Ballin Mundson, el propietario de un lujoso casino, que acaba haciendo de él su hombre de confianza. Un día, Mundson le presenta a su esposa Gilda. Su sorpresa no tiene límites: fue ella precisamente quien lo convirtió en lo que es: un ser cínico y amargado.
Johnny Farrell es un jugador que sobrevive por las calles de Buenos Aires gracias a su buena suerte. Un día se tropezara con un hombre que le indicará un lugar en donde se juega de manera clandestina. Pronto descubrirá que dicho hombre, Ballin Munson, es el dueño del club al que ha ido y comenzará con él una estrecha amistad, hasta que Munson vuelva de un viaje acompañado por una extraordinaria mujer que cambiara la vida para los dos hombres, Gilda.
Sensacional película que dio la vuelta al mundo debido a la imagen de Rita Hayworth como la explosiva Gilda, incluyendo que en varios países la censuraron debido a la mítica escena en que se quita el guante mientras canta. “No hubo ninguna mujer como Gilda” rezaban los carteles del film en los años 40, y así era. Una mujer fuerte, con carácter, mujer fatal que manipulaba a los hombres a su merced, aunque en el fondo se sienta de verdad enamorada de un solo hombre en su vida, un hombre que le hizo daño en el pasado y que el destino ha querido volverlo a poner en su camino, Johnny Farrell. La relación Odio-Amor entre Gilda y Farrell se nota desde el primer momento en que ambos se cruzan en la pantalla (esa primera aparición de Gilda alzando la cabeza con la melena suelta es de las imborrables). Aunque Munson no sepa nada del pasado de ambos (pues ambos volvieron a nacer el día que lo conocieron), notará entre ellos un sentimiento de odio y cierta complicidad que viene de bastante lejos. Como bien dice el refrán del amor al odio hay un paso, al igual que de ese mismo odio de nuevo al amor hay otro, y es que tanto Gilda como Johnny no pueden vivir el uno sin el otro, son el Ying y el Yang, el blanco y el negro, la existencia del uno depende de la del otro. Debido a una serie de circunstancias volverán a enamorarse y a vivir una historia de amor, en donde Johnny dominará y controlará a Gilda en todo momento impidiéndole campar a sus anchas y castigándola cuando sea necesario, como en la famosa escena en que le pega la bofetada (de nuevo metió mano la censura en determinados países). El Destino es una de los temas más importantes en el film. Ballin Munson es la persona que salva a Johnny Farrell en la calle y le consigue el puesto de segundo en el club, pues ve en él a un hombre fuerte e inteligente; mientras que a la vez salva a Gilda de los clubs nocturnos en que canta y se casa con ella. Munson los volverá a unir, y verá en ellos a las dos personas más importantes de su vida (junto con su mejor amigo, el bastón), pero no se imagina que juntar a ambos puede resultar una bomba de relojería capaz de explotar en cualquier momento. Al igual que la relación entra Farrell y Gilda es el motor de la historia, no es menos importante la relación que mantiene Munson con ambos. Munson y Farrell se tienen aprecio desde el primer momento, y no es de extrañar que el dueño del club de juego confíe en el jugador para llevar el negocio y ser su socio, aunque no le cuente todo lo que está pasando con determinadas personas (los alemanes), le confiará todo lo que tiene gran valor para él, incluida la seguridad de su nueva esposa, la mujer a la que más ha amado y en la que confía ciegamente. Dicho esto he de decir que en la película se muestra magistralmente la relación a tres bandas, consiguiendo uno de los tríos más conseguidos de la historia del cine, Farrell-Munson-Gilda. Según algunos comentarios y estudiosos la relación entra Munson y Farrell podría ser mucho más que meramente de amistad, aunque yo no lo veo así.
Dirigida de manera notable por Charles Vidor, quien comienza con plano, ligeramente contrapicado, ascendente desde unos dados que ruedan hasta la imagen de Johnny Farrell que los ha lanzado, lo cual ya nos dice que vamos a presenciar algo que tiene que ver con el mundo del juego, bien como telón de fondo (el negocio que dirige Munson) o como tema de la película (la relación entra Gilda y Farrell no deja de tener su riesgo como en cualquier juego). Vidor maneja muy bien la cámara y consigue muy buenos planos y secuencias. Secundado perfectamente por el magnifico guión de Jo Eisinger que contiene diálogos muy acertados (algunos con doble sentido sensacionales) y bien llevados a la pantalla con aroma a buen cine negro. La utilización de la voz en off del personaje de Farrell es un acierto, pues narra lo que vemos en la pantalla, haciendo referencia alguna que otra vez al personaje de Gilda pero sin nunca destaparnos lo que paso en el pasado, por lo que no conocer la razón del odio entre ambos personajes al principio es muy enriquecedor para el espectador. Por ponerle una pega diré que el final no me llegó a gustar demasiado, aunque supongo que en aquella época (tras la II Guerra Mundial) es lo que mejor convenía.
