Yo creo en ti

Título en castellano Yo creo en ti
Titulo original Call northside 777
Año de filmación 1948
Duración 111 minutos
Pais Estados Unidos
Director Henry Hathaway
Guion Jerome Cady, Jay Dratler
Música Alfred Newman
Dirección de fotografia Joseph MacDonald (B&N)
Reparto
Productora 20th Century Fox
Sinopsis Basado en una historia real. En 1932, Frank Wiecek fue condenado a 99 años de prisión por un crimen que no cometió. Doce años después, su madre, que limpiando pisos ha ahorrado 5.000 dólares, centavo a centavo, publica un anuncio ofreciendo ese dinero como recompensa para quien le dé la información que permita descubrir al verdadero criminal. Un escéptico periodista inicia una investigación. 
Premios 1948: Sindicato de Guionistas (WGA): Nominada a Mejor guión drama
Subgénero/Temática Periodismo, Crimen, Basada en hechos reales

 

tomado de filmaffinity

Basada en hechos reales. Rodada en el estado de Illinois, donde suceden los hechos. 
El comienzo nos sitúa en 1932, usando imágenes reales. Entonces eran frecuentes los asesinatos a diario, incluídos un gran número de policías, todo ello relacionado con la prohibición del alcohol, es decir, la «Ley seca».
En uno de esos casos, un policía es asesinado. Frank Wiecez es condenado a 99 años. Tras 11 años encarcelado, su madre ha conseguido reunir 5000 dólares trabajando día y noche, y decide poner un anuncio en el periódico recompensando al abogado que consiga sacar a su hijo de la cárcel. James Stewart es un periodista encargado de investigar el caso.

Es una película valiente en su día, que examina los mecanismos del sistema judicial estadounidense. En esto radica precisamente el interés. Henry Hathaway consigue que vayamos identificándonos con el siempre solvente James Stewart, siguiendo su proceso de indiferencia en un principio, incredulidad más tarde y total implicación finalmente.

Si bien es cierto que comienza con aire de cine negro y que el periodista hace las veces de investigador privado, no puede considerarse como tal, al menos globalmente.

A pesar de algunos fallos y de una atenuada crítica a los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado y a la Fiscalía, el gran trabajo de de James Stewart, sobrio, preciso, y contundente junto con algunos momentos destacados, especialmente el detector de mentiras ( buena actuación también de Richard Conte), hacen en su conjunto una buena película que invita a la reflexión.


En cuántas ocasiones estamos convencidos de que algo es cierto o no… Nos formamos ideas preconcebidas sin conocer a fondo el asunto al que nos referimos.
Un periodista del Chicago Times que no cree en la inocencia de un hombre acusado de haber asesinado a un policía y que cumple cadena perpetua, poco a poco se irá involucrando y se meterá de lleno en una investigación para esclarecer los puntos oscuros que envuelven el caso.
Desde su escepticismo inicial en la inocencia del acusado, irá operándose en el periodista una transformación que le conducirá a la duda y, finalmente, a la certeza.
Los funestos hechos sucedieron en diciembre de 1932, once años atrás. Aquéllos fueron años muy negros para la ciudad de Chicago, que estaba dominada por la violencia, el hampa, los gángsters, la corrupción policial y política, el tráfico ilegal de alcohol que impulsó los negocios clandestinos de venta y distribución de bebidas alcohólicas (en los cuáles estarían implicados también policías corruptos y otros peces gordos, que seguramente harían la vista gorda y sacarían provecho), múltiples asesinatos (muchos de ellos sin esclarecer o resueltos de forma irregular), redadas… Una gran inseguridad ciudadana.
Más de un inocente pagó por los crímenes de otros. Y, en medio del baño de sangre que sacudía Chicago, muchos no tuvieron reparos en alterar hechos, emplear los prejuicios como arma y servirse de algún desgraciado como cabeza de turco.
Más de uno cumplió una inmerecida condena, no sólo arrojado a una celda de por vida, sino también al vituperio popular y al olvido. Sólo sostenido por la fe. Por la fe en su propia inocencia, y la fe de quienes lo amaban y conocían la limpieza de su alma.
Ahora, un periodista va a clamar públicamente para que se haga justicia.
Seguiremos al intocable James Stewart, uno de los mejores actores que han presenciado mis ojos, a lo largo de su implicación y su fascinante investigación y revisión del caso de una de aquellas personas que fueron gravemente salpicadas por una de las épocas negras que estremecieron los Estados Unidos en el siglo veinte.


Henry Hathaway se aprovecha de una historia dura y real, para mostrarnos una magnífica película, que pone de manifiesto lo fallido que era el sistema judicial hace casi 80 años, sino que aprovecha para hacernos ver, que mientras exista una posibilidad entre un millón, no se debe perder la esperanza.

