Voragine

Título en castellano Voragine
Titulo original Whirlpool
Año de filmación 1949
Duración 97′
Pais Estados Unidos
Director Otto Preminger
Guion Ben Hecht, Andrew Solt (Novela: Guy Endore)
Música David Raksin
Dirección de fotografia Arthur C. Miller
Reparto
Productora 20th Century Fox
Sinopsis Ann Sutton, una cleptómana casada con un conocido psiquiatra, es sorprendida por el malvado David Korvo, que la hipnotiza y trata de convertirla en coartada para un crimen
Premios  
Subgénero/Temática Drama, Intriga, Policiaca, Thriller

Otto Preminger y Gene Tierney: 'Vorágine'

tomado de filmaffinity

Película poducida y dirigida por Otto Preminger, una de las cuatro colaboraciones entre el director y la actriz Gene Tierney. Combina elementos de cine negro y policíaco.

Narra la historia de Ann Sutton, una muchacha casada con un eminente psicoanalista (Richard Conte), que padece cleptomanía a causa de un trauma psicológico de infancia. La debilidad psicológica de Ann es utilizada por un hombre sin escrúpulos, David Korvo (José Ferrer), para dominarla bajo hipnotismo y obligarla a servirle como falsa autora del asesinato de una antigua amante, a la que debe dinero.

La narración contiene un clima de creciente intriga, bien dosificada y pulcramente descrita. La cámara se mueve con delicadeza y parsimonia, mediante travellings muy medidos, zooms lentos y desplazamientos laterales que permiten identificar el centro de atención con facilidad. Las imágenes se caracterizan por la corrección de los encuadres, el adecuado movimiento de los actores, la composición equilibrada de las escenas y la atención que se presta a la visualización de un dibujo muy cuidado. La banda sonora se basa en una bonita partitura de David Raksin.

Destaca la interpretación de Gene Tierney, de una belleza sorprendente, que el director exalta en primeros planos muy bien iluminados. Sobresale, también, la interpretación de Charles Bickford en el papel de comisario atormentado por la muerte reciente de la esposa, en memoria de la cual acepta realizar una prueba a la acusada en el escenario del crimen. José Ferrer interpreta un papel de villano en el que no encaja. La presencia de Richard Conte es casi testimonial.

La deriva psicoanalítica y freudiana de la película, una de sus debilidades, se ha de entender en relación al momento de la realización, cuando estaba de moda en la sociedad norteamericana y en el cine (Hitchcock, Lang, etc.).


De las numerosas colaboraciones que tuvieron el director y su musa Gene Tierney, se puede decir que esta es, quizás no la peor, pero sí la más irregular, y es que cargar con el problema del psicoanálisis hace que la película haya envejecido bastante mal, siendo un tema que por entonces estaba bastante de moda, como en Recuerda, una de las peores pelis de Hitch, aunque quizás esta consigue mantener un poco la entereza debido a la triángulo de sentimientos que se forma entre Korvo y el matrimonio Sutton, y a cierto regusto que deja la peli de El gabinete del dr. Caligari, aunque sin la fuerza visual de esta obra maestra.

Preminger dosifica bastante bien la tensión durante la primera hora de película, dejando momentos realmente brillantes con una trama que va in crescendo hasta un momento en que, a raíz de la inverosimilitud del propio argumento de la hipnosis, cae por su propio peso y no logra remontar el vuelo con un clímax un tanto exagerado al que se llega de una fotma bastante rebuscada y naif, propia de algunas películas mediocres de aquella época que se ven hoy en día y provocan la risa por ver algunos de sus planteamientos. Hasta ese momento, la película cuenta con un guión soberbio, pelín esquemático quizás, pero que sabe con qué cartas juega y las utiliza bien, pero la última media hora, y especialmente la escena final, me recordaron a esos finales cutres que a veces rodaba Hitch en los que parecían decirle: acaba ya que nos estamos quedando sin pasta ni ideas.

Algunos puntos en los que flaquea la historia es que pretende dar un desarrollo demasiado rápido y cierra algunos personajes de manera rápida, sin utilizarlos como se debería, caso del teniente de policía, que habría dado muchísimo juego debido a la vida anterior que sabemos por unos momentos que tuvo. Por contra, uno de los aciertos de la película es un clásico de Preminger, el colocar al personaje del dr. Sutton en medio de un dilema moral entre hacer lo que siente y hacer lo que debe. Lo mejor, aparte de Gene Tierney, claro está, es la interpretación de José Ferrer, recordando al Cary Gran de Sospecha o al tío Charlie de La sombra de una duda, un personaje aparentemente carismático que no duda en hacer todo lo posible para lograr sus ruines planes.


