Título en castellano | Al rojo vivo |
Titulo original | White head |
Año de filmación | 1949 |
Duración | 114 minutos |
Pais | Estados Unidos |
Director | Raoul Walsh |
Guion | Ivan Goff, Ben Roberts (Historia Virginia Kellog) |
Música | Max Steiner |
Dirección de fotografia | Sid Hickox (B&N) |
Reparto | |
Productora | Warner Brothers Pictures |
Sinopsis | Después de asaltar un tren que transportaba 300.000 dólares y asesinar a los maquinistas, Cody Jarret y su banda huyen con el dinero, pero son perseguidos por agentes federales que sospechan que Cody es el autor del robo. Una vez preparada una coartada perfecta, Cody se entrega a la policía y es condenado sólo a dos años de prisión; sin embargo, los agentes del Tesoro, convencidos de que fue el cerebro del asalto, le tienden una trampa |
Premios | 1949 Nominada al Oscar Mejor historia |
Subgénero/Temática |
Crimen, Drama carcelario, Trenes/metros, Robos y atracos |
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«Cagney vuelve a demostrar sus innatas dotes de gran actor en esta vibrante entrega de intriga que supuso uno de los films más violentos del mítico Walsh (…) Llena de fuerza y energía, una de las cumbres del género»Fernando Morales: Diario El País
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«Cagney tiene excelentes actores secundarios.»Variety
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«Dirigida con brillantez por Raoul Walsh, un viejo maestro del cine de matones, vuelve a poner a un James Cagney más sutil en el papel de líder de maleantes que le hizo famoso.»Time
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«[Cagney] podría ser el héroe más desequilibrado de todo el cine negro, pero la dirección ágil de Walsh te mantiene animándole hasta el famoso final (…) La película te deja desgastado y extrañamente alegre.»Dave Kehr: Chicago Reader
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«Tiene el clímax apropiado de las películas de gangsters de los años 30»Time Out
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«Un magnífico análisis de la mente criminal y el mejor momento de Cagney (…) Puntuación: ★★★★★ (sobre 5)»David Parkinson: Empire
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«Fue hecho para estimular y entretener a la gente. Y eso es mayormente lo que hace.»Bosley Crowther: The New York Times
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«El papel de O’Brien es crucial para el éxito de la película así como una piedra angular de la iconografía de Cagney (…) Puntuación: ★★½ (sobre 4)»Eric Henderson: Slant
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James Cagney vuelve al cine negro y a las películas de gángsters, tras siete años de ausencia para evitar su identificación como actor con este tipo de personajes.
Narra la historia de Arthur «Cody» Jarret, un criminal psicópata, que padece una enfermiza fijación por su madre, Ma Jarret (Margaret Wycherly), que le colma de halagos, le anima en los momentos de abatimiento y le domina tiranicamente. El protagonista padece, además, ataques de epilepsia y vive obsesionado por la posibilidad de acabar loco como su padre y su hermano. El médico de la prisión le diagnostica locura con tendencias criminales y asesinas, por lo que recomienda su internamiento en un manicomio. Bajo la tutela de la madre, dirige una banda de facinerosos que obtienen dinero en atracos a mano armada con múltiples asesinatos. La película alcanza unos niveles elevados de violencia: ésta se ve y, sobre todo, se palpa en el clima que envuelve las escenas más duras.
La magnífica interpretación de James Cagney, posiblemente la mejor de su carrera, le valió una acogida apoteósica, no igualada posteriormente. El conjunto de secundarios, incluída Verna (Virginia Mayo), dan a Cagney la réplica adecuada. La fotografía luce un magnífico juego de luces y sombras, blancos y negros intensos, todos los grises, transparencias y brillos (los pendientes, las pulseras, el vestido satinado de Verna, etc.). En una secuencia memorable un foco ilumina intensamente la escena hasta llenar de luz la pantalla. Presta atención a detalles significativos: las ruedas del tren en marcha, la cinta que identifica el coche de la madre, etc. Incluye algunos travellings sorprendentes, como los realizados a gran velocidad en movimientos de giro similares a los de unos coches que huyen. La música de Max Steiner, solemne y wagneriana, incluye contrabajos, instrumentos de cuerda y trompetas agudas. Se dapta milimetricamente a la acción y se combina en ocasiones con el sonido de las sirenas o el rugir del viento. Sugiere sentimientos de angustia y subraya el clima de violencia. El guión, nominado al Oscar, se inspira en un relato basado en hechos reales, tomados de la vida de Arthur «Doc» y su madre Ma Barker. La dirección de Walsh imprime a la acción un ritmo intenso y sostenido, que no decae ni un instante. El movimientos de los personajes es magistral, sobre todo en la escena en la que los presos entran ordenadamente en el comedor desde tres accesos diferentes.