Basada en la historia real de Frank Wiecek, el cual fue injustamente encarcelado y condenado a 99 años por un crimen que no cometió, y cuya madre se ha pasado los últimos 11 años fregando escaleras para ahorrar 5000 dólares, si, lo he escrito bien… 5000 dólares de la época, para entregárselos a quien le ayude a demostrar que su hijo es inocente. Este artículo aparecido en un periódico local, despierta el interés de un editor de otro periódico, el cual encomienda la tarea de escribir un artículo sobre el, a un periodista poco favorable a creer en la inocencia del reo. Inteligentemente rodada en forma de documental, analizando paso a paso los pormenores de la investigación llevada a cabo por James Stewart, veremos desde como funciona un interrogatorio policial, una entrevista periodística. Como es la vida en una prisión, hasta pasar la prueba del detector de mentiras, incluso algo curioso, ver como trabaja un periódico y como reciben documentos en un estilo parecido al fax actual. Todo esto bajo un ritmo acorde con la historia. El protagonista, ocupa el lugar de detective que falta en esta historia, y se toma el caso como algo personal, más aún cuando se va acercando a la verdad de la historia.

Corrupción policial, falsos testigos, falsos testimonios, situaciones inverosímiles, todo vale con tal de culpar a un cabeza de turco, que calle las voces de una sociedad cansada de tanto entierro de policías. Se cuenta que asesinaban a uno por día. Stewart está sobresaliente en su papel, creando la tensión suficiente para que el espectador se sienta partícipe de esta historia. Y Richard Conte me ha encantado en su calma aparente sin perder nunca los nervios, sabiendo lo mucho que se jugaba y sus pocas posibilidades.

Sin duda una gran película, que sabe aprovecharse de la historia, del reparto y de unos magníficos exteriores para su éxito.


tomado de elasombrario

Aprestados como estamos para renovar el oficio del periodismo, impelidos por la debacle del modelo que le dio sustento y días de gloria, quizá convenga revisar algunos clásicos para no perder del todo el norte. Está claro que no sabemos cómo financiar el periodismo, pero, ¿de verdad sabemos qué periodismo queremos? No sólo los periodistas, sino también los lectores deberíamos hacernos esta pregunta.

A finales de 1932, en el Chicago de la ‘Ley Seca’Joe Majczek y Theodore Marcinkiewicz, fueron condenados a 99 años de prisión por la muerte de un policía durante el asalto de la licorería ilegal regentada por la ciudadana de origen polaco Vera Walush. El proceso estuvo plagado de irregularidades (alentada por la psicosis de la propia policía, que veía caer a diario a alguno de los suyos), aunque el Tribunal Supremo confirmó la sentencia. Es aquí, pero 11 años más tarde, donde aparece el periodista, James P. McGuire, del Chicago Times.

El director del diario quedó intrigado por un anuncio que apareció en 1944 en su periódico: alguien ofrecía una recompensa de 5000 dólares a quien encontrara a los asesinos del policía por el que fueron condenados Joe y Theodore. Presto, envía a McGuire, quien para su sorpresa encuentra que la responsable del anuncio es una anciana que limpia escaleras, que ha tardado todo ese tiempo en reunir una cantidad que cree que será apetitosa para exonerar a su hijo Joe. McGuire es escéptico, cree que Joe ha matado al agente, pero la investigación le descubre una trama de corrupción policial y desidia administrativa que le hacen cambiar de opinión, algo que fue quedando claro en los artículos que escribió para su periódico. Finalmente, McGuire demuestra ante la comisión de perdón del estado de Illinois la inconsistencia del testimonio del único testigo que creyó reconocer a Joe en la licorería, el de Vera Walush. Joe sale de la cárcel. El periodista ganó el Pulitzer por su trabajo.

Sobre esta historia, la revista Reader´s Digest publicaría en 1947 una extensa crónica firmada por Karl Datzer y William Dormott, Tillie Scrubbed On, que 20 Century Fox llevaría a la gran pantalla en 1948 como Call Northside 777. En la película, dirigida por Henry Hathaway (Niágara) y que en España se tituló Yo confío en tiun joven James Stewart da vida al periodista James P. McGuire, al que vemos moverse por los antros de los barrios polacos en busca de Vera, en las comisarías detrás de las pruebas, o en los despachos enfrentándose a los dueños del diario, que sufren la presión de la policía, el gobernador y el fiscal. Siempre con su lápiz y su libreta de notas, va a las fuentes, hace las preguntas incómodas. Hathaway quiso que la película se rodara, a ser posible, en los escenarios reales que McGuire había visitado, con tono de documental, sin música. El retrato de Chicago es espeluznante: una ciudad corrompida donde los inmigrantes malviven en barrios depauperados a la sombra de los nuevos rascacielos. Imprescindible película para los periodistas, pues es al fin y al cabo, sobre todo, un homenaje a lo mejor de la profesión.

Por el contrario, con honrosas excepciones se ha impuesto en España un periodismo capitalino de dimes y diretes políticos de cuarta fila ciertamente anodino. Los medios siguen enviando en masa a los periodistas a las ruedas de prensa de los apparatchiks que, de antemano, sabemos qué van a contarnos, admitan o no preguntas. Para mayor incongruencia, los medios suelen tener contratados servicios de agencia que ya cubren esos actos. Y así se pasa el día, y la calle y la realidad van por otro lado. Qué decir de la mayoría de las tertulias de televisión, donde las cuotas rezuman en un equilibrio ideológico que es antiperiodístico.

