Yo ame a un asesino

Título en castellano Yo ame a un asesino
Titulo original He ran all the way
Año de filmación 1951
Duración 77 minutos
Pais Estados Unidos
Director John Berry
Guion Dalton Trumbo, Hugo Butler, Guy Endore (Novela: Sam Ross)
Música Franz Waxman
Dirección de fotografia James Wong Howe (B&W)
Reparto
Productora Roberts Pictures Inc. / United Artist
Sinopsis Nick Robey, un delincuente de poca monta que convive con una madre alcohólica, se ve arrastrado a cometer un atraco que sale mal. Presa del pánico, mata a un policía y se refugia en una piscina municipal, en la que conoce a Peg, una chica a la que seduce y acompaña a casa de sus padres. Sintiéndose acorralado, decide tomarlos como rehenes.
Premios  
Subgénero/Temática  Crimen, Robos y atracos, Secuestro

 

tomado de affinity

Su sorprendente y trágica muerte con tan sólo treinta y nueve años de edad acabó con lo que era una carrera virtuosa, fantástica. Todos le recordamos por sus dos inolvidables papeles en “El Cartero Siempre Llama Dos Veces” y en “Body and Soul”, esta última, quizás, su mejor interpretación. Actor carismático y tipo comprometido, dio vida a innumerables iconos del noir americano convirtiéndose sin duda en uno de sus referentes.

Para el que les escribe, es en sus dos últimas películas donde mejor se resumen sus credenciales. Tanto en “The Breaking Point” como en esta “He Ran All the Way” aparece el Garfield más auténtico, el más reconocible. En la primera se puso el traje, con una sobriedad y una profundidad ejemplares, de aquel marinero, Harry Morgan, que caía bajo las garras de la femme fatale Leona Charles (Patricia Neal). Mientras, en ésta que nos ocupa, da vida a la segunda clase de personaje que era capaz de bordar: el del criminal de poca monta, puesto entre la espada y la pared, y que es capaz de transmitir en cada fotograma esa mezcla de desesperanza y angustia tan necesarias en el género.

Así, y sustentado en la maravillosa actuación de Garfield, el film se destaca también como el trabajo más célebre y talentoso de su director, John Berry, otro semidesconocido más que encontró en el excelente momento del cine americano un filón para, al menos, no quedar en el olvido. La cinta tiene un comienzo clásico: un delincuente común, un atraco que sale mal, un policía que resulta muerto…a partir de aquí Nick Robey (Garfield) será acorralado y no tendrá más remedio que atrincherarse en la casa de los Dobbs, una familia media trabajadora. Será la hija, Peggy Dobbs (Shelley Winters), la que tendrá el fatal encuentro con Nick después del asalto y que terminará desembocando en la tensa situación que centrará el argumento de la película. Además, Peggy se enamorará de Nick que no dudará en mantener a la familia secuestrada hasta poder encontrar una salida. La historia de amor entre Peggy y Nick, la huída del delincuente y las tensiones entre el bandido y el cabeza de familia, Fred Dobbs (Wallace Ford), tendrán un final común y que escenificará magníficamente todos los aspectos desarrollados en una trama que por momentos recuerda a “Horas Desesperadas” de Wyler.

De obligada visita para los seguidores del actor americano, “He Ran All the Way” es una muestra más de la excelente capacidad de interpretación de John y supone el encuentro con el último trabajo del actor. Carrera la del neoyorquino cortada por la enfermedad…y por los cabrones de Comité de Actividades Antiamericanas que lo incluyeron en las listas negras por ser un tipo íntegro y honesto y no dar nombres donde otros dieron apellidos. Quizás su muerte habría que ponerla en el debe de alguien…al menos su hija lo creyó así: «A él lo mataron, fue increíble bajo el estrés que vivía, teléfonos intervenidos, seguido por el FBI. Él no había trabajado en 18 meses».


Una de las más comunes razones por la que se hacen tantas insignificantes películas, es porque el común de los directores aprende que clase de personal se necesita para hacer una película, saben elaborar un guión técnico, se habilitan para definir una puesta en escena y demás aspectos de orden formal… pero, la mayoría de estos muchachos, no ha vivido nada. Y cuando se carece de experiencias profundas; cuando no se ha cargado en el alma con el dolor y la amargura; cuando no se ha sentido en carne propia el agobio del fracaso; lo que es tener hambre y tener que satisfacer esta necesidad, y la de tus hijos, con cualquier cosa; cuando no se sabe lo que es sentir que casi todo el mundo se aleje o te cierre las puertas… no es posible comprender a cabalidad lo que otros han sentido, pues no se conoce el mango hasta que has comido algunos y tampoco se entiende el corazón hasta que, por éste, han palpitado los más tristes y los más sublimes sentimientos.

¡Qué gran ligereza dejar de lado una película por el simple hecho de que fue realizada en blanco y negro, con escaso presupuesto y sin despliegues técnicos de ningún orden! Quienes solo buscan escapismo de una realidad, para ellos insípida o compleja, quizás “valga” el buscar alardes técnicos, fantasías y todo lo que pueda alejarles del planeta tierra para que no se suiciden. Pero, para seres con Valor, que buscan comprender para poder crear; que saben que todo lo insatisfactorio hay que verlo como escuela preparatoria para poder transformar a futuro, el mejor cine y el mejor arte, es todo aquel que se hace con los problemas del hombre del común o también de los seres especiales), pero bordándolos debidamente con una efectiva génesis, un profundo conflicto y una significativa puerta de salida.