Las escenas más destacables son la que recoge el ataque de histeria de Cody en el comedor, la huída de la banda en coche bajo una fuerte tormenta y la secuencia final. El título original responde al hecho que Zuckie sufre un accidente que obliga a bendarle toda la cara. El título en español corresponde a lo que Cody dice a Verna cuando conoce que la policía ha identificado a Zuckie.
Es una de las mejores películas clásicas del cine negro de la Postguerra.
Raoul Walsh lleva a la gran pantalla esta historia de la autora norteamericana, Virginia Kellogg, dos veces nominada como guionista; una en 1949 por esta obra, y al año siguiente por la película «Sin remisión» de John Cromwell…Sólo que los encargados reales de adaptar la obra de Kellogg a la gran pantalla serían Ivan Goff y Ben Roberts…
Con la colaboración de Sid Hickox en las lides fotográficas y la del reputado Max Steiner en la ambientación sonora, Walsh se encargará él solito de construir una influyente obra catalogada y considerada por la crítica especializada como una de las obras sobre gangsters y de cine azabache más influyentes en la historia del cine…
La figura del psicópata gangster, encarnada por James Cagney (diez años después de haber protagonizado su última película de gangsters también con Raoul Walsh en «Los violentos años 20») en el personaje de Arthur ‘Cody’ Jarrett estuvo inspirada por el joven asesino de 19 años de la ciudad de NY, Francis Crowley, quien tuvo una sonada refriega con la policía durante la primavera de 1931 y que fuera ejecutado un año después al grito de : «…enviad mi amor a mi madre»…
Antes que la «Jungla del asfalto» de Huston, o «Atraco perfecto» de Kubrick, «Al rojo vivo» sentó las bases de una de las modalidades del cine azabache más famosas, como eran las «heist films» ó películas sobre robos, con elementos pioneros tales como la mujer fatal, el sombrío blanco y negro utilizado, o la tortuosa psicología del gangster de turno…
Cody, cuyo padre y hermano habían muerto recluídos en un manicomio, adolece también de los mismos síntomas que como sierra eléctrica dentro de su cabeza, parecieran torturarle durante sus esporádicos accesos de locura-jaqueca…
Una figura maternal demasiado influyente y protectora que insuflara en su hijo las ganas de colocarle en «la cima del mundo»…
Expresión ésta que adquiriría con el paso del tiempo resonado eco en los sucesivos guiños cinéfilos que posteriormente han devenido en la historia del séptimo arte…
La maestría narrativa, unida a la solvencia interpretativa de un elenco actoral bastante aceptable hacen de esta cinta una de las más prestigiosas muestras del cine de los 40 y 50…Toda una joya que con el paso del tiempo gana enteros a marchas forzadas…
Llamamos al cine ‘motion picture’. Y no es por nada. El movimiento es imprescindible”
Raoul Walsh
Un tren surca el paisaje. En la carretera colindante, un automóvil circula tras él a toda velocidad. En su interior, Cody Jarrett (James Cagney) mira su reloj e indica con un gesto seco y conciso al conductor que acelera la marcha. Ese gesto de Cagney hacia el conductor del coche es, además de una magnífica y concisa presentación del personaje, toda una declaración de intenciones del director: de la misma forma que actúa su protagonista, Walsh rueda sin dilación, sin adjetivar las acciones. Su cine es directo y contundente como los puñetazos de Jarret, probablemente el más salvaje y amoral villano del cine negro norteamericano.