Muchos medios españoles, más que informar, reafirman en creencias previas, y han decidido apostar por ese lector que no quiere que le zarandeen sus posturas, por equivocadas que puedan ser, algo. Hay escasa vanguardia periodística, y sí mucho seguidismo: al final (con honrosas y meritorias excepciones, insisto) ocurre como con los bancos, un punto arriba o un punto abajo, todos ofrecen o deniegan los mismos créditos, remuneran igual los depósitos y fondos. Pongo un ejemplo: en España se publican unos 80.000 libros al año, y sin embargo, las páginas de Cultura de los medios parecen la alineación del Real Madrid de Capello de la temporada 96-97: inamovible salvo lesión de un fijo. Recuerda a aquella refutación que hizo el maestro Miguel Dominguín cuando alguien dijo que en España se follaba poco: “No, se folla mucho, lo que pasa es que siempre follamos los mismos”.

¿Interesa lo que escribimos?

La migración al soporte digital se está confundiendo en muchos casos con la vacuidad y el espectáculo: hay que encadenar una noticia tras otra, generar tráfico, aumentar la viralidad de nuestros enlaces. Por eso es más valioso un periodista que genere noticias con titulares muy viscerales que al instante tiene eco en las redes sociales, que un reportero que necesite días de calle para una historia propia, como le ocurrió a James P. McGuire. No es más caro uno que otro, sino que el primero encaja mejor en el tipo de lector al que los medios aspiran (el que, más allá de si lee la noticia o no, la comparte y genera ingresos publicitarios), mientras que el segundo requiere de un lector más sosegado, ¡incluso dispuesto a pagar por lo que lee! El trabajo intenso de McGuire dio, además de muchas ventas, mucho prestigio a su diario. Sin agencias, haciendo trabajo de calle, yendo a las fuentes, zambulléndose en el entorno de su historia.

¿Independencia o transparencia?

Sólo alguien que haya heredado varios millones de euros y decida crear un medio de comunicación puede decir que es independiente. El resto, todos, dependen de algo. Del número de lectores, de la publicidad, de las suscripciones. No sólo los medios con deudas o préstamos de los bancos o del Estado son dependientes y, por tanto, sospechosos.

Es más importante la transparencia: si conozco que determinado medio tiene en su pasivo una deuda con determinado banco, estaré prevenido a la hora de leer sus noticias sobre dicha entidad, pero quizá eso esté posibilitando que, en otros asuntos, el diario sea excelente en su cobertura. Se trata de ser lo menos dependientes posibles, y, sobre todo, de pelearla día a día y no reclamarla como una abstracción imposible.

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Es lo que hace McGuire, cuando acude a ver al dueño del diario y se encuentra en el despacho a un representante del gobernador y a otro de la Fiscalía, que le acusan de desprestigiar las instituciones. Allí les convence de que Joe es inocente, de la necesidad de seguir investigando, de que se reabra el caso o de que, dada la inconsistencia del testimonio de Vera, se le otorgue el perdón. Aquí adquiere todo el sentido la frase de George Orwell que dice que “el periodismo es publicar lo que alguien no quiere que se sepa; lo demás son relaciones públicas”.

Obsesionados con el soporte

Call Northside 777 es, también, un homenaje a las nuevas tecnologías periodísticas. Sesenta y cinco años después, puede parecer ridículo el asombro con el que la comisión de perdón recibe un fax con la fotografía ampliada que muestra la falsedad del testimonio de Vera, o las imágenes de las rotativas en marcha y la distribución en masa de los ejemplares que incluían en portada los artículos de McGuire. La explicación del funcionamiento del detector de mentiras, al que Joe se sometió con éxito en la cárcel, muestra las intenciones periodísticas y documentales de esta película. Sin embargo, estos adelantos siempre fueron concebidos como una herramienta al servicio del periodismo, y la conclusión es clara: por más innovaciones que hubiera, todas serían inútiles sin el tesón y el trabajo del periodista. ¿Lo tenemos tan claro en la era digital? Seguramente, todos responderemos con un ‘sí’ automático, pero lo cierto es que ahora hacemos otra cosa, tanto informativa como laboralmente.

El periodismo y las condiciones de vida de los periodistas se han deprimido, y puede que la pregunta no sea si existe un modelo de negocio para el periodismo en la era digital, sino si es posible un modelo de negocio de medios con escaso periodismo. Obsesionados como estamos con el soporte y sus servidumbres, hemos olvidado algunas verdades imperecederas de la profesión, y no es extraño que los lectores se alejen. Call Northside 777 es un gran antídoto contra esta inercia.

tomado de chicagotribune

A principios de esta semana hice un blog sobre la película «Call Northside 777» y mencioné la historia real detrás de la película clásica de 1948 filmada en Chicago.

En ese post, el hijo del recluso de la vida real a quien se refiere la historia, dejó un comentario extendido, que volveré a publicar aquí junto con un par de viejos clips de Tribune.