Protagonizada por Rita Hayworth como la inolvidable Gilda, con una presencia arrolladora desde el primer fotograma, brillando con luz propia en los números musicales, y consiguiendo uno de los mitos femeninos de la historia del cine; Glenn Ford como Johnny Farrel, al que dota con ese aire de dureza y picardía, con confianza en sí mismo, una de sus mejores interpretaciones. George Macready como Ballin Munson, el serio dirigente del club de juego en Buenos Aires, siempre acompañado por su bastón, su mejor amigo. Steven Geray como Tío Pío, uno de los mejores personajes secundarios del film, entrañable y bonachón, cae simpático desde primer momento y parece ser el guía de los protagonistas a los que da consejos. Muy buena película por la cual no pasan los años y que contiene varias de las escenas más memorables de la Edad Dorada de Hollywood.
Excelente melodrama pasional con tintes de cine negro, sobre la turbia relación de tres ambiguos y fascinantes personajes: Gilda, aventurera de oscuro pasado, casada con el propietario de un casino, que contrata al jugador de fortuna, Johnny Farrell, sin saber que ha sido amante de su mujer.
Entre los tres se establecerá una extraña relación a tres bandas en las que primará entre Gilda y Johnny, el odio como sentimiento opuesto, y por lo tanto próximo, al amor-pasión, expresado en una relación de raíces sadomasoquistas, y la ciega e inquebrantable lealtad de Johnny hacia su jefe, en la que muchos han querido ver una relación de base homosexual.
El film forma parte por derecho propio de la galería de películas míticas, debido principalmente al hipnótico magnetismo de Rita Hayworth en pantalla, a quien le bastó aparecer enfundada en un vestido de satén negro, entonando los acordes, con voz prestada, de «Put the Blame on Mame» y quitarse un guante, para marcar la educación sexual de toda una generación y elevarse a la categoría de diosa inmortal de la belleza y la sensualidad.
La química desbordante entre ella y Glenn Ford, que alcanza su punto álgido en el momento en que Johnny abofetea a Gilda con la rabia del despecho y del deseo contenido, es otra de las razones de mitificación del film, junto a la espléndida fotografía de Rudolph Maté, que supo hacer que la pantalla cobrara vida, cada vez que Gilda movía su radiante cabellera roja.
Curiosamente, y esto lo comparte con “Casablanca”, pese a ser Rita la mayor estrella de la Columbia, la película se comenzó sin tener un guión acabado ni tampoco tener la menor idea a dónde irían a parar todos estos personajes en los que nada es lo que parece… sino muchísimo peor. Según iban rodando, iban creando nuevas secuencias (algunos de los diálogos se añadieron en doblaje), incluso los famosos números musicales de “Put the Blame on Mame” y “Amado mío” se realizaron casi finalizando el rodaje. No importa que Rita no supiera cantar. Nadie se movía como ella, nadie podía interpretar un personaje como este. Cuando dice en un diálogo memorable que si “fuera un rancho, se llamaría Tierra de Nadie”, quedas sobrecogido. El lucimiento que realiza en cada secuencia es espectacular. No es sólo belleza (es cierto, nunca hubo otra como ella) es la fuerza y la vulnerabilidad a un tiempo. El maravilloso número en el que ella se venga de Johnny interpretando en el casino el tórrido “strip-tease” pasa con justicia a la historia del cine (remata con la famosa bofetada).
“Gilda” es una obra maestra, en la que todos los detalles que hacen una gran película están ahí con la máxima expresión. Una fotografía maravillosa de Rudolph Maté; una dirección artística que hacen un Buenos Aires improbable pero imborrable; las actuaciones prodigiosas con un Glenn Ford destilando una química insuperable con Rita y Steven Geray, como “Tío Pío”, un personaje único en toda la historia del cine negro.
En “Gilda” se ven las emociones y los odios del pasado que afloran inesperadamente y esa fuerte relación de amor y odio que persiste a lo largo de toda la película. Algo que en la vida real no era así, Rita Hayworth y Glenn Ford eran grandes amigos. En una ocasión durante el festival de cine de San Sebastian realizaron un pase de esta película, ya habían pasado varios años tras la muerte de Rita, Glenn Ford se emocionó tanto al ver a su fallecida amiga en la gran pantalla que en mitad del pase del film se levantó y se ocultó tras las cortinas de la sala para poder llorar tranquilo.