Ayer, en un programa de calidad, de esos que suelen echar por las tardes, escuchaba a una mujer obesa diciendo lo bien que le había funcionado la «limpieza de alma» practicada por alguien con supuestos «poderes», en lugar de la tradicional y siempre sacrificada dieta. Junto a ella se sentaba un incrédulo familiar, que decía que eso era un engañabobos y un sacacuartos. Pero a ella le había funcionado. Y si funciona, pues bienvenido sea. ¿Y a qué coño viene esto?
Pues viene a que esta película habla de eso, de farsantes, pero lo hace bajo la etiqueta de un drama psicológico. Un género que engloba verdaderas joyas y auténticos disparates como es el caso. Disparate porque en hora y media el normalmente competente Otto Preminger, se pasa por el forro la historia de la medicina y hace un batiburrillo entre hipnósis, traumas infantiles mezclados con pseudo-psicoanálisis y charlatanería pura y dura. Por ejemplo, haciendo que una persona recién operada se levante sin más autohipnotizándose para «evadir el dolor». O haciendo que un charlatán controle a otra persona a distancia y sea capaz de curarle su insomnio, que robe por él y que olvide todo lo que en su presencia hace.
Además, la estupenda Gene Tierney está aquí bastante desdibujada, comportándose como una chiquilla estúpida y dependiente de su genial marido, un famoso psicoanalista. Richard Conte tampoco está favorecido con sus maneras altivas, inmerso en su mundo sin prestar atención a lo que ocurre a su alrededor.
Un drama psicológico debe tener un estudio de personajes sino realista, al menos verosímil para que el espectador se involucre en la película. Este no es el caso, por lo que si quieren disfrutar del género conviene acercarse a otros directores que sí han sido maestros en este campo como Fritz Lang o Raoul Walsh. Prescindible e insulsa película.


tomado de espinof

Si algún día tuviera que hacer una de esas inútiles listas de las mejores películas de la Historia del Cine, sin dudarlo ni un segundo, una de las que pondría sería ‘Laura’ de Otto Preminger, una obra maestra entre las obras maestras cuyo poder de fascinación sobrepasa todos los límites conocidos. Aquel título mítico estaba protagonizado por una de las más bellas mujeres que haya dado el Cine (y parte de la realidad), Gene Tierney, una actriz como la copa de un pino, que sin ella la película hubiera sido otra cosa.

Así que hace poco cuando se editó en DVD la segunda colaboración entre Preminger y Tierney, corrí apresurado a hacerme con una copia, que aunque no la había visto, mi instinto me decía que no iba a arrepentirme. Bueno, a veces no se trata de instinto, sino de sentido común.

Dirigida en 1949, narra cómo una mujer cleptómana es utilizada por un perverso hipnotizador para sus macabros planes. El reparto está encabezado por la propia Gene Tierney, dando vida a una mujer frágil temerosa de su propia actitud y de su pequeño problema con el robo. Richard Conte interpreta a su marido, apoyando continuamente a su esposa, y José Ferrer como el malvado de la función, un hipnotizador capaz de cualquier cosa con tal de salirse con la suya. También sale uno de esos secundarios de lujo en el cine clásico, Charles Bickford, como el teniente de policía que lleva el caso. La historia, con un planteamiento curioso en el que el malo ya es descubierto al principio de cara al espectador (Hitchock definía el suspense como algo que conocía el espectador y desconocía el personaje), está tan bien contada que uno no puede sino rendirse ante la genialidad de Preminger a la hora de narrar unos acontecimientos que nos atrapan y no nos sueltan hasta que la película termina.

De una gran tensión, está llena de momentos increíbles, como algunas escenas de hipnotismo, rodadas con un uso del silencio arrebatador, prácticamente el espectador queda hipnotizado. Y arrebatadora es también la presencia de Gene Tierney, con ese rostro enigmático y a la vez delicado. Da igual lo que esta actriz hiciera, su poder para enamorar a cualquiera sigue intacto casi sesenta años después.

Rodada en un maravilloso blanco y negro, con una estupenda gama de grises, no llega a la altura de Laura, pero eso no impide disfrutar de Cine en puro estado. Muy recomendable para los que están hartos del cine de suspense de hoy en día. Edita Suevia Films en una buena edición afortunadamente.


tomado de memento

Encontramos en Vorágine las marcas estilísticas, temáticas y narrativas que Preminger establece en Laura unos años antes. La elección de la misma actriz, Gene Tierney, da al espectador la sensación de una continuidad entre las dos películas. Laura se llama aquí Ann. Presenta  una personalidad enigmática, doble como Laura: mujer mundana,  casada con un psicoanalista famoso de Beverly Hills, Ann es cleptómana y sufre insomnios. Detrás del amor al marido se esconde el miedo, el sentimiento de dominación por parte del hombre que Laura sabía combatir en su afán de libertad, pero que Ann acepta por una herida afectiva de la niñez frente al padre.