El personaje «Frank Wiecek» estaba basado en un hombre llamado Joe Majczek. Y Jim Majczek de Plato Center, nacido cuatro años después de que su padre fue exonerado por el asesinato de un oficial de policía y salió del Centro Correccional de Stateville como un hombre libre, escribió esto:

(Su ex esposa) Helen Majczek visitó a Joe Majczek en la cárcel cada vez que podía. La mayoría de las veces, Helen llevaría a su pequeño hijo Joey y la madre de Joe a visitarlo. Todo lo que se les permitió hacer fue tocar las manos debajo del divisor de vidrio. Todavía estaban muy enamorados, pero Joe convenció a Helen de que debían divorciarse. 

Durante siete años, Helen y su hijo Joey apenas sobrevivieron. Todavía era una mujer orgullosa que solo aceptaba la ayuda de sus padres cuando tenía que hacerlo. Pero lo que necesitaba era un hombre con el que pudiera estar y Joe se dio cuenta de esto. Su único hijo necesitaba un padre. Joe no debía recibir libertad condicional hasta 1965. Después de esperar siete años por la liberación de su esposo, Helen se divorció de Joe. Unos años más tarde conoció a Ed Bartosiewicz con quien más tarde se casó. Varios años después tuvieron una niña.

Cuando Joe salió de la cárcel en 1945, Joe no estaba amargado. Pensó que todavía tenía una vida que vivir y que haría lo mejor posible. Pero el tiempo no iba a ser amable con Joe. Parecía que la mala suerte iba a ser su amiga hasta el final. 

Un legislador estatal que patrocinó el premio de $ 24,000 para Joe ahora exigió un soborno de $ 5000. Joe le pagó el dinero, luego de que amenazó con frustrar el próximo perdón de Joe del gobernador Green. 

En junio de 1948, Helen se divorció de Ed Bartosiewicz. Joe y Helen se volvieron a casar y se mudaron a OakLawn, Illinois, donde tenían dos hijos más. 

Joe perdió varios empleos cuando su empleador descubrió que había cumplido una condena en prisión, o que nunca había pasado la entrevista si mencionaba su tiempo en prisión al entrevistador. Cuando encontraba un trabajo decente, siempre le preocupaba perderlo.Joe todavía se mantuvo en contacto con Ted, quien se mudó a California y cambió su nombre por Marcin. Ted más tarde consiguió un trabajo conduciendo un camión. 

 Mientras Joe envejecía, las cosas simples le daban placer, como su visita matutina a White Castles Hamburgers o, si tenía suerte, podía escaparse de la casa y jugar al golf en nueve hoyos.

Ed todavía era parte de la familia y Helen. La hija de Ed crecía y Ed venía con más frecuencia para verla. Nadie había preguntado cómo habían sucedido las cosas, y Joe sabía que Ed todavía amaba a Helen. En ocasiones especiales, Ed sacaría a Helen. ¿Cómo puedes condenar esta situación? Helen nunca imaginó que las cosas se volverían locas con la pronta liberación de Joe de la prisión. Este tirón de guerra con su corazón fue la consecuencia de un sistema de justicia que les falló miserablemente cuando eran jóvenes.

 Joe tenía ahora sesenta y ocho. Un día de verano, en julio de 1978, llegando a casa desde una farmacia de Walgreen, Joe pasó por la intersección de 103rd y Kilbourn Street. Nadie sabe exactamente qué sucedió, pero Joe estuvo involucrado en un accidente que mató a un joven en una motocicleta. Fue un accidente muy gráfico el que realmente afectó a Joe. Después, tuvo miedo de ir al juicio. No podía dormir por la noche y comenzó a tener pesadillas: similares a las que tenía en la cárcel. Sufrió un leve ataque al corazón.

 En pocos años, Joe se retiró del mundo. Miraba a una persona, sonreía y preguntaba cómo eran, pero su memoria se estaba resbalando. Sus síntomas se parecían a la enfermedad de Alzheimer, pero si lo mirabas a los ojos, sentías algo diferente. Joe estaba despegando cada vez que tenía una oportunidad. Helen hizo todo lo posible para detenerlo, pero ninguno de los hijos vivía en casa por más tiempo y él se estaba poniendo muy difícil de controlar. Un día, el hijo de Ed y Joe, Jim, encontró a Joe recogiéndonos en el jardín delantero de un edificio de apartamentos a varias cuadras de distancia; Como lo haría en casa. Colocó estos palos dentro de la puerta del apartamento e hizo una pequeña pila ordenada.

 Treinta y cuatro años después, Joe fue institucionalizado de nuevo, pero esta vez en la Institución Mental Manteno. Helen visitó a Joe una o dos veces a la semana, confiando en que uno de sus hijos o Ed la llevaran. Le encantaba hacer pequeñas cosas para él, como cortarse las uñas o recortar las cejas. Joe sería llevado a una de las muchas habitaciones vacías cercanas para que pudiera caminar libremente para el ejercicio. Joe pensaría que había vuelto a la cárcel y «caminar por el muro». Caminaba en círculos a lo largo de la pared una y otra vez como si estuviera de vuelta en el patio de una prisión. 