Gilda marcaría toda la carrera de la infortunada Rita Hayworth, que resumiría perfectamente su fracaso personal al afirmar: «Mi desgracia es que los hombres se acuestan con Gilda y se levantan conmigo».
Hay que saborear “Gilda”, tiene el sabor del cine legendario.
Después de DOA, Union station, The dark past, conviene hablar de Rudolph Maté como fotógrafo (Ver su filmografía de fotógrafocine negro en este blog). Tenemos la referencia de La pasión de Juana de Arco de Carl Dreyer, película tratada aquí dentro del resumen del libro de André Bazin, ¿Qué es el cine? Pero, cerca de 20 años más tarde, nos vuelve como fotógrafo de Rita Hayworth.
Rudolph Maté es probablemente el nombre que más resalta en los títulos de crédito de Gilda. Porque conviene preguntarse: ¡qué hace de Gilda una película mítica y un excelente film negro? El novelista E.A.Ellington ha publicado un único relato dos años antes adaptado al cine, Irish eyes are smiling; el director Charles Vidor es más conocido por la homonimia que le confunde con King, uno de los “grandes” del cine; Ben Hecht, que participa en la elaboración del guión no aparece en los créditos. La música está a cargo de Hugo Friedhofer: sin embargo, son Alla Roberts y Doris Fischer (Dead Reckoning-John Cromwell-1947) quienes componen los inolvidables Put the blame on mame y Amado mío. Estas canciones no las canta Rita Hayworth: está doblada por Anita Ellis.
¿Los actores? Notamos ante todo que George MacReady y Steven Geray trabajarán con Rudolph Maté como director. En cuanto a la mirada inexpresiva de Glenn Ford, encuentra su alma gemela en los ojos de Rita. Glenn Ford tiene 30 años, ha trabajado en su primer papel importante con Rita Hayworth y el mismo Charles Vidor en “La dama en cuestión” y pasa del western a la película bélica (el deber de propaganda durante la guerra mundial) antes de Gilda. Rita Hayworth, dos años más joven, ha empezado a rodar mucho antes (1934) con el nombre de Rita Cansino hasta 1937. Unas películas como Sólo los ángeles tienen alas (Howard Hawks-1939) y Sangre y Arena(Rouben Mamoulian-1941) la conducen a la fama. Pero el mito comienza con la fotografía de Rudolph Maté: Los modelos (Charles Vidor-1944), Esta noche y todas las noches en 1945 y, después de Gilda que consagra al mito, La diosa de la danza (1947). El mismo año, la participación de Maté al lado de Orson Welles y Charles Lawton Jr. en The lady from Shanghai cierran la colaboración entre la actriz y el gran fotógrafo. Glenn Ford y Rita Hayworth harán juntos unas cuantas películas más, los dos bajo contrato con Columbia Pictures: Los amores de Carmen (Charles Vidor-1948) marca una de las peores actuaciones de Glenn Ford, Affair in Trinidad (Vincent Sherman-1952) intenta repetir la magia de Gilda y, por fin, The Money trap (La trampa del dinero-Burt Kennedy-1965) con Rita, mayor y marcada por la enfermedad, pero entrañable.
Fuera del glamur de la pareja, de la ambigüedad sobre las relaciones sexuales entre los tres protagonistas principales como lo vemos más adelante, Gilda es ante todo un buen cine negro por dos razones. La primera es la calidad de la adaptación de la novela de E.A.Ellington por Jo Eisinger. Éste sólo había participado en la elaboración del guión de The spider (Robert D.Webb-1945) antes de Gilda. Más tarde, firmará algunos buenos guiones para el cine negro: Night and the city (Noche en la ciudad-Jules Dassin-1950), The sleeping city(George Sherman-1950), The sistem (Lewis Seiler-1953), Crime of Passion (Gerd Oswald-1957). La segunda razón me parece ser la más determinante: es la presencia de Rudolph Maté como director de la fotografía. El veterano cineasta y fotógrafo enriquece la atmósfera negra de las relaciones, de la situación de espionaje pos guerra, la intervención de la policía en el mundo del juego en un casino acentuado por los negocios turbios de su dueño, todo eso puntuado por la voz en off de Glenn Ford. Trabaja la luz y la oscuridad sobre los objetos, los cuerpos y las caras, crea una proyección de sombras planas, unas esculturas en movimiento y firma definitivamente la película.