“YO AMÉ A UN ASESINO” es de esta suerte de películas. Recrea un incidente sencillo: un muchacho que, con un compinche, realiza un asalto, al compinche lo matan y él se verá abocado a buscar refugio en la casa de una joven que ha confiado en él.Nada épico, ni un solo efecto especial, seis o siete disparos en toda la película y ni siquiera un rostro que fascine… pero cada detalle, cada actitud de ese magnífico personaje, Nick Robey -que con el alma ha representado, John Garfield, antes de despedirse de este enrevesado mundo-, se parece muchísimo a cientos, quizás miles de hombres de los que vemos a diario en las calles o en las cárceles y tiene un gran peso para quienes sabiamente aspiren a conocer la naturaleza humana. Como él, esa muchacha llamada Peggy Dobbs (impresionante Shelley Winters), que se siente feucha por estar pasadita de carnes y que anhela amar, y ser amada, como cualquier ser humano, también nos ofrece un acervo de actitudes que describen a la perfección los más íntimos reclamos de las chicas con carencias.

Partiendo de la novela, “He ran all the way” de Sam Ross, el guión fue escrito por Dalton Trumbo y Hugo Butler, pero ¡una vez más! aquel brillante, admirablemente humano y muy sensible escritor que fuera Trumbo, debió servirse de un testaferro (Guy Endore) para que su labor pudiera seguir avante. Y también esta historia ha quedado para la posteridad, desmoronando prejuicios, demostrando que, en ocasiones, los victimarios pueden tener tanta (o mayor) necesidad de amor y comprensión que las mismas víctimas, y sustentando que, muchos delitos, se cometen más por miedo que por ímpetu de maldad, y esto, sin duda, es de la más profunda relevancia… pero la mayoría de los jueces poco se esmera por entenderlo.

Creo que, el director John Berry, ha hecho un gran filme sobre la psique humana y eso siempre me motiva los mayores aplausos. En este filme no hay héroes, pero hay valiosísimos seres humanos. 


tomado de elgabinetedeldoctormabuse

A veces uno se pregunta cuántas joyas ocultas de cine negro quedan aún por descubrir, sobre todo cuando se encuentra por enésima vez con una película del género cuyo título no era especialmente conocido y que acaba siendo una obra formidable. Es lo que sucede con Yo Amé a un Asesino, un film que no ha trascendido demasiado salvo por su pareja protagonista pero que tiene todos los ingredientes para no decepcionar.

He ran all the way (1)

La historia es bastante concisa: Nick Robbey es un delincuente que lleva a cabo un atraco con un amigo, pero es sorprendido por la policía y huye con el botín dejando a su compañero herido en la escena del robo. En su huida, se cuela en unas piscinas públicas y conoce a una chica, Peg Dobbs, con la que coquetea para pasar más desapercibido. Decide acompañarla a casa mientras decide qué hacer, pero una vez en casa de los padres de ella se pone nervioso y decide retenerla a ella, sus dos padres y su hermano menor a la espera de que se calme la situación – una premisa por tanto muy similar a la de Horas Desesperadas (1955) de William Wyler.

Curiosamente, Yo Amé a un Asesino vino a ser como una cesta en que se reunieron varias manzanas podridas a ojos del gobierno, al incluir a integrantes de las listas negras sospechosos de ser comunistas en aquel entonces: el director John Berry, los guionistas Dalton Trumbo y Hugo Butler (el film está basado en una novela del primero) y el protagonista John Garfield. Sin duda un film como éste sería el sueño del senador McCarthy.

He ran all the way (5)

Uno de sus puntos fuertes es la pareja protagonista. Por un lado, John Garfield, quien hace una excelente interpretación como ese delincuente desconfiado y poco inteligente, cuyos actos a menudo no son especialmente acertados pero que encajan con su personalidad paranoica. Por el otro lado, tenemos a Shelley Winters bordando el papel de joven tímida e inocente. El personaje de Peg es especialmente conmovedor, con esa actitud de buena chica que descubre por primera vez a un hombre que siente interés por ella (o finge sentirlo). En una escena una amiga hace referencia a su dificultad por encontrar citas y saber relacionarse con hombres, lo cual sumado a la descripción que hacen de ella sus padres (“es una buena chica”, “confiamos en ella porque siempre nos ha sido sincera”) acaba de definir el personaje. Winters consigue mostrarnos la ambivalencia de Peg: su carácter sumiso y correcto respecto a la excitación de conocer a Nick.

Nick es el intruso que penetra en el hogar destruyendo lo que era una familia feliz y armónica. Su invasión del piso mediante Peg le lleva a destruir ese núcleo familiar bucólico creando por primera vez una ruptura en la relación de Peg con sus padres (e indirectamente entre el hijo menor y su padre, ya que éste le recrimina que no reaccione a las amenazas del criminal). Por otro lado, Nick, que como familia solo tiene a una madre alcoholizada, hace algún intento por convivir entre ellos como uno más, por ejemplo ofreciéndoles una suntuosa cena que éstos rechazan. Su desenlace acabará viniendo condicionado por su incapacidad no tanto de integrarse como de confiar en los demás, o de distinguir cuándo son realmente sinceros con él y cuándo debe desconfiar.

He ran all the way (4)

Se trata de un ejemplo típico de guión breve pero excelentemente aprovechado, que sumado a una buena realización, la magnífica plantilla de secundarios (especialmente Wallace Ford como el padre) y la fotografía en blanco y negro del siempre infalible James Wong Howe redondean el resultado final.

Como último detalle, decir que se trata de la última película protagonizada por James Garfield, quien quedaría fuera de Hollywood por las listas negras y moriría un año después. Se trata de un inmejorable final de filmografía a una carrera que se vio interrumpida por uno de los episodios más funestos y de los que menos se quiere hablar de la historia reciente de Estados Unidos.

He ran all the way (6)


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