La primera escena del atraco al ferrocarril es modélica este sentido: como el engranaje de una precisa cadena, cada plano parece ser el único posible e indispensable para hacer avanzar la acción en el sentido que marca la escena: el coche se detiene sobre la vía – los atracadores descienden – uno de ellos hace saltar las agujas – Cody Jarret trepa hasta la cima del túnel – el tren entra en el túnel – en uno de los vagones dos cómplices de la banda tiran de la alarma – el maquinista acciona la palanca de freno – el tren surge del túnel – Cody Jarret salta sobre los vagones (fotograma 1). Plano/acción – plano/acción – plano/acción – plano/acción.
También ya desde esta primera secuencia Walsh elude cualquier posible atenuante sobre el salvaje comportamiento de Jarret: primero, dispara a bocajarro sobre los dos maquinistas para evitar cualquier posible testigo; segundo, no duda ni un instante en instar a sus hombres a abandonar a uno de sus cómplices que ha quedado gravemente herido en el rostro por el vapor de la locomotora (“Zuckie se ha quemado”, le advierten; “¡Rápido, vámonos de aquí!”, es la respuesta de Cody), haciendo suyo el principal mandamiento del director, “el movimiento es imprescindible”. Cabe apuntar, sin embargo, que todos los crímenes que comete Cody a lo largo de la película suceden de uno u otro modo en el espacio del fuera de campo, ya sea el fuera de campo cinematográfico (como en el caso de los maquinistas) o, como sucede más adelante, en el fuera de campo definido por los elementos materiales (detrás de una puerta, en el interior de un maletero). Con este recurso, Wals deja entrever la idea de que el protagonista pueda no ser realmente consciente de las consecuencias de sus crímenes (cuyas resultados nunca vemos), presentándonos de este modo el perfecto retrato de una mente esquizofrénica o enajenada, que no es capaz de distinguir entre el bien y el mal.Ninguna concesión de cara a la galería, ni siquiera para la estrella femenina de la película, Virginia Mayo: la primera aparición de Verna Jarret es para mostrarla roncando estruendosamente, la imagen antitética de la femme fatale a la que nos tiene acostumbrados el género. No en vano, aquí la heroína es un personaje de extrema vulgaridad que compite en mezquindad con el villano, llegando incluso a superarle en algún que otro aspecto negativo, como su predisposición para la traición, quizá el único vicio no atribuible a Cody Jarret (traicionado, el sí, al final de la película, por su propia esposa y por el infiltrado Hank Fallon – Edmond O’Brien).
Manifiestamente desprovisto de la más mínima apetencia sexual, el protagonista vuelca todo su afecto en la dominante y siniestra Ma Jarret (Margaret Wycherly). Tanto es así, que el peculiar y único plano romántico que nos ofrece Walsh en toda la película es justamente el abrazo entre madre e hijo, tras el primer ataque epiléptico de Cody (fotograma 2). Poco después, en la secuencia en la que Cody Jarret conduce hasta un autocine para burlar la persecución de la policía, Walsh rueda la conversación en el interior del automóvil aislando a Verna Jarret (sola en el plano) respecto de Ma y Cody Jarret (siempre en el mismo plano, cual romántica pareja).
Ese vínculo materno filial va a ser la piedra angular que va a regir el comportamiento del protagonista. Estamos de hecho ante un caso no ya de sometimiento a la autoridad materna, sino de auténtica posesión de la madre sobre el hijo, tal como vemos en el magistral plano en el que Walsh fusiona literalmente a los dos personajes encadenando el plano del rostro de Cody, en la cárcel, con el de Ma Jarret, en su guarida (en una de los escasas imágenes retóricas de Walsh). Una fusión que va a explotar violentamente en una de las secuencias cumbre de la película, cuando Cody recibe la noticia de la muerte de la madre (algo que el espectador también desconoce): Walsh rueda un travelling lateral en plano corto siguiendo a los presos al transmitir la pregunta de Cody (que ha reconocido a un interno recién llegado) para inmediatamente después realizar el movimiento inverso con la respuesta que va pasando de preso a preso hasta llegar de nuevo al puesto del protagonista, momento en el que pasamos a un plano más abierto de Cody al recibir la trágica noticia (fotograma 3). Con este sencillo movimiento de cámara, Walsh consigue cargar la secuencia de una extrema tensión que estalla con la colérica reacción del protagonista, probablemente uno de los más sobrecogedores ataques de locura jamás filmados.