Desde la primera escena, Maté nos ofrece un ejercicio de estilo original que sitúa al personaje de Johnny Farrell, adicto al juego, a las trampas, a la atmósfera ambigua y turbia de los muelles y los marineros. La cámara sale del suelo (decorado de estudio con apertura en el suelo) y empieza un travelling vertical que enseña poco a poco los personajes presentes en un bar del muelle mientras oímos la voz en off de Ford:
Para mí un dólar es un dólar en cualquier país. Era mi primera noche en Argentina,y no sabía gran cosa sobre la gente de aquel país. Pero conocía a los marineros americanos y sabía que había llegado el momento de marcharme. Ha ganado demasiado a los dados.
Mundson, hombre rico, enigmático, es el dueño de un casino que le sirve de tapadera para sus negocios turbios relativos a la creación de un monopolio del tungsteno en asociación con antiguos nazis refugiados en Argentina. Una noche, en los muelles del puerto de Nueva York, salva a Johnny Farrell, un granuja que acaba de ganar a los dados a unos marineros en una discutible apuesta. Pero, podemos preguntarnos ya: ¿qué hace este hombre rico en esmoquin de noche en los muelles? Farrell acaba trabajando por Mundson en el casino: es el principio de una amistad peligrosa.
Mundson, su bastón y Johnny
Mundsonpresenta su bastón a Farrell: es un amigo fiel y obediente-guarda silencio cuando quiero que quede callado y habla cuando quiere que hable. -Farrell: Eso es su idea de la amistad? -Mundson: Esa es mi idea de la amistad
… Más tarde, en el casino, Farrell añade: no se imagina el fiel y obediente que puedo ser por un buen sueldo.
Johnny es un granuja pero eso parece atraer a Mundson. Así, es el principio de una gran amistad. Su capacidad de adaptación a las situaciones conduce Johnny Farrell a aceptar la dominación de su amigo… y amo. Ahora me río a acordarme de aquello… pero ya tiene la llave de su mansión, se tutean con afecto… ¿ y algo más?
Ningún de los tres tiene pasado, sólo futuro dirá Mundson y, más tarde, añadirá: yo la compré como te compré a ti.
Rudolph Maté crea unas imágenes narrativas entre Mendson y Farrell: o el primero se sitúa más alto que el segundo (escaleras) o se forma el trío con el bastón, o más: la composición triangular Mendson, su retrato y Johnny.
La luz elige al retrato y parte de la cara de Farrell, Mendson situándose en la sombra. La dominación está marcada pero sobrepasa al propio Farrell: es el poder del trust en gestación, el poder económico-financiero de un hombre y de Alemania al salir de la segunda guerra mundial.
…Al final, será Mendson que se reirá, bastón en mano:
Un nuevo trío
La bella amistad sigue hasta que, como avisa a Johnny el mayordomo de Mundson : espero que todo sea como antes, señor. Ella…la terrible sorpresa para Johnny.
Gilda: Me gusta dar buen impresión a los empleados, señor Farell
Mundson: se llama Johnny, Gilda–
Gilda: Oh, perdón. Johnny es un nombre tan difícil de recordar y tan fácil olvidar… Bueno, hasta luego, señor Farrell.
Pasamos del trio Mundson -Johnny-bastón al trío dos maridos para una mujer.
Gilda tiene unos discursos desenfadados que marcan sus deseos de libertad y huida, pero también su relación con el hombre y a la sexualidad:
Y Johnny, ¿de quién está celoso? ¿de Mendson o de Gilda?… o de los dos.
Johnny sale de la casa después de la sorpresa:
Un indicio sutil: devuelve la llave de la casa a Mendson, que la acepta… sin comentario… Empieza el juego de las apariencias en el trío infernal.
Enjaulada por un marido o por el otro marido, Gilda, muy adelantada a su época, lucha por la igualdad de géneros. Entre estos dos machos cómplices que quieren dominarla, esta lucha es vana. Cada vez que intenta escapar, la atrapan. Volverles celosos se torna en contra de ella. Los sucesivos juegos de amor y odio entre Gilda y Johnny traducen la fuerte atracción sexual pero también el dolor de Gilda por no sentirse querida sin más.
Esto puede acabar muy mal. Pensamos a estos eternos adolescentes, estos seres que no quieren madurar y siguen jugando con unas emociones que no consiguen nunca controlar, pensamos en “La miseria del hombre inacabado” de Sweet smell of success tratado en este Blog.