 Ted, quien había sido responsable de que Joe se metiera en problemas en primer lugar, se suicidó en abril de 1982. Le escribió a Helen una carta justo antes de morir que decía:

 Cuando uno llega a tener más de setenta años y se va degenerando lentamente, perdiendo la vista y haciéndose senil y siendo improductivo, es hora de «ir». 

La vida ya no vale el esfuerzo y no puedo verme en un hogar de convalecencia y caminar con un bastón de punta blanca, siendo una carga también para mis hermanas u otras instituciones. 

Al igual que un coche, Helen. Cuando está completamente desgastado, hay que desecharlo. Así que decidí que es hora de irme a dormir. La muerte para todos nosotros es, por supuesto, inevitable, por lo que me gustaría que Joe y miles de otros sufran diariamente en instituciones o hogares de convalecencia. 

Lamento profundamente haberte causado a ti y a Joe todos los problemas que encontramos por algo de lo que somos inocentes. Solo mala suerte Helen. Mis mejores deseos para un feliz resto de tu vida, Helen. Adios ted

 Joe murió el 29 de mayo de 1983, a la edad de 73 años. Un artículo citaba a Jack McPhaul, «Joe era un hombre muy dulce y gentil. Lo que creo que debería decirse sobre él es algo que tal vez nadie ha dicho, que él fue el principal responsable de su liberación de la prisión. Fue a la cárcel a un hombre inocente y en lugar de amargarse y pelear, volvió a la escuela. Terminó su educación, tomó cursos universitarios por correo, aprendió a escribir una taquigrafía y se convirtió en el empleado de un hospital penitenciario. Sin Joe haciendo todas estas cosas, su madre nunca habría Tenía la historia del caso para dar al reportero «. 

Usted ve que la prisión se extendió a su vida restante, estos hombres fueron programados para autodestruirse.

 Mi hermano menor se está muriendo de cáncer. Recientemente, tuve que decirle a mi hermana Teddy y a su esposa Jeanie en el hospital que Wayne es la mayor molestia de Teddy, no la mitad. El verdadero padre de Wayne, Ed, se mantuvo en secreto y solo Joe Junior, mi hermano mayor que también falleció debido a un tumor cerebral en 1985, se enteró y me lo dijo. Joe Junior nació antes de que Joe Majczek fuera a la cárcel. Stob, el apodo de Ed, llevó a Wayne de vacaciones, no a Joe Majczek. 

 Se reducía a que Helen amaba a dos hombres. 

 No le diremos a Wayne ahora porque es el menor de sus problemas .

En una entrevista telefónica de seguimiento, Jim me dijo que a sus padres nunca les importó la película: » No era algo de lo que estuvieran orgullosos». Su padre no habló mucho sobre la condena injusta o su tiempo en prisión; la madre murió «hace unos 10 años», que Joe Jr. (Frank Jr. en la película) se convirtió en químico, pero murió de cáncer cerebral a mediados de la década de 1980; que no hay nietos para heredar el nombre de la familia; a mediados de la década de 1980, volvió a publicar el famoso anuncio (con su número de teléfono) en el Sun-Times solo para ver si de alguna manera podía ayudar a resolver el crimen aún sin resolver.

Aquí hay dos historias de los archivos de Tribune sobre este caso:

  La verdadera historia que llevó a ‘Call Northside 777’ 
por June Sawyers

19 de marzo de 1989 

 El anuncio que apareció en la sección clasificada de la edición del 10 de octubre de 1944 del Times en Chicago decía: «Recompensa de $ 5,000 para asesinos del Oficial Lundy el 9 de diciembre de 1932. Llame a GRO-1758, 12-7 » 

Para entonces, dos jóvenes de Chicago, Joe Majczek y Ted Marcinkiewicz, habían sido arrestados, llevados a juicio y condenados por asesinato (el asesinato del Oficial William Lundy durante un atraco de una tienda de delicatessen en el distrito de Stockyards de la ciudad) y ya habían servido a 11 años de sus sentencias de 99 años.

Su condena se basó principalmente en el testimonio del testigo clave del estado: Vera Walush, dueña de la tienda de delicatessen en 4312 S. Ashland Ave. – quienes durante el juicio identificaron positivamente a Majczek y Marcinkiewicz como los asesinos del policía. «Esos dos tipos … tenían razón en mi cara», dijo en el tribunal, refutando el testimonio del hermano de Majczek, Stephen, quien dijo bajo juramento que él y Joe estaban en casa en el momento del robo. 

Pero Tillie Majczek nunca creyó que su hijo fuera culpable del crimen. Así que limpió pisos en un edificio de oficinas en el centro de la ciudad y le ahorró dinero hasta que tuvo $ 5,000 para ofrecer como recompensa a cualquiera que pudiera ayudarla a demostrar la inocencia de su hijo.