- EL DR. JEKYLL DICE:
En la historia del cine, ha habido –y sigue habiendo- actores y actrices a los que resulta imposible no verlos interpretando un determinado tipo de papel. Para muchos, Humprfey Bogart siempre será el duro detective al que nada ni nadie es capaz de atar; Clint Eastwood siempre será el vaquero más forajido de todo el Oeste; Sir Laurence Olivier el ejemplo del gentleman inglés por excelencia; Marylin Monroe el ideal inalcanzable de mujer sexy; y otras figuras más modernas como Sylvester Stallone o Arnold Schwarzenegger, los héroes de acción indiscutibles. En el caso que hoy nos ocupa, James Cagney siempre fue el gángster más malvado y despiadado de toda la historia del cine. Al comienzo de su carrera, parecía no haber papel que interpretara el actor neoyorquino que no estuviera marcado por la violencia de las bandas armadas o con la delincuencia, participando así en míticos largometrajes como “El enemigo público – The public enemy, 1931”, “Ángeles con caras sucias – Angels with dirty faces, 1938”, o la que hoy nos ocupa, “Al rojo vivo”.
Cody Jarrett (Cagney) es el jefe de una banda de delincuentes. Juntos, de forma muy precisa, ejecutan un importante golpe a un tren que transporta una fuerte suma de dinero. Tras repartirse el botín, se reparten lo conseguido y se dispersan, a la espera del siguiente golpe. Sin embargo, tras interceptarle durante su huida, Cody decide entregarse voluntariamente para cumplir una condena menor. Su plan es poder volver a estar libre en pocos meses para seguir delinquiendo, tiempo durante el cuál será su posesiva e inquisitiva madre (Wycherly) quien se ocupará del “negocio” familiar, manteniendo a raya a la oportunista esposa de Cody, Verna (Mayo). Será entonces cuando, estando en la cárcel, Hank Fallon (O’Brien), un policía especializado en infiltrarse en bandas de delincuentes, hará lo posible para entrar a formar parte del círculo de confianza de Cody.
“Al rojo vivo” es una curiosa muestra del cine negro menos elegante. Conste que decimos lo de “menos elegante” porque, a diferencia de otros largometrajes clásicos protagonizados por Bogart o Glenn Ford, aquí el protagonista no es un villano de métodos limpios y concisos, sino que el Cody de Cagney es la muestra más evidente del psicópata compulsivo. El personaje al que el actor da vida es un sociópata tremendamente influenciado por la figura de su madre, de la que es fiel devoto y seguidor, haciendo cuanto está en su mano tanto para darle gusto como para hacer lo que ella ordena sin pensar en ninguna consecuencia, ni importarle los efectos que tales actos puedan tener. De hecho, la secuencia con la que finaliza el largometraje, incluyendo la famosa frase “¿Lo ves, mamá? ¡La cima del mundo!” es ya de las más famosas de la historia del cine, y la más clara muestra tanto de la locura del personaje como de su temperamento destructivo.
Por su parte, el director Raoul Walsh realiza una puesta en escena excelente, al no primar la espectacularidad de las secuencias de mayor acción (el asalto al tren, la evasión de la cárcel, o el fallido atraco final) en detrimento de la misma historia y del guión que recitan sus intérpretes con una convicción asombrosa. Así lo procura con esos primeros planos de Cagney en la cárcel, o mientras estudia las diferentes posibilidades de salir airoso de las situaciones más complicadas (en un auto-cine cuando decide entregarse, o en su refugio antes de dar a conocer la ejecución del último atraco). Por su parte, el resto de elementos técnicos consiguen reforzar esa sensación de peligrosidad y carencia de miedo a la muerte del villano protagonista, tal y como lo demuestra el trepidante clímax del film (atención a la música de Max Steiner mientras Cody huye con el último de sus compinches) que, por derecho propio, ya es una secuencia inmortal de la historia del cine.