Además ¿quién son estos alemanes? pregunta Johnny…un asunto de monopolio sobre materia prima, nazis y compañía: Mundson dirige en realidad un trust que le puede dar un enorme poder en la economía mundial…
“Little man” lo paga con su vida. Mundson – ¿será una identidad falsa? – se hace pasar por muerto cuando teme que la policía argentina empieza a sospechar de él: ya volveré para resolver algunos asuntos dirá a un cómplice nazi. Lo deja todo en manos de Farrell, que no tarda en ponerse del lado de la ley.
Gilda y Johnny piensan tener vía libre. Sin embargo, Johnny tiene una idea de la posesión y la dominación de Gilda más fuerte que la de Mundson. Gilda y Johnny seguirán excitándose entre amor y odio hasta que…
Put the blame on Mame, boys!¡Echadle la culpa a Mame, chicos! Echadle la culpa a las mujeres de todo lo que pase en el mundo. Desde Pandora, desde Eva, las mujeres siempre tenemos la culpa de todo. Especialmente de la soltura de bragueta de los hombres. Mame tiene la culpa del incendio de Chicago de 1871, de la tormenta de nieve de Nueva York de 1888 y del terremoto de San Francisco de 1906 que, por supuesto, provocó con un leve movimiento de cadera. Pero Gilda es demasiado sentimental para comportarse como Mame aunque vaya dándoselas de dura y de mujer fatal.
Esta canción, junto con Amado mío, fue compuesta por Allan Roberts y Doris Fisher para que Rita Hayworth la interpretara en Gilda, pero en realidad sólo hacia playback y la cantaba Anita Ellis.
Gilda es uno de los vértices del triángulo compuesto por Ballin Mundson, su reciente marido y Johnny Farrell, su antiguo amante. Así que, como es de esperar, una mujer fatal, su marido relacionado con un cártel poco decente y su antiguo amante, un paleto en toda regla, lo único que pueden tener son problemas. Pero la película puede tener muchas más lecturas.
La lectura más clásica es la de la sensualidad de Gilda volviendo locos a los hombres: cuando canta, cuando se viste, cuando se desnuda, cuando fuma, cuando mira y cuando piensa. No voy a negar que sea así, pero también hay otras interpretaciones mucho menos evidentes.
Otra que se puede intuir es la de la mujer fatal completamente alienada y tonta y que mantiene un amor tonto hacia un paleto que la maltrata. Sí que es cierto que Gilda utiliza todo su cinismo contra Johnny y su cinismo es artillería pesada. Pero él tampoco se queda corto. La insulta, la zarandea, le pega y se casa con ella al final para seguir maltratándola. Le obliga a tener en su nuevo apartamento un retrato de su primer marido muerto (el mafioso) y la olvida. La deja abandonada en su hogar conyugal sin pasarse por allí ni siquiera para decirle hola. ¡Ahhhh! … pero la venganza de Gilda será terrible.
En cierta manera Gilda es una imagen especular de la película Casablanca. También en ésta hay un triángulo amoroso y dos amantes que se reencuentran en un lugar exótico y en una situación turbulenta. Hay canciones inolvidables y frases que han pasado a la historia y que todos repetimos con admiración: Siempre nos quedará París o Johnny, que nombre tan difícil de recordar y tan fácil de olvidar. También en las dos películas hay un oficial de policía muy peculiar, que tiene una gran relevancia en el destino de los amantes. Pero en Gilda hay final feliz. Rocambolesco, pero final feliz.
En Gilda también hay otro triángulo que pueda pasar más desapercibido. Un triángulo de camaradas, con ciertas connotaciones homosexuales. Ballin, su bastón y Johnny. Cuando Johnny conoce a Ballin también queda fascinado por él. El flechazo es sonoro. No sé si por su riqueza y poder, por su elegancia como caballero o porque Johnny es tan paleto que cualquiera puede deslumbrarle.
Poca gente se habrá fijado en este triángulo (posiblemente) amoroso, pero del guante de Gilda nadie se olvida. Gilda, la mujer fatal, la que agitando su melena perturba al mundo, no puede no destacar. Sin embargo, también hay rasgos en la película de la Gilda que no es una mujer fatal, sólo una mujer asustada que trata de sobrevivir en un mundo de tiburones. Es Gilda la blanca, la que canta Amado mío, ámame siempre, y que el siempre empiece esta noche; la que provoca, cuando su canción termina, que la luz se apague y vuelvan las tinieblas al mundo.
Hoy ya ha pasado el escándalo que, para las mentes calenturientas, supuso esta película desde su estreno. Ya no es un fenómeno sociológico pero queda su maestría, porque no podemos olvidar que Nunca existió una mujer como Gilda.