El anuncio llamó la atención de dos reporteros veteranos del Times, Jack McPhaul y James McGuire, quienes, como McPhaul relata en «Deadlines & Monkeyshines: The Fabled World of Chicago Journalism», comenzaron a indagar en el caso y descubrieron algunos detalles interesantes. 

Entre ellos: que la tienda de delicatessen era también un lugar clandestino donde Walush proporcionaba cerveza ilícita. Al jurado no se le dijo que Walush originalmente le había dicho a la policía que ella no podía identificar a los hombres y que no tenía sospechosos en mente. De hecho, ese Majczek, que estaba en libertad condicional en el momento de un robo en el vecindario que le hizo ganar $ 2, había sido puesto dos veces en la alineación de la policía, y dos veces Walush no lo había elegido como sospechoso.

Además, luego le dijo a la policía otra declaración de que había reconocido a uno de los ladrones como un conocido del barrio llamado Ted. Cuando se corrió la voz en las calles de que se buscaba a Ted Marcinkiewicz como sospechoso de asesinato, entró en pánico y se escondió en la casa de Majczek, quien resultó ser un amigo de la infancia. Cuando la policía vino a buscar a Marcinkiewicz a la casa de Majczek, dijo: «Déjenlos entrar. No tengo nada que ocultar». Y que fue solo después de que la policía había amenazado con arrestar a Walush por contrabando, ella identificó positivamente a Majczek y su amigo como los ladrones que mataron al Oficial Lundy.

Mientras tanto, un detective informó al juez Charles P. Molthrop, quien había presidido el caso, que Majczek había sido incriminado. Convencido ahora de que se había abortado la justicia, Molthrop acusó a Walush de perjurio y prometió presionar para un nuevo juicio «incluso si», dijo, «tengo que pagarlo de mi propio bolsillo». Molthrop, sin embargo, no hizo nada más, supuestamente porque un fiscal de la oficina del fiscal del estado le dijo al juez que si persistía en seguir con el caso, su carrera terminaría rápidamente.

Pero la verdad finalmente salió a la luz, y Majczek se convirtió en una sensación mediática. Su historia apareció en las portadas de los diarios. Después de que todas las pruebas se presentaron al Departamento de Correcciones de Illinois, el gobernador Dwight H. Green otorgó un indulto completo a Majczek. El 14 de agosto de 1945, Majczek salió de la cárcel y, como compensación por los 12 años que estuvo injustamente encarcelado, recibió $ 24,000 y un traje nuevo. 

De alguna manera, toda la atención se centró solo en Majczek, pero cinco años más tarde Marcinkiewicz también fue liberado después de que los tribunales determinaron formalmente que a él también se le había negado un juicio justo y que se habían violado sus derechos constitucionales.

¿Por qué las convicciones de dos hombres inocentes? McPhaul señala que se cometieron seis asesinatos en la ciudad durante la semana en que Lundy fue asesinado, y que con la exposición Century of Progress programada para la primavera siguiente, los líderes empresariales temieron lo que la violencia podría hacer a la imagen de la ciudad. Presionado para «hacer algo», el alcalde Anton Cermak ordenó a la policía que «haga algo». Majczek y Marcinkiewicz se convirtieron en víctimas desafortunadas de la «guerra contra el crimen» resultante. 

Al encontrar la historia irresistible, Hollywood trajo la tragedia de Majczek a la pantalla de cine en 1948, con James Stewart interpretando el papel de un reportero implacable en «Call Northside 777».

Pero no debía haber un final feliz. Después de su liberación de la penitenciaría de Stateville, Majczek se volvió a casar con la esposa de la que se había divorciado cuando fue enviado a prisión, se mudó a Oak Lawn y trabajó como agente de seguros. En 1979 sufrió graves heridas en la cabeza a causa de un accidente automovilístico y tuvo que ser internado en un sanatorio, donde murió en 1983. Marcinkiewicz cambió su nombre a Ted Marcin y se mudó a California. Sin su vista y temiendo que se comprometiera a un hogar de convalecencia, se suicidó en 1982. Tillie Majczek, la mujer que creía tan firmemente en la inocencia de su hijo, murió en 1964.   

 UN MISTERIO DE ASESINATO EN CHICAGO DE LA VIDA REAL: ALGUNAS HISTORIAS COMPARE AL ‘NORTHSIDE 777’ 
  Por Gary Houston. 
9 de enero de 1995 

«Era la primera vez en la historia de Illinois», Jack McPhaul escribiría años más tarde, «que una persona condenada por asesinato había sido perdonada sin el arresto y la condena del verdadero asesino». 

Una vez que fue reportero del pasado Chicago Daily Times, El propio McPhaul era un salvador en la historia. Salvado estaba Joe Majczek, de 36 años de edad. Policías y altos mandos habían llevado a Joe a 99 años en el Centro Correccional de Stateville por asesinar al oficial de policía William D. Lundy en un distrito de Stockyards en una depresión Estaban llenos de policías, 

pero no habían contado con la madre de Joe, Tillie Majczek, una mujer de la limpieza polaca, cuyos esfuerzos por liberar a Joe de la justicia abusada se convertirían en un drama convincente.