- MR. HYDE DICE:
Pues en mi opinión, si sumas y “Atraco perfecto – The killing, 1956” y “El precio del poder – Scarface, 1983”, con unas gotitas de “Infiltrados – The departed, 2006”, el resultado es “Al rojo vivo”. Bueno, eso teniendo en cuenta que estas dos pelis son bastante posteriores a la otra, pero vamos, que os sirve para haceros una idea. “Al rojo vivo” tiene cosas muy chulas y otras un pelín más mejorables aunque, en líneas generales, la película me ha gustado. Reconozco que tiene más años que el jabón, pero a mí aún me sigue pareciendo más falso que un billete de tres euros que los protagonistas de las películas apunten con sus pistolas y disparen de esa forma, así con brazo pegado al cuerpo, y casi sin inmutarse, rollo Bogart. Pero bueno, es el estilo de aquellas películas, así que tampoco hay que darle muchas vueltas al asunto. Lo que sí que no podía dejar de preguntarme al acabar de ver “Al rojo vivo”, es lo guapa que podría estar la peli si hicieran una versión moderna hoy en día. Con la forma de hacer películas que hay ahora mismo, fijo que la nueva versión que hicieran lo petaba. Pero bueno, estamos hablando de un clásico, así que haremos como con las novias de los amigos: se mira pero no se toca.
Estoy seguro de que, hace un porrón de tiempo, cuando se estrenó “Al rojo vivo”, tuvo que dejar flipada a la gente por la violencia que tiene. Lo bueno que le veo yo a esa violencia, es que es tanto física (bastante disimulada, hasta para ser una película clásica –no se ve ni gota de sangre, y no se recrean para nada en cada muerto-) como, sobretodo, psicológica. Y si no, no tenéis más que echarle un vistazo a qué es lo que le hace actuar así al malo: su madre. Es como si la influencia de la señora ésta, cual Norman Bates cualquiera, volviera tarumba al delincuente éste, para seguir haciendo todo lo que hace, y ser así de bestia y despiadado. Eso está contado en la película de maravilla, hasta el punto que es casi más interesante la influencia de la vieja que no los atracos que quiere planear el hijo. Por ejemplo, no os perdáis el momento en que el gángster tiene uno de sus ataques salvajes de migraña y la madre no sólo lo ayuda a tranquilizarse, sino que se preocupa porque el resto de su banda no lo vea así de débil. O como cuando se van del sitio donde se han escondido después del atraco al tren y la madre le recomienda al hijo que se cargue al lisiado de la banda al que han abandonado en la caseta para que no hable. Os aseguro que la cara de degenerado que pone él no tiene precio, que casi parece que disfruta cuando la madre le dice que sea así de bestia.
Por suerte, “Al rojo vivo” hace que la historia te enganche hasta el final, gracias a su variedad. Empieza con un asalto de lo más currado a un tren, sigue con la huida de la banda y con toda la parte de la cárcel, con la fuga, la venganza y la preparación del último atraco. Y todo en menos de dos horas. Aquí es donde yo le veo otra cosa buena a “Al rojo vivo”, que la historia del policía infiltrado entre tanto malo, y la preparación del golpe en el que no va a tener más remedio que participar (con el riesgo dentro y fuera de la cárcel de que alguno lo descubra), hace que aumente la intriga de la peli. Además, me gusta la forma en que se las ingenian para salvar esos momentos (cuando el poli infiltrado se tiene que vacunar en la cárcel o cuando, antes de dar el golpe, se mete en el camión cisterna antes de que uno de los malos le pueda ver la cara.
Por lo demás, “Al rojo vivo” es una película policíaca como cualquier otra. Lo único, aparte de lo interesante de la historia, que yo destacaría de ella es la actuación tan cojonuda del malo. Se nota que el tío disfruta haciendo de cabrón desalmado, y que las escenas más violentas en las que debe pegar a alguien o cargárselo, casi parece que esté a punto de levitar. Puede que, a causa de querer contar tantas cosas –lo que os decía antes de que varía mucho de temática-, se acabe perdiendo un poco en una especie de confusión, al no saber si tomarse como una película de atracos, drama carcelario, o psicológico (con todas las movidas de la madre). Pero, aparte de eso, reconozco que es evidente que a “Al rojo vivo” la tomen uno de los iconos del cine clásico de atracos. Sólo por ver la cara de tarado total que pone el malo, y lo mala malísima que es la madre, ya merece la pena. Ah, y por supuesto, por ese final tan a lo bestia –un tanto exagerado, todo haya que decirlo- que tiene. Que yo sepa, ninguna película (aparte de un poco de “El precio del poder” que os decía antes), ha terminado así. Casi na.