Esta relación donde el hombre es un sustituto del padre y que Laura tenía con Waldo, Ann no la va a tener sólo con su marido sino también con el extraño doctor Korvo.  Este utiliza unos métodos alternativos al psicoanálisis para curar a Ann: la hipnosis.

Consigue por lo menos eliminar su insomnio y asegurarla hasta tal  punto que Ann puede enfrentarse con el poder que su marido ejerce involuntariamente sobre ella. Pero la dominación  de Korvo va seguir actuando sobre Ann. Llega a manejarla desde su cita en un restaurante después de haberla sacado de un aprieto en un gran almacén donde robó una joya. La hipnotiza en el tercer encuentro, controla sus gestos, adivina sus migrañas. Es el precio del tratamiento. 

Korvo la manipula  con la ayuda de la hipnosis para llegar a sus fines: las sospechas del crimen que ha cometido recaerán sobre ella. Ann se encuentra entonces atenazada entre tres hombres: Korvo, su marido y el  inspector de policía.

Ese no es como Mark, el inspector (Dana Andrews) que se enamora de Laura,  sino un hombre mayor, herido por la muerte reciente de su mujer.

Como Laura, la relación de Ann con cada hombre va cambiando en función de la situación. Preminger sigue con su crítica de la sociedad adinerada, aquí hollywoodiana, después de la sociedad neoyorkina  en Laura.

omo Mark, el inspector de policía pertenece a una clase social modesta. El actor  Charles Bickford nos ofrece una actuación opuesta al papel de policía brutal y criminal que Preminger le dio en Fallen Angel (¿Ángel o Demonio?).

Confía en la inocencia de Ann y ayudará al marido, al psicoanálisis oficial, a desenmascarar al charlatán de Korvo. Este, como Waldo en Laura, vuelve al final al lugar de su crimen mientras escuchamos el disco de la confesión de la víctima en voz en off, lo que nos recuerda la charla por radio de Waldo mientras vuelve para matar a Laura. Como Waldo, apunta a Ann y el tiro destroza el disco. Este plan del tocadiscos roto esta evidentemente relacionado con el reloj roto, último plano de Laura.

Pero la continuidad entre las dos películas se debe menos a estas analogías temáticas que a la representación estilística que nos ofrece Preminger.  La  famosa puesta en abismo de la primera película, con el retrato de Laura, muerta o viva, como centro de la narración reaparece aquí de una forma original. El director retoma esta puesta en abismo de la muerte con el retrato de la víctima. El cuadro está presente en casi todos los planos de la última secuencia. La temática de la hipnosis permite a Preminger ofrecer a su actriz Gene Tierney utilizar su mirada enigmática frente a un retrato, esta vez el de la muerta que Ann encuentra sentada en el sofá. Ann parece ser una Laura mayor, que mira, distanciada, un mundo pasado.

Ben hecht reanuda con una intriga psicoanalítica después de  Spellbound  (Recuerda-Hitchcock) que escribió en 1945, uno de los primeros  psicodramas hollywoodianos, además protagonizado por unos psicoanalistas como Whirlpool. Preminger rueda en la misma época otras dos películas con un carácter de psicodrama: When the sidewalk ends (Al borde del peligro-1950),  The 13th Letter (Cartas envenenadas-1951). Sin embargo, Whirlpool tiene algunos fallos de guión a pesar del talento de Ben Hecht y unos planteamientos improbables: un psicoanalista que no detecta la enfermedad de su mujer, la cual conduce en plena noche bajo hipnosis y efectúa una sucesión de actos en espacios desconocidos, un hombre que se auto-hipnotiza en un espejo –nos preguntamos quién del doctor Korvo o de su reflejo se queda dormido el primero.  Pero con Preminger los milagros son posibles:

con un director de fotografía muy experimentado  y la música de David Raksin –menos melodiosa que la de Laura–,  nos ofrece, en los momentos adecuados,   unos puntos de vista sugestivos, unos travellings lentos y una cámara  dócil y elegante como en la primera secuencia en el gran almacén enlazado con los títulos de crédito. Cuenta con la fuerza narrativa de la imagen para crear una atmosfera tensa en los diálogos entre Ann y su marido, entre éste y Korvo, para traducir la sensación de claustrofobia que sufre Ann, ampliada por el poder de los hombres que la rodean, la aconsejan, la presionan, la doman.
 
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