Ahora lo sabemos por la fascinante película de 1948 «Call Northside 777», filmada en Chicago el año anterior y, por último, emitida en video; También es una película destacada este mes en el cable AMC. Cae dentro del canon de los «documentalistas» en blanco y negro de Henry Hathaway ’40. Sus otros de esa época fueron «The House on 92nd Street», «The Dark Corner», «13 Rue Madeleine» y «Kiss of Muerte.» Al igual que ellos, intensifica el enfoque de los espectadores con elementos pensados ​​en contra del espíritu del entretenimiento: metraje extenso pero no dramático, naturalismo adelantado en la actuación, tecnología de comunicaciones de vanguardia, ritmo realista y ausencia de una banda sonora musical.

«Call Northside 777» deriva su título del anuncio de Tillie en los clasificados del Times que llamó la atención de la editora de la ciudad Karin Walsh a fines de 1944: «Recompensa de $ 5,000 para asesinos del Oficial Lundy el 9 de diciembre de 1932. Call Gro. 1758 12-7 pm» 

Intrigado, Walsh asignó al reportero James McGuire, que una vez fue un investigador privado, para encontrarse con Tillie en el edificio de la Commonwealth Edison’s Loop, donde trabajaba todas las noches. Supo que ella había estado publicando el aviso durante los 11 años de Joe en Stateville, aumentando la recompensa a medida que aumentaba sus ahorros de su trabajo. Ella y el padre de Joe vivían de sus ganancias en los patios. 

La historia se transmitió para reescribirla a McPhaul, quien, de manera caprichosa, la completó con un poco de «Mother o ‘Mine» de Kipling, y el equipo de McPhaul-McGuire se dio cuenta de que era eso.

Pero no fue así. Y los puntos que harían en una serie de artículos durante 1945, dos o tres a la semana, son los siguientes: 

McPhaul quedó impresionado de que Joe Majczek y un testigo juraron que el juez de Joe lo creía inocente y le había prometido un nuevo juicio. Aunque el juez murió dos años después del juicio, tuvo tiempo de cumplir con esta garantía, pero no lo hizo. Salió a la luz que el juez, que estaba en un tribunal superior, había sido amenazado con ser removido del boleto demócrata si seguía con el asunto de Majczek. Él cumplió, pero seis meses después del juicio no fue clasificado de todos modos.

La película evita el olor político de Chicago del cuento real. «James McNeal» de James Stewart, un compuesto de McPhaul-McGuire, por lo que cree en la culpa de Majczek («Wiecek» en la película) debe ser arrastrado para perseguir la historia de Walsh («Kelly», interpretado por Lee J. Cobb) ; La tragedia del juez se deja en el piso de la sala de despiece. 

Pero, de hecho, tanto como la película era el abogado de Majczek, también fallecido cuando el periódico investigó. Un portavoz de una vez para el mafioso Hymie Weiss, recibió un disparo en el golpe de Al Capone de 1926 que derribó a Weiss para siempre, el dolor duradero del que pudo haberlo enviado a la botella. En cualquier caso, el acusado, el alguacil e incluso el banco notaron su intoxicación durante el juicio de Joe. Los Majczeks le pagaron $ 1,

Un testigo poco confiable 

La policía y la fiscalía fijaron la culpabilidad de Joe en su identificación por la señora propietaria de la clandestinidad donde fue asesinado Lundy. Inmediatamente después del tiroteo le dijo a la policía que no podría reconocer a los asesinos porque había huido a un armario cuando se acercaron. 

Entonces su memoria cambió. La prohibición seguía en pie, y su estado como una vendedora de bebidas descubierta la llevó a acusar a un hombre que había sido visto alojándose con los Majczeks. Entonces, o al menos eso dijo la policía, identificó a Joe como su hijo como uno de los asesinos el día en que fue recogido.

Llamada «Wanda Skutnik» en la película, fue rastreada en los vecindarios polacos por McGuire, pero se negó a modificar su declaración de 11 años antes. McGuire, sin embargo, encontró el resbalón original del arresto en un almacén de la policía. Dijo que Joe fue atrapado más de un día antes de que «Wanda» lo identificara y le diera crédito a la posibilidad de que la policía hubiera aprovechado el tiempo para convencerla de que se la llevara. 

Sumado a los otros factores turbios que habían puesto a Joe tras las rejas, esto le dio al Chicago Daily Times un impulso para presionar por su exoneración y reclutar al senador estatal Walker Butler como asesor ante el Departamento de Correccionales de Illinois encabezado por el gobernador Dwight H. Green. ex periodista El perdón fue firmado y Joe liberado antes de finales de 1945.

Hasta ese momento, McPhaul dijo más tarde, «no había ningún compromiso formal por parte del Times para establecer la inocencia del prisionero. Se había convertido en una noticia fascinante. Las cartas nos decían que los lectores estaban interesados ​​en este retroceso de los senderos fríos de Hace mucho tiempo, un asesinato. Y en la mente de todos, durante más de una década apareció la imagen de la madre fregando pisos para lograr lo que estaba ocurriendo ahora «. 

Hollywood estaba mirando

Caso cerrado. Luego vinieron los aplausos. En 1945, McPhaul, McGuire y Walsh recibieron cada uno (por Bob Hope) el Premio Heywood Broun Memorial otorgado por el American Newspaper Guild por «la mejor historia del año en el espíritu de Broun». La serie también fue ganadora de la página uno de la página 1945. Sigma Delta Chi, la fraternidad de periodismo nacional, lo nombró el mejor reportaje del año. El National Headliners Club recibió al Times su Premio al Servicio Público Destacado. 

Luego llegó un telegrama de Darryl F. Zanuck en la 20th Century-Fox: «La gran hazaña del periódico Chicago Times … se celebrará aún más a través de la pantalla cinematográfica».

Los archivos de Fox revelan que la compañía cinematográfica de los 70, que incluye a Stewart, Hathaway, Cobb y Richard Conte (quien interpretó a Joe), se hospedó en el Hotel Stevens (ahora Chicago Hilton and Towers) y filmó la película entre el 22 de septiembre y el 15 de noviembre. , 1947. McGuire se desempeñó como asesor técnico y guió a Stewart por la ciudad a lo largo de los caminos de su investigación. 

Nunca antes se había estudiado tan fielmente a Chicago para el consumo de celuloide. 

Rodaron en South Halsted, South Canal, South Des Plaines y el área de Back of the Yards; filmaron la escena fantasmagórica de la confrontación de Stewart con «Wanda» en South Honore.

Filmaron en la comisaría de policía del Precinto XIX, la oficina del alguacil, la sala de interrogatorios en el edificio de los Tribunales Penales, la Oficina de Estadísticas Penales y la sede de la policía. En muchos días viajaron 36 millas a Stateville para las escenas entre Stewart y Conte, y en un marco memorable vemos las gradas curvas de las celdas con la torre de vigilancia que se alza dentro de ella. 

Para acompañar a una voz en off al inicio de la película de la «historia de violencia de Chicago latiendo en su pulso», la tripulación disparó a los frentes de cinco instituciones que hicieron rendir cuentas al sistema de justicia: The Chicago Tribune, The Times, The Sun, The Herald-American y el Daily News. 

Entre las muchas curiosidades se encuentra la escena del detector de mentiras: Leonarde Keeler, entonces el principal desarrollador del polígrafo para investigaciones policiales, se desempeñó a sí mismo y respetablemente.

La película fue una plataforma de lanzamiento 

La película fue un punto de inflexión para muchos involucrados. Hathaway se trasladó a aventuras de color al aire libre. Stewart llevó los impulsos que encontró en «Call Northside 777» a los proyectos de Alfred Hitchcock y «Anatomy of a Murder». 

La película en sí podría allanar el camino para este tipo de thrillers relacionados con la evidencia como «La ventana trasera», «Blow Up», «The Conversation», simplemente debido a su silencioso y estremecido clímax en el que el detalle de una foto antigua se amplía muchas veces y se envía. Cables de AP del Times al tablero del perdón en Springfield.

Joe Majczek recibió $ 1,000 por los derechos de la película de Fox y llevó a su madre a la película, pero no antes de que entraran más disturbios en su vida. Recibió una compensación de $ 24,000 de Illinois y, más tarde, le dijo a un gran jurado, fue coaccionado por el asambleísta del Partido Republicano Ragnar «Rags» Nelson para que entregue $ 5,000 a cambio del papel de Nelson en la liberación de Joe. Nelson lo negó, y el caso fue desechado, pero por un tiempo le dio a McPhaul-McGuire otra buena historia de Majczek. 

Majczek, quien se divorció de su primera esposa mientras estaba en prisión, se volvió a casar, tuvo hijos y se convirtió en un agente de seguros. Murió en 1982. El verdadero asesino nunca fue encontrado.

McGuire recolectó $ 2,500 por los derechos de Fox, pero no se sabe si esto incluyó su tarifa por asesoramiento técnico. Murió en los años 50. McPhaul permaneció con el Times, después de 1948 el Sun-Times, hasta su retiro a principios de los años 70. Murió de cáncer en 1983. Estaba orgulloso de la serie que ganó la libertad de Majczek, consideró que el trabajo de McGuire en el caso era «brillante», y disfrutó de la película, simplemente porque ningún reportero del Times le dispararía a Karin Walsh. Stewart lo hizo en Cobb.

Sin embargo, ni tomó dinero de Fox, ni su nombre aparece en los créditos de la película. Tampoco fue compensado por los creadores de «I Am a Fugitive from a Chain Gang», una película que también se basa en la escritura de su periódico. Nadie puede explicar esto, pero el novelista Harry Mark Petrakis, que conocía bien a McPhaul, sospecha que tuvo algo que ver con el hombre mismo: «Era notablemente modesto. Despreciaba lo que él llamaba hot-dogging. Tenía una Ojo recto y nivelado en la vida «. 
Es justo lo que Tillie Majczek necesitaba.


 

 

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